sábado, 8 de marzo de 2008

¡ QUE SE VAYAN TODOS !



La crisis del 2001


Investigación histórica…

¡QUE SE VAYAN TODOS!

Crisis del 2001.

Causas y trasfondo político, social y económico.

Boggini, Fiorella
Castro, Julio.
Di Fiore, Micaela.
Di Leandro, Maximiliano.
Ibáñez, Julieta.
Mackey, Tomás.
Maldonado, Nicolás.
MATERIA: Historia II.
PROFESORA: Mabel Maidana.
16 de noviembre de 2007.

INSTITUTO SUPERIOR DE ENSEÑANZA RADIOFÓNICA
Carrera: Locución Año: 2do. Turno mañana

Trabajo Final: La crisis del 2001. Sus causas y tragedias.


Índice
Índice ............................................................................................................. 2
Introducción.................................................................................................. 3
ÁMBITO ECONÓMICO...................................................................................... 4
Introducción.................................................................................................. 4
La convertibilidad ......................................................................................... 5
La alianza frente a los problemas económicos.......................................... 9
El regreso del “padre” de la criatura......................................................... 13
ÁMBITO POLÍTICO ......................................................................................... 19
El perfil de un fracasado: Fernando De la Rúa. ....................................... 19
La historia del gobierno de De la Rúa....................................................... 20
Las pérdidas de la Alianza......................................................................... 22
Los medios trataron el tema:..................................................................... 26
Los sindicatos............................................................................................. 28
Conclusiones del ámbito político.............................................................. 29
ÁMBITO SOCIAL ......................................................................................... 31
Cuando el pueblo recobra poder............................................................... 31
El desafío a la clase política y burocrática ............................................... 32
El trabajador apartado del gremio............................................................. 33
¡Que se vayan todos!.................................................................................. 34
El plano cruel de la Plaza del 19................................................................ 35
Los saqueos a la dignidad ......................................................................... 36
La represión al reclamo legítimo y el estado de sitio.............................. 37
Conclusiones finales ..................................................................................... 40
BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................... 45


Introducción
El miércoles 19 de diciembre del año 2001 el pueblo argentino dijo
basta. Hay en ello una actitud nada pasiva contra un sistema que parecía dar a
los ciudadanos una triste cara que pregonaba el claro agotamiento de un
modelo económico. La sociedad no pudo tolerar ni un segundo más el arrebato
moral y el hurto económico. Aquel gobierno que había asumido dos años atrás
se erigía como una solución y un cambio a la política de los noventa y tras ello
la gente depositó su confianza en los portadores del discurso.
Lo cierto es que la crisis superó a todos. Políticos, comerciantes, trabajadores,
profesionales, etc. Sus bolsillos sintieron un vacío y cuando optaron por retirar
el ahorro tranquilamente atesorado en el banco, esos billetes no estaban para
nadie. Y corralito fue la palabra que atesoró toda la bronca de miles de
argentinos decepcionados pero que no ha sido la causa fundamental de la
explosión. Años atrás existieron hechos que fueron modelando la estructura
posteriormente destruida.
La plaza de mayo fue el escenario trivial que en un principio incluyó a los
porteños con cacerolas en mano y horas más tarde, gases lacrimógenos,
represión y el fin de una etapa político-económica. La gente estaba convencida
de que luchar e imponerse era el camino correcto y por ello, siguió allí aquella
noche. El jueves 20, los saqueos a supermercados y nuevamente la represión
hicieron de la jornada, el peor día de esta etapa. En síntesis, esta crisis que
arrastra un conglomerado de causas, fue la explosión de un proceso que llevó
años, comenzando con la convertibilidad, un medio para un fin pero no un fin
en si mismo.
Que se vayan todos, además de ser una frase clave en este período, es
el nombre de nuestro grupo de investigación. Un grupo que buscó estudiar un
tema interesante, rico en material y sobre todo que pueda ser pensado desde
el presente. Decía Benedetto Croce respecto a la contemporaneidad que la
historia surge del presente y por esta razón, la crisis puede analizarse desde el
hoy. Nuestro objetivo entonces es analizar los factores que llevaron a ese
trágico desenlace sabiendo que, como dice el autor Julio Godio, ha sido una
crisis global: económica, social y política, siempre desde el mero pensamiento
del hombre. Teniendo en claro que los hechos están concatenados unos con
otros desde los principios de la historia del hombre, arbitrariamente decidimos
analizar lo sucedido solo entre 1989 – 2001, conformando así nuestra serie
histórica, que comienza con la hiperinflación de 1989, durante el gobierno de
Raúl Alfonsín y el consecuente establecimiento de la mencionada
convertibilidad ya en el gobierno de Carlos Menem.
Citando a otro autor, Ortega y Gasset sostenía que una crisis no es sino el
“tránsito que el hombre hace de vivir prendido a unas cosas y apoyado en ellas,
a vivir prendido y apoyado en otras”.

En diciembre del año 2001 en la argentina se desata una de las crisis más
feroces en su historia. Una tasa de desempleo que llega al 18,3%, el valor más
alto desde el año 1995, según lo publicado por la Encuesta Permanente de
Hogares. La clase media que aun resistía los últimos golpes de la
convertibilidad se vio imposibilitada de acceder a sus pequeños ahorros por el
establecimiento del “corralito”, medida que limitaba la extracción de efectivo de
cajas de ahorro y cuentas corrientes a $250 semanales. El FMI presionaba
para que se paguen los intereses de una deuda que aumentaba día a día. Los
noticieros incluían en su agenda diaria un dato desconocido hasta el momento,
el riesgo país. El contexto internacional no es favorable a nuestro país, la
recesión afecta a varios países y Estados Unidos decide que es hora de dejar
de prestarle dinero a una Argentina incapaz de mantener una economía de un
dólar a un peso.

La crisis de 2001 comienza con otra anterior: la hiperinflación del año
1989, que obligó al gobierno de Raúl Alfonsín a asumir la derrota y abandonar
la presidencia antes de la finalización de su mandato.
Entre la crisis de 1989 y la de 2001 se pueden encontrar varios puntos en
común: recesión, corrida financiera, abstención de la comunidad internacional,
saqueos, cambio de régimen político acompañado de un cambio en el modelo
económico. Las elecciones de 1989 consagran a la formula del Partido
Justicialista, integrada por Carlos Menem y Eduardo Duhalde. Sin embargo el
cambió político no evitó que la crisis económica imperante continuara su curso;
los índices económicos de aquel período son elocuentes. Entre julio de 1989 y
marzo de 1991 el índice de precios acumuló un incremento de 5.109%, el tipo
de cambio trepó 1.361%, y el producto per cápita cayo 8,2%.
En este contexto, no sorprende que el miedo a la inflación haya sido un
peso para el gobierno de Menem, ni que luego de dos grandes hiperinflaciones
y un año y medio sin dirección ni crecimiento de la economía se haya optado
por un nuevo sistema cambiario y monetario con el único objetivo de reducir
drásticamente las expectativas inflacionarias.
La convertibilidad
Durante la década de los 80 y principios de los 90, el estado argentino
tenía graves problemas de financiamiento, es decir, no recaudaba lo necesario
para afrontar sus gastos. Ante el déficit fiscal, el mecanismo que tenia el
gobierno para financiarse era emitir moneda. Esta continua emisión de billetes
produjo en el corto y mediano plazo una devaluación en el valor real de la
moneda. Al haber mayor circulante, se genera lo que en economía se
denomina “puja distributiva” que es la dinámica que llevó a las mencionadas
hiperinflaciones. La puja distributiva consiste en la “carrera” por aumentar los
precios de toda la cadena de bienes y servicios. Esta “carrera” se convierte en
un espiral inflacionario puesto que todos pretenden aumentar antes y en mayor
medida que el otro para obtener un mayor rédito económico. No existía pues
otra manera de paliar el déficit fiscal que a través de la emisión desenfrenada
de la moneda nacional, el Austral.

Para contener la inflación el gobierno debía de alguna manera frenar la
emisión monetaria indiscriminada y lograr reducir el circulante de dinero. Tras
el fracaso de los primeros planes económicos de carácter conservador, algo
poco usual en lo anteriores gobiernos del partido peronista, y muy alejado de
las promesas electorales de “salariazo” y “revolución productiva”, Carlos
Menem decide trasladar a su ministro de relaciones exteriores Domingo Felipe
Cavallo, a la cartera económica. Este sería el cuarto ministro de economía en
18 meses de gestión, luego del paso de Manuel Roig, Néstor Rapanelli y
Antonio Erman González.
El flamante ministro decidió impulsar un profundo cambio en el modelo
económico imperante, decidió que la Argentina no podía emitir una suma de
dinero que no este respaldada por su equivalencia en dólares, impulsando así
la denominada ley de convertibilidad del Austral, que fue sancionada por el
Congreso de la República Argentina el 27 de Marzo de 1991. Esta ley (Nº
23.928) establecía:
ARTICULO 1º — Declarase la convertibilidad del Austral con el Dólar de
los Estados Unidos de América a partir del 1º de abril de 1991, a una relación
de DIEZ MIL AUSTRALES (A 10.000) por cada DOLAR, para la venta, en las
condiciones establecidas por la presente ley.

A su vez los Australes serían reemplazados luego por una nueva moneda,
el peso convertible, de valor fijo también en un dólar estadounidense.
Al disminuir drásticamente la emisión monetaria, la inflación se redujo de
un pico de aproximadamente 1340% anual en el año 1990, a valores cercanos
al 15% anual en pocos meses. Llegando al 0,1% en el año 1996.
El principal objetivo estaba cumplido, el fantasma de la inflación era parte
del pasado. No obstante un viejo conflicto, que necesitaba nuevas soluciones,
resurgía. El gobierno continuaba con un importante déficit fiscal, que debido a
la imposibilidad del Banco Central de la República Argentina (BCRA) de
imprimir billetes sin respaldo en dólares, debía ser afrontado con otros
recursos; el modelo elegido fue el de las privatizaciones de las empresas
estatales. De esta manera, durante los primeros años de la convertibilidad, la
necesidad del ingreso de la divisa norteamericana fue saciada, al vender
empresas como:
· Teléfonos
· Teléfonos celulares
· Gas Natural
· Electricidad: Generación y distribución
· Agua y servicios de cloacas
· Ferrocarriles
· Aerolíneas, aeropuertos y servicios relacionados
· Radios y Televisión
· Petroquímica
· Aceros
· Correos
· Banco Hipotecario Nacional
Este modelo de privatizaciones llevo incluso a la venta de la empresa
estatal de gas y petróleo Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF)
Convirtiéndose así, en el primer país en vender su potestad sobre sus reservas
naturales de hidrocarburos.

Sin embargo este modelo solo podía durar mientras el estado tuviera
empresas de las cuales desprenderse, tras lo cual, debía generar una nueva
manera de lograr que los dólares siguieran fluyendo hacia las arcas nacionales.
Había llegado el momento de solicitar préstamos a los organismos
internacionales de crédito, Club de Paris, Fondo Monetario Internacional (FMI),
Banco Mundial, entre otros, y emitir deuda. Este último proceso consiste en un
modelo sencillo que implica la entrega de pagares, con una tasa de interés a
cierta cantidad de años fijada por el estado, a quien desee comprarlos.
Este sistema, si bien válido, precisa para su correcto funcionamiento, que
el estado pueda mantener sus gastos controlados. Es decir que el estado debe
generar los ingresos suficientes para poder cubrir todos sus gastos, sumando
uno nuevo, que vendrá dado por los intereses acumulados de las diversas
deudas contraídas. Dichos intereses son obligatorios de ser saldados en
tiempo y forma, no pudiendo ser reprogramados. Es importante destacar que
por el tipo de cambio, la pequeña y mediana industria argentina se vio
debilitada al no poder competir con industrias extranjeras fuertemente
consolidadas y con costos de producción inferiores al nacional.
Con el comienzo del estancamiento de la industria liviana, sumado a un
estado que no supo generar los ingresos suficientes para cumplir con todos sus
acreedores, se produjo un círculo vicioso. El estado comienza a reducir sus
gastos, pero al no hacerlo de manera medida, esto genera un recesión
económica, por lo tanto recauda menos, aumentando así cada vez más la
brecha entre recaudación y gastos, demostrando la imposibilidad de continuar
con este modelo.
Es importante destacar que durante los primeros años del plan de
convertibilidad, caracterizados por una acentuada expansión del consumo
interno, se percibió que el crecimiento de las ventas de la cúpula empresarial
estaba evolucionando de una manera similar a la expansión económica en su
conjunto. Si embargo durante la crisis que comienza en el año 1995, se altera
este comportamiento, puesto que a medida que el Producto Bruto Interno (PBI)
baja, aumenta abruptamente las ventas de la cúpula. De este modo las
grandes firmas recuperan la independencia del ciclo económico. Esto implica
que la crisis recaiga sobre el resto de la sociedad con una intensidad que
supera en mucho la reducción promedio del PBI.
Si bien el modelo estaba agotado, y la recesión era cada vez más
pronunciada, el nuevo gobierno de Fernando de la Rúa, prometía una salida
del conflicto económico manteniendo el “uno a uno” tan preciado por la gente.

La alianza frente a los problemas económicos

Fernando de la Rúa tomaba el poder con una crisis económica instalada.
Su principal objetivo era aumentar la recaudación en 2.000 millones de pesos
para el año 2000 por medio de dos vías, una era disminuir la evasión impositiva
(que rondaba en unos 20.000 millones anuales) dando mayor poder a la AFIP
como órgano recaudador y fijando una moratoria impositiva. Y la otra fue
aumentar alícuotas de impuestos a las ganancias, internos, a los combustibles
y a los bienes personales; y ampliar la base imponible del IVA y del impuesto a
las ganancias. Adicionalmente, fueron suspendidos beneficios a sistemas de
promoción industrial y agrícola. Estas políticas, junto a recortes selectivos del
gasto, procuraron reducir el déficit fiscal a $4700 millones.
Una de sus primeras medidas fue el recorte de 2.000 millones de pesos
del presupuesto para el año 2000 aprobado por el congreso a pedido del
ministro de Economía de la Alianza, José Luís Machinea, quien expresó:
"Nosotros vamos a discutir el Presupuesto tal cual lo enviamos al
Congreso, así que cualquiera que se oponga a las exenciones o subsidios que
se van a eliminar o reducir, nos tendrá que decir de dónde sacar los recursos"
En el 2001 el estado estaba en banca rota, le era imposible recaudar lo
suficiente para afrontar los gastos internos y cumplir con los vencimientos de
los intereses de una gran deuda externa que había pasado de 80.869 millones
de dólares en 1991 a más 140.000 millones de dólares. Machinea, en un
intento por controlar el gasto, impuso un recorte salarial del 13%, lo que
produjo en pocos días una caída en la recaudación del 20%. Parecía ser que
cualquier medida de recorte solo serviría para aumentar la brecha generada
por la recesión.

El 6 de Marzo de 2001 renuncia Machinea y asume la cartera económica
Ricardo López Murphy. El 16 de Marzo del mismo año, el flamante ministro de
economía establece un recorte de 1.962 millones de dólares para el
presupuesto de 2001, 2.485 millones de dólares de recorte para el de 2002 y
360 millones para las universidades públicas. El recorte trajo consigo las
renuncias del ministro de Educación, Hugo Juri, el de Interior, Federico Storani,
el de Desarrollo Social, Marcos Makón y el secretario general de la presidencia,
Ricardo Mitre. La renuncia de casi todos los integrantes del Frepaso debilitó
aún más la ya vapuleada Alianza. Al día siguiente anunció una reducción del 30
por ciento del personal estatal, una profundización de la reforma laboral y
nuevas privatizaciones: Nación AFJP, Casa de la Moneda y Lotería Nacional.
López Murphy anunciaba en su discurso
"Esa reforma permitirá un ahorro permanente que reducirá los niveles de
déficit y la vulnerabilidad de las finanzas públicas. También aumentará la
competitividad de la economía al reducir los costos financieros y los costos
impositivos. Me propongo reducir impuestos en la medida en que vayamos
disminuyendo el gasto público y logremos controlar el déficit fiscal, dedicando
un 50 por ciento de los ahorros a este fin. Esta liberación de recursos del
sector público devolverá al sector privado los incentivos y la capacidad de
generar inversiones que multiplicarán los negocios y el empleo en
Argentina.[…] El grueso de esta reducción corresponde a la eliminación de
gastos que la sociedad ha encontrado irritantes, por representar la persistencia
de privilegios intolerables.”
Tres días más tarde, presentó su renuncia.

Frente al temor de la devaluación de la moneda, cualquier opción parecía
inviable.

El proyecto vinculado a los capitales extranjeros tenia como objetivo la
dolarización, que está concebida como la “fase superior” de la Convertibilidad.
Esto garantiza a los capitales extranjeros radicados en el país que se
mantenga el valor de sus activos en dólares, y al sector financiero que sus
deudas no se acrecentarían. No obstante esto traería varias consecuencias
• Presiones sobre el tipo de cambio, al aumentar la demanda de moneda
extranjera.
• Deterioro del poder adquisitivo de los ingresos denominados en moneda
local.
• Distorsión en las tasas de interés. Estas se vuelven especialmente altas
debido a que la autoridad monetaria las incrementa a fin de estimular en la
población el ahorro en moneda local.
• Se deteriora rápidamente el sector financiero, por las altas tasas de
interés y la depreciación constante de la moneda local que conduce a casos de
iliquidez e insolvencia.
• Se reduce la posibilidad de generar ingreso fiscal por señoreaje y
dificulta el cobro del impuesto inflacionario, debido a que la emisión monetaria
destinada a
• Cubrir el déficit fiscal es utilizada por los agentes para presionar sobre la
demanda de divisas.
Además, la dolarización era vista como un paso previo al ingreso del
ALCA (Área de libre Comercio de las Américas), donde la industria argentina se
vería obligada a competir de igual a igual con la estadounidense, y la
consecuente salida del MERCOSUR (Mercado Común del Sur). Por lo tanto se
convertía en un problema, más que una solución.

Otro proyecto, más vinculado a los grupos locales y algunos
conglomerados extranjeros, era la devaluación. El precio del dólar
estadounidense subiría, pero traería acompañado un crecimiento de la industria
nacional puesto que los productos con valor en dólares se reemplazarían con
los locales, además de un incremento en las inversiones de países extranjeros
favorecidos por el tipo de cambio. Claro que las consecuencias desfavorables
también serían inmediatas. Quienes tengan una deuda en dólares deberían
pagar el equivalente en pesos, esto se aplicaría tanto al pequeño inversor
como a los principales bancos.
Es por esto que algunos economistas hacen una metáfora con el
momento que pasaba la Argentina, imaginando a una persona caminando por
un desfiladero, a sabiendas que el desfiladero tiene un final, conociendo el
trágico destino e imposibilitado de pasar al otro lado por un costado decide
seguir adelante. Continuar caminando hasta el final, con la esperanza que en el
camino un puente surja para poder pasar al otro lado. Es decir, la
convertibilidad ha colapsado, es necesario salir de ella, pero con un panorama
desalentador (Dolarización o devaluación) de la Rúa considera preferible seguir
adelante hasta el último momento y ver si sucede un milagro que saque a la
Argentina de la crisis, sin consecuencias tan nefastas.
Quizás el gobierno hubiese podido imponerse cuando recién asumía y
tratar de dar un golpe de timón que cambie el curso inevitable de la Argentina,
en el 2001 la figura del presidente estaba completamente devaluada.
Necesitaría otra figura de peso que intente cambiar la historia.

El regreso del “padre” de la criatura

Tras el fracaso de las gestiones de Machinea y López Murphy, y frente a
una crisis económica que no hacía más que seguir empeorando, el gobierno de
Fernando de la Rúa decide recurrir a la vuelta de Domingo Cavallo al ministerio
de Economía; exactamente 10 años después de haber sido convocado por
Carlos Menem para paliar la crisis inflacionaria, vuelve a ser convocado para
intentar sacar al país de un nuevo caos en la economía. El presidente De la
Rúa ratificó "plenamente la vigencia de la convertibilidad y de la paridad
cambiaria" y el "cumplimiento de las metas para el otorgamiento del blindaje".
El gobierno de la ya fracturada Alianza, comenzaba a mostrar signos de
desesperación al llamar al ministro mas reconocido de la era menemista,
justamente aquella que ellos habían venido a reemplazar.
La gente le pedía que asumiera “si él puso la convertibilidad, ahora sabrá
como salir de esto”, se escuchaba con cierto entusiasmo en las calles. Detrás
de este pedido estaba la expectativa de un golpe de credibilidad, la búsqueda
de un salvador, un comportamiento asimilable a las creencias religiosas o a la
magia.
Cavallo asumió el cargo en medio de promesas de reactivación inmediata
de la economía a través de una “novedosa ley de crecimiento (…) que será
simple y con pocos artículos y de una importancia comparable a lo que significó
en su momento la ley de convertibilidad.” Cavallo anuncia que “el problema de
la Argentina no es el endeudamiento sino de crecimiento” y asegura que éste, a
partir del 2002 será de 5% del producto bruto interno.
Sin embargo la gloria fue corta para el flamante ministro. Las primeras
medidas de Cavallo no cambiaron en nada lo que se venía realizando, solo
profundizaron la política fiscal contractiva, buscando generar credibilidad y
reducir las tasas de refinanciación cada vez mas altas. La confianza de la gente
en el ideólogo de la convertibilidad comenzaba a perderse, sin embargo pocos
imaginaban lo que vendría.

Como hemos señalado, el modelo de la convertibilidad ya no podía seguir
funcionando, pero la falta de voluntad política del gobierno para realizar
cambios estructurales lo llevaba a tomar decisiones tibias; como la
“flexibilización” de la convertibilidad que ataba al peso al valor de una canasta
de dólares y euros. Esta “mini devaluación fiscal" solo sirvió para mostrar que
Cavallo tenía claro que había que salir de la convertibilidad, pero ni él ni nadie
quiso, o supo, tomar las decisiones necesarias para hacerlo.
Los últimos meses de la gestión de De la Rúa, estuvieron marcados por
intentos desesperados por evitar devaluación y el default. En junio, se realizó
un canje voluntario de deuda que fue conocido, y promocionado, como el
“mega canje”, por un valor de 29.500 millones de dólares, lo que posibilitó
aliviar los vencimientos para el período 2001-2005 en unos 12.600 millones de
dólares. Sin embargo, la tasa de interés para este canje fue del 17%, un valor
muy superior a la tasa de crecimiento potencial de la economía, lo que no
contribuyo a revertir las expectativas pesimistas.
Un nuevo intento de ajuste fue el también promocionado “déficit cero” que
comenzó a aplicarse a partir de julio. Este plan no era otra cosa que la
búsqueda de equilibrio en el balance fiscal a través de la premisa “se gasta lo
que se recauda”. El gran inconveniente era que la manera de alcanzar esto era
a través de recortes en salarios y jubilaciones que alcanzó el 13%.
Nuevamente, la contracción llevó a una caída de la recaudación que volvió
insuficiente el recorte inicial, y otra vez, sumó al mal humor de la población.
Con cada nuevo fracaso, el gobierno profundizaba su descrédito en la
sociedad, que ya percibía que la estrategia, lejos de las promesas
“desarrollistas” de Cavallo al asumir, se limitaba a ajustes fiscales (aumentos
de impuestos o reducción de salarios y jubilaciones) que solo servían para
alimentar una recesión que ya llevaba 4 años.
En noviembre se llevó a cabo otro canje de deuda, esta vez para
tenedores locales, postergando los vencimientos y con un interés máximo del
7%, que fue percibido por el mercado como un default encubierto.


La situación del sector financiero era igualmente crítica. El 29 de agosto
fue sancionada una ley que sería alevosamente pasada por alto solo 3 meses
después; la Ley de “Intangibilidad de los depósitos” (25.466) que decía:
ARTICULO 1º — Todos los depósitos ya sean en pesos, o en moneda
extranjera, a plazo fijo y a la vista, captados por las entidades financieras
autorizadas para funcionar por el Banco Central de la República Argentina, de
conformidad con las previsiones de la Ley 21.526 y sus modificatorias, quedan
comprendidos en el régimen de la presente ley. Dichos depósitos son
considerados intangibles
ARTICULO 2º — La intangibilidad establecida en el artículo 1º consiste
en: el Estado nacional en ningún caso, podrá alterar las condiciones pactadas
entre el/los depositantes y la entidad financiera, esto significa la prohibición de
canjearlos por títulos de la deuda pública nacional, u otro activo del Estado
nacional, ni prorrogar el pago de los mismos, ni alterar las tasas pactadas, ni la
moneda de origen, ni reestructurar los vencimientos, los que operarán en las
fechas establecidas entre las partes.
La ley buscaba llevar tranquilidad a los ahorristas, mientras se
profundizaba el retiro de fondos de los bancos y la huida de capitales al
exterior. Sin embargo tuvo el efecto opuesto ya que lo único que hizo fue
despertar a los depositantes que aún no lo habían hecho, a la realidad de que
las condiciones pactadas en los depósitos podían efectivamente ser alteradas.
La corrida bancaria ya se había establecido haciendo peligrar al sistema,
solamente durante el 8 de noviembre los depósitos privados se redujeron en
1.300 millones de dólares.
En este punto vale hacer un paréntesis para explicar brevemente algunos
conceptos del sistema bancario que pueden parecer básicos, pero que durante
la crisis se vio que mucha gente desconocía. El termino depósito sugiere un
funcionamiento de los bancos distinto al real. El depositante desinformado
imagina que “deposita” su dinero en algún lugar físico del que puede extraerlos
a voluntad. Lo cierto es que los depósitos se prestan, en muchos casos a los
mismos depositantes, y por plazos superiores a los pactados por los depósitos.
Así, si mañana se presentan todos los depositantes a exigir su dinero, el banco
no está en condiciones de pagar. Este concepto sencillo explica porque el
gobierno tenía que lograr para la corrida bancaria antes de que colapsara el
sistema.
En noviembre el gobierno entra ya su etapa final, lanzando sus medidas
mas desesperadas para intentar mantener a un sistema que ya había dejado
de funcionar hacía años. Las palabras que el economista Paul Krugman, del
Massachussets Institute of Technology (MIT), le decía al diario La Nación
muestran de forma clara el error del gobierno: “Cavallo es un hombre con
grandes talentos, pero perdió de vista que la Convertibilidad es un medio para
un fin, y no un fin en si mismo. Un colapso sería mejor que prolongar la
agonía”. El colapso estaba por llegar, aunque todavía nadie lo sabía.
Los depósitos habían descendido en 22.000 millones de dólares y una vez
mas habían escapado en solo un día, el 30 de noviembre, más de 1.100
millones. El 3 de diciembre el gobierno comenzó a cerrar la válvula que
alimentaba su respirador artificial con el anuncio de la medida que pasaría a la
historia como “el corralito”. Domingo Cavallo abrió la conferencia de prensa
diciendo: “La Argentina ha estado sometida a ataques especulativos de
quienes esperan beneficiarse con una devaluación de la moneda”. Y agregaba
que, “por esta razón, el Gobierno se vio obligado a tomar “medidas
extraordinarias” para preservar la seguridad del sistema financiero. Éstas
medidas indicadas a través del decreto de necesidad y urgencia 1570/01 eran:
Art. 2º — Prohíbense las siguientes operaciones:
a) Los retiros en efectivo que superen los PESOS DOSCIENTOS
CINCUENTA ($ 250) o DOLARES ESTADOUNIDENSES DOSCIENTOS
CINCUENTA (U$S 250) por semana, por parte del titular, o de los titulares que
actúen en forma conjunta o indistinta, del total de sus cuentas en cada entidad
financiera.
b) Las transferencias al exterior, con excepción de las que correspondan a
operaciones de comercio exterior, al pago de gastos o retiros que se realicen
en el exterior a través de tarjetas de crédito o débito emitidas en el país, o a la
cancelación de operaciones financieras o por otros conceptos, en este último
caso, sujeto a que las autorice el BANCO CENTRAL DE LA REPUBLICA
ARGENTINA.
Según lo expresado por el Gobierno, el corralito buscaba frenar la enorme
fuga de capitales que se venía produciendo en los últimos meses. Sin embargo
lo único que hacía era quitarle poder de consumo a la sociedad, reflejando un
profundo desconocimiento de la dinámica de la crisis. La corrida consistía
fundamentalmente en la fuga de grandes depósitos de ahorro en dólares ante
la posibilidad de una devaluación con pesificación. Pero no involucraba a las
llamadas cuentas transaccionales, corrientes y de ahorro, que la gente usaba
para las operaciones cotidianas. Por lo tanto, detener la corrida requería sobre
todas las cosas, congelar los depósitos que fugaban y dejar libres los depósitos
estables. Sobre este punto quedará siempre la duda acerca de si realmente fue
error técnico de Cavallo o si el corralito fue hecho, como algunos sostienen,
para que los que “tenían” que sacar el dinero lo sacaran a tiempo.
Lo cierto es que el decreto 1570/01 golpeó de manera más fuerte a los
negocios y cuentapropistas sin tarjeta o cuenta bancaria donde depositar
cheques. Mozos, changuistas, vendedores ambulantes, kiosqueros y
almaceneros vieron disminuir drásticamente sus ingresos. La bancarización
obligatoria y la imposibilidad de retirar más de $250 pesos semanales
afectaban duramente a un país con una gran cantidad de personas que
trabajan en negro en la llamada economía informal.

En este contexto, que combinaba una crisis terminal del modelo con la
falta de circulante en las calles, no es de sorprender que la actividad
económica colapsara. En comparación con el año anterior, la producción
industrial de diciembre cayó 22%, la construcción un 35%, las importaciones se
desplomaron a menos de la mitad 55% y la recaudación impositiva se redujo un
28%. La evidencia mostraría que a esas alturas los intentos por evitar el default
y la devaluación sólo extendieron la agonía y profundizaron los costos.
En diciembre, el FMI finalmente decide soltarle la mano al gobierno de De
la Rúa. Una fuente anónima de este organismo declaraba en un artículo de
Reuters que el Fondo estaría condicionando el desembolso de 1.260 millones
de dólares esenciales para evitar el default: “Les hemos dado opciones y las
opciones son dolarizar o devaluar” y agregaba que las autoridades argentinas
“simplemente rechazan discutir ciertas opciones”.
Así, a mediados de diciembre, lo único que se interpone entre la crisis y el
abandono del uno a uno es el miedo del gobierno ante el tiro del final. Cuando
el gobierno reacciona, primero discutiendo la dolarización con Menem, luego
ofreciéndole la devaluación a Duhalde, es demasiado tarde. En palabras de un
asesor cercano a De la Rúa al diario Pagina 12, su destino será “morir aferrado
a Cavallo y a la convertibilidad.”

ÁMBITO POLÍTICO

“La crisis fue la combinación de una política cambiaria insostenible en el tiempo
sumado a una estructura de poder muy débil y una coyuntura internacional no
favorable“ Rafael Rofman, economista senior del Departamento de
Desarrollo Humano para América Latina del Banco Mundial
El perfil de un fracasado: Fernando De la Rúa.
Comenzó su participación política muy joven en la Unión Cívica Radical.
Aunque había sido miembro del equipo de asesores del ministro del Interior,
Juan Palmero, durante el gobierno radical de Arturo Illia. Su primera aparición
ocurrió en 1973, cuando se presento por su partido como candidato a senador
por la Capital Federal, siendo el único radical que pudo vencer al justicialismo
en ese año. Esta situación a que Ricardo Balbín tras la convocatoria a nuevos
comicios lo eligiese como candidato a vicepresidente en las elecciones
presidenciales de septiembre de 1973. No lograron una victoria ya que
estuvieron muy por debajo del 61% que logró la formula del Frejuli, Juan
Domingo Perón- María Estela Martínez de Perón.
En 1983, al retornar la democracia, compitió por al candidatura
presidencial de la Unión Cívica Radical con Raúl Alfonsín pero fue derrotado.
Ese mismo año fue candidato a senador nacional por la capital federal,
venciendo al postulante del Justicialismo, Carlos Ruckauf. En 1989 quiso
revalidar su banca y lo consiguió triunfando en las urnas, peor fu victima de una
maniobra política por parte de su adversario del PJ, Eduardo Vaca que a pesar
de haber tenido menos votos fue el electo en el Colegio Electoral.
En 1991 fue candidato a diputado y el triunfo logrado en el bastión
capitalino lo llevo a presidencia del bloque de Diputado de la UCR, donde se
opuso a la mayoría de las iniciativas del gobierno justicialista de Carlos Saúl
Menem, en particular a lo referente a las privatizaciones de las empresas
estatales de servicios públicos.
En 1993 volvió al senado ganando nuevamente en la Capital Federal con
más del 50% de los votos.
Gracias a la reforma de las Constitución Nacional de 1994 y a un nuevo
triunfo en las urnas conseguido en junio de 1996, se convirtió en el primer jefe
de gobierno popularmente electo de la Ciudad de Buenos Aires. Desempeñó
esa función entre agosto de 1996 y diciembre de 1999, cuando asumió como
presidente de la Nación.
La historia del gobierno de De la Rúa
El 2 de agosto de 1997 se creó la Alianza para la Producción, el Trabajo y
la Educación que reunía a la Unión Cívica Radical y Frente para un país
solidario (Frepaso). Rápidamente esta coalición de gobierno recibió apoyo de
otros partidos de la oposición al gobierno de Carlos Menem.
El radicalismo había sufrido una importante derrota en 1995, pero
mantenía un caudal electoral significativo a nivel provincial y municipal,
mientras que el Frepaso había obtenido casi un 30% de los sufragios, aunque
su peso en el interior del país era muy limitado.
Desde su creación, la Alianza intentó elaborar un discurso que apuntaba a
la superación de las falencias del modelo económico y social, sin poner en
riesgo ninguno de los supuestos éxitos alcanzados. Este discurso tenía
enormes ambigüedades, lo que permitía que los diferentes sectores que se
oponían al menemismo encontraran en él respuestas a sus distintas
propuestas e intereses.
Si bien en el seno de la coalición existían diferentes posiciones sobre
temas económicos, la mayor parte de estas desavenencias quedaba relegada
a un segundo plano, ya que el objetivo fundamental era imponerse frente al
menemismo.

En las propuestas de la Alianza predominaban las buenas intenciones, la
voluntad de acabar con la corrupción y de ingresar a los sectores sociales
postergados.
Cuando se aproximaban las elecciones de 1999 comenzaron los tironeos
para definir la formula presidencial: Graciela Fernández Mejide (Frepaso) y
Fernando De la Rúa (UCR) se disputaban el cargo presidencial. Finalmente la
formula de campaña fue definida: Fernando De la Rúa y Carlos “Chacho”
Alvarez.
El gobierno de De la Rúa intentó llevar adelante muchas de las reformas
que en la administración Menem habían quedado inconclusas.
En las elecciones presidenciales de octubre de 1999, la alianza ganó con
el 40% de los votos. De la Rúa asumió la presidencia el 10 de diciembre de
1999.
Al poco tiempo, la Alianza creó el Plan Nacional de Modernización del
Estado, que partía de la idea de que el problema del gobierno no era su
excesiva dimensión sino su forma inadecuada y buscaba mejorar su capacidad
de gestión. Las reformas se basaban en tres puntos: cambio en el modelo de
gestión, proyectos de modernización estructural y transparencia y política anti
corrupción. Para esto también se habían creado el modelo de gestión por
resultados y la carta compromiso con el ciudadano que no se puso en práctica.
La implementación de la gestión por resultados suponía transformar el
presupuesto en una herramienta de gestión que permitiera medir los resultados
alcanzados y mejorar la gestión interna de los organismos.
Muchas de estas iniciativas no se pudieron aplicar a causa de la creciente
inestabilidad que ya afectaba al gobierno, el cual permanentemente hacia
cambios de funcionarios.

Las pérdidas de la Alianza

El 12 de abril, a tres meses de asumir el nuevo gobierno, el Congreso
aprobó la ley de reforma laboral que fue duramente criticada por los sindicatos.
La iniciativa proponía extender el periodo de prueba para los trabajadores,
introducía modalidades promovidas de trabajo, descentralizaba la negociación
a niveles de fábricas y disminuía los montos de las indemnizaciones para
favorecer la contratación de nuevos operarios. Esta propuesta y su sanción
trajo muchas sospechas de corrupción y de coimas que salieron a flote con la
denuncia del sindicalista Hugo Moyano quien manifestó que el entonces
ministro de Trabajo (miembro del Frepaso), Alberto Flamarique se había
jactado de “tener una BANELCO” para pagarle a los senadores del Partido
Justicialista para lograr el voto a favor de la reforma impulsada por la Alianza.
El 19 de agosto, la Oficina Anticorrupción comienza una investigación de
oficio mientras que el vicepresidente “Chacho” Alvarez, con ansias de
esclarecer la situación les reclama a los senadores por el PJ Antonio Cafiero y
a Jorge Villaverde que revelaran los detalles.
En ese mismo momento, Alvarez denunció que la Side había pinchado su
teléfono e hizo públicas sus conversaciones privadas. Para reforzar su
denuncia en contra De Santibañes, el jefe de la Side, el vicepresidente "sugirió"
que la Side estaba metida en el escándalo del Senado.
El 1 de septiembre el juez federal que entendía la causa, Carlos Liporaci,
sostuvo que había indicios de sobornos en el Senado. Cinco días después
denunció amenazas contra una de sus hijas y dos días después se apartó
definitivamente del caso. En consecuencia, el expediente cayó en manos de
Juan José Galiano.
No obstante, tras la caída del gobierno de Fernando de la Rúa, el desastre
económico de 2001-2002 y la devaluación, el caso pareció adormecerse en la
opinión pública. Hasta que sucedió lo impredecible. En diciembre de 2003, la
revista TXT publicó una entrevista a Mario Pontaquarto, ex secretario del
Senado durante el gobierno de la Alianza. En ese documento periodístico,
Pontaquarto describía detalladamente su actuación en el sinuoso itinerario
seguido para comprar la voluntad de legisladores nacionales y obtener así su
voto favorable para la sanción de la Ley de Reforma Laboral, exigida casi
obsesivamente por el FMI "para dar señales favorables al mercado". En la
entrevista, Pontaquarto cita una frase que atribuye a Fernando De la Rúa: "Eso
arréglenlo con Santibañes". Se refería a las exigencias de los senadores
justicialistas para votar la Ley de Reforma Laboral. Algunos días después,
Pontaquarto habría ido a visitar esas oficinas para retirar una valija con 5
millones de pesos.
La causa pasó a manos del Juez Daniel Rafecas que analiza la
responsabilidad del ex presidente. Se procesaron a Pontaquarto, al ministro de
Trabajo, al titular de la Side y a 6 senadores imputados por el delito de cohecho
por recibir o pagar dinero.
Pero el clímax del conflicto de la reforma laboral estuvo signado por la
renuncia de Chacho Álvarez a la vicepresidencia de la Nación, el 6 de octubre
de 2000. En su discurso aseguró: ”parece paradójico y a la vez resulta cada
vez mas chocante: cuanto mas avanzan la pobreza, la desocupación, el
escepticismo y la apatía, desde no poco lugares se responde con dinero negro
y compra venta de leyes, mas pragmatismo y más protagonismo para quienes
operan en la política como si fuera un gran negocio para pocos. Esta situación
debe enfrentarse con una enorme cuota de coraje y decisión. O se está con lo
viejo, que debe morir, o se lucha por lo nuevo, que esta crisis debe ayudar a
alumbrar”.
A partir de ese momento quedó al desnudo el lado más oscuro de la
política. La corrupción dejó de ser una mera sospecha y salió a la luz de la
sociedad que asistía atónita a la terquedad del presidente De la Rúa, que tras
el escándalo mantuvo a Flamarique y a Fernando de Santibañes en sus
respectivos cargos.
Una vez que se fue el vicepresidente quedó una única representante del
Frepaso, Graciela Fernández Mejide, ministro de Desarrollo social. En su peor
momento político se conoció un nuevo escándalo que la involucraba: el PAMI
benefició en forma irregular al Hogar Terapéutico Florida II que dirigía su
hermana, Juana Castagnola. La institución incrementó de esta forma su
facturación en un 25%.
Por este escándalo el interventor del PAMI, Ángel Tonietto, fue el primer
funcionario procesado de la Alianza por “negociaciones incompatibles con la
función pública y tentativa de fraude al estado”. Así también fue procesado el
subinterventor de prestaciones sociales del PAMI José Amorin, pero como
ambos delitos eran excarcelables, ninguno de los dos fue a prisión.
En marzo del 2001 por las desinteligencias que había dentro de la Alianza
Graciela Fernández Mejide renuncia a su cartera. Su salida coincidió con la del
ministro de Economía José Luís Machinea, el 2 de marzo de 2001, quien fue
reemplazado por Ricardo López Murphy. El nuevo ministro de Economía
impulsa un recorte de presupuesto. Su decisión lleva a la renuncia de todos los
ministro del Frepaso: el de Educación Hugo Juri, el del Interior Federico
Storani, el de Desarrollo Social Marcos Makon y el Secretario General de la
presidencia Ricardo Mitre. El 20 de marzo quien renuncio fue López Murphy.
Nueve días más tarde asume Cavallo, quien había sido ministro de
Economía de Carlos Menem. Las medidas que adopto en un primer momento
fueron criticadas por Alfonsín y la UCR, pero luego apoyaron al nuevo ministro
y a su ley de Déficit cero.
El 2001, un año signado por la crisis
Desde mediados del 2001 el oficialismo sufre una gran crisis interna. De la
Alianza originaria solo se mantuvo con muchas dificultades la estructura
tradicional de la UCR y el Frepaso en la Ciudad de Buenos Aires. Ahora el
gobierno estaba representado por Fernando de La Rúa y Domingo Cavallo que
implementaban la política del déficit cero. Esta decisión del gobierno acrecentó
el rechazo popular y se multiplicaron las protestas laborales. En este contexto
de disconformidad y reducción de legitimidad de los poderes del Estado, se
realizaron las elecciones del 14 de octubre que renovó parcialmente la Cámara
de Diputados, la totalidad del Senado y las autoridades municipales. Como
resultado de estos comicios:
• La Alianza se perjudicó porque sólo obtuvo el 26,3% de los votos. Des
este modo, perdió cinco millones de votos en comparación con los
resultados de las elecciones presidenciales. Resigno a 17 bancas en
Diputados.
• El partido Justicialista fue el ganador con el 30% de los votos. Triunfó
en 17 de los 24 distritos y aumentó su representación en la Cámara de
Diputados con 18 nuevos legisladores. De este modo, retuvo la mayoría
del Senado (41) y pasó a controlar la Cámara de Diputados perfilándose
como el sucesor de la Alianza.
• La figura de Eduardo Duhalde se fortaleció y se posicionó adentro del
partido justicialista para articular acuerdos con distintas fuerzas sociales
y políticas. (Esta situación lo llevará a ser el presidente provisional de la
Nación cuando renuncia Fernando De la Rúa).
• Creció el voto en blanco y el voto anulado voluntariamente. Se lo
conoció como el voto bronca que expresaría un sentimiento de
desilusión y descontento con la clase política, que podría estar
potenciado por la severa crisis económica que afecta a los diversos
sectores sociales. También influyó el descrédito que despertaba el
discurso y la posición de ciertos dirigentes sospechados de llevar
conductas a contramano de la moral. En los 80 los votos anulados
correspondían al 1,9%. En 1991 se duplicó y se mantuvo durante toda la
década entre 4 y 6 %. En 1999 bajó un punto pero el 14 de octubre
superó el 20%. Sumaron más que los votos que recibió la Alianza.

En síntesis, en dos años, más de tres millones de personas no encontró
representación.
• Aumentó la abstención del voto. El 26,28% decidió no votar, mostrando
un gran desinterés en el acto democrático por excelencia. Hay cinco
millones de personas que en 1999 votaron por una fuerza política en las
elecciones del 14 de octubre no tuvieron representación.
• Crecen las fuerzas políticas no tradicionales, dejando de lado el
bipartidismo histórico. Solo el 50% se dividió entre Alianza y
Justicialismo lo que lleva al crecimiento de fuerzas de centroizquierda
como ARI, Polo Social, etc.
La alianza perdía poder mientras que el Partido Justicialista se centraba y
Duhalde resurgía.
Los medios trataron el tema:
Armando Vidal (15/10/01 Clarín): “Las elecciones devolvieron al Partido
Justicialista la condición de fuerza más numerosa en el Cámara de Diputados,
aunque distante del control absoluto de la mayoría. Suele ser el peldaño previo
a la conquista de la Casa Rosada (…)”
Mariano Grondona (21/10/01 La Nación): “Es probable que de aquí a 2003
DE la Rúa- Cavallo no puedan revertir la insatisfacción reinante (…)”
Joaquín Morales Solá (21/10/01 La Nación): “ Al presidente se le está
formando un bloqueo que podría helarle la sangre. Desde Eduardo Duhalde
hasta Raúl Alfonsín, incluidos los empresarios de la UIA y los “gordos” de la
CGT, buscan un cambio de modelo que el ¨Presidente no quiere hacer, porque
no figura en su canon ideológico.”

La necesidad de cambio

Comienza la incertidumbre en el país. La Alianza comienza a
desmoronarse y la sociedad lo presiente. El reflejo social (expresada a través
de los medios de comunicación) se queja de la falta de propuestas concretas y
responsables en lo político, en lo económico y en lo social. El pueblo sentía que
todos los políticos repudiaban y criticaban a los opositores pero que en
definitiva nadie tenia propuestas para solucionar ese estado de crisis global.
Se reclamaba el cambio del modelo económico y se especulaba con las
soluciones. Con un gobierno aislado, la única alternativa que surgió para
recuperar la iniciativa política fueron los decretos de necesidad de urgencia. El
1 de noviembre el presidente expide los decretos 1387 y 1387 para atacar la
recesión económica. Las medidas agravaron los problemas fiscales y de
distribución de riqueza.
El segundo intento para preservar la convertibilidad llega con el recorte
presupuestario que fracasó. Junto con esta medida hubo cambios en el
gabinete de De la Rúa. Patricia Bullrich, entonces Ministro de Trabajo, paso a
ocupar la cartera de Seguridad Social que terminó por renunciar.
En noviembre, la percepción ciudadana del establishment político
empeora, se los tilda de corruptos e ineficientes. Con la Alianza debilitada, el
Partido Justicialista se perfilaba para ser el sucesor que preserve la
gobernabilidad en un país afectado por una crisis profunda.
En este escenario, el partido Justicialista y la Alianza carecen de
centralidades partidarias definidas, ambos partidos tenían una lucha interna. En
el caso del oficialismo el conflicto era más claro por la descomposición del
Frepaso desde la renuncia del vicepresidente, la centralidad recae sobre la
Unión Cívica Radical.
Por la crisis de los partidos tradicionales surgen nuevos movimientos
sociales, los piqueteros. Con corrientes revolucionarias y con ímpetu de
reformistas se organizan grupos sociales en cabildos, asambleas populares y
otras formas. A su vez aparece un modo de lucha atípica, los piqueteros. La
aparición del tercer sector dentro del panorama político dejaba ver la necesidad
de una reforma política urgente.

Dentro del justicialismo competían al menos cinco fuerzas internas: la
representada por los gobernadores Ruckauf(Buenos Aires), DE la Sota
(Córdoba) y Reuteman (Santa FE), el Duhaldismo, el menemismo, el Grupo
Federal (Rodríguez Saá como vocero) y el sindicalismo peronista.
Con estas internas, el gran dilema del partido era si aceleraba la caída del
gobierno o aceptaba la cogobernación hasta 2003. La respuesta está en la
sucesión de los hechos. Pero si el justicialismo accedía al poder antes de la
renuncia del presidente iba a dejar en evidencia su puja por el liderazgo.
Duhalde presionaba para desalojar a Menem y Ruckauf también aspiraba al
cargo presidencial.

Los sindicatos

Durante la crisis los sindicatos conservaron su capacidad política y de
organización.
En 1989 Carlos Menem llegó al poder con el apoyo del sindicalismo, peor
ay en el primer año del nuevo gobierno se inicia un proceso de escisión política
en el núcleo dirigente de la CGT. Desde ese momento se constituye un sector
que apoya y negocia con el gobierno peronista y otro que liderado por Saúl
Ubaldini pretende conservar la ortodoxia “nacional-industrialista“ sin romper con
el partido justicialista y un tercer sector orientado a la izquierda. Estas
divisiones dieron lugar a la creación de la CGT oficial al Movimiento de los
Trabajadores Argentinos (MTA) y la CTA.
Durante el gobierno de De la Rúa, los tres sectores sindicales se
mantienen pero como la Alianza no tiene una base sindical propia, a medida
que se profundizaba la crisis, aumentaban las huelgas y los movimientos de
protestas sindical.

Los recortes presupuestarios impulsados por el gabinete de De la Rúa alejaron
al presidente de los sindicatos porque les recortaba poder. La primera señal de
esta pelea surgió a poco de asumir su presidencia cuando dispuso el decreto
que recortó 360 millones a los fondos destinados a la CGT para el manejo de
las obras sociales. A partir de ese momento sumó a los sindicalistas a su lista
de enemigos.
“Los argentinos creen que el sistema político es solamente el presidente. Así
vamos a crear a aparatos políticos para que lleguen al poder ejecutivo y una
vez que lo logran el aparato electoral desaparece“ Fabián Bosoer, politólogo,
historiador y periodista
Conclusiones del ámbito político
En este contexto de crisis global, era necesario que la democracia se
torne más deliberativa, que se conforme un espacio donde las fuerzas políticas
debatan públicamente sobre las cuestiones a resolver en el país. Esto es
imposible sin la interacción entre distintos niveles es identidades políticas.
El presidente necio, ineficaz y totalmente debilitado con el congreso en su
contra, no podía avanzar. La situación no se pudo frenar y llegó al extremo con
la ruptura de la sociedad con el sistema político. Casi toda la población
construyó la imagen de la política como una actividad casi delictiva, percibiendo
que los partidos utilizaban los recursos públicos para financiar sus propios
aparatos o para contribuir al enriquecimiento personal de sus dirigentes. No
sólo erosionó el vínculo sino que directamente terminó con el contrato de
representante-representado con la perdida de la legitimidad gubernamental.
Era una sociedad anhelaba otro núcleo político dirigente que siga reglas
morales y que este capacitado intelectualmente para encargarse del país y
conducir a un proceso de cambios profundos para superar la crisis. No
deseaba ser gobernada, era la sociedad del “que se vayan todos“.
En esta búsqueda de defensa de los derechos sociales aparecen dos
fenómenos que se contradicen: por un lado la total apatía y desencanto con el
sector político y por otro la auto-organización.
¿Cuán gobernable es una sociedad con una profunda crisis de
representación?

ÁMBITO SOCIAL
Cuando el pueblo recobra poder

Al momento de analizar todo lo sucedido por aquellos días, se torna difícil
la tarea de encasillar correctamente las causas y las consecuencias de una
crisis que no nació esa misma mañana. El sujeto argentino fue consciente de
que algo sucedía con sus posesiones y quiso imponer la autoridad que le
corresponde y que le había sido vedada. Es un derecho natural el respeto por
la labor que uno cosecha día a día y los frutos de todo ese esfuerzo se
traducen en bienes personales como el caso del dinero. Aquel tan afamado
“corralito” (palabra que alude a la estructura que utilizan los padres para con
sus bebés y que en tal sentido fue aplicada por el periodista Antonio Laje) fue
sin dudas un corte a todo ese andamiaje económico que venía a duras penas
transitando nuestro país. Miguel Bonasso2 habla de un “programa económico
salvaje en cuya efigie podemos observar el intento de la construcción de un
país para veinte millones de habitantes y no para los treinta y ocho que
somos…
Lo cierto es que aquella noche casi veraniega (faltaban solo dos días para
el comienzo del verano) la gente marcó un punto de inflexión en la historia
argentina, un antes y un después, una demostración de poder quizá oculta y
que siempre vaciló ante las demandas generales del país sin hacerse cargo
ciertamente de lo que sucedía. Pero nunca falta la gota que rebalsa el vaso. Un
presidente poco eficaz, aumento de precios, malestar económico general,
desocupación y la tensión social hicieron que la Plaza de Mayo se convierta en
la plaza de todos, la plaza en donde uno se une y reclama, pide, solicita,
protesta, espera, llora.
Hay dos cuestiones centrales en nuestro análisis del “Cacerolazo”. En
principio, la auto convocatoria de la clase media que espontáneamente salió a
las calles contagiada por otros ruidos ajenos a su familia, pero tan argentinos
como ellos. La gente sintió de debía salir sin miedos pues era un reclamo
auténtico por sus bienes arrebatados y no solamente monetarios. Allí había en
juego otros factores éticos que estaban siendo trastocados. Por otra parte se
debe tener en cuenta la ausencia de la politización de la protesta. Los hombres
y las mujeres que integraron la plaza del 19 pertenecían al partido del cual
resulta difícil escapar: esa maravillosa clase media. No había banderas
políticas, agrupaciones gremiales ni sindicatos en pos de reclamar. Solo reinó
el grito común que auguraba aún con sonrisas el cambio verdadero, la solución
inmediata.
El 19 de diciembre de 2001 hizo que se congreguen en Plaza de Mayo
parte de los argentinos que buscaban un objetivo común a todos: la defensa de
los intereses nacionales. Uno puede parafrasear al historiador Eric Hobsbawm
si de proteger el territorio propio se trata debiendo enfrentar a un enemigo
común. Y es claro que todos los estratos sociales rompieron sus barreras, sus
prejuicios y dijeron basta. Retomando al periodista Miguel Bonasso: “Se tocó
fondo, se llegó a un límite total y hubo una explosión de dignidad nacional… y
se recuperó justamente esa vieja calificación sociológica de pueblo”. Por esa
sencilla razón, el pueblo es quien tomó protagonismo. No era una masa
intelectualmente amorfa sino que los argentinos tenían bien en claro que algo
andaba mal, y no dudó en hacerse escuchar. Hubo una hegemonía absoluta
del capital financiero y una política de desindustrialización, de destrucción del
aparato productivo creciente. El colapso fue social. Los argentinos optaron por
un cacerolazo.

El desafío a la clase política y burocrática

Luego del cacerolazo pacífico comenzó otra etapa con más exabruptos: la
resistencia. El estado de sitio no fue un impedimento para que la gente se retire
de Plaza de Mayo, sino que por el contrario, acrecentó el ímpetu nacionalista.
El objetivo había sido socialmente pactado y había que cumplirlo. El argentino
no estaba dispuesto a dejarse robar ni sus derechos ni su espacio natural. A
pesar de ello, pueden marcarse dos bloques de amenaza. Por un lado, el
aparato gubernamental, ávido en sus respuestas violentas y peligrosas que
ordenó la represión aún siendo consciente de que tenía un sustento muy débil
para seguir en pie en la vida política. Por el otro, la clase media, el pueblo, la
gente de los barrios, los manifestantes que consideraban que el desafío era el
único arma para aplacar al gobierno infame. Y tal fue el alcance de esa
resistencia casi heroica que puede hablarse de un fenómeno histórico como lo
es un “argentinazo” porque no fue solo en la Capital Federal, sino que en las
provincias también hubo manifestaciones.
En conclusión, la gente pudo haber encarado una protesta con fines
inesperados pero cuyo objetivo, además de la devolución no solo monetaria
sino de su dignidad, debió ser la participación en el sistema democrático
argentino. Todos debieran tener injerencia de manera decisiva en la
construcción de su propio destino para que aquella democracia representativa,
pueda ser también participativa.
El trabajador apartado del gremio
Como ya hemos aclarado, en las jornadas del 19 y 20 de diciembre del
año 2001 emergió una protesta que difiere bastante de otras anteriores. El
cacerolazo, el porteñazo o el argentinazo le han dado forma a la clase media,
una clase que no es conocida por ser activa en protestas.
Suele pensarse que una crisis económica genera una crisis política, lo que
no alcanza para explicar lo sucedido hace 6 años. Lo social puede y debe
indudablemente formar parte de los esquemas aplicados. En parte, la protesta
social que estalló en diciembre de 2001 fue una reacción al corralito y éste a su
vez, fue la última medida impotente de un modelo económico agotado. Lo
cierto es que el desencadenante directo fueron las medidas económicas
adoptadas. Justamente por eso muchos observadores señalan que las
protestas sociales de aquel episodio fueron incentivadas en gran parte por la
clase media, el sector mas afectado económicamente. Tal fue el punto de
inflexión histórico-económica que algunos medios masivos de comunicación
han hablado de una “revolución francesa”, con una clara ausencia de la
Bastilla.
Una de las características del cacerolazo fue la suma de diversos sujetos:
trabajadores desocupados, jóvenes que nunca han tenido trabajo, trabajadores
activos, jubilados, pequeños ahorristas y comerciantes. Pero la gran pregunta
que surge es si estuvo presente la clase trabajadora como uno suele esperar
que ella se manifieste. Estuvo allí, manifestando pero en pos de clase argentina
y no bajo una columna sindical. Lejos de las clásicas huelgas generales con
sus trabajadores embanderados bajo un gremio, la plaza del 19 no incluyó
centrales gremiales. Los trabajadores participaron pero esta vez personificados
como parte del proyecto nacional de la reivindicación ética y moral. Algunos
autores hablan de una clara dinámica molecular.
¡Que se vayan todos!
Aquella masa social que elevó el grito al cielo el 19 de diciembre del año
2001 reclamaba la renuncia de la clase política. El recambio casi novelesco de
presidentes en tan poco tiempo (De La Rúa, Saa, Puerta, Camagno, Duhalde)
hizo que el pueblo argentino utilice la frase “que se vayan todos” a modo de
protesta contra la inestabilidad política del momento y la no solución de la
situación.
La crisis atraviesa a diversos sectores sociales y políticos. Desde hombres
y mujeres, jóvenes y ancianos, ocupados y desocupados hasta activos y
pensionados, asalariados y cuentapropistas, sindicalizados y cuyo
denominador común es el reclamo por todo lo que ya se ha explicado a lo que
se le suma la consigna que se vayan todos. Una frase tan escuchada y tan
básica pero que esconde detrás de sí un significado interesante. Expresa la
protesta libertaria de la sociedad contra el Estado, extendido a todas sus
instituciones, desde el Parlamento hasta la policía, pasando por los medios
masivos oficialistas. Es la protesta del hombre y de la mujer, comunes frente a
una clase política que pasó a ser entendida como una traba para la
prosperidad, como un parásito de la sociedad. Quizá sea la mejor expresión de
la crisis política.

El plano cruel de la Plaza del 19

Si bien al comienzo de la protesta social, la gente parecía calma y con
ansias de poder manifestarse pacíficamente y en familia, el panorama se
modificó horas más tarde. Justamente por eso decíamos unas líneas atrás que
la crisis tuvo sus dos grupos de sublevación en donde uno de los protagonistas
era el gobierno que ordenó la represión cuando observó que la situación se le
iba de las manos.
Hay una imagen difícil de olvidar: La de un hombre que tras ser
gravemente herido de bala, aguardaba resistencia sobre las escalinatas del
Congreso de la Nación mientras la sangre ocupaba gran parte de su ropa.
Otras personas sufrieron los efectos de los gases lacrimógenos lanzados por la
policía. Una importante revista afirmaba que se produjo una guerra urbana
como epílogo de una noche que arrancó para ser gloriosa y terminó en medio
de la furia y el caos.
El periodista Jorge Lanata en su libro “Argentinos” cita el siguiente
fragmento que resume en pocas líneas la crisis social:
…El martes 18 de diciembre continuaron los asaltos a supermercados, en
medio de enfrentamientos se produjeron cuatro muertes. Se decretó el estado
de sitio en las primeras horas de la noche, expandiéndolo durante un mes.
Quienes caminaron esa noche (20 de diciembre) hacia la Plaza de Mayo
los lugares más distantes de la Capital pudieron observar que cuando la gente
camina hacia la historia no va por la vereda. Hacia la historia se camina por el
medio de la calle. Y ahí estaban miles de personas anónimas, sin banderas,
con sus familias, con los hijos de la mano o sobre lo hombros, caminando por
el medio de la calle hacia la Plaza. “¡Que se vayan todos!”, esto venían a decir.

Cerca de la noche se conoció la renuncia de Cavallo. El “que se vayan
todos” no tenía un destinatario en particular: alcanzaba a De La rúa, Menem,
Duhalde, Ruckauf, la Corte Suprema, los gremialistas y más…
A las 18.47 hs. De La rúa abandonó la presidencia….
Los saqueos a la dignidad
Como consecuencia de los avatares económicos que hemos comentado y
la crisis social que estalló la noche de 19, la gente optó al otro día por reclamar
un plato de comida. El hambre y la miseria impulsaron a muchos argentinos a
acercarse a varios puntos clave para recibir alimentos. Fue el caso del
supermercado Coto, que en un intento de salvaguardar sus instalaciones,
decidió regalar 500 raciones de productos. Se observaron manos agitadas y
rostros desesperados por obtener algún beneficio. Pero la bondad no fue
suficiente. Cuando las bolsas ya habían sido entregadas, parte de esos grupos
sociales aglutinados no tenían en sus manos lo que les correspondía, o al
menos, esperaban tener. Así fue que comenzó el desmadre: los saqueos
comenzaban a teñir de lamentos y malestares al territorio argentino.
El saqueo absurdo fue uno de los principales actores de esas jornadas.
Bien se sabe que no solo fueron saqueados miles de locales de comida o
productos de primera necesidad. Abundan los ejemplos de arrebatos a locales
de electrodomésticos en donde el hambre no es equiparable con el robo.
Varios grupos de vándalos optaron por robar bienes electrónicos, heladeras,
televisores y hasta un arbolito de navidad de un mini mercado chino. Los
dueños de los locales porteños y bonaerenses lamentaban con lágrimas en sus
ojos el ver a sus clientes de toda la vida llevándose elementos que poco tenían
que ver con saciar el hambre. Lo cierto es que una vez que comenzaron los
saqueos, nadie se atrevió a detenerlos. Algunos de los partidos más afectados
del conurbano fueron Tres de Febrero, La Mataza, Moreno, Pilar, San Martín y
José C. Paz. La metodología en la mayoría de los casos fue similar: primero
avanzaban las mujeres con sus hijos reclamando alimentos. Detrás de ellos
llegaban adolescentes con sus caras cubiertas. En unas pocas horas, casi
9000 fueron los supermercados saqueados y como siempre, la sospecha
recayó en unos pocos, quienes fueron catalogados como los iniciadores del
caos.

En resumen, los saqueos a la dignidad de algunos han sido el cruel reflejo
de que nuestra Argentina no estaba en condiciones de alimentar a todos como
corresponde y que el modelo económico vigente, y ya sostenido a duras penas,
no era un modelo aplicable a la totalidad de la sociedad.
La represión al reclamo legítimo y el estado de sitio
El jueves 20 de diciembre, el panorama en la plaza tomó otro rumbo. La
gente que había asistido la noche anterior no era esta vez la protagonista de la
convulsión. La batalla casi cinematográfica que pudo verse era sinónimo de la
exaltación máxima de algunos ciudadanos. Pero ahora ingresaba otro actor
más en escena: Los grupos políticos. El estado de sitio declarado por el
presidente Fernando de la Rúa fue el perdigón más poderoso disparado hacia
miles de argentinos que vieron vedada su posibilidad de permanecer en
conjunto en la calle. La gente no dejó pasar más minutos. Lo de anoche era
solo el comienzo. Ahora con la luz del día, el reclamo debía seguir siendo el
pilar de la imposición social. Fue en ese entonces que los gremios y los
sindicados que nucleaban a los trabajadores arribaron a la plaza para erigirse
como sujetos que pugnan por la libertad y la igualdad. Cientos de efectivos
policiales reprimieron a los manifestantes con gases lacrimógenos (al igual que
horas atrás a la madrugada) y balas de goma. “Esta represión comenzó frente
a la Casa Rosada. Primero, contra una protesta de oficinistas y amas de casa
que pedían la renuncia de Fernando de la Rúa, a puro aplauso y cacerola.
Después, contra militantes políticos y adolescentes, que enfrentaron las balas
con piedras y gomeras.
Unos y otros desafiaron abiertamente el estado de sitio, una de las últimas
medidas que dispuso De la Rúa antes del final. Todos se reunieron en una
plaza cortada a la mitad por un vallado de acero, que lucía los esqueletos de
las palmeras incendiadas la noche del miércoles y donde el olor a panchos se
mezclaba con el de los caballos de la Policía Montada”3.
Algunos rasgos interesantes que nacen del pensamiento argentino son los
observados aquella tarde, pese al humo que impedía respirar. Un manifestante
optó por arrodillarse frente a uno de los vallados en la plaza y siendo
observado por agentes de la policía, tenía en sus manos una cruz y un
ejemplar de la Constitución Nacional. El patriotismo parece no abandonar
jamás al habitante de nuestro suelo aún cuando el dolor, la angustia y el llanto
son quienes se apoderan del imaginario colectivo. Desde el retorno de la
democracia, la represión ocurrida ese 20 de diciembre es considerada como el
hecho más grave ocurrido desde aquel entonces.
A medida que pasaban las horas, la violencia continuaba
incrementándose. Eran ahora los activistas quienes movilizaban a cientos de
porteños de clase media y despolitizada, a formar parte de la sangrienta
jornada de ese jueves.
"Adónde está, que no se ve, esa gloriosa CGT", "Paredón, paredón, a
todos los corruptos que vendieron la Nación" y "Que se vaya, que se vaya", se
escuchaba, con percusión improvisada de tachos de basura.
Un camión hidrante por Rivadavia y otro por Yrigoyen desataron la
tormenta contra los manifestantes. La Infantería de la Federal descargó un
centenar de gases lacrimógenos. El cielo se puso blanco y los ojos de todos se
cubrieron de rojo.
La Policía formó un cordón en Tacuarí y Avenida de Mayo. "Vamos,
vamos", gritaban de golpe y encendían sirenas, aceleraban las motos y
disparaban con escopetas recortadas. Los manifestantes retrocedían unos
metros, pero enseguida empezaban a responder con piedras. Cada tanto, una
tregua. Los policías pedían agua a los vecinos y soportaban insultos desde los
balcones. En uno de los enfrentamientos, un joven cayó al piso, alcanzado por
un balazo de goma en el pecho, y tuvo un paro cardíaco. Murió minutos
después.

La tensión empezó a ceder cerca de las 17. El silencio copó la zona,
mientras los manifestantes se reorganizaban: tiraban baños químicos como
barricada sobre Avenida de Mayo, cruzaban cuerdas de vereda a vereda para
atrapar caballos y prendían fuego en cada rincón.
Al caer la noche, la Plaza de Mayo era otra vez de la Policía. La
impaciencia, de la gente. Y el Gobierno, de nadie.”
La única conclusión plausible de los hechos radica solo en tener presente
un dato: casi 30 muertos y más de 300 heridos en todo el país. ¿Qué clase de
gobierno pudo soportar algo semejante? o bien ¿Qué gobierno ha permitido
que la represión sea el elemento determinante de una crisis social devenida de
la clase media? El final no se hizo esperar y ese mismo día, pese al estado de
sitio decretado, el presidente Fernando de la Rúa, escapó por los cielos.

Conclusiones finales

Como dijimos anteriormente la crisis de 2001 no se trata de una crisis
precisa de ese momento, se trata del colapso de un sistema que se venia
arrastrando desde los años 90. La hiperinflación un problema difícil de resolver,
había sido solucionado audazmente por la convertibilidad, sin embargo el
modelo del “uno a uno” no se podía mantener a si mismo, como ya hemos
explicado. Sin dudas salir de este sistema no sería fácil, quienes tuvieran una
deuda en “dólares” iban a tener que abonar su equivalente al valor del peso
imperante y eso generaba un temor aún mayor que la crisis en si misma. Sin
embargo, de haberse tomado las decisiones correctas en el momento preciso,
quizás la crisis no hubiese golpeado tan fuerte a la mayoría de los sectores, ni
hubiese llegado a cobrarse los 35 muertos del 19 y 20 de diciembre. La falta de
coraje, ganas o inteligencia de Fernando de la Rúa, hizo que no sepa como
tomar las decisiones necesarias. Claro que es sencillo hacer un análisis luego
de salir de la convertibilidad y ver que la vida continuó y de hecho con muchas
mejoras para los argentinos, no obstante también es una realidad que la
Alianza asumió con un Estado completamente quebrado; a sabiendas que el
gasto público era mayor que la recaudación, que los pequeños empresarios
argentinos estaban cada vez peor (lo que genera menos puestos de trabajo) y
que esto era culpa de las políticas económicas neoliberales de la década del
90. Realizando este análisis, resulta lógico pensar en la necesidad de dar un
golpe de timón en el ámbito económico.
Quizás la Alianza no había sido tan lógica después de todo, y esta falta de
lógica política, de poder de decisión fue la que llevó a los argentinos al
descreimiento absoluto en sus dirigentes. Nadie confiaba en los políticos, todos
tenían el único fin “llenarse los bolsillos a expensas del pueblo”, es por eso que
los votantes en el 99’ intentaron cambiar el modelo con una figura política
aparentemente mas honrada, menos corrupta; la sociedad compró la promesa
de mantener el statu quo económico del 1 a 1 pero sin la corrupción de la era
menemista. Meses más tarde una tarjeta “Banelco” en el senado hace
estragos. Se produjo una crisis a nivel político, el tristemente célebre “que se
vayan todos”, sin embargo haciendo un análisis luego de un tiempo,
comprendemos un poco mejor, aunque no del todo, el verdadero significado de
esta frase. La gente tenía el ideal de una figura distinta a los políticos que se
encontraban en escena, alguien que se haga cargo de las deudas del estado,
que se declare en quiebra y admita que no puede pagar la deuda externa, que
debe renegociarla, alguien que pueda asegurarse que ninguno de sus
funcionarios esta robando la poca plata que ingresa por los impuestos, una
persona capaz de lidiar con los grandes prestamistas y el pequeño productor.
Está claro que es mucho más sencillo pedir “que se vayan todos”. En una
entrevista con el sociólogo de la Ecole des Hautes Etudes en Sciences
Sociales de París, Fortunato Mallimaci, él nos explicaba que cuando se dan
estas crisis de representatividad quienes se benefician son los grupos que ya
poseen un núcleo de poder instaurado, en muchos países la iglesia, grandes
grupos económicos, en nuestro país, claramente el partido justicialista.
Escudado en la figura del General Perón, quien esté al frente del partido posee
el poder frente a una gran parte de la sociedad. Esto se hizo evidente en las
elecciones del 14 de octubre de 2001, en las que se renovaron diputados y
senadores, siendo ganador el voto en blanco, sin embargo el partido
justicialista se llevó la mejor parte al ser el partido con mayor cantidad de votos
positivos. Gran parte de los argentinos sabían que no querían ser gobernados
por ninguno de los políticos conocidos, sin embargo, tampoco estaban listos
para vivir en la anarquía.
Es imposible saber “que hubiese pasado si…” pero está claro que el
gobierno de la Alianza había hecho todo lo necesario para perder el apoyo de
la gente en menos de 2 años. Habían surgido nuevos movimientos, la clase
media con sus cacerolas, un fuego que brotó iniciado por el “corralito” y se
apagó rápidamente al recuperar sus ahorros. También el movimiento de
asambleas, la gente se juntaba en diferentes plazas o puntos comunes del
barrio para intentar encontrar una solución a la crisis social, sin embargo estos
movimientos, una vez que se empezó a salir de la crisis económica (ni siquiera
de la política, puesto que Duhalde no era un presidente electo mediante
comicios democráticos) se fueron diluyendo. El movimiento piquetero, en un
principio alguien que al igual que uno reclamaba por una fuente de trabajo
digno, más tarde pasaba a ser una molestia que impedía llegar al trabajo.
Muchos sociólogos y analistas se aventuraron en aquellos días de vorágine
política y social a decir que estábamos frente a una nueva democracia de
asambleas, que el pueblo ahora si finalmente iba a tener el poder. La realidad
les mostró que el regreso del consumo y cierta estabilidad económica fueron
suficientes para terminar con aquella “nueva democracia” dejando al país con
un cambio en materia económica, pero muy poco movimiento en las bases de
la política y la sociedad.
Cuando entrevistamos al economista del Banco Mundial Rafael Rofman, y
le preguntamos si era evitable el estallido del 2001, nos explicó que solo podría
haberse modificado la fecha, pero la llamada “Crisis” era inevitable, puesto que
la estábamos atravesando por un fino hilo que en algún momento iba a ceder.
Pero si hablamos tanto de los factores económicos de la crisis, ¿por que
la consideramos como una crisis social y política también? Justamente porque
los representantes de los argentinos no supieron evitar que la gente descrea
completamente de ellos, y evitar así sentirse acéfalos, sin saber como y a
donde se dirigía el gobierno. Quizás con una figura política fuerte, que hubiera
buscado el consenso entre las distintas fuerzas políticas del país, se hubiese
podido intentar establecer un camino, con un proyecto, que cuente con la
adhesión popular.
Si bien nuestra investigación busca las consecuencias que llevaron al 19 y
20 de diciembre, y no hay un análisis de cómo se salió de este modelo, nos es
imposible separarnos de la realidad que ya vivimos y no compararla con la del
año 1999. Luego de la presidencia de Puerta, Camaño y Rodríguez Saá,
asumió Eduardo Duhalde, ese día pronunció el siguiente discurso:
“El país no puede continuar cubriendo el déficit por la vía del
endeudamiento permanente ni puede recurrir a la emisión de
moneda sin control, haciéndose correr riesgos inflacionarios que
siempre terminan afectando a los sectores de menos ingresos.”
“No se puede recurrir al ajuste ni incrementar el endeudamiento. No
se puede volver a pagar deuda a costa del hambre y la exclusión de
los argentinos, generando más pobreza y aumentando la
conflictividad social. La inviabilidad de ese viejo modelo puede ser a
advertida hasta por los propios acreedores, que tienen que entender
que sólo podrán cobrar si a la Argentina le va bien.”
“Este modelo de producción, trabajo y crecimiento sustentable y con
reglas claras, generará recursos fiscales, solvencia macroeconómica
y sustentabilidad fiscal creando las condiciones para generar nuevo
mayor valor agregado, tienen además que permitir negociar con
racionalidad para lograr una reducción de la deuda externa.”
“Este gobierno seguirá principios firmes de negociación con los
tenedores de deuda soberana en la actual situación de default, de
manera inmediata y apuntando a tres objetivos: la reducción de los
montos de la deuda, la reducción de las tasas de interés y la
ampliación de los plazos de madurez y vencimiento de los bonos.”
“Sabemos que nuestra deuda es un problema central. No se trata de
no cumplir, de no pagar. No somos el proyecto del default. Pero
tampoco podemos pagar a costa de que cada vez más argentinos
vean postergado su acceso a la vivienda digna, a un trabajo seguro,
a la educación de sus hijos, o a la salud.”
Insistimos en que es más fácil hacer un análisis ex post de los hechos,
pero este tipo de discurso, sirve como ejemplo de lo que una autoridad política
podría haber dicho ya en el año 1999. ¿Que hubiese pasado? Imposible
saberlo, pero sin dudas la historia hubiese transcurrido por caminos distintos a
los que lo hizo ¿mejores, peores? Tampoco lo podemos saber. Solo sabemos
que este trabajo hoy sería distinto a lo que estamos escribiendo.

BIBLIOGRAFÍA
GARCÍA DELGADO, Daniel. Estado- Nación y globalización. Fortalezas y
debilidades en el umbral del tercer milenio. Ediciones Ariel, 1998 Buenos Aires.
GODIO, Julio. Argentina: en la crisis está la solución. Editorial Biblos, 2002
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FRAGA, Rosendo María. La Argentina en default. Nueva Mayoría, 2002
Revista Tesis 11 nº 61, enero, febrero 2002.
Revista Tesis 11 nº 62, marzo, abril 2002.
Diario Clarín. 2, 20 y 22 de diciembre de 2001.
LANATA, Jorge. Argentinos.
Revista Gente, edición histórica. 25 de diciembre de 2001.
Material sonoro personal del grupo, grabado los días 19 y 20 de diciembre de
2001.
LEVY YEYATI, Eduardo y VALENZUELA, Diego. La resurrección. Editorial
Sudamericana, 2007, Buenos Aires.
Entrevista al Dr. Rafael Rofman, Economista del Banco Mundial
Entrevista al Dr. Fortunato Malimacci, Sociólogo, ex decano de la UBA
Entrevista al Lic. Fabián Bosoer, Politólogo, editorialista del diario Clarín