Lo contrario de un “dato” es un “capricho”.
Dato –participio latino de “dare”- es todo aquello que no hemos elegido, lo que se nos impone desde fuera y desde el principio, lo que nos viene dado.
Hay “datos” que son verdaderas donaciones, donativos, dones, gracias recibidas por cuyo advenimiento sólo podemos –precisamente- dar las gracias: la lluvia repentina que salva la cosecha o el beso inmerecido de la amada.
Y hay también “datos” que se experimentan más bien como límites o maldiciones y frente a los cuales los seres humanos apenas si pueden protegerse: el huracán Ike, la irreversibilidad del tiempo, la finitud de la vida.
En conjunto, podemos decir que el hecho de que, junto a decisiones y caprichos, haya habido siempre “datos” –límites recibidos o donados desde el exterior- forma parte de la condición humana y hasta de lo mejor de ella: con las cosas dadas , con las cosas “caídas del cielo”, con las cosas que que no hemos elegido, se hacen también las grandes pasiones y las grandes novelas.
Uno de los aspectos supuestamente liberadores del capitalismo es su permanente rebelión contra los “datos”; es decir, su negativa prometeica a aceptar nada “dado”, sobre todo si viene dado por la Naturaleza.
- Si en Chile hay glaciares formados contra nuestra voluntad hace miles de años, la Barrick Gold los dinamita y disuelve en pocos meses con cianuro de sodio.
- Si en el Amazonas crecieron durante centurias grandes selvas sin nuestro permiso, Cargill y Bunge se encargan de hacerlas desaparecer a razón de tres kilómetros cuadrados por hora.
- Si la evolución biológica diversificó sin nuestra intervención, a lo largo de millones de años, una riquísima flora y una variadísima fauna, Monsanto, Shell, Boeing -entre otros- están colaborando ahora en la tarea de desembarazar al planeta de 16.000 especies animales y vegetales en los próximos treinta años.
Esta rebelión capitalista contra los “datos” ha impuesto, a nivel subjetivo, un concepto de la superación personal asociada, no a la ética o al trabajo colectivo, sino al record y LOS NEGOCIOS DE las ganancias necesariamente crecientes de las multinacionales
- son el modelo de los deportistas de élite, pero también de los más pedestres consumidores:
- Joey Chestnut es el hombre que más hot-dogs puede comer en 12 minutos (66),
- Tudor Rosca el que más veces puede masturbarse en 24 horas (36),
- Cindy Jackson la que más operaciones de cirugía estética se ha dejado hacer (47).
- En términos humanos, el “dato” por excelencia es el cuerpo, con su inevitable efecto colateral: la muerte. A lo largo de los últimos milenios de civilización, los humanos han recibido un cuerpo individual, una especie de soporte dúctil sobre el que distintas fuerzas escribían sus cifras y mensajes. Una de esas fuerzas era la cultura, la otra el tiempo. Tendedero de ropa y roca erosionada, en la cara de un humano la sociedad colgaba sus adornos y sus símbolos; en la cara de un ser humano se acababa haciendo piadosamente visible la vejez.
- El capitalismo "rebelde" no reconoce ni siquiera la existencia del Tiempo.
- España, por ejemplo, es el primer país de Europa en operaciones de cirugía estética, sólo por detrás de EEUU y Brasil a nivel mundial. Con 400.000 intervenciones al año, 900 al día, los españoles gastan 300 millones de euros en frenar u ocultar los estragos del tiempo o en adaptar sus pechos y sus orejas a patrones publicitarios.
- El 10% de los operados son menores de edad y ningún otro país opera a tantos jóvenes entre 18 y 21 años.
- Por lo demás, un día cualquiera tomado al azar el 25% de las occidentales está siguiendo una dieta;
- el 50% está terminándola, rompiéndola o comenzándola;
- y el 75% se sienten desgraciadas; es decir, gordas.
- La industria dietética mueve al año 30.000 millones de euros; la cosmética, 20.000 millones. O lo que es lo mismo: el equivalente a 400.000 guarderías y medio millón de clínicas infantiles.
¿Y todo esto por qué? Un artículo del diario español El País (“bisturí para todos”) lo explicaba ingenuamente y sin tapujos: “para no perder oportunidades laborales a causa de unas ojeras”.
- Es decir, el capitalismo siempre rebelde contra los “datos” construye ciudadanos sumisos al mercado que deben comportarse al igual que las otras mercancías: deben aparecer siempre nuevas, flamantes, sin rastros de deterioro o decadencia si quieren conservar su valor económico.
- El coste ecológico de esta negación de los límites es de sobra conocido, pero se atiende menos a sus consecuencias sociales y psicológicas.
- derrite glaciares y derriba bosques,
- impone subjetivamente el desprecio por la enfermedad y la vejez,
- el terror criminal a la muerte,
- el rechazo de los pobres y los inmigrantes (tan corporales todavía)
- y el delirio despilfarrador de una inmortalidad ilusoria y egoísta.
El capitalismo ha convertido todos los “datos” en “caprichos”:
- podemos ya escoger el sexo de nuestros hijos
- lo mismo que el modelo de nuestro coche;
- el tamaño de nuestra nariz y
- nuestra marca de cereales;
- una cara nueva y
- un teléfono nuevo.
- Pero ¿somos nosotros los que elegimos?
En todo caso, lo único que no podemos decidir, lo único que sigue siendo un “dato” es el capitalismo mismo y su mercado como marcos naturales de toda decisión.
Lo único que se acepta como irremediable (don y maldición según los casos) es el capitalismo y sus personificaciones:
- el hambre,
- la pobreza,
- la enfermedad,
- la desaparición de las especies
- y los glaciares,
- el paro,
- el trabajo precario, l
- las víctimas del Katrina,
- las víctimas del Pentágono,
- la ignorancia suicida de los consumidores.
Pero no nos equivoquemos: el hambre, la pobreza, la desaparición de las especies y los glaciares, el paro, el trabajo precario, las víctimas del Katrina, las víctimas del Pentágono, la ignorancia suicida de los consumidores
- no son “datos”:
- son el “capricho” de unas cuantas multinacionales y unos cuantos gobiernos.
- Les podemos dar las gracias o podemos maldecirlos.
- Podemos –mejor aún- rebelarnos contra ellos.