La industria israelí empieza a notar la indignación que ha despertado en un sector de la sociedad europea la ofensiva militar en Gaza. Los empresarios de algunos países del Viejo Continente han cancelado o pospuesto las importaciones de productos israelís, especialmente agrícolas, como frutas y verduras, flores y carne, según ha confirmado a este diario el Ministerio de Agricultura israelí. El boicot lo encabezan los países escandinavos, pero también toma cuerpo en otros estados como Gran Bretaña, Francia e Italia.
"Estamos preocupados porque la guerra está afectando a nuestros productores. Compradores tradicionales de nuestros cítricos y nuestras verduras han suspendido o aplazado las importaciones debido a la situación en Gaza", asegura la directora general del ministerio, Yael Shaltieli. Europa es el principal mercado exterior del campo israelí. Sus exportaciones generan unos ingresos de unos 755 millones de euros anuales, solo superados por la venta de diamantes pulidos, las armas y las tecnologías de la información.
Ahora, sin embargo, frutas como la naranja, el aguacate, el dátil, el mango o el caqui israelí, además de distintas variedades de flores, están pagando el peaje de esta guerra. "Los importadores nos dicen que los consumidores no quieren seguir comprando frutas israelís. En Noruega, Suecia y Finlandia la tendencia es generalizada y podría extenderse pronto a todas las cadenas de supermercados", explica Ilan Eshel, director general de la Asociación Israelí de Productores de Frutas. "Importadores del Reino Unido, Francia e Italia también han cancelado algunos pedidos", añade.
Dañar la imagen
Como viene insistiendo desde hace unos días la prensa hebrea, Eshel considera que la ofensiva de Gaza está dañando gravemente la imagen de Israel en el exterior. "En el fondo muchos países comprenden que nos defendamos de los cohetes, pero también es verdad que las imágenes de muerte y destrucción que llegan de Gaza son terribles", explica. "Si el sufrimiento palestino continúa, lo vamos a notar porque cada vez hay más voces que llaman al boicot".
Este tipo de campañas no son nuevas para Israel. Algunas oenegés, sindicatos e iglesias llevan años promoviendo, sin mucho éxito, el boicot económico para forzar el fin de la ocupación de los territorios palestinos, a punto de cumplir 42 años. El modelo es el mismo que ayudó a tumbar el apartheid en Suráfrica.
Hasta ahora, la mayoría de esfuerzos se habían centrado en el boicot a los productos fabricados en los asentamientos judíos en Cisjordania. El Gobierno ofrece jugosos beneficios fiscales a las empresas israelís que operan desde allí, pero últimamente las presiones externas han empezado a dar frutos. En los últimos meses, tanto la empresa vitícola israelí Barkan como la multinacional sueca de cerrajería Mul-T-Lock anunciaron su marcha de los asentamientos por temor a las repercusiones sobre su imagen de marca y al rechazo de los consumidores europeos.
La guerra también ha trastocado, aunque sea momentáneamente, las relaciones entre Israel y la Unión Europea. Bruselas se opone al boicot, pero el pasado miércoles anunció que congelaba el acuerdo ratificado en junio para estrechar los lazos políticos, culturales y económicos --semejantes a un acuerdo de libre comercio-- con el Estado judío. No es "apropiado" refrendarlo ahora, cuando "Israel utiliza la guerra de un modo tan dramático y poderoso en Gaza", dijo el máximo representante de la Comisión Europea en Israel, Ramiro Cebrián.
España es un mercado relativamente pequeño para las exportaciones israelís, aunque los cosméticos Ahava, las frutas Carmel y el agua Eden están ampliamente implantadas. Aquí, sin embargo, no se están notando las consecuencias de la guerra, según Yael Yael Shaltieli. Al menos, de momento.