domingo, 12 de octubre de 2008

- Movimientos sociales y políticos alternativos en EE.UU. - CONTEXTO DEL TEXTO: CRISIS FINANCIERA -

Movimientos sociales y políticos alternativos
La otra cara de Estados Unidos


La historia de EEUU es tan rica en movimientos sociales y protestas de colectivos disidentes como en estrategias políticas y legales que con el fin de acallarlos se encuentran a un paso de criminalizarlos, aunque pocas veces tienen presencia en los medios de comunicación.


El complejo legal estadounidense es una de las claves para entender el desarrollo de los diferentes movimientos sociales y de sus protestas. Mientras la «primera enmienda» señala que «el Congreso no podrá crear leyes que recorte la libertad de expresión o de prensa; o el derecho a manifestarse pacíficamente...» y se suceden sentencias favorables a los defensores de esos derechos y contrarias a los intentos restrictivos de los gobiernos, estos movimientos no han dejado pasar la oportunidad de incidir en ese complejo mundo legal y constitucional.

Si ya militar en ellos no es tarea fácil en EEUU, el sistema se ha sabido dotarse de importantes leyes o medidas que sirven para coartar todo aquello que la primera enmienda dice defender. Valiéndose de argumentos como «mantener el espacio público, la seguridad pública, prevenir la violencia, o la amenaza de ésta, o la defensa de la propiedad», expresarse en las calles en contra de determinadas políticas públicas o en demanda de derechos se ha convertido en una difícil apuesta.

Tras el 11-S y en pleno desarrollo de las teorías neoconservadoras, el impulso a las medidas reaccionarias desde diferentes estratos del poder ha sido evidente. Hoy día, amparándose en esos argumentos «preventivos», limitar los derechos de reunión o expresión es una tarea más sencilla. Todo ello sin olvidar las otras dos cartas que guarda siempre al Gobierno, el recurso a la represión policial o la utilización del sistema judicial para imponer sanciones severas.

Poco después de los ataques del 11-S, diferentes prisioneros políticos en las cárceles de EEUU fueron sometidos a un régimen de aislamiento durante días. Más tarde se produciría la aprobación de la «Patriot Act», que abrió la puerta a toda una avalancha de medidas y sanciones para criminalizar a buena parte de la disidencia estadounidense.

La historia del país muestra una rica experiencia de movimientos y campañas sociales que han salido adelante pese a las trabas oficiales y a los obstáculos creados para frenarlas.

Los primeros años del siglo veinte mostraron buena parte de esas experiencias. La huelga de los trabajadores textiles en 1912 en Massachusetts fue un importante logro que posibilitó una organización laboral sin precedentes en EEUU. Unos años más tarde, la defensa de los derechos civiles que se visualizó en forma de marchas silenciosas, como la de Nueva York de 1917 para protestar contra una masacre ocurrida en el sur y los continuos linchamientos de negros. Este tipo de protestas resurgieron con fuerza en los años 60 en torno a las mismas demandas, el fin de la segregación «cuasi legal» de la población negra de EEUU.

A comienzos del siglo XX se produjeron también las protestas del Partido Nacional de las Mujeres, que exigían una reforma constitucional que les reconociera el derecho al voto. Ése fue el germen de un poderoso movimiento que también resurgió en los 60, y que tomó cuerpo en torno al Movimiento de Liberación de la Mujer en 1968.

Otro sector que históricamente ha logrado articular importantes movimientos sociales es el que formado en torno al rechazo a las guerras promovidas por los diferentes gobiernos estadounidenses. Si en la década de los 60, la guerra de Vietnam movilizó a los universitarios, a las clases medias de los suburbios, a trabajadores y a grupos de ex soldados, y se sucedieron las marchas, conciertos, mítines... Ya en pleno siglo XXI ha surgido con fuerza otro movimiento, el contrario a la guerra y ocupación de Iraq, aunque no ha logrado articular las masivas protestas de décadas anteriores.

Recientemente, las manifestaciones contra la globalización reunieron a miles y miles de personas, pero una vez más su organización y el impulso inicial se ha ido desinflando con el paso de los años.

Cualquier movimiento social que se cree en EEUU, igual que sucede en en otras partes del mundo, es consciente de que para llevar adelante sus campañas debe calcular muy bien tanto las tácticas a desarrollar como las reivindicaciones a plantear.

Además, debe basar buena parte de sus ejes centrales en tres objetivos relacionados entre sí. Intentará presionar al Gobierno para lograr los cambios o demandas que defiende, al tiempo que busca la «educación de la población» persuadiéndola de la importancia de las cuestiones sobre las que trabaja, y, además, deberá encontrar las fuentes de financiación necesarias para poder seguir existiendo como movimiento y articulando sus demandas.

En muchas ocasiones, sobre todo en los últimos años, la postura de las instituciones estadounidenses es la de «invitar a esos movimientos a participar políticamente y, al mismo tiempo, frustrar dicha participación», buscando, en definitiva, una especie de «institucionalización» de los mismos.

Con la activación del discurso en torno a las llamadas «personas socialmente peligrosas», que está basada en categorías «extremadamente elásticas» que permiten la persecución y las sentencias contra individuos o movimientos sociales, el poder también ha logrado tejer una poderosa red de freno a las demandas de esos colectivos. En cualquier caso, muchos de ellos han denunciado que tras esa estrategia represiva sólo queda un paso hacia los «arrestos preventivos» y el encarcelamiento de «peligrosos activistas»; en definitiva, hacia la criminalización de la disidencia.

A lo largo de la historia de EEUU se han sucedido los grupos que se han movilizado para conseguir acceder al sistema político y desde allí defender determinados intereses, generales o de colectivos concretos. Mucha gente se ha movilizado y lo sigue haciendo, participa en manifestaciones, escribe cartas a los medios de comunicación, va puerta a puerta exponiendo sus demandas, participa en campañas de desobediencia civil..., ya que ésa es la única vía de la que disponen en el escenario político de EEUU para hacerse oír o para intentar llevar a delante sus propuestas.

Las organizaciones sociales que desarrollan su actividad en torno al movimiento obrero y los derechos laborales, los derechos civiles, la paz, el aborto, los derechos de la mujer, la pena de muerte, el sida, la brutalidad policial, los derechos de los animales, el medio ambiente, las minorías étnicas, los inmigrantes, la salud... son expresiones de lo que podríamos considerar la otra cara de la realidad política y social de EEUU, y normalmente no tienen presencia en las noticias que recibimos de aquel país a través de la mayoría de los medios de comunicación.

Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)