martes, 11 de marzo de 2008

UNA REFLEXIÓN DESDE LA FILOSOFÍA SOBRE UN ITALIANO QUE FUÉ DECLARADO POR LA OLIGARQUÍA CRIOLLA COMO EL ENEMIGO PÚBLICO NÚMERO 1.-

El hijo de la anarquía, Severino Di Giovanni.

Rosas rojas para el anarquista.

Jorge Ermácora.

Filósofo entrerriano, que nos hace llegar como colaboración esta reflexión histórica sobre un sujeto que fué ganado en la memoria por la construcción fantasiosa de un personaje de fábulas.

Si existen hombres que han vivido con pasión, y que han sido víctimas de la tragedia y de una muerte prematura, que se han abrazado a una causa social, política e histórica, y que sus vidas parecen sacadas de una fábula heroica imposible de creer, es seguro que la figura de Severino de Giovanni no queda fuera de mencionado arquetipo.

Lo cierto es que este joven italiano que leía filósofos y escritores revolucionarios es un ejemplo contundente de una vida agitada, madurada por los golpes y el sufrimiento del exilio y el destierro, en donde se manifiesta un profundo convencimiento de la causa que decide abrazar y una increíble coherencia entre el pensamiento y la acción. Si hay algo que conmueve y a la vez paraliza cuando se adentra en la vida de este hombre especial, es la vehemencia con la que se movía en el terreno de la vida práctica guiado por la profunda convicción de sus pensamientos e ideales.

Severino Di Giovanni había nacido en Italia en 1901, de acuerdo con los documentos y fuentes existentes reunidos y consultados en gran parte en le libro “Severino Di Giovanni””El idealista de la violencia” de Osvaldo Bayer[1], muy poco se sabe sobre su niñez. Lo que se sabe es que nació en Chieti el 17 de Marzo de 1901 y que sus padres eran Carmine Di Giovanni y Rosaria Duranti, que tenía cuatro hermanos dos varones y dos mujeres, de los cuales un varón se fue a Francia y el otro junto a sus dos hermanas quedaron en Italia. Severino de Giovanni llega a Buenos Aires en 1923 casado con Teresa Masciulli y su hija Laura, luego de un viaje de ida y vuelta de Italia a Brasil. Ya en Buenos Aires nacerán sus otros dos hijos Aurora e Ilvo, y el joven anarquista va a conquistar la vida de la joven estudiante América Scarfó y los ideales de su hermano Paulino desgarrando el seno de una familia.

Una vez que Severino Di Giovanni se ha establecido en la Ciudad de Buenos Aires, comenzará a trazar la historia de una vida que conocida en profundidad no tiene parangón alguno, sobre todo, desde 1925 a principios de 1931 cuando finalmente es fusilado. Incontables amigos ácratas, entre ellos, José Romano, Aldo Aguzzi, Paulino Scarfó, Humberto Lacncioti, Silvio Astolfi, Miguel Arcángel Roscigna, etc. Seguidas colaboraciones en periódicos y revistas de agrupaciones anarquistas, cartas, panfletos, opúsculos, etc. Intercambio epistolar y contacto con personalidades internacionales del pensamiento anarquista Luigi Fabbri, Errico Malatesta, Diego Abad de Santillán, Buenaventura Durruti, Hugo Treni, etc. Fundación de revistas propias con gran tirada, montaje de imprenta propio y publicación de libros. Utilización de fondos económicos provenientes de las ganancias de venta de revistas y materiales afines y asaltos expropiadores para ayudar a compañeros víctimas del terrorismo de Estado y del capitalismo salvaje. Persecuciones policiales a la salida de bancos y asaltos, y en intentos por liberar compañeros caídos en prisión. Enfrentamientos cara a cara con el enemigo, venganzas y ajustes de cuentas. Identificación del enemigo, acorralamiento, torturas y fusilamientos. Todo esto obviando otros acontecimientos importantes, pero teniendo en cuenta el desarrollo de un lustro tan intenso como la historia de amor que transcurre paralelamente entre Severino Di Giovanni y América Scarfó, que da a la vida de estos dos amantes rebeldes un clima de romanticismo imperecedero.

La causa y la personalidad de Severino Di Giovanni fueron tergiversadas, insultadas, incomprendidas, olvidadas, desfiguradas, y sepultadas por la conciencia “sacro santificada” de sus asesinos y las subsiguientes generaciones de burgueses aliados con el catolicismo. Hasta hoy la figura de este hombre sigue siendo confusa e incomprendida, y debemos a Osvaldo Bayer y a su impecable trabajo de recuperación, que la figura de Severino Di Giovanni no sea la del íncubo social que la sociedad opulenta había confiado al tártaro.

Pero las preguntas que debemos formular, para llegar a una interpretación justa de la personalidad y comportamiento de Severino Di Giovanni, para escapar al rótulo de hombre endemoniado que pacta con el diablo, son las siguientes: ¿Por qué un hombre se define como anarquista? ¿Por qué un hombre está decidido a poner su vida en juego cuando podría olvidar todo y llevar una vida más simple y tranquila? ¿Por qué nadie se preguntó que significa “viva la anarquía” cuando el rebelde italiano lo gritó antes de ser alcanzado por los plomos de los fusiles que ponían fin a su vida?

El rótulo de delincuente ya lo condenaba, no hay nada que preguntar, ni que pensar, o entender, se trata de un reo que paga a la sociedad con la misma moneda: sangre y muerte. Esto es mucho más simple y “espectacular”, puesto que su fusilamiento fue un espectáculo social, que tratar de comprender que significa anarquía, propiedad privada, plusvalía, sociedad, estado, familia, capitalismo, burguesía, política, economía, justicia social, sistema educativo, revolución, etc. Es más sencillo comprender la vida de un hombre cuando ha sido victima de la fábula que intentar politizar su personalidad.

Sin embargo, detrás de ese cuerpo que yacía inclinado y horadado por los plomos, que ya no respiraba, quedaba oculto el deseo de un hombre que continuamente armaba su biblioteca, que siempre era saqueada por los enemigos de la cultura, con autores como Reclus, Malatesta, Bakunin, Nietzsche, etc. Quedaba en secreto la vida de un hombre que marchaba de imprenta en imprenta, preocupado por sus escritos y por los de otros, un hombre que se proponía publicar obras completas de escritos sociales, en fin, un anarquista, un intelectual, un hombre que perseguía el objetivo de la libertad, de la justicia social, y de un mundo organizado con una “política” y una economía diferentes, y que para lograrlo iba a poner todo lo que estaba a su alcance, incluso su vida.

Para un anarquista expropiador el hecho de que el Estado legitime la propiedad privada, la plusvalía, el encierro, el poder, la “falsa educación”, etc., es motivo suficiente para considerar que la violencia ejercida desde el Estado contra y sobre el individuo es asimétrica y más violenta que la que puede llevar a cabo un individuo o un grupo contra la Sociedad anquilosada o el Estado opresor. En la brutalidad de la violencia legitimada por parte del Estado descansa el derecho del anarquista expropiador por recuperar aquello que individualmente y socialmente ya le ha sido robado.

Severino Di Giovanni sabía muy bien que con el Estado no se podía negociar, de hecho la experiencia histórica del marxismo hasta ahí lo demostraba. Si bien para él es impensable la teoría sin la práctica dentro del Anarquismo auténtico, es en esta última donde se juega la esencia del movimiento revolucionario del anarquismo, es en la praxis del anarquista expropiador donde la teoría cobra sentido y donde un anarquista es decididamente auténtico y libertario.

Di Giovanni pensaba en una “organización social” donde las voluntades no fueran coaccionadas.[2] “¡Cómo sueño a veces con un mundo todo en armonía: cada tendencia basada en su propia iniciativa, sin jamás chocar, sin jamás humillarse, para ser más fuerte en el mañana, cuando debamos correr todos hacia la gran batalla de la Revolución! Pero son todos sueños.”[3]

Para el anarquista que él era, estaba más que claro que hay que organizar no por fuera del Estado, sino primeramente, hacer caer el Estado, para luego poder pensar y organizar la economía, la “política”, la educación, la salud, y el resto de los sistemas e instituciones sociales de una manera donde la libertad sea la primacía y en donde voluntad coincida con libertad, esto es: los sistemas sociales y las instituciones representados por la voluntad libre y no detentados por la burocratización del Estado.

El problema central para el anarquista, es que la vida social y la circulación civil se hunden en la cotidianidad más anónima, absolutamente desposeídas y despatriadas de las cuestiones estatales, y en un preocupante desinterés de las relaciones políticas y éticas que se dan en las instituciones y en las relaciones humanas. Así, la campaña, la propaganda, y la “charla”, son una de las formas con que los anarquistas trataron de emancipar el anquilosamiento social y la conciencia reificada del individuo “atrapado” por el fetichismo del dinero y de la sociedad “parasitaria” de la mercancía.

Es en este marco de complejidad social donde al individuo no le resulta extraño y en donde tampoco comprende que significa “propiedad privada” y “plusvalía,” puesto que el Estado se encarga de reproducir y cubrir su robo con el diseño de un “sistema educativo” que retroalimenta la maquinaria de producción de capital opresor.

¿Cómo pensar en una sociedad justa, donde la libertad y la equidad estén presentes en la voluntad del pueblo, si el Estado mismo es quien legitima la “propiedad privada” y la “plusvalía,” y la brutal asimetría que en toda las facetas sociales se manifiestan a partir de la sistematización de las mismas?

Expropiar no significa solamente para el anarquista tomar por la fuerza las diversas mercancías que se acumularon dentro de una propiedad privada gracias a la estructuración de un sistema económico y político que así lo hace posible, sino también, hacer saber al apropiador, que la forma en la que fue obtenida la riqueza como mercancía y dinero es un robo legitimado por el Estado, y como tal, que expropiar significa: devolver el dinero a su dueño y la mercancía a quien la ha producido.

Así, en el caso de Severino Di Giovanni, -- como en otros anarquistas expropiadores, y también en intelectuales que denuncian desde el Socialismo, el Comunismo, el Marxismo ortodoxo y demás, el robo legitimado y sistemático del Estado capitalista liberal a partir del aparato burocratizado de la plusvalía y la propiedad privada sobre la sociedad civil-- vemos, en primera línea y como argumento esencial, que lo que mueve a tal crítica y denuncia es un posicionamiento moral.

Lo que lleva a Di Giovanni a criticar, cuestionar, y denunciar, desde la teoría, y a tomar medidas en la praxis, contra el Estado totalizador de las injusticias reinantes, es una posición “política y ética”. Para Severino Di Giovanni, antes de la seguridad de la propiedad privada, de un trabajo sólido, y de un destino personal asegurado, está la obligación y la preocupación por la voluntad de un pueblo libre y por la equidad y el bienestar de todos. No se puede pensar en una sociedad justa y libre si se parte del robo y de la opresión. No se puede construir una sociedad justa y libre, si el ciudadano civil fue despolitizado y privado de sus relaciones morales.

Por esto, la acción de Di Giovanni como anarquista, va desde repartir un volante que define la ideología, pasa por un ajuste de cuenta ideológico con otro militante[4], hasta la colocación de una bomba casera en un sitio público[5] para dar con un enemigo concreto. Existe en Di Giovanni un convencimiento absoluto de la causa que decide abrazar y defender, y una relación directa y consecuente en su forma práctica de militar y actuar.

Como resultado de sus métodos de “acción” que en varias oportunidades terminaron con la vida de transeúntes inocentes y uniformados, y debido que junto a Juan Bautista Vairoleto y David Peralta (mate cosido)[6], fueron los hombres más buscados en la Argentina en las “décadas del veinte y del treinta”, se ha construido en su derredor una atmósfera de leyenda y mitología que ha contribuido por un lado, a que su figura trascienda, pero por otro, a que su personalidad fuera despolitizada y entendida en términos fabulosos. Este último hecho es tan lamentable en el caso de Severino Di Giovanni, puesto que toda su vida y su personalidad, y específicamente su ideología dentro del anarquismo, solamente pueden ser interpretadas y comprendidas en relación a la teoría política.

El primero de febrero de 1931 Severino Di Giovanni y Paulino Scarfó son fusilados en Buenos Aires por la dictadura de Uriburu. De esta manera, el anarquismo recibe un golpe tan duro como lo fue el del caso de Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti.[7] De aquí y hasta la Guerra Civil española en 1936 con la muerte de Buenaventura Durruti,[8] y pasando por un declive del anarquismo y sus rebeliones en Norteamérica, Italia, España, Francia, Rusia, y la Argentina, la historia para el movimiento anarquista se va a ir cerrando paulatinamente.

Sin embargo, la muerte del anarquismo es un tema de debate más allá de los conceptos, problemas y teorías, y de la realidad sustancial viva del anarquismo. Pero la realidad y muerte de este anarquista, la de Severino Di Giovanni, como personaje histórico concreto fueron adulteradas, contaminadas, y en esas circunstancias “enterradas”. Rescatar del olvido y con profunda objetividad, la vida y personalidad de este hombre fusilado en 1931, es la tarea de la conciencia y memoria histórica, que no puede ser legítima y auténtica hasta que la última gota de verdad haya llegado al lugar que le corresponde.

Así, el pueblo dio a la historia que reivindica con justicia, el lugar de autenticidad, y para este anarquista que dejo la vida, unas cuantas rosas rojas.

“¿Claudicar? Ni siquiera cuando –al final del camino—sin ninguna salida de salvación, me encuentre delante de la muralla de la muerte…”[9]

Severino Di Giovanni, (31-12-29).


1.-) Notable estudio biográfico de obligada lectura sobre Severino Di Giovanni, de una calidad incomparable por el trabajo infatigable del historiador Osvaldo Bayer que reúne, consulta y cita una bastedad de documentos y fuentes extraordinarias sobre las que realiza una interpretación tan profunda, como objetiva y justa.

2.-)Se puede reconstruir el pensamiento de Di Giovanni a partir de su correspondencia y sus escritos, que difundían la propaganda anarquista en volantes y en sus propias revistas.

3.-)BAYER, Osvaldo.”Severino Di Giovanni.” “El idealista de la violencia”. Booket, BsAs, 2006. p, 277.

4.-)Referencia al caso tan polémico de Emilio López Arango.

5.-)No se trata de una apología del proceder del anarquista expropiador. Este es un tema que lleva a la polémica y que debe ser analizado en el marco del contexto social que corresponde.

6.-)Juan Bautista Vairoleto y David Peralta alias “mate cosido”, son los “bandidos rurales” más famosos de la Argentina, buscados a diferencia de Di Giovanni también en la década del treinta. El primero operó en la zona sur del territorio, sobre todo en la Pampa, mientras que el segundo lo hizo en el norte, en la zona de Chaco. Sobre ambos existe bibliografía disponible y muy buena, parte de ella está citada al final de este ensayo.

7.-)Referencia al caso legendario y polémico dentro del anarquismo de Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzzeti, inmigrantes italianos y anarquistas que fueron ejecutados en 1927 en Norteamérica.

8.-)El indiscutible líder anarquista español Buenaventura Durruti, muerto en circunstancias no esclarecidas durante la Guerra Civil española en 1936.

9.-)BAYER, Osvaldo. “Severino Di Giovanni”. “El idealista de la violencia”. Booket, BsAs, 2006. p, 121.

BIBLIOGRAFÍA.

BAYER, Osvaldo. “Severino Di Giovanni”. “El idealista de la violencia”. Booket, BsAs, 2006.

BAYER, Osvaldo. “Los anarquistas expropiadores”. “Y otros relatos”. Booket, BsAs, 2007.

GUÉRIN, Daniel. “El anarquismo”. Utopía libertaria, BsAs, 2004.

RUBIANO, Néstor. “Más allá de la frontera…Vairoleto”. “Historia y leyenda de un bandolero”. Corregidor, BsAs, 2004.