lunes, 28 de abril de 2008

La muerte del primer héroe obrero del 1º de mayo argentino: Juan Ocampo, marinero, de apenas 18 años, no lo recuerda ni una piedra en Argentina.-

Querido Osvaldo, quédate tranquilo, al menos en parte, que a JUAN OCAMPO lo recordaremos nosotros este 1ero. de Mayo.-
Biblioteca Paco Urondo

Tierra y trabajo

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Por Osvaldo Bayer

¿Son las fantasías que tiene la realidad o es que a la historia hay que mirarla con ironía? Por ejemplo, esa Italia que fue capaz de enviarnos, hace más de un siglo, pensadores tan profundos como Malatesta y Pietro Gori, que nos hablaban que ya ahí, a la puerta, estaba esperándonos el socialismo en libertad por la decisión de todos; o ese Antonio Gramsci, muerto en la cárcel, convencido de que el marxismo era una unidad de teoría y práctica y arma definitiva del proceder revolucionario del movimiento obrero, sí, esa misma Italia acaba de elegir entusiasmada a Berlusconi. Berlusco.

En 1904, el barrio de La Boca había elegido al primer diputado socialista de América, nada menos que a Alfredo L. Palacios. Y justo ese mismo año, el 1º de mayo de 1904, los anarquistas reunieron allí setenta mil obreros para conmemorar el Día de los Trabajadores. Hoy, La Boca reúne ese número de gente cuando Boca Juniors juega con River Plate. Sí, setenta mil obreros en 1904, pese a la represión de Julio Argentino Roca, a palo limpio y disparos de Remington, que ocasionaron la muerte del primer héroe obrero del 1º de mayo argentino: Juan Ocampo, marinero, de apenas 18 años. A Juan Ocampo no lo recuerda ni una piedra en ningún rincón argentino, pero Roca tiene 36 monumentos argentinos.


Y Macri acaba de levantar la figura de ese Roca, genocida de los pueblos originarios, en un discurso muy aplaudido.

De todas estas galas floridas y tornasoladas de la historia humana extraemos una que tiene que ver con la actualidad argentina. Se refiere a la Federación Agraria Argentina. Dos momentos. Primero, 1912, el grito de Alcorta. Cansados hasta el hartazgo de la explotación a que eran sometidos los chacareros por los terratenientes y los intermediarios, aquéllos se levantan y dicen basta. Emplean la misma arma que los obreros industriales, del transporte y todos los trabajadores dependientes: la huelga. Por supuesto que la prensa de entonces y de siempre califica a esta lucha como “una agitación artificial provocada por elementos extraños”. Los chacareros debían entregar al terrateniente treinta o cuarenta por ciento de sus productos y alquilar para las trillas sólo las máquinas de los señores de la tierra. Además, debían venderle su trabajo al precio que le fijaran ellos.

Cuando se inicia su huelga, los chacareros invitan a los sindicatos obreros a una reunión y la central obrera designa al gráfico –legendario dirigente– Sebastián Marotta para representarla. Allí Marotta le dice a los chacareros que deben salir de la situación en que se encuentran: es decir, que ellos, los colonos, no son ni “asalariados ni capitalistas” y los aconseja pasar a ser asalariados netos, obligando así a los patronos a “administrar sus tierras con el fin de que cargaran con todas las peripecias de las malas cosechas”. Tiempo después, Marotta escribiría: “Pensaba ilusoriamente que debía convencerse a los colonos, por vía de la propaganda, que una vez convertidos en asalariados, su lucha, desde el punto de vista de su nueva condición social, sí podía reportarles mejoras efectivas, tal como la rebaja de las horas de trabajo, preparándolos por la capacitación para su emancipación, expropiando de manos del capitalista la tierra y hacerla propiedad de todos”.

Si Marotta hoy viviera hubiera visto que la Federación Agraria hizo todo lo contrario a lo que él les proponía. Se alió con la Sociedad Rural, es decir, con los dueños de la tierra en el reciente lockout patronal del presente argentino.

La tierra. Los argentinos cantamos desde hace 95 años el “ved en trono a la noble igualdad”. Y los Martínez de Hoz, los Anchorena y los Luro siguen teniendo las pampas inmensas que les regaló Roca hace 130 años. Porque acaba de producirse el episodio de Tiófila Videla, puestera en el oeste pampeano, desde hace décadas y desde hace generaciones en ese lugar. Ella es criancera, en el idioma de esas llanuras. Bien, pero ahora se ha presentado el abogado Héctor de la Iglesia a reclamar su desalojo. Porque de pronto hay un dueño. Ante las protestas de Tiófila, el “comprensivo” abogado le dijo que la esperaría sesenta días y además movería sus “contactos” en la provincia para conseguirle una vivienda en otro lugar. Por el momento, la causa está parada, pero Malut, el Movimiento de Luchadores por la Tierra, va a seguir luchando para que se pare el desalojo de esa auténtica hija del campo. Porque más vale la vida y el trabajo que un papel fabricado en algún escalón burocrático. Malut ha señalado que apoyará siempre a los “pobladores ancestrales” y que los “puesteros son los legítimos pobladores de las tierras pampeanas”. Pensar que hace un siglo y medio los anarquistas surcaron los caminos al grito de “Tierra y Libertad”. Y hoy triunfan los burócratas por “contactos”.

Sí, los jornaleros de los campos gritaban “Tierra y Libertad”, y ese grito vale hoy para los seis campesinos paraguayos presos desde hace dos años en cárceles argentinas por el pedido de extradición del gobierno paraguayo. El pretexto de la Justicia argentina es que Paraguay es un “estado de derecho” y su pedido, por lo tanto, es legítimo. ¿Estado de derecho un gobierno que ha pisoteado siempre hasta los más mínimos derechos de defensa de los perseguidos políticos? Es como en tiempos de Isabel Perón, que se decía era un estado de derecho, con las Tres A. Ojalá muy pronto el nuevo presidente paraguayo Fernando Lugo, con su empuje hacia la verdadera democracia, solucione definitivamente este drama que la Justicia argentina no ha sido capaz de resolver.

El grito de “Tierra y Libertad” de los campos fue convertido en “Trabajo y Libertad” por los proletarios de las ciudades. Vayamos ahora a nuestras ciudades.

En La Plata se ha producido el caso Mafissa. Los obreros de esa fábrica acaban de sufrir una represión brutal y absolutamente desmedida.

Los conflictos del trabajo deben resolverse siempre en el diálogo entre partes y el Estado y la Justicia deben actuar como mediadores, pero mediadores que se preocupen principalmente por solucionar los problemas de trabajo de quienes tienen que alimentar a sus jóvenes familias. Esa debe ser la verdadera democracia. No, ante el despido repentino de personal, los obreros ocuparon la fábrica y la Justicia ordenó reprimir enviando 700 efectivos policiales –sí, tal cual, las filmaciones y fotos no nos dejan mentir–, con caballería, el grupo “Halcón”, helicópteros, tropas de asalto y toda la parafernalia. Durante 25 minutos los uniformados dispararon balazos de goma y gases lacrimógenos. Desalojaron la fábrica y se llevaron a dieciocho defensores del derecho al trabajo. Los trataron bajo condiciones humillantes: fueron a parar a calabozos en las comisarías junto a presos comunes, estuvieron más de 12 horas esposados y los llevaron a lugares de detención a cien kilómetros de sus hogares. Algunos sufrieron magulladuras. La Justicia, por supuesto, les inició juicio a los que defendían el derecho al trabajo y no a quienes ejercieron el poder del que posee el dinero. Los 18 obreros están acusados de “coacción agravada, violación a la propiedad privada y portación de armas tumberas”. Esto último es risible, porque se trató de juguetes y de una gomera que habían llevado los chicos, ya que durante la ocupación se hicieron muchas reuniones de familias enteras que acompañaron a sus padres obreros. Las familias de los despedidos no tienen ninguna entrada, de manera que han tenido que salir a trabajar las mujeres y los hijos adolescentes. Ellas se han unido y han hecho acampes frente a la casa de gobierno en La Plata. Una de ellas me dice: “Vamos a seguir luchando con nuestros maridos hasta que se haga justicia, no queremos que nuestros hijos tengan que ir a juntar cartones en este país lleno de riquezas”.

Como ciudadano argentino pediría a los responsables del Gobierno y la Justicia que nombren a una comisión de neutrales para que analice esta situación de increíble injusticia, que se elabore un informe y que se trate de defender lo que más vale en una sociedad: el derecho al trabajo. Nada más. Y que los responsables vayan pensando en que la salida más democrática es propender a las cooperativas laborales y no a la dependencia de un dueño de todo, de la propiedad y las influencias. El caso Mafissa es típico de capitalismo medieval que hay que saber contener en una democracia.

Porque hablemos del dueño de ese establecimiento petroquímico que elabora fibras sintéticas. Una empresa que contamina el ambiente. Se puede ver en el número de obreros que padecen enfermedades típicas del trabajo insalubre, y también de los muertos como consecuencia de ese trabajo. Además, hay numerosos sordos, porque no se respetan los límites legales de decibeles de los ruidos de las máquinas. ¿Y los inspectores dónde están?

Pero vayamos al dueño, el señor Jorge Curi, propietario del establecimiento. Es autor del libro ¡¡Arriba Argentina!, que es un canto de adulación increíble hacia la dictadura militar, escrito en 1977. Basta leer este párrafo donde se expresa así sobre los desaparecidos: “A los argentinos nos consta que nuestro actual gobierno ha derrotado ampliamente a la subversión y ha obligado a muchos de sus componentes a emigrar a lejanos países donde, bien pertrechados de dinero, descansan y esperan...”. En los archivos de Dipba han aparecido las actas donde esa empresa pide a la policía “la incorporación a la fábrica de tres hombres” (de los servicios) “a quienes se les abonará el salario correspondiente a fin de que se logre identificar al núcleo de personas disolventes”. Así desaparecieron trece obreros de esa empresa. Realidades argentinas: hoy, los mismos dueños han recibido la ayuda de la Justicia y la policía para reprimir el legítimo pedido de las fuerzas representativas obreras.

Después de leer estos documentos salgo a caminar, veo nuestras calles con nostalgia y tristeza. Pienso: se acerca otro Primero de Mayo, Día de los Trabajadores... En 1904 iban cantando setenta mil proletarios, por esas mismas calles, aquel himno que los llenaba de futuro :

Ven. Oh mayo, te esperan las gentes,

Te saludan los trabajadores

Dulce pascua de los productores,

Ven y brille tu espléndido sol

De tiranos del ocio y el oro

Procuremos redimir al mundo

Y al unir nuestro esfuerzo profundo

Lograremos al cabo vencer.


La jornada laboral capitalista y la jornada laboral socialista

Michael A. Lebowitz -Venezuela-

A medida que el primero de mayo se acerca, vale la pena recordar cuatro aspectos sobre ese día:

1. Para l@s trabajador@s el primero de mayo no es la celebración de un día feriado estatal, ni un regalo de él, sino que conmemorara es la lucha —desde abajo— de l@s trabajador@s.

2. Inicialmente, el primero de mayo se centraba en la lucha por una jornada laboral mas corta.

3. La lucha para una jornada laboral mas corta no es una lucha aislada sino la lucha contra la explotación capitalista.

4. La lucha contra la explotación capitalista es una parte esencial pero no es la única parte de la lucha general contra el capitalismo.

Hoy quiero exponer algunas ideas que se refieren tanto a la jornada laboral capitalista como a la socialista y espero que ellas puedan ser útiles en la lucha actual en Venezuela y que sirvan, de manera más inmediata, a los debates de hoy.


LA JORNADA LABORAL CAPITALISTA


¿Cual es la relación entre la jornada laboral capitalista y la explotación? Cuando l@s trabajador@s laboran para el capital, cobran un salario que les permite comprar una cantidad determinada de mercancías. ¿Cuánto es este salario? El nivel de los salarios no ha tenido nada de automático sino que se ha determinado a través de las luchas de l@s trabajador@s contra el capital.

Estas mercancías que constituyen el salario de l@s trabajador@s contienen una cantidad determinada de trabajo y muchas veces se llaman a estas horas diarias de trabajo “el trabajo necesario” de l@s trabajador@s, es decir: – las horas de trabajo que se requiere para que l@s trabajador@s produzcan las mercancías que consumen cada día.

Sin embargo, bajo el capitalismo, l@s trabajador@s no laboran solamente las horas del trabajo necesario. No, el capitalista puede exigir que trabajen más horas porque, para poder sobrevivir, les ha obligado a vender su capacidad de trabajo. La diferencia ente sus horas de trabajo necesario y el total de horas que trabajan l@s trabajador@s para el capitalista constituye el trabajo excedente – y es en ultima instancia, la fuente de las ganancias del capital. Es decir, las ganancias de los capitalistas se basa en la diferencia entre la jornada laboral y el trabajo necesario: se basan en el trabajo excedente, el trabajo no pagado, es decir, la explotación.

Ahora, cuanto más el capitalista puede hacer extender la jornada laboral, más grande será la explotación y más grande sus ganancias. Marx observó que “el capitalista pugna constantemente por reducir los salarios a su mínimo físico y prolongar la jornada de trabajo hasta su máximo físico”. ¡Que verdad! Sin embargo Marx más adelante señaló que,“el obrero presiona constantemente en el sentido contrario”. Es decir, la lucha de clases: l@s trabajador@s luchan para aumentar sus salarios y reducir la jornada laboral; luchan para reducir su explotación por los capitalistas.

Obviamente su jornada laboral es más amplia que las horas que pasan entre firmar al entrar al trabajo y al salir. Está el tiempo que les lleva llegar a su lugar de trabajo, el tiempo que se necesita para comprar la comida necesaria para sobrevivir, el tiempo se necesita para cocinarla – todo esto es, también, realmente, trabajo necesario y forma parte integrante de la jornada laboral del trabajador. Sin embargo, visto que este trabajo es gratis al capitalista, visto que para él no es un costo, le es invisible. Entonces, cuando el capitalista pugna por reducir el trabajo necesario mediante una reducción en los salarios (o mediante un incremento en la productividad con relación a los salarios) no es que quiere reducir el trabajo que no paga, sino lo que quiere es el máximo posible de trabajo gratis, el máximo posible de trabajo no pagado.

No hay por qué sorprenderse que l@s trabajador@s quieran reducir el trabajo no pagado que hacen para el capital y tratan de hacerlo luchando por reducir la jornada laboral capitalista. Sin embargo, no es solamente el trabajo no pagado que lo que es una carga para l@s trabajador@s; también lo es el trabajo pagado que están obligad@s a hacer para el capitalista. Es decir, la explotación no es el único problema. También existe la manera en que la producción capitalista deforma a l@s trabajador@s. En el lugar de trabajo capitalista, l@ trabajador@ trabaja en función de las metas del capital, bajo el control del capital y donde la producción esta organizada de una manera que no permite a l@s trabajador@s desarrollar sus capacidades sino que tiene como su única meta realizar ganancias. “Todos los métodos para desarrollar la producción, mutila al trabajador haciendo de él un obrero parcial”, enfatizó Marx con referencia al capitalismo, “lo degradan y le enajenan al obrero las potencias intelectuales del proceso laboral”. Es decir que el proceso de producción capitalista nos mutila como seres humanos. La vida en el centro de trabajo capitalista es una vida en la cual nos ordenan desde arriba, donde no somos nada más que herramientas que manipula el capital para realizar ganancias.

Por esto queremos reducir la jornada laboral. Por esto no podemos esperar para escapar. No solamente queremos escapar de la explotación y de la injusticia en la distribución de los ingresos. Las horas lejos de la producción capitalista nos parecen las únicas horas cuando podemos ser nosotros mismos, horas cuando nuestra actividad puede ser libre, horas para el pleno desarrollo del individuo.

Tiene que ser así necesariamente dentro del capitalismo. Sin embargo, tenemos que reconocer que muchas de nuestras ideas están infectadas. El ejemplo más obvio es el del consumismo – tenemos que comprar todas estas cosas. Lo que nos pertenece nos define. La respuesta socialista, sin embargo, no es que todo el mundo debe tener las mismas cosas –es decir, la igualdad de la enajenación. Más bien, la idea socialista es terminar con la situación en la cual las cosas nos poseen y nos definen.

La batalla de ideas, que es fundamental en la lucha por el socialismo, se basa en la concepción alternativa de socialismo. Su idea central no es reformar esta idea o esa que se ha desarrollado dentro del capitalismo; es más bien, sustituir las ideas del capitalismo por unas concepciones adecuadas al socialismo. ¿Ahora, nuestra idea de la jornada laboral, está ella infectada? Además, ¿podemos comprender bien la jornada laboral pensando en la jornada laboral bajo el socialismo?


LA JORNADA LABORAL SOCIALISTA


Primero, ¿que entendemos por socialismo? La meta de los socialistas desde siempre ha sido crear una sociedad que permitiría el pleno desarrollo del potencial humano. Nunca se concibió como una sociedad en donde algunas personas pueden desarrollar sus capacidades y otras no lo pueden hacer. Esto es lo que quería decir Marx cuando declaró claramente que la meta es “una asociación donde el libre desarrollo de cada una depende del libre desarrollo de todos”. Y es hacia esta meta que apunta la constitución bolivariana cuando enfatiza en su artículo 20 “que toda persona tiene derecho al libre desenvolvimiento de su personalidad”, y cuando reconoce explícitamente en su artículo 299 que la meta de una sociedad humana debe ser la de “asegurar el desarrollo humano integral”.

Tal como destacó Marx, a diferencia de una sociedad capitalista, donde l@s trabajador@s existen para satisfacer la necesidad” del capital de expandirse, en una sociedad socialista la riqueza que l@s trabajador@s han producido “existe para satisfacer la necesidad del trabajador de desarrollarse”. Ahora bien, ¿cómo es la naturaleza de la jornada laboral en una sociedad que se orienta a asegurar el desarrollo integral?

Comencemos hablando del trabajo necesario – cuantitativamente. Existe el trabajo que está en los productos que consumimos cada día—exactamente como antes. Sin embargo hay que sumar a esto el trabajo que l@s trabajador@s quieren dedicar a la expansión de la producción futura. Bajo el socialismo, no hay capitalistas que obliguen a l trabajador@s a ejecutar el trabajo excedente y quienes invierten una parte de las ganancias en la búsqueda de ganancias futuras. En vez de lo anterior, l@s trabajador@s mism@s en su centro de trabajo y en la sociedad deciden si quieren dedicar su tiempo y su esfuerzo a expandir la satisfacción de sus necesidades en el futuro. Si es así que lo deciden, este trabajo no es un excedente a sus necesidades; es parte de los que ell@s consideran su trabajo necesario. Así, el concepto del trabajo necesario cambia.

Además, en una sociedad socialista, reconocemos explícitamente que una parte de nuestro trabajo necesario está en el hogar. Es decir, reconocemos que nuestra jornada laboral no empieza después de que salgamos de la casa sino que incluye lo que hacemos en el hogar. El articulo 88 de la constitución bolivariana reconoce cuan importante es este trabajo cuando dice que el trabajo del hogar es “actividad económica que crea valor agregado y produce riqueza y bienestar social”.

El concepto del trabajo necesario de nuestra jornada laboral en una sociedad socialista también incluye el trabajo que se requiere para auto-gobernar nuestras comunidades. Después de todo, si el socialismo tiene que ver con las decisiones que tomamos democráticamente en nuestras comunidades, entonces el tiempo que necesitamos para participar en él forma parte de nuestro trabajo necesario. Del mismo modo, si el socialismo tiene que ver con la creación de la condiciones en las cuales tod@s podemos desarrollar nuestro potencial personal, entonces el proceso para educarnos y para desarrollar nuestras habilidades también es una actividad que se integra a nuestro trabajo necesario.

En resumen, cuando pensamos en la jornada laboral socialista, pensamos en ella de una manera distinta. Nuestra opinión sobre la cantidad del trabajo necesario, por ejemplo, no está distorsionada por la perspectiva capitalista que ve como necesario sólo el trabajo que el capitalista debe pagar. Esta es la diferencia entre la economía política del capital y la economía política de la clase obrera. Desde la perspectiva de l@s trabajador@s, reconocemos como trabajo necesario todo este trabajo que sea necesario a “la necesidad del trabajador de desarrollarse”.

Sin embargo la diferencia no es solamente cuantitativa. En el socialismo, la jornada laboral no puede ser una jornada donde recibes ordenes desde arriba (incluso en las industrias estratégicas) Más bien, es solamente a través de nuestra actividad, nuestra práctica o nuestro protagonismo que podemos desarrollar nuestras capacidades. El artículo 62 de la constitución enfatiza este punto cuando afirma que la participación del pueblo “es el medio necesario para lograr el protagonismo que garantice su completo desarrollo tanto individual como colectivo”. Es decir, en cada especto de nuestras vidas, (el centro de trabajo tradicional, la comunidad, el hogar), la toma democrática de decisiones es una característica necesaria de la jornada laboral socialista; a través de los consejos de trabajador@s, los consejos comunales, los consejos de estudiantes, los consejos familiares, nos producimos como nuevos sujetos socialistas.

Por lo tanto, cuando miramos la jornada laboral desde la perspectiva del socialismo, vemos que la simple demanda de reducir la jornada laboral es una demanda que surge dentro del capitalismo. Su mensaje es sencillo – ¡pongan fin a este horror! Se refiere a un concepto “infectado” sobre la jornada laboral. Porque tiene como punto de partida una opinión sobre el trabajo como algo tan horroroso que la única cosa que se puede pensar hacer con él es reducirlo y acabarlo.

Cuando pensamos en construir el socialismo, sin embargo, reconocemos que la demanda es transformar la jornada laboral – es reconocer explícitamente todas las partes de nuestra jornada laboral y transformarla cualitativamente. En vez de ver al “tiempo libre” como el único tiempo en el que podemos desarrollarnos, desde la perspectiva del socialismo es esencial hacer del día entero un tiempo para construir las capacidades humanas.

En resumen, hay dos manera de ver la demanda por una jornada laboral reducida: una habla simplemente de una semana laboral reducida y por lo tanto, vacaciones de fin de semana extendidas: en contraste, la segunda enfatiza la reducción de la jornada laboral tradicional para liberar tiempo para la educación, para nuestra trabajo en el hogar y en nuestras comunidades Es decir, es la demanda de redefinir y transformar nuestra jornada laboral.

La primera manera de ver la jornada laboral es verlo simplemente como una reforma que cabe en el capitalismo

Para l@s socialistas, el primero de mayo debe ser el día en el cual luchamos por el día entero de l@s trabajador@s, en el cual luchamos por la jornada laboral socialista.

[Este texto fue presentado como un comentario inicial para la discusión en el evento “Mesa redonda sobre la reducción de la jornada laboral” que tuvo lugar en el Centro Internacional Miranda el 24 de abril, 2008. Traducido por J. Duckworth]