sábado, 29 de marzo de 2008

Patricia Bullrich y Elisa Carrió de travesuras y fiestas

De fiestas, conspirando entre cacerolas

y con los "paladines

de la libertad"

La Lilita y la Piba, no se privaron de codearse con lo mas fashion de la comunidad nacional e internacional. En días nerviosos y conspirativos, las divas de la "oposición republicana" mostraron sus bordados reaccionarios en ceremonias diversas.

"Horas después, en un gesto que sorprendió a más de un funcionario –y en el que tanto los más como los menos sagaces han visto la mano de Elisa Carrió- un conjunto significativo de habitantes de la ciudad de Buenos Aires y la zona norte, armados con cacerolas y otros utensilios, salió a manifestar su solidaridad con el campo, en un patético intento de revival de los sangrientos hechos de diciembre de 2001."

Ezequiel Meler
Jose Maria Aznar cerro en Rosario el encuentro internacional de la derecha
"Aznar recordó la última cumbre en la que el rey de España Juan Carlos lo mandó a callar a Hugo Chávez. “Hay que cuidar la comunidad de naciones iberoamericanas. Sigo pensando eso a pesar de la ultima cumbre, o muy especialmente por lo que pasó en la última cumbre”, dijo. “Hay que estar bien pertrechados para dar batalla a los enemigos de la libertad”, insistió hasta el cansancio Aznar. “Los países latinoamericanos son importantes suministradores de materias primas. Esto es una gran oportunidad, pero tienen que hacer reformas en pos de la apertura de mercado, incluyendo la firma de Tratados de Libre Comercio”, recetó.
Lo aplaudieron el ex candidato a gobernador de Unión-PRO, Francisco De Narváez, el ministro de Desarrollo Social porteño, Esteban Bullrich, el ex candidato a presidente Ricardo López Murphy y la dirigente de la Coalición Cívica, Patricia Bullrich"


Jose Maria Aznar cerro en Rosario el encuentro
internacional de la
derecha

Por la unidad neoliberal

“Es necesario unir a los que compartimos los mismos valores frente a los enemigos de la libertad”, dijo el ex presidente español. Hubo elogios para el colombiano Alvaro Uribe y repudios para Hugo Chávez. Mauricio Macri faltó a la cita.

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“No van a escuchar de mí palabras de arrepentimiento”, advirtió José María Aznar sobre la guerra de Irak.
Imagen: Sebastian Granata
Por Werner Pertot

Desde Rosario

José María Aznar siempre avanza en comitiva. Lo sigue una fila de hombres de gris, que incluye a guardaespaldas, empresarios menemistas, dirigentes de derecha e intelectuales neoliberales de todo cuño. Ayer fue el primero en bajar de uno de los tres autos con vidrios polarizados que lo trasladaron por Rosario. Salió solo, como para demostrar que no le teme a las manifestaciones de izquierda que lo acosaron (ver página 15). “Fue un extraordinario jefe de gobierno”, lo ensalzó el escritor Mario Vargas Llosa. El cumplido podría haber estado dirigido al jefe Mauricio Macri, quien esquivó a ultimo momento la invitación al seminario internacional que repitió todas y cada una de las recetas de la derecha neoliberal. Aunque fue remiso a hablar de la política local, el ex presidente español deslizó una crítica a las retenciones cuando dijo que “aquí también el éxito es perseguido, como dijo Vargas Llosa”. El escritor había dicho que “las retenciones son un impuesto al que tiene éxito”.

Macri pegó el faltazo a la fiesta de la derecha neoliberal con el pretexto de que debía quedarse en Buenos Aires para seguir “el desarrollo de los acontecimientos entre el gobierno nacional y los sectores agropecuarios que permitan destrabar el conflicto del campo”. En PRO, sin embargo, algunos señalaban que no quiso quedar pegado a una foto con el club de ex presidentes de derecha que pierden elecciones aquí y allá. De todas formas, lo recibirá a Aznar hoy en la Legislatura porteña.

En el exclusivo hotel Ros Tower, Aznar eligió una esquina oscura, ideal para jugar al poker, para conversar con el ex presidente Vicente Fox, el ex subsecretario de Asuntos Hemisféricos de Estados Unidos Roger Noriega, y el salvadoreño Francisco Flores. Los dos últimos, junto con el anticastrista Carlos Alberto Montaner, fueron declarados visitantes no gratos por el Concejo Deliberante de Rosario, que votó el proyecto socialista por unanimidad. Señalaron que fueron “defensores de la Doctrina de Seguridad Nacional”. Cuando Aznar se disponía a salir del hotel para almorzar en la señorial Bolsa de Comercio de Rosario, Página/12 se escabulló entre la maraña de policías.

–¿Cómo ve a la Argentina? –le preguntó este diario.

–¿Qué te puedo decir? Está lindo Rosario –respondió con una sonrisa socarrona, al tiempo que sus guardaespaldas empujaban y repetían que “no va a hacer declaraciones”.

Los tres autos de vidrios estrictamente polarizados se estacionaron poco después frente al auditorio del Parque España. Antes de que empezara, hubo tiempo para un “anuncio publicitario” de la Fundación Pensar, que encabeza Jorge Triaca, hijo del ex ministro de Trabajo de Carlos Menem. Toda una marca.

Aznar llamó a la unidad de la derecha latinoamericana. “En la encrucijada en la que se encuentra América Latina entre el populismo revolucionario más alocado y la democracia liberal es necesario unir a los que compartimos los mismos valores frente a los enemigos de la libertad, de un socialismo caduco que hoy se presenta como el del siglo XXI”, fustigó. Lo escuchaban el empresario nostálgico del menemismo Santiago Soldati, el esposo de la modelo Valeria Maza, el muy bronceado Alejandro Gravier, el ex conductor Bernardo Neustadt, el rabino Sergio Bergman y el infaltable inyenieri Juan Carlos Blumberg.

El ex mandatario no perdió oportunidad para declarar que América Latina “forma parte de la civilización occidental” y de reivindicar su decisión de mandar tropas a Irak en apoyo a su buen amigo, el presidente estadounidense George W. Bush, en 2003, contra la voluntad del 90 por ciento de los españoles. “No van a escuchar de mí palabras de perdón, ni de arrepentimiento”, advirtió. “Yo estoy orgulloso de pertenecer a una civilización occidental y, si me apuran, estoy dispuesto a defenderlos y los defendí cuando fue necesario”, aseguró y recibió su primer aplauso. El segundo lo arrancó cuando se refirió al bombardeo de Colombia a las FARC en territorio de Ecuador, que fue rechazado por la OEA. “Quiero expresar mi respaldo a mi colega Alvaro Uribe en su lucha por la libertad”, destacó. Lo vivaron la ultraconservadora española Esperanza Aguirre, el ex candidato de la derecha chilena Sebastián Piñera y el ex presidente del PAN mexicano Manuel Espino.

Aznar recordó la última cumbre en la que el rey de España Juan Carlos lo mandó a callar a Hugo Chávez. “Hay que cuidar la comunidad de naciones iberoamericanas. Sigo pensando eso a pesar de la ultima cumbre, o muy especialmente por lo que pasó en la última cumbre”, dijo. “Hay que estar bien pertrechados para dar batalla a los enemigos de la libertad”, insistió hasta el cansancio Aznar. “Los países latinoamericanos son importantes suministradores de materias primas. Esto es una gran oportunidad, pero tienen que hacer reformas en pos de la apertura de mercado, incluyendo la firma de Tratados de Libre Comercio”, recetó. Lo aplaudieron el ex candidato a gobernador de Unión-PRO, Francisco De Narváez, el ministro de Desarrollo Social porteño, Esteban Bullrich, el ex candidato a presidente Ricardo López Murphy y la dirigente de la Coalición Cívica, Patricia Bullrich.

El ex presidente, que viene de sufrir dos derrotas a manos de José Luis Rodríguez Zapatero, sostuvo que “los buenos líderes son los que saben remar con viento en contra o cuando los huracanes se van hilando, haciendo su vida muy difícil”. Y terminó con esa máxima, un tanto depre. Mientras saludaba a los asistentes, la pantalla proyectaba los logos de los patrocinantes del seminario.

Populismo y policía

Presentado como “el sueño de una argentina libre”, el ex candidato Ricardo López Murphy estuvo al frente de un panel sobre “el retorno del pasado y los grandes riesgos del sub-continente: populismo y terrorismo”. Lo acompañaron el anticastrista Plinio Apuleyo Mendoza y el venezolano Rafael Alfonso. “El populismo nos afecta a los argentinos. Afortunadamente para Colombia, no compartimos frontera con ellos”, lanzó el Bulldog, ante un auditorio con importante porcentaje de dirigentes de Recrear. El ex ministro elogió a Hermes Binner y sostuvo que la presión fiscal sobre los agricultores “está cerca del 80 por ciento.” “La lucha contra el populismo pasa por la autonomía, por eso la Ciudad de Buenos Aires tiene que tener la policía, para que no les peguen más a los vecinos”, aseguró.

Newsweek o National Geographic

“América Latina debe elegir entre ser la portada de Newsweek o del National Geographic”, sostuvo el español del PP Miguel Angel Cortés, en la mesa destinada a los medios de comunicación, que estuvo coordinada por el ex subdirector de La Nación Claudio Escribano, quien aseguró que América Latina se dirige hacia “los fascismos de izquierda”. De la mesa participaron Alvaro Vargas Llosa, el empresario venezolano Marcel Granier y el ex candidato a gobernador de Unión-PRO, Francisco De Narváez, quien es accionista de El Cronista y del canal América. Granier se despachó contra “el populismo, el totalitarismo de corte comunista, el terrorismo que avanza por Sudamérica”. Pero, aseguró, “el liberalismo tiene los anticuerpos para detenerlos”. A su tiempo, Cortés expuso sin tapujos su nostalgia noventista: “Muy pocos políticos hoy hablan de privatizaciones, de desregulación, de libre comercio. ¿Por qué tenemos ideas tan buenas pero las vendemos tan mal?”, se preguntó, entre citas al por mayor de Hayek.

Cinco ex presidentes latinoamericanos se quejaron de los actuales mandatarios “populistas” de la región

Qué bien que estábamos en los años noventa

La charla de los ex presidentes fue el plato fuerte del encuentro. Hubo elogios al Consenso de Washington. A pesar del apoyo general al “campo argentino”, el uruguayo Luis Alberto Lacalle criticó los cortes de ruta en alusión a la protesta de Gualeguaychú.


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El ex presidente mexicano Vicente Fox dijo que la región va a recuperar “el tiempo que está perdiendo”.
Imagen: Sebastián Granata
Por María Laura Carpineta
desde Rosario

Fue una reunión de despechados. “Me acuerdo cuando Uruguay era la Suiza de Latinoamérica, ¿cómo se convirtió en lo que es ahora? Me acuerdo cómo el mundo entero celebró la victoria de Vicente Fox en 2000. ¡¿Cómo fue que seis años después el país casi cae en manos en un demagogo que hubiese tirado por la borda todo lo conseguido?! ¡Y Bolivia, que también parecía haber aprendido de los errores del pasado al elegir, ahora lo tiene a Evo, la expresión más acabada de la demagogia y el anacronismo!”. Con la mención de cada país, la cara del escritor y divo del encuentro Mario Vargas Llosa pasaba de un rosa saludable a un morado iracundo. Pero su misión estaba cumplida. El moderador había logrado contagiar una sensación de nostalgia e indignación entre los empresarios, dirigentes políticos y estudiantes que lo escuchaban siempre al borde del aplauso, antes de dar paso al plato central del Seminario Internacional, la conferencia de los ex presidentes.

El renombrado panel estaba integrado por el ex mandatario mexicano Vicente Fox, el boliviano Jorge “Tuto” Quiroga, el uruguayo Luis Alberto Lacalle, el salvadoreño Francisco Flores y el ecuatoriano Osvaldo Hurtado. Todos héroes para ese lugar y esa gente. “Son la mejor cara de esa mala política latinoamericana”, sentenció Vargas Llosa y le entregó el micrófono a uno de los hombres más esperados, Vicente Fox.

El ex mandatario había llegado apenas minutos antes de la conferencia, acompañado de su esposa, la inmutable y coqueta Marta Sahagún. Página/12 intentó hablar con ellos antes de entrar al auditorio pero el ex presidente fue tajante. “Ya van a escuchar mi pensamiento adentro”, aseguró. Pero claro, las luces de las cámaras pudieron más y el buen amigo de George Bush cedió. Habló maravillas del libre comercio y del Nafta que firmó con Estados Unidos y Canadá. “Es lo mejor que le podría haber pasado a México”, señaló, mientras ignoraba las insistentes preguntas de una corresponsal mexicana sobre el creciente número de personas que dejan el país para morirse en la frontera, de hambre, sed o por las balas de la policía y los nacionalistas norteamericanos.

–¿Está de acuerdo con el restablecimiento de las relaciones con Cuba? –preguntó este diario.

–A ver, te voy a decir más bien sobre Cuba... porque el asunto con México tiene un origen muy claro y establecido... eh, hablando de Cuba, veo una renovada esperanza de que las cosas van a cambiar. El pueblo de Cuba está decidido a buscar su libertad.

Como con la isla, Fox se mostró optimista sobre todo. Aventuró que México podría ser la quinta potencia mundial en 2040 y que “la región va a recuperar el tiempo que está perdiendo”. Tanto derroche de optimismo no caló hondo en el público que esperaba una descripción del apocalipsis que está viviendo la región. Por suerte, el resto de la mesa los dejó contentos. Tuto y Flores se dedicaron casi exclusivamente a masacrar al cuco del liberalismo moderno, Hugo Chávez. Los tres apenas mencionaron a sus países o los problemas que están sufriendo. “América latina no fue liberada por un sable venezolano para terminar siendo dominada por una petrochequera chavista”, sentenció el ex presidente y actual líder de la oposición boliviana, después de dedicar casi íntegramente sus 20 minutos a describir la “personalidad” de Chávez.

El análisis de Flores, quien fue elegido por el partido creado por el líder de los escuadrones de la muerte que funcionaron durante los 15 años de guerra civil en El Salvador, fue un poco más atrás en el tiempo. Comparó el burdo y cruel entretenimiento del Coliseo con el elevado espíritu del teatro de los atenienses. “Este es el conflicto que vivimos hoy”, aseguró en un análisis a prueba de historiadores. “Queremos construir una sociedad en base a los dones individuales o un poder que someta a sus ciudadanos”, agregó. Chávez, por supuesto, es el emperador que baja el pulgar sobre los pobres e indefensos esclavos. Pero la historia también alcanzó a Cristina Kirchner y el conflicto con el campo. “Fue este mismo conflicto –continuó el ex presidente salvadoreño– el que vi el martes pasado aquí en Argentina. Como en Atenas, no había líderes visibles, ni grandes terratenientes en la Plaza de Mayo. Sólo individuos.” Hurtado, el enviado de Quito, prefirió presentar sus respetos a Estados Unidos, antes que seguir gastando saliva en Chávez. Fue el único de todo el Seminario que se animó a elogiar el Consenso de Washington, un tema tabú incluso entre la derecha neoliberal. “Hay que profundizar las reformas económicas”, agregó y se ganó su primera y única lluvia de aplausos. Su valentía fue tal que el propio Roger Noriega, el ex hombre del Departamento de Estado para la región, se lo agradeció horas después en su charla.

La nota diferente la dio el ex presidente uruguayo. Lacalle, haciendo gala de su soltura y su estilo irreverente, no dio demasiadas vueltas y dijo lo que había venido a decir. “El derecho a protestar vale tanto como el derecho a circular por las calles y –si me lo permiten– por los puentes internacionales”, señaló y antes que pudiera terminar la frase los aplausos lo callaron. Después de varios intentos por volver a hablar, el ex mandatario blanco cortó en seco la alegría de los liberales argentinos. “Y por eso creo que se comete un error al cortar las rutas. No se puede hacer valer un derecho sobre otro, nunca”, dijo, provocando apenas un aplauso lejano. Todo el auditorio se dio vuelta buscando al traidor, que inmediatamente abandonó su acto de rebelión. Después del momento incómodo, Lacalle pasó a criticar el Mercosur y la política de derechos humanos del presidente Tabaré Vázquez. La paz y el liberalismo volvían a reinar en la sala.

La derecha contraataca



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Por Atilio A. Boron

El aquelarre que tiene lugar en Rosario congrega a las figuras estelares del pensamiento y la praxis de la derecha. Su objetivo: relanzar, a escala continental, una fuerza conservadora que ponga coto a los avances de la izquierda en América latina y que instaló en fechas recientes gobiernos como los de Venezuela, Bolivia y Ecuador u otros –como los de Argentina, Brasil, Chile, República Dominicana y Uruguay–, donde la voluntad transformadora del electorado fue malversada por gobernantes que en un súbito ataque de racionalidad abandonaron sus arcaicas consignas “populistas” y “estatistas” y se reconciliaron con el libre mercado, la inversión extranjera y el liderazgo norteamericano manteniendo o profundizando las políticas del Consenso de Washington instaladas por sus predecesores.

Entre las luminarias del intelecto sobresalen los nombres de los tres autores de El regreso del idiota (publicado al año pasado en la Argentina), nueva contribución del trío que, hace once años, perpetrara el célebre Manual del perfecto idiota latinoamericano: un catálogo de trivialidades, mentiras y falacias sobre las causas del subdesarrollo en nuestros países y que, según el incisivo análisis de estos autores, obedece a la enfermiza afición de los latinoamericanos al estatismo y al caudillismo. Sus autores, Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Alvaro Vargas Llosa plasmaron un engendro, prologado por Mario Vargas Llosa, que demuestra irrefutablemente que la derecha es incapaz de producir ideas y que su discurso no logra trascender el plano de las ocurrencias, el grado más elemental y primario de la intelección. En línea con su antecesor, el nuevo libro es un destilado de prejuicios, estereotipos y lugares comunes urdidos por mentes exhaustas y estériles. Sería una empresa condenada al fracaso tratar de hallar en sus páginas un sofisticado argumento teórico en defensa del neoliberalismo al estilo de los que plasmaran Friedrich von Hayek, Ludwig von Mises o un Karl Popper. Lo que hay, en cambio, es un amontonamiento de ocurrencias sólo aptas para alimentar los espíritus más retrógrados y recalcitrantes y un profundo desprecio hacia lo que en el ámbito científico se conoce como la “evidencia”, es decir, el respaldo que los datos de la experiencia le confieren a un argumento teórico.

La tesis central del libro reproduce la vulgata neoliberal según la cual el camino al desarrollo pasa por el libre comercio y las políticas de libre cambio. A lo largo de sus páginas el desprecio por los más elementales datos de la historia económica de los capitalismos industrializados es alucinante. ¿Por qué? Una hipótesis, la más benévola, diría que esto se debe a la ofuscación que se desprende de su adhesión a las supersticiones del neoliberalismo. Aquélla los induce a desconocer que los países desarrollados llegaron a esa condición siguiendo políticas que nada, absolutamente nada, tuvieron que ver con el libre comercio. Gran Bretaña fue ultraproteccionista y su Estado fuertemente intervencionista hasta que su indisputada primacía en el mercado mundial, al promediar el siglo XIX, la hizo comenzar a predicar el librecambio para las demás naciones, consciente de que sería ella la única llamada a beneficiarse con la naciente división internacional del trabajo. No fue muy diferente la historia del desarrollo económico de los Estados Unidos. Uno de los “padres fundadores” de la nación norteamericana, su primer secretario del Tesoro y redactor de los influyentes Papeles del Federalista fue Alexander Hamilton. Este no sólo consolidó las deudas internas y externas originadas por la Guerra de la Independencia sino que, desoyendo con dos siglos de anticipación las imbecilidades de los idiotas pluscuamperfectos que hoy predican el evangelio neoliberal, promovió la creación de un banco central y con subsidios y aranceles proteccionistas impulsó el desarrollo industrial de su país. Subsidios y aranceles proteccionistas cuya vigencia se extiende hasta el día de hoy, tanto en los Estados Unidos como en Europa, mal que les pese a los autores del panfleto y a quienes aconsejan a nuestros pueblos abandonar esas políticas.

Pero, ¿puede el fanatismo llegar tan lejos como para desconocer lo que un simple aficionado a la historia económica sabe de memoria? No, y por eso hay una segunda hipótesis mucho menos benévola para con el trío que por estos días nos visita. Estos autores, así como los demás que se reúnen en Rosario en un vano intento de eclipsar con las potentes luces de sus mentes el octogésimo aniversario del nacimiento del Che, son parte del enorme ejército de intelectuales orgánicos del imperio cuya estratégica misión es construir e inculcar en nuestras sociedades una versión falsa de la historia y la realidad actual. En otras palabras, fabricar el clima ideológico requerido para favorecer la emergencia de fuerzas políticas conservadoras aptas para capturar el apoyo de una ciudadanía meticulosamente desinformada por los medios de comunicación que controla el gran capital y preservar la hegemonía de los intereses del imperialismo y sus clases aliadas en la periferia. Agotada, por ahora, la vía del golpe militar, la derecha se lanzó hace décadas y con bastante éxito a la conquista de las conciencias. Sus intelectuales no son tan ignorantes como parecen sino que hacen su trabajo: engañar al común tergiversando la información, diseminando verdades a medias que ocultan sus mentiras y amordazando con guante blanco (mientras no sea necesario un recurso más contundente) el pensamiento crítico. Al cabo de esta noble labor reciben espléndidas recompensas en dinero, influencia, prestigio y todo el reconocimiento “oficial” que les otorga el aparato mass-mediático del capital y que convierte sus voces en la fuente de toda sabiduría y sensatez. Llegan a Rosario para coordinar sus esfuerzos y potenciar su gravitación ideológica y política en el seno de nuestras sociedades