EXTRAÑO ATAQUE EN UNA MOVILIZACION EN LA PLATA
1.-) Marcha y secuestro
Unas 15 mil personas de organizaciones vinculadas con los Chicos del Pueblo marcharon contra la baja de la edad de imputabilidad. Una militante fue secuestrada.
2.-) Entre Spinoza y Hobbes o el miedo, la inseguridad y la política .- Por El filósofo Ricardo Forster
Está muy asustada y no va a dar su nombre. Tampoco quiere hablar, pero quiere que se sepa lo que sufrió ayer, cerca de la Casa de Gobierno bonaerense, en medio del acto en repudio a la propuesta de Daniel Scioli de bajar la edad de imputabilidad. “Hacía calor y nos dispersamos buscando sombra y en un momento la perdimos de vista”, preludia su compañero de la Red El Encuentro, Gabriel Amarillo, la voz autorizada por esta joven de 22 años. Entonces se le acercó una mujer de uno 50 años, “vestida con una pollera hippie”, y le pidió ayuda para cargar algo en el baúl de su auto. Ella fue, le dio una mano y la mujer le dijo que necesitaba sacar algo del asiento de atrás. “Abrió la puerta, la empujó adentro y cerró. La señora se quedó afuera y el auto arrancó. Había dos tipos: uno conducía y el otro estaba atrás dándole trompadas”, cuenta Amarillo, que vuelve del hospital Rossi, donde la atendieron.
El “paseo” duró casi media hora y la chica fue intimada por el hombre “para que no joda más”. La dejaron a 15 cuadras del lugar, con cortes en las manos y los brazos, cerca de la terminal de micros. La joven había marchado desde la Ciudad de los Niños hasta la Casa de Gobierno platense, en el marco de una protesta organizada por militantes políticos junto a organizaciones sociales, gremiales y de derechos humanos. Ella integra la Red El Encuentro, una organización que nuclea centros comunitarios de Moreno, J. C. Paz, San Fernando y Malvinas Argentinas, y que pertenece al Movimiento Nacional Chicos del Pueblo. Ayer, hizo la denuncia por el secuestro y los golpes en la fiscalía de turno.
“Estamos muy preocupados porque es el quinto atentado que sufren niños y educadores de ese movimiento”, dijo el secretario general de Asociación de Trabajadores del Estado, Hugo Godoy, al salir de la reunión que mantuvieron las organizaciones con gran parte del gabinete de Daniel Scioli. Allí los ministros bonaerenses insistieron en la necesidad de abrir el debate a nivel nacional y aseguraron que la intención del gobierno “no es estigmatizar a los jóvenes”.
“Nos prometieron empezar con la asignación universal para chicos de 0 a 6 años de manera gradual en toda la provincia e incluso nos dijeron que convocarán a los intendentes para que apoyen la iniciativa”, contó Adolfo Aguirre, coordinador provincial del Foro por los Derechos de la Niñez. Para Aguirre, la marcha, en la que calcula que hubo 15 mil personas, “fue un antes y un después porque se demostró que hay muchos sectores de la sociedad que están en contra de este tipo de iniciativas y de responsabilizar a los jóvenes por la inseguridad”.
Luego de la reunión y tras repudiar tanto el secuestro de la joven como las intenciones de Scioli de bajar la edad de imputabilidad, las organizaciones convocaron al próximo 12 de diciembre a una movilización a Plaza de Mayo para “abrazar a todos los niños y adolescentes del país” e insistir con la necesidad de una asignación universal para todos los menores de 18 años. Las consignas serán las mismas: que los niños “vuelvan a ser los únicos privilegiados” y que “no son peligrosos sino que están en peligro”. Pero las precauciones a la hora de marchar serán otras, nadie lo duda.
Entre Spinoza y Hobbes o el miedo, la inseguridad y la política
El filósofo Ricardo Forster analiza la continua presencia del miedo en el pensamiento político moderno para explicar cómo en torno de la “inseguridad” se movilizan ahora los recursos materiales y simbólicos de una derecha que busca motorizar los “reflejos” regresivos de la sociedad. Y advierte sobre el papel de los medios.
Por Ricardo Forster *
La agenda de los medios de comunicación es recurrente y cíclica; ciertos temas regresan a escena cuando es necesario atizar en amplios sectores de la población la insoportable sensación de una inseguridad creciente que se asocia, en el imaginario colectivo incentivado por los lenguajes mediáticos, con el miedo.
Esa antigua pasión que acompaña a los hombres desde la lejanía de los tiempos ha sido eje de un debate fundacional de la política moderna allí donde ha trazado las diferencias centrales entre
- un proyecto fundado en la utilización astuta del miedo a la inseguridad como fuente de legitimidad del poder público asentado en el uso discrecional/jurídico de la coerción y de la violencia
- y aquel otro que destacó que esa pasión negativa lo que impulsaba era un aumento del sometimiento de los individuos y un claro cercenamiento de su libertad.
El filósofo italiano Remo Bodei despliega en su excelente Geometría de las pasiones una decisiva contraposición entre las dos líneas maestras del pensamiento inaugural de lo político moderno, mostrando los caminos bifurcados que se abrieron a partir de las interpretaciones enfrentadas que en torno del “miedo” como pasión se expresaron en Baruch Spinoza y Thomas Hobbes a mediados del siglo XVII.
El miedo, según lo aborda Baruch Spinoza, como pasión negativa, como anclaje en un orden de la sumisión que impide a los seres humanos elegir su camino y que los conduce a la ciega aceptación de la tiranía y la dominación que se afinca, precisamente, en esa pasión que maniata el espíritu libertario y que sigue prisionera de una forma de trascendentalismo.
Y el miedo como una pasión positiva y racional que hace posible, en la perspectiva de Hobbes, la renuncia a un estado de peligrosidad y conflicto permanente que será reemplazado por un orden sustentado en la coerción y la renuncia al uso indiscriminado de la violencia; sin miedo a la anarquía social, sin miedo al más fuerte y a la muerte, sin miedo al conflicto y la violencia no sería imaginable el pasaje del estado de naturaleza al contrato fundacional.
- En las urbes contemporáneas, en especial en las tercermundistas,-según pensamiento de las derechas- la pobreza, la exclusión, el desempleo y la fragmentación social son el caldo de cultivo para la proliferación de diversas formas de violencia urbana. Una profunda anomia sacude a esos territorios marginados, amplificando las causas y la multiplicación de las distintas formas delictivas,
- perturbando la “tranquilidad” de los sectores acomodados que sólo atinan a identificar su “miedo” a una inseguridad amorfa, oscura, producto de mundos autogenerados y habitados por individuos socialmente desechables, incorregibles y cuya peligrosidad sólo puede ser combatida con mano dura y leyes a la altura de la “emergencia nacional”.
- Desde siempre, las clases acomodadas han transferido sus responsabilidades proyectando la idea de un “mal endémico” en la existencia “natural” de la pobreza, convirtiendo al pobre en un delincuente en potencia y borrando las huellas que comprometen a un sistema de exclusión e injusticia del que son sus usufructuarios.
- La sobreexposición mediática de fenómenos de violencia e inseguridad apunta a debilitar las acciones que tiendan a buscar caminos alternativos a los de la mera represión pero, fundamentalmente, buscan solidificar el miedo en las capas medias, amplificando su deseo de mayor control y punición, al mismo tiempo que van profundizando las marcas del prejuicio y el racismo allí donde casi siempre la violencia y la inseguridad son consecuencia, según ese relato hegemónico, del vandalismo de los sumergidos, de los habitantes de esas “ciudades del terror” que se multiplican alrededor de los barrios “decentes”.
- No casualmente se entrelaza un discurso obsesivo, machacador, que viene de los medios masivos, con el aumento del miedo en las clases medias, hasta confluir con el reclamo de mayor represión y menos garantismo jurídico que suele estar siempre representado, en el imaginario colectivo, por políticas de derecha que se instituyen en portadoras de “lo que quiere la gente” frente a gobiernos pasivos, en el mejor de los casos, o cómplices de la delincuencia.
- Esa sobreexposición mediática constituye uno de los modos de multiplicar la sujeción social y de contrarrestar cualquier proyecto de transformación de un sistema de injusticias que es la base de la anomia y la violencia, apuntando a consolidar una sociedad fragmentada, atravesada por el prejuicio, angustiada por el miedo y disponible para políticas de coerción que cuajan perfectamente con el odio de clase y la lógica racista tan al alcance de la mano cuando lo que domina socialmente es el miedo.
- Y, siempre vale la pena aclararlo, la que suele ganar con estos discursos atemorizantes es la derecha, que ha sabido apropiarse de los recursos simbólicos desplegados por la máquina comunicacional, una máquina que se ha convertido en la usina productora de esos mismos discursos que multiplican los efectos del miedo y del prejuicio.
A la derecha lo que le importa es captar los reflejos espontáneos de la gente, apropiarse de sus secretos más íntimos y sus prejuicios no siempre expresados pero intactos en sus deseos.
Y será tarea de los medios de comunicación explotar esa cantera de símbolos, miedos y deseos, movilizándolos a favor de nuevos lenguajes que van penetrando intersticialmente la cotidianidad social hasta redefinir las condiciones del entramado cultural político que está en la base de la actual gramática de la dominación.
A mayor embrutecimiento, más arraigada esa “nueva derecha” que hoy habita las calles de nuestras ciudades y las zonas perversas “liberadas” por los dueños de la información y su circulación.
Esa derecha se ve reflejada en el discurso periodístico que domina las rotativas y los canales de televisión, de un periodismo que no ha dejado de ser cómplice de los dueños del poder, tanto en épocas dictatoriales como democráticas.
Afirmar que un significativo sector de la sociedad actúa de acuerdo a lo que se puede llamar una visión de derecha, que en sus prácticas se manifiestan actitudes autoritarias, que el sesgo de sus valores es el producto del individualismo más feroz y la lógica del mercado, constata una realidad favorecida desde los medios de comunicación y replicada sin agregarle ni una coma por el universo de los lenguajes políticos, especialmente de aquellos que tienden a elaborar sus intervenciones públicas asociándose a lo que “siente el ciudadano común y corriente”.
La derecha política ha sabido aprovechar esas señales que vienen de la calle, ha buscado apropiarse del malestar de la clase media multiplicando los reclamos de represión. La idea que domina ese discurso es la de la vigilancia y la limitación de las libertades ampliando las funciones policiales, convirtiendo a la policía en mucho más que una fuerza de prevención o en un instrumento de control bien regulado por el Estado; la ilusión de la derecha es acotar los movimientos de los ciudadanos, forjar fronteras que impidan a los pobres ocupar esos espacios que les han sido vedados.
El miedo es, hoy, un aliado inmejorable para profundizar el giro hacia la derecha, para apuntalar una sociedad de la vigilancia y el castigo que privilegie la seguridad a la justicia, la intervención policial al mejoramiento de las condiciones de vida. La derecha sabe qué exigir porque ha logrado captar el alma de gran parte de la sociedad, ha sabido trabajar en sus zonas más oscuras, mutando la vergüenza ante esos sentimientos por su reivindicación pública.
Mirar el mundo desde el miedo es
- lo peor que le puede suceder a una sociedad,
- es el punto de partida de inéditas formas de violencia,
- la condición de posibilidad de su aceptación.
- La derecha, desde siempre, ha sabido trabajar con el miedo, entiende la escena que se configura a partir de ese sentimiento apasionado, terrible que, sabía es absolutamente negativo, pero que constituye el humus de todos los discursos de la vigilancia, la punición y la infantilización de la sociedad.
- Tener miedo abona el terreno para la consolidación de sentimientos cuyo principal agente de vehiculización fue y es la derecha.
- Lo inédito, tal vez, es que junto al miedo se manifiesta el dominio abrumador de prácticas articuladas alrededor de la industria del espectáculo, del ocio y de la amplificación de mundos artificiales prometedores de paraísos para todos los que logren permanecer de este lado de la línea.
- La retórica de la derecha puede apelar a motivos que antes parecían provenir de otras alternativas: la realización personal, el disfrute de la vida, el cuidado del cuerpo, el goce sensual, la despreocupación por el mañana para afincarse en el puro presente.
- En el imaginario de las clases medias y de los sectores populares que han logrado sustraerse a la marginalidad, la pérdida de algunas de estas dimensiones de la vida cotidiana representa, a sus ojos alarmados, el horror de la pobreza, ese deslizamiento hacia la oscuridad de una indigencia cuyo fantasma aterroriza las noches de la gente decente.
- En esas zonas vulnerables, la derecha seguirá proliferando, encontrará, como hasta ahora, las correspondencias imprescindibles desde las cuales multiplicar el dominio de su propia visión del mundo.
* Doctor en Filosofía. Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).