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Goliat arrodillado
Por
Guillermo Zambrano
Para Leticia, otra vez
Si
se pelea con armas nucleares,
y con palos.
(Albert Einstein)
ANTECEDENTES
Desde 1776, cuando 13 colonias que después se llamarían Estados
Unidos comenzaron su guerra de independencia contra Gran Bretaña, hasta el año 2003, cuando el presidente George W. Bush invadió Irak, el pueblo y los gobiernos estadounidenses han participado en 47 guerras en el mundo, entre las que se cuentan 23 intervenciones en América Latina y el Caribe.
Los poderosos hombres de Washington y el Pentágono han dejado de
lado la diplomacia y han recurrido a la fuerza 47 veces en 227 años, lo que equivale a una guerra cada 4.8 años.
Aunque siempre hay oposición doméstica a estas guerras, también hay
apoyo de parte de algunos sectores del pueblo estadounidense –un puebloguerrero y expansionista–, y en la actualidad hay familias que dicen con orgullo que el abuelo peleó en
De esas casi 50 acciones bélicas, la guerra de Vietnam es, hasta la
fecha, la única guerra que ha perdido Estados Unidos en toda su historia. Y esa derrota dejó por lo tanto una herida muy profunda en la sociedad estadounidense. Desgraciadamente para Hanoi, la de Vietnam fue una victoria Pírrica.
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La experiencia de Vietnam demostró al mundo la injusticia de esa guerra en particular y la injusticia en general de las intervenciones militares de Estados Unidos en los países del Tercer Mundo.
Washington fue derrotado en Vietnam en 1975, cuando faltaba apenas
un año para que el imperio celebrara sus doscientos años de existencia, y fue tan grande la herida, que treinta años después no ha podido recuperarse.
Vietnam, un país que tuvo la ilusión de la independencia y la soberanía –y que dio su sangre por ellas y venció en el campo de batalla a dos grandes potencias militares como son Francia y Estados Unidos–, lucha hoy en día, denodadamente, en pleno siglo XXI, por alcanzar esa soberanía y esa independencia, sufriendo los rezagos causados por el bloqueo económico que decretó
Estados Unidos normalizó relaciones con Vietnam hasta 1995.
En 1975, los jóvenes soldados estadounidenses que perdieron esa
guerra fueron recibidos en su país casi como “traidores”.
Y ahora, en el año 2005, Vietnam sigue siendo un tema tan espinoso que no ha sido digerido ni por el Tío Sam ni por la sociedad estadounidense.
Después de 1975, los estadounidenses prefirieron ignorar esa guerra
durante más de una década, y no se atrevieron a hablar de ella ni de las marcas profundas que dejó el conflicto en una generación de jóvenes.
Sin embargo, a mediados de la década de 1980, ya se hablaba de
Vietnam en Estados Unidos: se escribían obras de teatro, se hacían películas,se editaban libros y se discutía el tema en los medios.
Y fue entonces cuando Estados Unidos tuvo que reconocer la masacre
de My Lai, una aldea vietnamita en medio de la selva donde más de quinientas personas, la mayoría ancianos, mujeres y niños, fueron asesinadas en un solodía –el 16 de marzo de 1968–, por un pelotón de soldados estadounidenses.
A pesar de la nueva actitud, sigue siendo tanta la aprehensión sobre la guerra de Vietnam, que en abril de 1999, con motivo de la guerra en los Balcanes, Newsweek entrevistó al ex secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert McNamara, quien estuvo al frente del Pentágono durante sietede los muchos años que duró la guerra de Vietnam.
“¿Qué parte del conflicto en Kosovo le recuerda a Vietnam?”, preguntó la revista. Y McNamara dijo: “No tenemos –y no vamos a tener–, 500,000 soldados americanos en riesgo, cosa que sí tuvimos en Vietnam. No vamos a tener, en ninguna situación que yo pueda imaginarme, 58,000 americanos muertos en Kosovo, como los tuvimos en Vietnam. Y no vamos a tener 3.5 millones de enemigos muertos en Kosovo, como en Vietnam”.
A partir de la derrota en Vietnam, que muchos aseguran fue por culpa del Congreso de Estados Unidos porque, dicen, le amarró las manos al Pentágono ﴾¡que aun así logró enviar a un total de 500,000 hombres!﴿, la política de Washington hacia la guerra cambió y comenzó a bombardear desde el aire,como lo hizo Bill Clinton en Kosovo, para no arriesgar a sus hombres, y George W. Bush en Afganistán, y como lo hizo también, 11 años antes, Bush padre en Irak.
Ya para la segunda guerra del Golfo, Bush hijo se sintió invencible y quiso pelear en tierra. Metió a 150,000 tropas en Irak y “vietnamizó” el conflicto. Invadió Irak sin el consentimiento de
El mundo entero apoyó a Bush hijo a fines del 2001, cuando derrocó al Movimiento Talibán de Afganistán, que cobijaba al militante islámico de origen saudita, Osama bin Laden, y a su red Al Qaeda, algunos de cuyos militantes fueron autores de los ataques a Estados Unidos en septiembre del 2001, en donde murieron al menos 3,000 personas. Pero la invasión a Irak en marzo del 2003 fue otra cosa. Casi todo el mundo le dio la espalda a Bush.
El experto estadounidense en armas, David Kay, enviado a Irak al frente de un equipo de investigadores desde la caída de Hussein en abril del 2003,para localizar –y mostrar al mundo sin la ayuda de
A fines del 2005, y según declaraciones del propio Bush, más de 2,100 soldados estadounidenses habían muerto y al menos 30,000 iraquíes, desde el inicio de la invasión.
Y eso sin contar los cerca de 20,000 soldados estadounidenses heridos o mutilados, ni las decenas de miles de iraquíes –militares y civiles–, también heridos y mutilados.
Y esa guerra, convertida en una guerra de guerrillas como la de Vietnam, durará al parecer mucho tiempo porque la diplomacia se ejerce antes de disparar los cañones y no después.
Está claro que Bush hijo no aprendió la lección de Vietnam.
Y en cuanto a las intervenciones de Washington en América Latina y el Caribe, ésas son, desgraciadamente para más de 500 millones de personas, un tema doloroso porque nuestra región del mundo es considerada por el Tío Sam como su “patio trasero”.
Antes de entrar de lleno a la guerra de Vietnam, país al que viajé como enviado de un diario mexicano en 1988 –13 años después de la caída de Saigón–, conviene echar un vistazo rápido a las intervenciones de Estados Unidos en su mal llamado patio trasero:
●1846–1848, al final de la guerra contra México, Estados Unidos
anexionó Texas, Nuevo México y California.
●1855, el aventurero estadounidense William Walker toma Nicaragua a
nombre del Tío Sam, aunque es expulsado en 1857.
●1898, España pierde Cuba y Puerto Rico en su guerra con Estados
Unidos, que pretende erigirse en amo de esas ex colonias.
●1902, Estados Unidos obtiene la base naval de Guantánamo en Cuba.
●1903, Panamá se independiza de Colombia con la ayuda de Estados
Unidos, y Washington obtiene jurisdicción militar y bases en el nuevo país. El Canal de Panamá se completa en 1914, y sólo bajo los tratados de 1977,Panamá logra que le sea devuelto en el año 2000.
●1912, desembarco de “marines”, en Nicaragua, para apoyar al rebelde
Adolfo Díaz, que derroca al presidente Santos Zelaya. Las tropas del Tío Sam permanecen en ese país hasta 1933 y ayudan a aplastar a las fuerzas del rebelde César Augusto Sandino.
●1913, Tropas estadounidenses cruzan la frontera con México
persiguiendo al general revolucionario Francisco “Pancho” Villa.
●1914, desembarco de “marines” en el puerto mexicano de Veracruz,
para proteger los intereses de
●1915, desembarco de “marines” en Haití para proteger los intereses
azucareros del Tío Sam ﴾permanecen ahí hasta 1934﴿.
●1916, los “marines” toman Santo Domingo para proteger intereses
azucareros ﴾permanecen ahí hasta 1924﴿.
●1924, los “marines” entran a Honduras y permanecen tres meses en el
país, para proteger a ciudadanos estadounidenses, durante luchas partidarias locales.
●1954, rebeldes armados y entrenados por Estados Unidos derrocan al
presidente de Guatemala Jacobo Arbenz, cuya reforma agraria amenazaba intereses del Tío Sam, entre ellos
●1961, Washington apoya un operativo militar de los exiliados cubanos para derrocar a Fidel Castro, quien vence a los invasores en Bahía de Cochinos.
●1962, Estados Unidos obliga a
misiles de defensa que Moscú había instalado en Cuba.
●1965, tropas estadounidenses aplastan una revuelta izquierdista en
República Dominicana.
●1973,
●1983, soldados del Tío Sam invaden Grenada y ayudan a derrocar al
régimen militar. En medio del caos, el primer ministro izquierdista, Maurice Bishop, es asesinado. Poco después se retiran las tropas de Estados Unidos.
●1983, rebeldes derechistas de Nicaragua, apoyados y entrenados por
Estados Unidos, inician ataques desde Honduras para derrocar al gobierno sandinista.
●1983, en El Salvador, asesores estadounidenses ayudan al gobierno y
al ejército local a pelear contra guerrilleros de izquierda.
●1984, tensión entre Washington y Moscú luego de que el Tío Sam le
advierte al Kremlin que no envíe aviones de combate a Nicaragua. El gobierno sandinista acusa a Estados Unidos de estar planeando una invasión y pone asus tropas en alerta máxima.
●1987, le estalla en las manos al presidente Ronald Reagan el escándalo del Irangate ﴾venta secreta de armas a Irán, cuyas ganancias iban a dar a la Contra nicaragüense﴿.
●1989, Bush ﴾padre﴿, electo en 1988, interviene militarmente en Panamá para aprehender al líder Manuel Antonio Noriega, quien es llevado a Miami yjuzgado por narcotráfico. En el operativo mueren más de 1,000 panameños, la mayoría civiles.
●1994, nueva intervención militar ﴾dirigida por Clinton﴿ en Haití.
Conviene también hacer un recuento rápido de las guerras e
intervenciones de Estados Unidos fuera de América Latina, para entender la dimensión de la derrota en Vietnam, que es, hasta nuestros días, la única guerra que ha perdido el Tío Sam. Aunque todavía hay que ver cómo saldrá de su agresión contra Irak.
●1776, guerra de independencia.
●1861–1865, el norte vence al sur en la guerra de secesión.
●1898, guerra con España.
●1899, intervención militar en Filipinas.
●1900, intervención militar en China contra los bóxers.
●1917–1918, Primera Guerra Mundial.
●1922, intervención militar en Turquía contra nacionalistas.
●1922–1927, tropas del Tío Sam en China por revuelta nacional.
●1941–1945, Segunda Guerra Mundial.
●1947–1949, operación comando en Grecia en la guerra civil.
●1950–1953, guerra de Corea.
●1953, operación comando en Irán para instalar al Sha.
●1958, intervención militar en Líbano contra rebeldes.
●1960–1975, guerra de Vietnam.
●1962, operación comando en Laos durante guerra de guerrillas.
●1965, operación comando en Indonesia para golpe de Estado.
●1969–1975, fuertes bombardeos contra Camboya.
●1976–1990, operación comando en Angola.
●1991, primera guerra del Golfo.
●1992–1994, envío de tropas y bombardeo en Somalia por guerra civil.
●1995, intervención militar en Bosnia–Herzegovina.
●1999, intervención militar en Kosovo.
●2001, guerra en Afganistán.
●2003, invasión de Irak.
Diecisiete años después de mi viaje a Vietnam, decidí escribir este libro utilizando parte de mis reportajes y mucho del material que se me quedó en el tintero por falta de espacio, para demostrar la inutilidad de esa guerra.
El libro muestra también la injusticia de esa guerra. Y esto no sólo lo digo yo, así me lo contaron algunos veteranos estadounidenses que encontré allá y con quienes conviví varias semanas.
Un grupo de veteranos viajó a Vietnam años después de terminada la
guerra para limpiarse el alma, borrarse el horror de la memoria, y pedir perdón al pueblo vietnamita, aunque fuera a título personal.
Y me lo contaron también decenas de vietnamitas que entrevisté y con
quienes tuve la suerte de convivir, porque aprendí a respetar a los hombres y mujeres que pelearon por su dignidad y arriesgaron incluso hasta su vida para alcanzarla.
Después de 1975, el pueblo estadounidense prefirió ignorar esa guerra durante más de una década. Nadie quería hablar de ella ni de las marcas profundas que dejó en una generación de jóvenes.
Así que los veteranos de Vietnam tuvieron que reunirse ellos mismos y fundar asociaciones de lucha para enfrentar en bloque a la burocracia que les negaba no sólo los servicios a los que tenían derecho, sino la existencia misma.
Nixon perdió esa guerra a pesar de los intensos bombardeos sobre Hanoi y a pesar de las tramposas conversaciones de paz de Kissinger en París.
Después se conoció el escándalo Watergate y Nixon tuvo que salir
huyendo por la puerta trasera.
Llegaron a
presidentes de la amnesia colectiva. El pueblo estadounidense seguía sin hablar sobre el tema de Vietnam.
Reagan, finalmente, declaró a los cuatro vientos que la guerra de
Vietnam había sido una causa noble y mandó erigir un monumento en
Washington con los nombres de todos los caídos en el campo de batalla.
A pesar del nuevo clima de apertura, la mayoría de los jóvenes que
pelearon en Vietnam y sobrevivieron, siguen pensando que esa guerra fue injusta.
VETERANOS
Cuando llegué a Vietnam en 1988, Washington había perdido la guerra
hacía 13 años, y su injusta invasión le había costado la vida a unos 58,000jóvenes estadounidenses que fueron enviados a pelear casi todos en contra de su voluntad. Después de la guerra, las bajas habían seguido aumentando, según me explicaron algunos veteranos mientras tomábamos cervezas en la terraza del hotel Rex de Ciudad Ho Chi Minh. De acuerdo a estudios realizados por una de sus organizaciones, cerca de 60,000 veteranos en Estados Unidos habían sido víctimas de las drogas y el alcohol, o se habían suicidado.
Y muchos enfrentaban problemas derivados del lanzamiento en las
selvas de Vietnam del famoso agente naranja, un poderoso defoliante.
Sus hijos estaban naciendo con malformaciones genéticas por haber
estado expuestos ﴾los veteranos﴿ a ese producto químico.
—Así que la injusta guerra de Vietnam la están pagando ahora también
nuestros hijos —me dijo Gary Parker, un ex combatiente que estaba de visita en la antigua Saigón.
Parker, de 39 años, había combatido en
Gary nunca había estado en Saigón, ahora Ciudad Ho Chi Minh, la
famosa capital del Sur, que era sin duda mucho más cosmopolita que Hanoi,aún 13 años después de la unión del país.
—Es más, nunca había estado en ningún otro lado de este país que no fueran las plantaciones de caucho en donde estuve destacado todo un año,hasta que tuve que ser dado de baja –me dijo Gary antes de darle un trago a su cerveza Saigón.
—Durante estos días he podido constatar por qué a Saigón le decían la perla del sureste asiático: es la ciudad más hermosa que he visitado en mi vida –agregó, risueño.
Para Gary Parker y otros 14 compañeros suyos, todos del estado de
Ohio, la experiencia de regresar a Vietnam como civiles, les valió una dura crítica entre sus familiares y amigos.
—Ahora mismo, en 1988, tantos años después de la guerra... —me dijo
Parker antes de darle otro sorbo a su lata de cerveza—, para mucha gente en Estados Unidos, esta pequeña nación de hombres y mujeres valerosos, que nos ganó la guerra a nosotros, el supuesto país más poderoso del mundo, es todavía nuestro enemigo.
—¿Qué sentiste al llegar... cuál fue tu primera impresión?
—Me topé de lleno con la dignidad de todo un pueblo.
—¿Qué le dirías a los vietnamitas, si pudieras ser escuchado?
—Que estamos convencidos de que esta guerra fue injusta y que
sabemos, y así lo predicamos, que la intervención de Estados Unidos en este país nunca pudo ser soportada con argumentos valederos.
El viaje fue organizado por Don Mills, de 44 años, miembro del comité ejecutivo de
Tenía 24 años cuando llegó a pelear a Vietnam.
—Fui obligado por mi gobierno —me dijo esa noche en la terraza del Rex—, luego de haber organizado en Ohio varias manifestaciones en contra de la guerra.
Mills me explicó que su trabajo en
—Nadie nos quiere dar trabajo... nos tratan como traidores... y los
traidores son ellos, los hombres del poder. A pesar de que Washington habló siempre de 58,000 soldados muertos en acción en Vietnam, muchos de esos hombres que perdieron la vida no murieron en Vietnam, sino que fueron enviados a otros frentes, como Camboya y Laos, en operaciones clandestinas y encubiertas, que
—Nadie quiere emplear a los veteranos de Vietnam. Muchos de nuestros
veteranos son gente inestable —admitió Mills mientras una leve brisa nos refrescaba en la terraza del Rex—, eso es cierto, un poco más del 60 por ciento de los veteranos ha tenido más de dos divorcios después de la guerra y muchos de ellos son, además, poco estables en sus trabajos; por eso los patrones prefieren no emplearnos, pero mi tarea es conseguir trabajos y tratar de reeducar a nuestros compañeros para que aprendan a defender y a querer sus empleos. Es difícil, pero poco a poco hemos ido cambiando la idea que la gente tiene sobre nosotros, y también hemos ido aprendiendo, nosotros por
nuestro lado, a ser menos inestables.
Y después, con un dejo de tristeza en la mirada, Mills me dijo durante esa noche cerrada, sin estrellas.
—Desgraciadamente ha habido más bajas entre los veteranos después de
la guerra que durante las operaciones militares. Casi 60,000 se han suicidado o han caído en las garras de la droga y el alcohol. Esos 60,000 compañeros...más los 58,000 muertos que oficialmente reconoce
Aparte de viajar a Vietnam “para sacarnos la fobia de la guerra de las entrañas”, Mills me dijo que lo hicieron para tener acceso a las investigaciones que estaba realizando el gobierno de Vietnam sobre los efectos que el agente naranja había tenido en los niños vietnamitas que nacieron después de que sus padres fueron bombardeados con ese poderoso defoliante.
—En Estados Unidos nadie quiere saber de esto, pero nuestros hijos
también, los hijos de los veteranos de Vietnam, al igual que los hijos de los vietnamitas expuestos al defoliante, son los niños que tienen más defectos de nacimiento. En ningún lugar del mundo hay una cifra tan grande de niños con malformaciones genéticas como en el sur de Vietnam, y esto es a causa del polvo amarillo, como le dicen los vietnamitas, y que nosotros lanzamos sobre
esta pobre gente sin ningún respeto. Ahora nosotros mismos estamos pagando en nuestros propios hijos.
Los veteranos se acercaron al gobierno de Ciudad Ho Chi Minh en busca e ayuda, para encontrar una solución al problema de las malformaciones genéticas de sus hijos.
—Y el gobierno local —me dijo Mills, con ojos llorosos—, con gran
altruismo, y a pesar de haber sido nosotros los causantes de este problema y los responsables de todos los niños malformados que han nacido en el sur de Vietnam después de la guerra, comprendiónuestra angustia y nos ha abierto las puertas de sus hospitales y laboratorios.
Las pocas investigaciones que al respecto se han realizado en Estados Unidos, “se han hecho de mala gana”, me explicó Mills.
—Y esto es así porque nadie quiere saber nada de la guerra de Vietnam.Es una guerra que perdimos y a nadie le gusta hablar de ella.
Bob Jablonski, de 38 años, también de Ohio, había estado ya dos veces en Vietnam y la de 1988 era su tercera visita, por eso se sentía como en su casa. Esa noche estaba feliz en el Rex, bromeando con Gary Parker, a quien lehacía poner el oído malo junto a una lata de cerveza al momento de destaparla,para ver si Gary podía escuchar el sonido.
80 años, pero en el campo de batalla fue siempre un tigre.
Bob Jablonski es un hombre parlanchín y usa también barba ﴾los quince
veteranos, casualmente, usan barba﴿. Jablonski tiene, aparte de mucho
respeto por el pueblo de Vietnam y su lucha de liberación contra el ejército
francés y el estadounidense ﴾“guerras, las dos, que ganó el general Giap”,
dice﴿, muchas teorías acerca del trasfondo económico de todas las guerras “y
especialmente la de Vietnam”.
—Los franceses perdieron la guerra en contra de este aguerrido pueblo en
1954, en la batalla de Dien Bien Fu, pero en realidad los franceses nunca se
fueron. No sé cómo lo hicieron, pero convencieron a Estados Unidos de
reemplazarlos en el campo de batalla para seguir ellos haciendo negocios en
su ex colonia —me explica Jablonski y luego le da un trago largo a su lata de
cerveza Saigón—. Yo combatí en las plantaciones de caucho,
norte de Ciudad Ho Chi Minh. Ahí, el ejército de Estados Unidos destruyó
bosques enteros de árboles de hule. Los árboles estaban plantados cada
cuatro metros y a veces teníamos que desmontar grandes áreas para trazar
caminos y para colocar nuestras baterías, así que le pagábamos a los dueños,
que eran franceses, una cantidad impresionante de dólares... todo dependía
del tamaño del árbol y siempre había un hombre de negocios francés entre
nosotros para anotar el diámetro del árbol derribado y calcular su costo: los
precios comenzaban en 50 dólares por árbol, pero en ocasiones, cuando se
trataba de árboles gigantescos, el ejército de Estados Unidos les pagaba a los
franceses hasta 300 dólares por árbol... ¡Y en ocasiones desmontábamos
bosques enteros!
Según Jablonski, “aunque no tengo pruebas documentales para soportar
mi teoría, la empresa que se benefició con este acuerdo monetario durante
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todo el tiempo que duró la guerra de Vietnam fue la empresa francesa de
neumáticos Michelin”.
Jablonski, Parker, Mills y los otros 12 veteranos son oriundos del estado
de Ohio, “la tierra del hule y de las grandes fábricas de neumáticos”, dice uno
de ellos durante nuestra conversación.
—Allá en casa, donde muchos veteranos eran obreros de las fábricas de
neumáticos antes de venir a pelear aquí, se comentó siempre que,
casualmente, luego de la guerra de Vietnam, Michelin surgió de manera
internacional... ¿con qué dinero habrán podido crecer...? nos preguntamos
siempre en casa —dice Jablonski con una sonrisa que quiere ser suspicaz.
Los otros veteranos se comportaron esa noche con cautela. Uno de ellos
perdió el brazo izquierdo, otro tenía el rostro desfigurado a pesar de las
múltiples operaciones de cirugía plástica que le habían practicado para intentar
repararle el maxilar inferior, otro más no tenía nada físicamente, pero sus
compañeros me dijeron que lloraba todo el tiempo.
Jablonski, en cambio, se sentía como en su casa. Hablaba hasta por los
codos, bebía cerveza con profusión, y despotricaba en contra de su gobierno.
—Me parece insultante que Washington mantenga embargos económicos
en contra de Vietnam, Cuba y Nicaragua. Nuestros gobernantes no tienen la
menor sensibilidad política. Vietnam es un pueblo maravilloso, deberíamos
respetarlo y, además, deberíamos pagarle las indemnizaciones que le
debemos por la guerra. Son 3,000 millones de dólares, que este pueblo
honesto podría usar para levantar cabeza —dice Jablonski molesto.
Después de beber ruidosamente de su lata de cerveza, Jablonski dijo
haber saludado, “apenas anoche, en esta misma terraza, a otro mexicano”.
Sorprendido, le pregunté quién podría ser. Vietnam, en esos años, no era
un destino turístico. Así que otro mexicano en la misma ciudad, era punto
menos que imposible.
—Es un director de cine. Su nombre me lo anotó aquí —dijo, y sacó de uno
de los bolsillos de su camisa una libreta de pastas verdes.
Leí el nombre: Miguel Rico.
Azorado ante la coincidencia, le pedí que me lo describiera y comprobé
que se trataba de un antiguo compañero de la universidad. Hacia más de
veinte años habíamos estudiado periodismo.
Jablonski, encantado de haberme sorprendido, me explicó que Rico
viajaba acompañado de un fotógrafo holandés y de un escritor inglés.
—Se fueron a la playa, a Vung Tau, porque están buscando locaciones
para una película.
En ese momento decidí salir por la mañana, a primera hora, hacia Vung
Tau para encontrarme con Rico. No sabía dónde estaba Vung Tau, pero ya lo
averiguaría... desde mi llegada a Vietnam había estado investigando y
descubriendo cosas nuevas cada día.
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BOMBAS Y DOLARES
Al llegar al aeropuerto de Tan Son Nhat observé, desde el aire, el
cementerio de aviones militares estadounidenses que no habían sido retirados.
Estaban oxidados, rotos y abandonados a un costado del aeropuerto de
Ciudad Ho Chi Minh y sólo podían verse desde el aire porque al tocar tierra una
valla alta de láminas de asbesto los escondía. La mayoría eran
cazabombarderos F–15, aunque también vi grandes aviones C–130, los que
transportaban las bombas trepidantes de 5 mil
que estallaban y destruían áreas de
temblar la tierra en un radio de tres kilómetros cuadrados.
Desde el primero de enero de 1961 ﴾cuando el Departamento de Defensa
estadounidense comenzó a llevar estadísticas sobre Vietnam﴿, hasta la
rendición incondicional del régimen de Saigón en el año de 1975, la ayuda
militar de Washington al régimen sureño fue de 140 mil 800 millones de
dólares, según cifras del Pentágono, es decir: más de 7,000 dólares por cada
uno de los 20 millones de vietnamitas del Sur a quienes, teóricamente, el Tío
Sam ayudaba así a permanecer “libres” del comunismo.
Esa suma sirvió, entre otras cosas, para lanzar sobre la antigua
Indochina tres veces más bombas y explosivos que durante toda
Guerra Mundial.
Los aliados lanzaran 2.5 millones de toneladas de explosivos contra
Alemania, Japón e Italia entre 1939 y 1945.
Sobre Vietnam cayeron –injusta e inútilmente–, 7.5 millones de toneladas
de bombas, según estadísticas del Departamento de Defensa de Estados
Unidos.
La llegada a Vietnam me hizo comprender de golpe ﴾tras haber volado 27
horas desde la ciudad de México, con escalas en Los Angeles, Tokio y
Bangkok﴿, que esos aviones de guerra calcinados atestiguaban la dureza de
las batallas que libró el pueblo para recuperar su dignidad.
Al entrar al edificio de aduanas, luego de haber descendido del avión y
de haber caminado más de
portátil de escribir en una mano, y mapas de la ciudad en la otra, vi un bar que
ya estaba fuera de servicio, aunque la barra y las vitrinas seguían ahí,
empolvadas.
De inmediato me saltó a la mente la imagen de ruidosos soldados
estadounidenses haciéndose servir en sus días francos vasos de whisky por
algún sonriente y amable bar tender vietnamita. Y se hizo presente, también
de inmediato, la imagen de ese cantinero, en las noches, tras haber cumplido
sus ocho horas de trabajo, reunido tal vez –a oscuras–, en la casa de un
miembro del Vietcong para recibir órdenes de sabotaje.
A pesar de que fue un viaje muy largo para venir a encontrar la dignidad
de un pueblo, no estoy cansado. Treinta y seis horas antes estaba aún en las
oficinas del director del unomásuno, escuchando las últimas recomendaciones
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de Manuel Becerra Acosta. He dormido poco, pero quiero ver ya –en este
preciso instante–, Ciudad Ho Chi Minh.
Las oficinas de inmigración son cuatro pequeñas casetas de madera.
Dentro de cada una de ellas hay un joven oficial, sonriente y amable, que ya no
trae puesta una filipina de mesero sino que lleva, con orgullo, el uniforme
militar de
amarillos de pómulos salientes, metidos en sus uniformes verde olivo, con
caras rústicas y cuerpos musculosos, endurecidos por la guerra, son los
nuevos hombres de Vietnam, del Vietnam reunificado gracias a su propio
esfuerzo.
El pasaporte mexicano sorprende al soldado que revisa mis papeles. En
francés, a pesar de ser tan joven, comenta el pasado campeonato mundial de
fútbol. Me dice con una sonrisa muy amplia: “le Mexique trés bien”.
Le pregunto, en mi maltrecho francés, por qué sabe hablar francés. Me
explica que sus padres son muy viejos y que sólo hablan francés, que desde
niño lo aprendió.
Luego sigue la aduana. Hay que declarar, por escrito y con dos copias,
cada una de las prendas de vestir que uno lleva en la maleta, los anillos,
relojes y medallas, así como cámaras fotográficas y grabadoras. Se enseña
luego el dinero en efectivo y los cheques de viajero. Todas las pertenencias
deben estar con el visitante a su salida del país, así como sus aparatos y joyas.
La mujer de la aduana, enfundada también en su uniforme militar, joven,
de pómulos prominentes y piel suave, con un cuerpo flexible y bien torneado,
sonríe mientras hace la explicación de que todas las pertenencias deben estar
aquí de regreso: “Nada de vender objetos en el mercado negro ¿entendido?”,
me dice con una sonrisa cruzándole el rostro.
Hay una gran calma en el aeropuerto. Poca gente viaja a Vietnam. El
calor es sofocante. Sudo a Chorros, pero una sensación agradable recorre mi
cuerpo.
Finalmente salgo con mi maleta y mi máquina de escribir. Tomo un taxi.
Es un Peugeot blanco del año 1948. El chofer está orgulloso de su automóvil.
Es un hombre viejo, arrugado y canoso, que me explica que el coche lo compró
nuevo en 1948, cuando trabajaba como chofer de un general francés. Me habla
también en francés, y yo, como puedo, trato de darme a entender.
Más tarde comprobé que muchísima gente habla inglés, pero casi todos
prefieren hablar en francés. Los viejos no hablan inglés y los más jóvenes ya
no hablan ni francés ni inglés: han comenzado a hablar el ruso como segunda
lengua.
Me sorprende la cantidad de bicicletas, de bicimotos y de motonetas que
circulan por las calles de Ciudad Ho Chi Minh. Me sorprende también la casi
nula presencia de automóviles. Nadie, o casi nadie, es dueño de un automóvil
en Vietnam. De ahí viene el orgullo del taxista.
Los “verdaderos” taxis en Ciudad Ho Chi Minh son bicicletas ﴾o triciclos al
revés﴿, con dos ruedas adelante, con un asiento entre esas dos ruedas, para
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que un pasajero se siente cómodamente. Si llueve o si al cliente le molesta el
sol, el taxista levanta un toldo y el pasajero queda al abrigo de las inclemencias
del tiempo. Pero el pedalista, que va detrás del asiento del pasajero, no tiene
nada que lo cubra a él.
Durante mi trayecto al hotel observo la infinidad de puestos que hay en la
calle. En esos puestos se vende sopa con fideos y pescado o sopa con fideos
y pollo. La gente se detiene, pide su plato de sopa, y se sienta en cuclillas en la
acera a comer.
Hay también puestos de tortas. Son tortas idénticas a las que comemos
en México. Están hechas con carne fría, de cerdo o de pollo, y con un pan muy
parecido a nuestros bolillos ﴾influencia de la baguette francesa﴿. Les ponen
además lechuga, tomate, cebolla y mayonesa.
Las señoras que venden las tortas y las señoras que venden las sopas,
así como las señoras que tienen sus puestos de cigarrillos en las esquinas de
la ciudad, todas usan sombreros picudos de paja, amarrados a la barbilla con
listones de colores.
Se ven muy elegantes: descalzas, con sus sombreros picudos de paja y
con sus trajes vietnamitas negros.
El traje vietnamita típico de las mujeres consiste en pantalones negros de
campana amplia en la base, tan amplia que si se ponen de pie con las piernas
juntas parece que llevan una falda; y un camisón, negro también, entallado en
el pecho y la cintura y que cae encima de los pantalones hasta la altura de las
rodillas. El camisón tiene dos aberturas largas, una a cada lado, de tal modo
que muestran, con cierta coquetería, la cintura desnuda en los costados.
Otras mujeres, vestidas idénticamente, atienden puestos de jugo de
caña, y otras más, todavía, tienen puestos en donde expenden patos y pulpos
asados, o limonadas frescas.
En Vietnam, en 1988, el salario promedio era de cinco dólares
mensuales. Así que la gente se mostraba ahorrativa y calculadora para gastar
su dinero.
Los precios de estas comidas en la calle no pasaban de 200 dongs. El
cambio oficial por un dólar era en ese entonces de 3 mil 600 dongs. En el
mercado negro se conseguían hasta 5 mil 500 dongs por un dólar.
Otra cosa sorprendente es la cantidad de mecánicos de bicicletas que se
instalan diariamente en las esquinas de Ciudad Ho Chi Minh. Todos tienen las
mismas cajas de herramientas: cajas viejas de madera pintada de verde que
originalmente contenían balas para ametralladoras estadounidenses XM–16.
Y lo más sorprendente, todavía, es que todos tienen, también, los
mismos recipientes de agua para encontrar las ponchaduras de las llantas de
las bicicletas: cascos viejos de marines muertos en combate.
Es sorprendente, pero así es: en casi cada esquina de la ciudad se ve a
un mecánico con su caja verde de herramientas, su casco de soldado
estadounidense volteado hacia arriba ﴾lleno de agua﴿ y su bomba para inflar
las llantas una vez reparadas.
14
Los mecánicos y las vendedoras esperan pacientemente a sus clientes
sentados en cuclillas en las aceras de la ciudad. Y los clientes, ya sea que se
detengan a comer o a esperar la reparación de su bicicleta, se ponen también
en cuclillas.
En las calles de la ciudad, infinidad de jóvenes y niños practican un juego
extraño: cuelgan una red, como las de voleibol, de un extremo a otro de la
calle, se colocan después cinco muchachos a cada lado de la red, y comienzan
a patear un gallito de bádminton. El gallito puede ser impulsado, como la pelota
en el fútbol, con las rodillas, los pies, el pecho y los hombros, pero nunca con
las manos. Se permiten tres golpes por bando cada vez que el gallito ﴾que no
debe tocar el suelo﴿ está en uno de los lados de la red. El gentío que se
aglomera para ver estos partidos callejeros es considerable y cuando uno de
los jugadores logra "clavar" el gallito en el lado enemigo luego de hacer una
chilena al estilo de Hugo Sánchez, todos aplauden entusiasmados.
Durante una de mis caminatas por la ciudad traté de jugarlo con unos
niños que no tenían red y que sólo estaban haciendo ejercicios de
calentamiento. Fui el hazmerreír de los transeúntes: tan sólo una vez pude
patear correctamente el gallito. Los niños, de no más de 10 años, me miraban
sorprendidos. No parecía caberles en la cabeza que un hombre adulto no
pudiera hacer lo que ellos hacían con tanta facilidad.
Luego de mi fracaso, intenté curar mi dignidad herida comprando, en un
puestecito callejero, un dulce muy común en este país, hecho a base de frijol
de soya endulzado con miel de abeja. El dulce se llama Tao Hu, y cuesta
escasos 100 dongs, así que compré cinco platitos de Tao Hu para mí y para
mis cuatro compañeros de juego, y los niños, rápidamente y encantados de la
vida, se pusieron en cuclillas en la acera para comérselo. También les provocó
risa ﴾aunque menos y supongo que porque recién había pagado yo sus
dulces﴿, el problema en que me vi envuelto cuando quise yo también ponerme
en cuclillas. Entre los ajustados pantalones de mezclilla y mis poco
acostumbradas rodillas, estuve casi un minuto tratando de encontrar una
posición adecuada. Cuando terminé, por fin, la "operación cuclilla", mis cuatro
amigos habían terminado sus dulces, habían entregado sus platitos a la señora
vendedora, y se hablan ido muy quitados de la pena a seguir jugando con su
gallito de bádminton.
La vendedora, con ojos comprensivos, me miró dulcemente y con un
destello de solidaridad en el fondo de los ojos, y pude entonces, sentado en
cuclillas en una acera de Ciudad Ho Chi Minh, comer más o menos tranquilo,
aunque no muy cómodo, mi dulce de soya con miel.
HISTORIA
Vietnam es un país que tiene la forma de una "S". La parte norte se
introduce en la gran masa de tierra que es China, la costa del país se va
curvando alrededor del Golfo de Tonkín y luego continúa sobre el Mar
Meridional de China, terminando por fin en el Golfo de Siam.
15
Tiene un territorio de 329 mil kilómetros cuadrados ﴾excluyendo las islas
de Hoang Sa y de Truong Sa﴿ y una costa de poco más de tres mil kilómetros
de largo. Su clima es tropical y húmedo. Su geografía es montañosa y
atravesada por ríos, de ahí que las intrincadas selvas estén casi por todo el
país.
La población es de 60 millones de habitantes, 40 de ellos viven en lo que
fuera Vietnam del Norte y los otros 20 en lo que se llamaba Vietnam del Sur.
En Ciudad Ho Chi Minh, la ciudad más grande del país ﴾aunque la capital sea
Hanoi﴿, viven cuatro y medio millones de vietnamitas y medio millón de chinos.
Según los tratados de la conferencia de Ginebra del 21 de julio de 1954,
el país fue dividido en dos a la altura del paralelo 17. Pero luego del triunfo de
1975, el país volvió a unificarse.
Vietnam ocupa un territorio largo con anchuras que van desde los 200
kilómetros hasta lugares en que el país no es más ancho que
Además de China, Vietnam tiene frontera al oeste con Laos y Camboya.
De acuerdo con algunos historiadores, los chinos expulsaron en el Siglo
IV antes de Cristo a la tribu del Viet ﴾que eran chinos también﴿, del valle de
Yang–tse–Kiang y los obligaron a emigrar hacia el sur y a establecerse en las
riveras más bajas del Río Rojo.
El término Viet, según el sinólogo Claudius Madrolle, significa en chino
"lejos", y la tribu fue bautizada así porque era en realidad la más lejana en
relación a la capital del imperio chino.
Una vez expulsados hacia el sur, los vietnamitas se independizaron de
China y se establecieron como país. Uno de los grandes gobernantes de
Vietnam fue Lac Long Quan, que se hacía llamar a sí mismo "el Soberano del
Linaje del Dragón".
Los vietnamitas tienen ascendencia china, pera durante su peregrinar
hacia el sur atravesaron la región de Indochina para llegarse hasta las costas
del Mar Meridional de China, y fue en el camino que comenzaron a mezclarse
con los indonesios, y debido a esto, no son chinos al cien por ciento: son
chinos pero con cuerpos más altos que los de los chinos y con rasgos faciales
que se parecen menos al mongol y se acercan más al indonesio. De ahí que la
belleza de las mujeres vietnamitas sea excepcional.
Otra teoría, que difiere de la anterior, dice que la raza de los vietnamitas
tenía originalmente rasgos thai ﴾del Reino de Siam, hoy Tailandia﴿, y que
sucesivas invasiones de los chinos a su territorio hicieron que se mezclaran,
adquiriendo así los rasgos del mongol.
De cualquier manera, y aunque los historiadores no se hayan puesto de
acuerdo al respecto, todos los estudiosos coinciden en afirmar que el
vietnamita es activo, tenaz, perseverante y valeroso.
El escudo de armas de Vietnam tiene como motivo principal un dragón,
que la mitología representa con la cabeza de un camello, cuernos de venado,
ojos de pescado, garras de águila y pies de tigre. Una larga barba le cuelga a
cada lado de la boca y una piedra preciosa brilla constantemente en su lengua.
16
La parte superior de la cabeza tiene una protuberancia que significa gran
sabiduría. El dragón tiene, además, 81 aletas que recorren todo su cuerpo
sobre la columna vertebral.
Se dice que un dragón exhala constantemente humo, mismo que puede
ser convertido, a voluntad, en fuego o en agua. El dragón vive con la misma
facilidad bajo el agua, en el aire, o inclusive bajo tierra. Es una criatura inmortal
y no se reproduce porque la leyenda dice que los dragones siguen apareciendo
en la tierra gracias a la transformación de los “Giao Long”: unas culebras
fabulosas –mitad lagartija y mitad serpiente–, que automáticamente se
convierten en dragones luego de haber vivido diez siglos en
A pesar de su aspecto terrorífico, el dragón no representa un espíritu del
mal. Los vietnamitas lo han considerado siempre como un símbolo de poder y
de nobleza. Y es por esto que el dragón fue escogido por los primeros
emperadores del reino.
Otros tres animales sagrados en Vietnam son: el unicornio, que significa
inteligencia y bondad, y los vietnamitas lo representan con el cuerpo de un
antílope, patas de caballo, y cola de búfalo.
La tortuga, que representa para ellos el doble símbolo del Cielo y la
Tierra. La concha superior del animal, que es redonda y convexa, representa la
bóveda celeste, mientras que el caparazón de la parte de abajo, que es
cuadrado, representa a
Y el Ave Fénix ﴾“Phung”﴿, que no corresponde al ave de la mitología de
Occidente porque el Ave Fénix de Vietnam no renace de sus cenizas. En el
Oriente, esta ave es el parangón de la virtud y la gracia. Por eso las reinas la
usaban como símbolo y emblema para sus vestimentas, mientras que los
emperadores usaban el dragón.
En Vietnam, el Ave Fénix se representa con pico de gallinácea, cuello de
serpiente, pecho de golondrina, espalda de tortuga y cola de pescado.
El Ave Fénix aparece sólo en tiempos de paz y de prosperidad, y se
esconde cuando hay mala administración de los soberanos. Es por esto que en
el país se le considera el símbolo de la concordia y la serenidad.
Durante más de mil años, el Ave Fénix no estuvo presente porque los
vietnamitas lucharon contra sus enemigos chinos. Pero esta larga guerra forjó
y endureció a los guerreros que han sido siempre. Nunca atacan ellos, pero
cuando son atacados pelean hasta el final y suelen dar, ellos, el último golpe
para conseguir la victoria.
Es por eso que desde tiempos inmemoriales los vietnamitas han hecho
hincapié en la educación cívica de sus ciudadanos: “para fomentar el
patriotismo que ha sido, desde siempre, nuestra mejor arma”, según comentó a
este enviado Nguyen Van Tuy, sargento primero del Ejército Popular de
Vietnam.
A pesar de que los vietnamitas son grandes guerreros, no pudieron
expulsar a los franceses, quienes se instalaron en Vietnam desde la segunda
mitad del Siglo XIX. Casi un siglo después, en el año de 1930, hubo una gran
17
revuelta de los patriotas vietnamitas que fue sofocada por tropas y aviones
franceses y terminó con 699 fusilamientos de vietnamitas sin juicio previo, 83
sentencias de muerte dictadas por jueces de la colonia, 546 condenas a prisión
de por vida, y 3,000 arrestos. Y esto sólo en el año de 1930.
Durante
franceses en esta parte del mundo y comenzaron a gobernar Vietnam. Otra
oleada de patriotas formó diversos grupos de resistencia en contra del
gobierno japonés en su territorio, pero no pudieron expulsarlos. En 1945 los
japoneses se rindieron a los aliados y los franceses retomaron su ex colonia de
manos de los japoneses.
Donde más dominaron los franceses luego de
Mundial fue en el sur del país y no fue sino hasta el año de 1954 cuando fueron
derrotados por el general Vo Nguyen Giap en la famosa batalla de Dien Bien
Fu, poniendo término a casi un siglo de dominación francesa.
Por desgracia, y a pesar de haber ganado la guerra, los vietnamitas
tuvieron que aceptar los acuerdos de Ginebra que se firmaron en ese año de
1954. Dichos acuerdos determinaron que el país fuera dividido en dos partes, a
la altura del paralelo 17, dejando un Vietnam del Norte, de régimen comunista,
y un Vietnam del Sur, gobernado –bajo la mesa– por Washington.
La cultura religiosa de Vietnam ha sido influenciada por la cultura china,
de ahí el gran impacto del confucionismo y el taoísmo, pero también ha
recibido influjos de
aunque con la llegada de los franceses el catolicismo se extendió bastante.
El idioma vietnamita, que también ha recibido infinidad de palabras
chinas no es, sin embargo, de origen chino. Lingüistas alemanes como Kuhn y
Himly han declarado que los orígenes del vietnamita se remontan al thai,
aunque otros estudiosos, como el sacerdote francés Souvignet, indicaron que
los fundamentos del idioma estaban en la lengua indo–malasia.
De todas maneras, el vietnamita, que es un idioma vivo, no es una lengua
pura sino que es una mezcla de idiomas antiguos y modernos: es producto de
las diversas invasiones de extranjeros que los vietnamitas han tenido que sufrir
a lo largo de su historia.
En Vietnam se utiliza la escritura romana, y eso no sucede en Japón,
Tailandia, China, Camboya y Laos. Hace muchos años usaban caracteres
chinos o egipcios para escribir, pero desde principios del siglo XX el pueblo
comenzó, de manera espontánea, a utilizar el alfabeto romano que habían
traído consigo los misioneros católicos del siglo XVII.
Los especialistas han determinado que gracias a este uso del alfabeto
romano, se pudieron preservar en Vietnam las tradiciones orales y las
leyendas de ese pueblo que tiene más de 4,000 años de historia y de cultura.
En la literatura se pueden detectar dos grandes influencias: el influjo
chino, que arranca desde el siglo segundo antes de Cristo hasta el Siglo X de
nuestra era, y el predominio de Occidente a partir del Siglo XIX.
18
Desde el siglo segundo antes de Cristo hasta el Siglo X de nuestra era,
Vietnam estuvo dominado casi constantemente por China. Durante más de mil
años, el pensamiento chino y su literatura se difundieron entre el pueblo
vietnamita.
Luego vino un período de “vietnamización” en el que todo lo chino fue
repudiado y en esa época el poeta Nguyen–Du escribió ﴾en el Siglo XV﴿ el
poema más famoso del país: el Kim–Van–Kieu ﴾de sesgo nacionalista﴿ de quien
algunos críticos contemporáneos han dicho que se trata de una obra de arte
comparable al Libro de Versos de Confucio.
Finalmente, la llegada de los franceses en la segunda mitad del Siglo XIX
tiene una influencia considerablemente en la literatura de ese país dándole con
esto un nuevo impulso vital que los vietnamitas supieron trastocar y convertir
en algo suyo.
La música de Vietnam, que es lánguida y triste, ha tenido también gran
influencia china. Cuando el pueblo de Vietnam entró en contacto con
Occidente perdió interés –momentáneamente– por su música y se aficionó a la
música europea. En nuestros días, la mezcla de las dos corrientes musicales
se aprecia con sólo encender el radio en Ciudad Ho Chi Minh.
Combinando la diplomacia con el terror, cuando ya estaba a punto de
firmarse la paz, el presidente estadounidense Richard Nixon ordenó la
reanudación de los bombardeos sobre Vietnam del Norte.
Bombardeos que en esa ocasión –la última– duraron desde el 18 hasta el
30 de diciembre de 1972.
Y el 27 de enero de 1973, sin ningún ánimo de honrar su compromiso –y
con el deliberado propósito de ganar tiempo–, Estados Unidos firmó en París un
acuerdo de alto al fuego en Vietnam.
Aunque todavía no era la paz, la opinión pública mundial respiró tranquila
con ese tramposo acuerdo y se olvidó de Vietnam.
Silenciosamente, la guerra continuó en Vietnam. Y no fue sino hasta los
meses de marzo y abril de 1975, durante la ofensiva final de los
revolucionarios, que el mundo volvió la cara otra vez al sureste asiático.
Marzo y abril de 1975 pasaron a la historia nacional de Vietnam como
“los meses gloriosos” de un pueblo heroico que supo quitarse el yugo colonial
tanto de Francia como de Estados Unidos.
Viendo las traiciones de
de Liberación de Vietnam se vieron forzados a tomar la decisión de no pactar
más con el enemigo y se lanzaron a la conquista definitiva de todo el territorio
de Vietnam del Sur.
El asalto final estuvo precedido de hechos muy importantes. He aquí un
breve análisis de los mismos.
En septiembre de 1969 murió el líder Ho Chi Minh. Meses antes de su
fallecimiento redactó, a manera de testamento, un documento político en el
19
que, como Moisés, aceptó que no vería la tierra prometida. Pero él, el gran
libertador del sureste asiático, aseguraba a los suyos que:
“Ciertamente nuestro pueblo vencerá. Nuestra patria será reunificada.
Nuestros compatriotas del Norte y del Sur se reunirán bajo un mismo techo.
Nuestro país tendrá el insigne honor de ser una pequeña nación que habrá
vencido a dos grandes imperialismos: el francés y el norteamericano. Vietnam
aportará, indudablemente, una digna contribución al movimiento de liberación
de todos los pueblos”.
Un año antes de la muerte del Tío Ho, dieron comienzo las
conversaciones de paz en París. Conversaciones que, combinadas con “la
guerra de Nixon”, duraron desde finales de 1968 hasta comienzos de 1973.
Durante esos cinco años de conversaciones, las únicas propuestas
constructivas de paz fueron presentadas por
Vietnam ﴾RDV﴿ y por el Gobierno Revolucionario Provisional ﴾GRP﴿ de Vietnam
del Sur.
Por ejemplo: el 1 de julio de 1971 –y tras una brillante ofensiva militar de
las fuerzas populares–, la ministra de Relaciones Exteriores del GRP, Nguyen
Thi Binh, presentó a
que puede ser considerada como el borrador de la paz de 1973:
1–. Retirada incondicional y total de las fuerzas norteamericanas y aliadas
de Vietnam del Sur.
2–. Formación de un gobierno de concordia nacional, encargado de
organizar elecciones libres en toda la zona.
3–. Responsabilidad del gobierno de Estados Unidos por los daños
causados al pueblo vietnamita en las dos zonas y,
4–. La reunificación de Vietnam como último objetivo.
Era una tajante respuesta, tras una rotunda –victoriosa campaña militar
del GRP– al plan de vietnamización de la guerra del presidente Nixon que
pretendía que los vietnamitas se matasen entre sí.
La ofensiva del GRP alcanza tan grave importancia en la primavera de
1972, que la aviación norteamericana reanuda los bombardeos sobre
el 6 de abril de 1972. Medida que un mes después, el 8 de mayo, se duplicaría
por otra de mayor alcance, también adoptada por
violadora de la legalidad internacional: el bloqueo de los puertos de
de sus aguas jurisdiccionales.
Y desde el 27 de enero de 1973 ﴾cuando se firmaron los supuestos
tratados de paz de París﴿, hasta el 30 de abril de 1975, día de la rendición del
gobierno títere de Saigón a las fuerzas populares, Estados Unidos introdujo en
Vietnam del Sur ﴾según datos del propio Pentágono﴿: un millón de toneladas de
municiones, dos millones de toneladas de carburante, 1,100 tanques
blindados, 800 piezas de artillería, 112,000 misiles, 200 navíos de guerra y
unos 700 aviones.
Además de que, disfrazados de “consejeros”, permanecieron todo ese
tiempo en Vietnam del Sur unos 25,000 militares norteamericanos ﴾que
20
Washington iba rotando según morían o eran heridos﴿, a los que habría que
sumar los 3,500 “militares funcionarios” que formaban parte de la embajada de
Estados Unidos en Saigón.
Está claro, entonces, por qué los patriotas vietnamitas tomaron Saigón:
Primero, porque no se produjo la retirada total de las fuerzas
estadounidenses instaladas en Vietnam del Sur después de la firma de los
tratados de paz.
Segundo, porque no fueron desmanteladas las bases militares
norteamericanas, sino que fueron entregadas al gobierno títere de Saigón.
Tercero, porque continuaron entrando toda clase de pertrechos de guerra
suministrados por Estados Unidos.
Cuarto, porque Saigón no puso en libertad a los presos políticos, sino que
aumentó la cifra hasta sobrepasar el cuarto de millón de encarcelados –y en
consecuencia no se restablecieron las libertades democráticas.
Quinto, porque no se constituyó el tan esperado gobierno de concordia y
reconciliación nacional que debería agrupar tanto a los representantes del GRP
y de
sindicales﴿, como a los de la administración de Saigón y,
Sexto, porque no se celebraron las previstas elecciones y, en una
palabra, nunca se dio un paso hacia la reunificación de Vietnam.
Por todo ello, el alto mando de las fuerzas armadas populares de
liberación acordó a principios de 1975 contestar a la violencia de Saigón
haciendo uso de su derecho de legítima defensa.
La ofensiva militar de los revolucionarios –que culminó con la victoria
definitiva el 30 de abril de 1975–, fue la única manera de dar cumplimiento a los
acuerdos firmados en París en 1973.
Esta ofensiva general contra el régimen títere de Nguyen Van Thieu
comenzó el 10 de marzo de 1975, cuando tropas revolucionarias apoyadas por
tanques y artillería pesada quebraron las líneas de defensa de la capital
provincial de Ban Me Thuot, a
Ban Me Thuot era el más importante centro de operaciones militares del
gobierno de Saigón en la altiplanicie central.
Tri Tram, otra capital de distrito ubicada a solamente
Saigón, fue totalmente abandonada el 12 de marzo por las fuerzas
estadounidenses –luego de 30 horas de violentos combates contra los
guerrilleros.
Con estas dos grandes capitales, eran ya seis las capitales de distrito en
poder de los ejércitos de liberación desde el acuerdo de paz de París.
El 13 de marzo, la prensa norteamericana filtró a la opinión pública un
estudio conjunto realizado por
Departamento de Estado, en el que se dijo que “las tropas insurgentes que
luchan contra el gobierno de Nguyen Van Thieu se encuentran más fuertes que
nunca y podrían incrementar sensiblemente su nivel de lucha en los próximos
meses”.
21
Ese mismo día, en una larga entrevista de prensa que recogieron todas
las agencias internacionales de noticias, el general William Westmoreland, ex
comandante en jefe de las fuerzas norteamericanas en Vietnam, dijo que
Estados Unidos debía reanudar sus bombardeos contra Vietnam del Norte y
minar el puerto de Haifong.
Westmoreland, ya retirado, formuló esta declaración al salir de
Blanca en donde, con ocasión de una visita de cortesía, había celebrado una
entrevista de 45 minutos con el presidente Gerald Ford.
“El único lenguaje que Hanoi entiende es el de la fuerza”, dijo
Westmoreland ese día.
El 19 de marzo, en medio de sangrientos combates, las tropas de
Nguyen Van Thieu ﴾apoyadas por miles de soldados estadounidenses﴿, fueron
destrozadas en las provincias de Quang Tri, Kontum, Pleikú, Darlac, Phouc
Long y Bin Long, que bordean las fronteras de Laos y Camboya, y tuvieron que
batirse en retirada.
Van Thieu dijo el 20 de marzo, en un discurso por la radio de Saigón, que
la retirada del ejército del altiplano central respondía a “una maniobra de
reagrupamiento”.
Agregó en su discurso radial de ese día que el general rebelde Va
Nguyen Giap era tan sólo “un tigre de papel”.
El 29 de marzo, el ejército de liberación interrumpió la última vía de
comunicación terrestre entre Hue ﴾antigua capital imperial﴿ y el sur del país.
Los guerrilleros del GRP hicieron volar un puente de gran importancia en la
carretera número Uno.
En Cam Ranh, unos
la más importante base naval de que disponía el régimen de Thieu luego de
haber perdido los enclaves de Da Nang y Nha Trang. Esa base también pasó a
manos de los rebeldes.
La guerra, cada vez más cruenta, hizo que en los primeros 19 días de
esta ofensiva final el ejército de Saigón perdiera la mitad de sus 565,000
efectivos, además de 26 capitales distritales –que era ya la tercera parte del
territorio de Vietnam del Sur.
Para principios de abril, cuando el frente de guerra se había situado
prácticamente en las afueras de Saigón, fuentes del Pentágono dijeron que las
posibilidades militares de supervivencia para Vietnam del Sur eran nulas: ya
que todo lo que le quedaba al régimen de Nguyen Van Thieu, eran 6 ó 7
divisiones mediocremente equipadas y en total estado de desmoralización.
El Washington Post publicó el 4 de abril de 1975 informes secretos de la
inteligencia norteamericana que decían, no sin amargura, que en Vietnam del
Sur no había faltado equipo militar sino mando, y que esta carencia había sido
la principal responsable de la desorganizada retirada del ejército sudvietnamita
de las provincias del norte del país.
22
“Informe tras informe, decía el Post, se habla de oficiales que abandonan
a sus tropas o que pierden el control de ellas. Los soldados, sin dirección, se
escapan en desorden, dejando a lo largo de las carreteras valiosas armas”.
“Los informes secretos de la inteligencia norteamericana rinden, por el
contrario, tributo de admiración a los mandos insurgentes por su acertada
dirección y su flexibilidad en el campo de batalla”, agregaba el Post.
“Las fuerzas armadas de liberación dieron muerte, capturaron o pusieron
en fuga a 270,000 soldados del gobierno de Saigón desde comienzos de
marzo”, anunció el 7 de abril en Hanoi la agencia de noticias Liberación, del
Gobierno Revolucionario Provisional.
Según los despachos de la agencia, reproducidos ese día en las primeras
planas de los diarios de Vietnam del Norte, las tropas aniquiladas en un mes
de operaciones al sur del Paralelo 17, eran: cinco divisiones de infantería, otra
de “marines”, una brigada de paracaidista estadounidenses, 21 regimientos de
“rangers”, 19 secciones de blindados, 50 batallones, 9 compañías, y 70
secciones norteamericanas de artillería terrestre antiaérea.
Liberación recordaba que las tropas del GRP ya habían liberado cinco
grandes ciudades ﴾Hue, Da Nang, Nhon, Nha Trang, y Da Lat﴿ y 26 provincias
de Vietnam del Sur.
“Diez millones y medio de compatriotas residen en las zonas liberadas
que se extienden del Paralelo
agregaba la agencia.
El 8 de abril, a las siete de la mañana, un solitario avión de las fuerzas
regulares de la aviación de Saigón bombardeó “sorpresivamente” el palacio
residencial del presidente Nguyen Van Thieu. Y aunque los proyectiles no
dieron en el objetivo, la onda expansiva de los estallidos destruyó una
plataforma de aterrizaje de helicópteros en la azotea del palacio.
Dos horas más tarde Thieu anunció por radio que había salido ileso del
ataque y recalcó, con ira en la voz, que él seguiría guiando al país.
Durante el breve discurso de tres minutos, Thieu atribuyó la
responsabilidad del bombardeo “a un grupo de personas que ya tenemos
identificadas y que hablaron públicamente en estos días, durante fiestas en
palacio, de derrocar al régimen legal mediante un golpe de Estado”.
“Pero este grupo, enfatizó Thieu, no tiene el apoyo de la población ni del
ejército”.
A pesar de la aparente seguridad del dictador, los guerrilleros del GRP
iniciaron la mañana del 9 de abril un violento ataque contra la base aérea de
Bien Hoa,
Y ese mismo día,
bombardeó con más de 2,000 obuses, cohetes y otros proyectiles, la ciudad de
Xuan Loc y las instalaciones militares de la 19 división de infantería
sudvietnamita, protegida por regimientos de "marines" estadounidenses.
23
Los 5,400 hombres de la sexta división de infantería de las fuerzas del
GRP rompieron las defensas y entraron en Xuan Loc, en donde se combatió
durante más de una semana, calle por calle.
La caída definitiva de Xuan Loc en manos de los insurgentes se produjo
el 21 de abril.
El objetivo del rápido avance insurgente era apoderarse del gran
complejo militar construido por los norteamericanos en Bien Hoa y en Long
Binh, para después atacar la capital.
Bien Hoa,
mayor parte del poderío aéreo sudvietnamita, Y Long Binh era el centro
logístico desde donde se distribuía material bélico norteamericano a las
unidades que luchaban para defender la última tercera parte del país que
seguía bajo control de Saigón.
La lucha en torno a Xuan Loc fue considerada por los estrategas de
Thieu como la primera prueba de importancia para las tropas del gobierno en
las provincias que rodeaban Saigón luego de las humillantes derrotas sufridas
en el norte y centro del país.
El comandante de la provincia de Xuan Loc comunicó a Saigón la noche
del 9 de abril que más de 12,000 civiles habían abandonado la ciudad para
internarse, con banderas blancas, entre las líneas de los insurgentes.
Las fuerzas armadas de liberación lograron rechazar los refuerzos
enviados hasta ese momento ﴾unos 8,000 “marines”﴿, que llegaron con
órdenes de recuperar la carretera número Uno: uno de los objetivos de la
batalla, ya que esa vía era el enlace de Xuan Loc con Saigón.
Con el triunfo de los rebeldes en Xuan Loc, Saigón estaba ya en peligro
de quedar aislada al haber sido cortada también la carretera número Cuatro, su
principal ruta terrestre de abastecimiento de arroz del Mekon.
El 21 de abril, apenas unas horas después de que las tropas insurgentes
tomaran definitivamente la capital provincial de Xuan Loc, y de que los
gubernamentales hubieran replegado sus líneas de defensa a sólo 42
kilómetros de Saigón, Nguyen Van Thieu renunció a su cargo y designó a Tran
Van Huong como nuevo presidente.
El Frente Nacional de Liberación de Vietnam del Sur ﴾FNL﴿ dijo en la
ocasión que la partida de Thieu era “simplemente armar un régimen de Thieu,
sin Thieu: un gobierno compuesto por hombres de Thieu, escogidos por él”.
Al renunciar, Thieu habló de las garantías de apoyo que le había dado
Estados Unidos al firmar el acuerdo de paz en París y acusó a la superpotencia
de haber faltado a su palabra.
Esa misma noche, Gerald Ford, en una entrevista con la cadena de
televisión CBS habló a la nación norteamericana acerca de los compromisos
que Estados Unidos había adquirido con Vietnam del Sur:
“Hubo algunos compromisos privados ﴾Nixon﴿ y públicos hechos en 1972
y 1973, pero creo que el ex presidente de Vietnam del Sur podría haber sacado
24
algunas conclusiones, como lo hizo, acerca del fracaso de Estados Unidos en
cumplir sus obligaciones”.
Aquel mismo día se supo con toda certeza, desde la cercada Saigón, que
los insurgentes tenían 15 divisiones ﴾unos 150,000 hombres﴿ listos para
lanzarse sobre la capital, en tanto que los rotos ejércitos gubernamentales
﴾apoyados por “marines”﴿ tenían apenas unos 5,000 soldados regulares para
defender Saigón.
De ahí que la primera gestión dirigida a los insurgentes desde la renuncia
de Thieu fuera la propuesta ﴾36 horas después﴿ de un cese al fuego inmediato,
y negociaciones para un arreglo pacífico.
Un comunicado de
23 de abril, señalaba que las conversaciones de paz se realizarían sobre la
base de los acuerdos de París del 27 de enero de 1973, y que el GRP pasaría
a formar parte de una coalición preparatoria de elecciones nacionales.
La respuesta del GRP al llamado de paz, fue reiterar sus condiciones:
retirada total de los buques de guerra norteamericanos que se encontraban en
las costas sureñas de Vietnam, la retirada inmediata de los miles de militares
estadounidenses, y el reemplazo del régimen que gobernaba Saigón por uno
que buscara la paz y la independencia nacional.
Lo anterior lo dijo el GRP al tiempo que su artillería provocaba el cierre
parcial de la base aérea de Bien Hoa.
La mayor base aérea del régimen, Bien Hoa, que albergaba un 75 por
ciento de los aviones del Sur y la mayoría de sus cazabombarderos, fue
atacada con cañones de
centrales de la base.
Otra respuesta del GRP a esa petición de cese al fuego que le hizo el Sur
fue el ataque a Ben Luc,
Vigésima Segunda división de la infantería sureña.
Y es sobre este panorama que Gerald Ford declaró el 23 de abril, frente a
los estudiantes de
Estados Unidos la guerra de Vietnam había terminado.
El jefe de
Saigón –y la pérdida de Vietnam–, en un discurso destinado a restablecer la
confianza de la opinión pública en la capacidad de Estados Unidos.
“Estados Unidos puede reencontrar hoy el orgullo que poseía antes de
Vietnam, pero no lo reencontrará volviendo a hacer una guerra que está
terminada, por lo menos en lo que concierne a los norteamericanos”.
Al día siguiente, un portavoz del Pentágono informó que más de 40 naves
de guerra norteamericanas y seis mil infantes de marina se encontraban frente
a las costas de Vietnam del Sur para proteger las operaciones de evacuación
de ciudadanos norteamericanos y sudvietnamitas que habían estado ligados a
la administración títere de Saigón.
25
Los navíos incluían 5 portaaviones, 15 destructores y 19 barcos anfibios,
aparte de los 12 buques de carga, con bandera extranjera, contratados por el
Pentágono para que estuvieran disponibles en los operativos de evacuación.
El 25 de abril, el Departamento de Estado norteamericano anunció en
Washington que estaban “rescatando de la ola comunista” a cinco mil personas
diarias de Vietnam del Sur.
El 27 de abril, una semana después de la renuncia de Thieu, su sucesor,
Tran Van Huong, dejó también el cargo de presidente y puso la jefatura del
Estado en manos del neutralista Duong Van Minh.
Aunque el Pentágono anunció que la llegada y el despegue de los
grandes aviones de transporte se había efectuado “sin apoyo militar porque se
realiza fuera del alcance del fuego enemigo”, los observadores calcularon en
38,000 hombres el total de efectivos militares norteamericanos que
protegieron, en su fase final, las operaciones para evacuar a los últimos 2,000
ciudadanos estadounidenses –y a los 130,000 sudvietnamitas que huyeron del
país luego de trasladar sus cuentas bancarias a Estados Unidos.
Como resultado de los fuertes ataques de artillería pesada sobre las
bases de Bien Hoa y Long Binh, el gobierno de Saigón hubo de trasladar todos
las aviones en condiciones de volar, incluyendo helicópteros y bombarderos
pesados, hasta la base aérea de Tan Son Nhat, que era también el aeropuerto
de Saigón.
El 28 de abril Estados Unidos cerró las oficinas de su Agregado Militar,
instaladas en el gran complejo arquitectónico de Saigón conocido como el
“Pentágono del Este”, desde donde las autoridades militares estadounidenses
asesoraron y dirigieron durante 25 años las actividades militares de Vietnam
del Sur.
Ese mismo 28 de abril fue el día en que pilotos insurgentes tripulando
cazabombarderos de fabricación norteamericana, capturados a las fuerzas
sudvietnamitas, realizaron un ataque sin precedentes contra la base aérea de
Tan Son Nhat ﴾aeropuerto de Saigón﴿ destruyendo 17 aviones y sembrando el
pánico durante una hora en la tensa capital.
El sorprendente bombardeo aéreo culminaba un día de continuos
avances de las tropas del GRP que habían llegado a cinco kilómetros del
centro de Saigón y habían cercado ya las bases de Bien Hoa y Long Binh.
Finalmente, el miércoles 30 de abril de 1975, el gobierno de Saigón se
rindió al Gobierno Revolucionario Provisional, poniendo así fin a 30 años de
cruentas guerras.
La rendición fue anunciada por el presidente Duong Van Minh en un
mensaje radial de un minuto.
Minh dijo: “Pido respetuosamente a todos los soldados que cesen de
disparar y permanezcan donde están. Estamos aquí, en calma, esperando al
Gobierno Revolucionario Provisional para cederle la autoridad y detener así
infructuosos baños de sangre”.
26
En esa misma transmisión, Minh ordenó a todos los comandantes “estar
dispuestos a entrar en vinculación con los comandantes del Gobierno
Revolucionario Provisional para cumplir el cese al fuego sin baños de sangre”.
OLVIDAR
Cuando llegué a Ciudad Ho Chi Minh en 1988, nadie quería hablar de la
guerra, pero ésta se hacía presente inevitablemente a cada paso. Justo en las
inmediaciones de la ciudad, en la zona noroeste, existe una red de túneles de
más de
del Vietcong.
—Muchos soldados estadounidenses fueron asesinados en las bocas de
esos túneles por sus propios comandantes, quienes inútilmente trataban de
obligarlos a descender a las galerías, a punta de pistola, para que limpiaran
todo aquello de comunistas —me aseguró Don Mills, durante otra noche de
cervezas en la terraza del Rex.
Me dijo que los soldados estadounidenses tenían pavor cuando se
encontraban una boca de túnel porque sabían que tendrían que descender y,
allá adentro, no sabían con qué se iban a encontrar.
Los túneles tenían, además, varios niveles. Así que era casi imposible
encontrar las ramificaciones adecuadas para ir en persecución de los
guerrilleros. Y a pesar de que los estadounidenses destruyeron buena parte de
esa red de comunicaciones subterráneas, nunca pudieron agotarla porque
cada noche, cientos de brigadistas del Vietcong se enterraban bajo el piso con
sus palas para cavar más kilómetros de redes subterráneas.
Aunque nadie quería hablar de la guerra, ésta se veía por todas partes.
De manera especial en el Museo de
Ho Chi Minh, donde pude observar, con lujo de detalles, las atrocidades que
cometieron los soldados estadounidenses.
Hay en el museo, que podría llamarse De los Horrores, fotografías de
marines –riéndose felices y bebiendo latas de cerveza– que levantan en una
mano, tomadas de las cabelleras, varias cabezas cercenadas de guerrilleros
del Vietcong, como si se tratara de trofeos de caza mayor.
Hay fotografías de soldados del Vietcong, con ojos horrorizados, mientras
son mutilados, vivos, a sangre fría, en medio de las sonrisas de los marines.
Y hay una fotografía que me llamó la atención sobre todas las demás: la
de un soldado yanqui que está de pie, erguido, con el rostro sonriente y muy
ufano, parado en medio de 30 cabezas cercenadas de guerrilleros del Vietcong
puestas en el suelo a manera de semicírculo. El militar, de unos 25 años, tiene
un pie puesto encima de otra cabeza y sostiene una más en la mano derecha,
tomándola de la cabellera, mientras con su brazo izquierdo levanta en alto su
rifle AR–15.
Junto al recuerdo amargo, se percibe también en este pueblo el gran
esfuerzo de reconstrucción y el enorme deseo de vivir de manera pacifica y
productiva.
27
“Aquí en Vietnam nadie quiere hablar de la guerra con Estados Unidos
porque miramos al futuro”, me dijo Lai Van Thien, chofer del camión de
pasajeros en el que viajé ﴾con más gallinas que humanos﴿ a Da Lat, un frío
poblado montañés a donde fui a hacer una entrevista que se frustró al final, y a
donde regresé una semana después –con más éxito–, para hacer otras
entrevistas.
El esfuerzo de reconstrucción es enorme. La destrucción feroz a que fue
sometida esta nación por los intensos bombardeos que ordenó Nixon antes de
firmar el simulacro de paz, ya casi no puede apreciarse. Los vietnamitas han
trabajado intensamente para borrar esas huellas de tragedia, de muerte y de
horror.
Durante las siete horas de camino que hice en el autobús para llegar a
Da Lat a entrevistar a un viejo comandante del Vietcong del que me habían
hablado, famoso porque había perdido a sus siete hijos en la guerra, sólo conté
tres puentes destruidos.
En las estructuras se ven aún los impactos de los cohetes de los
cazabombarderos estadounidenses. Y lo que queda en pie son hierros
quemados y retorcidos. En los tres casos, un puente flamante ha sido
construido justo al lado.
Al final, el viejo, de ojos secos, se negó a darme una entrevista y me hizo
salir de su casa con ademanes serenos, pero enérgicos.
—Nadie tiene derecho a subyugar a nadie —me dijo—. Y nadie tiene
derecho a dejarse subyugar.
De regreso, al ver otra vez los puentes, pensé que quizás los escombros
quedaron ahí un poco a propósito: para recordarle a un pueblo el precio de la
dignidad.
La reconstrucción del país puede observarse en el paisaje carretero: hay
inmensas plantaciones de arroz, té, piña, naranja, plátano, coco y café. La
tierra es colorada y en la lejanía se recortan las gigantescas selvas de bambú,
con varas tan altas que parecen acariciar las nubes. El hermoso paisaje,
reconstruido día con día –con mucho esfuerzo–, desde el año de 1975, no me
permitía imaginar, en ese 1988, que hacía apenas 13 años cientos de miles de
hombres, mujeres y niños morían, en esa zona, a causa de los impactos de las
balas y las bombas lanzadas por la aviación de Estados Unidos.
La visión de las familias vietnamitas trabajando sus tierras de cultivo no
me permitía imaginar los cientos de miles de cadáveres que quedaron
esparcidos en esa zona luego de los enfrentamientos entre los guerrilleros del
Vietcong y las fuerzas estadounidenses ﴾oficialmente, el gobierno de Hanoi ha
dicho que la guerra con Francia y con Estados Unidos le costó al país tres
millones de vidas, entre soldados y civiles﴿.
Tampoco podía imaginar, viendo esos paisajes, los gritos de dolor de los
cientos de niños que quedaban mutilados por los constantes e intensos
bombardeos. Y la verdad es que los propios vietnamitas se propusieron borrar
las cicatrices de la guerra.
28
Aunque al principio, luego de “la liberación” de 1975, no era fácil pensar
todavía en la paz en ese país.
Después de la victoria del 30 de abril de 1975, los montañeses, una
minoría étnica de Vietnam, permanecieron pertrechados en la sierra con
armamento de los dos bandos y se dedicaron a asaltar y a asesinar a los
viajeros que transitaban por las carreteras y caminos de la montaña. Estos
grupos de bandoleros se autonombraban Front Unité de Liberation des Races
Oprimés ﴾FULRO﴿ y al gobierno de Hanoi le tomó más de siete años
erradicarlos. Muchos militantes de los grupos FULRO murieron en
enfrentamientos con el ejército, otros fueron hechos prisioneros y actualmente
purgan sus condenas, y otros fueron reeducados y se reintegraron a la
sociedad civil.
Hay quien dice, aunque no existen documentos para probarlo, que estos
grupos FULRO estuvieron infiltrados por
gobierno de Hanoi.
﴾Si uno piensa en
Casa Blanca para desestabilizar al gobierno Sandinista, se puede casi
asegurar que
En Vietnam, la gente trabaja desde antes del amanecer.
Cientos de familias que construyeron sus casitas de bambú a la orilla de
la carretera ﴾con piso de tierra y un altar para los antepasados en medio de la
habitación principal﴿, se dedican desde antes de la salida del sol a esparcir
sobre la cinta asfáltica los granos que cultivan en sus tierras para que sequen
más pronto y poder así comerciar con ellos o hacer trueques con otras familias
de los alrededores.
Al lado de la carretera ponen a secar café, maíz, arroz, lenteja y trigo, y
cuando el grano está seco y un poco tostado por el sol tropical, lo barren con
unas escobetillas de bambú y hacen montones –siempre el trabajo se hace
sobre el asfalto de la carretera– que luego pasan por un cedazo y guardan
después en sacos de manta. En esta labor interviene toda la familia, aunque
los niños de cuatro y cinco años se dedican, más bien, a deshacer lo que sus
mayores han hecho con tanta dedicación, pero no por ello son excluidos del
trabajo. “Es una manera de acercarlos a las obligaciones familiares”, me
explicó Lai Van Thien, el conductor del camión. Cuando la zona es lacustre, se
ven cientos de lanchitas, con una pagoda en miniatura sobre la cubierta. Los
hombres pescan con grandes redes. Así que todo en Vietnam es trabajo,
trabajo y más trabajo.
En Ciudad Ho Chi Minh se pueden ver algunos mutilados de guerra, pero
la mayoría de ellos no se pasean por el centro de la ciudad, así que para
toparse con ellos hay que meterse por entre los vericuetos de un mercado
oscuro y sucio de las afueras de la ex capital Saigón.
En ese mercado, conocido como el Gran Mercado Negro, se podían
comprar en 1988 televisores japoneses, cervezas holandesas, revistas
pornográficas inglesas, latas españolas de aceitunas, condones tailandeses,
29
cámaras fotográficas alemanas, zapatos italianos y jeans estadounidenses,
además de opio y heroína.
Y era en ese mercado negro en donde uno podía ver a cientos de
mutilados de guerra. Algunos iban por ahí sonrientes, muy quitados de la pena,
sin piernas o brazos, con prótesis de madera, de plástico o de hierro. Otros,
con muletas, discutían el precio de algún artículo. Y otros más se ayudaban
como podían para sentarse en la acera a consumir frituras. No hay cifras
oficiales en relación al número de mutilados, o por lo menos, no al alcance de
un periodista occidental.
En ese año, para que un vietnamita comprara una videocasetera en el
mercado negro, por alrededor de 200 dólares, tenía que invertir
aproximadamente cuatro años de su sueldo íntegro.
Lo mismo sucedía con las bicimotos: los que tenían una, era porque
tenían a algún familiar trabajando en el extranjero, que era quien les manda los
dólares necesarios para comprarla.
Una bicimoto Honda de 50cc, costaba en 1988 en Vietnam 800 dólares y
el sueldo promedio era de cinco dólares al mes, para aquellos que tenían
trabajo.
Sólo que a pesar de las dificultades, y sufriendo incluso el bloqueo
económico de Washington, los vietnamitas se habían propuesto olvidar la
guerra.
BUROCRATISMO, EL NUEVO ENEMIGO
En 1988 había en el país una inflación anual de 500 por ciento, salarios
tan bajos que en promedio no rebasaban el equivalente a cinco dólares al mes,
un brutal fracaso en las granjas colectivas ﴾que forzó al gobierno a recurrir a la
importación de granos básicos﴿, y un desempleo del 30 por ciento de la
población con capacidad de trabajar.
El grave deterioro de la economía era el resultado de tres causas
principales: ﴾a﴿ las secuelas de la guerra, entre las cuales sobresale la
reducción en la capacidad de rendimiento de la tierra cultivable gracias al
agente naranja; ﴾b﴿ el bloqueo económico de Estados Unidos, y ﴾c﴿ el creciente
burocratismo en las filas del Partido Comunista de Vietnam.
Mientras todos estos problemas económicos dificultaban el ansiado
desarrollo, el vietnamita de la calle se preguntaba angustiado cómo era posible
que un pueblo valiente que luchó durante 40 años para sacudirse al
imperialismo francés y al estadounidense, no hubiera podido encontrar todavía
la solución a tales dificultades.
No obstante, y a pesar de la angustia, nada logró atenuar jamás el
esfuerzo de ese pueblo. Los vietnamitas han trabajado duro siempre y saben
que al final su empeño reditúa en progreso. Y desde el principio supieron que
lograrían hacer realidad el sueño de su líder Ho Chi Minh: “Un Vietnam unido,
con el Norte y el Sur trabajando por una misma causa”.
30
En 1986, Nguyen Van Linh fue nombrado secretario general del Partido
Comunista de Vietnam y comenzó una reforma administrativa tendiente a
reprivatizar algunos renglones de la economía para implantar un modelo de
economía mixta y conseguir que la iniciativa privada recibiera estímulos para
invertir y crear fuentes de trabajo, pero muchos funcionarios de alto nivel del
PCV se opusieron al cambio.
—La inmovilidad de la burocracia del PCV es un hueso duro de roer —me
dijo Vu Tuat Viet, director del diario Saigón Giai Pong—. Y la razón principal de
la resistencia a este cambio, es que las medidas administrativas de
reprivatización van acompañadas de la reducción del gasto gubernamental, y
esto toca muchos intereses.
—¿Tratan sobre el burocratismo en su diario?
—Por supuesto... hay que vencerlo.
—¿Tiene el diario muchos lectores?
—Tiramos cada mañana 150,000 ejemplares en lengua vietnamita y
35,000 en chino, para el medio millón de chinos comerciantes que viven en
Ciudad Ho Chi Minh.
—¿Cómo ve la gestión del secretario general del PCV?
—Al tomar las riendas del partido, además de reprivatizar algunos
renglones de la economía redujo en un 20 por ciento el número de los
empleados gubernamentales. Esto provocó la reacción inmediata de Le Duc
Tho, un viejo militante del PCV –quien firmó en 1973 los acuerdos de paz en
París con Kissinger–, un hombre de línea dura... inflexible.
—¿Se opuso?
—Le Duc Tho dijo que “mucha libertad económica puede debilitar los
controles del partido”.
En
internacional dijo que el legendario dirigente comunista de Vietnam, el recio
líder que elaboró el acuerdo que puso fin a la guerra de Vietnam y se negó a
compartir el Premio Nobel de
norteamericano Henry Kissinger, “fue un estratega clave de la victoria
comunista”.
—A pesar de la oposición —me explicó Vu Tuat Viet—, Linh pudo implantar
otras reformas, como la devolución de la tierra a sus dueños originales. Con
eso planteó la posibilidad de terminar con las granjas cooperativas que no
funcionaron como se esperaba.
—¿Ya está funcionando?
—Estamos en empeñados en eso. Linh quiere que los campesinos
cosechen de manera individual y comercialicen sus productos en un mercado
menos controlado y más determinado por la oferta y la demanda. El mal
resultado de las granjas colectivas se vio reflejado en la necesidad del país de
importar granos básicos como arroz, trigo, maíz y frijol de soya.
Al preguntarle la razón de que el arroz, el alimento básico del país,
estuviera racionado en ese año de 1988, me explicó que un tercio de las tierras
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cultivables del país permanecían incultas debido a la carencia de fertilizantes, a
la falta de mecanización y a los efectos a largo plazo de la guerra, como el
defoliante que arrojaron los aviones de Estados Unidos.
—Recuerde usted que la inflación, con niveles de hasta 500 por ciento
anual, es otro fenómeno que Linh y sus colaboradores no han podido controlar.
Y tampoco el burocratismo galopante.
Admitió también que el costo de mantener a un ejército de 110,000
hombres en Camboya había drenado la economía del país.
—Además, claro, del bloqueo económico dictado por Washington.
﴾El conflicto de Vietnam y Camboya se inició cuando en 1978 Hanoi
firmó un tratado de amistad con
poder al Kmer Rojo, acusado de haber asesinado a más de un millón de
camboyanos durante su mandato de cuatro años. El Kmer Rojo expulsó del
gobierno al príncipe Norodom Sihanuk en 1975, con el apoyo de China. En
1979, tras la invasión de Camboya por tropas vietnamitas, estalló un conflicto
entre China y Vietnam. Diez años después, en 1989, las tropas vietnamitas se
retiraron totalmente de Camboya y en 1991 se normalizaron las relaciones con
China.﴿
A pesar de que en 1988 la ley de inversiones extranjeras de Linh ya
había entrado en vigor, ni los japoneses ni los países occidentales habían
querido hacer negocios de ninguna índole mientras persistiera la guerra con
Camboya.
En 1988, hablando con todo tipo de gente en la ex capital Saigón, en
lugares públicos como bibliotecas, templos, cementerios y museos; así como
en bares, oficinas de turismo, restaurantes, autobuses, hoteles y parques,
comprobé que para muchos hombres y mujeres aún se trataba de dos países:
el Norte y el Sur.
En ese tiempo, en lo que había sido Vietnam del Sur, percibí la nostalgia
que se respira en las novelas de William Faulkner, donde los sureños no
acaban nunca de reponerse de la derrota que les infligió el Norte.
Muchos pensaban en el Sur que los recursos económicos del país habían
sido mal utilizados por el gobierno de Hanoi y que la economía había sido mal
administrada.
Linh, desde el momento en que asumió el liderazgo, había tratado de
combatir la corrupción y ya para 1988 había purgado a un 10 por ciento de los
cerca de dos millones de miembros del partido, bajo cargos de corrupción o
ineficiencia.
En ese año, un empleado de banco ganaba 4.50 dólares al mes. Y
quienes tenían un empleo se consideraban afortunados. El desempleo
alcanzaba hasta el 30 por ciento en algunas regiones.
—Vietnam es un país que le ha interesado siempre a todo el mundo —me
dijo Vu Tuat Viet en su oficina del periódico Saigón—. Y nosotros agradecemos
esas muestras de afecto. García Márquez apoyó siempre nuestra guerra contra
de Estados Unidos. Cuando estuvo aquí en 1983, para asistir a un congreso de
32
escritores, fue prácticamente vitoreado por el pueblo. Cien años de soledad se
lee mucho por acá, y nos identificamos con esa obra porque habla ahí de una
nación que sufrió también muchas guerras.
Vu Tuat Viet es un periodista bien informado, que conoce la historia y la
cultura de América Latina.
—Nosotros vemos con mucha simpatía que el mexicano Carlos Fuentes y
el estadounidense William Styron apoyen al gobierno de Nicaragua de Daniel
Ortega en su lucha contra el injusto bloqueo económico dictado por
Blanca y que denuncien a
En relación a la retirada total del ejército vietnamita de Camboya, cuando
ni él ni yo sabíamos, ni nadie, que faltaba un año para que se diera, me dijo:
—Todos en Vietnam queremos cambiar nuestro punto de vista y pensar
ya no en la guerra, sino en la paz, para poder desarrollarnos con sosiego y en
armonía... a pesar de que somos un pueblo de guerreros invencibles, amamos
la paz como el bien más preciado que puede tener una nación. Nosotros, que
hemos vivido tantos años envueltos en la guerra, somos un pueblo amante de
la paz. La valoramos en todo lo que vale, y queremos para nuestros niños
tiempos mejores.
Luego de la entrevista, Vu Tuat Viet me ofreció mandarinas y tomamos té
de jazmín y fumamos tabaco oscuro del país.
Al salir de su oficina, le estreché la mano y le comuniqué el orgullo que
sentía por haber entrado en contacto con un pueblo tan aguerrido, tan noble y
tan digno.
EL CINE
Da Lat es un pueblo de flores, niebla, historias legendarias y mujeres
sumamente hermosas. Está en las montañas,
Ciudad Ho Chi Minh, y solía ser, durante la época de la colonia francesa, un
lugar de descanso para los oficiales y los altos mandos del ejército galo. La
mayoría de las casas son grandes villas, de estilo francés, con soberbios
jardines de flores.
La pequeña aldea de Da Lat está enclavada, a mil
nivel del mar, en la cadena montañosa de Truong Son y tiene, a sus pies, un
hermoso valle que los vietnamitas llaman todavía en francés: “vallée d´amour”.
Después del triunfo militar, se hizo costumbre que las jóvenes parejas de
vietnamitas que contraen matrimonio vayan a pasar su luna de miel ahí, porque
es el lugar más fresco del país con una temperatura aproximada de 16 grados
centígrados todo el año.
Muchas de las casonas de los franceses fueron acondicionadas por el
gobierno como pequeños hoteles para los recién casados.
Es imposible creer que durante la guerra ﴾contra Francia y luego contra
Estados Unidos﴿ hayan muerto tres millones de vietnamitas ﴾entre civiles y
militares﴿, porque en Da Lat, en 1988 y ante mis ojos, los vietnamitas hacían
turismo, quitados de la pena. Vi parejas de recién casados por doquier,
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tomados de la mano, caminando entre los bosques de pinos, escuchando sus
walkman japoneses, deteniéndose de vez en cuando para darse un prolongado
beso. Otras parejas iban a admirar las muchísimas cascadas que hay en los
alrededores y otras, todavía, alquilaban lanchas para pasear por el lago que
está a la mitad del pueblo y que se llama Lago Xuan Huong, en honor de una
famosa poetisa vietnamita del Siglo XIX.
En el horizonte de Da Lat se recorta la silueta de dos montañas llamadas
Lang Biang y que, cuenta la leyenda, alguna vez fueron dos enamorados que
no pudieran consumar su amor por rencillas familiares. La muchacha murió de
amor y el joven se apostó a su lado para cuidarla. Durante muchos años
permanecieron así: la muchacha muerta y el joven custodiándola. Con el correr
de los siglos se transformaron en estas dos hermosas montañas que coronan
el pueblo y que cuidan a las nuevas parejas de enamorados, trayéndoles
buena fortuna.
Y fue aquí: entre pinos, cascadas, lagos, jardines multicolores y una
niebla muy cercana a la londinense, en donde vine a encontrar a Miguel Rico,
el director mexicano de cine.
Rico viajaba acompañado de Brian Mills, un escritor inglés, de Harold
Monfils, un fotógrafo holandés, de Le Hoang Hoa, uno de los directores de cine
más famosos de Vietnam ﴾con cerca de 40 películas en su haber, y a quien
todos llaman “Joe”﴿, de Nguyen Kim Paul, un respetado productor de cine de
Ciudad Ho Chi Minh, y de la señorita Lan Hinh, de la oficina de Turismo de
Vietnam.
Inútilmente viajé a la playa de Vung Tau porque ya Miguel y su grupo
habían partido hacia Da Lat. Muchos se acordaban de ellos, pero Rico no era
el personaje principal del grupo, ni sus amigos el fotógrafo holandés y el
escritor inglés sino, “Joe”, el director vietnamita de cine más conocido en todo
el país.
—Joe se fue a las montañas con unos extranjeros —me dijo el
administrador del hotel Thien Thai, de Vung Tau—. Son gente de cine.
En Da Lat me fue fácil encontrar al grupo. Sólo tuve que preguntar por
“Joe”. Inmediatamente me refirieron al hotel Palace, un antiguo hotel francés
que seguía pareciendo hotel francés, con la salvedad de que las señoritas que
trabajaban ahí eran, sobradamente, mucho más hermosas que cualquier mujer
francesa.
Miguel Rico y sus amigos estaban bebiendo en el bar del hotel,
alegremente, de una botella de tequila. “Joe” ﴾de 55 años de edad, aunque
parecía, como todo el mundo en Vietnam, 20 años más joven﴿, me confesó
después que no él no bebe, pero en ese momento ﴾en el momento de los
abrazos, las sorpresas y las presentaciones﴿ estaba achispado y parlanchín
debido a los tres vasitos de tequila que se había bebido.
—Te he venido siguiendo desde la playa —le dije a “Joe”.
Sorprendido, me pidió una explicación.
—Eres muy famoso —le dije.
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Complacido con la respuesta brindó conmigo.
Miguel Rico, asombrado de que nos hubiéramos encontrado 20 años
después, en Vietnam, me invitó a unirme al grupo para viajar juntos por el país.
Acepté.
En la mesa, tomándome un vasito de tequila, comenté una manifestación
de campesinos que había visto en una plaza central de Ciudad Ho Chi Minh,
hacia apenas una semana. Los campesinos demandaban la posesión de sus
tierras.
Inmediatamente, la señorita Lan Hinh, de la oficina de Turismo de
Vietnam ﴾perteneciente al Partido﴿, me dio una explicación oficial.
—La tierra es muy importante para ellos. El gobierno la está devolviendo.
Esa es la nueva política de Hanoi, pero los comisarios locales ﴾del Sur﴿ no han
sabido implementar las nuevas medidas —me dijo muy seria.
Nadie pareció interesarse en su respuesta. La señorita Lan Hinh la había
hecho parecer como un adoctrinamiento.
—Ahora pueden —agregó—, volver a ser propietarios de su tierra, y pueden
cultivarla de manera particular. Claro que deben venderle al gobierno un 70 por
ciento de su producto, pero el otro 30 por ciento lo pueden comercializar en
forma particular. Vietnam está entrando en una etapa nueva de economía
“mixta”.
“Joe” dijo que olvidáramos la maldita política y nos invitó a hablar de cine.
La señorita Hinh, muy seria, hizo a un lado la sugerencia de “Joe” y
continuó dándome explicaciones. Parecía estar preocupada de que un
periodista hubiera presenciado una manifestación en contra de su gobierno.
—Los campesinos vietnamitas nacen, crecen y mueren en su propia tierra.
Por eso prefieren sus panteones particulares y no los cementerios de la ciudad.
La tierra es muy importante para ellos. Y esa es la razón de que el gobierno
decidiera regresárselas. Las granjas cooperativas no funcionaron del todo bien.
Por lo menos en Vietnam del Sur.
Satisfecha, la señorita Lan Hinh se puso de pie y se despidió de nosotros.
Nos citó a las siete y media de la noche para la cena.
Enseguida le pregunté a “Joe” ﴾quien durante el régimen de Thieu salió
mucho a filmar a Estados Unidos y a Francia﴿, su opinión sobre el nuevo
gobierno.
Suspiró, le dio un sorbo a su vasito de tequila ﴾Miguel Rico había llevado
desde México varios litros para regalar﴿, y me dijo muy serio:
—Hay vietnamitas aquí en el Sur que piensan que perdieron la guerra.
Y luego, para cambiar el tema de la conversación, nos prometió, de
regreso a Saigón ﴾así llamaba él todavía a Ciudad Ho Chi Minh﴿, proyectarnos
una película suya sobre los bombardeos estadounidenses.
Harold, el fotógrafo holandés, arrugó su cajetilla vacía de cigarrillos
Dunhill y la arrojó sobre la mesa. “Joe”, como sin darle importancia, tomó la
cajetilla, la desarrugó ﴾siempre hablando de cine﴿, sacó de su interior el papel
de aluminio dorado, lo planchó suavemente sobre sus rodillas y comenzó a
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cortarlo en pequeñas tiras de distintos tamaños. Al principio estuvimos atentos,
pero luego nos olvidamos de lo que “Joe” hacía con el papel de aluminio y
continuamos hablando de cine y bebiendo tequila.
De pronto, a media conversación, “Joe” nos mostró una hermosa rosa de
papel dorado ﴾con pétalos, tallo y hojas que salían del tallo﴿ y nos dijo:
—La señorita Lan Hinh se retiró de la mesa preocupada por lo que nuestro
amigo periodista vio en Saigón, pero al encontrarla esta noche para cenar, le
ofreceré esta rosa a nombre de todos.
Me sorprendió el arte de “Joe” para hacer figuras de papel. Se lo dije.
—Es un viejo arte japonés, se llama origami —me dijo con sencillez.
Y enseguida agregó:
—Los vietnamitas sabemos utilizar todo lo que le sobra a los demás, o lo
que los demás tiran. Somos muy pobres, pero tenemos una gran sensibilidad y
somos, además, muy trabajadores. Tenemos que trabajar mucho porque
somos muy pobres.
Luego de la cena, “Joe” me invitó a la terraza del hotel. Ahí estuvimos
conversando largamente mientras tomábamos té, comíamos mandarinas, y
fumábamos tabaco oscuro del país.
Esa noche, “Joe” me habló de la nostalgia por la vida que llevó hasta
antes del 30 de abril de 1975.
—Yo viajaba mucho a Los Angeles, allí fue donde me apodaron “Joe”, y
viajaba también a Europa, a Francia, sobre todo... aunque en esos años
dorados míos, muchos de mis compatriotas eran muy pobres y no podían salir
del país. Luego del triunfo de la revolución, esos mismos compatriotas míos
siguen siendo muy pobres y no pueden salir del país, pero ahora yo tampoco
puedo viajar al extranjero —dijo “Joe” mientras pelaba una mandarina.
—Sé muy bien que estoy hablando con egoísmo —continuó mientras me
pasaba unos gajos de mandarina—. No debería ser. Pero realmente extraño la
vida que tenía antes. Quiero aclararte, de todas maneras, que yo pude haber
dejado mi patria en 1975. Tenía, tengo todavía y aún puedo irme, muchos
amigos en Estados Unidos y en Francia. Pero quise quedarme. Realmente Ho
Chi Minh me convenció. Nunca lo conocí en persona, pero leía sus discursos y
sus libros. El Tío Ho fue un gran hombre. Luchó y murió por unificar la patria y
por conseguir mejores condiciones de vida para cada vietnamita, sobre todo
para los niños vietnamitas, que son la esperanza de nuestro país.
Yo estaba sorprendido con su confesión. Ingenuamente había creído,
antes de viajar a ese país, que “todos” los vietnamitas estarían satisfechos con
su triunfo. Jamás me puse a pensar en los hombres y las mujeres que con el
régimen anterior habían tenido una vida más placentera. No sabía qué decir,
así que encendí un cigarrillo de tabaco oscuro que “Joe” me ofreció y recargué
los hombros en el respaldo de mi silla.
“Joe” continuó hablando:
—Todos en Vietnam, Norte o Sur, luego de la liberación de 1975,
teníamos grandes esperanzas. Nos costó trabajo a muchos adaptarnos a las
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nuevas condiciones de vida. Desgraciadamente el bloqueo económico que
Estados Unidos nos impuso no nos ha hecho ningún bien. Y además, el
burocratismo del gobierno tampoco ayuda mucho. Es triste decirlo pero 13
años después de la victoria, no siento que hayamos avanzado con la rapidez
que se hubiera necesitado. Supongo que a nuestros funcionarios les tomó
mucho tiempo acostumbrarse a la victoria. Quizás no la esperaban tan pronto y
estaban preparados para seguir luchando en las trincheras, pero no para
administrar.
“Joe” suspiró mirando hacia el firmamento tachonado de estrellas, me
palmeó después una rodilla y me preguntó:
—¿Qué piensas de todo esto?
—Te felicito —le dije—. Pudiste haberte ido y te quedaste a luchar en
tiempos de paz.
“Joe” no dijo nada. Fumó lentamente y luego se puso de pie. —Me voy a
dormir —dijo—. Estoy cansado. Sólo espero que mi cine ayude a este país a salir
adelante.
—¿Cuánto ganas? —le pregunté con mala conciencia, pero sabía que tenía
que hacerlo.
“Joe” se sentó de nuevo y se sirvió otra taza de té de jazmín. —Me pagan
cincuenta dólares por cada película, y me toma dos meses hacer una película,
así que gano veinticinco dólares al mes y creo ser uno de los hombres que más
dinero gana en estos días en todo Vietnam. La mayoría de la gente gana entre
cinco y diez dólares al mes. Claro que con mis veinticinco dólares tampoco me
alcanza para comprar la leche en polvo que requiere mi hija de tres años,
porque es leche de importación y es muy cara, ni tampoco puedo ponerle
gasolina a mi automóvil, por eso me transporto en bicicleta, pero no me quejo
tanto por eso, sino por la falta de agilidad en los trámites para filmar una
película. Antes yo filmaba hasta seis películas en un año, y ahora hago tres, si
bien me va. ¡Y es obvio que antes no ganaba cincuenta dólares por película!
“Joe” se volvió a quedar callado. Le pregunté si toda la gente de Vietnam
del Sur pensaba como él.
—Muchos sureños piensan, definitivamente, y esto aunque no lo digan,
que perdieron la guerra —reiteró.
Y luego agregó:
—Yo no soy de esos. Yo pienso que la ganamos nosotros, todos, los
vietnamitas. Es sólo que hace 13 años de eso y sigo viendo pobreza a mi
alrededor. Ojalá mi trabajo sirva de algo... no digo que mi trabajo individual sea
muy importante, pero sí el trabajo de todos, de cada una de nosotros, en
conjunto, y la buena administración del gobierno, sin corrupciones... y eso
espero que llegue pronto, para salir adelante.
“Joe” se despidió esta vez de manera cortante y no aceptó ninguna otra
pregunta.
—Vete a dormir —me dijo— y descansa. Mañana tenemos un día muy
pesado. Vamos a buscar locaciones para la película de Miguel.
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Me quedé un rato en la terraza. Solo. Admirando la luna, que brillaba muy
cerca, casi al alcance de la mano.
SIN RENCOR
Según Miguel Rico, el pueblo vietnamita, que ha sido obligado a pelear
contra japoneses, franceses, chinos y estadounidenses, es un pueblo que ha
estado combatiendo durante 2,000 años y sin embargo no conoce el rencor.
—No odia ni siquiera al estadounidense que cruzó el océano para venir a
combatirlo en su propia tierra —me dijo durante una entrevista.
—Este es mi segundo viaje. Vine el año pasado. Ahora estoy aquí para
tramitar los permisos. Los burócratas hacen todo muy lento. Si todo sale bien,
el próximo año comienzo a filmar El milagro de Vietnam, que no es otra
película sobre esa guerra injusta, sino una historia de paz y de armonía. Quiero
regresar el año entrante, con 20 mexicanos, entre técnicos y actores, a rodar la
película.
—¿Por qué una película sobre Vietnam?
—Muchos mexicanos pelearon en Vietnam, y situar la historia en Vietnam
me da la oportunidad de rendir un tributo a esos compatriotas que pelearon no
solamente en la guerra de Vietnam, sino en
Primera, y en la de Corea, siempre del lado de los estadounidenses. Hasta
ahora nadie les ha rendido tributo ni ha hecho un reconocimiento a su
participación o a su sacrificio. En ninguna película se les menciona, en ningún
libro, en ningún lado se habla de ellos y ni siquiera los mexicanos sabemos del
sacrificio de estos individuos ni las razones que tuvieron para hacerlo.
“Muchos de esos mexicanos que pelearon en la guerra de Vietnam eran
indocumentados en Estados Unidos y vinieron aquí para conseguir sus
papeles. Lo hicieron, básicamente, para alcanzar un buen estatus dentro de la
sociedad estadounidense y tener, según ellos, mayores oportunidades a su
regreso, y para aspirar a una mejor educación y a un mejor trabajo.
“Claro que no se trata de exaltar la guerra de los mexicanos en Vietnam,
simplemente se trata de exaltar la paz a través de la guerra de estos
mexicanos en Vietnam”.
—¿Qué impacto te causó Vietnam en tu primer viaje?
—Cuando llegué la primera vez, en 1987, empecé a descubrir que
Vietnam era muy diferente a todo lo que había visto en cine, sobre todo porque
las películas que hemos visto son gringas, y el punto de vista que ahí se
maneja es el de los combatientes estadounidenses: se habla de su dolor, su
desencanto, su miedo, etcétera, pero Hollywood nunca ha dado el punto de
vista de los vietnamitas.
“El año pasado Joe me mostró una película suya, que tú también verás a
nuestro regreso en Ciudad Ho Chi Minh, que narra la historia de una aldea de
campesinos que es bombardeada por la aviación estadounidense. Ahí, por
primera vez, vi plasmado en la pantalla el dolor de los hombres, las mujeres y
los niños que recibían sobre sus cabezas esas bombas”.
38
Rico gesticula y manotea mientras habla, le emociona el tema de su
película que trata, básicamente, del reencuentro, en Vietnam, de tres ex
combatientes: un estadounidense, un mexicano y un vietnamita. Los dos
primeros lucharon del lado de Vietnam del Sur y el tercero fue un guerrillero del
Vietcong.
—También se habla en la historia, que no te voy a contar completa, del
problema de los niños “amerasiáticos”, que son hijos de soldados
estadounidenses con mujeres vietnamitas y que, según cifras oficiosas, llegan
a ser más de 100,000, de los cuales, sólo en Ciudad Ho Chi Minh, hay cerca
de 15,000. Son niños que seguramente ya viste.
—Supongo que son esos niños que andan por ahí vendiendo tarjetas
postales a los escasos turistas rusos —le digo—. Algunos parecen más
estadounidenses que vietnamitas.
—Muchos de estos niños amerasiáticos son hijos de mujeres vietnamitas
que se dedicaron a la prostitución durante la ocupación estadounidense de
Vietnam del Sur. La guerra es siempre una mala cosa, en cualquier parte del
mundo.
—Si muchos soldados estadounidenses tuvieron hijos con mujeres
vietnamitas, y si muchos mexicanos vinieron a pelear esta guerra, ¿puede
entonces haber hijos de mexicanos?— lo interrogo.
—–Debe haberlos. Lo que sucede es que el tipo físico del mexicano y del
vietnamita es muy parecido. Cuando hablamos de los vietnamitas,
generalmente los imaginamos como chinos, pero no hay que olvidar que son
indochinos. El vietnamita tiene los ojos bastante redondos y son muy pocos los
que los tienen tan rasgados como los chinos. Hay grupos étnicos que son casi
idénticos a los mexicanos, así que si un mexicano tuvo un hijo con una
vietnamita, puede muy bien parecer un niño vietnamita. Y esos niños, de los
que probablemente también hay muchos, no son tan notorios como los hijos de
los estadounidenses.
—¿Cómo te recibió la gente de la industria cinematográfica en Vietnam?
—El primer recibimiento fue cauteloso, con un poco de recelo. Tal vez
pensaron que yo intentaba hacer una película más sobre la guerra. Cuando les
presenté la sinopsis del guión se conmovieron y me dieron las gracias por
haber escrito esa historia. “Es una bella historia”, me dijo uno de los
funcionarios del Instituto Cinematográfico. “Es una bella historia para nuestro
país, y queremos colaborar, para que se lleve a la pantalla”. Y eso me gustó
mucho.
Miguel arruga la frente, le da un trago corto a su vaso de vodka
vietnamita, hecho con arroz, y luego bebe jugo de naranja. Estamos en la
mesa de un cafetín que está frente al mercado del pueblo. Afuera, las calles
están repletas de vendedoras de flores. Todas van tocadas con sus típicos
sombreros de paja puntiaguda. Es la hora de la salida del trabajo –las cuatro y
media de la tarde–, y el congestionamiento de bicicletas es más peligroso que
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el cruce de Insurgentes y Reforma a las seis de la tarde, en la ciudad de
México.
Miguel le da otro sorbo a su vodka de arroz y continúa:
—Los funcionarios de la industria cinematográfica local que han conocido
la historia, quieren participar en la producción de la película. Ahora la están
viendo no como la película de un mexicano que viene a Vietnam a filmar de
manera independiente sino como una coproducción mexicano–vietnamita, y
eso está atorando los permisos, quieren más poder de decisión...
La tarde helada de las montañas de Vietnam se ha instalado a nuestro
alrededor y yo tengo que salir esta misma noche hacia Hanoi, así que damos
por concluida la entrevista.
EL NORTE
Hanoi, poco a poco, y luego de tres décadas de guerra, regresaba a la
vida civil. A lo largo de la carretera que va del aeropuerto a la ciudad, vi
edificios nuevos de ladrillo rojo que se levantaban entre los arrozales. En el
centro de la capital, los pequeños locales comerciales que hace apenas unos
años no tenían nada que vender, comenzaban a llenarse de toda clase de
artículos que los vietnamitas del Norte admiraban con rostros sonrientes.
Ahora, en 1988, podían comprar “jeans” italianos, vajillas chinas, artículos
eléctricos japoneses y muebles tailandeses de ratán, entre otras cosas.
Comenzaban a proliferar los pequeños restaurantes en medio de las
aceras, como en París. Y casi todos eran negocios de particulares.
El gobierno estaba estimulando a los vietnamitas a invertir en negocios
productivos. Y en ese clima tan caluroso, un café al aire libre en donde uno
podía sentarse a tomar una limonada a una cerveza fría, era un espléndido
negocio.
A pesar de que los vietnamitas trabajaban mucho y ganaban poco, se
daban el lujo, en esos primeros años del triunfo, de sentarse en una cafetería
moderna, en el centro de Hanoi, durante algunos minutos del día, a tomar una
taza de té y a conversar con los amigos un momento.
En las noches, las calles y las aceras de Hanoi ﴾tan arduamente
bombardeadas durante tantos años por Washington﴿ se iluminaban con nuevas
lámparas de gas neón. Después de tres décadas de guerra, la ciudad capital
Hanoi parecía estar levantando cabeza.
Sólo que a pesar de los esfuerzos del gobierno para incitar a los
particulares a invertir en negocios privados, las tiendas y los cafés de Hanoi no
se comparaban en 1988 con las tiendas, los cafés y los restaurantes de la más
occidental y animada Ciudad Ho Chi Minh.
Y esto era así porque Saigón, independientemente de que hubiera
perdido la guerra contra el Norte, fue, durante más de un siglo, el bastión del
mundo capitalista y occidental en el sureste asiático.
A pesar de haber perdido la guerra, los sedimentos del capitalismo
estuvieron presentes en Saigón durante muchos años.
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El gobierno de Hanoi, mientras tanto, buscando adaptarse a los nuevos
tiempos, cambió sus leyes de mercado para facilitar la entrada de la inversión
extranjera, y seguía empeñado en devolver la tierra a los campesinos.
A pesar del burocratismo del Partido Comunista, los hombres y mujeres
de Hanoi deseaban en ese año que su gobierno tuviera éxito en la guerra
económica que buscaba conquistar altos niveles de vida para los
empobrecidos ciudadanos de Vietnam.
NUEVOS PLANTEAMIENTOS
Durante el Octavo Congreso del Partido Comunista de Vietnam,
efectuado en Hanoi en marzo de 1990, se planteó la renovación –doi moi–, y la
necesidad de que el gobierno lograra más relajamiento de los controles
sociales y económicos, así como una mayor apertura en el debate político. Se
pidió también la liberación de las personas detenidas en los campos de
reeducación. Y se hizo hincapié en que “el pueblo de Vietnam desea construir
la sociedad socialista”.
Pero en ese octavo pleno del PCV se habló también de los cambios
“menos positivos” que se estaban dando en la sociedad vietnamita como el
incremento de la criminalidad, la corrupción, la prostitución y las rupturas
familiares.
Lo anterior se vio con preocupación aunque se dijo, en la época, que
detectado y corregido a tiempo, no entrañaba riesgo de que el socialismo se
desintegrara.
En un encuentro efectuado en abril de 1990 con dirigentes de la juventud
comunista vietnamita, el entonces secretario general del PCV, Nguyen Van
Linh, dijo que tras los acontecimientos en Europa del Este, “los opositores al
socialismo vuelven sus armas contra su presencia en Asia, pero hoy, más que
nunca, el pueblo vietnamita, apoyado en su ejército, construye la sociedad
socialista, toma al marxismo leninismo como única brújula y asegura el papel
rector del PCV, fundado y forjado por Ho Chi Minh”.
No obstante, el ejército vietnamita ﴾que en 1986 contaba con 1.5 millones
de soldados y era la quinta fuerza armada del mundo﴿ confrontaba graves
problemas internos –políticos y morales– debido a su bajo presupuesto, al
descontento por la corrupción en el PCV, y al derrumbe del comunismo en
Europa Oriental.
Despachos internacionales de prensa destacaron a mediados de 1990
que “el brusco derrumbe de regímenes comunistas en Europa del Este tuvo un
impacto negativo en los corazones y las mentes de los jefes y combatientes de
las fuerzas armadas de Vietnam”.
Las agencias noticiosas informaron en esa época de “los crecientes
problemas morales de un ejército que solía ser capaz de motivar a sus tropas
para lograr increíbles proezas militares durante las guerras contra Estados
Unidos y Francia”.
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Además, los presupuestos eran tan limitados que muchas unidades no
tenían suficiente dinero para comprar aceite y arroz para alimentar a sus
tropas, y tampoco podían comprar repuestos para mantener sus equipos. Los
niveles de vida en el ejército eran muy pobres y el índice de deserción era muy
alto.
Los soldados estaban descontentos porque los funcionarios corruptos
eran raramente castigados, incluso si eran capturados, señalaban en la época
las agencias de prensa.
Luego de haber viajado por aquella nación, y de haber convivido con su
pueblo, puedo concluir que Vietnam se enfrenta todavía a un doble reto:
corregir los errores de la excesiva centralización en una sociedad agrícola
tradicional, y superar los graves efectos de una guerra de devastación que
ganó “pírricamente” en 1975 y que dejó al país en condiciones por demás
adversas.
Según datos recabados “in situ” por la revista Cuadernos del Tercer
Mundo la intervención norteamericana en Vietnam dejó un balance desolador:
* En el Norte, los bombardeos destruyeron 70 por ciento de las aldeas y
atacaron todas las ciudades, algunas de las cuales quedaron totalmente
arrasadas.
* Todas las instalaciones industriales del Norte fueron dañadas: tan sólo
el “Bombardeo de Navidad” de Nixon en 1972 acabó con el 75 por ciento del
potencial industrial.
* Todos los puentes del país fueron derribados y las carreteras y vías
férreas parcialmente destruidas.
* Mil 600 instalaciones hidráulicas agrícolas que regaban cientos de miles
de hectáreas y más de 1,000 diques de protección contra las inundaciones
quedaron destruidos.
* Todas las represas del Norte fueron dañadas.
* Cerca de 3,000 escuelas, 350 hospitales, 1,500 puestos de enfermería y
maternidades fueron arrasados.
* Más de 9,000 de las 15,000 aldeas del Sur fueron devastadas y 10
millones de campesinos fueron trasladados o confinados por la fuerza en
“aldeas estratégicas”.
* La población urbana aumentó de 10 por ciento en
al final de la guerra; mientras que la rural se redujo de 85 por ciento a 30 por
ciento en ese mismo lapso.
* En el momento del triunfo y la reunificación, existían en el Sur más de
tres millones de desempleados, cuatro millones de analfabetos, millón y medio
de ex soldados, policías y oficiales desmovilizados, un millón de tuberculosos,
360,000 mutilados de guerra, un millón de viudas, 800,000 huérfanos y,
solamente en Saigón, 70,000 prostitutas, 50,000 drogadictos, 10,000 mendigos
y 15,000 niños abandonados. Además, el 25 por ciento de los habitantes
adultos de Saigón tenía enfermedades venéreas, y había focos de cólera en los
barrios más miserables.
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Pero si recordamos que “una caída en un pozo producirá un salto en tu
ingenio”, según reza un antiguo proverbio vietnamita, podremos asegurar que
el pueblo de Vietnam, unificado y fuerte, sabrá encontrar los caminos que soñó
Ho Chi Minh y podrá sortear los vericuetos de esta nueva encrucijada de su
historia.
En noviembre del 2000, 25 años después de la derrota del Tío Sam,
Clinton visitó Vietnam y el director de
pidió en Hanoi al saliente presidente estadounidense ayuda “urgente” de
Washington para limpiar las áreas contaminadas con el agente naranja.
Nhan dijo que el daño causado por el herbicida tóxico –que contenía
dioxina, uno de los químicos más peligrosos–, estaba “más allá del poder que
tiene Vietnam en este momento para enfrentarlo”.
Hanoi acusa al agente naranja de causar deformaciones en decenas de
miles de recién nacidos. Nhan dijo que el total de las víctimas en el país es de
cerca de un millón.
Washington normalizó relaciones con Vietnam –país fuerte, digno y
orgulloso, que tuvo la ilusión de la independencia y la soberanía, y que dio la
sangre de sus hijos por ellas–, hasta 1995.
En 1995, el Tío Sam ya había intervenido militarmente en Bosnia–
Herzegovina. Después, en 1999, vino la intervención militar en Kosovo. En el
2001, la guerra en Afganistán. Y en el 2003 la invasión de Irak.
Y ahora, en el
2,000 soldados estadounidenses han muerto en Irak,
“preocupada” por el programa nuclear de Irán y por las actitudes desafiantes
del gobierno de Corea del Norte.
En los círculos de poder en Washington se habla ya de posibles acciones
bélicas, “para llevar la democracia” a esas naciones.
Por desgracia –aunque apenas han pasado dos años desde la invasión
de Irak y el promedio es de una intervención militar cada 4.8 años–, parece ser
que Goliat planea volver pronto a las andanzas...
﴾Actualización: Tras las elecciones legislativas del 7 de noviembre del 2006, en las que el Partido
Demócrata recuperó el control del Congreso, habían muerto en Irak casi 3,000 soldados
estadounidenses y más de 20,000 estaban heridos, muchos de gravedad. Días antes de las
elecciones intermedias, Bush había comparado —por primera vez—, la de Irak con la guerra de
Vietnam, Corea del Norte había realizado una prueba nuclear en las narices del mundo, Irán
continuaba enriqueciendo uranio, el Movimiento Talibán resurgía con fuerza en Afganistán y los
Servicios de Inteligencia de Estados Unidos habían dicho que el mundo corría más peligro desde que
el jefe de
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