viernes, 15 de febrero de 2008

CREO EN EL LIBRE MERCADO, CREO EN EL CAPITALISMO Y EN LOS NEGOCIOS...AMEN.


"El lider del cambio" y su credo


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"El líder del cambio" hizo un acto en una fábrica –también perteneciente a General Motors– en Janesville, en Wisconsin. Rodeado de obreros que le tomaron fotos, lo aplaudieron y le propinaron bocinazos de apoyo, Obama habló de la economía. “La crisis que costó empleos y se llevó los ahorros no era inevitable. Fue un error de liderazgo y de Washington”, dijo, condenando los tratados como el TLC entre Estados Unidos y México (Nafta), y un acuerdo con China. Pero para que no quedaran dudas de hasta dónde llega el efecto Obama, el senador se encargó de ponerles límites a las expectativas que miles tejen en torno de él. “Creo en el libre mercado, creo en el capitalismo y en los negocios”, aclaró.

De los malos pensamientos

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Por Juan Gelman

El estrépito de las elecciones internas de republicanos y demócratas tapa algunas cositas: por ejemplo, los golpes que ambos partidos, juntos, asestan a las libertades democráticas estadounidenses desde el ámbito legislativo. Por 404 votos a favor, 6 en contra y 22 abstenciones, la Cámara de Representantes aprobó en el 2007 el proyecto de la ley de prevención de la radicalización violenta y del terrorismo local, ahora a examen del Senado. Las definiciones del texto producen cierto sobresalto. Véanse algunas asentadas en el párrafo A del artículo 899 (www.gov track.us/congress, 24-10-07).

“Radicalización violenta: el término ‘radicalización violenta’ se aplica al proceso de adoptar o promover un sistema de creencias extremista con el propósito de facilitar la violencia basada ideológicamente a fin de fomentar un cambio político, religioso o social.” Otra: “Terrorismo local: el término ‘terrorismo local’ se aplica al uso, el uso planeado o la amenaza del uso de la fuerza o la violencia por un grupo o un individuo nacido, formado o que opera principalmente dentro de Estados Unidos o de cualquier posesión del gobierno de Estados Unidos, la población civil de Estados Unidos o cualquiera de sus segmentos, con el objeto de alcanzar objetivos políticos o sociales”. Una más: “Violencia basada ideológicamente: el término ‘violencia basada ideológicamente’ se aplica al uso, el uso planeado o la amenaza del uso de la fuerza o la violencia por un grupo o un individuo a fin de promover las creencias políticas, religiosas o sociales del grupo o del individuo”. Casi nada.

Se supone que la ley está destinada a combatir el terrorismo interno, pero los únicos grupos que practican esa clase de violencia son fundamentalistas de derecha. Y no parece que éstos sean el objetivo. Sucede, entonces, que cualquier ciudadano norteamericano puede en cualquier momento ser sospechado de terrorista y acusado y procesado por su “mala” manera de pensar. La redacción del documento es vaga, imprecisa y su alcance, muy abarcador. No es casual: semejante ambigüedad permite multiplicar el miedo en procura de una obediencia incondicional a los dictados del gobierno. Finalmente, serán sus organismos policiales, de seguridad y de Inteligencia los encargados de aplicar la ley a voluntad. Si esto no es un rostro de los regímenes totalitarios que el mundo padeció y padece, el sol sale de noche.

En efecto: ¿qué será de la libertad de reunión, manifestación y petición, actividades que podrían calificarse de “uso planeado o amenaza del uso de la fuerza o la violencia... con el objeto de alcanzar objetivos políticos o sociales”? También peligra la libertad de prensa. En el párrafo B del artículo 899 se subraya: “El Internet ha contribuido a facilitar la radicalización violenta, la violencia basada ideológicamente y el proceso de terrorismo local en Estados Unidos al proporcionar a sus ciudadanos el acceso a los flujos nutridos y constantes de propaganda relacionada con el terrorismo”. Esto casa perfectamente con un plan del Pentágono elaborado en el 2003 y filtrado al público en el 2006: se titula “Hoja de ruta de operativos atinentes de información” y, entre otras cosas, propone “la degradación sutil de la red (de Internet) en vez de su destrucción” (www.information retrieval.info, 13-2-06). El mejoramiento de los operativos militares en este campo incluye “una serie de ofensivas vigorosas que comprendan la gama completa de los medios electrónicos y los ataques contra la red informática”. Tal cual.

En virtud del párrafo D del proyecto de ley de prevención de la radicalización violenta, etc., se crea un Centro de Excelencia que encarará el tema y determinará los procedimientos para combatir y castigar esos “delitos”. Pero el fragmento tal vez más ridículo del texto es el párrafo F del artículo 899, por el cual se encarga al Departamento de Seguridad Interior que vele por la aplicación de la ley “sin violar los derechos constitucionales, los derechos civiles y las libertades civiles de los ciudadanos de Estados Unidos y de los residentes permanentes legales”. Una tarea espinosa, tomando en cuenta que esa legislación permite al gobierno definir a gusto en qué consisten los delitos que ha de penalizar, incluida la mala costumbre de no pensar como la Casa Blanca.

Este proyecto cierra el círculo de hierro contra las libertades democráticas del pueblo estadounidense que comenzaron a forjar la Ley Patriótica y la Ley de Seguridad Interior, entre otras. “Si esta ley abominable se promulga, corren peligro todos los ciudadanos (de EE.UU.) y no sólo esos pocos individuos y extranjeros de los que habla el gobierno, sino todos nosotros”, señaló Gary D. Barnett, presidente de Barnett Financial Services, Inc., de Montana (www.fff.org, 1-2-08). Sí.




La gran sopa del Pacífico

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Por Juan Gelman

Es de desechos de plástico, flota en el Océano Pacífico, se extiende desde la costa de California, pasa Hawai, llega casi al Japón y tiene una superficie que duplica el territorio continental de EE.UU. Esta “Gran mancha de basura del Pacífico” –así la llaman– fue descubierta en 1997 y por mera casualidad. El ex marino y oceanógrafo estadounidense Charles Moore partió de Los Angeles con su yate para participar en una carrera en Hawai, tenía prisa, evitó las rutas más frecuentadas y el atajo lo llevó al descubrimiento. Navegó contra una selva de botellas y restos de plástico día tras día durante una semana. Su asombro y su disgusto fueron tales que vendió todas sus empresas, se convirtió en un activista de la preservación del océano y creó la Fundación Algalita de Investigaciones Marinas (AMRF, por sus siglas en inglés). No se conocen otros casos de herederos de grandes fortunas petroleras que hayan incurrido en semejante actitud.

Charles Moore opina que alrededor de 100 millones de toneladas de desechos de plástico flotan en la región. Markus Eriksen, investigador de AMRF, declaró recientemente: “La gente pensaba que era un isla de basura plástica sobre la que casi se podía caminar. No es así. Es como una sopa de plástico”. Que suele convertir a las playas de Hawai en un sucio vertedero. La mayor parte de esos residuos no proviene –como antes– de los buques que surcan las aguas del Pacífico. Sus principales abastecedores moran en tierra firme. Producen 60 mil millones de toneladas de plástico cada año y los residuos de su materia prima son tan livianos que pueden ser arrastrados por los vientos y mantenerse en la superficie de las aguas. Se estima que constituyen el 90 por ciento de los desperdicios que padece el norte del Pacífico central; flotan y recorren largas distancias a lomo de las corrientes marinas. No sin consecuencias contrarias a la biodiversidad del medio.

La AMRF señala en un informe que las partículas de plástico afectan al menos a 267 especies marinas en todo el mundo, incluyendo al 86 por ciento de todas las clases de tortugas, al 44 por ciento de las especies de aves y al 43 por ciento de las especies de mamíferos del mar (www.algalita.org, 9-4-07). Aves y mamíferos marinos confunden las partículas con huevos de pescado. Un ejemplo: el 40 por ciento de los pichones de albatros del atolón hawaiano de Midway muere prematuramente por esa confusión. En el estómago de algunos mamíferos se han encontrado jeringas, encendedores, cepillos de dientes y otros objetos que creyeron alimento. Aún no se conoce a fondo el impacto de la diseminación de plásticos en los ecosistemas marinos y se ignora cuánto tiempo debe transcurrir antes de que esas partículas se biodegraden. Probablemente siglos.

La basura se acumula sin pausa en las aguas norteñas del Pacífico central: se multiplicó por tres en una década y en las costas del Japón se decuplica cada 2 o 3 años (www.plasticdebris.org, 2005). En esa región del océano hay seis vórtices de convergencia sometidos a una elevada presión atmosférica. Las corrientes marinas son débiles allí y el total de las partículas de plástico pesa seis veces más que el plancton de esos lugares (Los Angeles Times, 2-8-06). Plancton que, como otros invertebrados marinos, también ingiere plástico para su desgracia y la ajena. Las partículas flotantes transportan además organismos marinos que emigran y esa mezcla biótica los convierte en especies depredadoras que también amenazan la biodiversidad del medio. En las costas de la Florida han aparecido dos especies de esa índole que avanzan hacia las aguas del Caribe.

Un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) concluye que más de un millón de aves y más de 100.000 mamíferos marinos mueren cada año por la ingestión de desechos plásticos. El problema es grave: para lograr mayor flexibilidad, duración y resistencia al calor del material, se agrega a la materia prima aditivos y sustancias que convierten a los desperdicios en una suerte de esponjas químicas que absorben hidrocarbonos y pesticidas. Existe el peligro de que por esa vía ingresen a la cadena alimentaria humana. “Lo que entra en el océano entra en esos animales y llega al plato de comida. Así de simple”, sentenció el Dr. Eriksen.

De fuentes territoriales llega al océano el 80 por ciento de las partículas de plástico (Pnuma, 1995), la mayoría de los cuales no se puede quitar del agua en razón de su pequeñez y abundancia. La solución del problema consistiría en reciclar en tierra los restos de plástico antes de que se internen en el mar, pero actualmente sólo se procesa del 3 al 5 por ciento del desecho. Más de dos tercios de la superficie terrestre están cubiertos por océanos y mares interconectados. El problema es global.



MENTIRAS Y MEDIOS...

Blanco x Negro = Negro

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Por Jorge Majfud*

El centro de los debates en las internas del Partido Demócrata de Estados Unidos es un caso interesante y, sea cual sea su resultado, significará un cambio relativo. No es ninguna sorpresa, para aquellos que lo han visto desde una perspectiva histórica. Sin duda, el triunfo de Hillary Clinton no será tan significativo como puede serlo el de Obama. No los separa tanto el género o la raza cuanto una brecha generacional. Una, representante de un pasado hegemónico; la otra, representante de una juventud algo más crítica y desengañada. Una generación, creo, que operará cambios importantes en la década siguiente.

Sin embargo, en el fondo, lo que aún no ha cambiado radicalmente son los viejos problemas raciales y de género. El centro y, sobre todo, el fondo de los debates han sido eso: gender or race, al mismo tiempo que se afirma lo contrario. Es significativo que en medio de una crisis económica y de temores de recesión, las discusiones más acaloradas no sean sobre economía sino sobre género y raza. En la potencia económica que, por su economía, ha dominado o influido en la vida de casi todos los países del mundo, la economía casi nunca ha sido el tema central como puede serlo en países como los latinoamericanos. Igual, entiendo que el desinterés por la política es propio de la población de una potencia política a nivel mundial. Cuando hay déficit fiscal o caídas del PBI o debilitamiento del dólar, los más conservadores siempre han sacado sus temas favoritos: la amenaza exterior, la guerra de turno, la defensa de la familia –la negación de derechos civiles a las parejas del mismo sexo– y, en general, la defensa de los “valores”, esto es, los valores morales según sus propias interpretaciones y conveniencias. Pero ahora las más recientes encuestas de opinión indican que la economía ha pasado a ser uno de los temas principales de atención para la población. Esto ocurre cada vez que la maquinaria económica se aproxima a una recesión. Sin embargo, los candidatos a la presidencia temen desprenderse demasiado del discurso conservador. Quizás Obama ha ido un poco más lejos en este desprendimiento, criticando el abuso de la religión y cierto tipo de patriotismo mientras Hillary ha rescatado la breve y eficaz muletilla de su esposo que en 1992, en medio de la recesión de la presidencia de George H. Bush, lo llevó a la victoria: “it’s the economy, stupid”. Su fácil consumo se debe a esa sencillez que entiende la generación McDonald’s.

Hillary Clinton es hija de un hombre y una mujer pero, a pesar de lo que pueda decir el psicoanálisis, todos la ven como una mujer, and period. Barack Obama es hijo de una blanca y un negro pero es negro, y punto. Esto último se deduce de todo el lenguaje que se maneja en los medios y en la población. Nadie ha observado algo tan obvio como el hecho de que también puede ser considerado tan blanco como negro, si caben esas categorías arbitrarias. Esto representa la misma dificultad de ver la mezcla de culturas en el famoso “melting pot”: los elementos están entreverados, pero no se mezclan. De la fundición de cobre y estaño no surge el bronce sino cobre o estaño. Se es blanco o se es negro. Se es hispano o se es asiático. El perjudicado fue John Edwards, un talentoso hombre blanco que salió de la pobreza y parece no olvidarla, pero no tiene nada políticamente correcto para atraer. Ni siquiera es feo o maleducado, algo que mueva a un público compasivo.

Pero las palabras pueden –y en política casi siempre lo hacen– crear la realidad opuesta: Hillary Clinton dijo hace pocos días que amaba estas primarias porque parece que se nominará a un afroamericano o a una mujer y ninguno va a perder ni un solo voto por su género –aquí se evita la palabra “sexo”– o por su raza (“I love this primary because it looks like we are going to nominate an African-American man or a woman and they aren’t going to lose any votes because of their race or gender”). Razón por la cual Obama les habla a las mujeres y Clinton a los afroamericanos. Razón por la cual en Carolina del Sur casi el ochenta por ciento de la población negra y sólo el veinte por ciento de los blancos votó por Obama. Razón por la cual Florida y California –dos de los estados más hispanos de la Unión– se resistieron a apoyar a Obama, el representante de la otra minoría.

Así, mientras la costumbre ha pasado a despreciar la calificación de “políticamente correcto”, nadie quiere dejar de serlo. Los debates de las elecciones 2008 me recuerdan a la Cajita Feliz de McDonald’s. Tanto derroche de alegría, de felicidad, de sonrisas alegres no necesariamente significan salud. La secretaria de Estado de la mayor potencia mundial es una mujer negra. Desde hace años, una mujer afroamericana tiene más influencia sobre vastos países que millones de hombres blancos. Sin embargo, la población negra de Estados Unidos –como la de muchos países latinoamericanos– continúa sin estar proporcionalmente representada en las clases altas, en las universidades y en los parlamentos mientras que su representación es excesiva en los barrios más pobres y en cárceles donde compiten a muerte con los hispanos por la hegemonía de ese dudoso reino.

* The University of Georgia.