viernes, 2 de mayo de 2008

LOS NEOLIBERALES DIARIOS "LA NACIÓN", "CLARÍN" Y LA ORG. LIBERAL PRESENTAN A NAOMÍ KLEIN Y SU LIBRO DE INVESTIGACIÓN SOBRE "EL CAPÌTALISMO DESASTRE,"





34º Feria internacional del libro

"Los desastres se volvieron rentables"

La escritora canadiense Naomi Klein, autora del libro La doctrina del shock, volvió a criticar al neoliberalismo; su disertación, a sala llena, resultó una de las atracciones más importantes de la segunda jornada de la muestra.

Si América latina le dio a Naomi Klein la idea original para investigar el "capitalismo del desastre", el mismo continente le está dando ahora razones para cierta esperanza. "Creo que América latina está en medio de una reconstrucción después del neoliberalismo, sobre todo en ciertas partes del continente", dijo anoche la periodista e investigadora canadiense, al presentar su último libro, La doctrina del shock (Paidós), en la segunda jornada de la Feria del Libro.

El optimismo vino bien para un auditorio que, en atento silencio, acababa de escuchar una inquietante descripción del modo en que el capitalismo ha utilizado los desastres naturales y las crisis económicas y políticas para hacer avanzar su impulso privatizador, la idea que Klein defiende en su libro, que en 600 páginas encuentra confirmaciones en Estados Unidos, Polonia, Rusia, China, Irak y los países del Cono Sur.

Tan segura y contundente al hablar en público como lo es en su prosa, Klein compartió un diálogo con el periodista Nelson Castro, que destacó "el conocimiento y nivel de información extraordinario" del libro. Los escuchó una sala Jorge Luis Borges casi colmada de un público de edades variadas, que llegó temprano, aplaudió algo molesto cuando se demoraba el comienzo, pero volvió a hacerlo con sonido de ovación cuando la autora desplegaba sus críticas contra el neol! iberalismo.

Imágenes

El primer shock se lo llevó, en rigor, el público, porque la presentación comenzó con un video, realizado por la propia Naomi Klein y el cineasta mexicano Alfonso Cuarón, que sintetizó la idea del libro, con imágenes de distintos desastres -el huracán Katrina en Nueva Orleáns, los atentados del 11 de Septiembre de 2001, inundaciones en Sri Lanka- con extractos del manual de interrogatorios usado por la CIA desde los años 50, en un paralelo del modo en que el sistema económico aprovecha el estado de indefensión de las personas golpeadas por un shock para aplicar sus recetas económicas.

En inglés, Klein describió la novedad del "capitalismo del desastre": "El mercado se ha adaptado a una realidad de crisis constante y aún así puede generar ganancias. Los desastres mismos se han vuelto rentables", dijo, y citó largamente el ejemplo de la llamada "guerra contra el terrorismo" que Estados Unidos comenzó después de 2001. "Bush privatizó cada aspecto de la guerra: la seguridad interna, las ar! mas, el negocio del petróleo y el gas, hasta el cuidado de la salud de los soldados. En Irak hay 180.000 contratistas privados y 160.000 soldados", apuntó.

El ejemplo sirve, según la investigadora, para mostrar que los gobiernos neoliberales de muchos países llegaron a "la última frontera de la privatización", al entregar a manos privadas el ejército, la policía, la ayuda humanitaria y hasta la gestión gubernamental misma.

Para los que ya habían leído el libro, la autora regaló un paso más allá de su análisis. "Escribí este libro para protegernos del próximo shock, porque vamos a enfrentar varios de ellos en el futuro", alertó. Citó, en ese sentido, la recesión económica global, la crisis de los alimentos y los problemas ecológicos. "En cada caso, se están usando las mismas tácticas para hacer avanzar la privatización aprovechando esos impactos. Por ejemplo, se usa la crisis alimentaria para imponer los cultivos transgénicos, o la recesión económica para privatizar la seguridad social", dijo.

Agradeció varias veces a la Argentina por haber inspirado en ella la mirada que dio inicio al libro, cuando vivió aquí en 2002 y 2003.

Klein equilibró la balanza y dedicó parte de su discurso a las opciones frente al "capitalismo del desastre". "Las crisis también pueden ser momentos para señalar la incapacidad del mercado de autorregularse y hacer avanzar el colectivismo", postuló.

"¿Por qué parece que los países no terminan de aprender de sus shocks?", quiso saber Nelson Castro. "Los gobiernos neoliberales no llegan al poder prometiendo terapias radicales, sino cambios y buena gestión. Pero una vez que están al mando, se autorrefuerzan, porque usan la amenaza del shock permanentemente", describió. Y avanzó con un consejo: "El mejor momento para intentar cambios no es cuando hay estabilidad, sino en medio de la crisis, cuando las amenazas ya son reales".

Por Raquel San Martín
De la Redacción de LA NACION

Rechazan los liberales los argumentos de Noamí Klein

Controversia por los conceptos que sostiene la autora

Con No logo vendió un millón de ejemplares y se ganó el interés de los lectores de todo el mundo. Con La doctrina del shock , que presentó ayer en la Feria del Libro, tal vez Naomi Klein no corra la misma suerte. Al menos, no con los intelectuales argentinos, que contestaron a la escritora canadiense sus afirmaciones de que "el neoliberalismo no es democrático", o de que "se expande gracias a los shocks que se producen sobre las sociedades como consecuencia de grandes catástrofes".

"Yo diría, cuando menos, que no conoce la historia. Lo que ella dice es exactamente al revés", afirma Roberto Cortés Conde, profesor de Historia Económica de la Universidad de San Andrés, al tomar como ejemplo las catástrofes militares y las convulsiones sociales y económicas que dieron lugar a la Revolución Bolchevique o al nazismo en la Europa del siglo XX.

El sociólogo cordobés Sofanor Novillo Corvalán, profesor emérito de la Universidad Católica de Córdoba, coincide al destacar en Klein, con todo respeto por la visitante -aclara-, "un inmenso desconocimiento de la historia del capitalismo y de la historia del liberalismo".

Según explica, el surgimiento del capitalismo a mediados del siglo XVI significó un cambio drástico y positivo, a partir del cual el mundo conoció una nueva forma de organización social, política y económica.

"No solamente distinta sino enemiga de las formas anteriores", dice Novillo Corvalán, ex profesor por concurso de las universidades nacionales de Córdoba y Río Cuarto.

"Así, la primera víctima del proceso capitalista fue el sistema feudal. Más tarde, y ya con la brújula ideológica que el capitalismo le! dio al liberalismo naciente con las doctrinas de John Locke y de Adam Smith, se logró que el mercantilismo, que fue un sistema proteccionista, colonialista y estatista, se batiera en retirada. Mas adelante se pudo acabar con las monarquías pues el capitalismo liberal había comenzado a adoptar para sí el régimen democrático de gobierno", enumera.

Tampoco el historiador y analista Rosendo Fraga comparte la teoría de Klein en el sentido de que el capitalismo se extiende con las crisis. La escritora había dado como ejemplo la Guerra de las Malvinas.

"No me parece. Por el contrario, diría que fue la democracia la que se extendió con ella, ya que forzó la democratización y precipitó el final del gobierno militar", dice el director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.

"El liberalismo fue la respuesta que algunos intelectuales y sociedades crearon para salir del atraso y la esclavitud de las autocracias", dice el historiador José Ignacio García Hamilton. "Su desarrollo nada tuvo que ver con catástrofes naturales! o humanitarias, sino con el anhelo de libertad y riqueza", coincide.

La escritora habla de neoliberalismo, pero no explica ni define lo que realmente entiende por liberalismo, según coincidieron en señalar los intelectuales consultados.

Para Cortés Conde, se trata de un término muy ambiguo que se usa para denostar a movimientos más neoconservadores de los años 90.

"La historia muestra que el socialismo se ha impuesto con más crisis que el neoliberalismo o el capitalismo. La gente quiere grandes cambios económicos cuando las cosas andan mal y cuando andan bien, opta por el no cambio", asegura Fraga.

En total coincidencia, Novillo Corvalán afirma: "No sé lo que es el neoliberalismo. Pero sí sé lo que es el liberalismo y puedo afirmar de un modo categórico: hoy no se puede ser liberal si no se es democrático. Los verdaderos progresistas son los liberales".

Pero donde el discurso de Klein despertó más controversias fue en relación con su! afirmación de que, si bien el modelo económico de Friedman puede ser impuesto parcialmente en una democracia, "requiere condiciones autoritarias para instrumentar su auténtica visión".

García Hamilton señala la contradicción: "El término liberalismo viene de libertad y es precisamente lo contrario del autoritarismo. Si se es autoritario o se aplican métodos violentos, no se es liberal".

Cortés Conde destaca que el liberalismo es central al funcionamiento pacífico de la sociedad porque permite la expresión de cada uno de los ciudadanos en un sistema político de representación popular.

Para Fraga, el problema de Klein es que pretende frenar o impedir la globalización.

Por Carmen María Ramos
Para LA NACION



liberalismo.org

A propósito de Naomi Klein

Por Luis A. Balcarce

Recomendar

Cortesía de poderlimitado.org.

Hace más de treinta años, el escritor de izquierda Eduardo Galeano comenzaba su tristemente célebre libro Las venas abiertas de América Latina diciendo que "la división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder"(1). Fue una frase rotunda que con el tiempo permitiría designar a una ideología nefasta, el tercermundismo, cuya creencia básica consiste en sostener que unos países son ricos a causa de que otros son pobres, entendiendo la riqueza, no como algo que puede ser generado a través del esfuerzo, la iniciativa individual y el conocimiento racional sino como un botín que cambia de manos según diversos momentos de la historia. En otros términos, es la típica enfermedad mental latinoamericana que perpetúa desde hace décadas la pobreza, el hambre y la miseria en nuestro continente; un "sarampión ideológico"(2) que postula que la riqueza está mal distribuida merced a la explotación capitalista, el imperialismo yanqui, el Fondo Monetario Internacional, la rapiña de las multinacionales y, por sobre todo, el mal de todos los males: el neoliberalismo.

No Logo (3), el libro de cabecera de los movimientos antiglobalización, encuentra sus

raíces en toda una vieja tradición de pensamiento de izquierda que se remonta desde Karl Marx hasta el sub-comandante Marcos. Su originalidad consiste en camuflar las ideas del Che Guevara con los fundamentals del marketing empresarial denunciando que, en la aldea global que nos toca en suerte, algunas multinacionales, lejos de nivelar el juego global con empleos y tecnología para todo el mundo, "están carcomiendo los países más pobres y atrasados del planeta para acumular beneficios inimaginables"(4). Más aún, la globalización se caracterizada por conectarnos a través de una red de marcas conocidas por casi todos (Nike, Shell, Tommy Hilfiger), pero cuyo orden esconde en su trastienda la explotación inhumana de obreros, el pago de salarios miserables y condiciones de trabajo casi esclavistas en varios países del Tercer Mundo.

"El Tercer Mundo, según dicen, siempre ha existido para mayor comodidad del Primero"(5), escribe su autora, la periodista canadiense Naomi Klein. De ahí que su área de estudio abarque el origen de las zapatillas Nike en los infames talleres de Vietnam, la producción de las ropitas de la muñeca Barbie a través del trabajo de los niños de Sumatra, la cosecha de café de Starburck en los cafetales ardientes de Guatemala y la extracción de petróleo de Shell en las miserables aldeas del delta de Níger.

El objetivo del libro de Klein es lograr que, a medida que los secretos que yacen detrás de la red mundial de las marcas sean conocidos por una cantidad cada vez mayor de personas, la exasperación de éstas pueda provocar la gran conmoción política del futuro, rechazando frontalmente a las empresas transnacionales cuyas marcas son más conocidas. "La oposición a las multinacionales es el tema que va a seducir la imaginación de la próxima generación de rebeldes y perturbadores"(6), profetiza la autora.

A lo largo de sus más de 500 páginas No Logo se trasforma en una experiencia tediosa en donde se relatan con detalle boicots a grandes empresas, levantamientos obreros, ataques de piratas informáticos, huelgas multitudinarias y todo aquello que se relacione con el surgimiento de una nueva militancia activista contra las multinacionales. La idea de la autora es promover las asociaciones gremiales, el cumplimiento de los tratados internacionales y la posibilidad de controlar las condiciones de trabajo de los obreros junto a los efectos medioambientales de la industrialización. Agremiación masiva, negociación directa entre los trabajadores y las empresas y la adopción de nuevas y severas leyes por parte de los gobiernos son las recetas de Klein para lograr "gobernar a las multinacionales."(7)


Falacias del pensamiento ideológico

Los postulados de No Logo son propios de aquello que Jean-Francois Revel denominó "pensamiento ideológico": un conjunto de ideas fosilizadas tendientes a acabar con un enemigo determinado en forma fanática. Lo que explica el éxito del libro de Klein es la sutil maniobra de disfrazar un antiamericanismo furioso y un marxismo rococó con los ropajes de la justicia social, la ecología y los gastados slogans contra el neoliberalismo.

Revel considera que las características del pensamiento ideológico son la ignorancia deliberada de los hechos, el culto a las incoherencias y las contradicciones, y su capacidad para engendrar a través de consignas progresistas lo contrario de lo que pregonan sus fines. Analicemos a partir de estas consignas cómo se configura y organiza el mapa doctrinario de No Logo.

En primer lugar, llama la atención el hecho de que Klein m uestre como pruebas del fracaso de la globalización y el libre mercado sus experiencias en diversas ciudades de Indonesia, Nigeria, Birmania, Filipinas y la India, todos ellos países que si por algo se caracterizan es por haber quedado fuera de la mundialización de capitales y los procesos de inversión a nivel global. ¿Es deliberada su ignorancia frente a la paupérrima realidad política, social y económica que somete a esos países fruto, principalmente, de odios tribales ancestrales, rencores e intolerancia religiosa y guerras intestinas que cosecharon por décadas persecuciones, hambrunas, despotismos y millares de muertes?

Por otro lado, cuesta creer que empresas multinacionales elijan esos destinos para hacer inversiones. La miopía ideológica de Klein le impide constatar que, a contracorriente de lo que se escucha habitualmente, los empresarios de ahora no se instalan donde la mano de obra es menos costosa sino allí donde el Estado ofrece la mejor relación entre los servicios que provee (orden, seguridad, calidad de vida, educación, salud) y las reglas de juego legales y fiscales que se le presentan al empresariado(8). A pocos miles kilómetros de los talleres de niños que Klein describe en forma tan dickensiana existen países como Taiwán, Hong Kong, Corea del Sur o Singapur que con instituciones sólidas, reglas de juego claras, sin protestas ni sindicalismo combativo y con un gran respeto por los derechos de propiedad han logrado multiplicar por doce en 25 años la riqueza de esos países adaptándose instantáneamente a los humores de la globalización.

En segundo lugar, el punto más débil de los argumentos de Klein tiene que ver con su denuncia acerca de los miserables salarios que pagan las multinacionales en el Tercer Mundo. Según No Logo, esos salarios son producto de las desigualdades inherentes al libre mercado y al incumplimiento de normas comerciales internacionales que impedirían semejante abuso. Ahora bien, ¿cómo explica Klein que los obreros de su Canadá natal no sean explotados como sus pares de Indonesia? ¿Acaso no hay sobrados ejemplos de países tan poco imperialistas como Canadá, Holanda o Australia que basan sus economías en la competencia y el libre mercado y permiten que sus obreros estén entre los más calificados y mejor pagados del mundo? Esta repuesta no convencerá a Klein quien, antes de ir a dinamitar un local de McDonalds, nos acusará de ingenuos y nos hablará de ... ¡la mundialización salvaje de las marcas! En fin, el típico tic nervioso del pensamiento único progresista que pretende ocultar la evidencia de los hechos con la pancarta y el slogan. En realidad, la respuesta se encuentra en que los ingresos y los salarios reales se elevan de acuerdo con los incrementos en el stock de capital. Aquí la clave no pasa ni por la generosidad de los políticos y por la agresividad de los sindicatos. Pasa por el capital invertido en instalaciones, máquinas, tecnologías de punta, almacenamiento y transmisión de información, apoyo logístico y el abaratamiento de los costos de las comunicaciones. En países tan pobres en capitalización como Indonesia, Afganistán o Argentina difícilmente los salarios puedan ser elevados.

En suma, los salarios no se rigen por los deseos de los sindicalistas, los caprichos del gobernante de turno o el inconformismo de los intelectuales. Naomi Klein debería haberlo visto en su reciente visita a nuestro país, en donde las asfixiantes leyes laborales vigentes, los controles de precios y el poder mafioso de los gremios hacen huir espantados a los empresarios al tiempo que incrementan el desempleo de forma alarmante.

Por esta razón es necesario no dejarse embaucar por estos best sellers de moda que aparecen tan seguido alertando sobre posibles cambios dramáticos a nivel mundial o exhortando a militar contra causas poco creíbles como la "plaga neoliberal" o "la mundialización". No sólo porque han demostrado carecer de soluciones viables y propuestas alternativas sino porque, además, trafican miedo y angustia a cambio de un poco de atención en los medios(9). El mejor antídoto frente a autores como Naomi Klein es recordar aquel viejo adagio del pensamiento liberal francés que nos pide alejarnos de las supersticiones y las fábulas hechiceras ya que la demonización rara vez sustituye al conocimiento.

1- Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América latina, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 1970, p. 1
2- Esta expresión está tomada del insoslayable libro Manual del perfecto idiota latinoamericano, AAVV, Atlántida, Buenos Aires, 1996, p. 22
3- Naomi Klein, No Logo, Paidós Contextos, Buenos Aires, 2001
4- Ibidem, p. 23.
5- Ibidem, p. 23
6- Ibidem, p. 25
7- Ibidem, p. 503
8- Véase Guy Sorman, El mundo es mi tribu, Andrés Bello, Barcelona, 1998, p. 411
9- La expresión "traficar miedo" es de John Stossel y su documental Tempering with Nature. Los autores a los que me refiero son, entre otros, Jeremy Rifkin, Vivianne Forrester, Noam Chomsky, Pierre Bourdieu y John Gray

Lavado el cerebro por el mercado: ¿Qué impulsa Naomi Klein?

Comentario del diario argentino “El Clarín"

“...todo muy bien, pero donde esta la Naomi Klein argentina?.....es triste ver siempre nuestra imagen filtrada a través de la mente de alguien del "primer mundo ...” (Clarín)

Ojo con el nacionalismo, que en este caso, nada menos que desde el grupo Clarín descalifican la enorme investigación que realizó esta autora, con un gran equipo de colaboradores, y es un “golpe mortal” al capitalismo y al neoliberalismo (como bien dice, una forma depredadora del capitalismo de siempre)

Naomi Klein cargó contra las políticas "de electroshock"

La autora de No Logo habló en la Feria del Libro de formas de dominación física y mental. Atribuyó al "neoliberalismo" el uso de técnicas psiquiatricas del electroshock a nivel colectivo.

: Silvana Avellaneda




COMBATIVA. Naomi Klein fue la primera visitante extranjera en ofrecer una charla en la Feria del Libro, apenas concluyó el acto de inauguración.

AnteriorSiguiente

1 de 1

Pensar el neoliberalismo agazapado en formas que desestabilizan y arrojan a gentes y países a los más terribles estados de conciencia alterados suena, contado crudamente, a una película de ficción. Pero si el argumento llega de la mano de ejemplos de investigación precisos y con la mirada lúcida de la periodista, investigadora y economista canadiense Naomí Klein, la cuestión se vuelve una tesis con la que mirar, uno mismo agazapado, lo cotidiano.

Klein vino al país para presentar su nuevo libro, La doctrina del shock, una obra de 600 páginas que se inspiró, triste privilegio, en la crisis argentina de 2001. La charla, con auspicio de la revista Ñ, congregó a un público fervoroso y diverso, que la recibió con aulliditos de ovación el estilo de los recitales de rock en la Sala Jorge Luis Borges en la que Klein dialogó con la periodista Patricia Kolesnicov.

La autora de No Logo (que vendió más de un millón de ejemplares) y documentales como La Toma (sobre las experiencias de fábricas tomadas en Argentina) ilustró, mediante un paralelo con los tratamientos psiquiátricos de electroshok, los métodos de dominación del "neoliberalismo" .

"Este libro no habría sido posible si no hubiera vivido en esa época en Buenos Aires -dijo-, para sentir y ver el contexto de la crisis y entender el poder de la memoria histórica como fuerza de resistencia."

"Mi mente estaba abierta en ese momento -continuó- para entender eso que estaba pasando y así pude entender que el shock se había impuesto con tanta fuerza durante el Proceso Militar de este país como se impuso en Irak." Y "cuando hubo quienes se opusieron, se le aplicó sobre su propio cuerpo", agregó. Las marcas de las crisis sobre el cuerpo social, "la imposición con la brutalidad", le llegaron como una revelación, señaló.

Contó que la carta abierta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar fue lo decisivo: "Yo estaba huyendo de los efectos del shock del 11 de septiembre, cuando nos decían que todo había sido culpa del terrorismo y, como en las terapias psiquiátricas de despersonalización, todo el mundo terminaba creyendo que Bush era nuestra figura paterna que nos protegía y velaba por nosotros." Para escribir su nuevo libro, Klein leyó, entre otros materiales, manuales de procedimientos de psiquiatría y un informe desclasificado de la CIA en el que se explicaban métodos de tortura cuyo objetivo era despersonalizar a los prisioneros induciendo incluso regresiones psicológicas. "La idea de doblar voluntades mediante la fuerza física, económica y psíquica para imponer un modelo tuvo para mí una claridad enorme. Y cuando viví la experiencia de Argentina, y conocí la historia del Proceso Militar y la crisis, supe cómo influyen estos shocks sobre cuerpos y mentes", dijo la ensayista.