jueves, 28 de febrero de 2008

CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA


CRONICA DE VIOLENCIA ANUNCIADA

26 DE JUNIO DE 2002

Investigación realizada en el año 2007

Autores

ALFARANO, ANA LAURA

BERGERO, MABEL ALICIA

CALANDRO, MARCELA

DIAZ, JUAN CARLOS

GALLEGO, BÁRBARA DANIELA

GALUCHI, ROBERTO

Este Trabajo se lleva a cabo en la Cátedra de Historia II – Argentina Contemporánea, a cargo de la Profesora Mabel G. Maidana, en el año 2007

En el Marco del INSTITUTO SUPERIOR DE ENSEÑANZA RADIOFÓNICA (ISER). Carrera de Locución.

La Biblioteca Paco Urondo se enorgullece de presentar éste trabajo con la autorización y beneplácito de los jóvenes investigadores.

A ellos les hacemos llegar nuestro agradecimiento, como así también a la Profesora Mabel G. Maidana, una compañera militante de los gloriosos 70.

Con esta publicación iniciamos una serie de trabajos que esperamos sumar realizados por jóvenes compañeros en la construcción de un proyecto común.

“CRÓNICA DE VIOLENCIA ANUNCIADA”

26 DE JUNIO DE 2002

INDICE

Prólogo
Pág. 3

El comienzo de los piquetes
Pág. 3


Eduardo Duhalde
Pág. 4

Darío Santillán y Maximiliano Kosteky: horas antes de marchar
al puente Pueyrredón
Pág.10

Operativo policial y organización piquetera:
Pág.12

Ubicación de la policía y los piqueteros en el puente y alrededores
Pág. 13

Ubicación piquetera:
Pág. 14

El choque
Pág. 14

Comienza la cacería
Pág. 15

Afuera de la estación
pag. 16

Darío Santillán
Pág. 17

Los dichos
Pág. 18

Las fotos
Pág. 18

Los titulares del día siguiente
Pág. 19

El día después
Pág. 20

Las cosas se complicaron y nadie sabía nada
Pág. 20

-Comisario inspector Alfredo Luis Fanchotti

Pág. 20

-Comisario mayor Félix Osvaldo vega

Pag. 22


-Subsecretario de Inteligencia del Estado
(SIDE) Oscar RODRÍGUEZ

Pág. 23


-Secretario de Seguridad Interior de la Nación,

doctor Juan José Álvarez

Pág. 25


-Alfredo Atanasof, Jorge Matzkin, Carlos Ruckauf,

Carlos Soria, Felipe Solá, Luis GENOUD

Pág. 26



-Presidente de la Nación, Eduardo Duhalde

Pág. 28



Bibliografía

Pág. 29



Prólogo

Sentimos la necesidad de indagar sobre la masacre de Avellaneda, hecho significativo que marcó un antes y un después en esa porción de la historia Argentina.

De esta manera, el presente nos llevó a plantearnos distintos interrogantes para intentar recrear los acontecimientos vividos aquel 26 de junio de 2002.

Para llevar a cabo la investigación fue necesaria la recopilación de documentos, libros, diarios, investigaciones posteriores al hecho, testimonios y fuentes indirectas del caso, que nos permitieron ir más allá de la mirada ingenua, pudiendo elaborar una hipótesis del hecho en cuestión.

En el siguiente trabajo, nuestra hipótesis se basará en demostrar, que el enfrentamiento producido el 26 de junio de 2002 entre movimientos piqueteros y fuerzas policiales, fue un hecho intencionado por parte del Gobierno Nacional con el objetivo de reprimir, simulando un posible enfrentamiento entre los manifestantes.

La “venia” desde el poder político dada por funcionarios en los días previos, la elección de los encargados en el operativo represivo y la mala lectura política realizada por los cuadros piqueteros llevaron a que el costo de una manifestación de protesta, fuera la pérdida de dos vidas, varios heridos y un cambio de gobierno.

El comienzo de los piquetes

PIQUETE, es el término que designa a un pequeño grupo de soldados, empleados en algún servicio. Piquetes eran los grupos huelguistas. Es un término empleado para la pelea.

Un antecedente son las batallas libradas en la provincia de Jujuy durante 1990, protagonizada por el Frente de Gremios Estatales (FGE), integrado por catorce sindicatos.

En estos conflictos fue importante la participación del Partido del Trabajo y el Pueblo- Partido Comunista Revolucionario (PTP-PCR) con, el secretario del Sindicato de Empleados y Obreros Municipales (SEOM) de San Salvador, Carlos “Perro Santillán”.

Otro posible inicio de los piquetes son los pueblos de Tartagal y Gral. Mosconi, cuando se privatizo YPF, los petroleros se movilizaron en contra de esta entrega de la riqueza nacional, en defensa de su puesto de trabajo y cortaron la ruta.

Luis Oviedo considera precursora de los piquetes a la Confederación General del Trabajo (CGT) DE San Lorenzo, provincia de Santa Fe, que realizo cortes de rutas en 1992 durante un conflicto del gremio aceitero.

En 1991 el gobierno del Partido Justicialista (PJ), bajo la presidencia de Menem, con acuerdo del Congreso Nacional y del gobernador neuquino Jorge Sobisch, había privatizado Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). Contra esta medida se alzaron huelgas en la provincia de Chubut.

A fines de 1995 se organizó la formación de una Comisión de Desocupados del partido de La Matanza, el más poblado del conurbano bonaerense, en la que intervenían el Frente País Solidario (Frepaso, luego parte de la Alianza que llevó a Fernando De la Rúa a la presidencia de la Nación), CTA, PCR y PO.

A mediados de 1996, dos embriones del MTR aparecieron con el nombre genérico de Movimiento de Trabajadores Desocupados en Florencio Varela y Mar del Plata. Sus actividades consistían en elaborar y presentar proyectos de trabajo, organizar a los desocupados, pelear por conseguir planes de empleo y garrafas de gas, por impedir el corte de suministro eléctrico a viviendas de desempleados, y por planes especiales para ellos.

Eduardo Duhalde

El 2 de Enero de 2002 Eduardo Duhalde jura ante el Congreso Nacional, en medio de la peor crisis económica y social conocida en Argentina.

Durante los primeros meses del gobierno del Presidente se pueden reconocer

significativos momentos en los cuales la gestión política transita entre el fracaso y la continuidad. Estos hechos representan un pacto entre la clase dirigente política por un lado, y con los sectores económicos por otro, siempre teniendo como premisa superar el conflicto social, pero con objetivos diferenciados: La dirigencia política, para superar la crisis de legitimidad en la que se encontraba y para sostener sus posiciones de poder y el sector económico, (aquel que es beneficiado por la devaluación), interesado en recuperar ventajas con el nuevo modelo cambiario.

Se destacan entre ellos, la relación del Poder Ejecutivo con el Congreso Nacional, la devaluación de la moneda y pesificación de deudas, la relación con la Corte Suprema de Justicia, los pactos con los Gobernadores y el conflicto social, derivado del desempleo y el aumento de la pobreza.

El primero de enero de 2002, la Asamblea Legislativa eligió a Eduardo Duhalde por casi la totalidad de los votos. El paso de cinco presidentes en el transcurso de doce días urgían a la necesidad de conformar un gobierno estable que pudiera sobrellevar la critica situación. De esta manera, al constituir el gabinete designa a Jorge Remes Lenicov como Ministro de Economía, quien propone al Congreso una devaluación de la moneda de un treinta por ciento.

Durante una semana se mantienen los bancos y entidades financieras cerradas a la atención al público y el seis de enero, se vota en el Congreso la Ley de Emergencia Económica que establece un régimen de flotación mixta con un tipo de cambio fijo a $1,40 por dólar.

Los depósitos y créditos bancarios en dólares fueron pesificados. Los créditos superiores a la suma de cien mil al tipo de cambio fijo y el resto a la cotización de 1 a 1, al igual que los depósitos, no importando el nivel de su monto. En el caso de los depósitos, no se permitía efectuar su retiro al operarse su vencimiento, quedando congelados y retenidos. Este hecho produce una protesta masiva en la Capital Federal y en el interior del país, ‘cacerolazos’ en contra de los decretos de retención de los depósitos, ataques a sucursales bancarias, marchas y puebladas.

Ante el caos social, el Presidente convoca a la Iglesia Católica a ser mediadora en el conflicto en la denominada Mesa del Dialogo Social, que reúne a sectores de la política, de los sindicatos, las organizaciones civiles y al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD.

La situación de incertidumbre respecto de la marcha de la economía, concentrada en la actividad financiera y especialmente en los niveles de devaluación y en la retención de los ahorros, generaban altos niveles de rechazo social, a los cuales el Gobierno hacía caso omiso en su intento de allanar la mínima estabilidad para sortear la situación.

A partir del once de enero rige la libre flotación del dólar, que comienza a escalar en su cotización respecto al peso.

Los días 15 y 16 se anunció la pesificación voluntaria de depósitos retenidos de hasta siete mil dólares que podían ser devueltos en los meses venideros. El primero de febrero, se le presenta al Gobierno otra circunstancia que pone en riesgo su continuidad. Ese día la Corte Suprema de Justicia declara la inconstitucionalidad del corralito financiero. Los miembros de la Corte Suprema estaban fuertemente cuestionados desde la sociedad por su connivencia con el Gobierno de Carlos Menem y por numerosos casos de corrupción que habían protagonizado.

La declaración de inconstitucionalidad tuvo el claro objetivo de poner un freno a los intentos del Gobierno de lograr estabilizar la situación económica para finalmente pactar términos de inmunidad parlamentaria para el proceso de juicio político. Sin embargo, el Gobierno logra redirigir el fallo judicial pesificando la economía.

El apoyo de los Gobernadores al Gobierno Nacional, lleva a la firma del acuerdo federal para la reforma política, otro intento llevado a cabo por los máximos representantes nacionales para levantar la imagen pública de la dirigencia política.

El 27 se firmó con los Gobernadores un acuerdo básico que regia los niveles de coparticipación a las provincias. El alza en los niveles de precios, principalmente en alimentos y combustibles, encamina todos los esfuerzos del Gobierno y la conducción económica para reducir los valores del dólar, con la intervención diaria del Banco Central en el mercado cambiario como oferente de la divisa norteamericana. La necesidad de encontrar un acuerdo en el Congreso Nacional es de suma importancia para el Presidente y de esta manera obtener la aprobación de ciertas medidas, por lo que comienza a delinear un nuevo Gabinete de Ministros.

El 3 de Abril, el Gobierno anuncia la implementación del Plan de Jefes y Jefas de Hogar Desocupados, que alcanza en el primer plazo a un millón de familias, este subsidio, de 100 hasta 200 bonos Lecop acorde a cada caso, exigía contraprestación comunitaria o laboral, reemplazando a los planes Trabajar, existentes a ese momento. En el Congreso, el Gobierno logra acordar una agenda política entre Senadores y Diputados para el tratamiento de leyes claves para la administración, como la Reforma Política y el Pacto Fiscal. El 22 de abril se da comienzo al tratamiento en Senadores sobre el plan Bonex II, que dará en bonos los depósitos retenidos a los ahorristas en un plazo máximo de doce años, pero el proyecto del Poder Ejecutivo es rechazado por los Senadores, que precipitan a la renuncia al Ministro Remes Lenicov, tras casi cuatro meses de gestión.

El Gobierno de Duhalde reformula el concepto de los subsidios al desempleo, convirtiéndolos en un derecho universal, y establece los planes de “Jefes y Jefas de Hogar Desocupados” que constan de $150 por mes, reforzados por los programas de Emergencia Alimentaria y Remediar, y que al finalizar la gestión en 2003, alcanzaban a casi dos millones trescientas mil personas.

Es necesario tener en cuenta que la única política sistemática, llevada adelante por todos los gobiernos, para hacer frente a la progresiva crisis de empleo fue el lanzamiento, en 1996, del Plan Trabajar, política que mantuvo siempre (aún en su nueva reformulación del año 2002 el Plan Jefes de Hogar) una marcada ambigüedad al no constituir ni un seguro de desempleo, ni una política asistencial ni una política de reinserción laboral, sino todas a la vez. Los "planes" (subsidios) fueron el núcleo que estructuró la política de contención del gobierno, convirtiéndose, con el correr de los años, en el centro de la negociación con las organizaciones, para poner fin a los cortes de ruta. Así, de un volumen inicial de aproximadamente 140.000 subsidios vigentes promedio en 1997 (con un máximo de más de 200.000 beneficiarios en octubre de ese año), esa cifra había aumentado a 1.300.000 en el octubre de 2002.

La centralidad de la política asistencial va a generar una fuerte dependencia de las organizaciones piqueteras en relación con el Estado, dado que la obtención y mantenimiento de los planes sociales constituyen hasta el día de hoy el recurso primero y fundamental con el que cuentan los actores movilizados para responder las necesidades de sus miembros a través del trabajo comunitario y, al mismo tiempo, para dotarse de una estructura mínima que les permita actuar y desarrollarse en otros niveles.

El Gobierno del ex presidente Eduardo Duhalde se caracterizó por una triple táctica de contención. Por un lado, se implementó el subsidio monetario más grande de la historia Argentina (comparable tan sólo como política de estado al rol que ocupó el Banco Hipotecario Nacional entre 1947 y 1952). Este subsidio fue la plataforma de salvataje de las dinámicas políticas locales. El 90% de los subsidios pasaron automáticamente al control de los municipios; sirviendo de colchón de contención en un clima social enrarecido por la crisis institucional y los efectos devastadores de la pesificación regresiva de la economía. Pero al mismo tiempo, y desde su asunción, algunas organizaciones piqueteras tuvieron llegada al gobierno.
Las negociaciones y la transferencia discrecional del control de cupos de planes por organización fue marcando el ritmo de la protesta. La cantidad de acciones de reprobación disminuyó sensiblemente, y su localización geográfica se concentró en las grandes áreas urbanas. Algunas organizaciones fueron beneficiadas más que otras, pero en general el impacto fue notorio en términos de la metodología de la protesta: parte del acuerdo tácito fue precisamente concentrar la protesta sobre los organismos gubernamentales.
Uno de los mecanismos del ex presidente Eduardo Duhalde para atenuar los conflictos sociales fue unir a las fuerzas de seguridad (la Policía Federal, bonaerense, la Prefectura Naval y Gendarmería) las cuales cubrían las jurisdicciones de Capital Federal y el Conurbano.

Cuando el 10 de enero de 2002, se produjo un nuevo “cacerolazo” en Plaza de Mayo con participación de decenas de miles de ciudadanos, una frase se instaló como reclamo social: “que se vayan todos”, convirtiéndose en latiguillo obligado de cuanto pedido se efectuara al Gobierno.

La movilización masiva terminó con sedes bancarias rotas por representantes de familias de clase media que habían visto congelado sus ahorros.

El presidente de la Asociación de Bancos de la República Argentina, Eduardo Escasany, y Enrique Croto presidente de la Sociedad Rural, habían advertido un año atrás que “era necesario reprimir a cualquier costo los cortes de rutas y bloqueos de ciudades”. Es decir, que los sectores económicos a nivel nacional y los gobernadores provinciales exigían al Gobierno una represión aleccionadora para prohibir los cortes de ruta.

Es así, que el ministro de Seguridad de aquel entonces, Juan José Álvarez, manifestó ante la prensa que su proyecto de unificar las fuerzas se llevaría a cabo en Avellaneda, ya que estaba prevista una manifestación masiva de diferentes grupos piqueteros en el puente Pueyrredón.

Días más tarde, el presidente Eduardo Duhalde aseguró: “Los intentos de aislar a la capital con cortes de ruta y piquetes no pueden pasar más, es necesario poner orden”. El resultado de esta decisión política produjo, a mediados de 2002, la muerte de los piqueteros Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, treinta heridos de bala y dos heridos con politraumatismos varios.

Este hecho significó para el Gobierno una inestabilidad tal que el Presidente Duhalde decidió transmitir por cadena nacional el llamado a elecciones presidenciales para el 30 de marzo de 2003 firmando el dos de agosto los decretos de convocatoria a elecciones y de entrega del mando del Poder Ejecutivo para el 25 de Mayo de 2003.

La decisión de convocar a elecciones presidenciales y ponerle fecha límite al gobierno nacional se producen en el momento más difícil para la administración de Duhalde.

Finalmente, una forma de interpretar el marco jurídico en el contexto de la falacia de la contraposición de derechos implicó el brutal aumento de militantes sociales procesados a raíz de las acciones de protesta. Los procesos judiciales, como también los crímenes en las protestas sociales, adquieren una dimensión mayor con el gobierno de Duhalde, ya que según estudios del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) de 2003, acumulaba más de 3000 procesados en todo el país.

Algunos datos sociales revelaban la situación de gran incertidumbre que vivía la sociedad: Por los efectos de la devaluación de la moneda nacional, que a principios de 2002 valía $1.4 respecto de una unidad de dólar, para fines de agosto, cotizaba a $3.50 por unidad lo que generó una inflación en los índices de precios del cuarenta por ciento; y la canasta básica familiar se incrementó un 74% en los primeros meses del año.

La decisión del Presidente de convocar a elecciones fue tomada, entonces, como una imposición de la realidad social que enfrentaba al Gobierno. Los pronósticos auguraban una posible hiperinflación; protestas sociales; la renuncia del Presidente del Banco Central, lo que agregaba una mayor incertidumbre al conflicto económico. Además, un punto clave a la hora de llamar a elecciones fue la débil imagen que tenía la Argentina frente a los organismos internacionales, principalmente, el FMI.

Darío Santillán y Maximiliano Kosteky: horas antes de marchar al puente Pueyrredón:

Durante la semana previa al 26 de junio de 2002, en los diferentes barrios de la Capital Federal y el Conurbano bonaerense, se llevaron a cabo distintas asambleas para organizar la marcha al puente Pueyrredón, ya que esta jornada tenía una importancia especial porque todos los movimientos concurrirían al corte, a diferencia de otras oportunidades, que sólo se movilizaba por grupos.

Había un punto en común entre todos los piqueteros: la preocupación por las formas de represión que había ejercido el cuerpo policial en manifestaciones anteriores.

Darío Santillán, por ejemplo, la tarde anterior a la convocatoria en Avellaneda, participó de una reunión de seguridad de los cuatro barrios del MTD (Movimiento de Trabajadores Desocupados) de Lanús. Había llevado fotos: una de ellas tomada en el mes de enero, mostraba un hombre con una pistola 9 milímetros lista para disparar; otra sacada en el mes de febrero reflejaba a una camioneta robada que embestía a una movilización piquetera; otra señalaba a un grupo de hombres en la entrada Municipal de Presidente Perón que aguardaba en la entrada del edificio.

El día 6 de febrero de 2002, el ex policía Jorge Bogado había asesinado de un disparo a un joven que integraba el MTD, Javier Barrionuevo, en el marco de un confuso episodio durante un piquete en Esteban Echeverría. Al día siguiente Darío hacía la siguiente declaración a las cámaras de Canal 5 de Lanús: “Mataron a un compañero. Lo hizo un puntero del PJ que trabajó para el intendente (Alejandro Granados), colaborador de la dictadura militar. Eso no está saliendo en los medios, sale nada más que era un comerciante. Y gracias a la posición que tiene el gobierno de hacernos desgastar, han matado a un compañero ¿cuantos muertos quieren ellos?”

Asimismo, los compañeros de Santillán, afirman que la dedicación que le daba a los temas de seguridad era la misma que aplicaba en las tareas cotidianas, colaboraba con las jornadas solidarias y en las tareas de prensa y formación de cada piquete.

Darío militaba desde los 17 años y aseguraban que su interés primordial estaba dado por aprender a organizar una columna para la movilización o pensar la mejor respuesta ante una represión masiva.

El día de la movilización, la columna de MTD de Lanús salió del barrio La Fe a las nueve y media de la mañana desde la Terminal de Wilde. Las personas que integraban el mismo movimiento que Darío, sostuvieron que al momento del corte, Santillán no llevaba pañuelo, bufanda ni gorra, es decir, ningún elemento para taparse la cara, como lo hacía habitualmente en las marchas anteriores.

Por otra parte, Maximiliano Kosteki y otros vecinos se habían concentrado temprano en la estación de Glew para viajar hasta Avellaneda.

Los comienzos en la militancia de Kosteki surgen del interés que le produjo el anuncio de la puesta en marcha del plan Jefas y Jefes de Hogar.

Su primera marcha fue el Día del Trabajador en Plaza de Mayo, donde dibujó “el ángel piquetero” (un ángel con su cara cubierta y un palo en sus manos).

El día de la manifestación le dijo a sus compañeros que quería participar en las tareas de seguridad. Sus compañeros señalaron que el día de la manifestación estaba tranquilo y más decidido. Al momento de su muerte contaba con 23 años.

Tanto Darío como Maximiliano coincidían en que el reclamo de la protesta debía centrarse en los siguientes puntos:

Ø El pago de los planes de empleo adeudados;

Ø Aumento de los subsidios de 150 a 300 pesos;

Ø Implementación de un plan alimentario bajo la gestión de los mismos desocupados;

Ø Insumos para las escuelas y los centros de salud de los barrios;

Ø Desprocesamiento de los luchadores sociales y el fin de la represión;

Ø Declaración de solidaridad ante la amenaza de desalojo de Zanón (fábrica recuperada).

Operativo policial y organización piquetera:

Las decisiones que habían tomado los grupos piqueteros para organizar la marcha al puente Pueyrredón eran a través de principios de seguridad que evitara la represión de las fuerzas policiales.

Los métodos de represión paraestatal utilizada en los últimos meses hicieron reforzar los métodos organizativos de las agrupaciones piqueteros.

En primer lugar, una de las ideas planteadas era que ante una represión fuerte las personas mayores y las mujeres con sus hijos se retiraran del lugar de la forma menos problemática posible, para ello no habría en las primeras líneas, la presencia de madres con sus niños, ni adultos mayores. En segundo lugar, esas primeras líneas de piqueteros debían demostrar capacidad de resistencia que según ellos, se lograría con mayor organización y disciplina. El tercer punto consistía en llevar elementos de autodefensa como palos y una línea de neumáticos encendidos para evitar el avance del cordón policial.

Un elemento más se sumó con el tiempo: Que la primera línea de los piqueteros se cubrieran el rostro, ya que consideraban que podían ser identificados y amenazados en los días posteriores, como ya había ocurrido en otras marchas.

A la hora del enfrentamiento, los piqueteros tenían como medios de defensa una serie de elementos tales como, piedras, molotov, palos y diferentes dispositivos para obstaculizar el paso de la policía (bolsas de residuos, carteles arrojados sobre el suelo, quema de gomas y trapos en medio del asfalto).

Por otra parte, el operativo conjunto de las tres fuerzas federales y la policía bonaerense contaba, para enfrentar la protesta social, con más de 400 efectivos uniformados y de civil desplegados en todos los accesos a la Capital Federal. Asimismo, se determinó, que además, contaban con personal policial retirado, carros de asalto, camiones hidrantes, patrulleros, camionetas policiales, un helicóptero de la Federal y otro de prefectura. El cuerpo policial estaba equipado con bastones, pistolas lanza gases, escopetas Itaka, escudos, cascos y equipos de comunicaciones.

Ubicación de la policía y los piqueteros en el puente y alrededores

a) La Policía Federal permaneció en ambos puentes del lado de la Capital Federal.

b) Gendarmería Nacional mantuvo sus tropas en Plaza Constitución.

c) Una formación de Prefectura Naval se situó en la parte superior del puente Pueyrredón. Al iniciarse la represión se desplazó hacia la base del puente.

d) La cantidad de policías bonaerenses que participaron de los operativos fue definida en cada caso por los jefes de la zona. En el caso de Avellaneda, la tarea estuvo a cargo de la departamental XIII con asiento de Lomas de Zamora, cuya jefatura estaba a cargo del comisario mayor Félix Vega. El cordón de Infantería de Avellaneda, a cargo del subcomisario Juan Carlos Cielli, fue dispuesto por el comisario Alfredo Fanchiotti para que quedara en medio de las dos columnas que iban a confluir.

e) Los integrantes del Comando de Patrulla y la comisaría primera de Avellaneda, que conformaron el grupo de tareas que acompañó a Franchiotti hasta la estación, estuvieron agrupados desde un inicio. Allí estaban los cabos Alejandro Acosta y Lorenzo Colman, el principal Carlos Quevedo, el oficial Mario De la Fuente y el parapolicial Celestino Robledo (-ex agente bonaerense-).

f) Integrantes de Infantería y Caballería del grupo especial antimotines Marea Azul, a cargo del comisario Raúl Roda, se ubicaron sobre la Avenida Mitre y después avanzaron hasta Plaza Alsina. En forma paralela, el sargento Leiva y el subinspector Sierra, junto a un cuerpo policial, avanzaron por Av. Mitre.

g) Otro grupo de Prefectura custodió el viejo puente avanzando hasta la Avenida Mitre.

h) El brazo del puente Pueyrredón estaba ocupado por dos formaciones del cuerpo antimotines Marea Azul y un escuadrón de caballería de Ezeiza, a cargo del oficial inspector Adrían Vázquez, principal Marchili y subinspector Echeverría. Detrás, el refuerzo de otra formación de Prefectura. Todos estos efectivos avanzarían por la avenida Pavón hasta la entrada de la estación ferroviaria.

Ubicación piquetera:

1) La columna del movimiento de Aníbal Verón, avanzó desde la estación de tren Avellaneda hasta la base del puente. Los brazos de acceso quedaron liberados para el avance del movimiento.

2) La otra columna encabeza por el bloque piquetero avanzó desde la plaza Alsina hasta el puente Pueyrredón por la avenida Mitre.

El choque

Si bien la idea inicial de los movimientos piqueteros era llegar al puente Pueyrredón todos juntos, días antes a la marcha, el bloque piquetero cambió de planes y decidió concentrarse en Plaza Alsina. De esta manera, los manifestantes se dividieron en dos grupos avanzando uno por la Av. Pavón y otro por Av. Mitre.

Desde las 11.55 a las 11.59 horas, el bloque piquetero que avanzaba por la avenida Pavón cortó el acceso al puente generando un clima de tensión.

Había 3500 manifestantes pertenecientes a tres de las columnas que participaron del corte: La coordinadora Aníbal Verón, el Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD) y Barrios de Pie.

Mientras tanto, el grupo que se acercaba por Mitre se encontró con una línea de Infantería comandada por el comisario Franchiotti.

Esta línea de Infantería no les permitió llegar a la base del puente, sin embargo permaneció allí a pesar que sabían que confluirían, en breve, las dos columnas de piqueteros. A pesar que algunos de los efectivos pretendieron retirarse, fue el ex comisario Franchiotti quien ordenó a sus subordinados permanecer en el lugar. La estrategia de provocación no fue advertida como tal, y la tensión hizo el resto.

Tal vez la mala lectura de la represión, considerando que se limitaría a balas de goma y golpes o su mala organización, (consideraban que la otra columna continuaría por la Av. Pavón, sin saber que habían cambiado su ruta) indujo a los piqueteros hacia un embudo con un cordón de Infantería en el medio de ambas columnas. En este marco, sumado a una aparente inferioridad por parte de la infantería, se desataron en menos de 5 minutos, empujones, bastonazos, gases lacrimógenos y tiros de escopeta provocando una aparente “victimización” por parte de los efectivos policiales.

Comienza la cacería

Mario Pérez fue el primer herido por munición de plomo. Estaba en la vereda del Bingo Avellaneda cuando recibió dos disparos en cada una de sus piernas. Fue auxiliado por Darío Santillán quien localizó al hijo de Mario y juntos lo llevaron hasta una estación de servicio Shell, desde donde una ambulancia lo trasladó al hospital. Darío se agrupaba nuevamente mientras una integrante del movimiento MTD, Aurora Cividino, a escasos metros del supermercado Carrefour también recibía un balazo en cada pierna.

Mientras Prefectura y la bonaerense continuaban disparando, unos 200 piqueteros le hacían frente con piedras y gomeras. En el arco de entrada del supermercado estaban Maximiliano Kosteki, Miguel Ängel Paniagua y Carlos Romeo. Un mismo disparo de nueve perdigones les dio a los tres. Romeo recibió uno en su hombro derecho, Paniagua en la pierna izquierda y Kosteki, uno en el pecho y dos en sus piernas.

Las cámaras del noticiero Crónica TV registró el momento en que Maximiliano caía. A más de 40 minutos (eran las 12:42) continuaba la represión.

“Me dio la yuta, me quema, llevame”, dijo Maximiliano, y entre varios piqueteros lo llevaron hacia la estación de trenes de Avellaneda. Héctor Fernández, compañero de militancia de Maximiliano, pasó su mano por debajo del brazo y lo cargó hasta la estación mientras Kosteki sangraba por nariz y boca. Lo apoyó en el piso del hall de la estación, se paró y gritó pidiendo ayuda.

El caos ya se había desatado. Darío Santillán ingresó a la estación de trenes, si bien ninguno de sus compañeros puedo precisar cuál fue el motivo por el cual terminó allí, estiman que fue en busca de su hermano y de su novia. Darío tenía conocimiento que la policía estaba en la estación, pero decidió permanecer en el lugar para ayudar a sus compañeros que estaban heridos.

Santillán les gritó a sus compañeros: “Váyanse, rajen, me quedo yo, salgan”. Entre corridas y gritos, Santillán se quedó junto a Maximiliano, que para ese entonces agonizaba al lado de un joven identificado con el nombre de Pablo.

El cabo Acosta entró primero con el caño de su escopeta en posición de tiro. Apuntó indistintamente a las dos personas (Maximiliano y Pablo), gritó, insultó y amenazó para que se fueran.

El ex comisario Fanchiotti entró a los pocos minutos. Mientras que Pablo corría hacia el andén y era alcanzado por postas de goma, un nuevo disparo se escuchó en el hall. Darío sostenía la mano de Maximiliano, al mismo tiempo que extendía el otro brazo hacia los policías que le apuntaban. Fanchiotti se sumó a los gritos de Acosta y amenazó a Darío para que se fuera. Un oficial de civil indicó a sus colegas del cordón de Infantería que no entraran a la estación.

Cinco metros recorrió Darío desde que se puso de pie hasta que una perdigonada completa de munición de plomo le dio de pleno en la espalda.

Afuera de la estación

Sobre Pavón, el último de los heridos con munición de plomo fue Juan Arredondo. Le tiraron por la espalda más de una hora después de haber sido despejado el puente, a unas veinte cuadras de distancia, casi llegando a la estación de Gerli.

Tres piqueteros terminaron detenidos en la comisaría de Lanús, lo cual indica que la persecución continuó también dentro de aquel municipio.

La segunda línea de represión estuvo encabezada por el suboficial Carlos Leiva y su grupo de tareas, haciendo puntería sobre los manifestantes y recogiendo los cartuchos servidos para no dejar evidencias.

Sobre la Av. Mitre, Leonardo Torales, de 17 años, recibió un balazo en el pecho que le perforó el pulmón, Leticia Vasarhely, médica, se inclinó a asistirlo, recibiendo balas de goma en sus piernas.

Sergio Isaurralde sintió un golpe seco en su mejilla y un fuerte dolor en la nuca, había recibido dos perdigones de plomo.

El grupo de tareas de Leiva se movilizó en camionetas y patrulleros hasta la plaza Alsina a la caza de manifestantes. Cuando Héctor Álvarez vio ingresar a la Bonaerense a la Plaza Alsina, comenzó a escuchar detonaciones y sintió un impacto al costado derecho del pecho.

Silvina Rodríguez, había llevado su cámara fotográfica para retratar a sus compañeros en el piquete, pero ante los acontecimientos no dudó en destinar su rollo al accionar policial. Cruzando la Plaza Alsina, vio en una calle lateral a un grupo de uniformados disparando, hizo foco al mismo tiempo que escuchó que alguien gritaba “La foto, la foto!” . Un perdigón de plomo le dio en la pierna derecha haciéndola caer sin lograr la toma.

Otros 23 piqueteros recibieron heridas de bala de plomo. La cacería duró más de dos horas, un tiempo demasiado prolongado y un perímetro muy extenso para lograr que no se corte el puente (que era el supuesto objetivo de la intervención policial).

Darío Santillán

El principal Quevedo y el cabo Colman patearon a Darío en el piso cuando agonizaba y le levantaron las piernas a Maximiliano para garantizar que se desangrara.

Arrastraron a Darío aún con vida hacia la calle y lo dejaron junto a un puesto de diario.

Ambos se ocuparon de encubrir las pruebas que los incriminaban, recogiendo los cartuchos que dejaron rastros del plomo utilizado.

Además del disparo certero, hubo otros cuyas detonaciones serían utilizadas como “disparos de los manifestantes” para justificar el accionar de represión (por ello se efectuaron hacia techos, marcos de puestas y vidrios). La idea era sacar piqueteros muertos alegando que se habían matado entre ellos.

Fanchiotti zamarreó el cuerpo de Darío, y cuando supone ser visto, finge preguntarle algo.

Conducen el cuerpo al Hospital Fiorito. Allí se había establecido una base de operaciones. La directora del Hospital, Adriana D”astek, permitió que los policías arrestaran ilegal y violentamente a quienes buscaran atenderse, y evitó precisiones sobre el tipo de heridas de quienes iban ingresando.

Cuando Fanchiotti y Vega organizaron la primera conferencia de prensa, Fanchiotti fue agredido con golpes de puño, por aquellos que ya conocían la existencia de dos muertos.

Después de las corridas, cincuenta piqueteros aproximadamente, buscaron refugio en el local del Partido Comunista de la calle Brandsen al 1200. A los pocos minutos de haber ingresado, vieron en la puerta del Partido a cinco patrulleros de la bonaerense, que sin orden judicial, dispararon hiriendo a Manuel Herrera, que estaba dentro del local, y luego de varios tiros, patearon la puerta del edificio con el objetivo de ingresar. A los pocos minutos llegaron al Partido Comunista los diputados Vilma Ripoll y Luis Zamora, los cuales obligaron a los uniformados a salir del lugar.

Los dichos

Después de comandar el grupo de tareas, los comisarios Alfredo Fanchiotti y Félix Vega, dieron una conferencia de prensa en el hospital Fiorito. Allí manifestaron que todo había sido producto de la “violencia organizada por grupos sediciosos”. El comisario Vega aseguró: “Nos encontramos con gente que venía en forma artera a combatir, a atacar a agentes de la seguridad del pueblo, a atacar a la policía”.

Las cámaras de los helicópteros policiales habían tomado la escena donde los policías eran “victimas” de la confluencia de las dos columnas de piqueteros y Crónica TV emitía imágenes de los distintos puntos de acceso a la Capital Federal donde estaban anunciados los piquetes.

Vega y Fanchiotti repetían con convicción en los diferentes medios de comunicación: “La policía solo utilizó balas de goma y fue agredida con palos y armas de fuego”. Al mismo tiempo que insistía que no había estado en la estación Avellaneda.

Por la noche, Juan José Álvarez, asumió públicamente la justificación de los crímenes e insistió con las mentiras.

Las fotos

Con lo que no contaba Fanchiotti, era con la presencia de fotógrafos en el lugar de los hechos.

Sergio Kowalewski, colaborador de las madres de Plaza de Mayo, Mariano Espinosa, de la agencia Infosic y Pepe Mateos del diario Clarín habían sido testigos de los hechos. En el caso específico de Pepe Mateos, fue él y su secuencia fotográfica, la que dejaría en evidencia el proceder de Franchiotti y sus colaboradores.

Los titulares del día siguiente

LA NACIÓN: Títulos de tapa: Dos muertos al enfrentarse piqueteros con la policía. Grupos radicalizados de izquierda destrozaron negocios y quemaron autos y colectivos. El Gobierno asegura que fueron infiltrados. Bajo sospecha, dos grupos piqueteros.

Títulos internos: Dos muertos en un trágico corte de ruta. El puente Pueyrredón fue un amasijo de palos, piedras y balas. Los desocupados y piqueteros se enfrentaron con la policía.

Se sabía que los piqueteros tenían armas.

CLARIN: (11 páginas dedicadas al tema, con fotografías que fueron determinantes para desenmascarar el operativo)

Títulos de tapa: La crisis causó dos nuevas muertes. Suman 31 desde diciembre

Títulos internos: Hubo dos muertos y más de veinte heridos en un choque entre policías y piqueteros. Grupos de manifestantes intentaron cortar el Puente Pueyrredón, en Avellaneda. La policía bonaerense los reprimió. Dos jóvenes murieron baleados y todavía no se sabe quien los mató.

La estación de trenes fue una trampa mortal

Cuatro historias de un día trágico Una mujer viajó junto al cuerpo de un joven muerto. Las heridas de una embarazada que colabora en un comedor infantil. El pánico en una casa donde entró la policía. Y un comisario golpeado ante las cámaras. “Había policías por todos lados y nos corrían a los tiros”. Violenta entrada a una sede política y a una casa de familia. Una embarazada con el cuerpo lleno de balazos de goma. Mientras hablaba con la prensa, un comisario recibió una trompada

Una escalada de violencia que vuelve más frágil a la democracia.

El recorrido de tres horas de caos. La policía impedía el acceso de los piqueteros al Puente Pueyrredón. La temperatura fue subiendo hasta que empezaron los choques. Después se desató una fuerte represión.

Duhalde vivió su día más tenso, con la mirada clavada en la TV. Siguió los enfrentamientos desde la residencia presidencial. Se comunicó con funcionarios y habló al menos seis veces con Solá. Reunió al gabinete y descartó la idea de dar un mensaje oficial.

La violencia no sorprendió a la SIDE ni a la Policía.

Escenas de violencia y muerte en Avellaneda, al borde del Riachuelo. Policías y piqueteros se enfrentaron en el límite con la Capital, una zona que supo estar llena de fábricas. Que es la agrupación Aníbal Verón, a la que pertenecían los muertos. Y la reacción legislativa.

La Aníbal Verón, el sector de los piqueteros duros

El Puente donde hubo hollín de chimeneas

Piden comisión investigadora.

CRÓNICA: Piquetes Mortales. Hoy, paro y movilizaciones por cruentos enfrentamientos que enlutan al país. Dos víctimas fatales y 4 heridos graves.

DIARIO POPULAR: Temen desorden en protesta convocada para hoy. TRAGICOS PIQUETES

PAGINA 12: Con Duhalde también. La salvaje represión policial tras un choque con los piqueteros provocó dos muertos y cuatro heridos graves con balas de plomo, otros 90 heridos con balas de goma o contusos y más de 150 detenidos.

La cacería policial terminó con dos muertos a balazos

Mucho silencio y caza de brujas.

El día después

CLARIN: (6 páginas dedicadas a exhibir las fotos de la cacería)

Título de tapa: Detienen a policías por una de las muertes.

Títulos internos: Los mataron con disparos de taka y a quemarropa.

Las imágenes de la muerte del piquetero Santillán

Las huellas que dejaron dos muertes

PAGINA 12: Yo ví como lo mataban

Las cosas se complicaron y nadie sabía nada

Comisario inspector Alfredo Luis Fanchiotti

Hasta el 26 de junio de 2002, con 47 años de edad y 25 de servicio, Franchiotti podía mostrar el legajo de un típico comisario bonaerense.

La última de las 18 condecoraciones que acumuló en su carrera la recibió a principios de 2001. Doce años atrás había sido premiado por “acto meritorio” por su participación en otra masacre: la recuperación del cuartel militar de La Tablada, donde los represores desaparecieron los cuerpos de las personas abatidas.

En toda su carrera tuvo una sola licencia por enfermedad y diez arrestos por “faltas leves”, además de la falta de mérito por dos “homicidios en riña” de los que resultó absuelto.

Egresó de la Escuela de Policía Juan Vucetich durante el apogeo de la represión ilegal en 1977 y tuvo su primer destino en San Vicente, donde conoció al actual vicejefe de la SIDE.

En 1981 ascendió a jefe de calle. Regresó a San Vicente en enero de 2000. Según relató en un artículo periodístico Horacio Verbitsky en el diario Página/12, los vecinos recuerda a Franchiotti porque “mató a un par de pibes y tiró los cuerpos desnudos junto a un gran cartel de publicidad de la Inmobiliaria Vinelli”.

En 1992 fue ascendido nuevamente y se desempeñó en las seccionales de la costa atlántica, donde compartió tareas con quienes después estuvieron involucrados en el asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas. Su primer destino con cargo jerárquico lo cumplió en la Brigada de Quilmes, a las órdenes de Juan José Ribelli, quien también se encuentra preso, acusado por la voladura de la mutual judía AMIA que dejó 87 muertos. No estuvo ajeno a aquella causa: su voz quedó grabada en las escuchas de la investigación.

Años después fue designado a la Brigada de Investigaciones de Lanús, territorio de otro hombre fuerte del duhaldismo, el presidente del PJ provincial Manuel Quindimil. Allí llegó a subcomisario. En 1998 se desempeñó como subdirector de la Dirección de Investigaciones de Lomas, territorio del propio Duhalde, quien por esos años era gobernador.

Desde noviembre de 2001 ocupó el cargo de jefe del Comando de Patrullas de Avellaneda. Estaba a un paso de ser designado comisario mayor, el segundo puesto más importante de la fuerza.

“Me dejaron solo”, declaró el 17 de julio en la causa.

Comisario mayor Félix Osvaldo Vega

Los superiores de Fanchiotti en la Departamental de Lomas, a la que se le asignó la responsabilidad del operativo represivo en el Puente Pueyrredón, eran el subjefe Mario Mijín y el jefe de ambos era el comisario mayor Félix Osvaldo Vega.

Las investigaciones sobre el rol de Oscar Rodríguez en la masacre del 26, llevaron a periodistas como Horacio Verbitsky o Ernesto Tenembaum a señalar a Vega como hombre de confianza del actual vicejefe de la SIDE, por su paso como comisario en la zona de Guernica cuando Rodríguez era intendente. Sin embargo, la relación de Vega con Quindimil es anterior, de mayor confianza y persiste en forma de protección política aún después del 26 de junio.

Vega es uno de los jefes policiales destituidos por la Masacre de Avellaneda. Dos meses después, a fines de agosto, en una de sus habituales visitas a la Municipalidad de Lanús, le pidió al intendente Quindimil que intercediera para que pudiese recuperar un cargo de importancia en la función pública. De la conversación surgió la posibilidad de que Vega ocupase la Dirección de Vigilancia de la Municipalidad de Lanús, es decir, la estructura de seguridad propia del municipio, paralela a las fuerzas policiales. Lo conversado en esa reunión fue reflejado por el periódico zonal La Defensa en su edición del 4 de septiembre de 2002: “Son contadas las horas de Carlos Avido a cargo de la Dirección de Vigilancia. En su lugar iría el recientemente destituido jefe departamental, Osvaldo Vega, el comisario preferido por Quindimil”. El escándalo después de esta publicación impidió que el presidente del Partido Justicialista de la provincia pudiera nombrar a su protegido en un cargo político bajo su órbita.

Sobre la jefatura que “el comisario de Quindimil” encabezaba recayó el 26 de junio la responsabilidad por el dispositivo en el Puente Pueyrredón y fue él quien designó a Fanchiotti para que figurara en los registros y ante las cámaras de televisión como “supervisor del servicio de seguridad”. Sin embargo, hay motivos para poner en duda que efectivamente haya sido Fanchiotti el responsable de comandar al conjunto de las fuerzas que actuaron en Avellaneda. “Por lo general, operativos de estas dimensiones se dirigen desde un vehículo y con una Guía Filcar y handys. Fanchiotti rompió una regla de oro, que es bajar a lo que ellos llaman el ‘escalón táctico’. Pero pese a que él figuraba como jefe del operativo, el operativo en sí, y el operativo conjunto entre la Gendarmería, la Prefectura y la Policía bonaerense, era dirigido desde otro escalón y por alguna razón a este tipo lo mandaron a hacer lo que hizo”, explica Ricardo Ragendorfer, que dedicó los últimos años de su labor periodística a desentrañar la lógica operativa y criminal de La Bonaerense.

El rol desempeñado por Vega el 26 de junio en Avellaneda se complementa con la actitud de Fanchiotti y permite fundamentar los argumentos de Ragendorfer: el comisario mayor no se hizo ver durante la represión, pero minutos después de producidas las muertes se mostró públicamente junto al comisario que apretó el gatillo en la primer conferencia de prensa en el hospital Fiorito. Respecto al uso del handy, tanto él como Fanchiotti reconocieron ante el fiscal haber estado en permanente comunicación. Más que “bajar al escalón táctico”, entonces, lo que hizo Fanchiotti fue asumir el mando operativo de una misión específica, para la cual efectivamente lo mandaron: dar muerte a los manifestantes. El dispositivo general, en efecto, no podía ser dirigido por un comisario que se mostraba exaltado y andaba correteando manifestantes por las avenidas: Vega es quien estuvo en ese otro escalón desde donde se dirigió el operativo general.

A partir de los nuevos incidentes en el hospital Fiorito, Vega actuó con precisión el mismo guión que seguía su subordinado. Se mostró como víctima, buscó complicidad en los medios de comunicación, repitió las mentiras que tanto escandalizaron en boca de Fanchiotti, encubrió los crímenes y trabó las investigaciones.

Subsecretario de Inteligencia del Estado (SIDE) Oscar Rodríguez

El actual vicejefe de la SIDE fue designado después de los servicios prestados el 1° de enero de 2002 cuando Duhalde asumió la presidencia. Allí aportó su ortodoxia peronista tras la idea, compartida con Quindimil, de “disputarle la calle a los zurdos”. Organizó el acto de apoyo frente al Congreso agrediendo a la columna de los partidos de izquierda que avanzaba por Callao hasta las cercanías del Congreso, pidiendo que se convocara a elecciones en lugar de concretarse el acuerdo de Alfonsín con Duhalde .

Por mérito de los muchachos de Rodríguez, la noticia que acompañó la asunción de Duhalde fue sobre los “enfrentamientos entre manifestantes peronistas y las columnas de izquierda”.

El objetivo podía darse por cumplido: según parte de la prensa, Duhalde asumió mientras afuera había enfrentamientos, pero no repudio. De la presencia de la izquierda se supo solo que “respondió la agresión”, pero no que denunciaba el nuevo pacto que burlaba la voluntad popular.

Ex prefecto naval, en los años 70 había sido funcionario de la legislatura provincial durante la gobernación del sindicalista Victorio Calabró. A partir de entonces se mantuvo vinculado a la derecha peronista, codeándose con personajes de la talla de Herminio Iglesias y Alberto Pierri. En los barrios de Guernica es un secreto a voces que “desde que Rodríguez se metió en la SIDE, reclutó a cualquiera”, en referencia a delincuentes que habitualmente trabajan para la policía o para los punteros políticos y que ahora reportan para la Secretaría de Inteligencia, con la misión de acercar información sobre las organizaciones sociales y los movimientos de desocupados de la zona sur.

Desde la SIDE Rodríguez seguía controlando el distrito de Presidente Perón como si fuera un feudo siglo XX1. En enero, cuando dejó la intendencia para ocupar su despacho en la Sede Billinghurst, dejó en el cargo a su hijastro, Aníbal Regueiro. Su actual mujer es la senadora Mabel Müller, que goza de la amistad de Chiche Duhalde desde la juventud, cuando compartieron el trabajo de maestras. Por esa confianza es que Müller acompañó en la fórmula presidencial de 1999 al candidato peronista y esposo de Chiche. Además del vicejefe de la SIDE, la senadora y su hijo intendente, el plantel familiar que ejerce el poder en Presidente Perón se completa con la hija del matrimonio, Silvina, denunciada por cobrar dos sueldos del Estado, al trabajar con el papá en el Consejo Deliberante y con la mamá en el Congreso de la Nación; y el tío de Silvina, el comisario inspector de la policía bonaerense Alberto Rodríguez (hermano de Oscar), ex jefe de la custodia personal del presidente Duhalde cuando era gobernador.

No se supo el motivo del cruce de llamadas con Fanchiotti desde la dependencia a su cargo, pocas horas después de cometidos los asesinatos.

Con relaciones de confianza en los despachos de la Casa Rosada tanto como en las comisarías y jefaturas departamentales en las que se preparó y operó la Masacre de Avellaneda, la línea ascendente desde los comisarios Fanchiotti y Vega hasta el presidente Duhalde pasa necesariamente por Oscar Rodríguez.

Secretario de Seguridad Interior de la Nación, doctor Juan José Álvarez

Días antes del 26 de junio, Juan José Álvarez había definido la dureza del gobierno respecto a la protesta como “una decisión política”. Durante la trágica jornada repitió el discurso que criminalizaba a los desocupados y mintió sistemáticamente sobre el rol que jugaron las fuerzas represivas, encubriendo su accionar criminal. Desde que asumió el cargo en diciembre de 2001, impulsó como política de seguridad el accionar conjunto de las cuatro fuerzas de represión interior, que bajo su coordinación se puso en marcha el 26 de junio.

El repaso y la aclaración previa se tornan necesarios para caracterizar la responsabilidad política de un funcionario que, a los 47 años, construye su carrera haciendo gala de una imagen legalista en materia de seguridad, distinta de los halcones del PJ que predican la represión indiscriminada, como Ruckauf o Atanasof. Sin embargo, la práctica lo encuentra compartiendo y justificando el trabajo a la par de hombres como Oscar Rodríguez.

Juan Álvarez dio sus primeros pasos políticos en los convulsionados años 70, militando en la derecha sindical peronista. Entre los años 91 y 93 fue el director más joven en la historia del Banco Provincia. Como gran parte del elenco duhaldista, conoce el menemismo desde adentro: fue subsecretario de la Presidencia de la Nación hasta 1995, especializándose y brindando seminarios sobre Modernización Pública, forma elegante de definir la política de privatizaciones. Fue electo intendente de Hurlingham en 1995 y 1999, cargo que abandonó el 26 de octubre de 2001 para hacerse cargo del Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires.

Dos meses después de asumir, durante la rebelión popular que terminó con el gobierno de De la Rúa, Álvarez jugó un rol destacado en las maniobras tendientes a que el aparato político del duhaldismo se quedara con el gobierno

Una vez caído De la Rúa, Álvarez –desde el ministerio provincial– volvió a aportar su visión ágil y efectiva para desactivar lo que días antes había ayudado a activar. Una impresionante campaña de acción psicológica se montó durante las madrugadas del viernes 21 y sábado 22 de diciembre, con el fin de retraer el estado de efervescencia popular que habían generado los saqueos y el derrocamiento de un gobierno antipopular por la resistencia masiva en las calles. Con estas maniobras, Álvarez demostró su influencia y capacidad de manejo sobre el aparato político provincial y la bonaerense. Punteros y policías, de uniforme y de civil, en patrulleros o autos particulares, regaron cada barrio del Gran Buenos Aires de rumores diciendo que ahora los saqueos vendrían sobre cada uno de nosotros. Aun en las villas y barrios humildes se instaló el temor de que vinieran a robar de otras remotas villas. Absurdo e irracional, lo cierto es que no hubo barrio del conurbano que aquella noche no tuviera sus fogatas y piquetes ardientes y vecinos alertas para defender lo suyo, muchas veces armados. Después de dos jornadas en las que la acción directa de gran parte del pueblo había desafiado a supermercados y gobiernos, a horas de haber nacido el “que se vayan todos”, toda esa energía y potencia organizativa se consumía en la confusión que se instaló en cada barrio del Gran Buenos Aires.

Asumido Rodríguez Saá, fue designado para el mismo cargo pero en el Gobierno Nacional, por pedido expreso de Ruckauf.

En diciembre del 2001, Álvarez puso sus capacidades en función del mismo objetivo que compartía con quienes pregonan métodos menos sofisticados de represión. Mientras Oscar Rodríguez y Quindimil planteaban el enfrentamiento en términos de “disputarle la calle a los piqueteros y los zurdos”, Álvarez apelaba a operaciones de acción psicológica basándose en un manejo inteligente de los medios periodísticos.

Alfredo Atanasof, Jorge Matzkin, Carlos Ruckauf, Carlos Soria, Felipe Solá, Luis Genoud

Alfredo Atanasof llegó a la Casa Rosada como jefe de Gabinete, después de pasar por el Ministerio de Trabajo. Y allí arribó con la referencia se haber sido durante años secretario general del Sindicato de Trabajadores Municipales de la provincia de Buenos Aires.

Jorge Matzkin, ministro del Interior, cumplió su actuación sosteniendo la teoría oficial aún después de la aparición de las fotografías que contradecían cada una de sus palabras, sin ruborizarse. Integró el gabinete de ministros de Duhalde después de haber prestado servicios al menemismo desde la presidencia del bloque de diputados del Partido Justicialista, garantizando la aprobación de todas las leyes que acompañaron las privatizaciones.

Jorge Vanossi, había llegado al Ministerio de Justicia en nombre del radicalismo. Su participación legislativa incluían el impulso y la aprobación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.

El rionegrino Carlos Soria, secretario de Inteligencia, en el mes de febrero de 2002 difundió informes producidos por el general Juan Carlos Mugnolo y el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas sobre la presunta infiltración de las FARC de Colombia entre las asambleas populares y piqueteros.

Aquella misma mañana del 26 de junio, a través de una solicitada publicada en Página/12, organismos de derechos humanos advertían al canciller Carlos Ruckauf, que días atrás había dicho que con orgullo volvería a firmar el decreto 261/75 de aniquilamiento del accionar subversivo, que éste “abrió las puertas de una feroz represión, destinada a eliminar a miles de opositores que luchaban por una sociedad justa, para poder implementar la política económica que hoy elimina por hambre a cientos de miles de argentinos”.

El gobernador Felipe Solá, una vez aparecidas las fotografías, se paseó por los programas de TV y atendió los llamados de todas las radios, reforzando el discurso que señalaba que Fanchiotti era un “psicópata, un demente”. “Me mintió”, le dijo al aire a Mariano Grondona y agregó: “Creo que también les mintió a sus superiores”.

Luis Genoud, ministro de Seguridad y Justicia de la provincia, por su función como responsable político de la policía bonaerense estuvo al tanto de la planificación previa. A los pocos días renunció guardando silencio. Fue designado juez de la Suprema Corte de Justicia, cuatro meses después. El Colegio bonaerense de Magistrados y Funcionarios del Poder Judicial se quejó: “Ha recaído en personas sin antecedentes explicitados en el ámbito del ejercicio profesional de la abogacía o la función judicial”, advirtieron en un comunicado. Es que el mismo gobernador Solá había propuesto al Senado el pliego de Genoud, que había comenzado su carrera como policía de la provincia

Presidente de la Nación, Eduardo Duhalde

“Duhalde asesino y represor”, se lee premonitoriamente, en el boletín de la agrupación juvenil en la que militaba Darío en 1998. Por aquel entonces, Duhalde gobernaba la provincia. Darío tenía 17 años y Maxi 19.

Ex bañero, abogado laboralista, Duhalde inició su carrera política en 1974 en la intendencia de Lomas de Zamora, cuando varios miembros de las 62 Organizaciones de la derecha peronista lo fueron a buscar a su casa para que asumiera el cargo. Cuando Duhalde asumió la gobernación en 1991, acordó con el presidente Menem –de quien había sido vice– la creación de un Fondo de Reparación Histórica para el Conurbano Bonaerense de 700 millones de dólares anuales, que manejó a discreción durante ocho años. Ni este millonario fondo ni las privatizaciones que llevó a cabo en la provincia lograron evitar que dejara en 1999 el estado más grande del país en virtual bancarrota y con una fuerte conflictividad social. Ningún medio lo consultó sobre las palabras que días antes de la represión el propio Duhalde pronunció en la Casa de Gobierno. En aquella oportunidad el ex Presidente había manifestado:“no se van a permitir más los cortes de accesos a la ciudad, para lograrlo vamos a tener que ir poniendo orden”.

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Maximiliano Kosteki , 23 años, piquetero, fallecido el 26 de junio de 2002.

Darío Santillán, 21 años, piquetero, fallecido el 26 de junio de 2002.

Alberto Franchiotti, ex comisario, detenido por asesinato, condenado a prisión perpetua.

Alejandro Acosta, ex cabo, detenido por asesinato, condenado a prisión perpetua.

Bibliografía

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Ø Clarín: diario 27 y 28 de Junio de 2002

Ø Página 12: diario 27 y 28 de junio de 2002

Ø Crónica: Tapa 27 de junio de 2002

Ø Diario Popular: Tapa 27 de junio de 2002