Txente Rekondo
Cientos de líneas y comentarios se han escrito desde hace varios días en torno al llamado “super-martes” electoral en Estados Unidos. Desde ese mismo país se hablaba de un martes “super-duper” (un giro para expresar algo así como “estupendísimo”) o incluso de una especie de tsunami electoral tras la celebración de esos comicios.
Sin embargo más allá de estas expectativas interesadas, sobre todo desde un punto de vista mediático, de cara a señalar al candidato presidencial republicano o demócrata con tanta antelación, lo cierto es que tras los resultados se pueden subrayar dos aspectos. La carrera del candidato republicano, John McCain parece imparable de cara a esa nominación, mientras que en el campo demócrata, la pugna entre Clinton y Obama se asemeja a una competición de maratón.
Un giro inesperado se está produciendo en la batalla de las élites políticas norteamericanas apara nominar al sucesor de Bush al frente de la Casa Blanca.
Si cuando empezó este largo proceso electoral los republicanos se presentaban claramente divididos, con cinco candidatos principales disputándose los votos y representando cada uno de ellos una cara del conservadurismo estadounidense, y el Partido Demócrata hacía lo propio con tres figuras políticas, pero dando una imagen de unidad, tras las ultimas citas, todo parece indicar que esas claves están variando.
En estos momentos, el Partido Republicano parece encaminar su elección de candidato presidencial en torno a McCain, con un camaleón como Rommey y otro candidato, Huckabee, manteniendo todavía alguna pequeña o mínima esperanza. Pero dando la sensación que la unidad del partido podrá superar las perspectivas más pesimistas de comienzo de campaña. El llamado “bloque anti McCain” parece estar perdiendo fuerza, sobre todo tras el impulso que ha recibido en estas elecciones, y el candidato republicano estaría preparando el ultimo impulso para hacerse con la nave conservadora del partido (no podemos olvidar la importancia de la llamada derecha religiosa, tanto por su potencial cuantitativo como por su capacidad de movilización), e iniciar así la estrategia de cara a derrotar en el futuro al rival demócrata.
En este sentido, la maquinaria republicana estaría preparándose para enfrentarse a uno u otro candidato del partido rival. El dilema central es quién es el candidato más débil, y por tanto el más fácil de vencer. El apellido Clinton es una espina clavada en el subconsciente republicano, y las derrotas anteriores todavía escuecen. Por su parte predicen que un enfrentamiento con Obama sería favorable para ellos, pero temen al mismo tiempo que “represente un peligro mayor” de cara a cambiar la cara de la política actual.
La situación entre los demócratas se asemeja a esa “carrera de fondo” para ver quién es el elegido o elegida. La senadora Clinton ha logrado concentrar en torno suyo una coalición de “mujeres, demócratas de la “clase obrera”, militantes de base con muchos años en el partido y latinos. Esta suma ha sido suficiente en otras ocasiones para hacerse con el triunfo final. Por su parte Barack Obama ha hecho lo propio con “titulados académicos, clases altas, liberales (en el sentido estadounidense del término) e independientes. Además, ha conseguido añadir dos elementos muy importantes también, por un lado ha logrado articular un número importante de jóvenes cuadros que se han movilizado como nunca y también cuenta con el apoyo aplastante de la comunidad afro americana.
Ambos candidatos han logrado al mismo tiempo hacerse con los apoyos que había recogido hasta su retirada el candidato John Edwards (opositores a la guerra, demócratas partidarios del cambio y clases trabajadoras blancas preocupadas por temas económicos).
A la vista de los resultados que ambos contendientes han obtenido hasta ahora, todo parece apuntar que el enfrentamiento se alargará hasta el verano y las consecuencias de ello todavía no son muy predecibles. Además, Hillary Clinton puede contra con un importante factor desfavorable a sus pretensiones. “El calendario puede ser su mayor enemigo”, en los próximos meses los demócratas celebrarán tres caucus, otros estados celebrarán elecciones y cuentan con una importante población afro americana y le sigue el caucus de Hawai, y en todas esas situaciones el candidato Obama se ha mostrado más fuerte que Clinton, que esperaría que en plazas como Ohio o Pennsylvania pudiera contrarrestar lo anterior.
En esa carrera hacia la Casa Blanca, o hacia la nominación como candidato, aparece un protagonista que puede ser decisivo para desequilibrar la balanza hacia Obama o Clinton, es la figura del “superdelegado”. Desde que en los años ochenta se introdujeron medidas destinadas a contrarrestar “el poder de las masas en las nominaciones”, la utilización de esos superdelegados ha sido muy importante. Forman un grupo de 796 personas (congresistas, gobernadores, miembros del Comité Nacional Demócrata, dirigentes del partido, cuadros estatales…), y aunque no representan un bloque homogéneo su peso es indiscutible. Sus decisiones se basan en “lealtades personales o en las promesas que puedan arrancar de los candidatos”. A la vista de lo reñida que está la carrera demócrata puede que esperen hasta último momento para apostar por uno o por otro candidato. Las ventajas institucionales que ha podido tejer Clinton pueden ser decisivas al final de esta apretada pugna.
Otro factor que ganará espacio mediático en los próximos meses es la elección del candidato a vicepresidente, aunque su nominación oficial no se hará hasta el verano, las maniobras de unos y otros por hacerse con el puesto ya han comenzado. Alianzas interesadas, trasvases de votos y deseos indisimulados por hacerse con tan preciado galardón no pasarán desapercibidos. Algunos apuestan por la candidatura final entre los contendientes actuales, pero las grietas que han surgido y que seguirán apareciendo en las próximas semanas pueden hacer inviable esa opción.
Nuevos actos de esta función se sucederán en las próximas semanas, y el título de “continuará” marcará de momento el devenir electoral estadounidense y la atención mediática de buen aparte de los medios de todo el planeta, aunque cerca de la mitad de la población de la poderosa potencia mundial hace tiempo que ha dado la espalda a ese proceso, algunas marginados por el sistema y otro hartos de que gane quien gane los perdedores son siempre los mismos. Y como con cierta ironía decía un ciudadano estadounidense, al ser preguntado por el devenir electoral de la campaña y por la incertidumbre que parece atosigar a los medios, “tras el llamado “super martes” lo que vendrá seguro es el miércoles”.
Sin embargo más allá de estas expectativas interesadas, sobre todo desde un punto de vista mediático, de cara a señalar al candidato presidencial republicano o demócrata con tanta antelación, lo cierto es que tras los resultados se pueden subrayar dos aspectos. La carrera del candidato republicano, John McCain parece imparable de cara a esa nominación, mientras que en el campo demócrata, la pugna entre Clinton y Obama se asemeja a una competición de maratón.
Un giro inesperado se está produciendo en la batalla de las élites políticas norteamericanas apara nominar al sucesor de Bush al frente de la Casa Blanca.
Si cuando empezó este largo proceso electoral los republicanos se presentaban claramente divididos, con cinco candidatos principales disputándose los votos y representando cada uno de ellos una cara del conservadurismo estadounidense, y el Partido Demócrata hacía lo propio con tres figuras políticas, pero dando una imagen de unidad, tras las ultimas citas, todo parece indicar que esas claves están variando.
En estos momentos, el Partido Republicano parece encaminar su elección de candidato presidencial en torno a McCain, con un camaleón como Rommey y otro candidato, Huckabee, manteniendo todavía alguna pequeña o mínima esperanza. Pero dando la sensación que la unidad del partido podrá superar las perspectivas más pesimistas de comienzo de campaña. El llamado “bloque anti McCain” parece estar perdiendo fuerza, sobre todo tras el impulso que ha recibido en estas elecciones, y el candidato republicano estaría preparando el ultimo impulso para hacerse con la nave conservadora del partido (no podemos olvidar la importancia de la llamada derecha religiosa, tanto por su potencial cuantitativo como por su capacidad de movilización), e iniciar así la estrategia de cara a derrotar en el futuro al rival demócrata.
En este sentido, la maquinaria republicana estaría preparándose para enfrentarse a uno u otro candidato del partido rival. El dilema central es quién es el candidato más débil, y por tanto el más fácil de vencer. El apellido Clinton es una espina clavada en el subconsciente republicano, y las derrotas anteriores todavía escuecen. Por su parte predicen que un enfrentamiento con Obama sería favorable para ellos, pero temen al mismo tiempo que “represente un peligro mayor” de cara a cambiar la cara de la política actual.
La situación entre los demócratas se asemeja a esa “carrera de fondo” para ver quién es el elegido o elegida. La senadora Clinton ha logrado concentrar en torno suyo una coalición de “mujeres, demócratas de la “clase obrera”, militantes de base con muchos años en el partido y latinos. Esta suma ha sido suficiente en otras ocasiones para hacerse con el triunfo final. Por su parte Barack Obama ha hecho lo propio con “titulados académicos, clases altas, liberales (en el sentido estadounidense del término) e independientes. Además, ha conseguido añadir dos elementos muy importantes también, por un lado ha logrado articular un número importante de jóvenes cuadros que se han movilizado como nunca y también cuenta con el apoyo aplastante de la comunidad afro americana.
Ambos candidatos han logrado al mismo tiempo hacerse con los apoyos que había recogido hasta su retirada el candidato John Edwards (opositores a la guerra, demócratas partidarios del cambio y clases trabajadoras blancas preocupadas por temas económicos).
A la vista de los resultados que ambos contendientes han obtenido hasta ahora, todo parece apuntar que el enfrentamiento se alargará hasta el verano y las consecuencias de ello todavía no son muy predecibles. Además, Hillary Clinton puede contra con un importante factor desfavorable a sus pretensiones. “El calendario puede ser su mayor enemigo”, en los próximos meses los demócratas celebrarán tres caucus, otros estados celebrarán elecciones y cuentan con una importante población afro americana y le sigue el caucus de Hawai, y en todas esas situaciones el candidato Obama se ha mostrado más fuerte que Clinton, que esperaría que en plazas como Ohio o Pennsylvania pudiera contrarrestar lo anterior.
En esa carrera hacia la Casa Blanca, o hacia la nominación como candidato, aparece un protagonista que puede ser decisivo para desequilibrar la balanza hacia Obama o Clinton, es la figura del “superdelegado”. Desde que en los años ochenta se introdujeron medidas destinadas a contrarrestar “el poder de las masas en las nominaciones”, la utilización de esos superdelegados ha sido muy importante. Forman un grupo de 796 personas (congresistas, gobernadores, miembros del Comité Nacional Demócrata, dirigentes del partido, cuadros estatales…), y aunque no representan un bloque homogéneo su peso es indiscutible. Sus decisiones se basan en “lealtades personales o en las promesas que puedan arrancar de los candidatos”. A la vista de lo reñida que está la carrera demócrata puede que esperen hasta último momento para apostar por uno o por otro candidato. Las ventajas institucionales que ha podido tejer Clinton pueden ser decisivas al final de esta apretada pugna.
Otro factor que ganará espacio mediático en los próximos meses es la elección del candidato a vicepresidente, aunque su nominación oficial no se hará hasta el verano, las maniobras de unos y otros por hacerse con el puesto ya han comenzado. Alianzas interesadas, trasvases de votos y deseos indisimulados por hacerse con tan preciado galardón no pasarán desapercibidos. Algunos apuestan por la candidatura final entre los contendientes actuales, pero las grietas que han surgido y que seguirán apareciendo en las próximas semanas pueden hacer inviable esa opción.
Nuevos actos de esta función se sucederán en las próximas semanas, y el título de “continuará” marcará de momento el devenir electoral estadounidense y la atención mediática de buen aparte de los medios de todo el planeta, aunque cerca de la mitad de la población de la poderosa potencia mundial hace tiempo que ha dado la espalda a ese proceso, algunas marginados por el sistema y otro hartos de que gane quien gane los perdedores son siempre los mismos. Y como con cierta ironía decía un ciudadano estadounidense, al ser preguntado por el devenir electoral de la campaña y por la incertidumbre que parece atosigar a los medios, “tras el llamado “super martes” lo que vendrá seguro es el miércoles”.