lunes, 1 de diciembre de 2008

- Contrainsurgencia Informativa en la Guerra de Baja Intensidad -

Contrainsurgencia Informativa en la Guerra de Baja Intensidad

Stella Calloni

2008-11-21

En momentos en que América Latina está sometida a una invasión silenciosa en varios frentes: político, económico, militar, científico, informativo, cultural, dentro del entramado de una renovada Doctrina de Seguridad nacional y su actualizado esquema contrainsurgente, la información se ha convertido en un arma de guerra.

La apropiación de los medios masivos de comunicación por el poder hegemónico mundial transformó la relación de estos con la sociedad y el arma de la desinformación forma parte de la guerra sicológica, como un elemento imprescindible para los nuevos diseños de contrainsurgencia trazados en las últimas décadas.

El objetivo es horadar proyectos políticos que resisten a los planteos hegemónicos y las operaciones de guerra sucia son utilizadas para avanzar en los nuevos planes geoestratégicos de recolonización de América Latina.

La ajustada red de medios que responden a un centro de diseños contrainsurgente, ha logrado socavar las instituciones más representativas de la vida soberana de nuestros pueblos.

Samir Amin
Como resultado tenemos ante nosotros una evidencia incuestionable. En palabras de Samir Amin estamos viendo cómo “la efectividad, la credibilidad, y la legitimidad de la democracia han sido horadadas(…) y es especialmente difícil hacer predicciones en un período como este cuando todos los mecanismos políticos e ideológicos que gobiernan la conducta de los diversos actores han desaparecido. Cuando llegó a su fin el período de la post-Segunda Guerra Mundial, la estructura de la vida política colapsó. Tradicionalmente las luchas políticas y la vida política se dan en el contexto de los estados nacionales cuya legitimidad no era cuestionada. Yo señalo - decía Amin en una entrevista con la autora- que se cuestionaba la legitimidad de un gobierno, pero no la del Estado.”

Y en este sentido, hay que considerar que detrás y dentro de esos estados “los partidos políticos, los sindicatos, organizaciones estudiantiles y diversas instituciones y todo aquello que los medios de comunicación llamaban ‘la clase política’ eran la estructura básica del sistema en que se expresaban los movimientos políticos, las luchas de clases y las corrientes ideológicas. Pero ahora nos encontramos que en todos los lugares del mundo estas instituciones han perdido en un grado u otro gran parte, sino toda, su legitimidad. La gente ya no cree en ellas y en su lugar, han surgido movimientos de diversa suerte, movimientos centrados en las demandas sectoriales, movimientos por la democracia o la justicia social, y movimientos que afirman su identidad como comunidades étnicas o religiosas. Esta nueva vida política es por eso altamente inestable”.

Por supuesto se marca como una excepción y una “recuperación” asombrosa la existencia de gobiernos que han logrado recuperar la confianza popular y cambiar este escenario en los últimos tiempos, provocando la ira del imperio.

Contando con las desacreditaciones que aún persisten, la guerra contrainsurgente se mueve como el pez en el agua. Puede fácilmente, alimentando a las derechas más fundamentalistas, también digitar movimientos sociales, grupos que tienen algunos referentes de izquierda, sectores diversos y derribar murallas que parecían inexpugnables. Y resulta fácil penetrar mediáticamente a todos los sectores desarmados ideológicamente y especialmente a las clases medias tanto altas como bajas en diversos países.

La torre de babel no sólo confunde a los pueblos desinformados y manipulados hasta la saciedad por el sistema, sino lamentablemente a lo que caracterizábamos en algunos casos como sectores “progresistas” o de izquierda, con una cantidad de matices cada vez más desdibujados.

En la era de la desinformación, los más sofisticados

análisis sobre la incidencia de las nuevas tecnologías no pueden ignorar en planteamientos abstractos a los millones de muertos que dejó y deja la guerra contrainsurgente, la doctrina de seguridad nacional y el anticomunismo, que están en pleno auge bajo el disfraz de lucha antiterrorista, que impulsa Estados Unidos. Esto nos abarca a todos los latinoamericanos porque fuimos y somos considerados eufemísticamente el “patio trasero” lo que se traduce como la “reserva estratégica” del imperio.

Es evidente esta consideración en el diseño de la Nueva Seguridad Hemisférica anunciada por George W.Bush en el año 2002, que en realidad se actualiza sobre todas las experiencias anteriores.

Hay muchos nuevos elementos de la realidad para estudiar más allá de los propios enunciados del poder hegemónico.

Debemos saber cuáles son nuestras debilidades sobre las que estos proyectos pueden actuar más eficazmente y cuáles los argumentos para hacerlo. Por supuesto el apoderamiento de los medios masivos de información ha sido un paso estratégico para estos objetivos.

Por nuestra parte las democracias de los años 80-90, que nacieron bajo las imposiciones del poder mundial en reemplazo de las dictaduras- que, a su vez, cumplieron con su cometido de “limpiar el camino” mediante genocidio en la región para imponer más fácilmente y sin resistencias los nuevos planes de dominación -cambiaron las características de nuestras sociedades.

Era lógico que los gobiernos de “las democracias de seguridad” impuestos fracasarían ante las desesperadas expectativas de los pueblos que salían del terror absoluto. Esto también estaba previsto como el “desencanto” de las democracias.

Los medios cumplieron su labor terrorista como lo habían hecho durante las dictaduras para colaborar a destrozar la imagen que los pueblos tenían, en sus más soterradas memorias, de las democracias reales.

En esa situación, Samir Amin llamó la atención sobre las agendas del “culturalismo” cuando comienzan a surgir movimientos y “comunidades (religiosas, étnicas,sexuales, u otras) que tienen sus propios valores irreductibles, y que no precisamente tienen significación universal”, en tiempos en que existe una estrategia política global para el gobierno mundial.

“El objetivo de esta estrategia es producir la más grande fragmentación posible de fuerzas potencialmente hostiles al sistema, apadrinando la atomización de las formas estatales de organización de la sociedad (….)En conexión con esto, se da la bienvenida a la posibilidad de manipular demandas basadas en las identidades separadas. La cuestión de la identidad de la comunidadad étnica, religiosa, o de cualquier otra clase es por eso uno de los problemas centrales de nuestro tiempo. El principio democrático básico, que implica el respeto real por la diversidad (nacional, étnica, religiosa, cultural e ideológica), no puede mostrar ninguna excepción. La única manera de sostener la diversidad es mediante la práctica de una genuina democracia. Fallando esto, llega a ser inevitablemente un instrumento que el adversario puede usar para sus propios fines”, añadía.

Estos no son sino algunos señalamientos de cambios sociales que es necesario registrar en el abordaje del terreno en que actúa la contrainsurgencia informativa y lo que se ha logrado penetrar y confiscar.

Nos permite también analizar la significación que tienen los nuevos golpes “suaves” que tan bien promueven los medios de información masiva, los daños provocados por la intoxicación informática y como consecuencia la posibilidad de llevar a los pueblos a actuar contra sí mismos, como lo hemos visto en las recientes operaciones contrainsurgentes en diversos países de nuestra región.

Un ejemplo es lo actuado en Argentina entre marzo y junio de este año en el mal llamado “conflicto del campo”, que puso en evidencia la capacidad del sistema mediático contrainsurgente de actuar sobre una sociedad fragmentada y pasible de ser intoxicada o paralizada por una contundente acción mediática. El país fue colocado al borde de un “golpe suave” sin que fuera esto advertido por algunos sectores de la población, produciéndose el hecho de que algunas agrupaciones de izquierda actuaron junto a los sectores golpistas de la extrema derecha e incluso a figuras de la pasada dictadura militar.

La des-información es el arma más activa en los nuevos ensayos de “golpes suaves” como hemos visto en los últimos tiempos especialmente en Bolivia.

Es una acción típica de contrainsurgencia donde se registran todas las variables de las “guerras sucias” y psicológicas, que a través del terrorismo mediático intentan erosionar las bases de gobiernos e instituciones, así como partidos o personalidades políticas, “no confiables” o “enemigas” del poder hegemónico. Y también activar los mecanismos golpistas, de todo tipo.

Se miente masiva y globalmente con una impunidad mafiosa y sin la posibilidad de una respuesta del mismo nivel, lo que deja a América Latina en manos de un poderoso enemigo, que además ataca deliberadamente al alma de los pueblos: su cultura y su identidad.

Los medios masivos de comunicación sustraídos a su función prioritaria de informar con veracidad y educar mediante programas específicos, resultan así sembradores de colonialismos tardíos y avanzadas coloniales sobre nuestros países.

Son tiempos en que la palabra mata y oculta crímenes brutales bajo envolturas de mensajes muy bien calculados. Las palabras son claves en diseños de guerras reales y cibernéticas, con comandos especializados, con criminales atípicos, que no llevan armas sino discursos mediáticos, tan destructivos como un misil. Los generales mediáticos y sus soldados, bien pagados y alimentados por la corrupción, son la avanzada primera de las tropas de ocupación.

El periodismo actual debe entender la responsabilidad

que le cabe cuando sirve a los diseños políticos guerreristas, a los terrorismos de Estado, abiertos o encubiertos, cuyo mejor y trágico ejemplo es hoy Irak donde ya se registran más de un millón 200 mil muertos.

En este caso la actividad mediática es tan criminal como el que deja caer las bombas asesinas. Guantánamo es hoy un símbolo del silencio de una prensa que se autocensura como espectadora de un delito de lesa humanidad, transmitido pasivamente por las redes del poder mundial, sin que nadie actúe.

HISTORIAS OLVIDADAS

En nuestra historia reciente podemos registrar algunos acontecimientos claves como fue la brutal invasión a Panamá el 20 de diciembre de 1989, un antecedente básico de todo lo que se actuaría en la región y en el mundo en los años 90 y 2000. La invasión estuvo precedida por una campaña desinformativa que en este caso logró penetrar en sectores progresistas y de izquierda, paralizando acciones en defensa de un pueblo agredido como lo fue el panameño entonces.

En 1989 esta invasión marcó un hito sobre lo que vendría. La manipulación informativa sobre “las razones” que adujo Estados Unidos para invadir un pequeño país de poco más de dos millones de habitantes, dividido en dos por un enclave colonial que la potencia hegemónica mantenía desde principios del siglo pasado, fue increíble y burda y aún es imposible entender cómo se paralizó América Latina .

Los medios estadounidenses y sus repetidores mantuvieron la atención mundial sobre los sucesos en Rumania y la visión televisiva de Panamá fueron trazadoras de luces, mientras se cometía la atroz invasión con aviones, barcos, tropas, que salían desde las bases del Comando Sur, es decir desde el propio territorio panameño.

Fue uno de los actos de mayor cobardía, considerando que Panamá tenía fuerzas armadas incipientes (en formación) y sin ningún tipo de armas para resistir una invasión incluso mucho menor que la que sucedió.

Hasta hoy en la mayor parte del mundo se ignora que allí murieron miles de personas, y que hay desaparecidos, que inspiraron a las madres a hacer homenajes permanente arrojando flores al mar y que existen tumbas colectivas, de las que se han abierto sólo algunas para mostrar los horrores de la invasión. Y en Estados Unidos se ocultó la cantidad de soldados muertos o heridos. Como Guantánamo, el silencio esconde la memoria de un pequeño país arrasado y sometido antes a una de las más descarnadas guerras sucias. Se ocultó, además, que en esa invasión se probaron nuevas armas y nuevas tecnologías de guerra. Panamá fue la “Guernica” de América.

Esta impunidad fue el experimento que necesitaba Estados Unidos para llevar adelante la llamada operación “Tormenta del desierto” al comenzar los años 90 donde se movilizó una coalición internacional para supuestamente obligar a Irak a retirarse de Kuwait, empleando varias de las armas y equipos, como los aviones silenciosos probados en Panamá. Era el preludio de los horrores del siglo XXI.

En ambos casos los medios informativos, con el modelo de la noticia continuada y al momento implantado por CNN, impusieron como verdad única e indiscutible la información que proveía el Pentágono estadunidense.

Estados Unidos y sus asociados podían actuar con las manos desatadas y sin ningún control, porque los medios masivos de comunicación en el mundo, salvo raras excepciones -que además tienen un escaso radio de influencia- transmitían los partes del Pentágono como información.

Todo el dispositivo de propaganda que Estados Unidos armó durante la Guerra Fría en su combate contra la entonces Unión Soviética, fue globalizado y después de la caída de la URSS, simplemente, sin competencia, alguna avanzó sobre el mundo.

Las miles de víctimas de ese poder siniestro y sigiloso, entre muertos, heridos, torturados, despojados y maltratados, han sido ocultadas por una desinformación tolerada o admitida. En muchos casos ayudada por la confusión de algunos intelectuales, que sin poder separar el árbol del bosque, trabajaron a favor de las falsas argumentaciones imperiales.

Ninguno de ellos tiene la humildad suficiente para volver atrás y reconocer el error, lo que también deja huérfanos de la verdad a los pueblos y posibilita la escasa solidaridad con las víctimas de estas guerras preventivas, sin límites y sin fronteras.

Otro caso que mostró las debilidades en nuestro propio campo, fue la desintegración programada de la ex Yugoslavia entre 1991 y 1995 y todo lo actuado en las diferentes etapas de esta desintegración con el más acabado diseño contrainsurgente de Estados Unidos, sus socios europeos y la OTAN.

Esto también desintegraría a las Naciones Unidas convertida en una presencia de papel en todos estos conflictos.

La desinformación y el acatamiento de algunos intelectuales a las campañas de guerra sucia y psicológica que fueron derrumbando las bases de la ex Yugoslavia y su desmoronamiento posterior, dejó una suma de pequeñas repúblicas, bien manejables a los efectos del control y la dominación en una zona estratégica. No es casual que el ex embajador de Estados Unidos en Bolivia Philip Goldberg, experto en azuzar aparentes o reales conflictos étnicos y raciales, haya sido enviado en vía directa desde Kosovo a la Paz, de donde fue expulsado por el presidente Evo Morales. Todo un símbolo. Goldberg era un activo participante en el golpismo en ese país, y un activista del ejercicio de un terrorismo mediático en los medios que jaquean al presidente y al pueblo boliviano.

¿Estudiamos el terrorismo mediático aplicado en ambos casos o nos sometimos a la dinámica que nos impone el sistema de dejar atrás rápidamente esa historia de muerte y depredación, para admitir un hecho criminal como un hecho consumado e irreversible?.

EL TERRORISMO DE ESTADO MUNDIAL

Esto son sólo algunos ejemplos sugeridos para sumergirse a fondo en estas historias y otras que nos hubieran permitido establecer murallas en las batallas de ideas y un auténtico pensamiento crítico, sin abstracciones, porque de fortalecer la conciencia de los pueblos es de lo que se trata en todas estas elaboraciones.

Las simplificaciones asombrosas ayudan a los designios imperiales. Por ejemplo cuando hablamos de terrorismo imperial parece que todo hubiera comenzado como “una respuesta” al difuso accionar de un ambiguo “terrorismo internacional” fundamentalisa, esquivo, inatrapable.

Al Qaeda, nacido de las propias entrañas del imperio, es un típico ejemplo de un “enemigo” que el poder hegemónico ubica a su antojo donde lo necesita, para justificar luego sus acciones, como a lo largo de su historia fabricó “enemigos” y atentados destinados a favorecer sus planes de dominación.

El terrorismo de Estado escenificado hoy por la potencia hegemónica, es tan viejo como el nacimiento de ese país y va desde la esclavitud o las matanzas indígenas a manos de los “civilizados” colonizadores, hasta las invasiones actuales y no sólo militares.

Casi nadie recuerda en estos tiempos que los colonos “ganaban” sus posesiones en Estados Unidos a sangre y fuego luchando aparentemente contra los “ejes del mal”, entonces personificados por las comunidades indígenas dueñas de esas tierras durante miles de años.

Estas acciones terroristas tenían reconocimiento explícito en Washington que daba la posesión de los territorios “ganados” al “enemigo”.

¿Y lo actuado en los tiempos de la expansión que costó tantas vidas y territorios a nuestra América en el siglo XIX y que prosiguió a lo largo del siglo XX, después de que el imperio naciente había frustrado nuestras independencias, situación que sigue con matices hasta nuestros días?

Fueron terroristas las formaciones de los asesinos paramilitares en la Centroamérica de los años 30 y en las invasiones posteriores, que dejaron miles de muertos en nuestra América. Y lo fueron las dictaduras “bananeras” y las de la Seguridad Nacional del siglo XX.

Es el mismo terrorismo que se aplica hoy, sólo que con nuevos métodos, fruto de las nuevas tecnologías y de la implantación de la dictadura global en los años 90.

Las democracias de la seguridad nacional (estadunidense) fueron trazadas mucho antes de los atentados que desplomaron las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, hecho que fue absolutamente funcional para las necesidades geoestratégicas de ponerlos en marcha y asegurarse el control del mundo en el siglo XXI.

Colombia, cuyo pueblo es víctima de un largo y sinuoso terrorismo de Estado encubierto, es un modelo para entender de qué tratan las democracias de Seguridad y supuestamente antiterroristas, que propone Washington.

Ese país, estratégicamente enclavado, es una espina de tuna en el corazón de América Latina. Cada día el terrorismo de Estado sigue cobrando nuevas víctimas. Y Colombia no está tan lejos como Irak para argumentar que no se sabe lo que pasa.

Es el país que más muertes por la violenta intervención estadunidense tiene a lo largo del siglo XX y hasta la actualidad.

El papel de los medios colombianos en estos tiempos requiere de una investigación y análisis como lo que se hizo con Ruanda. Y es urgente la respuesta solidaria al pueblo de Colombia, que resiste desde hace años,como uno de los pasos imprescindibles de una América Latina, si quiere concretar su independencia definitiva.

Es que hoy, ahora, Colombia es la sede del más ambicioso Plan Geoestratégico de Recolonización de la región, que se diversifica en otras derivaciones similares. El Plan Colombia y sus aledaños, como el Puebla Panamá (Mesoamérica ahora) o el Mérida de México y tantos otros, es la mayor amenaza sobre los pueblos de América Latina y el Caribe.

No hay demasiado tiempo para detener su paso por el continente, que además de registrar la presencia de bases y tropas estadounidenses con “inmunidad” para actuar, que recorren nuestras fronteras, tiene un ejército sin uniforme, ocupando casi todos nuestros países. Está desplegado a través de las instituciones de inteligencia como el FBI, la CIA, la Dea y las inefables Fundaciones de nombres seductores y cuentan con miles de grupos de bases, al apoderarse de la mayoría de las Organizaciones No Gubernamentales (ONGS), una verdadera, silenciosa y disimulada avanzada contrainsurgente.

Montándose sobre la tragedia del desempleo, ofrecieron fondos de financiamiento supuestamente donados por “generosas fundaciones” para los proyectos de algunos grupos sociales, que en muchos casos no sabían lo que había detrás.

Basta estudiar las conexiones de algunas de esas

fundaciones como la Nacional Edowment Founation,(NED) cínicamente llamada en español Fundación para la Democracia o la USAID (la antigua Agencia Internacional para el Desarrollo, de trágica historia) o el Instituto Republicano y otros, actuando como las “caras sociales” de la CIA, para advertir el impresionante listado de los nuevos cruzados civiles de la contrainsurgencia en América Latina.

Remozados los esquemas contrainsurgente y los Conflictos y Guerra de Baja Intensidad en los años 90, la escalada actual no es sino el cumplimiento de los enunciados de Seguridad Hemisférica y del diseño de la guerra preventiva, sin fronteras, sin límites, aboliendo todas las conquistas del derecho internacional, la soberanía y la autodeterminación de los pueblos.

Adolf Hitler hablaba de las fronteras seguras para extender el nazismo y así avanzó y sometió a varios países Ahora, con la misma concepción, Estados Unidos y sus asociados declaran que el mundo es todo en su conjunto la “frontera segura” en sus nuevos esquemas guerreristas.

Y detrás- lo dicen también abiertamente- están las necesidades cada vez más acuciantes de recursos naturales, que el capitalismo en su perverso esplendor dilapidó sin control.

Los medios privados y la incitación al genocidio.

Recientemente el Centro Internacional de Investigación y Desarrollo de Canadá publicó el informe “Los medios y el genocidio de Ruanda” editado por Allan Thompson (2007) donde se cita una declaración de Kofi Annan, ex secretario general de la ONU. Hablando en la Escuela de Periodismo y Comunicación de la Universidad de Carleton en Ottawa, denunció Annan que “los medios de comunicación fueron usados en Ruanda ara diseminar odio, para deshumanizar a la gente, y más aún para guiar a los genocidas hacia sus víctimas. Tres periodistas y propietarios de medios han sido encontrados culpables de Genocidio por el Tribunal Criminal Internacional para Ruanda, y también de incitación al genocidio, conspiración y de cometer crímenes contra la humanidad. Debemos encontrar una vía para responder a tales abusos de poder...”

Esta declaración fue silenciada a nivel mundial.

En el caso de Rwanda, Thompson habló de “los medios del odio en Ruanda—a través de sus periodistas, locutores y ejecutivos—que jugaron un rol instrumental en el establecimiento de las bases para el genocidio, luego participaron activamente en la campaña de exterminación”.

Al evaluar el veredicto de culpabilidad emitido por el Tribunal del Crimen Internacional en el juicio sostuvo que “el propósito de revisar el rol de los medios en el genocidio de Ruanda no es solo para recordar. Aún tenemos mucho que aprender sobre este particular y examinar la manera en que periodistas y empresas de medios se condujeron durante la tragedia y esto no es solo un ejercicio histórico. Tristemente, da la impresión que no hemos discernido ni entendido completamente las lecciones de Ruanda.”

El juicio estaba referido a los sucesos en Ruanda cuando el 6 de abril de 1994 el presidente de ese país Juvenal Habyarimana fue víctima de un atentado contra el avión en que viajaba que se estrelló, cuando se había logrado firmar la paz en Arusha, Tanzania en 1993 entre una población mayoritaria Hutu y la minoría Tutsi.

El mismo día medios locales atribuyeron el crimen a los tutsis y en la noche ya comenzaron los asesinatos de miles de ruandaneses. Escuadrones de la muerte lanzaban granadas en todos los lugares y refugios. Algo similar a lo ocurrido en 1948 cuando fue asesinado en Colombia,el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, que con un discurso socialista original era respaldado por las mayorías populares. La mano de la CIA actuó entonces y la rebelión del pueblo fue sofocada por una brutal represión y el uso de los “pájaros” (paramilitares) que sembraron la muerte en los campos colombianos. Se calcula en 300 mil los muertos por la llamada “violencia” entonces.

En Ruanda se calcularon alrededor de un millón de muertos y en el año 2003, “el veredicto en el Juicio a los Medios de los ejecutivos de la estación RTLM y el periódico Kangura, el Tribunal Criminal Internacional para Ruanda confirmó sin ninguna duda el rol de los Medios privados de comunicación en los asesinatos(...)demonizando a los Tutsi y acusándolos de poseer inherentemente condiciones diabólicas, igualando grupos étnicos con ‘el enemigo’ y presentando a sus mujeres como ‘seductores agentes’ enemigos. Los medios llamaron a la exterminación de los grupos étnicos Tutsi como una respuesta a la amenaza política que ellos asociaban con esta etnia” (Veredicto del tribunal 2003: parágrafo 72)

Thompson estima “que gran parte de la matanza hubiera podido evitarse de no haber sido por el papel jugado por los medios”y finalizó su trabajo con un grito “de la humanidad” a los periodistas para que asuman sus responsabilidades.

Si he citado la tragedia de Ruanda es para preguntar ¿qué nos recuerda todo esto, mientras el mundo mira impasible el genocidio que cometen los invasores y ocupantes de Irak, contra el pueblo de ese país?.

Afganistán a Irak fueron señalados como “los ejes del mal”. Pero para que existiera la posibilidad de invadir y ocupar ambos países los periodistas mayoritariamente se prestaron a la confabulación más grosera de la mentira. Los medios mintieron a sabiendas de que cada palabra mataba a centenares de seres humanos. ¿Quien los castiga?.

LA OPERACIÓN COLOMBO

De la misma manera que en el caso de Ruanda se silenció el castigo reciente de la justicia chilena a los medios de comunicación y periodistas que participaron en la Operación Colombo planeada por la dictadura de Augusto Pinochet con la ayuda de la CIA, los escuadrones de la muerte de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) y sectores de inteligencia y seguridad del gobierno argentino de entonces (1975).

La prensa fue clave para este engendro contrainsurgente de “guerra sucia”, cuando Pinochet elaboró un plan para engañar a Naciones Unidas que le reclamaba por una lista de 119 personas desaparecidas.

Entonces se decidió que harían aparecer cadáveres en Argentina en distintos lugares, a los que se colocó entre las ropas documentos falsos, que tenían el nombre de cinco de los chilenos que demandaba la ONU. Pero además sobre los cadáveres se extendieron pancartas donde supuestamente se trataba de una “venganza” del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile. Es decir que los presuntos exilados se estaban peleando entre sí. Por otra parte se armó un conjunto de informaciones en medios de Argentina, Brasil y México, que debían ser “tomadas” por la prensa chilena-entre ellos el diario El Mercurio”- mintiendo sobre un enfrentamiento en la zona de la frontera argentino-chilena, entre grupos de guerrillas que supuestamente intentaban entrar-como si fuera un juego de niños cruzar la cordillera- para actuar en Chile, lo que agregaba otros 69 muertos supuestamente en enfrentamientos que nunca sucedieron.

Esta información apareció entre otros medios en el diario O’Día de Brasil, al que se le entregó una buena suma de dinero cuando estaba en quiebra. En Argentina los hombres de José López Rega el ex ministro de Bienestar Social del último gobierno del general Juan Domingo Perón( entre 1973 y 1974) y creador de la Triple A hizo publicar por una sola vez la revista “Lea”.

En esa edición la presidenta María Estela Martínez de Perón, que había sucedido a su esposo fallecido en julio de 1974, dijo estar asqueada “por la peleas en que se estaban matando los izquierdistas chilenos”.

Lo cierto es que todos los de la lista estaban desaparecidos en Chile y hasta ahora nadie sabe a quien pertenecían los cadáveres encontrados en la Argentina.

La justicia llegó tarde, pero llegó y en este caso 33 años, se impuso el pago de una indemnización al periódico El Mercurio y otros que participaron en esta ronda de ocultamiento y muerte. Y también se impusieron castigos a los periodistas participantes en esta siniestra acción contrainsurgente.

Vale recordar que cuando los comandos de la CIA, la DINA, y los grupos terroristas cubano- norteamericanos de Miami, asesinaron en un atentado en Washington a Orlando Letelier, ex ministro del heroico presidente chileno Salvador Allende, en septiembre de 1976, el entonces jefe de la Cia George Bush (padre) dijo a la prensa de su país, siguiendo el esquema de la Operación Colombo, que había sido “una acción de venganza de izquierdistas refugiados”. Bush sabía muy bien quien había matado a Letelier porque eran sus propios hombres de la CIA y los grupos cubanos que visitaban a diario sus oficinas donde se trazaban infinidad de ataques terroristas, como el que sucedió poco tiempo después contra el avión cubano en Barbados y que dejó 73 víctimas.

Ahora la posibilidad de hacer lo mismo que se hizo en aquellas operaciones contrainsurgentes se puede escenificar a nivel mundial ya que una sola potencia y sus comerciantes de la información controlan la mayoría de los medios.

En nuestros países los medios masivos y monopólicos son simplemente reproductores conscientes de un proyecto de desinformación que puede llevar muerte y destrucción y viola derechos soberanos y universales.

Ya en los años 90, en los nuevos trazados de la GBI los enemigos eran el narcotráfico, el terrorismo, el narcoterrorismo, las insurgencias ligados a estos, previendo conflictos sociales de envergadura, resurgimientos indígenas, campesinos, como una respuesta al plan neoliberal sin anestesia que se impondría.

Uno de los planes estratégicos prioritarios fue el apoderamiento de todos los medios masivos de comunicación concentrados bajo un poder central. La TV en sus manos, el control de las nuevas tecnologías, significaba asegurar el primer golpe de la guerra que ya se trazaba como lo que es ahora.

Como lo han señalado varios analistas, entre ellos Thierry Meyssan bien sirvió el concepto de “información contínua” por la forma en que difunde imágenes en forma inmediata y esto hace que los televidentes crean que están absolutamente informados, cuando sólo se le muestran hechos registrados al momento, manipulados y sin contenido alguno.

Como dice Meyssan “ el periodismo no es una técnica de descripción, sino un arte de la comprensión. Lejos de garantizar la verdad, la inmediatez la hace vulnerable a las apariencias y a los prejuicios”.

Que hay fugas, las hay, pero son infinitamente menores a lo que logrará el equipo mundial de desinformación en su tarea de ocultar y deformar la realidad.

VOLVER A LAS FUENTES

Estudiar lo actuado, por ejemplo en Guatemala cuando Estados Unidos invadió ese país en 1954, o en Cuba en 1961, en su intento de invasión a la isla que fue derrotado por el gobierno revolucionario y el pueblo heroico, o en Santo Domingo en 1965 para impedir la asunción de líder Juan Bosch o más cercanamente el golpe contra el presidente Salvador Allende en 1973 en Chile, para entender que nada ha cambiado en la matriz terrorista del imperio.

El calco de lo actuado contra Allende y la Unidad popular en Chile nos lleva inevitablemente, al entramado que precedió al golpe contra el presidente Hugo Chávez en Venezuela en abril del 2002 . En este caso hay que recordar la histórica derrota de esa asonada a manos del pueblo venezolano y sectores patrióticos del ejército, que reinstaló al mandatario menos de 48 horas después, lo que nunca había sucedido en el mundo.

Esto y las sucesivas votaciones del pueblo venezolano significaron también la derrota de la campaña de terrorismo mediático, a los que la Ned, USAID y otras fundaciones estadounidenses destinaron millones de dólares. En Venezuela- como otro hito histórico se rescató de los rescoldos de la buena memoria el pensamiento contra-hegemónico básico en estos tiempos como es el bolivarismo, con que ya Simón Bolívar desafió al imperio en el siglo XIX.

Y también podemos comparar visiblemente lo actuado por la CIA en Chile y lo que ha sucedido en los últimos tiempos contra el presidente Evo Morales, que como Allende fue perseguido desde mucho antes de llegar al poder, como lo admiten documentos descubiertos en Estados Unidos.

Lo que no se dice tampoco, es la calidad de la resistencia latinoamericana en nuestros tiempos, la conformación de un nuevo mapa, que con las diferencias visibles entre algunos países, ha protagonizado los más serios desafíos a Estados Unidos, propinando derrotas diplomáticas y otras que son ya parte de la historia de las resistencias.

A nivel popular no hay un continente que registre tal cantidad y calidad de movilizaciones populares en el mundo, como sucede en América Latina.

A punto de cumplir 50 años, la revolución cubana, en una isla pequeña, situada sólo a 90 millas de la mayor potencia hegemónica del mundo, estamos celebrando la mayor hazaña ocurrida en nuestro continente ante el heroísmo y la capacidad de resistencia de un pueblo sitiado por un bloqueo medioeval desde hace casi medio siglo y por los constantes ataques de este terrorismo de Estado mundial del que hablamos.

¿Cómo lo hizo?. Es una historia única en el mundo y un hito para la humanidad. Cuba fue la única luz que brilló en momentos de tinieblas en nuestra América. Y a esa revolución le debemos haber podido responder- gracias a su eterna solidaridad- a muchos de los golpes contrainsurgentes que llevan casi dos siglos sobre nuestros pueblos.

Esto nos obliga a buscar caminos de resistencias múltiples. Ha llegado la hora de recuperar la palabra, de instalar la verdad sobre las mentiras que hacen cómplices a los pueblos de crímenes atroces, por ignorancia o confusión. Este es el siglo de América Latina, es la hora de los pueblos. No perdamos uno de los momentos claves en la historia de lucha por recuperar nuestras independencias defintivas y con esto también nuestros medios de comunicación, nuestra formas auténticas de expresión y las culturas adormecidas.

Estamos constantemente hablando de temas como las consecuencias de la enorme concentración del poder en los medios de comunicación. Tenemos cifras, datos incuestionables, denuncias que vienen desde hace tiempo en distintos congresos, pero en este punto hoy es escasa la reflexion sobre qué hacer frente a esta ofensiva mediática.

Nosotros tenemos que revisarlo todo. Existe un momento histórico único, pero podemos perderlo a pesar de que está en nuestras manos hacer algo distinto. Que el siglo XXI sea el de América Latina Libre como un homenaje a todos los que lucharon desde los inicios de la colonización hasta nuestros días.