Tanque australiano, palangana y cucharita
La concentración de la tierra. El Grito de Alcorta. La F100 modelo 81. La autocrítica K. Quiénes ganan en el campo.
Maximiliano Montenegro22.03.2008
“Existen las oligarquías y existen los terratenientes, pero no están en la ruta”, dijo esta semana Eduardo Buzzi, titular de la Federación Agraria Argentina.
(Aclaración de la Biblioteca Paco Urondo: A este artículo, lo precede un extenso trabajo que sí da cuenta las razones por que la Federación Agraria Argentina está auto-incluída en los piquetes "del campo" cortando rutas)
Un documento de la entidad, elaborado por Ana Moresco y Luciana Soumoulu (“Ante el necesario debate de la democratización de la tierra”) explica, sobre la base de datos del Censo Agropecuario 2002 (último disponible), que no hay un único campo:
Completemos el cuadro con datos del mismo censo. El 69% de las explotaciones agropecuarias del país tiene menos de 200 hectáreas, pero sólo representan el tres por ciento de la superficie total. En el otro extremo, el 10% de las explotaciones, con más de 1.000 hectáreas, acaparan el 78% de la superficie.
En Argentina perdura una brutal concentración de la propiedad (y del uso) de la tierra. Y, como sostienen las investigadoras de FAA, esa concentración se aceleró desde principios de los noventa: “En 2002 fueron censadas 317.816 explotaciones agropecuarias, 100.000 establecimientos menos que en el censo anterior, de 1988”.
Grito de Alcorta. La Federación Agraria nació en 1912 con el llamado Grito de Alcorta, una rebelión de los pequeños chacareros, inmigrantes dedicados a la agricultura, que se levantaron contra la oligarquía terrateniente que les imponía leoninos contratos de arrendamiento. A diferencia de Estados Unidos, los más de tres millones de inmigrantes europeos llegados al país –desde la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX– tuvieron que contentarse con arrendar parcelas a un puñado de familias tradicionales que se había repartido el territorio desde la época de la Colonia hasta la expansión de la frontera agropecuaria con la denominada Conquista del Desierto.
Una sucesión de malas cosechas había dejado a los agricultores de la pampa gringa en una situación muy precaria, “pero fue la formidable cosecha de 1912 la que motivó el repentino salto de conciencia, al comprobarse que luego de pagar las deudas nada quedaba en los bolsillos”, cuentan los documentos institucionales de la Federación. La huelga estalló en la Sociedad Italiana de Alcorta, al Sur de Santa Fe, pero se propagó en toda la región. Las crónicas de la propia FAA hablan de las balas de la “oligarquía asesina” ante las que cayeron dirigentes agrarios anarquistas (también había socialistas) y el abogado Francisco Negri, quien impulsó la organización gremial.
Casi un siglo después, son muy pocos los chacareros que se reconocen como socialistas. Pero su dirigencia actual reivindica la lucha por la “democratización” del suelo. Y, a diferencia de entidades como la SRA o Carbap, que enarbolan un discurso ultraliberal y conservador, reclama una intervención estatal mucho más activa para poner freno al proceso concentrador y diversificar cultivos.
¿Por qué están entonces juntos en la protesta la Federación Agraria y la Sociedad Rural? La respuesta es simple: por culpa del Gobierno.
F100 modelo 81. “No cuestionamos las retenciones en sí.
Pero con esta suba igual para todos, los grandes de la Sociedad Rural protestan porque no van a ganar tanto como antes. Y nosotros peleamos por nuestra superviviencia. Nos ponen contra el alambrado”, dice Silvio Corti, un gringo de 30 años, que trabaja la explotación familiar de 18 hectáreas en San Pedro. Diez hectáreas están alfombradas de soja (“sacamos los duraznos, porque las cuentas no daban”) y en las otras ocho resisten los naranjos. Corti, directivo de FAA, es la quinta generación en el mismo campo. Su parque automotor es una “chata” Ford (F 100) modelo 81 y un Taunus, un clásico. Los pequeños chacareros enfrentan costos más elevados: “Imaginate lo que tengo que esperar para que entren con la máquina a levantarme la consecha, por ahí zafo cuando van de paso a algún establecimiento grande”. Y tampoco tiene posibilidades de expandirse: “Antes arrendábamos unas 20 hectáreas enfrente, pero los grandes pool de siembra, desesperados por conseguir tierras inflan tanto los precios del alquiler que, si no tenés escala, son prohibitivos”.
Archívese. A fines del año pasado, la FAA llevó al ex ministro de Economía Miguel Peirano una propuesta de “retenciones segmentadas” a la soja por volumen de cosecha. Según los registros de la Oncca, hay 74.115 productores registrados en la venta de soja. Pero 30.583 establecimientos producen hasta 60 toneladas al año, son explotaciones de 20 a 25 hectáreas, y representaron menos del 4% del total de la cosecha del año pasado. Si se agrupa a todas las explotaciones de hasta 1.500 toneladas/año, se tiene al 96% de los establecimientos, que levantaron el 40% de la cosecha. En el otro extremo, sólo 2.817 explotaciones acapararon el 60% de la producción sojera.
La propuesta era que para las explotaciones de hasta 1.500 toneladas año se aplicara una retención del 15%; de 1.500 a 3.000 toneladas la retención sería del 20%. Y para más de 3.000 toneladas, 50% de retención, siendo estos campos de más de 1.000 hectáreas.
Hasta los últimos anuncios, las retenciones a la soja eran del 35% para todos. Con el esquema diferenciado de la Federación Agraria se podía recaudar 300 millones de dólares adicionales.
En la entidad dicen que el formulario 1.116 que presentan los productores ante acopiadores y cooperativas podría servir para controlar una liquidación impositiva integral. Es más, sugerían cobrarles a todos la retención del 50% y a las 48 horas, por CBU, devolverle los 35 puntos restantes a los pequeños productores.
Peirano contestó que le interesaba, pero renunció a la semana. La propuesta nunca más fue considerada en Economía.
Autocrítica K.“Con estos niveles de precios internacionales la suba de las retenciones eran inevitables. Pero es increíble que se hayan implementado así”, afirma un economista con acceso a Kirchner. “Buzzi es el único tipo afín que tenés en el campo y, en lugar de facilitarle las cosas, lo mandás al muere. Si no se pone al frente de la protesta en la ruta, lo prenden fuego”, agrega. El economista K desconfía de las alícuotas diferenciales, porque, dice, son difíciles de controlar para el fisco. Cree que se puede alcanzar el mismo resultado con una buena política de reintegros a los chacareros. Y reconoce que “así como se lanzó la medida, fomentás la concentración agrícola”.
De lo que está convencido es que estas cosas se discuten previamente: “Antes del anuncio te tenés que sentar y ofrecer el dulce, los programas agropecuarios, los fondos compensadores”. Otro “amortiguador político” que el Gobierno no previó desde el inicio fue explicitar el destino de los fondos: sea un plan de infraestructura vial para el agro o la reconstrucción del sistema ferroviario.
Palangana vs. cucharita. Eduardo Ascuy Ameghino, director del Centro de Estudios Agrarios de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, sostiene que con la suba de los precios internacionales de los últimos años todos en el campo ganaron plata. Pero aclara que a la lluvia de prosperidad “algunos la juntan en palangana y otros en cucharita”.
Indentifica tres grandes actores en la cúspide de la pirámide: la vieja oligarquía terrateniente, los nuevos capitalistas del agro y los llamados pool de siembra.
Ascuy coincide en que en un contexto de concentración de la propiedad y del uso de la tierra, la suba general de retenciones acelera el proceso. “Las retenciones suben a todos por igual, lo mismo que los costos en dólares. Pero frente a los chacareros que están más apretados, los grandes con espaldas tienen vía libre para avanzar”, advierte.
Cita como ejemplo el caso de Cresud, la compañía agropecuaria del Grupo Elsztain. Esta semana anunció que ampliaba el capital entre sus socios norteamericanos en 288 millones de dólares con el objetivo de comprar más tierras en la región. “La demanda de lo que producimos es a tan largo plazo que supera la foto del día”, respondió Eduardo Elsztain cuando le preguntaron por la paradoja de buscar fondos para adquirir más tierras una semana después del aumento de las retenciones agrícolas. Cresud ya cuenta con casi 400.000 hectareas propias en el país y va por más.
En un excelente estudio (“Propiedad de la tierra y renta terrateniente a comienzos del siglo XXI”, Revista de Estudios Agrarios número 26, noviembre de 2007) Ascuy Ameghino lista a 30 de los mayores jugadores del campo. Además de Cresud se destacan los siguientes:
Con ellos conviven Amalia Lacroze de Fortabat (140.000 hectáreas, la mayor parte en Buenos Aires), el ex titular de la UIA, Jorge Blanco Villegas (26.000 hectáreas), el ex industrial Reyes Terrabusi (25.000 hectáreas); las familias tradicionales de la vieja oligarquía y el titular de la SRA, Luciano Miguens, que posee 2.200 hectáreas en la zona más rica de la provicia de Buenos Aires. Siguiendo la teoría del profesor de la UBA, podría decirse que los grandes consorcios del agro no la juntan ni en palagana ni en cucharita. La acumulan en el tanque australiano.
(Aclaración de la Biblioteca Paco Urondo: A este artículo, lo precede un extenso trabajo que sí da cuenta las razones por que la Federación Agraria Argentina está auto-incluída en los piquetes "del campo" cortando rutas)
Un documento de la entidad, elaborado por Ana Moresco y Luciana Soumoulu (“Ante el necesario debate de la democratización de la tierra”) explica, sobre la base de datos del Censo Agropecuario 2002 (último disponible), que no hay un único campo:
- “De los más de 170 millones de hectáreas agropecuarias en todo el país, 74,3 millones están en poder de tan sólo 4.000 dueños. Si se tiene en cuenta que en total en el país hay unos 300.000 productores, apenas 4.000 poseen casi la mitad de la tierra.”
- “En la región pampeana, donde están las tierras más cotizadas, hay 4.110.600 hectáreas en manos de sólo 116 dueños. Esa superficie es equivalente a toda la provincia de Salta.”
Completemos el cuadro con datos del mismo censo. El 69% de las explotaciones agropecuarias del país tiene menos de 200 hectáreas, pero sólo representan el tres por ciento de la superficie total. En el otro extremo, el 10% de las explotaciones, con más de 1.000 hectáreas, acaparan el 78% de la superficie.
En Argentina perdura una brutal concentración de la propiedad (y del uso) de la tierra. Y, como sostienen las investigadoras de FAA, esa concentración se aceleró desde principios de los noventa: “En 2002 fueron censadas 317.816 explotaciones agropecuarias, 100.000 establecimientos menos que en el censo anterior, de 1988”.
Grito de Alcorta. La Federación Agraria nació en 1912 con el llamado Grito de Alcorta, una rebelión de los pequeños chacareros, inmigrantes dedicados a la agricultura, que se levantaron contra la oligarquía terrateniente que les imponía leoninos contratos de arrendamiento. A diferencia de Estados Unidos, los más de tres millones de inmigrantes europeos llegados al país –desde la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX– tuvieron que contentarse con arrendar parcelas a un puñado de familias tradicionales que se había repartido el territorio desde la época de la Colonia hasta la expansión de la frontera agropecuaria con la denominada Conquista del Desierto.
Una sucesión de malas cosechas había dejado a los agricultores de la pampa gringa en una situación muy precaria, “pero fue la formidable cosecha de 1912 la que motivó el repentino salto de conciencia, al comprobarse que luego de pagar las deudas nada quedaba en los bolsillos”, cuentan los documentos institucionales de la Federación. La huelga estalló en la Sociedad Italiana de Alcorta, al Sur de Santa Fe, pero se propagó en toda la región. Las crónicas de la propia FAA hablan de las balas de la “oligarquía asesina” ante las que cayeron dirigentes agrarios anarquistas (también había socialistas) y el abogado Francisco Negri, quien impulsó la organización gremial.
Casi un siglo después, son muy pocos los chacareros que se reconocen como socialistas. Pero su dirigencia actual reivindica la lucha por la “democratización” del suelo. Y, a diferencia de entidades como la SRA o Carbap, que enarbolan un discurso ultraliberal y conservador, reclama una intervención estatal mucho más activa para poner freno al proceso concentrador y diversificar cultivos.
¿Por qué están entonces juntos en la protesta la Federación Agraria y la Sociedad Rural? La respuesta es simple: por culpa del Gobierno.
F100 modelo 81. “No cuestionamos las retenciones en sí.
Pero con esta suba igual para todos, los grandes de la Sociedad Rural protestan porque no van a ganar tanto como antes. Y nosotros peleamos por nuestra superviviencia. Nos ponen contra el alambrado”, dice Silvio Corti, un gringo de 30 años, que trabaja la explotación familiar de 18 hectáreas en San Pedro. Diez hectáreas están alfombradas de soja (“sacamos los duraznos, porque las cuentas no daban”) y en las otras ocho resisten los naranjos. Corti, directivo de FAA, es la quinta generación en el mismo campo. Su parque automotor es una “chata” Ford (F 100) modelo 81 y un Taunus, un clásico. Los pequeños chacareros enfrentan costos más elevados: “Imaginate lo que tengo que esperar para que entren con la máquina a levantarme la consecha, por ahí zafo cuando van de paso a algún establecimiento grande”. Y tampoco tiene posibilidades de expandirse: “Antes arrendábamos unas 20 hectáreas enfrente, pero los grandes pool de siembra, desesperados por conseguir tierras inflan tanto los precios del alquiler que, si no tenés escala, son prohibitivos”.
Archívese. A fines del año pasado, la FAA llevó al ex ministro de Economía Miguel Peirano una propuesta de “retenciones segmentadas” a la soja por volumen de cosecha. Según los registros de la Oncca, hay 74.115 productores registrados en la venta de soja. Pero 30.583 establecimientos producen hasta 60 toneladas al año, son explotaciones de 20 a 25 hectáreas, y representaron menos del 4% del total de la cosecha del año pasado. Si se agrupa a todas las explotaciones de hasta 1.500 toneladas/año, se tiene al 96% de los establecimientos, que levantaron el 40% de la cosecha. En el otro extremo, sólo 2.817 explotaciones acapararon el 60% de la producción sojera.
La propuesta era que para las explotaciones de hasta 1.500 toneladas año se aplicara una retención del 15%; de 1.500 a 3.000 toneladas la retención sería del 20%. Y para más de 3.000 toneladas, 50% de retención, siendo estos campos de más de 1.000 hectáreas.
Hasta los últimos anuncios, las retenciones a la soja eran del 35% para todos. Con el esquema diferenciado de la Federación Agraria se podía recaudar 300 millones de dólares adicionales.
En la entidad dicen que el formulario 1.116 que presentan los productores ante acopiadores y cooperativas podría servir para controlar una liquidación impositiva integral. Es más, sugerían cobrarles a todos la retención del 50% y a las 48 horas, por CBU, devolverle los 35 puntos restantes a los pequeños productores.
Peirano contestó que le interesaba, pero renunció a la semana. La propuesta nunca más fue considerada en Economía.
Autocrítica K.“Con estos niveles de precios internacionales la suba de las retenciones eran inevitables. Pero es increíble que se hayan implementado así”, afirma un economista con acceso a Kirchner. “Buzzi es el único tipo afín que tenés en el campo y, en lugar de facilitarle las cosas, lo mandás al muere. Si no se pone al frente de la protesta en la ruta, lo prenden fuego”, agrega. El economista K desconfía de las alícuotas diferenciales, porque, dice, son difíciles de controlar para el fisco. Cree que se puede alcanzar el mismo resultado con una buena política de reintegros a los chacareros. Y reconoce que “así como se lanzó la medida, fomentás la concentración agrícola”.
De lo que está convencido es que estas cosas se discuten previamente: “Antes del anuncio te tenés que sentar y ofrecer el dulce, los programas agropecuarios, los fondos compensadores”. Otro “amortiguador político” que el Gobierno no previó desde el inicio fue explicitar el destino de los fondos: sea un plan de infraestructura vial para el agro o la reconstrucción del sistema ferroviario.
Palangana vs. cucharita. Eduardo Ascuy Ameghino, director del Centro de Estudios Agrarios de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, sostiene que con la suba de los precios internacionales de los últimos años todos en el campo ganaron plata. Pero aclara que a la lluvia de prosperidad “algunos la juntan en palangana y otros en cucharita”.
Indentifica tres grandes actores en la cúspide de la pirámide: la vieja oligarquía terrateniente, los nuevos capitalistas del agro y los llamados pool de siembra.
Ascuy coincide en que en un contexto de concentración de la propiedad y del uso de la tierra, la suba general de retenciones acelera el proceso. “Las retenciones suben a todos por igual, lo mismo que los costos en dólares. Pero frente a los chacareros que están más apretados, los grandes con espaldas tienen vía libre para avanzar”, advierte.
Cita como ejemplo el caso de Cresud, la compañía agropecuaria del Grupo Elsztain. Esta semana anunció que ampliaba el capital entre sus socios norteamericanos en 288 millones de dólares con el objetivo de comprar más tierras en la región. “La demanda de lo que producimos es a tan largo plazo que supera la foto del día”, respondió Eduardo Elsztain cuando le preguntaron por la paradoja de buscar fondos para adquirir más tierras una semana después del aumento de las retenciones agrícolas. Cresud ya cuenta con casi 400.000 hectareas propias en el país y va por más.
En un excelente estudio (“Propiedad de la tierra y renta terrateniente a comienzos del siglo XXI”, Revista de Estudios Agrarios número 26, noviembre de 2007) Ascuy Ameghino lista a 30 de los mayores jugadores del campo. Además de Cresud se destacan los siguientes:
- Adecoagro (del Grupo Soros) es propietaria de 200.000 hectáreas.
- Grupo Bemberg: 143.000 hectáreas.
- Grupo Werthein: 100.000 hectáreas en la provincia de Buenos Aires.
- Los Grobo: 17.700 hectáreas propias, y unas 100.000 explotadas bajo arrendamiento.
- LIAG Argentina SA: de origen australiano, tiene unas 120.000 hectáreas propias, con un mínimo de 24.000 hectáreas en agricultura de precisión.
- La Biznaga SA (Ledesma SA): 50.000 hectáreas.
Con ellos conviven Amalia Lacroze de Fortabat (140.000 hectáreas, la mayor parte en Buenos Aires), el ex titular de la UIA, Jorge Blanco Villegas (26.000 hectáreas), el ex industrial Reyes Terrabusi (25.000 hectáreas); las familias tradicionales de la vieja oligarquía y el titular de la SRA, Luciano Miguens, que posee 2.200 hectáreas en la zona más rica de la provicia de Buenos Aires. Siguiendo la teoría del profesor de la UBA, podría decirse que los grandes consorcios del agro no la juntan ni en palagana ni en cucharita. La acumulan en el tanque australiano.