DOCUMENTO PARA EL CONGRESO DEL PARTIDO JUSTICIALISTA
La falta de unión, o
aún la desunión,
configura el más serio
enemigo que podemos
crear nosotros mismos
en la lucha por la
Reconstrucción y la
Liberación Nacional.
Juan Domingo
Perón
(Modelo Argentino para
el Proyecto Nacional)
DOCUMENTO Para ser discutido, modificado, criticado, sintetizado, utilizado, tachado, eliminado o demonizado por los compañeros peronistas del país.
- • ACTUALIZAR LA DOCTRINA
- • FIDELIZAR EL PARTIDO
- • RECONSTRUIR EL MOVIMIENTO
- SITUACION ACTUAL
En un proceso político nacional complejo, el Peronismo tiene el raro privilegio de ser protagonista de la historia, gobernar y al mismo tiempo carecer de elementos y herramientas político institucionales aptas para acumular poder político, formar cuadros militantes, elaborar síntesis ante los nuevos escenarios, corregir rumbos, proponer alternativas al Gobierno Nacional y – en definitiva – funcionar como reaseguro doctrinario.
Esto es: colocando al hombre como eje de la construcción política y recuperando a la política como herramienta de los pueblos para construir modelos sociales con justicia social.
Cuando la derrota política del modelo neoliberal aún no se concretó en lo estructural, cultural e institucional (siendo que 32 años de avasallamiento ideológico y político consolidaron su presencia y aún mantiene vigentes polos de poder), la búsqueda de construcción de los nuevos paradigmas que reconstruyan el tejido social y las utopías compartidas del pueblo argentino, tienen para el peronismo un rol prioritario y protagónico, que no se puede agotar en la agenda del Gobierno (siempre demandado de urgencias lógicas de la gestión, pero no siempre con el tiempo necesario de reflexión estratégica del modelo de construcción política).
Sin embargo la misma complejidad de la situación ha llevado a una confrontación suicida en el campo nacional, produciendo una diáspora por falta de contención, con enfrentamientos estériles que atrasaron la lucha por reconstruir la identidad nacional y el ejercicio pleno de la soberanía.
Lucha arrasada por la lógica globalizadora de la modernidad acompañada por el pensamiento acrítico instalado desde la dictadura militar del 55 en adelante, como mordaza al movimiento nacional.
Así fue que un Peronismo «sin contención», permitió hipotecar militantes por operadores; sembrar enemigos en nuestras propias filas; establecer alianzas internacionales, impensables en otras épocas (lo que llevó a sucesivas conducciones e intervenciones partidarias –sin discusión ni planteos serios– a incorporarse a las internacionales conservadoras de Tatcher y Reagan, a la Democracia Cristiana Internacional o a coquetear con la Socialdemocracia, enterrando los ejes doctrinarios justicialistas).
Estos ejes generados desde nuestra propia realidad nacional, con contenidos humanistas, visión nacional, compromiso con el pueblo argentino, voluntadde tejido latinoamericano y respeto por la autodeterminación de los pueblos,fueron avasallados.
El facilismo del tráfico ideológico (que ató el carro de nuestra propia historia a las culturas dominantes), terminó acoplando la política nacional al proceso del hegemonismo imperial (en especial después del 89 con la caída del Muro que supuestamente determinó el fin de la Guerra Fría), decretando (el poder), el fin de las ideologías, con supuestos pensadores «postmodernos» al estilo de Fukuyama, que fueron adoptados en nuestro país sin discusión.
Esta situación dio pie a justificativos de nuevas conductas participativas en gobiernos sumisos al poder mundial.
Sin dudas, conductas nefastas y mediocres, que fueron aún protagonizadas por militantes que –en otros tiempos– abrazaban valores de compromiso doctrinario, junto al pueblo, como eje del proyecto de sus propias vidas.
DESDE LO DOCTRINARIO
No podemos atribuir solamente, al tráfico ideológico de la década del 90, la totalidad de las carencias que padece hoy en día, el peronismo, como expresión de las mayorías populares del campo nacional.
La falta de debate y la ausencia de un funcionamiento orgánico, sumado al alineamiento con el poder hegemónico (ejercido por hombres surgidos de nuestras propias filas), imposibilitaron ese desafío, que para ser precisos, debe incluir el período 73/76 en autocrítica, profundizando en causas y errores, ya que llevan (al no ser saldados), a una prolongación de la confrontación interna (aún no resuelta) y que reaparece en forma melancólica y patética en cada
hecho político puntual.
Así, la falta de debate, se traduce en idealizaciones incorrectas desprovistas de sentido histórico y de pensamiento estratégico.
Se instituyen la entrega y el sacrificio como valores supremos (entre ellos la vida que dieron miles de compañeros desde el 55 al 83), como epopeyas de mitologías lejanas, frente a la anomia política y el individualismo actual (producto de 32 años de penetración cultural), siendo que fueron, en realidad, tragedias cercanas de nuestros tiempos biológicos y que son parte de nuestro patrimonio espiritual histórico y trascendente.
Sin embargo debemos hacer el esfuerzo de traducir los hechos, no desde la perspectiva de la emoción (como si fuera el componente excluyente del análisis), sino desde una visión que tome en cuenta la dispersión del campo popular que tales acontecimientos produjeron.
Esta dispersión «provocada desde afuera y mantenida desde adentro», permitió al enemigo operar por líneas interiores del movimiento nacional, desarticulando, dividiendo y asesinando compañeros, en función de confrontaciones internas.
Este «internismo» secundario logró hacer esconder de la exposición pública el accionar de los verdaderos enemigos de la Nación.
Estos enemigos (siempre agazapados para el golpe), concretaron en el 76 lo que no pudieron en el 55, es decir, arrasar el modelo social solidario del peronismo, a sangre y fuego.
Llevaron al Movimiento Nacional a su peor situación política del siglo, arrinconándolo primero, por el genocidio directo de la dictadura militar y después, en la etapa de la democracia limitada, por el genocidio social.
La respuesta no tardó en llegar y el recambio generacional de los ´70, como expresión auténtica del testimonio de luchas pasadas, no sólo de aquellas protagonizadas por los compañeros durante la Resistencia Peronista, sino también como reflejo de la Guerra de la Independencia y de la Organización Nacional, estalló en la heroica patriada popular luego de 18 años de prohibición, con el retorno del General Perón.
La reorganización surgida luego de las dictaduras de 1955, 66 y el 76, si bien se dio en el marco institucional partidario del PJ, fue concretada en los términos de una democracia «limitada», profundamente mercadista y liberal en lo económico y neoliberal conservador en lo político, producto del Consenso de Washington.
Ya lo había anticipado Perón: «Si alguna vez llegase a haber otro golpe, el pueblo quedará tan derrotado que la vuelta constitucional servirá solamente para garantizar, con el voto popular, los intereses del imperialismo y de sus cipayos nativos».
Así fue que cada decisión política del gobierno de turno que afectaba los intereses imperiales fue revertida, profundizando aún más la pérdida de soberanía en las decisiones y acatando las disposiciones de los organismos internacionales de crédito, endeudando al país, diseñándose un nuevo modelo de exclusión y dependencia.
Pensemos desde Alfonsín y su recambio de ministro de Economía por presión de la Embajada de EE.UU.; pensemos en Menem y la denuncia de Terence Todman; pensemos en De La Rúa y el megacanje con el corralito de Cavallo, todas modificaciones políticas realizadas por efecto de la presión y el chantaje de los gerentes del imperio, que permitieron el afianzamiento del sector financiero y el enajenamiento de las empresas monopólicas estatales, privatizadas.
Las corporaciones pudieron asumir la suma del poder y la agenda presidencial, mientras que la mal llamada «clase política argentina» era quien pagaba los costos de semejantes catástrofes.
En realidad siempre fue una operación de deterioro de la política como herramienta de liberación del pueblo, con el fin deteriorar al gobierno «de turno» en el ejercicio de su potestad, obligándolo a acatar las leyes del mercado, es decir promoviendo las corporaciones empresarias «al poder».
Podemos repasar sucintamente ese proceso vivido por el pueblo argentino, para apuntalar lo dicho.
La entrega de la renta petrolera; la privatización de la seguridad social; el desmantelamiento de las redes ferroviarias; la provincialización de la salud y la educación (produciendo los mayores índices de deterioro de calidad de vida y deserción escolar de la historia contemporánea argentina).
Todo ello en nombre de la globalización, la modernidad, y el pragmatismo, o «principio de realidad» protagonizados aún por cuadros políticos que se definen como peronistas.
A pesar de que Perón nos indicaba claramente que: « La dimensión política es previa al ámbito económico. El objetivo fundamental es servir a la sociedad como un todo, y al hombre no sólo como sujeto natural sometido a necesidades materiales de subsistencia, sino también como persona moral, intelectual y espiritual.
La historia nos indica que es imprescindiblemente necesario promover la ética individual primero, desarrollar después la consecuente conducta social y desprender finalmente de ellas la conducta económica. Ningún país es realmente libre si no ejerce plenamente el poder de decisión sobre la explotación, uso y comercialización de sus recursos y sobre el empleo de sus factores productivos».
O también: «Debemos cuidar nuestros recursos naturales con uñas y dientes de la voracidad de los monopolios internacionales que los buscan para alimentar un tipo absurdo de industrialización y desarrollo en los centros de alta tecnología donde rige la economía de mercado. El progreso económico dependerá exclusivamente de nuestro propio esfuerzo; de allí que el capital extranjero deba tomarse como un complemento y no como factor determinante e irremplazable del desarrollo».
Tenemos entonces la certeza de que es necesario discutir a fondo, no desde posiciones ultristas ni dotadas de verdades absolutas, sino desde la reflexión doctrinaria necesaria.
Agrega Perón: « Los sectarismos no nos conducirán jamás a la liberación. Las diferencias de ideas son positivas en tanto estén abiertas a una confrontación sincera y honesta en busca de la verdad. El proyecto final es del pueblo, y no de determinados gobiernos, ni de minorías intelectuales dadas. Hay sectores internos cuyos objetivos coinciden con los de los imperialismos. Obviamente, la capacidad de decisión de estos sectores debe ser debilitada o anulada. La historia muestra también que está terminando en el mundo el reinado de las oligarquías y las burguesías y que comienza el gobierno de los pueblos. Con ello, el demoliberalismo y su consecuencia, el capitalismo, están
cerrando su ciclo».
Una pregunta posible para reflexionar sería si el Perón Doctrinario es vigente para las demandas de la hora actual.
Quienes creemos que sí es vigente estamos dispuestos a discutirlo, pero no estamos dispuestos a ser callados por gritos estentóreos de fijaciones doctrinarias de división del mundo de la guerra fría, ni por esquemas perimidos de luchas ideológicas del siglo pasado.
Tampoco estamos dispuestos a que se extienda un certificado de defunción al peronismo, por sectores que desde hace años vienen pregonando su caducidad pero no dudan en sumarse a cuanto gobierno de raíz peronista accede al poder, en especial sectores intelectuales denominados «progresistas» atados a pensamientos eurocentristas con antiimperialismo cosmético.
Perón nos decía en su libro «Conducción Política» que en aquella época las únicas ideologías existentes eran el marxismo y el cristianismo entendido éste como el conjunto de religiones monoteístas, quienes daban respuesta a la totalidad de la problemática hombre en su trascendencia.
Decía también que el liberalismo no constituía una ideología por ser una herramienta económica que hacía de la libertad un emblema de los poderosos en aquello del individualismo y el progreso excluyente de los sectores sociales más favorecidos.
Sin embargo siempre los pueblos y países que no pertenecen al autodenominado «primer mundo», fueron propicios campos de confrontación de las potencias que dirimieron sus conflictos en territorio neutral, sin costos políticos propios ni bajas de sus propias fuerzas, hasta que las situaciones llegan al límite de la necesaria intervención armada.
En el «Modelo Argentino…», Perón lo deduce claramente: « Tenemos que admitir como lógica la acción de los imperialismos en procura de evitar que la unión de nuestros países se realice, ya que ello es opuesto a sus intereses económicos y políticos. En consecuencia, debemos admitir que la lucha es necesaria. Por más coherencia que exhiba un modelo, no será argentino si no se inserta en el camino de la liberación».
Argentina lo vivió y sectores del campo nacional, sin la suficiente comprensión del tema internacional ni lo suficientemente consolidados en la identidad nacional, fueron idiotas útiles de operaciones externas.
Estas cosas se saben 25 años después cuando carecen de significado político, aunque personajes como Kissinger –que dieron las órdenes de ejecución de Salvador Allende, el golpe del 76 y el genocidio en nuestro país, la muerte del Che, entre otras intervenciones, algunas armadas con tropas de EE.UU., como Guyana y Panamá– siguen siendo hombres de poder, columnistas en diarios importantes en nuestro país y partícipes de los ágapes de embajadas, incluso la nuestra en EE.UU., cuando deberían ser juzgados por cortes penales internacionales en el mundo globalizado.
Agrega Perón: « La situación internacional está sufriendo profundas conmociones, los pueblos comienzan a despertar motivando que los países dependientes se vean obligados a tomar partido frente a dos elecciones: elegir entre el neocolonialismo o la liberación».
No haber confrontado ideológicamente con los nuevos pensadores desde el peronismo, aunque desfilaron por nuestro país y sus dichos se tomaron vergonzosamente como verdades, permitió que camadas de compañeros jóvenes, incorporados a la política y al peronismo desde la historia familiar o desde la vocación de compromiso o por vocación de poder, viesen amputada parte de su formación política, tomando como válidos aquellos pensamientos expresados por intelectuales que miran el mundo desde otro lugar, que manejan otros intereses que no son los del pueblo argentino y que desconocen, en absoluto, la historia nacional.
Para estos intelectuales el Yrigoyenismo o el Peronismo no existen, desconocen el triste papel del Socialismo del principio de siglo XX en nuestro país y del Comunismo aliado en la guerra interimperialista hasta el 45; desconocen hombres como Ugarte, del socialismo, que comprendieron la cuestión nacional y latinoamericana; como Hernández Arregui, desde el marxismo, adhiriendo a la causa nacional después del 55; Juan José Real del comunismo, entre otros muchos, por no nombrar a los propios del campo nacional, como Scalabrini Ortiz, Discépolo, Homero Manzi, Jauretche, Marechal, Puiggrós y tantos desaparecidos de la historia, como los matados por la dictadura como Ortega Peña, Haroldo Conti, Rodolfo Walsh, Paco Urondo, por sólo nombrar algunas de las plumas que nos privaron de disfrutar y del compromiso social que lograron eliminar.
Expresa Perón: «Se hace necesaria la presencia activa del intelectual en todas las manifestaciones de la vida. No necesitamos teorizadores abstractos. El sistema liberal ha formado intelectuales para frustrarlos. Les ha negado participación y ha creado las condiciones para que no exista reconocimiento social ni reconocimiento económico a su labor. Necesitamos intelectuales argentinos al servicio de la reconstrucción y liberación de su patria».
Siendo este diagnóstico suficiente, permite generar condiciones para recrear el Partido Justicialista como herramienta institucional, con el alma necesaria para generar utopías, aún en un mundo posibilista:
• Un diagnóstico que sirve para profundizar el debate
• Para dinamizarlo en su búsqueda permanente de nuevos escenarios
• Para desplegar, a favor del gobierno, el proceso de acumulación necesario, desde el seno del pueblo
• Para sintetizar las diferencias que existen entre diferentes sectores eliminando la prepotencia como método de supremacía política.
Dice Perón: «El problema actual es eminentemente político y sin solución política no hay ninguna solución para otros sectores en particular. La conformación del Modelo tendrá que tender hacia una síntesis entre lo que elaboremos racionalmente y lo que la propia comunidad quiera. La grandeza del País y la felicidad del pueblo argentino, son dos objetivos esenciales que, a mi juicio, deben guiar nuestro pensamiento y acción. Esto origina un campo de mutuo respeto, que parece nutrirse en bases de civilización, de comprensión y de tolerancia hacia las ideas de los demás».
Para recuperar valores frente a una sociedad cansada de atropellos cotidianos que se alejó de la política como posibilidad de cambio, adaptándose al modelo mediático y frívolo impuesto por la cultura neoliberal.
Estos valores que fueron abandonados también por grandes grupos de militantes (en algunos casos por necesidad de subsistencia y en otros por manipular doctrinariamente los principios peronistas para obtener cargos en la administración pública), deben ser colocados nuevamente al tope de las urgencias partidarias como forma de reconstruir la política como herramienta de transformación social y generadora de esperanzas en el pueblo.
SER PERONISTA HOY
Parafraseando a Lenín en su artículo «Qué hacer», el significado de la militancia en el peronismo actual debe preguntarse necesariamente qué es ser peronista y qué debemos hacer.
Parte de la respuesta está escrita, es doctrinaria y las Veinte Verdades de Perón y Evita lo sintetizan de manera formidable, son una lección de síntesis y claridad de exposición para ser entendida por el argentino más humilde y alejado.
Sin embargo repasando las mismas nos encontraremos con las contradicciones más profundas entre nuestras prácticas actuales y aquellos valores que hicieron del peronismo un espíritu de cuerpo en objetivos comunes y sublimes.
Muchos dirán: «Son verdades simples», es cierto; también es cierto que los grandes procesos políticos como los grandes hombres se ven en las cosas sencillas y cotidianas de la vida, no en las ampulosas declaraciones.
«Quien ataca a un compañero se está pasando al enemigo» decía una de esas máximas.
De haber reflexionado sobre este tema en los últimos años, el campo nacional hoy no estaría disgregado y atomizado.
Hay compañeros que legítimamente opinan que tanto las Veinte Verdades como la Comunidad Organizada han sido superadas por el tiempo constituyendo elementos del análisis histórico más que herramientas posibles a las respuestas del hoy.
Sin embargo quienes creemos que no es así, sostenemos que el diseño estratégico del país, pasa por la rejerarquización del Estado como ordenador del conflicto de intereses sectoriales que domina el mundo globalizado, donde la canibalización del conflicto está siempre latente en función de intereses contrapuestos, por ejemplo movimiento obrero versus empresariado.
Aparece entonces la necesidad de fijar objetivos comunes que siempre deben ser los de la Nación, como ahora en la llamada Concertación Social, donde lo estratégico del Modelo Argentino para un Proyecto Nacional, puede proyectarse, en el marco de la Comunidad Organizada, preservando los derechos de los más débiles a la hora de la decisión política, a través de un Estado garante de la Justicia Social.
Nos recuerda Perón que : «El hombre no es un ser angélico y abstracto. En la constitución de su esencia está implícita su situación, su conexión con una tierra determinada, su inserción en un proceso histórico concreto. Ser argentino significa que ser lúcido y activo habitante de su peculiar situación histórica forma parte de la plena realización de su existencia. Es decir, habitante de su hogar, de la Argentina, su Patria. Por lo tanto, lo que realmente distingue al argentino del europeo o el africano es su radical correspondencia
con una determinada situación geopolítica, su íntimo compromiso moral con el destino de la tierra que lo alberga y su ineludible referencia a una historia específica que perfila lentamente la identidad del pueblo. Mi humilde pedido se reduce a solicitar a cada argentino que actualice en profundidad su adherencia a esta tierra, que recuerde que sobre su compromiso y su autenticidad brotarán las semillas de una Patria Justa, Libre y Soberana. Si tuviera que decidirme por un factor aglutinante, optaría por la solidaridad social», nos subraya Perón.
De ahí que quienes pensamos que el Perón Doctrinario sigue vigente,
estamos dispuestos a debatir desde la defensa de nuestros recursos estratégico como el agua y el petróleo, desde la preservación medioambiental, en un mundo donde el capitalismo salvaje arrasa tierras y sueños de generaciones, hasta la defensa por la dignificación de los pueblos originarios, aplastados por el materialismo moderno.
Ser peronista hoy es pensar y trabajar por incorporar a los sectores
desplazados y excluídos por la lógica neoliberal, al proceso político de construcción del poder.
Los nuevos cabecitas negras de Evita hoy redivivos en miles de argentinos sin destino y desamparados, en especial jóvenes sin educación ni proyecto de vida, que deben ser incorporados socialmente a una dinámica de crecimiento que garantice la movilidad social ascendente.
En este tema el Estado, la salud, la educación y la vivienda constituyen
ejes impostergables a la hora de definir los próximos 25 años de nuestro país, desde los objetivos doctrinarios del Peronismo: la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación.
Objetivos ellos permanentes que sintetizan valores de dignidad y de humanización de la política, que recuperan la cultura del trabajo como eje cultural dominante y la producción como elemento económico privilegiado por el Estado frente a la usura bancaria y la extorsión tarifaria de las privatizadas.
Lograr reinstalar tales ejes devuelve la cohesión social colocando a la
solidaridad como aglutinador común de la comunidad, haciendo sentir a cada argentino protagonista y no espectador de acontecimientos que lo condicionan y conmueven.
EL ROL DEL PARTIDO JUSTICIALISTA
Es una frase remanida del mosaico de repeticiones sin fundamento histórico, que el partido es un herramienta de la democracia demoliberal que sólo se utiliza para las elecciones.
Eso era una verdad absoluta en épocas de conducción de Perón, el mismo que en su último discurso declaró que «su único heredero era el pueblo argentino», lo cual transforma desde entonces, al partido, en el lugar necesario de fidelidad peronista frente a la polarización antiperonista que se expresa en cada hecho eleccionario, operando por líneas interiores de nuestro movimiento.
Quienes pretenden un partido adormecido y burocrático son aquellos que renuentes al debate, pretenden plantear la vigencia del Movimiento como instancia superadora de la herramienta demoliberal, sin embargo dicha situación esconde «al gato al cuidado de las sardinas», en el decir de Perón, pues patea afuera el debate al privilegiar como método la discusión por sectores, que atomiza,
discute espacios y disgrega además de impedir el debate profundo y serio de objetivos comunes tanto en lo táctico como en lo estratégico.
Recuerda Perón: «Los sectarismos no nos conducirán jamás a la liberación. Las diferencias de ideas son positivas en tanto estén abiertas a una confrontación sincera y honesta en busca de la verdad».
Si no logramos fidelizar el partido a través de métodos transparentes,
con debates profundos, autocríticos y respetuosos, sometidos disciplinariamente a las mayorías en las decisiones, entonces puede ser cierto aquello que plantean los intelectuales «progresistas», que el peronismo cumplió su ciclo histórico.
Así como la comprobación científica tiene un método de demostración,
con pasos pautados y objetivos claros, el funcionamiento partidario debe tener un marco de discusión y acento en lo político ideológico, superior al posicionamiento de poder, que es una etapa posterior a la consolidación de las ideas, «a la unidad de concepción para la unidad de acción» necesarias para nombrar cuadros militantes capaces de ser síntesis del pensamiento común, aún en la divergencia.
«Ha llegado «la hora de los pueblos» –nos dice el General Perón– y ella exige un «pensamiento en acción».
«No puede haber divorcio alguno entre el pensamiento y la acción, mientras la sociedad y el hombre se enfrenten con la actual crisis de valores, acaso una de las más profundas de cuantas se hayan registrado. En el pueblo argentino estaba latente el sentimiento de independencia nacional, lo que tarde o temprano habría de provocar el enfrentamiento contra la distorsión del contenido social de la democracia y contra la tendencia a la progresiva desnacionalización. No es más que otra forma de decir que seguimos deseando fervorosamente una Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana».
Ser un cuadro político del peronismo implica la voluntad necesaria de
cambiar la realidad, tanto la del país trabajando por una sociedad más justa, cuanto la del partido para terminar con los operadores que sirven para operaciones políticas inescrupulosas, pero que carecen de capacidad de construcción de poder en el seno del pueblo.
No están dispuestos a discutir quienes trabajan sin poder mostrar sus
manejos políticos, no van a construir escenarios de justicia social con la lógica de la chequera, ni el prebendarismo que avasalla la dignidad de los humildes y desprotegidos socialmente.
Eso es fortalecer el modelo neoliberal, no derrotarlo.
Es fortalecer una conducta y una cultura que aleja al pueblo de la política. No es incorporar a los desplazados socialmente, es someterlos.
El Partido debe discutir estos temas sin temor, sin que nadie se sienta
agraviado, porque todos somos responsables de la situación actual desde el punto de vista social y político, de lo bueno y de lo malo.
De lo bueno porque acompañamos, de lo malo porque fuimos incapaces de modificarlo.
De lo que pasa en el peronismo ninguno de nosotros debe hacerse el
distraído si queremos generar una discusión que sirva, y que va a incluir seguramente muchas autocríticas, si se hace correctamente.
Hasta Perón en Actualización Doctrinaria para la Toma del Poder –la
película de Solanas, Getino y Vallejos– es capaz de reconocer sus errores del 55 y proponer desde ahí nuevos caminos en la búsqueda de la Liberación Nacional como él mismo denomina la Nueva Etapa del Peronismo.
Liberación Nacional que sintetiza en su Modelo Argentino del 74 siendo
presidente, donde nos convocaba a defender las aguas dulces, próximo
objetivo del imperialismo que incluso menciona que nos quitarán por la fuerza, como sucede con el petróleo, hoy en Irak.
Nosotros jóvenes en aquellos años, escuchábamos incrédulos aquellos
llamados del Viejo, mientras confrontábamos inútilmente contra otros compañeros.
La historia le dio la razón a Perón y a Evita tanto en su tiempo histórico
como en el devenir de los escenarios anunciados.
Debemos ser capaces de traducirlos al tiempo actual con las mismas
fuerzas, teniendo confianza en el pueblo argentino, recuperando la identidad nacional como eje de transformación y de objetivos estratégicos.
Se debe planificar desde ahí, fortaleciendo la teoría del conocimiento
como salto al futuro, desde la investigación aplicada y también la pura pero en ese orden, como lo fue en su momento la revolución industrial que cambió la historia, hoy el futuro es del conocimiento y el peronismo y los argentinos tenemos mucho por dar y por hacer en ese sentido con capacidad de aporte y recuperación de autoestima después de décadas de degradación del hombre argentino.
EL MOVIMIENTO NACIONAL VIGENTE
El Peronismo ha tenido la fuerza suficiente a lo largo de más de 60 años de vigencia, de convocar permanentemente a sectores aliados, del campo nacional, a la confrontación con los verdaderos enemigos de la Nación.
Lo ha realizado desde dos vertientes diferentes, una desde las Organizaciones Libres del Pueblo como expresión popular de identidades dispersas, unidas para un fin determinado.
Así desde clubes de barrio hasta la CGT, desde cooperativas hasta la
CGE, pudieron visualizar en el peronismo un canal de participación real, de construcción de un camino con fuerte presencia estatal, que viabilizaba dicha participación.
Eso nutrió de pueblo las filas del peronismo, acercó a nuestros compatriotas a la política, garantizó el acceso común a instancias de poder, desde los más humildes sectores a los más encumbrados personajes y diseñó aspiraciones nacionales compartidas por diferentes sectores sociales.
Desde otro lugar articuló desde el poder, una política de captación de
sectores políticos afines, intentando primero con el sabatinismo radical y ante su negativa con Quijano de vicepresidente, con gabinetes que incluían desde conservadores a socialistas que convergían en una política que los contenía y los fortalecía, aún en sus propias convicciones.
Desde ahí salieron intelectuales de nota y ministros de lujo.
El mismo Ramón Carrillo, primer ministro de Salud en la Argentina, era un médico, científico ajeno a la política, que estaba para premio Nobel de Medicina, pero en la convocatoria generosa de Perón eligió el compromiso con el pueblo que lo llevó a ser el más grande sanitarista del siglo pasado en el mundo, marcando la revolución peronista desde la salud en forma inquebrantable.
Habiendo pasado Carrillo por la historia, nadie que no comprenda la prioridad y el derecho humano que significa fortalecer la salud del pueblo, además de atender la enfermedad, puede estar en su lugar.
Desde esas dos vertientes el peronismo afianzó un proceso de acumulación política, organización y de debate que marcó cada etapa.
Se discutía desde lo económico-social en los Planes Quinquenales (47 y
52), desde lo doctrinario en los Congresos de Filosofía con participación plena
(49), desde lo político institucional en la Reforma Constitucional del 49 incorporando los derechos sociales y el voto femenino, se plantearon los escenarios futuros desde el Modelo Argentino para un Proyecto Nacional (74).
Siempre el debate abierto, las propuestas sobre la mesa; se podía estar a favor o en contra pero se sabía de que se estaba discutiendo desde un marco de pertenencia política, peronista y partidaria.
Tomada la decisión nadie dudaba y eso fortaleció el camino de la lucha, la consolidación de la Resistencia Peronista y la epopeya del Retorno, porque el Movimiento estaba vivo, la acumulación había sido correcta, la organización vencía al tiempo, los valores estaban preservados, las operaciones del enemigo fracasaron una tras otra, los que dudaron quedaron fuera por la dinámica de los hechos y Perón volvió a la Patria, por la lucha del pueblo argentino.
El Movimiento Nacional necesita hoy de un Partido Justicialista estructurado, organizado, participativo, poderoso, que fije políticas estratégicas y que contenga amplios sectores sociales y de opinión.
Nada sería más trágico que un partido monosilábico y autista como sufrimos en los últimos tiempos.
Sin funcionamiento orgánico del PJ, el mismo Gobierno debería preocuparse, ya que carece de fuerzas propias de movilización y de debate de los grandes temas nacionales.
El Movimiento Nacional existe y debe ser articulado, enhebrado en
concepciones políticas, en aspiraciones comunes, en equilibrios lógicos de poder, pero sin sacrificar objetivos en especial de compromisos con el pueblo.
El Gobierno puede hacer ese balance de poder, pero si lo realiza sin
Partido Peronista, su lógica será la de fortalecer la táctica electoral, pero no el diseño social futuro del pueblo argentino.
Es uno de los grandes temas a discutir frente a una transversalidad sin
columna vertebral, sin el marco político ideológico del peronismo.
Es la diferencia entre transversalidad y movimiento nacional y popular.
LA UNION SUDAMERICANA
Perón fue quien nos enseñó que la política, es la política internacional.
Es una frase conocida que en política internacional no hay países amigos o enemigos sino intereses, frase estructurada sobre las relaciones internacionales del mercantilismo.
De ser así los países hermanos latinoamericanos no hubiesen estado al
lado nuestro en la Guerra de Malvinas, con apoyo material y moral, además de efectivo en los foros internacionales, votando junto a nosotros, sufriendo las consecuencias de tal acción.
Sin embargo, la transfiguración cultural operada especialmente en los 90, en nombre del peronismo, instaló la lógica perversa del mercantilismo.
Relaciones carnales, entrada al primer mundo, incorporarse a la modernidad fueron miradas y políticas que supuestamente beneficiaban al país, aún en detrimento de nuestros hermanos latinoamericanos, lo cual incluyó sin dudas, una dosis de racismo cultural y desprecio, cambiado por una cultura superficial y frívola de
adoración al dios mercado y del consumismo primermundista.
El peronismo a lo largo de su historia, salvo el período mencionado, fue elaborando una política consecuente con sus principios en el campo internacional.
Le hubiese sido más fácil al General Perón, incorporar a nuestro país como furgón de cola de Yalta y Postdam, que plantear la Tercera Posición Justicialista, defendida en el Congreso de Filosofía de Mendoza del 49 como posición doctrinaria que dio lugar a la teoría de la Comunidad Organizada.
Sin embargo esa Tercera Posición, que no era equidistante entre el marxismo y el capitalismo, como se intentó simplificar, prefiguraba el mundo que se avecinaba que corporizó en el Movimiento de los Países del Tercer Mundo, que por años definió las conductas frente a los poderosos e imperiales intentos de dominación mundial, por áreas de influencia.
La Tercera Posición constituía una instancia superadora de los pensamientos dominantes planteando la humanización del capitalismo colocando al hombre como eje y estrategia de la construcción política, frente al capitalismo de estado del comunismo y del capitalismo salvaje del liberalismo, afirmando la redistribución de la riqueza y el fin de la explotación del hombre.
Dicha posición se sustentaba, además de los derechos sociales, en una
ampliación de los espacios territoriales con el objetivo de la Unidad Latinoamericana que Perón colocaba como prioritaria en su estrategia de desarrollo y expansión de su pensamiento.
Desde la devolución de los trofeos de guerra al Paraguay reconociendo
la triple vergüenza de aquella afrenta al pueblo paraguayo, hasta la propuesta del ABC con Argentina, Chile y Brasil como eje de avance de unidad, pasando por la conformación de ATLAS, la asociación de trabajadores latinoamericana, todas operaciones políticas que demuestran la vocación del peronismo en es dirección.
Así lo expresa Perón: «La dinámica mundial no obedece sólo a los designios de los poderosos. Ahora responde a una articulación que encuentra imperialismos por un lado y Tercer Mundo por el otro. El mundo debe salir de una etapa egoísta y pensar más en las necesidades y las esperanzas de la comunidad. Esto arroja luz sobre el hecho de que la cooperación y la solidaridad son elementos básicos a considerar en el futuro. La progresiva transformación de nuestra patria para lograr la liberación debe, paralelamente, preparar al país para participar de dos procesos que ya se perfilan con un vigor incontenible: la integración continental y la integración universalista. La liberación,
en todos los terrenos, es insoslayable requisito para ingresar en el
proceso universalista».
También Perón ejecutó operaciones externas con resultados diversos con militantes peronistas en el exterior donde no sólo participaron compañeros activamente en el apoyo de aquellos sectores identificados con políticas nacionales y latinoamericanistas, sino que llegaron a conformarse partidos políticos autóctonos en esa dirección.
Esos militantes con profundas convicciones revolucionarias siempre respetaron las dinámicas y procesos soberanos de los países donde actuaban, apoyando y colaborando desde Argentina con aquellos sectores afines a la unidad latinoamericana.
Hoy la recopilación seria de documentación nos muestra la epopeya de
esos compañeros en países como Chile, Uruguay, Brasil y las embajadas argentinas en el exterior ayudando a militantes del campo nacional y latinoamericano, siendo en ese entonces Bramuglia canciller argentino.
Perón nos dijo en el 74 que se avecinaba la Continentalización para dar
respuestas al mundo globalizado de hoy. «La concepción de Argentina para Latinoamérica: justa, abierta, generosa y, sobre todas las cosas, sincera. Latinoamérica es de los latinoamericanos. Como latinoamericanos, atesoramos una historia tras de nosotros: el futuro no nos perdonaría el haberla traicionado. El Tercer Mundo debería conformarse como una extensa y generosa comunidad organizada. Estoy pensando en América Latina, África, Medio Oriente y Asia, sin distinción de ideologías. Ya la idea de Comunidad Latinoamericana estaba en San Martín y Bolívar: ellos sembraron las grandes ideas y nosotros hemos perdido un siglo y medio vacilando en llevadas a la práctica».
Lo que en Europa es correcto como UE, en nuestro continente es debatido como si fuese un pecado de intromisión en asuntos internos de otros países.
Algunos creyeron ver en el MERCOSUR la herramienta central de esta
política, pero en vez de proceder a construir un modelo de unidad de los pueblos, política, social y económica, se desviaron sus objetivos hacia unidades mercantiles, cuya discusión se centró en los aranceles y los subsidios, las compensaciones económicas y las cuotas, dejando siempre para más adelante las tareas supuestamente complementarias como compartir embajadas en terceros países, eliminar fronteras, permitir acreditaciones profesionales y trabajo sin exclusiones, moneda única, pasaporte único, documento único como verdaderos procesos integrativos con miradas estratégicas de un continente unido.
Hoy el MERCOSUR está renaciendo al calor de una América Latina que
ha parido liderazgos autóctonos con profundo contenido social y arraigo cultural, que sin dudas en el peronismo se debe debatir de cara a la sociedad, para evitar que la política internacional se traduzca en posicionamientos domésticos y herramienta de luchas intestinas.
Chile, Venezuela, Brasil, Ecuador, Uruguay, Bolivia, van marcando un nuevo rumbo sudamericano; más allá de las particularidades de cada proceso, de los liderazgos emergentes, de las cuestiones puntuales, existe hoy en esta parte del continente el convencimiento de que la «continentalización» de Sudamérica que planteaba Perón, es un hecho palpable que debemos contribuir a construir, desde un peronismo unificado en la decisión internacional.
Dar la espalda a estos esfuerzos por parte de la Argentina puede marcar un punto de no retorno por 150 años más, como lo fue la balcanización inglesa y norteamericana en Centroamérica, que impidió la conformación de bloques de poder y de unidad que pudiesen defender los intereses latinoamericanos, frente a la voracidad de los imperios de turno.
Estos imperios no dudaron en crear guerras entre estados hermanos, invadieron países y mantienen colonias cuando sus intereses peligran y sin embargo muchos compatriotas tienen miradas tiernas sobre los conflictos que emergen de la lucha por las materias primas y los recursos naturales en un mundo cada vez más globalizado, donde todo pasa y se traslada todo el tiempo, desde la información hasta los mercados de capitales, desde el comercio hasta la tecnología, pero lo único que no pasa son los hombres, los seres humanos que son los únicos impedidos de pasar, de desplazarse.
Se levantan muros para impedirlo aún entre países que tiene tratados
como el NAFTA entre EE.UU., México y Canadá, de libre comercio pero de represión fronteriza.
Verdaderas vergüenzas para la humanidad.
Las discusiones del sistema, son sobre las formas, no sobre el fondo del planteo de unidad sudamericana, personalizando conductas políticas, demonizando países y líderes, despreciando procesos autóctonos, analizando desde perspectivas macroeconómicas políticas de recuperación de los pueblos en dignidad y justicia social.
Lo mismo que hicieron con el peronismo hasta el 55 y después persiguiendo a sangre y fuego en nombre de la libertad, apropiándose de los bienes, acusando falsamente, destrozando familias, desapareciendo militantes y hasta el cadáver de Evita y encarcelando a la sociedad argentina durante 18 años.
Siempre en nombre de la libertad se intentó un golpe de estado en Venezuela contra un gobierno democrático, elegido en 11 ocasiones por mayorías populares aplastantes, lo mismo que hicieron con Perón en el 51, en el 55 y en el 76.
Se intentó y se intenta dividir Bolivia segregando a los pueblos originarios hoy en el poder, en nombre de la convivencia y la civilización, después de un siglo y medio de explotación salvaje de sus recursos y marginación de su pueblo, las mismas críticas que le hicieron a Perón.
Se plantea que debemos impedir el hegemonismo de Brasil como forma de condicionar el proceso de integración, en una pugna sin destino y contraria a nuestros ideales de unidad, y se lo hace en nombre de proteger nuestra producción, cuando la idea es crecer juntos, investigar juntos y negociar desde posiciones de fuerzas en el mercado global.
La misma crítica recibió Perón por el ABC, cuando el país tenía no sólo
tecnología de punta sino el impulso de un proceso industrial con la presencia de una nueva clase empresarial emergente de ese período histórico.
La creación del Banco del Sur es una herramienta que permite abrir
esperanzas en la consolidación del esfuerzo integrativo de los pueblos latinoamericanos.
La creación de TeleSur integrada por varios países lainoamericanos como la contracara de la CNN, integrante del plan de control informativo hegemónico de los EE.UU. Es otro hito de la integración de nuestros pueblos.
Como la naciente legislación que permite y promueve la creación de
medios alternativos y comunitarios PyMEs y solidarios al servicio de los nuevos tiempos en Venezuela, Ecuador, Bolivia, y que en Argentina todavía tiene serios escollos ya que más de cuatro mil radios y cien canales de TV de baja potencia no logran obtener su legalización, debido al veto del oligopolio comunicacional encabezado por el Grupo Clarín, el Grupo Vilas, el grupo de Telefónica Internacional, y sobre todo el veto de la embajada de los EE.UU. que también se ha opuesto violentamente a la posible no renovación de licencias de radio y TV vencidas, a los medios a las corporaciones del establishment.
« Pueden destruir los medios formales, pero no pueden hacer lo mismo
con aquéllos cuya energía de transmisión de información nace del poder de la ideología del grupo», decía Perón .
Otras iniciativas deberán vertebrarse aún y corporizarse más allá de las
declaraciones e intenciones.
Es indudable entonces que para el peronismo, el espacio de construcción latinoamericano es prioritario en las relaciones internacionales y el Partido debe asumir su protagonismo en ese ámbito generando ideas y participando en la construcción a futuro de la Unión Sudamericana.
SUPERAR EL PASADO CONSTRUYENDO EL FUTURO
Sin dudas son muchos y relevantes los temas que faltan analizar, en un documento que solamente pretende ser un aporte para disparar discusiones atrasadas y tender a modificar conductas, rescatando valores permanentes de nuestra militancia política.
Algún día debíamos empezar a reconstruir nuestro espacio político de
cara a la sociedad y a nuestros propios compañeros.
Reconstruir la identidad partidaria, reafirmar los objetivos estratégicos, actualizar la doctrina y fortalecer la militancia, es tarea prioritaria de cara al futuro.
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