lunes, 14 de abril de 2008

Veinte años de poesía argentina, publicado en 1968 por Ed. Galerna, hoy cobra gran actualidad




Este trabajo nos llega mediante una "posta" comenzada por, Maria del Carmen Colombo, seguida por Artemio López, y finalizada en nosotros gracias a la gentileza de Coco Plaza.-

Paco Urondo y la clase media urbana

Paco Urondo (Santa Fé, 1930) fué uno de los grandes intelectuales de los años setenta. Enrolado en las Fuerzas Armadas Revolucionarias y asesinado durante la última dictadura militar, Urondo fué, además de un poeta exquisito un fino analista social.
Un fragmento de su análisis sobre la relación entre clase media urbana y peronismo inaugural, extractado del libro Veinte años de poesía argentina, publicado en 1968 por Ed. Galerna, hoy cobra gran actualidad:
" Caído el peronismo la clase media abomina rápidamente de él; lo comienza a llamar "dictadura", surgen los seudos héroes protagonistas de historias-posturas épicas, como descolgar un retrato, o voltear el busto que presidió la oficina durante casi una década -de lo que por un tiempo se llamó pomposamente "la resistencia"-; también hubo víctimas ciertas, como en todos los regímenes argentinos sin excepción.
Las actitudes pretenciosas, claramente "medio pelo", se difunden en la clase y la consecuencia más evidente es el desprecio a la "chusma" que apoyó a Perón; esa misma "chusma" -es bueno recordarlo-, se había resentido también en virtud del desprecio, cuando en los albores del peronismo la oscura "chusma" rural, los "cabecitas negras", los "veinte y veinte" llegaron de "tierra adentro" tentados por la ciudad y sus mejores condiciones de trabajo, entonces fueron tratados altaneramente, incluso por sus hermanos de clase, los integrantes de la "chusma" urbana porteña.
Caído Perón, el resentimiento impide comprender al peronismo, aceptar lo que se había ignorado, reprimido durante tanto tiempo: era una mancha negra y repugnante; una debilidad, un estigma que sería necesario olvidar, o ir derivando a través de los inevitables chivos emisarios. El peronismo era el "Mal" y la revolución "libertadora" era el "Bien", al decir de Jorge Luis Borges que de esta manera tan poco rigurosa dio su versión -por cierto generalizada, latente- del asunto".
Como lo señalara Juan Gelman , "Cuando en este tiempo de la despasión se recuerdan las polémicas de los años sesenta –unos pretendían hacer la Revolución en su escritura; otros, abandonar su escritura en aras de la Revolución–, se percibe en toda su magnitud lo que Paco , Rodolfo, Haroldo nos mostraron: la profunda unidad de vida y obra que un escritor y sus textos pueden alcanzar". Veinte años de Poesía Argentina: Revista Poesía Buenos Aires
Por PACO URONDO*

Raúl Gustavo Aguirre y Jorge Enrique Mobili, inician en 1950 la publicación Poesía Buenos Aires que sería la revista argentina dedicada exclusivamente a este género, de mayor permanencia: doce años; tendrá también otros méritos.

En su artículo-manifiesto "El Poeta" ya Raúl Gustavo Aguirre muestra su preocupación por la actividad creadora. En ese mismo número inaugural Mobili afirma: "ya no describiremos la visión en su cocina ni en su trastienda secular de vigilia o de impotencia, ya no pintamos la anécdota, la fraguamos; le inventamos privilegios a la acción humana recapacitando los vínculos frente a la angustia sideral; el hombre vive asociado y no pierde su universo, ni la salud de su voluntad de siempre"(1). Estas ampulosas notas dan testimonio de una preocupación, pero también recuerdan que aquellos poetas eran muy jóvenes entonces y que sus reflexiones adolecen de una inevitable inmadurez, y de cierta tendencia a idealizar la actividad poética y a su protagonista.

Los trabajos de Bayley no acusan esas debilidades que las composiciones de Aguirre irían soslayando. Los poemas de Mario Trejo también se sitúan, ya en esa etapa inicial, en un ángulo más consistente: "ahora bien, junto a mí se enciende la comodidad de tus hombros y relucen los rieles oscuros de los besos y el frío te enaltece y el calor te convida" (2).
A partir del numero 3, el nombre de Jorge Enrique Mobili desaparece de la dirección de la revista. En los números 4, 5, 6, -1951, 1952- Aguirre comparte la dirección con Wolf Roitman; a partir del número 7 está a su exclusivo cargo aunque vuelve a compartirla con Nicolás Espiro desde el número 11-12 (3). En el número 16-17 desaparece a su vez el nombre de Espiro y comienzan a colaborar Rodolfo Alonso y Ramiro de Casasbellas. Los números 21-22-23 son codirigidos por Edgar Bayley (quien, desde un primer momento va dejando los rastros de su presencia en esta revista.
Es fundamental reconocer en Aguirre que su voluntad y su amor por este oficio, le han permitido afrontar ese silencioso y poco gratificante trabajo que es mantener una revista con las características de Poesía Buenos Aires, en especial en aquellos años que corrían, impropicios para estas empresas.
En el número 6 la revista pierde esa suerte de "eruptiva" vanguardista que la aquejaba y va adquiriendo otra consistencia: "El arte es nacional por añadidura, porque lo es en tanto auténtico, salido de una situación vivida en determinado lugar del tiempo y del espacio cuyo sentido se ha sabido penetrar. Sea el creador fiel a las sugestiones de su mundo, intente, oiga el mensaje de los vientos, cualquiera sea su procedencia. Todo lo que ocurre en una ciudad pertenece a esa ciudad. Quien sepa también hacer suya esa pertenencia, darle un sentido, un orden, transformarla en una nueva verdad, habrá logrado trascender asimilándola a una situación que es a la vez limitada e infinita"(4).

La revista publica poemas de Paul Eluard, Tristan Tzara, Dylan Thomas. Vicente Huidobro, Pablo Neruda, César Vallejo. También, y en números posteriores a Hans Arp, Laurie Lee, E. E. Cummings, Erancis Ponge, Murilo Méndez, Pierre Reverdy, Hart Crane, Carlos Drumond de Andrade, René Menard, Cesare Pavese, Fernando de Pessoa, Antonin Artaud, André Bretón, Arthur Rimbaud, Herber Read, Wilhem Worringer, James Joyce, Henri Michaux, Giuseppe Ungaretti, Walace Stevens, Boris Pasternak, Sidney Keyes, Emily Dickinson, Egito Gonçalvez, Pierre Jean Jouve, Milton da Lima Sousa, entre otros.
Además los poetas argentinos de las últimas promociones, y sus en alguna medida, predecesores: Macedonio Fernández, Ricardo Guiraldes, Baldomero Fernández Moreno, Oliverio Girondo, Juan L Ortiz. Además se producen algunas omisiones: Raúl González Tuñón, Nicolás Olivari.
En 1952, Poesía Buenos Aires, publica; su "Antología de una poesía nueva", la casi totalidad de los poetas incluidos son una suerte de "pilotos de prueba" del invencionismo: Juan Carlos Aráoz de Lamadrid -luego Juan Carlos Lamadrid, también Simón Contreras -, Edgar Bayley, Mario Trejo, Omar Rubén Aracama, Raúl Gustavo Aguirre, Jorge Enrique Mobili, Nicolás Espiro, Walf Roitman; el libro tiene una nota final donde se anuncia una nueva edición de esta antología -que nunca llegaría a aparecer- en la que serían incluidos Carmelo Arden Quin, Juan Jacobo Bajarlía, Aldo Pellegrini y Natalio Hocsman.
En los números 13-14 de la revista-primavera 1953, verano 1954 , se publica una selección de la nueva promoción poética argentina; en ella figuran poetas "del espíritu nuevo", "madi" y "surrealistas". Aclara Aguirre en este número que "sin duda esta muestra no es definitiva y ha de exigir una reconsideración; no obstante creemos que ella es suficiente para demostrar la existencia de un fenómeno de transición cultural del que son testimonio estos poetas". La antología suscita reacciones violentas, especialmente en los surrealistas. Aldo Pellegrini acusa a Aguirre de adoptar "una posición puramente literaria y antivital", duda -y con razón- de que haya realmente tantos poetas -50- como reúne la selección de este número; admite sólo la presencia de Madariaga y Alonso; descubre influencias de Eluard y Char en casi todos (5). Poesía Buenos Aires en su número 15, a su vez publica un suelto en el que acusa irónicamente a Pellegrini de adoptar actitudes profesorales, actitud impropia en un surrealista como él.
En 1953 Poesía Buenos Aires lanza una serie de ediciones. En la colección "Poetas del siglo XX", publicará poemas de Paul Eluard, también de Guillaume Apollinaire, de Carlos Drumond de Andrade y Max Jacob. En "Poetas argentinos contemporáneos", poemas de Edgar Bayley y en el mismo año en que aparece esta colección, 1954, con el libro El doble fondo de Ramiro de Casabellas iniciará la colección "Sentimiento del mundo" que publicará alrededor de 20 títulos de los poetas argentinos más jóvenes, con una excepción, el cuaderno número 3, La mariposa y la viga de Baldomero Fernández Moreno. Fuera de colección se habían editado en 1951 dos libros de poemas Cuerpo del horizonte de Raúl Gustavo Aguirre y Convocaciones de Jorge Enrique Mobili; y en 1952 un libro de ensayos de Edgar Bayley: Realidad interna y función de la poesía. La invasión de Castillos Armas en 1954 suscita -entre otras cosas más patéticas- el cuaderno Guatemala que reúne poemas de Aguirre, Bayley, Brascó, Trejo, Casasbellas, entre otros.
Si bien en el orden formal y específicamente poético, la benedictina labor cumplida por revistas como Poesía Buenos Aires queda como un hito muy positivo, nunca como en estos años los poetas estuvieron tan lejos del público, de un público que significaba algo en el conjunto social. Nunca tan solos y aislados, pero también nunca fueron tan conscientes como entonces de que esa soledad debía ser asumida o interiorizada y punto de partida de una poética integral. No creo que nadie se haya sentido víctima a causa de su oficio, como pudieron sentirse en similares, pero a la vez no esclarecidas condiciones, poetas de grupos anteriores. El hecho es que esa experiencia no fue un episodio más de la poesía oficial en su voluntad de actualizarse, sino un serio intento de conformación de toda poesía nacional al cabo del cual todos los residuos útiles y las formas valederas no recogidas se sintetizaron en una expresión que, más que unívoca, debía tener un sólido sentido, una razón de ser. Se me ocurre que el vanguardismo alentó una secreta esperanza aun en medio de las más abstrusas y específicas especulaciones sobre el oficio: recuperar el don comunicativo, la función de la poesía, religar al público con los poetas, hallar las claves esenciales de una poesía que siendo profundamente nacional fuera también un vehículo para la perplejidad cotidiana, humana y social de los argentinos. En suma, "una poesía universal"(6)
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Nuestra clase media, a partir de 1945, va aceptando con resignación paulatina y generalmente por miedo o por indiferencia, el fenómeno político que se presenta ante sus ojos. Es una espectadora que ve diluir pasivamente la eficacia de los partidos políticos tradicionales, a los que, por otra parte, no se atreve a apoyar con su voto, aunque en alguna medida pudieran representarla. Presencia, consecuentemente, el desgaste de los dirigentes liberales a los cuales más o menos respetaba; de todas formas no se atreve tampoco a reconocer esta decadencia, esta caducidad de sus ídolos y tiende a reprimir tanto certidumbres como evidencias. Tiene miedo y vergüenza; se siente culpable, y este sentimiento, en alguna medida, se apoya en sus titubeos e indefiniciones; no darse por enterado es la fantasía; ir tirando y aprovechar las "boladas" que se vayan presentando y que obligan a vivir con desdén el aumento del sueldo, la caja de previsión social, (7) el privilegiado bono para adquirir el automóvil.

Caído el peronismo la clase media abomina rápidamente de él; lo comienza a llamar "dictadura", surgen los seudos héroes protagonistas de historias-posturas épicas, como descolgar un retrato, o voltear el busto que presidió la oficina durante casi una década -de lo que por un tiempo se llamó pomposamente "la resistencia"-; también hubo víctimas ciertas, como en todos los regímenes argentinos sin excepción Las actitudes pretenciosas, claramente "medio pelo", se difunden en la clase y la consecuencia más evidente es el desprecio a la "chusma" que apoyó a Perón; esa misma "chusma" -es bueno recordarlo-, se había resentido también en virtud del desprecio, cuando en los albores del peronismo la oscura "chusma" rural, los "cabecitas negras", los "veinte y veinte" llegaron de "tierra adentro" tentados por la ciudad y sus mejores condiciones de trabajo, entonces fueron tratados altaneramente, incluso por sus hermanos de clase, los integrantes de la "chusma" urbana porteña.

Caído Perón, el resentimiento impide comprender al peronismo, aceptar lo que se había ignorado, reprimido durante tanto tiempo: era una mancha negra y repugnante; una debilidad, un estigma que sería necesario olvidar, o ir derivando a través de los inevitables chivos emisarios. El peronismo era el "Mal" y la revolución "libertadora" era el "Bien", al decir de Jorge Luis Borges que de esta manera tan poco rigurosa dio su versión -por cierto generalizada, latente- del asunto. Y recién un año después -fines del 56, principios del 57-, los sectores más inquietos de la clase media comienzan a replantear el problema (8) y siguen a Frondizi en su propósito -propósito aparente, según luego pudo verse- de no prescindir de la clase obrera en la vida política nacional.
De todas formas esta clase seguirá marginada con Frondizi y sus eventuales sucesores; la clase media, pese a sus euforias y entusiasmo ocasionales, reiniciará una vez más su camino de decepción y sus sectores más inquietos elaborarán penosamente su frustración izquierdizante, la última carta ya jugada - de una alternativa reformista--.
Pero ni Frondizi, ni sus antecesores o sucesores despiertan el miedo de lo que se llamó el "terror peronista" -es bueno recordar que en cuanto a represión, la máquina policial se ha ido perfeccionando progresivamente-; tampoco es necesario aguantar las impertinencias de los obreros envalentonados, los peligros de un desplazamiento de clases, o de una fusión.
Con Frondizi en el poder, la elite de intelectuales de extracción liberal se ha silenciado. Es actora además del proceso, primero de cristalización y luego involutivo que vive la universidad argentina; son los protagonistas de la Reforma del 18, por la que tanto se había bregado durante "la dictadura". Irán cayendo con la caducidad de sus postulaciones sin saber muy bien qué pasa, qué les está ocurriendo. Los grupos que pertenecen al partido oficialista, la UCRI, justifican el viraje de sus ideologías, que empezaron en una suerte de marxismo teórico y terminaron en cualquier cosa, en lo que llamaron una visión "realista" de la situación; de esta manera pasan, por ejemplo, a defender muy sueltos de cuerpo, la libre empresa en reemplazo de sus afirmaciones preelectorales en pos de un estado fuerte, regulador del monopolismo; también la justa redistribución de riquezas, el antiimperialismo quedan prácticamente en la nada.
La política bizantina -y estéril- de Frondizi, que tantos conversos ideológicos suscitó, fracasa estrepitosamente, y también las tortuosas interpretaciones que tratan de defenderla e incluso reimplantarla después, gobiernos posteriores.

La clase media en descenso seguirá en tanto empobreciéndose sin destino y sin muchas esperanzas; la burguesía tradicional, nuestra oligarquía criolla, competirá, cada vez con menos suerte, en los salones internacionales: han pasado los viejos y buenos tiempos que acompañaron a nuestros "apellidos" durante y después de la guerra del 14, cuando las carnes argentinas eran codiciadas, bien pagadas, sus dueños adulados, hasta el punto de que debieron sentirse más de una vez definitivamente instalados en la aristocracia europea; llegar a suponer que su sangre se había teñido ya de un reconfortante color azul.

A su vez, la nueva burguesía en ascenso, la industrial, con la caída de Frondizi sufrirá los porrazos de una política colonialista e inventará para defender sus intereses lo que ya había Frondizi designado como "desarrollo económico" y, frase que todos los sucesores de este mandatario pronunciarán, sin que atinen a poner en movimiento los "milagros" que esas dos palabras debieron entrañar.

La clase obrera seguirá marginada, a menudo traicionada, no sólo por sus enemigos naturales, sino también por sus propios dirigentes. En suma, la Argentina no ha abandonado su condición de país dependiente y es, a pesar de sus pretensiones, también Latinoamérica. No había razones, por otra parte, para que ocurriera lo contrario.


Coincidiendo con la iniciación del proceso político y social que desencadena el peronismo -también en el año 45 como ya señalé-, comienzan a actuar los movimientos renovadores en el terreno literario que, al parecer habían cesado en el año 1927 cuando desaparece la revista Martín Fierro. Lo más importante que se produce en los años posteriores a esta desaparición, es decir en los tiempos de la "década infame", es la revista Sur y la generación del 40 que, como también ya señalara en la primera parte de estos apuntes, no logran producir renovaciones de interés; es más, la rebeldía es fagocitada por el oficialismo.

A partir de 1945 -el año del primer "17 de octubre"-, se rompe el statu quo, con el grupo de pintores y poetas que agrupa primero la revista Arturo, luego la "Asociación de Arte Concreto Invención"; más tarde serán los grupos de poetas "invencionistas" y "surrealistas". Los hombres que integran estos grupos y operan en estas modificaciones, que significaron no sólo un afán de renovación sino un larval enfrentamiento con el oficialismo, con todo lo que esto implica, pertenecen en su mayoría a la clase media; son de una generación posterior a la elite que controla la universidad y la literatura oficial y se diferencia de ellos por su oscura, poco consciente tal vez, resistencia a representar el pensamiento liberal; más bien tratan, un poco irracionalmente, de transgredirlo.
Es que no sólo entraba en quiebra esta ideología o, mejor dicho, se convertía en algo netamente reaccionario, sino que una mentalidad reformista, en el fondo complaciente, veía con alarma que entraba en los últimos tramos aún no agotados, tramos que aún incluso pueden demandar años-. También el populismo y con él, el tango cerrando un ciclo, pero con todos los honores, con toda la dignidad y el interés que pueden suscitar los poemas de Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo, entre otros.

Así implícita e insensiblemente, los intelectuales van reaccionando contra su propia clase y contra su ideología y decadencia: la cosa empezó con un enfrentamiento con el oficialismo, suscitado a su vez, en una necesidad de expresión, casi se diría, de aire para respirar. Pero a pesar de este progresivo proceso, a menudo estos poetas tampoco pueden desembarazarse de sus limitaciones de clase. Así aparecen contradicciones, idealizaciones frente a algunos cambios como la "Revolución Libertadora", o el frondizismo, a menudo la prescindencia política, el miedo. Es que el pasaje de una ideología a otra, de una clase a otra, de una actitud política a otra, los irá colocando frente a la dicotomía reformismo o revolución, que para el caso también podrá ser enunciada como frustración e injusticia -con su consecuente mala conciencia-, o revolución.

Los cambios y los riesgos, incluso personales, que esto supone, demoran el pasaje, incluso la toma de conciencia -aún inconclusa- que es penosa y lenta. Es indudable que la falta de madurez política y social de estos jóvenes no ha facilitado las cosas, pero cabría preguntarse quiénes eran los poseedores de esa madurez. Los partidos tradicionales de izquierda, seguramente no, tampoco sus huestes populistas.Ni los estudiantes deslumbrados junto con aquellos partidos por figuras como las de Braden, por más aliado de los rusos y enemigo de los nazis que haya sido él y su país en aquellos años en que terminaba la Segunda Guerra Mundial.
Tampoco hubo claridad después en los grupos de izquierda segregados u opuestos a esos partidos tradicionales, ni en los más recientes que hasta ahora sólo han ocasionado frustraciones y desastres. Todavía no hay acuerdos en el pensamiento de izquierda que no atina a encontrar los caminos de la liberación. Mal existiría esa claridad entonces. Ni siquiera cuando el peronismo haya cumplido prácticamente su ciclo, aparecerá con los grupos más lúcidos, como aquel que dio forma a la revista Contorno.

Es que la lucidez en estas épocas oscurantistas que viven nuestros países latinoamericanos, no es una prenda de fácil obtención Se va logrando de a poco, costosamente a veces, con precios muy altos, vidas incluso; cuesta mucho colocarla en un punto que suponga un cambio de la realidad. Aceptando esto, son previsibles las ingenuidades en las que incurrían los "surrealistas" hace cerca de veinte años; las contradicciones de los "invencionistas". En sus publicaciones se ven así convivir afirmaciones ciertamente contradictoras: "Queremos la humanidad a la altura de la poesía" (9). "El juicio final será ante la poesía" (10), "la poesía hacia la humanidad que la iguale" (11) o, por el contrario, "la poesía ya no es una actividad aparte, para que ella tenga sentido, para que cumpla una función cultural, debe estar inscripta en el metabolismo de una humanidad que busca un desarrollo en formas superiores de convivencia" (12). Es decir, por un lado debe integrarse en un proceso humano que busca formas superiores de convivencia y, por otro, esa misma humanidad debería igualarla, pese a que humanidad y poesía parecían estar empeñadas en una misma tarea; además a la poesía se le atribuye una categoría superior, ya que ante ella deberemos rendir cuentas en el último juicio; también debemos aspirar a obtener su nivel, su estatura así es frecuente la idealización del poeta: "Que el poeta debe establecer su curva y atravesar el tiempo plasmando su transcurso; que el poeta es una especie de ejemplar rescatado del caos y del mito para comprender el universo en sus propias condiciones".

Todo esto tiene cierto tufillo, cierta ampulosa petulancia, típica del rastacuerismo que ejerce nuestra clase alta y que fascina a nuestra emulante clase media. Los surrealistas también impregnan sus ropajes con este tufillo, huelen tan mal como sus entonces adversarios. Además incurren en ingenuidades también propias de su clase; como pauta de esto puede tomarse el odio que le tienen-le tenían a las antologías, cosa que en sí, me parece saludable, dado el uso y el destino que ellas tuvieron-tienen en nuestro país, meras armas en la mayoría de los casos del oficialismo. Pero el frenesí que depositan en este odio hace pensar que intentan concentrar allí otros odios; o que al concentrarlos, hacen perder amplitud y profundidad a esa capacidad de odiar; la reducen y amenazan en convertirla en trivial; la poesía burguesa suele ser nefasta en la medida en que esta clase puede serlo; sus antologías no son otra cosa que la manifestación parcial de su politiquería y de sus artimañas en el terrero de la difusión cultural, que consecuentemente responden, son secuelas de toda una política más general, de todo un modo de vida, una concepción.
Tanto “intervencionistas", como "surrealistas", tienden a resistirse a tomar posiciones públicas por los años de reemplazo -1955- de un gobierno por otro. Estos poetas, pese a sus improntus —el episodio Guatemala ya citado, por ejemplo—, no se han librado de la sujeción a su clase, que nunca se cansa de llenarse la boca, de espetar, que puede prescindir, que recomienda "no meterse", entre otras cosas y sobre todo, en política; viven estas contradicciones, estos tirones entre los signos de una clase que lo paraliza y una lucidez paulatina que los espolea, sin todavía producir una síntesis, sin encontrar un resultado que les ayude a trascender las zonas de tinieblas. Así lo que dicen suele no ser demasiado homogéneo con lo que escriben, y esto con lo que proclaman.

Estas contradicciones, este movimiento oscilatorio entre el desarrollo de una conciencia y el atavismo, ocasiona que los "surrealistas" adopten una casi total prescindencia política; los "invencionistas", que actuaron políticamente en el 45 hasta ser desplazados del oficialismo de izquierda, se han alejado de toda actividad; los que no actuaron evitan hacerlo. No obstante no hay un decrecimiento de la preocupación política en ellos, ya que en 1954 publican el ya citado y socorrido cuaderno de poemas que titularon Guatemala y al que tanto recurro porque publicar eso, en ese momento y a pesar del apoyo diplomático que brindó México y nuestro país al gobierno de Arbens, era fijar una posición; porque en esos años había una política para la Cancillería y otra para el Ministerio del Interior que, aunque mantuvieran una coherencia de fondo, una comunidad de objetivos que no es el caso analizar aquí, parecían actuar independientemente.

Una vez caído el peronismo, con el triunfo de la "Revolución Libertadora", el grupo "Poesía Buenos Aires" -en alguna medida el órgano de expresión del "invencionismo" y de sus evoluciones- vuelve a tomar posición a través de dos artículos: "Poetas de subsuelo", de Raúl Gustavo Aguirre, y "Para una libertad en vigencia", de Edgar Bayley (13). En ellos se atacan algunos - los más evidentes- elementos negativos del peronismo, pero no se tiene demasiada claridad -insisto aquí, esta falta de claridad sobre ese asunto era bastante común entonces de lo que el peronismo significó, recién hoy comienza a verificarse la verdadera amplitud, los límites reales del movimiento-. También hoy pueden reconocerse la precariedad de estas tomas de posición de nuestros poetas.

En 1957, los intelectuales y artistas de casi todos los sectores -salvo los reaccionarios que siempre los hubo y en abundancia-, como consecuencia de esa latente y creciente politización, apoyan la candidatura de Arturo Frondizi; lo hacen de diversas maneras y muchos ejercen una verdadera militancia. Era difícil que no comenzara a abrirse una coincidencia política ante las rotundas experiencias que, en este terreno son vividas a partir de la caída de Perón y la sucedánea aunque rudimentaria observación de los hechos anteriores a esta caída que fueron vividos bajo los signos de la obnubilación. En efecto, caído el peronismo, cada integrante de la clase media -los poetas sociales no escapan a este origen en su gran mayoría- empezó a hacerse cargo de lo blando, o evasivo, o esquemático, o desaprensivo que fue durante más de diez años. Había que ganar tiempo, había que actuar y Frondizi era la gran oportunidad -la gran fantasía- que el destino brindaba para redimirse.

Cuando Frondizi echa por tierra las esperanzas -peregrinas por cierto- de desarrollar un gobierno nacional y popular, con un programa de izquierda, los poetas e intelectuales se repliegan o tratan de conservar pequeñas posiciones en el gobierno, o caen en una especie de justificada desesperación; la clase media, una vez más, no sabe qué le conviene hacer.
Pero esta vez el peligro parece ser detectado antes por los intelectuales y artistas: se habría producido un progreso. La producción poética se enriquece en tanto al incorporar esas experiencias -ilusiones y fracasos- que ayudan a la embrionaria y paulatina claridad que va despuntando en sus autores sin que por esto decline la jerarquía que sin duda había alcanzado en esos años a través de un severo uso del oficio. El rigor crítico y la vigilancia formal en este campo específico serían de este modo fortalecidos por la experiencia vivida con inseguridad e insatisfacción durante esos años. Consecuencia de esta incorporación es la característica más abierta, menos forzada, de la producción poética posterior a esas crisis políticas.

Esa poesía posterior al frondizismo es a lo mejor menos pretenciosa pero más tangible, más concreta, más convincente, no en el sentido de seducción sino de conexión; en la medida en que se renueve con mayor seguridad, con mejor solvencia. Pareciera que tiende a alcanzar un equilibrio, una integración entre posiciones estéticas e ideológicas; se advierte que ambas no eran, no tenían por qué serlo, no suponían, posiciones excluyentes; tampoco castraban la libertad creadora. El poema "Después de mucho", de Edgar Bayley, escrito hace ya alrededor de veinte años, puede ser un antecedente, un precursor de esta etapa del proceso poético argentino; etapa que podía ser llamada de síntesis, de confluencia de experiencias estéticas y existenciales. En ella se procura la consolidación de rasgos poéticos que se perfilaban como propios del proceso cultural argentino; una intención de nombrar sería, como ya dije, la pauta, lo que pondría en evidencia los rasgos sustantivos que parecen corresponder a nuestra poesía (14).
La austeridad, la prescindencia de convocaciones o enunciaciones, van eliminando la posibilidad de convertir un poema en una plegaria, con todo lo pasivo que esto puede llegar a suponer. Como toda poesía escrita y signada por Apollinaire, es afirmativa, una forma de ver la vida sin resignaciones, sin culpa o autocompasión. Es orgánica en la medida en que la libertad expresiva no desplaza la existencialidad que la sustenta, en el orden personal y colectivo. Así en el terreno artístico, el énfasis no se coloca en la belleza, sino en la experiencia creadora, como en el terreno de la conducta, de la voluntad o elección de vida, más que regir la felicidad, gravita ahora una necesidad existencial de expresión y comunicación. Son estos al parecer los caminos de la libertad o al menos de un concepto de vida y de poesía vertebrados dentro de un orden más amplio que responde a la concepción que rechaza como lo señala la interpretación del mundo y procura su modificación; que cada vez tolera menos el compadecimiento a distancia y se inclina por la participación en las desgracias de este mundo que vivimos; no con intenciones expiatorias sino con el propósito de hacerse cargo, de solucionar esas desgracias; empezar a "correr la suerte del agredido".

Todo esto que entonces era larval incitación, comienza a conformar nuestra poesía y de allí que parezca más consistente, más orgánica, menos declamatoria; alejada del populismo, es una poesía que, más que idealizar, tiene mucho que ver. Y mira de una manera especial. Quiere ver y señalar, que es una manera de procurar una conciencia, de aspirar a un cambio: "En esa habitación /en los altos con los postigos cerrados permanentemente /ella se prolonga en sus ojos y manos/ tendidos hacia trenes que pasan muy cerca /en el silencio batido incesante por un sueño frío/ por una fría locura sin amparo" (15). Se desdeña aquí toda ornamentación; casi no se adjetiva, y cuando esto ocurre -"Por un sueño frío / por una fría locura..."- el adjetivo instaura más que una cualidad, un objeto, una presencia. Se nombra sin comentarios, pero haciéndose cargo de cada nombre. Pienso que aquí se advierte esta intención de designar, sin pudores, o sin desdén, los elementos que constituyen la realidad tangible que un poeta, después de todo, también comparte y modifica. Designar así, es también buscar claridad, conciencia.
"La poesía es una actividad real -ha dicho Bayley-, que opera en la realidad, entre otras fuerzas igualmente reales. La poesía, entonces, está y trabaja en el mundo y se transforma junto con el mundo. No existe por el mundo (no es su reflejo, su consecuencia, o su comentario); no existe sin el mundo (al margen, en otro reino); existe con el mundo en relación con él, en una interacción creadora. El poeta debe saber que, si por una parte su misión es trascender la experiencia, avanzar sobre ella, por la otra, él está allí para conocerla, para penetrar la realidad. No se le pide que nos dé su última queja, sino que nos transmita su dominio, un conocimiento (un conocimiento creador de sentido, de significado, no un conocimiento reflejo). Y para llegar a un conocimiento es preciso admitir previamente que la realidad existe, que las cosas, que los hombres existen y que proyectan sobre nosotros la sombra de su diferencia, de su condición ajena u hostil a la nuestra. Tiene que estar, entonces, en el poema esa parte de la realidad que no es el poeta, y tiene que estar también esa parte de la realidad que es justamente el poeta" (16).

La nueva poesía que crece entre nosotros, dentro de un proceso más general de conformación de una conciencia transformadora, tiende a procurar un lenguaje propio que nace justamente de un ejercicio compartido de la realidad, y tal vez de una necesidad de objetivarla -darle una forma- designándola, incorporándola al poema y, por tanto, signando nuestra cultura. No excluyo la posibilidad de que una falta de perspectiva me impida ver demasiado claro.
Sin embargo parece configurarse una poesía que, aunque marcada por los movimientos europeos, no está sometida por ellos, aunque siempre, con mayor o menor intensidad, subsistió entre nosotros, hasta nuevo aviso, un condicionamiento de esta índole. Claro que una cosa es sentirse complacido con la situación y otra muy distinta, no aceptarla.
En una palabra, esta poesía elige no ser epígona, reniega de una de las tácitas premisas oficialistas. No por eso se propone enajenarse de su contexto, sino que se preocupa por expresar aquello que nos concierne; por obtener una forma propia de expresión, social y artísticamente legitima, Se abastece en un espíritu de liberación que excede los contenidos estrictamente poéticos.

Notas
(1)- Jorge Enrique Mobili, "Nos proponemos dar a la poesía", revista Poesía Buenos Aires, Nº1, primavera 1950.
(2)- Mario Trejo, ídem anterior.
(3)- Este número estuvo dedicado íntegramente a René Chair.
(4)- "Apuntes para una situación de Poesía Buenos Aires", Poesía Buenos Aires, Nº 6, verano 1952.
(5)- "El hábito no hace al monje o cuando la poesía cambia de traje pero no de paño", revista Letra y Línea, diciembre 1953.
(6)- "Poesía argentina entre dos radicalismos", Noe Jitrik. revista Zona de la Poesía Americana Nº 3, mayo 1964.
(7)- Estas medidas la harán sentir menesterosa obrera.
(8)- Mucho después comienzan a preguntarse por qué Perón no hizo, frente, por qué no llevó su revolución adelante; porque no pudo, o no quiso.

(9)- "Noción de poesía", Nicolás Espiro, Poesía Buenos Aires Nº 5, primavera 1951.
(10)- Nicolás Espiro, ídem anterior.
(11)- Raúl Gustavo Aguirre, "Poesía para respirar", Poesía Buenos Aires, Nº 3, otoño 1951.
(12)- Raúl Gustavo Aguirre, ídem anterior.
(13)- Revista Poesía Buenos Aires, Nº 21, verano 1956.
(14)- Esto no pretende ser un hallazgo crítico, ya que hasta Eduardo González Lanuza ha hablado de la sustantividad de la poesía argentina. Lo que interesa es la concreción lúcida de todo esto.
(15)- Edgar Bayley, "En esa habitación", fragmento. Primera Reunión de Arte Contemporáneo. Universidad Nacional del Litoral Santa Fe, 1957.
(16)- Edgard Bayley, “En torno a la poesía contemporánea: la poesía como realidad y comunicación", ídem anterior.
*Fragmento extractado del libro de Paco Urondo: Veinte años de poesía argentina, publicado en 1968 por Ed. Galerna. En él el autor analiza el ciclo de nuestra poesía comprendido entre 1940 y 1960. Una antología final ejemplifica el temario: la generación del `40, la revista Arturo, las primeras manifestaciones surrealistas, las otras revistas: Poesía Buenos Aires, A partir de cero, etcétera.
**Francisco Urondo nació en Santa Fe en 1930. Poeta, periodista, académico y militante político. Murió asesinado por la dictadura en junio de 1976.