lunes, 8 de diciembre de 2008

Obama: presionado por un masivo movimiento de protesta que lo obligó a comenzar a radicalizar su apuesta . De las "luchas en movimiento" dependerá USA

Obama: presionado por un masivo movimiento de protesta

que lo obligó a comenzar a radicalizar su apuesta .

De las "luchas en movimiento" dependerá EE.UU.-


Presentamos una investigación que puede servir de importante

aprendizaje para quienes, de una manera u otra, pertenecemos al

"campo popular en movimiento"


Casi todos los economistas, sociólogos, politicologos, intelectuales, de todas las ideologías (desde las centristas, pasando por las progresistas (Zaiat, entre nosotros) y las izquierdistas, OMITEN EN SUS CONSIDERACIONES LAS LUCHAS DIVERSAS, COMPLEJAS, CONSTANTES, RELIGIOSAS, DE MOVIMIENTOS SOCIALES DE LO MÁS DIVERSOS, DE HABITANTES DEL MUNDO POPULAR, DE DESPOSEÍDOS, DE DESOCUPADOS, DE DEFRAUDADOS, DE OBREROS, QUE SON PARTE FUNDAMENTAL DE TODO PENSAMIENTO ECONÓMICO QUE SE PRECIE DE ROZAR AL MENOS LA VERDAD.-
UN EJEMPLO DE ESTO SON LAS CONSIDERACIONES SOBRE LA SALIDAS A LA CRISIS DE 1929 EN EE.UU. Y A LO QUE PUEDE PASAR HOY EN USA, SI OBAMA NO RESPONDE A LOS SUEÑOS POPULARES DIVERSOS DEPOSITADOS EN SU FIGURA.-
Biblioteca Paco Urondo


Las elecciones en Estados Unidos

HETE AQUI LA CUESTIÓN:
"En cuanto a Barack Obama, su mensaje de “esperanza” y de “cambio” ofreció un pizarrón en blanco en el cual sus simpatizantes podían escribir sus deseos." NOAM CHOMSKY.-

Obama deberá responder al pueblo de norteamérica, de los dibujos, imágenes, palabras y sueños que expresen en ese "pizarrón en blanco"... Trataremos de demostrar por qué razones esto debe ser así (Y de no ser así, no será nada)
-Biblioteca Paco Urondo


Obama: la línea de inmanencia



En las últimas décadas hemos asistido a una significativa transformación de la soberanía: mientras el credo neoliberal convertido en práctica legislativa operaba una transferencia del poder soberano del Estado hacia las instituciones financieras y los mercados, la globalización imponía la insuficiencia de la escala política nacional en el ejercicio del gobierno. Sin embargo, y pese a lo profundo de la transformación desatada desde el inicio de la década de los 80, el principio lógico fundamental de la función soberana ha permanecido inalterado: la unidad en la trascendencia.

En estos agitados días poselectorales se vive en Nueva York una sobrexcitada circulación de opinión y una producción progresista de debate cuyo alcance se trata de circunscribir a dos ideas repetidas en artículos y tribunas públicas.

  1. La primera remite a una moralización de la actual crisis que distingue entre supuestos buenos capitalistas y supuestos malos capitalistas, culpando a los segundos de la debacle financiera.
  2. La segunda es aquella que reduce el sentido del movimiento surgido en torno a la candidatura de Obama al hecho electoral y lo declara disuelto, proclamando la victoria del candidato demócrata como restauración de la delegación y presentando el New New Deal que preconizan como rehabilitación del republicanismo de Estado. Ambas ideas no solamente son altamente peligrosas, además resultan del todo descabelladas.

A lo largo de los últimos meses han sido muchos los que han establecido numerosos paralelismos entre las elecciones del pasado 4 de noviembre y los comicios que auparon a Franklin D. Roosevelt al poder en 1932. También ha habido quien durante la campaña ha apuntado los innumerables puentes retóricos que ligaban a Obama con el trigésimo segundo presidente estadunidense.

Sin embargo, lo que pocos han señalado es que Roosevelt desarrolló su política reformista presionado por un masivo movimiento de protesta que lo obligó a radicalizar su apuesta.

La veterana socióloga Frances Fox Piven cuenta cómo la plataforma electoral del Partido Demócrata de 1932 no era muy diferente de la de 1924 o 1928, indicando que fue el crecimiento de los movimientos sociales el que convirtió a Roosevelt y al Congreso Demócrata en profundos reformadores.

En un artículo reciente señalaba cómo

  1. en las grandes ciudades florecieron a partir de 1929 movimientos de inquilinos que resistían armados la creciente oleada de desahucios.
  2. Que en Harlem y en el Lower East Side de Manhattan, miles de personas se organizaban para recuperar las casas desalojadas.
  3. Que en Chicago grupos de activistas afroamericanos recorrían las calles del gueto tejiendo redes de resistencia.
  4. Que en 1932 muchos granjeros se organizaban por todo el país y se armaban con rastrillos y palos para impedir el envío de productos a los mercados en los que el dinero que les daban por sus mercancías no cubría ni siquiera los costos de producción.
  5. Redes y tejidos sociales de resistencia que cambiaron el sentido de la inicial y conservadora plataforma electoral demócrata, llevando a Franklin D. Roosevelt a declarar su voluntad de “construir desde abajo hacia arriba y no desde arriba hacia abajo, teniendo fe una vez más en el hombre anónimo que soporta el peso de la pirámide económica”.
  6. Las numerosas y masivas huelgas de trabajadores industriales lo llevaron además a promulgar una política prosindical y a firmar en 1935 la National Labor Relations Act, la primera ley de protección de los derechos de los trabajadores del sector privado en Estados Unidos.

Hace unos días, en una vieja parroquia protestante de Brooklyn, una organización de trabajadores y familias de migrantes mexicanos se juntaba para celebrar la fiesta de la Independencia de su país. Entre pozole y tamales, uno de sus portavoces agarraba el micrófono y se felicitaba por la salida de Bush de la Casa Blanca. Luego añadía que con la llegada de Obama había nacido una gran esperanza, pero que ellos iban a seguir con lo que siempre habían hecho: tejer comunidad y conquistar derechos con la pelea. “Obama lo único que hace es cambiarnos el contexto en el que vamos a seguir con nuestra lucha”, decía, antes de que la música y el baile le arrebataran la palabra. Con la sencillez de su improvisado discurso trazaba una línea de inmanencia diametralmente alejada de la trascendentalidad con la que el republicanismo de Estado o de mercado se apropia de los debates y de la esfera pública en estos días. El fenómeno Obama sería impensable sin las resistencias difusas que en los últimos años han recorrido de costa a costa Estados Unidos. También sin los importantes movimientos sociales que han logrado irrumpir en la escena pública, del primero de mayo migrante de 2006 a la victoriosa huelga de los guionistas de cine y televisión del año pasado.

Mientras el conjunto de la clase política estadunidense se pone de acuerdo en Washington para inyectar miles de millones de dólares a los bancos, a los patronos y las aseguradoras, al paso de los días comienza a reposar

la alegría que la victoria de Obama ha sembrado entre los jodidos.

Ellos son los verdaderos protagonistas de la historia: con su determinante irrupción en la escena electoral estadunidense han puesto en cuarentena la doctrina clásica del individuo propietario, aislado, egoísta, competitivo y atomizado. Su insurrección el pasado 4 de noviembre señala que de nuevo es la hora de la política y del sujeto, que se abre un contexto propicio para la reconstrucción de los tejidos sociales, para la cooperación y la defensa colectiva de lo común. Aunque sólo sea por eso, merece la pena gritar: “¡Que viva Obama!”

La transición política en España y en EE.UU.
El papel de las movilizaciones populares




Existe una tendencia entre historiadores conservadores y liberales de presentar a grandes personajes (la mayoría varones) como los agentes responsables de la evolución de los hechos, reduciendo la historia a la narrativa de lo que han hecho grandes figuras históricas.

Así la transición de la dictadura a la democracia en España se ha presentado como resultado de la visión y protagonismo de grandes personajes liderados por el Rey y el Presidente Suárez, que dirigieron aquel proceso, presentándoles como los responsables de tal transición de un régimen político a otro.

Esta versión histórica de nuestro pasado, centrándose en grandes personajes, despolitiza el hecho histórico, ignorando el contexto político y social que determinó que estos personajes y no otros fueran los que aparecieran en el escenario histórico y que las decisiones que tomaran fueran las que tomara y no otras.

Así, tales versiones ignoran las grandes movilizaciones de las clases populares y muy en particular de la clase trabajadora española, que fueron las fuerzas mayores en la configuración de aquel proceso forzando constantemente la abertura de aquella dictadura y la adopción de decisiones por parte de los supuestos protagonistas (el Rey y el Presidente Suárez) que no habían incluido en sus programas iniciales.

Los documentos disponibles (y accesibles) muestran, por ejemplo, que los planes iniciales que el Rey tenía para España no incluían precisamente el establecimiento de una democracia con plena pluralidad de sensibilidades políticas representadas en las Cortes Españolas. No se pensaba incluir, por ejemplo, al Partido Comunista, a partidos republicanos y a partidos independentistas. Los mismos documentos muestran que tampoco Suárez tenía tal intención.

Y sin embargo ambos tuvieron que ir adaptando sus programas abriendo el abanico democrático en respuesta a las enormes movilizaciones que existieron en España (las más amplias que han existido en Europa en la segunda mitad del siglo XX).

En 1976, por ejemplo, hubo 1.438 días de huelga por cada 1.000 trabajadores, (la media de la Comunidad Económica Europea fue de 390 días). Y en el sector industrial hubo 2.085 días (el promedio en la CEE fue de 595).

De ahí que aunque el dictador murió en la cama, la dictadura murió en la calle.

Esta realidad, ampliamente conocida fuera de España (el New York Times escribió que la agitación social hacía peligrar la Monarquía en España), ha estado ocultada en España, donde la historiografía conservadora y liberal dominante, ha hecho gran hincapié en el papel que grandes personajes tuvieron en la transición, ignorando la historia real que consiste en la protesta de la población hacia aquel régimen.

El hecho de ignorar la historia real no ha sido un hecho inocente. Antes al contrario, ha sido parte de un proyecto político (al cual han colaborado algunos personajes de izquierda que han exagerado su propio protagonismo en aquella transición) que ha intentado hacer olvidar o relativizar aquellas movilizaciones populares, enfatizando en su lugar el papel del Monarca en el cambio y los personajes de la transición. Es bien sabido que el que escribe la historia tiene un enorme poder. Y ello se ha demostrado en España, en que ha habido un intento exitoso de hacer olvidar a la juventud que lo que consiguieron sus padres y abuelos (hacer caer aquella dictadura) a través de movilizaciones muestra que el poder viene también de la ciudadanía anónima cuando se moviliza.
Estamos ahora viendo una situación semejante en EE.UU.

Naturalmente que el cambio político no es tan marcado como España. No es un cambio de régimen. Pero sí que es un cambio político importante. Lo que los medios están explicando en el cambio político de EE.UU. es lo grande y extraordinario que es Obama, que ha creado una gran movilización a favor del cambio que él lidera, ignorando que en EE.UU. ya existía un movimiento de protesta frente a la clase política, percibida ésta como cautiva del mundo financiero y empresarial, estableciéndose así un maridaje clase política-mundo empresarial y financiero (que es el que financia las elecciones de la clase política) que se conoce como Washington y que es enormemente impopular en aquel país.

Obama se ha beneficiado de este sentir anti-Washington al no ser parte de aquel establishment y haber votado en contra de la guerra de Irak. La enorme impopularidad de Bush (visto como un mero instrumento del mundo empresarial) y la magnitud de la crisis financiera y económica han ayudado a la victoria de Obama, que hizo el punto central de su campaña el cambio, sin nunca especificar qué tipo de cambio. En realidad, lo poco que podía verse de su programa electoral eran sus propuestas escasamente reformistas.
¿Quiere esto decir que no habrá cambio? No necesariamente. Pero que haya cambio o no no dependerá primordialmente de Obama, sino de la movilización popular, si ésta continúa y se radicaliza.

Hay un antecedente histórico en EE.UU.: la primera elección del Presidente Franklin D. Roosevelt en 1934 en medio de la Gran Depresión.

La plataforma del Partido Democrático en 1932 no era progresista. Parecida a las plataformas del mismo partido en 1924 y 1928, sus propuestas eran muy moderadas y en absoluto estaban al nivel de lo que la situación social y económica del país requería.

Pero en 1932 la clase trabajadora estaba en la calle con revueltas y agitaciones sociales que estaban amenazando el orden social. Las revueltas obreras en Chicago, por ejemplo, habían dejado a tres obreros muertos y siete policías heridos gravemente en conflictos entre la policía y vecinos de barrios obreros que se movilizaron para paralizar el desahucio de las familias que no pudiendo pagar la vivienda iban a ser expulsadas de sus casas por la policía. Los partidos comunista y socialista eran poderosos y atemorizaron el establishment estadounidense. Como había dicho el gobernador del Estado del Mississipi, Gobernador Teodoro Bilbo, “el pueblo está muy agitado y los comunistas están expandiéndose muy rápidamente. Aquí en mi estado hay gente desesperada a punto de salir a la calle”.

Nunca antes había habido tanta agitación contra el establishment político, financiero (algunos bancos fueron incendiados) y empresarial (algunas fábricas fueron tomadas por los obreros). Fueron estas movilizaciones populares que determinaron que también Roosevelt, sólo unas semanas después de salir elegido propusiera legislación al Congreso Estadounidense, que incluía un enorme incremento del gasto público en inversiones públicas, en gasto social, en subvenciones a las pequeñas empresas y a los agricultores y un programa de política industrial.

Y en 1935 propuso y el Congreso aprobó, la Ley Nacional de Relaciones Laborales que reforzó a los sindicatos, en respuesta a la postura adoptada entonces por el Presidente de que “hasta ahora nos habían dicho que lo que es bueno para el empresario es bueno para el trabajador. Lo que nosotros queremos subrayar es que creemos que lo que es bueno para el trabajador es bueno para la economía y para el país”. Esto era durante la Gran Depresión.
¿Ocurrirá algo semejante ahora en la Gran Depresión de nuestro tiempo?

Las clases populares están claramente descontentas y frustradas pero las izquierdas son muy débiles en EE.UU. Y los sindicatos están divididos. La movilización (por Internet) ha sido cuantiosa, pero está muy limitada a sectores amplios de la juventud. Ahora bien, el grado de impopularidad del sistema político y económico, y el riesgo de un populismo de ultraderecha capitaneado por el Partido Republicano está ejerciendo presión para que la Administración Obama tome medidas más radicales que las que estaban en su programa.

Y su última propuesta de gastar 700.000 millones de dólares en un plan de estímulo económico, con el objetivo de crear empleo en obras públicas y servicios públicos (incluyendo sanidad, educación, servicios sociales y transferencias sociales) puede ser un indicador de ello.

Ninguna de estas propuestas estaba en su programa.

Un ejemplo más que no son los grandes personajes los que hacen la historia, sino que es la ciudadanía la que al movilizarse la hace posible.

Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra

El antecedente del New Deal de Roosevelt ofrece, el camino más contundente utilizado en la década del 30 para salir de la crisis.

El Estado sustituyó al mercado como el motor de la economía, con obras públicas, ampliación de la cobertura social, orientación del crédito, regulación del mercado laboral protegiendo a los trabajadores, fijación de precios máximos y control de la producción. En definitiva, el Estado asumió el manejo pleno de la economía sin depositar en el humor, confianza o especulación del mercado la salida de la crisis. El gasto público fue conducido en forma directa a la demanda, o sea a los bolsillos de la población vulnerable que destina todo el dinero al consumo y, por lo tanto, reactiva el circuito virtuoso de la producción y el crecimiento.

EL NOBEL JOSEPH STIGLITZ

ESTIMA QUE EL GOBIERNO DE OBAMA

ENFRENTARA GRAVES CONFLICTOS SOCIALES

“El manejo de la crisis no pudo ser peor”

El economista Joseph Stiglitz advirtió que el principal desafío de Obama será la crisis social derivada de las altas tasas de desempleo, que a mediano plazo afectarían al 20 por ciento de los sectores más vulnerables: hispanos, africanos y jóvenes.

Por Sebastián Premici

El próximo gobierno de los Estados Unidos, a cargo del recientemente electo Barack Obama, tendrá que enfrentar algo más que la crisis financiera y económica a nivel mundial. El economista y Premio Nobel Joseph Stiglitz advirtió ayer que el principal desafío de la administración demócrata será la crisis social derivada de las altas tasas de desempleo, que a mediano plazo afectarían al 20 por ciento de los sectores más vulnerables del país (hispanos, africanos y jóvenes). “No se podría haber manejado la crisis peor de lo hecho por la administración Bush y la FED (con Alan Greenspan y Ben Bernanke a la cabeza). Esto traerá aparejado un fuerte conflicto social”, aseguró el Premio Nobel.

Stiglitz fue el encargado de inaugurar ayer el Segundo Foro de Pensamiento Social Estratégico de América Latina organizado por el PNUD y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Su intervención hizo eje en el escenario de conflicto social que deberá sortear el presidente electo Barack Obama, una vez que pise la Casa Blanca, a partir de enero. En octubre pasado, el desempleo llegó a su máximo histórico luego de quince años (6,5 por ciento). Un mes antes había sido del 6,1 por ciento y doce meses atrás, del 4,8 por ciento. Según aseveró el Premio Nobel, el plan anunciado por Obama para crear 2,5 millones de nuevos empleos en el mediano plazo será insuficiente.

“Cada año ingresarán al mercado de trabajo aproximadamente 1,9 millón de personas, mientras que este año ya hubo 1,5 millón de pérdidas de empleos. Obama dice que creará 2,5 millón de nuevos trabajos, pero en el mediano plazo se necesitarán 7 millones. Por lo tanto se va a quedar corto”, vaticinó el economista.

Sin embargo, ese número estadístico no da cuenta de toda la tensión social que hay detrás de la crisis en la primera potencia del mundo. “Estados Unidos pasó de ser una economía enorme a una de servicios, con una característica peculiar: hay mucho trabajo precario, part time. Entre los grupos marginales (hispanos, africanos, jóvenes), el desempleo será mayor, cercano al 15 por ciento. El gobierno de Bush se dedicó a rescatar a los bancos, pero no se preocupó de los peligros morales detrás del desempleo”, argumentó el ex funcionario del FMI.

Los ojos del mundo están puestos en Obama y en cómo “superará” las múltiples crisis de Estados Unidos.

El presidente electo acaba de seleccionar a su equipo económico, con Timothy Geithner como próximo titular de la FED, un hombre pro mercado. Para Stiglitz, el gobierno de Obama va camino a aplicar las mismas recetas liberales que las llevadas adelante hasta el momento. “Muchos de los que abogaron por la liberalización y desregulación de los mercados son las mismas personas que ahora volverán a tomar decisiones en la administración central. Ojalá hayan aprendido de sus equivocaciones”, reflexionó el Premio Nobel.

La crisis financiera y económica mundial lleva el sello “Made in USA”. Sólo en el país del Norte, 3,5 millones de personas perderán sus casas en un corto-mediano plazo. Hasta el estallido de esta burbuja, los norteamericanos tenían una tasa de ahorro prácticamente nula. El sistema funcionaba así: gastaban más de lo que tenían y para costear la diferencia pedían créditos hipotecarios. Como consecuencia de esta bicicleta, 12 millones de estadounidenses poseen hipotecas más caras que el valor de sus casas.

En el otro extremo están los que pusieron sus ahorros en la Bolsa y los bancos. “El 50 por ciento de esos microinversionistas perdieron su dinero. Incluso, muchos no se van a poder jubilar. Hace unos años, Bush quiso privatizar la seguridad social, pero gracias a Dios el Congreso no lo permitió”, indicó Stiglitz.

Con tono pesimista, pero midiendo con agudeza cada una de sus palabras, el Premio Nobel finalizó su exposición criticando con dureza el plan de rescate ideado por el alicaído George Bush. “Habría que fijar nuevas pautas de distribución de ese dinero porque tal cual se aplicará, aumentará la deuda interna del país, mientras que los responsables de la debacle de Wall Street no pagarán nada. Lo mismo ocurre con el plan automotriz. Bush no quiere salvar a la industria y sí a los inversores”, finalizó Stiglitz.


Obama sabe que el capitalismo norteamericano tiene abierta una peligrosa crisis social.

  1. El país cuenta ya con más de diez millones de parados, y, por eso, Obama ha hecho pública su intención de impulsar un plan para la creación de empleo.
  2. La industria automovilística (General Motors y Ford, principalmente) está en una situación desesperada, con riesgo de que desaparezcan otros tres millones de puestos de trabajo;
  3. y millones de familias pueden perder sus viviendas;
  4. cincuenta millones de ciudadanos no tienen acceso a la sanidad,
  5. y millones de personas se encuentran en riesgo de perder sus jubilaciones,
  6. por lo que la visualización de la crisis capitalista con la quiebra del sistema financiero y el hundimiento de Wall Street es una realidad que no puede ocultarse.
  7. Sin embargo, ante esa situación y tras más de diez años de retrocesos salariales para los obreros norteamericanos, y con casi la tercera parte de la bolsa neoyorquina compuesta por operaciones de fondos de alto riesgo, es decir, operaciones especulativas y planes de robo a gran escala a cargo de empresarios, especuladores y banqueros sin escrúpulos, Obama apenas ha hablado de un inconcreto plan para ayudar a las “clases medias”.

El desafío es gigantesco, y Obama, más que la expresión de un cambio real, factible, ha sido el reflejo de las esperanzas de millones de desposeídos que han creído ver en él la posibilidad de un futuro mejor.

  1. No puede más que conmovernos la emoción y las lágrimas de los negros norteamericanos que veían a uno de los suyos, por fin, caminar hacia la Casa Blanca,
  2. pero es muy dudoso que su elección signifique el fin del racismo
  3. y de la marginación de la minoría negra: supone el trece por ciento de la población,
  4. pero, al mismo tiempo, los negros son la tercera parte de todos reclusos del país: unos ochocientos mil negros abarrotan las prisiones.
  5. La persistencia de la segregación hace que haya más afroamericanos en las cárceles estadounidenses que en sus universidades:
  6. hay más negros presos en Estados Unidos que en todo el resto del mundo.

Si Bush rebajó los impuestos a los ricos, Obama tendrá que hacerlo para los pobres, si no quiere aumentar el sufrimiento social.

Al despojo y a la rapiña de los fondos públicos para favorecer a las grandes empresas que Bush está impulsando en sus últimas semanas, el nuevo presidente debe responder con un plan que tenga como objetivo no la salvación del empresariado corrupto e incompetente sino la resolución de los graves problemas de los sectores populares.

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Aún antes de la toma de posesión del nuevo presidente, el riesgo de la decepción asoma en el horizonte: el gran interrogante es si la sociedad norteamericana, los trabajadores, serán capaces de levantar un movimiento que exija un cambio real. Un cambio, no hay que olvidarlo, que si fuera encabezado por Obama sería el anuncio de que una tumba está esperándolo.

La era Obama

La Ventana

Esto, que hace de Obama nuestro Presidente, adquiere matices inquietantes que todavía el entusiasmo no permite elucidar. ¿Cómo es posible tener este Presidente negro, cómo ha sido? ¿Qué tuvo que cambiar y qué promesa implícita hay en su denominación? Más allá de las palabras y la demagogia electorera, ¿qué mensaje nuevo trae este hombre, no ya en las palabras, sino en el hecho mismo de ser?

Vale la pena recordar algunos hechos, acaso el primero: el que en julio de 2004, cuando el entonces candidato John Kerry le pidió a Obama que pronunciara un discurso durante la Convención Nacional del Partido Demócrata, Obama era un político desconocido al punto de que apenas aspiraba a una senaduría por Illinois (cosa que lograría cuatro meses más tarde y con lo cual marcó historia al ser el tercer senador negro en toda la historia del país). En aquella ocasión, dijo palabras que, desde ya, apuntaban a un modo nuevo de entender la política norteña: “No hay una América liberal y una América conservadora: solo hay los Estados Unidos de América”.

Cuando comenzó la carrera para la presente Presidencia, sus adversarios sacaron a colación la inexperiencia de alguien que apenas llevaba unos meses como Senador; sin embargo, perdieron de vista algo esencial: que acumulaba una importante experiencia como trabajador social en barriadas pobres de Chicago, un conocimiento del individuo común aprendido en la base y también de las maneras de movilizar y estimular. Esta capacidad de movilizar le fue reconocida por el oponente McCain quien, en su discurso de despedida a sus votantes y aceptación de la derrota elogió lo que llamó “habilidad y perseverancia” de Obama en los siguientes términos: “…inspirando las esperanzas de muchos millones de americanos que alguna vez creyeron, de manera equivocada, que para ellos había poco en juego o que tenían poca influencia en la elección del Presidente…”

Las estadísticas que empiezan a aflorar enseñan que la presente ha sido la elección más concurrida de las últimas cinco décadas, que consiguió llevar a las urnas a un sector de no-votantes tradicionales (jóvenes entre 18 y 35 años y otros que votaban por primera vez) y que el triunfo de la opción Obama fue total: con más del doble de los votos conseguidos por McCain.

Para colmo de novedad, los reportajes igual van arrojando ya datos más especializados, como aquellos que hablan del papel central que ocupó Internet dentro de la estrategia del nuevo Presidente; allí, en el medio digital, introdujo un elemento de velocidad y cambio de lenguaje, de presunta cercanía al elector, que posibilitó que reuniese más de 600 millones de dólares en donativos (casi la mitad de ellos recaudados vía Internet y esa cifra equivalente al doble que los que pudo reunir McCain) más una red de más de 700 000 voluntarios. Ahora también se dice que en su campaña participaron programadores, cuya misión fue diseñar y hacer que funcionaran más de 8 000 grupos y más de 30 000 eventos en el espacio virtual

Obama, 13 claves de su victoria


El triunfo de Obama marca una incisión en la historia política estadounidense. Junto a los triunfos de Lula y de Evo, y ‑a pesar de las marcadas diferencias que existen entre sus trayectorias, sus propuestas y los actores que representan‑, habla a las claras de la fuerza convocante de la esperanza como motor movilizador de los pueblos en los tiempos actuales.

Lo sobresaliente de la victoria de Obama no radica en su color. El es un líder afrodescendiente y, en tanto tal, estimula a que se proyecten en él –a su medida‑ las miradas que evocan a Martin Luther King Jr, Malcom X, Ángela Davis y tantos otros miles de pares golpeados, vilipendiados o asesinados por el sistema. Pero su proyección como figura política no se centró en ello; estuvo marcada por las banderas que levantó, los postulados que invocó y las puertas (oportunidades) que prometió abrir.

No se presentó tampoco como alternativa al sistema; buscó su elección dentro del sistema [norte]americano, pensando y actuando como [norte]americano. Rescatar y resaltar el “espíritu [norte]americano”, apelar a sus mejores acervos político-culturales, fue precisamente lo que rubricó la fuerza cultural de su mensaje y constituyó el eje vertebrador de su estrategia para la victoria. El derrotero de su brevísimo camino a la Casa Blanca lo anuncia al mundo como un hábil estratega político. De ahí que resulte interesante destacar un grupo de claves que lo condujeron al triunfo.

- Desde su surgimiento como líder político, Obama tuvo claro que para llegar a ser Presidente hay que sentirse Presidente y actuar como tal. Para él, la presidencia no se protagoniza el día después del triunfo electoral, sino al revés: con las elecciones se corona lo que ya se es. Su discurso del 2004 así lo evidencia claramente: habló para todos, invocó los valores, el ideario y los imaginarios del legendario y ahora vilipendiado “espíritu [norte]americano”. Apoyándose en ello convocó a jóvenes y viejos, hombres y mujeres, ricos y pobres, blancos y negros, demócratas y republicanos… y así lo reiteró en el discurso que pronunció luego de su triunfo. Esto lleva a otra clave:

- No sectorializó su participación ni su representación. No se asumió nunca como vocero o representante de los negros. No apeló a las armas de la justicia racial pretendiendo desde allí conquistar “el derecho” a la Presidencia. Haciéndose eco del fracaso de Jessie Jackson, por ejemplo, se presentó como [norte]americano, es decir, no como un negro, sino como un político con capacidad para representar a todos, como el Presidente ideal de los [norte]americanos. Para ello,

- No se auto-acorraló ni se dejó acorralar. Invocó valores omnipresentes, asentados (aunque relegados) en la idiosincracia [norte]americana: rescató al país de las oportunidades para todos, del reino de la libertad y de la democracia como vía. Y así lo mostró y demostró –entre otras cosas‑ disputando por su candidatura desde las primarias.

- Consciente de que la fuerza de la política radica en la sociedad, confió su candidatura a la ciudadanía y no a los acuerdos –aunque los hubo‑ con la cúpula demócrata. No fue designado ni nominado por un grupo, sino venciendo en la disputa democrática cuyos valores reivindica y encarna.

- No invocó cuestiones del pasado, no llamó a tomar revanchas, ni se refirió a los obstáculos. Mostró las posibilidades latentes presentes y futuras, y convocó a sus conciudadanos a hacerlas realidad.

- Levantó con fuerza la idea de oportunidad y de cambio, siendo esta última la palabra más reiterada de su campaña. Y no por casualidad, sino porque es la piedra angular de cualquier posibilidad de salida de la inocultable crisis profunda en la que se encuentra el país y más aún, el sistema capitalista que éste anima. Con ello,

- Supo identificar y llegar a los sectores sociales claves poseedores de la energía y fe necesarias para empujar el proceso en dirección al cambio y las oportunidades: los jóvenes y la clase media con ambiciones de movilidad social ascendente, muy golpeada por la crisis. Y no se equivocó: fueron la fuerza social central de la campaña y el voto Obama.

- No se comprometió radicalmente con nada: no definió el sentido ni los contenidos de los cambios y las oportunidades; permitió que cada uno depositara en sus palabras un contenido propio. Con lo cual,

- Estimuló la fantasía presente o dormida, y apeló a los sueños y la imaginación como vía para enfrentar el “realismo” aplastante y mediocre del mercado y el guerrerismo que invocaba Mac Cain, en su decadente convocatoria a profundizar el neoliberalismo.

- Frente a la chatura y mezquindad de “Joe el fontanero”, su discurso sencillo (pero no simple) apeló a la solidaridad y a la paz, e invocó a lo mejor de los hombres y las mujeres, sabiéndolos deseosos de recuperar su orgullo y autoestima como país, tan vilipendiados por la administración Bush. Todo ello fue signando su arrollador carisma.

- No se presentó como “el cambio”, sino como la oportunidad para hacerlo. Con lo cual convocó a millones a acompañarlo, para protagonizar entre todos la desafiante aventura de recrear América y el mundo.

- Esto significa o puede significar también, recrear las relaciones entre Norteamérica y Latinoamérica. Y con ello despertó esperanzas más allá de sus fronteras. Entreabre una delgada puerta hacia la posibilidad de poner fin al bloqueo a Cuba, hacia la posibilidad de cesar el injerencismo desestabilizador y golpista en los procesos de Bolivia, Venezuela y Ecuador (para solo mencionar algunos), y construir interrelaciones diferentes con el continente, basadas en principios de respeto a las integridades y designios nacionales en todo el planeta.

- No habló para Mac Cain ni para Hilary. No habló para un sector social en particular. No llamó a votar a favor de algunos (un sector), ni contra los otros (los republicanos), sino invocando el nosotros. Y con un lenguaje claro y directo se dirigió siempre a los millones de estadounidenses a quienes buscaba convocar.

La gigantesca victoria de Obama evidencia que los pueblos ‑en este caso el de EEUU‑, están por la vida, por la paz. Enseña que el pueblo [norte]americano, pese a su deambular “equivocado”, tiene memoria de su valores y –crisis mediante‑, con Obama ha recuperado la esperanza y la fe en que es posible vivir de un modo diferente. Él supo despertar esos sentimientos, invocar los mejores valores de la idiosincrasia [norte]americana y constituirse en el ser humano que la personifica.

Por todo eso ganó.

Esta situación permite también tomarle el pulso al universo: marca el fin del señorío absoluto del realismo cínico del neoliberalismo y del racionalismo chato que imperaron hasta ahora como horizonte máximo de lo único posible, y anuncia el retorno de la fe y la confianza en la posibilidad de construir y vivir en un mundo mejor. Con estas llaves Obama alimentó la esperanza y estimuló la movilización de miles de millones de hombres y mujeres en EEUU, con ecos en todo el plantea.

En cualquier caso, su triunfo no es casual. Es parte de las oportunidades abiertas por las luchas de los pueblos. Llega de la mano del empantanamiento bochornoso de la tropas estadounidenses en Irak, y al son de una de las más profundas crisis del sistema capitalista desde 1929. Esto muestra también que la incertidumbre se acepta como alternativa cuando –como escuché decir a un periodista‑ “se le ve la cara al abismo”. Este abismo es la gran amenaza para Obama, pero a la vez su gran oportunidad y la de todos.

Indubitablemente, haber llegado a la cima del país más poderoso del mundo, hacerse cargo de una administración que es sostén del entrelazamiento de acero entre el poder financiero y el militarismo guerrerista/imperialista mundiales, no deja mucho margen para pensar que Obama podrá “hacer lo que quiera”, aunque todavía no ha expresado exactamente qué es lo que quiere. Habrá que ver qué define y cómo se maneja, cómo hace para que los millones que lo votaron aprovechen las oportunidades que él abrió, o si ‑desdiciéndose‑ lo cocina todo tras las puertas de la Casa Blanca.

Algunos se apresuran a tomar distancia y a vaticinar que su gobierno será un desastre, que él es (o será) simplemente un instrumento del sistema. James Petras lo define como “el candidato de Wall Street” porque, para él, mientras “la esencia” del sistema no cambie, nada tiene importancia, y entonces –prácticamente‑ lo mismo le da Obama que Mac Cain. Chomsky supone que la ideología guarda una relación directa de correspondencia con la pertenencia etno/genética de cada ser humano, y por tanto define ideológicamente a Obama como “un blanco que tomó mucho sol”. Otros se lamentan por la confusión que –aseguran‑ va a desatar, y otros alertan sobre su posible (y aparentemente inevitable) “traición”. La pregunta en tal caso sería, ¿traición a quiénes? Porque Obama no se planteó terminar con el sistema, ni reclamó la Presidencia como acto de justicia racial. No se postuló –reitero‑ como el candidato negro de los estadounidenses, sino como el candidato de todos los estadounidenses, es decir, como el salvador de los estadounidenses y su sistema social, económico, político y cultural, y también de su liderazgo mundial, pero redefiniéndolo y reconstruyéndolo desde un lugar y con modos diferentes al hasta ahora ensayado por los republicanos. No cabría entonces considerar una “traición” que se reúna y pretenda gobernar junto con algunos de ellos. Habrá que ver en función de qué políticas, con quiénes y cómo.

Todavía no se estrenó en sus funciones, sin embargo, las dificultades, los obstáculos y las amenazas comienzan ya a disputarle el oxígeno que respira. Conociendo el historial del poder [norte]americano no resulta disparatado vislumbrar a Obama transitando por el corredor de la muerte. Pareciera recomendable entonces, no precipitarse a realizar juicios absolutos y, para saber qué atenerse, esperar.

Con Mac Cain todas las puertas estaban cerradas. La llegada de Obama a la Presidencia concita interés por las puertas que abre o las que puede –tal vez‑ llegar a abrir.

Para no cerrar el diapasón del análisis, concedamos que tal vez Obama no quiera hacer algo diferente a los republicanos. Pero aun si así fuera, si finalmente resultara igual que Bush, ello no borrará el hecho real y concreto de que el pueblo lo votó por lo que dijo y por lo que prometió, y las suyas no fueron palabras ni banderas de guerras ni odios, sino de paz, de vida, de esperanza y de cambio.

Obama es la muestra mundial de que lo aparentemente imposible puede ser realidad. Desafió la hegemonía ideológica y mediática del neoliberalismo y con su triunfo mostró que es posible cambiar, que a pesar de tantas derrotas y desaciertos hay cabida para los sueños. Y lo hizo con la fuerza de ser ‑desde las entrañas‑, la encarnación afirmativa de esa posibilidad.

¿Será realmente capaz de aprovecharla a favor de su pueblo y de los pueblos todos?

Ciertamente no sabemos lo que será su gestión de gobierno. Más aún si tenemos presente que en política no existen garantías, que no hay nada absolutamente inevitable y predeterminado.

Pero vale concluir subrayando que, cualquiera sean los rumbos que Obama tome a partir del 20 de enero, nada modificará el significado trascendente de su victoria, que ha activado la esperanza de todos los condenados de la tierra, que hoy tienen en él una muestra palpable de que es posible triunfar. Y no mañana, sino hoy, ahora.

Isabel Rauber es Doctora en Filosofía


Las elecciones en EE.UU.
Mesianismo o movilización popular


Sistema
Las limitaciones de gran número de reportajes sobre EE.UU.

Los reportajes e informes sobre las elecciones de EE.UU. se han centrado mucho en la personalidad del candidato vencedor Obama, y muy poco en el contexto que ha determinado su victoria. Este énfasis en la personalidad, que algunos autores críticos han definido como “mesianismo”, despolitiza un hecho que es profundamente político. En realidad, la victoria de Obama no se puede explicar sin entender el enorme enfado de las clases populares de EE.UU. hacia las instituciones políticas de aquel país, un enfado que antecede la campaña de Obama y que ha alcanzado su cenit con la crisis financiera y la ayuda del gobierno federal a la banca (Wall Street). Mientras mucho se ha hablado de la crisis financiera y económica, poco se ha hablado de la enorme crisis política de EE.UU. que es la causa de la crisis financiera (como explicaré en el texto), y sin la cual, Obama hubiera sido una mera nota de pie de página en estas elecciones. Lo que tales medios parecen no apercibirse es de que no es Obama el que creó la movilización popular, sino que ésta, (resultado de una enorme frustración por parte de las clases populares hacia la clase política) fue la que hizo posible la candidatura de Obama. El énfasis sobre Obama, ignorando el contexto político que lo hizo posible es asumir (como constantemente y erróneamente se hace) que la historia la escriben “grandes personajes”. Lo que está ocurriendo en EE.UU. muestra el error de este supuesto. Y lamento que gran parte de los medios en España (y en EE.UU.) han incurrido en este error. Me explicaré. Pero antes me siento en la necesidad de añadir una nota biográfica. He vivido treinta y cinco años en EE.UU. participando activamente en la vida académica (como profesor de Ciencias Políticas y Políticas Públicas de la The Johns Hopkins University) y vida política (como asesor al candidato a la Presidencia de EE.UU. durante las primarias del Partido Demócrata de 1984 y 1988, y como miembro del grupo de trabajo, dirigido por la Sra. Hillary Clinton, en la Casa Blanca, encargado de realizar la reforma sanitaria. Serví en tal grupo de trabajo a petición del Rainbow Coalition, que representa la izquierda del Partido Demócrata y que está compuesto por los sindicatos, el movimiento de los derechos civiles, el movimiento feminista y el movimiento ecológico). En España, fui la persona encargada de elaborar el programa social del candidato Josep Borrell durante las primarias del PSOE en el año 2000, y soy asesor al gobierno d’Entesa de Cataluña. Creo pues conocer bien ambos países. Paso ahora a contar la situación de EE.UU.

La democracia muy incompleta de EE.UU.

La gran mayoría de reportajes sobre EE.UU. han idealizado su sistema político. Ni que decir tiene que tal sistema político tiene elementos muy positivos. Uno de estos es el sistema de primarias, un sistema en el que todos los candidatos para cualquier cargo electivo tienen que competir dentro de cada partido por el voto de los miembros del partido (y en ocasiones de sus simpatizantes). Este es el aspecto que ha centrado más reportajes realizados por analistas españoles que comentan tales primarias con cierta envidia, pues las primarias en los partidos de España, en caso de existir, no tienen en general (aunque han habido claras excepciones) la vitalidad y diversidad que existe en EE.UU.

Otro aspecto que es muy positivo del sistema democrático estadounidense son los referéndums a nivel local y estatal (a nivel de cada uno de los cincuenta estados) que son vinculantes. Así, en el documento donde se votó el martes constaban no sólo los nombres de los candidatos, sino también los referéndums sobre los que se tiene que votar a nivel de los estados. No existen, sin embargo, referéndums a nivel de todo el país. Esta dimensión positiva de la democracia no existe en la democracia española, donde no existe la posibilidad de consultar a la ciudadanía, mediante referéndums a nivel local y autonómico (a no ser que exista la aprobación previa del Estado). Esta ausencia parecería responder al temor que existe en las estructuras de poder de España (todavía muy centralizadas) hacia la opinión popular.

Estos dos componentes muy positivos de la democracia estadounidense –las primarias y los referéndums- están enormemente limitados, sin embargo, por la privatización en la financiación del sistema electoral. En el sistema electoral de EE.UU. los candidatos pueden recibir tanto dinero como sean capaces de conseguir. La mayoría de este dinero se gasta en comprar tiempo de exposición en las televisiones, todas privadas, que se venden al mejor postor sin ningún tipo de regulación o control. Cada candidato, Obama y McCain se ha gastado más de 2.400 millones de dólares en la campaña electoral. Aquellos que quieran pueden conseguir financiación pública, pero la mayoría de candidatos no lo hacen pues es una cantidad reducida y les limita en cuanto a la cantidad de dinero que puedan utilizar.

Y la mayoría de estos fondos no vienen, como frecuentemente se dice, de pequeñas aportaciones de 20 o 30 dólares enviados al candidato por la persona normal y corriente, sino que son grandes cantidades procedentes de grupos empresariales, financieros, profesionales, y grupos de interés y presión, así como del 30% de renta superior del país que contribuyen hasta un máximo de 2.300 dólares en las primarias y un tanto semejante para las elecciones presidenciales. Este dinero le llega directamente al candidato o a asociaciones que promueven al candidato y que no están sujetas a los límites de contribuciones individuales a los que están sujetas cuando el dinero va al candidato directamente. Obama, por ejemplo, recibió 414.863 dólares de las compañías de aseguramiento sanitario privado, y McCain, 274.729 dólares de las mismas fuentes. Una parte también procede de las agencias promotoras de intereses empresariales basadas en Washington, que se conocen como lobbies. Obama dijo rechazar dinero de los lobbies basados en Washington, pero recibió dinero (y mucho) de los intereses financieros (basados en Wall Street) y empresariales. No es cierto que la mayoría de sus fondos procedían de aportaciones de menos de 200 dólares. Sólo un 20% de las aportaciones individuales vinieron de tal tipo de contribuciones.

El origen del dinero varía según el momento de la campaña. Así, al principio, cuando el candidato no es todavía conocido, el dinero procede de grupos financieros y empresariales que intentan influenciar al candidato. Así Obama había recogido 100 millones de dólares antes de que empezaran las primarias. Estos fondos incluían fondos de grupos inmobiliarios y capital financiero. Es más tarde, cuando los candidatos son conocidos, cuando las aportaciones individuales juegan un papel mayor, siendo su porcentaje mayor a medida que prosiga la campaña. Parte del éxito de la campaña de Obama fue el movilizar tres millones de donantes para garantizar un flujo constante de 200 euros o cantidades semejantes. La mayoría de contribuciones, sin embargo, son mayores que tales cantidades y proceden del 30 por ciento de renta superior de la población. (ver capítulo II “Como entender la Situación Política de EE.UU” en Navarro, V. La situación política en EE.UU, Anagrama, 2008).

Tal sistema de financiación discrimina a los candidatos de izquierda, como Kucinick o Edwards, que no consiguen aportaciones de los grupos empresariales o de los sectores más pudientes de la población. Los 100 millones que Obama tenía al principio de la campaña, contrastaban con los 3 millones que tenía Edwards o los 650.000 dólares que tenía Kucinick. Es cierto que hay grupos importantes progresistas, como los sindicatos, que también contribuyen a las campañas electorales, pero son cantidades en absoluto comparables a las que proveen grupos financieros y empresariales. El dinero que dan las nueve empresas más importantes de EE.UU. a las campañas electorales es cincuenta veces mayor que las aportaciones que dan todos los sindicatos. Este maridaje entre la clase empresarial (conocida en EE.UU. como Corporate Class) y la clase política es lo que se llama Washington y provoca un gran rechazo por parte de las clases populares. En realidad, a mayores contribuciones por parte de la clase empresarial al proceso político, mayor abstención de la clase trabajadora, que es plenamente consciente de que la clase política no representa sus intereses. En realidad, el 80% de la ciudadanía no cree que el Congreso de EE.UU. refleje sus intereses.

Es sorprendente que tal sistema político sea alabado en España, presentándolo como modélico. Su aplicación en España significaría que las campañas electorales estarían financiadas por la banca, las cajas, Telefónica, Repsol, MAPFRE, y un largo etcétera, así como por aportaciones procedentes del 30% de renta superior del país. Es más, no habría ninguna regulación de los medios radiofónicos y televisivos, de manera que los que pudieran conseguir más dinero podrían tener mayor tiempo de exposición sin ningún tipo de limitación. Es preocupante que tal sistema político haya conseguido las alabanzas que ha estado recibiendo de muchos articulistas y tertulianos españoles.

Las consecuencias de tal privatización del sistema electoral son enormes. No sólo excluyen a las izquierdas, sino que reproducen una clase política enormemente estable. Según el Instituto de análisis electorales, Common Cause, el 92% de los candidatos que reciben más dinero en las campañas ganan las elecciones. Hay pues una relación clara entre dinero y capacidad de ser elegido. Por otra parte, la mayoría del dinero va a políticos que ya han estado elegidos en elecciones previas (y en grado menor a los que se presentaron para desbancarlos del cargo político). De ahí que del 85% el 94% de representantes elegidos que se presenten de nuevo, salen reelegidos, reproduciéndose así la clase política más estable de todas las clases políticas de las democracias occidentales.

No es pues de extrañar que la mayoría de la ciudadanía no se encuentre representada por el Congreso de EE.UU. (o por otras cámaras representativas) participando poco en el proceso electoral, una escasa participación que paradójicamente es favorecida por la clase política. Me di cuenta de ello cuando en el año 1988, la delegación del candidato Jackson (del cual yo era parte) se reunió con la delegación del candidato ganador de las primarias del partido Demócrata, el Sr. Dukakis para pactar las condiciones de apoyo del primero al segundo. Una de tales condiciones era que el Partido Demócrata diera fondos para facilitar el registro de votantes (en EE.UU. una persona debe registrarse antes de poder votar). Pronto vi que muchos representantes no estaban muy a favor de ello. La causa era sencilla. Si el gobernador demócrata del Estado de Maryland gana las elecciones del Estado de Maryland en la que sólo vota el 30% de la población, necesita sólo un 16% para ganar, un porcentaje relativamente fácil de conseguir a partir de políticas clientelares. Si aumenta el porcentaje de votantes, tendría que aumentar el apoyo necesario para ganar, con lo cual favorece que no haya un aumento del voto.

Se me dirá, ¿y por qué la gente no se rebela, votando a otros partidos? La respuesta presenta la segunda gran deficiencia del sistema estadounidense: el sistema bipartidista mayoritario, no proporcional. El ciudadano en la práctica puede votar sólo al Partido Republicado o al Demócrata. Y el que tiene la mayoría de votos consigue todos los delegados de la circunscripción. En estas condiciones es muy difícil para un tercer partido el ganar las elecciones, pues, a no ser que gane más del 51% del voto, se queda sin ningún delegado, independientemente de que haya conseguido el 49% o el 1% de los votos. De ahí que la misión histórica de un tercer partido es perjudicar (restando votos) al partido más próximo. Así, Perot facilitó la victoria de Clinton, perjudicando a Bush padre. Y Nader perjudicó a Gore que perdió a Bush hijo. Este bipartidismo es otra de las causas de que la ciudadanía se encuentre frustrada. En realidad, si EE.UU. tuviera un sistema electoral proporcional, las distintas sensibilidades que aparecen durante las primarias de los dos partidos mayoritarios serían partidos políticos. En un sistema bipartidista mayoritario, sin embargo, es un error crear partidos, pues pierden su capacidad de influencia, que es lo que pasó con el Partido Verde (Nader) que posibilitó la victoria de Bush hijo. Existe pues una enorme alienación de la población hacia la clase política percibida como cautiva de los intereses económicos del mundo empresarial (conocida como la Corporate Class en EE.UU.). De ahí que todos los candidatos se hayan tenido que presentar como “anti-Washington”.

Este patrocinio empresarial de los candidatos explica que las diferencias entre tales candidatos (que existen y que son muy importantes) son mucho menores que las diferencias existentes entre las izquierdas y derechas en España. En realidad el candidato Obama es un candidato de centro y en terminología española y en algunas áreas y propuestas (como su propuesta sanitaria) está a la derecha del PP. No pide por ejemplo la existencia del derecho a acceso a los servicios sanitarios aceptada por la derecha española. No es cierto, de hecho, que Obama haya pedido la universalización del derecho de acceso a los servicios sanitarios. En realidad, Obama cuando habla de universalizar los servicios sanitarios para los niños (no existe la propuesta de garantizar cobertura universal a la población adulta), quiere decir que obliga a todos los padres a que compren pólizas de aseguramiento sanitario privado para sus hijos. De la misma manera que para conducir un coche se requiere un aseguramiento del coche, la propuesta de Obama es que cada padre tiene que asegurarse de que su(s) hijo(s) tiene(n) un aseguramiento sanitario privado. Es cierto que facilita desgravaciones y subsidios, pero no garantiza que el Estado sea el que universalice tales derechos. Exige, en su lugar, que los ciudadanos compren su propio aseguramiento. Ni que decir tiene que el programa de Obama es mucho mejor que el de McCain, pero esto no quiere decir mucho en términos europeos. La propuesta de que sea el Estado el que garantice tal derecho (lo que en EE.UU. se llama single payer, siguiendo el modelo canadiense) no ha sido aceptado por Obama, pues considera que, aún cuando tal sistema sería el más aconsejable, implicaría un enfrentamiento con las compañías de seguro (que han financiado en parte su campaña) que considera inviable en la situación política de EE.UU. Esta propuesta es la deseada por la mayoría de la ciudadanía (2/3 de la población) (ver mi artículo Navarro,V. “Yes we can! Can we? The next failure of Health Care Reform”. A CounterPunch special report, en mi blog www.vnavarro.org, sección EE.UU.

Otra aclaración. El gran énfasis en las personalidades debilita enormemente la democracia. Es sorprendente que medios de información que son, con razón, muy críticos hacia sistemas mesiánicos fijados en la figura de un redentor, hayan seguido prácticas mesiánicas hacia Obama, reproduciendo una característica del sistema estadounidense, que al centrarse en personalidades, despolitiza la política estadounidense. Es un síntoma de inmadurez política el enfatizar las personalidades, promocionándolas como se promueve cualquier otro producto comercial. Ello se realiza a pesar de que la mayoría de la población expresa su descontento con tal énfasis mediático, prefiriendo que se discutan las propuestas, en lugar de las personalidades. En realidad, ha habido muy pocos programas que analicen en detalle las propuestas hechas por los candidatos excepto en la reproducción de eslóganes propagandistas como la llamada al cambio sin que se explicite a qué cambio se está refiriendo.

La alienación de la población y el fenómeno Obama

El enorme descontento de la población estadounidense ha sido lo que ha posibilitado a Obama presentarse como una alternativa a Washington, al ser muy nuevo en Washington, y al haberse opuesto a la guerra de Irak, dos credenciales de gran poder hoy en EE.UU. A ello se añade su condición de ser afro americano, que en sí constituye un elemento de cambio y corrección de una gran injusticia social, añadiéndose a ello la enorme crisis financiera y económica que ha movilizado a grandes sectores populares para echar a Bush. El éxito de Obama fue aprovechar el gran descontento de la ciudadanía hacia el establishment político para promover y liderar su candidatura. Y la dirección del Partido Demócrata se veía claramente como parte del establishment. Mucho se ha hablado de la enorme impopularidad de Bush. Pero lo que no se ha dicho es que el Congreso Estadounidense, controlado por el Partido Demócrata era incluso más impopular. En el 2004 el Congreso pasó a ser controlado por el Partido Demócrata con el claro mandato de retirarse de Irak, sin que ello ocurriera durante su mandato. El Congreso continuó apoyando la ocupación de Irak. Una situación semejante ocurrió con otras demandas tales como la universalización de los servicios sanitarios que la población desea pero que el Congreso no realiza (debido en parte a los dineros que congresistas en comités clave han recibido en sus campañas electorales de compañías de seguros que financian y gestionan la sanidad estadounidense).

Este descontento se ha ido incrementando con la crisis financiera motivada, por cierto, por la crisis política. Tal crisis se inició a partir de los años del Presidente Reagan cuyas políticas públicas han polarizado la distribución de las rentas en EE.UU., con un descenso de la capacidad adquisitiva de las clases populares (un obrero de 30 años recibe un salario que es un 17% más bajo que el existente en 1980), y un incremento de las rentas superiores, que alcanzan unos niveles de gran exuberancia. En realidad, la renta del 1% de la población de renta superior es mayor que la suma de la renta de 40% de la población de EE.UU. Mientras que en 1980 (el inicio de la revolución liberal), un ejecutivo de una gran empresa cobraba cuarenta veces lo que ganaba un trabajador promedio, en el año 2000, el primero ganaba cuatrocientas veces más que el segundo. Ganaba en un día lo que el trabajador ganaba en todo un año. Nunca antes (desde la Gran Depresión) se habían alcanzado unos niveles de desigualdad semejantes. Mientras que los salarios han descendido desde 1996 al 2001, las rentas de la decila superior han incrementado durante el mismo periodo un 58%. Y tal polarización ha significado también una disminución de la movilidad vertical de la ciudadanía, de manera que paradójicamente, en el mismo periodo en que un Afro americano es elegido Presidente, dando una imagen de movilidad racial, las posibilidades para que una persona que vive en la última decila de renta del país deje tal nivel son las más bajas de los países de la OECD de nivel comparable al de EE.UU. (ver George Irwin. Super Rich. The Rise of Inequalities in Great Britain and in the U.S. Polity Press.- 2007.

Nos encontramos pues, en una situación en que la mayoría de la ciudadanía está superendeudada, mientras que las grandes rentas están invirtiendo en actividades especulativas que originan las burbujas especulativas y las crisis financieras. (ver Navarro, V. De lo que no se habla en la crisis financiera. Sistema Digital, Octubre 2008). Esta polarización de las rentas es también responsable de la gran influencia del capital financiero en la vida política que alcanza su máxima expresión cuando Wall Street controla la agencia federal que debe regular la banca establecido por el gobierno Bush. De ahí que la crisis financiera moviliza todavía más a las clases populares votando por lo que perciben puede ser un cambio.

¿Habrá cambio con Obama?

Está claro que el voto por Obama y por el Partido Demócrata es un voto por cambio. Votó el 64% del electorado, con un 36% de abstención. Los tres grupos que votaron más masivamente por Obama fueron los afro americanos (el 93% de los votantes negros), los hispanos (66% de los votantes hispanos) y jóvenes (el 66% de los votantes jóvenes). Y dentro de la raza blanca, a menor renta, mayor apoyo a Obama, alcanzando un 44% entre los trabajadores blancos. Las mujeres han votado a Obama más que a McCain (aunque las blancas votaron más a McCain que a Obama).

Estos grupos, la clase trabajadora y sectores amplios de las clases medias han sido las fuerzas que han presionado más por el cambio. Y para desarrollarlo, Obama tendrá que ir más allá que su programa. En realidad su programa es muy moderado lo cual explica el apoyo de The Financial Times y The Economist que están preocupados por el desprestigio del gobierno federal de EE.UU. y de las elites gobernantes de aquel país. Ni que decir tiene que la elección de Obama, el primer afro americano elegido presidente, es de un enorme simbolismo que explica la gran celebración de su elección entre las personas progresistas del mundo. Es la culminación de la lucha de derechos civiles en aquel país. Como lo puso muy claramente Jay-Z, el famoso cantante negro, “Rose Park se sentó en un autobús a fin de que Martin Luther King pudiera andar. Martin Luther King anduvo y anduvo para que, un día, un Obama pudiera correr, y ahora Obama correrá para que podamos votar”. Es un gran día para EE.UU. y para toda la humanidad.

Pero desde el punto de vista de la reforma profunda que el país (y el mundo) necesita, las limitaciones de su programa son grandes, tipificadas por el conflicto entre las grandes influencias empresariales y financieras que le apoyaron y sus bases electorales más movilizadas que exigen un cambio. Y que esto ocurra depende de la movilización de estas bases.

Después de todo, Franklin Roosevelt también fue un candidato moderado que presionado por las movilizaciones populares estableció el New Deal (que ni siquiera estaba en su programa cuando salió elegido por primera vez). Lo mismo podría ocurrir con Obama. Y hay indicios que podrían ser así. Un ejemplo ocurrió sólo hace unas semanas cuando Obama apoyó la propuesta Bush de ayudar a la banca comprándole las hipotecas basura, propuesta hecha por el Secretario del Tesoro que había sido dirigente del Banco Goldman Sacks. Tal proyecto definido por el Senador Sanders del Estado de Vermont (el único Senador perteneciente a la Internacional Socialista) como la “Instrumentalización más abusiva del estado federal por parte de la banca que ha ocurrido en EE.UU.” fue modificado por el Partido Demócrata pero de una manera muy insuficiente. La protesta de las bases del Partido Demócrata hizo que se fueran incorporando cambios.

Pero el cambio más significante fue la protesta popular (liderada por los Sindicatos) que forzó que Obama y el Partido Demócrata añadieran otra propuesta, la de que el Gobierno Federal invirtiera 150.000 millones de dólares en infraestructuras y servicios públicos como manera de crear empleo, propuesta que no estaba en su propuesta inicial.

Es más, los sindicatos exigieron que se incorporaran economistas keynesianos a los liberales que predominaban en su equipo económico, a lo cual Obama accedió. De no continuar tal presión popular, podría ocurrir lo que le ocurrió a Clinton en 1992, cuando tras ganar las elecciones con un programa socialdemócrata de tipo keynesiano (más progresista que el de Obama y que incluía el establecimiento de un programa universal de salud), dejó de desarrollarlo debido a la presión de Wall Street a través de su secretario del Tesoro, Robert Rubin (que hoy asesora a Obama). Una consecuencia fue que en 1994, en las elecciones al Congreso, el votante demócrata, enfadado con Clinton, dejó de votar, aumentando la abstención de las bases electorales del Partido Demócrata, con lo que el Partido Republicano, con el mismo número de votos que en las elecciones anteriores, en 1990, ganó y se inició la revolución de Gingrich, una de las épocas más reaccionarias en la historia de EE.UU. De ahí la enorme importancia de que para que la espléndida victoria de Obama inicie el cambio deseado por la mayoría de las clases populares, se requiera un cambio mayor que el propuesto por el candidato y ahora Presidente Obama. Y esto no ocurrirá a no ser que la movilización popular que hizo posible que Obama fuera Presidente ahora haga posible tal cambio. La historia la escribe no los grandes personajes, sino las clases populares cuando se movilizan.

Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas. Universitat Pompeu Fabra y Profesor de Ciencias Políticas de la The Johns Hopkins University


Síntoma de un cambio cultural y social
Obama y el tiempo largo
anticopyrightPara elevar a Barack Obama a la presidencia, la sociedad estadounidense recuperó sus tradiciones de igualdad y justicia social, que no puieron ser erradicadas por dos décadas de gobiernos neoliberales. La clave de los hispanos y los jóvenes.
Por Raúl Zibechi.

A contrapelo de un cierto sentido común, podría decirse que el triunfo de Barack Obama no cambia nada, aunque sería más ajustado afirmar que su llegada a la Casa Blanca es el resultado de un cambio lento, cultural y social, que viene fraguándose desde hace cuatro décadas. O más aún, si se toma en cuenta el largo período de siglo y medio desde que los esclavos consiguieron su libertad en los Estados Unidos.

A todas luces, focalizar el cambio político en curso en el triunfo de Obama no puede sino opacar la infinidad de cambios que viene procesando una sociedad multiétnica y multicultural, desde las luchas por los derechos civiles de los negros en la década de 1960. Si hay algo que encarna el “sueño americano”, no es precisamente la utopía del ascenso social inidividual sino la potencia material y simbólica del deseo de cambio colectivo. Desde hace más de un siglo, los Estados Unidos se convirtieron en la cuna de los movimientos sociales, ocupando el lugar vacante dejado por Francia desde que la soldadesca de Thiers sepultó la Comuna de París en 1871.

Estados movilizados

Las fechas que conmemoran hoy los movimientos sociales en todo el mundo se originaron en los Estados Unidos. El 1 de mayo, día de los trabajadores, recuerda los disturbios en la plaza de Haymarket en Chicago, el 3 y 4 de mayo de 1886 a raíz de la huelga de los obreros de la McCormick Harvesting Machine. El 8 de marzo, dia de la mujer trabajadora, es el homenaje a las 146 obreras textiles de la fábrica Cotton, en Nueva York, que murieron calcinadas trabajando en condiciones inhumanas en 1909. El 28 de junio, día del orgullo gay, recuerda las “revueltas de Stonewall”, un bar de la comunidad LGBT en Greenwich Village, Nueva York, donde miles de personas resistieron y derrotaron la brutalidad policial en 1969.

Incluso el actual movimiento contra la globalización neoliberal, tuvo un impulso decisivo con las movilizaciones de Seattle en diciembre de 1999.

Memoria de Luther King y Malcolm X

Enfocado desde el tiempo largo, el triunfo de Obama es una victoria de una sociedad civil atravesada por un conjunto de movimientos socio-culturales (negros, mujeres, gay, antiguerra de Vietnam, entre otros), que una virtud de su propia personalidad, casi desconocida para los votantes. Ciertamente, es fruto de una generación de activistas negros en la que destacaron Martin Luther King y Malcolm X, así como de grandes actos como la Marcha a Washington por la libertad y el trabajo, el 28 de agosto de 1963, cuando King pronunció el célebre I have a dream.

Pero captar la profunidad del cambio social y cultural implica mirar en detalle la infinidad de pequeñas acciones que costaron decenas de vidas, miles de presos y heridos por un régimen racista y machista que terminó por desfibrarse en las postrimerías de Vietnam. Ahí está el Freedom Summer de 1964, una campaña nacional que llevó mil voluntarios a Mississipi para inscribir votantes negros en los padrones electorales.

Entre los militantes que acudieron al llamado de la Asociación Nacional para el Progreso del Pueblo de Color y el Comité de Estudiantes No Violentos (NAACP y SNCC por sus siglas en inglés), y de otras organizaciones, había mayoría de jóvenes blancos del norte, pero también negros y muchos judíos que durante tres meses se unieron con activistas negros del sur para desafiar el racismo en la boca del lobo. No fue un paseo. En apenas diez semanas los miembros de Ku Klux Klan, aliados con policías y autoridades, asesinaron cuatro activistas y otros cuatro fueron heridos de gravedad, 80 sufrieron golpizas, mil fueron arrestados, 37 iglesias que apoyaban la campaña y 30 viviendas de familias negras fueron quemadas o bombardeadas.

El éxito del "fracaso"

Desde el punto de vista cuantitativo, la campaña fue un fracaso ya que apenas consiguieron registrar 1.600 votantes de los 17 mil que pretendían empadronar. No se amedrentaron. Instalaron “escuelas libres” en las iglesias, en patios de casas y hasta bajo los árboles, como alternativa ante la segregación escolar, por las que pasaron miles de personas.

La perseverancia rindió frutos: los militantes del Freedom Summer consiguieron visibilizar el racismo y la persecución, y modificaron el curso del movimiento por los derechos civiles. Sólidos estudios como el del sociólogo Doug Mc Adam*, aseguran que Freedom Summer fue un parteguas en la sociedad estadounidense. En base al seguimiento de las hojas de vida de una parte de los activistas, sostiene que ese verano cambió la vida de quienes participaron en la campaña de solidaridad. Lo sucedido con ese millar de personas debería multiplicarse hasta consumar un cambio cultural y social de una parte sustancial de la población de los Estados Unidos, ya que aquella fue apenas una de cientos de actividades militantes de los 60.

El movimiento sufrió duros golpes, como el asesinato de King en 1968 y la represión contra Panteras Negras, donde militaba Mumia Abu-Jamal, a partir de 1969. En poco tiempo los líderes se convirtieron en referentes nacionales (hasta George W Bush se inclina ahora ante la memoria de King), y las aristas más ríspidas del segregacionismo fueron formalmente abolidas.

Como suele suceder en la vida real, los cambios profundos no se manifiestan de forma inmediata. Frederic Jameson señala que “los acontecimientos históricos no son puntuales, sino que se extienden en un antes y un después del tiempo que sólo se revela gradualmente”. Esa gradualidad indica que el cambio cultural es, en esencia, cambio lento, glacial, que no se mueve al ritmo esquizofrénico de la actividad político-electoral. Porque no opera linealmente ni sobre el escenario sino bajo la línea de visilidad pública y, casi siempre, de modo tangencial.

Hispanos y jóvenes

El movimiento triunfó cultural y socialmente, pese a la contrarrevolución de Reagan, de Bush padre e hijo. O sea, resistió dos décadas de políticas neoliberales. Los resultados del 4 de noviembre hablan solos. Quienes llevaron a Obama a la presidencia fueron los hispanos y los jóvenes, en primer lugar, seguidos de los habitantes de los suburbios y los negros. Comparados los resultados con los de 2004, los demócratas recibieron un 25 por ciento más de votos hispanos y los votos de los menores de 29 años crecieron otro 25 por ciento, lo que explica la diferencia de siete millones de votos entre Oabma y Mc Cain. En Florida el voto hispano por Obama fue un 27 por ciento superior al cosechado por Kerry cuatro años atrás. En Carolina del Norte, otro ex bastión republicano, el voto suburbano demócrata creció un 45 por ciento.

Jóvenes e hispanos. La historia se repite. Luego de algunas décadas de cruda opresión, la gente parece reaccionar con potencia incontenible. Como movimiento social, el lugar de los negros de los 60 lo ocupan hoy los hipanos. No es casualidad que entre los 18 millones de hispanos habilitados para votar, el 80 por ciento haya concurrido a las urnas. Un porcentaje altísimo en cualquier parte.

Lo cultural, lo social, lo político

Una vez más, el cambio cultural y social ha ido por delante de la política institucional, que al parecer es la última actividad en percibir el clamor societal. Obama es, de alguna forma, un retorno de los 60. Pero un retorno tamizado por el tiempo y los cambios culturales y demográficos. Puede acelerar o retrasar el declive de Estados Unidos como superpotencia, pero no podrá impedirlo. Si se inspirara en la generación que lo parió, podría inducir un suave amerizaje que evitara el naufragio de la nación, para lo cual debería reactivar algunas instituciones del Estado del Bienestar a favor de la fracción más débil de su base social. Tal como está el mundo y en vista de la intransigencia de las elites, para hacerlo necesitaría al menos una parte del valor de King y de los voluntarios del Freedom Summer.

* “Freedom Summer”, Oxford University Press, Nueva York, 1988
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Obama, el día después



Obama, que inició su aspiración presidencial a contracorriente del aparato de su partido, favorable a Hillary Clinton, se fue convirtiendo en un fenómeno político insólito en la historia de la gran potencia. Su facilidad para comunicarse con los estadunidenses de todos los orígenes étnicos y edades, su carisma, dotes de orador, condición diferente a los presidenciables típicos del establishment por ser negro, de origen pobre y haber iniciado su carrera como activista comunitario terminó imponiéndolo como candidato demócrata a la presidencia, impulsado por un movimiento de voluntarios mayoritariamente jóvenes que se convirtió gradualmente en una gigantesca bola de nieve. El rechazo a Bush y a la política al uso de amplios sectores de la población coincidió con la comprensión de los círculos realistas de la elite yanqui sobre la necesidad de un replanteo de la política interna y exterior del imperio que le permitiera recomponerse y salir del atolladero en que ha caído. De esta forma, Obama, del que desconfían pero al que creen poder domesticar, apareció como una fórmula aceptable y mucho más funcional a ese propósito que el impresentable dúo McCain/Palin. Ello explica que la mayoría de los grandes periódicos del sistema endosaran en los últimos meses su candidatura y las grandes sumas de dinero corporativo recibidas por su campaña. Pero la conquista de la Casa Blanca por el afroestadunidese es sin duda un hecho de gran trascendencia política pues se forjó desde las bases, reunió a una coalición inédita de fuerzas populares que incluye a segmentos muy progresistas y desalojará del Ejecutivo a una peligrosísima pandilla guerrerista y fascistoide, que, por cierto, aún puede hacer mucho daño.

Sin embargo, desmantelar la herencia de Bush y remontar la crisis es tarea titánica, que únicamente sería posible si quienes votaron por Obama se organizan y luchan por una agenda progresista, aunque sólo fuera por lograr un régimen más democrático, incluyente y menos arrogante ante el mundo.

aguerra_123@yahoo.com.mx



A BUEN ENTENDEDOR:
Ejército de EE.UU. despliega unidad de combate dentro del país por posibles disturbios

WSWS

Traducido del inglés por Germán Leyens


Por primera vez en la historia, los militares de EE.UU. están desplegando una unidad de combate del Ejército en servicio activo regular para uso a tiempo completo dentro del país a fin de encarar emergencias, incluidos potenciales disturbios civiles.

Desde el 1º de octubre, el Equipo de Combate de la Primera Brigada de la Tercera División será colocado bajo el comando del Ejército Norte de EE.UU., el componente del ejército del Comando Norte (NorthCom) del Pentágono, que fue creado después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 con la misión declarada de defender la “patria” y ayudar a autoridades federales, estatales y locales.

La unidad – conocida como “Raiders” [asaltantes] – es una de las de más “selectas” del Ejército. Ha pasado casi tres de los últimos cinco años en Iraq, dirigiendo el asalto contra Bagdad en 2003 y realizando combates casa por casa en la represión de la resistencia en la ciudad de Ramadi. Fue el primer equipo de combate de brigada enviado tres veces a Iraq.

Aunque se han utilizado previamente unidades en servicio activo en tareas temporales, como ser las tropas con equipo de combate desplegadas en Nueva Orleans, que fue colocada efectivamente bajo la ley marcial después del huracán Katrina, esto marca la primera vez en que una unidad de combate del Ejército recibe tareas específicas en las que suelo estadounidense constituye su “zona de combate.”

Los pronunciamientos oficiales del Pentágono subrayaron el papel de unidades especializadas en una reacción potencial a un ataque terrorista dentro de EE.UU. El general George Casey, jefe del Estado Mayor del Ejército, asistió la semana pasada a un ejercicio de entrenamiento de unos 250 miembros de la unidad en Fort Stewart, Georgia. El centro del ejercicio, según la oficina de asuntos públicos del Ejército, fue como los soldados “podrían volar misiones de búsqueda y rescate, extraer víctimas y descontaminar a gente después de un catastrófico ataque nuclear en la región vital de la nación.”

“Estamos en guerra contra una red extremista global que no desaparece,” dijo Casey a los soldados. “Espero que no tengamos que usarla, pero necesitamos la capacidad de hacerlo.”

Sin embargo, la misión asignada a los casi 4.000 soldados del Equipo de Combate de la Primera Brigada no es sólo rescatar a víctimas de ataques terroristas. Un artículo que apareció este mes en Army Times (“Brigade homeland tours start Oct. 1” [Recorridos de brigada por el interior comienzan el 1º de octubre]), una publicación que es ampliamente leída por los militares, pinta un cuadro diferente y mucho más siniestro.

“Se podrá recurrir a ellos para ayudar en casos de descontento social y control de multitudes,” informa el periódico. Cita al comandante de la unidad, coronel Robert Cloutier, diciendo que los soldados están siendo entrenados en el uso del “primer paquete no-letal que jamás haya presentado el Ejército.” Las armas, informa la publicación, están “destinadas a someter a individuos revoltosos o peligrosos sin matarlos.” El equipo incluye “beanbag bullets”[Cartuchos en los que tras la pólvora se inserta un taco separador y una cantidad de perdigones esféricos envueltos en un saquete de tela y con una falsa ojiva plástica que les proporciona protección aerodinámica], escudos y porras y equipos para erigir bloques de ruta.

Parece que como parte del entrenamiento para su despliegue dentro de EE.UU., se ha ordenado a los soldados que prueben parte de este equipo no-letal los unos sobre los otros.

“Fui el primero en la brigada al que le aplicaron el Taser [porra de electrochoque]”, dijo Cloutier al Army Times. Describió los efectos del arma como “el peor calambre muscular de tu vida – multiplicado por 10 en todo tu cuerpo.”

La observación del coronel sugiere que, en preparación para sus deberes en el “frente interior”, soldados rasos también son sometidos rutinariamente al Taser. El efecto y el propósito embrutecedor de un ejercicio de entrenamiento tan macabro es insensibilizar a los soldados contra la conmiseración por el dolor y el sufrimiento que se les puede pedir que inflijan a la población civil utilizando esas mismas armas “no-letales.”

Según funcionarios militares citados por el Army Times, el despliegue de tropas regulares del Ejército en EE.UU., iniciado con el Primer Equipo de Combate de Brigada, se hará permanente. Diferentes unidades serán rotadas en la tarea sobre una base anual.

En una entrevista en línea con periodistas durante este mes, se preguntó a oficiales sobre las implicaciones del nuevo despliegue para la Ley Posse Comitatus, el estatuto legal de 230 años de antigüedad que prohíbe el uso de fuerzas militares de EE.UU. para propósitos de mantenimiento del orden dentro del propio EE.UU.

El coronel Lou Volger, jefe de operaciones futuras de NorthCom, trató de minimizar cualquier rol de mantenimiento del orden, pero agregó: “Nos integraremos con el mantenimiento del orden para comprender la situación y asegurar que sepamos de cualesquiera amenazas.”

Volger reconoció lo obvio: que el Equipo de Combate de Brigada es una fuerza militar, mientras intentaba descartar la probabilidad de que tendría algún rol militar. “Incluye fuerzas para seguridad,” dijo “pero eso es realmente – lo llaman fuerzas de seguridad, pero eso es realmente sólo para establecer nuestra propia marca y asegurar que podamos operar y mantener nuestras propias bases.”

El teniente coronel James Shores, otro oficial de NorthCom, se sumó a la conversación: “Digamos que incluso si hubiera un escenario que se desarrollara hacia un cierto disturbio civil – incluso en ese momento se necesitaría una directiva presidencial para incluso llegar cerca de algo como lo que usted está sugiriendo.”

Sea lo que sea que se requiera para provocar una tal intervención, es obvio que el coronel Cloutier y sus soldados se están preparando para ello con su entrenamiento práctico en el uso de medios “no-letales” de represión.

A pesar de la extrema susceptibilidad de los mandamases militares respecto al tema, la realidad es que la intervención de militares en asuntos interiores ha aumentado fuertemente durante el período reciente bajo condiciones en las que su participación en dos guerras de estilo colonial en el exterior les ha dado un papel mucho más destacado en la vida política estadounidense.

El gobierno de Bush ha trabajado para derribar todas las barreras para el uso de los militares en la represión interior. Por consiguiente, incluyó en la ley de gastos del Pentágono para 2007 una medida para enmendar la Ley Posse Comitatus a fin de allanar el camino para el despliegue en el interior de los militares en casos de desastres naturales, ataque terrorista u “otras condiciones en las que el presidente determine que ha ocurrido violencia interior hasta tal punto que funcionarios estatales no puedan mantener el orden público.”

La cláusula otorga al presidente amplios nuevos poderes para imponer la ley marcial declarando una “emergencia pública” prácticamente por cualquier motivo, permitiéndole desplegar tropas en cualquier sitio de EE.UU. y tomar el control de unidades de la Guardia Nacional basadas en los Estados sin el consentimiento de los gobernadores estatales a fin de “reprimir el desorden público.”

La estipulación fue posteriormente revocada por el Congreso como parte de la legislación de gastos militares para 2008, pero la intención sigue existiendo. Considerando los amplios poderes reivindicados por la Casa Blanca en nombre del “comandante en jefe” en una guerra global contra el terror – poderes para suspender el habeas corpus, realizar un espionaje interior generalizado y torturas – no hay motivos para creer que respetaría restricciones legales contra el uso de la fuerza militar en el interior.

Es notable que el despliegue de tropas de combate de EE.UU. “como una fuerza federal disponible para emergencias y desastres naturales o causados por humanos” – en la formulación de Army Times – coincida con el estallido de la mayor emergencia económica y desastre financiero desde la Gran Depresión de los años treinta.

Justificado como una reacción ante amenazas terroristas, la verdadera fuente de los crecientes preparativos para el uso de fuerza militar estadounidense dentro de las fronteras de EE.UU. no proviene de los eventos del 11 de septiembre de 2001 o del peligro de que se repitan. Más bien, la movilización interior de las fuerzas armadas es una reacción del establishment gobernante de EE.UU. a la creciente amenaza para la estabilidad política.

Bajo condiciones de una profundización de la crisis económica, el abismo social sin precedentes que separa a la gente trabajadora del país de la elite poseedora de una riqueza obscena se hace insostenible dentro del marco político existente.

http://www.wsws.org/articles/2008/sep2008/mili-s25.shtml


¿No resulta grotesco que los empresarios del difunto Bear Stearns amasaran fortunas mientras emprendían estrategias empresariales arriesgadas que han llevado la empresa al colapso? ¿Por qué los contribuyentes norteamericanos, la mayoría de los cuales no tan ricos, tienen que hacer frente a los 700.000 millones de dólares para el rescate de las grandes instituciones financieras? El 30 de septiembre de 2007, el gobierno federal tenía un agujero fiscal de 53 billones de dólares, equivalente a 455.000 dólares por familia y 175.000 dólares por persona. Esta carga aumenta cada año en 6.600-9.900 dólares por norteamericano. El Medicare representa 34 billones de dólares de este déficit y al fondo fiduciario relacionado con el Medicare se le acabará el dinero en diez años. Quienquiera que gane las elecciones presidenciales y quienquiera que controle el Congreso, tendrá que presidir profundos recortes de los niveles de vida. Los mismos capitalistas que han cogido miles de millones del gobierno y de la Reserva Federal están exigiendo mayor control presupuestario, recortes del gasto federal, una reforma amplia (léase reducción) del derecho a la asistencia sanitaria.

No hay dinero para el Medicare ni para escuelas o pensiones para los ancianos. Pero hay mucho dinero para los grandes bancos y ricachones. Esta flagrante contradicción está agitándose en la conciencia de millones de norteamericanos y tendrá consecuencias enormes en el futuro. La pesada carga de la deuda recaerá sobre los hombros de las venideras generaciones que pagarán el precio con caídas de los niveles de vida y recortes del gasto social. Esto inevitablemente provocará un cambio profundo de la conciencia.

Para la opinión pública norteamericana la lección no pasará desapercibida. No hay dinero para escuelas, enfermos o ancianos pero cuando se trata de las grandes empresas (y no hay mayor empresa que la banca) el Estado dispone de un cheque en blanco. Para el sufrimiento de los pobres la administración Bush sólo tiene desprecio. En la tierra de la libertad, todo ciudadano tiene el derecho a enriquecerse, si la gente insiste en ser pobre, ¡es su problema! Que muestren un poco más de iniciativa o si no que se arrastren hacia la zanja y mueran. Ese es el severo mensaje del Mesías republicano del libre mercado. Pero cuando se trata de los super-ricos, George W. Bush demuestra la más sensible preocupación. Pero ya estaba escrito antes: "Porque a cualquiera que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia; pero a cualquiera que no tiene, aun lo que tiene se le quitará". (Mateo 13:12).

Ya sabemos que el presidente Bush es un firme creyente en el Libro Sagrado. Pero sospechamos que sus motivos para intervenir en la crisis financiera no están totalmente relacionados con la caridad cristiana, tiene más que ver con la desesperación. La clase dominante en EEUU ve que se está abriendo bajo sus pies un abismo y se ve obligada a adoptar medidas de pánico en un intento frenético de evitar una recesión global. Por eso un fanático del libre mercado como el presidente se ve forzado a lanzar setecientos mil millones de dólares del dinero de los contribuyentes a los bancos.

Esta iniciativa extraordinaria recibió inmediatamente los aplausos del mercado, nacional e internacionalmente. El Grupo de las Siete naciones industrializadas dijo a sus miembros: "bienvenidas las extraordinarias acciones adoptadas por EEUU". Sin embargo, otras naciones dijeron que no veían la necesidad inmediata de crear sus propios fondos para comprar valores en peligro. Los capitalistas de Europa y otras partes estaban prefieren recostarse y dejar que los norteamericanos se esfuercen. Después de todo ¿no eran en primer lugar los responsables de crear este caos? La misma pregunta se hace en EEUU, en cada esquina y en el Capitolio.

El presidente inmediatamente se topó con un problema en el Congreso norteamericano. No es que los y las congresistas estén menos dispuestos a garantizar la supervivencia del capitalismo que el actual inquilino de la Casa Blanca, pero están aún más dedicados a su propia supervivencia. El problema es que sienten la creciente reacción que existe contra el capitalismo, el mercado, los banqueros, Wall Street y todas sus acciones. La inmensa donación (eso es lo que es) habla por sí sola. Significa que se cogerá del bolsillo de cada contribuyente estadounidense el equivalente a 9.400 dólares y se depositarán en las cuentas de las mismas personas que provocaron la crisis financiera. Este hecho por sí solo sirve para aclarar estupendamente las ideas de los miembros del Congreso, especialmente cuando las elecciones están a la vuelta de la esquina.

Los Demócratas han estado pidiendo una segunda ronda de medidas para recuperar la economía norteamericana, centrada en estimular el gasto en infraestructura, ayuda a costear la factura energética de los hogares y posiblemente más cheques descuento para los consumidores. Pero la administración y muchos republicanos se resisten. ¿Dinero para los banqueros? ¡Por supuesto! ¿Dinero para los norteamericanos corrientes? ¡La cuenta está al descubierto! Esto es demasiado para las almas amables del Capitolio que gastan todo su tiempo en vigilar los intereses de la nación.

El ambiente en el Congreso fue tenso, los congresistas se gritaban y casi llegan a las manos. ¿Alguien puede recordar este tipo de escenas en el Capitolio? Entonces ¿cómo hay quien no puede ver a EEUU en una situación de debacle económica? ¿Puede alguien recordar a la población norteamericana en esta situación de rebelión y furia? La razón del comportamiento de los congresistas es que sienten las llamas queman ya sus traseros.

Cualquier cosa que hagan estará equivocada. Si firman el acuerdo se ganarán el odio de millones de estadounidenses. Una mujer, entrevista la noche pasada por la televisión británica, cuando le preguntaron qué pensaba sobre el plan de rescate respondió desconsoladamente: "Acabo de salir de un turno de once horas y trabajo 60 horas semanales. ¡Ahora quieren coger 2.300 dólares de mi salario para dárselo a los banqueros!" Esta debe ser la actitud típica de millones de personas corrientes en EEUU. Pero si se niegan a firmar, provocarán una caída aún más profunda de las bolsas en EEUU y con ello la amenaza de un colapso total en las líneas de 1929. En otras palabras, estarán entre la espada y la pared.

Pesimismo de la burguesía

La burguesía sufre de ataques maniaco depresivos periódicos, pasando rápidamente del optimismo extremo al abismo de la desesperación. En ambos lados del Atlántico, donde anteriormente había "exuberancia irracional", ahora hay oscuridad y condena. Siempre fue así: la burguesía siempre se balancea entre los dos extremos del carácter maniaco depresivo. En determinado momento la fiesta está en plena efervescencia y consiguen enormes fortunas, al momento siguiente, todo se desinfla y abunda la miseria. Cuando llega finalmente el colapso es como la mañana después de una fiesta salvaje. La noche antes, la gente está feliz embriagada sin preocuparse por el mundo. Ahora, con la fría luz del día la historia es diferente. Hombres y mujeres son terriblemente conscientes de los excesos de la noche anterior, juran con solemnidad que nunca volverán a beber, y son bastante sinceros, hasta la siguiente fiesta.

El colapso ignominioso del último boom especulativo no es una excepción a la norma general. Es destacable sólo por la profundidad de la tristeza, que sólo es un reflejo de las cotas vertiginosas desde las que ahora están cayendo. Sencillamente fue el mayor boom especulativo de la historia (o burbuja). Fue mucho más grande que el boom que precedió al colapso de Wall Street. A pesar de la severidad obvia de la crisis, los economistas burgueses aún intentan confortarse con el pensamiento de que las cosas podrían haber sido mucho peores. Recientemente el Financial Times comentaba:

"La Gran Depresión comenzó hace menos de 80 años pero, para ser sinceros, estamos en un siglo diferente. Sea o no la peor crisis a la que se enfrentará el mundo entre este momento y el año 2099, lo destacable es el hecho de que no haya sucedido nada tan malo como la Gran Depresión entre los años treinta y el momento actual". Este comentario es interesante por dos cosas: las mismas personas que durante años han estado negando cualquier posibilidad de una repetición de 1929 y la Gran Depresión ahora, sin inmutarse, dicen que no sólo es posible, sino que lo destacable es que no haya ocurrido aún.

Dominique Strauss-Kahn escribe: "[...] y por qué no ha ocurrido, al menos aún, en la economía general, el comienzo de una severa recesión. Quizá fue la ausencia de esta última lo que llevó a muchos a tranquilizarse considerando el pinchazo de la burbuja inmobiliaria como una corrección, los impagos de las hipotecas subprime norteamericanas como una desgracia y el fracaso de importantes instituciones financieras como un daño colateral". (Ibíd).

La caída de los precios durante una crisis simplemente compensaba su anterior inflación, en ese sentido se puede hablar de una "corrección". Sin embargo, nosotros hace tiempo dijimos cómo los economistas burgueses han cambiado repetidamente la terminología que describe una recesión económica para que parezca algo menos serio. En determinado momento utilizaron la palabra pánico, después crisis, hasta que finalmente han llegado a corrección. Después de todo, si aceptamos los milagrosos poderes sanadores del mercado, que por arte de magia se regula sin ninguna participación humana consciente, ¿cómo se puede objetar la "autocorrección" del mercado?

Sobre este tema escribimos lo siguiente en Perspectivas Mundiales 2008:

"Se podría decir lo mismo sobre un terremoto: también se puede presentar como una ‘corrección' necesaria que simplemente reajusta la corteza terrestre. Finalmente, todo vuelve a la normalidad y la vida continúa como antes. Pero este análisis reconfortante no tiene en cuenta la terrible estela de daños provocada por el terremoto: pueblos que desaparecen, árboles arrancados, cosechas destruidas, miles de muertos y heridos. Además, la vida normal no se recupera tan fácilmente después de un terremoto. Algunos pueden ser tan devastadores y dejar tal reguero de destrucción que los efectos se sienten durante años".

Estas líneas describen con precisión las consecuencias de esta "corrección".

La dictadura del capital financiero

Nuestra época es la del capitalismo monopolista, una de las características es el dominio completo del capital financiero. Este dominio en EEUU y Gran Bretaña ha llegado más lejos que en cualquier otro país importante. Gran Bretaña, el antiguo taller del mundo, se ha transformado en una economía rentista parasitaria que produce muy poco y está dominada por las finanzas y los servicios. Hasta hace muy poco esto representaba algo positivo que podía proteger a Gran Bretaña frente a la turbulencia de la economía mundial. Pero se ha convertido en su contrario. Al seguir de manera servil el modelo norteamericano, Gran Bretaña se ha visto arrastrada hacia la recesión siguiendo los pasos de EEUU y probablemente se verá peor afectada. Como un gusano parásito, engorda a costa del resto del organismo anfitrión, el sector financiero se ha hecho demasiado grande con relación a la economía, minando su fortaleza y amenazado con socavarlo completamente.

Es una proposición elemental que todo lo que sube debe bajar. Durante años la economía norteamericana parecía desafiar las leyes de la gravedad económica. Ahora debe pagar el precio. La caída ha llegado, y es más abrupta por la altura vertiginosa que alcanzó debido a la especulación en el sector inmobiliario durante el período que la precedió. Ya es mucho más intensa que la caída de los precios inmobiliarios en la Gran Depresión. En el primer trimestre de 2008 los precios inmobiliarios en EEUU cayeron oficialmente un 14,1 por ciento. Por contraste, en 1932, en el momento bajo de la depresión, los precios inmobiliarios cayeron un 10,5 por ciento. Además, estas cifras no reflejan la seriedad real de la situación. Algunos economistas sitúan la cifra de la caída de los precios inmobiliarios durante el primer trimestre en el 16 por ciento en términos reales. Y la caída de los precios inmobiliarios está lejos de haber terminado.

Esto significa que las enormes sumas de dinero que van a regalar a los banqueros no tendrán el efecto de detener la caída, o en el mejor de los casos pueden sólo tener un respiro temporal antes de nuevas y más profundas caídas. Esta es la lógica del mercado que no obedece a ninguna ley excepto a él mismo. Los supuestos planes de estabilización no son nada parecido. Todo lo que se habla de regular los mercados es una estupidez. El sistema capitalista es anárquico por naturaleza. No se puede planificar ni regular. El intento de estabilizar el sector financiero inyectando grandes cantidades de efectivo sólo conseguirá enriquecer aún más a los ya mega-ricos. Pero no tendrá un efecto duradero sobre el mercado.

La insolencia de los banqueros es bastante asombrosa. Exigen al gobierno que compre sus deudas malas, mientras ellos se quedan con los valores rentables. Nadie sabe cuál es el valor real de estos activos. Un viejo refrán dice que nunca se puede comprar a ciegas. Es un consejo acertado, pero se espera que el gobierno entregue una inmensa cantidad de dinero a la burguesía sin mirar lo que hay en el paquete. La crisis del sistema bancario es el resultado de una estafa masiva en la que todos los banqueros han participado alegremente durante las últimas dos décadas. Se han hecho fabulosamente ricos pero ahora han dejado una enorme cantidad de deuda y capital ficticio en los libros de cuentas de las instituciones financieras. ¿Cómo resolver este pequeño problema? ¡Fácil! Pasar la factura al contribuyente. El gobierno crea una agencia para comprar estos valores y los mantiene hasta que "maduren" y se puedan vender al sector privado. Esto significa nacionalizar las pérdidas y privatizar los beneficios o, por utilizar una maravillosa expresión de Gore Vidal, socialismo para el rico y economía de libre mercado para el pobre.

Los capitalistas pretenden que también ellos están haciendo sacrificios, pero lo que quieren decir es que sacrifican unos pocos de sus inflados beneficios, mientras que los trabajadores sacrifican su vida y casa. Los banqueros gritan con dolor y los gobiernos corren con un cheque en blanco en sus manos. Esto se conoce como "provisión de liquidez". El problema es que el Estado no posee liquidez alguna. Sólo puede conseguir el dinero de los contribuyentes. Pero los impuestos reducen la demanda, algo que ya está cayendo en EEUU. Esto podría temporalmente aliviar el "sufrimiento" de los super-ricos, pero sólo a costa de incrementar el sufrimiento de millones de estadounidenses corrientes. Eso, en sí mismo, no sería nada preocupante, por supuesto, ya que el destino de todos los norteamericanos patriotas es sufrir por la gran causa del mercado. Desgraciadamente, esto tendrá efectos más serios en la economía.

Un nuevo recorte de la demanda aumentará el desempleo. Las empresas entrarán en bancarrota. Más personas no podrán pagar sus hipotecas y deudas de la tarjeta de crédito, profundizará la crisis y será más difícil de resolver. Además, EEUU es los años recientes ha pasado de ser la nación acreedora más grande del mundo a ser el mayor deudor mundial. La compra por parte del gobierno de valores sin valor e inyecciones de capital en las instituciones financieras aumentará enormemente este endeudamiento colectivo. Provocarán una nueva caída del valor del dólar con relación a otras monedas y esta situación consiguientemente causará más convulsiones en los mercados monetarios mundiales.

Los bancos centrales se supone que deben evitar vigilar a los bancos e instituciones financieras para garantizar a los depositarios que sus depósitos bancarios están a salvo, y proporcionar la liquidez en las instituciones financieras frente a daños colaterales. Pero los recursos de los bancos centrales tienen un límite y se está alcanzado muy rápidamente. Probablemente ya han hecho más de lo que podían hacer. En el caso de una nueva crisis bancaria no podrán hacer nada. Como nadie tiene la más mínima idea de a cuánto ascienden las deudas malas que están envenenando el sistema financiero mundial, esta crisis en el próximo período es inevitable.

Más pronto que tarde terminará en el colapso de uno u otro de los bancos importantes, que puede provocar una conmoción letal en toda la economía mundial, como ocurrió con el colapso del banco austriaco más grande, el Kredit-Anstalt, en mayo de 1931. Esto sucedió dos años y medio después del crack de Wall Street en EEUU y marcó el principio del colapso financiero de Europa Central y después más allá. Es totalmente posible que veamos algo similar en el próximo período.

Y de las luchas, fuertes luchas que está emprendiendo el pueblo, y de las aún mayores que deberá realizar: dependerá para quien será favorable "el próximo período".-