jueves, 10 de julio de 2008

Las "modernizaciones" capitalistas en los países " serios, desarrollados, con democracia y república estables...y otras zonceras criollas"

ESTADOS UNIDOS, Página 12

Bush promulgó la ley de escuchas telefónicas

El presidente estadounidense George W. Bush promulgó hoy una ley sobre escuchas telefónicas en el marco de su "guerra contra el terrorismo", luego de que el Congreso la adoptara el miércoles tras duras discusiones.

Mientras firmaba la medida, Bush calificó a la legislación como "vital para la seguridad de nuestra gente".

"Esta ley permitirá a nuestros profesionales de inteligencia monitorear rápida y efectivamente las comunicaciones de los terroristas en el extranjero, y respetar las libertades de los estadounidenses aquí en casa", dijo Bush.

La ley incluye inmunidad retroactiva para empresas de telecomunicaciones que hayan colaborado con las operaciones de vigilancia del gobierno tras los ataques del 11 de setiembre, un pedido clave de la Casa Blanca.

La ley desató un fuerte debate entre los defensores de las libertades civiles quienes argumentan que afectará los controles sobre el poder del gobierno y sobre los oficiales de inteligencia, quienes temieron que la riña comprometiera su poder para desbaratar ataques terroristas.

Los senadores votaron la medida el miércoles por 69 votos a favor contra 28 en contra, tras bloquear varios intentos de sacar la inmunidad para las empresas de telecomunicación.

"Casi siete años pasaron desde aquella mañana de setiembre cuando cerca de 3.000 hombres, mujeres y niños fueron asesinados entre nosotros," dijo Bush.

"Los ataques cambiaron nuestro país para siempre. Nos dimos cuenta que Estados Unidos era una nación en guerra en contra de un despiadado y persistente enemigo", prosiguió.

Bush agregó que "la lección más importante que aprendimos luego del 11 de setiembre fue que los profesionales de la inteligencia estadounidense carecían de algunas de las herramientas que necesitaban para monitorear las comunicaciones de los terroristas en el exterior".

"Es imprescindible que nuestra comisión de inteligencia sepa con quién hablan nuestros enemigos, qué dicen y qué están planeando", concluyó.

El menos malo

Por Juan Gelman

Las bases demócratas más progresistas han empezado a quejarse de Obama y visitan la desilusión por lo que llaman su inesperado “giro al centro”. El candidato republicano John McCain promete ocuparse de la amenaza iraní mediante “duras sanciones multilaterales fuera del marco de la ONU” y el demócrata declara que hará “todo lo que esté a su alcance para impedir que Irán obtenga un arma nuclear. Todo”. Pareciera que los dos pertenecen al mismo partido o que el mismo profesional les redacta los discursos. En este punto, el que gane las elecciones de noviembre presidiría algo así como el tercer período de Bush.

En el 2007, Obama votó contra la ley de protección de EE.UU. que amplía el alcance del espionaje ilegal al que se somete al propio pueblo norteamericano, siempre en razón de la sedicente “lucha contra el terrorismo”. A fines del mes pasado, defendió una reforma de esa ley que sigue otorgando impunidad en la materia a las empresas de telecomunicaciones contratadas por la Casa Blanca. A continuación, manifestó su desacuerdo con el fallo de la Corte Suprema que impide la aplicación de la pena de muerte a los violadores de niños y mujeres. En cambio, estuvo de acuerdo con la decisión de la Corte de derogar la ley que prohibía portar armas en Washington DC y que contribuyó notoriamente a disminuir los crímenes en la capital estadounidense. Esto no le ganó el apoyo de la poderosa Asociación Nacional del Rifle, que destinará 15 millones de dólares para hacer campaña contra Obama, pero causó desaliento en ciertas filas demócratas, por cierto las menos influyentes.

Está claro que el muy probable candidato demócrata a la presidencia abandona a un sector de poco peso de su electorado natural para pulir una imagen centrista que le atraiga votantes indecisos. No parecería necesario en un país que padece un gobierno desprestigiado –cuenta con la disconformidad del 65 por ciento– y el presidente menos querido de su historia: se ganó la desaprobación del 72 por ciento de los interrogados en una reciente encuesta de AP-Ipsos. El 76 por ciento estima que EE.UU. se encamina en la dirección equivocada y ese índice aumenta mes a mes (www.comcast.net, 19-6-08). “Si pudiera recomenzar mi vida –decía Groucho Marx–, cometería los mismos errores, pero antes.”

La intención de voto favorece hasta ahora a los demócratas por un 41 por ciento contra el 32 por ciento de los republicanos y Obama y McCain se han pronunciado por el intervencionismo en política exterior. Con algunas diferencias: el primero adoptaría una posición más realista y pragmática que el segundo, partidario de que las tropas norteamericanas “permanezcan cien años en Irak si es necesario”. En este tema la diferencia de posturas es fundamental: Obama ha reiterado que las retirará en un lapso de 16 meses. “Siempre escucharé el consejo de los comandantes en el terreno –declaró–, pero finalmente soy la persona encargada de tomar las decisiones estratégicas” (www.político.com, 3-7-08). Ni más ni menos.

Hay fuertes contrastes en los programas de ambos candidatos en materia de política interior. McCain es partidario de privatizar la seguridad social, a lo que Obama se opone rotundamente. El primero nada quiere saber con el aborto, excepto en caso de violación o incesto. El segundo considera que es una cuestión que se debe resolver entre médico y paciente. El republicano se propone dejar intacto el actual sistema de salud pública, caro, injusto y discriminatorio. El demócrata aboga por un sistema de salud abarcador que sería obligatorio para los niños y voluntario para los adultos. En la cuestión crucial de la elección de jueces de la Corte Suprema, McCain la desea más a la derecha todavía y Obama se inclinará por magistrados de mente más abierta. Y un asunto central: los impuestos.

El candidato republicano se manifestó contra la reducción de los impuestos en el 2003, pero hoy la apoya con fervor, acepta el déficit que entraña y preconiza un aumento considerable de los gastos de guerra; todo esto asegurará un presupuesto deficitario a lo largo de años y años. El demócrata elevaría los impuestos a las grandes fortunas e impodría una distribución equitativa de esas cargas. McCain prefiere la posición de Bush y Obama adopta la posición demócrata tradicional de favorecer –en cierta medida– a las clases medias y a los grupos de menores ingresos. Lo cual explica la contradicción que sufren sus partidarios progresistas.

El conocido periodista Jason Rosenbaum, por ejemplo: “Trabajaré para elegir a Obama porque es el candidato que probablemente producirá el cambio que quiero. Pero apenas sea elegido, me convertiré en su crítico para tratar de que se oriente hacia la izquierda”. “Ni por un segundo creo que Obama o el Partido Demócrata traerán necesariamente todo el cambio que necesitamos”, agrega con escepticismo algo esperanzado (The Huffington Post, 28-6-08). Como tantos otros, Rosembaum votará por el que considera el menos malo. Nada nuevo bajo el sol.

Irán: ¿Guerra o privatización: Guerra total o “conquista económica”?


Global Research


Traducido del inglés por Germán Leyens


¿Pusieron a la espera la guerra contra Irán?

Teherán va a permitir que inversionistas extranjeros, en lo que podría ser interpretado como una apertura a Occidente, adquieran la propiedad total de empresas del Estado iraní en el contexto de un programa de privatización de largo alcance al estilo “libre mercado.”

Con el precio del petróleo crudo a 140 dólares el barril, el Estado iraní no está en apreturas económicas como en el caso de los países en desarrollo más endeudados, obligados por sus acreedores a vender los activos estatales para pagar su creciente deuda externa.

¿Cuáles son las motivaciones políticas tras esta medida? ¿Y por qué Ahora?

Ya han establecido contactos con siete compañías occidentales. Teherán permitirá que el capital extranjero “compre cantidades ilimitadas de acciones de empresas controladas por el Estado que están en el proceso de ser vendidas.”

Aunque el programa de privatización de Irán fue lanzado durante el gobierno de Mohammed Jatami a fines de los años noventa, la reciente venta de acciones de empresas estatales clave apunta hacia un nuevo proyecto económico. La medida subyacente es trascendental. Va más allá del marco de privatización prevaleciente aplicado en varios países en desarrollo dentro de la esfera de influencia de EE.UU.:

“La iniciativa está diseñada para atraer más inversión extranjera y forma parte del programa global de liberación económica del país.

“Irán dejará de hacer distinciones entre firmas nacionales y extranjeras que deseen adquirir compañías estatales mientras la propiedad extranjera en su conjunto en una industria en particular no exceda un 35%... Por ejemplo, una compañía extranjera puede adquirir una compañía siderúrgica iraní pero no se permite que compre todas las empresas en la industria siderúrgica iraní.

Entre las nuevas medidas incentivas anunciadas, las firmas extranjeras también podrán transferir fuera del país sus beneficios anuales de su compañía iraní en la moneda que deseen.” (“Irán permitirá un 100% de propiedad extranjera,” Press TV, 30 de junio de 2008)

Es importante analizar cuidadosamente esta decisión. La oportunidad del anuncio de la Organización Iraní de Privatización (IPO) coincide con crecientes amenazas de EE.UU. e Israel de conducir una guerra en todos los frentes contra Irán.

Además, el programa de desinversión cumple con las exigencias del “Consenso de Washington”. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha confirmado con algunas reservas, que Teherán se ha comprometido a una “continua transición hacia una economía de mercado viable y eficiente,” implicando al mismo tiempo que la creación de “confianza para inversiones” requiere una aceleración del programa de privatización.

En su Estudio de mayo de 2008 (Art. 4 Consultas), el FMI elogió a Teherán por su programa de desinversión, que esencialmente transfiere la propiedad de activos estatales a manos privadas, mientras subraya también que el programa está siendo realizado de una manera rápida y eficiente.

Bajo la amenaza de guerra, ¿tiene esta nueva iniciativa de Teherán industrias clave la intención de cumplir con las exigencias del gobierno de Bush?

Se sabe que las instituciones de Bretton Woods sirven directamente los intereses de EE.UU. No sólo están vinculadas a Wall Street y al Tesoro de EE.UU., también están en contacto con el Departamento de Estado de EE.UU., el Pentágono y la OTAN. El FMI y el Banco Mundial son consultados a menudo antes del embate de una gran guerra. En las secuelas de la guerra, están involucrados en el suministro de préstamos “de reconstrucción post-conflicto.” A este sentido, el Banco Mundial es un actor clave en la canalización de “ayuda externa” tanto a Iraq como a Afganistán.

Las medidas de privatización sugieren que Irán está dispuesto a permitir que el capital extranjero obtenga el control sobre importantes sectores clave de la economía iraní.

Según el presidente de la Organización Iraní de Privatización (IPO), Gholamreza Kord-Zanganeh, unas 230 compañías estatales están destinadas a ser privatizadas hasta fines del año iraní (marzo de 2009). Las acciones de unas 177 compañías estatales fueron ofrecidas en la Bolsa de Comercio de Teherán en el último año iraní (que terminó en marzo de 2008).

La estatal Compañía de Telecomunicación de Irán (TCI) ya ha indicado que “una serie de compañías extranjeras de telecomunicaciones han expresado interés en la adquisición de sus acciones cuando el gobierno venda parte de sus intereses dentro de un mes. Informes de la prensa local no nombraron a los posibles inversionistas. TCI tiene el monopolio del mercado de líneas fijas de Irán y es también el mayor operador celular del país a través de su subsidiaria MCI.” Alcatel, de Francia, el grupo MTN de Sudáfrica y Siemens de Alemania ya poseen considerables participaciones en la industria de telecomunicaciones de Irán.

Otros sectores clave de la economía, incluyendo las industrias del aluminio, cobre, hierro y acero han sido recientemente ofrecidos para ser privatizados, y las acciones de compañías estatales han sido introducidas en la Bolsa de Comercio de Teherán (TSE).

Más complejo de lo que parece

¿Está relacionada de alguna manera esta decisión de Teherán de implementar un trascendental programa de privatización, con la continua belicosidad y presión de EE.UU.?

A primera vista parecería que Teherán estuviera cediendo a las exigencias de Washington para evitar una guerra total.

¿Serían entregados los haberes de Irán en una bandeja de plata a los inversionistas occidentales extranjeros, sin que sea necesario que EE.UU. conquiste nuevas fronteras económicas por medios militares?

Pero la cosa es más compleja de lo que parece.

Washington no tiene interés en la imposición de un programa de privatización a Irán, como “alternativa” a una guerra total. En los hechos es precisamente lo contrario. Existen indicios de que el objetivo principal del gobierno de Bush es paralizar el programa de privatización.

En lugar de ser aplaudido por Washington como un paso en la dirección correcta, el programa de privatización de Teherán coincide con el lanzamiento (mayo de 2008) de una resolución de largo alcance en el Congreso de EE.UU. (H.CON. RES 362), que llama a imponer sanciones financieras mundiales dirigidas contra Irán:

"[H. CON. RES. 362] insta al presidente, en los términos más firmes, a utilizar de inmediato su autoridad existentes para imponer sanciones al Banco Central de Irán... bancos internacionales que continúen realizando transacciones financieras con bancos iraníes proscritos;... compañías de energía que han invertido 20.000.000 dólares o más en el sector petrolífero o de gas natural iraní en cualquier año dado desde la promulgación de la Ley de Sanciones contra Irán de 1996; y todas las compañías que sigan haciendo negocios con el Cuerpo de Guardia Revolucionaria Islámica de Irán.” (Vea texto completo en inglés de H.CON RES 362) (Énfasis agregado)

La resolución exige además que “el presidente inicie un esfuerzo internacional para aumentar inmediata y dramáticamente la presión económica, política, y diplomática sobre Irán... prohibiendo la exportación a Irán de todos los productos de petróleo refinados; imponiendo estrictos requerimientos de inspección de todas las personas, vehículos, barcos, aviones, trenes, y carga que entre o salga de Irán; y prohibiendo el movimiento internacional de todos los funcionarios iraníes no involucrados en la negociación de la suspensión del programa nuclear de Irán.” (Énfasis agregado)

Si esas sanciones económicas fueran realizadas e impuestas, paralizarían las transacciones comerciales y monetarias. Sobra decir que también debilitarían el programa de privatización de Irán e impedirían la transferencia de activos iraníes a manos extranjeras.

Guerra económica

¿A cuenta de qué se opondría el gobierno de Bush a la adopción de un programa de desinversión al estilo neoliberal, que despojaría a la República Islámica de algunos de sus activos más lucrativos?

Si la “conquista económica” fuera el objetivo final de una agenda militar impulsada por las ganancias, ¿cuál es entonces el propósito de bombardear Irán, si Irán realmente acepta entregar sus activos a precios por los suelos a inversionistas extranjeros, de un modo muy parecido a como lo han hecho otros países en desarrollo como Indonesia, las Filipinas, Brasil etc.?

Los mayores inversionistas extranjeros en Irán son China y Rusia.

Mientras las compañías de EE.UU. están claramente ausentes de la lista de inversionistas extranjeros directos, Alemania, Italia y Japón tienen importantes participaciones inversionistas en el petróleo y el gas, la industria petroquímica, la generación de energía y la construcción, así como en el sistema bancario. Junto a China y Rusia, son los principales beneficiarios del programa de privatización.

Uno de los principales objetivos de las sanciones económicas propuestas en H. RES CON 362 es impedir que compañías extranjeras (incluyendo las de la Unión Europea y de Japón), adquieran una mayor parte de la economía iraní bajo el programa de desinversión de Teherán.

Otros países con importantes inversiones en Irán son Francia, India, Noruega, Corea del Sur, Suecia y Suiza. Svedala Industri, de Suecia, tiene grandes participaciones en las minas de cobre de Irán.

Francia, Japón y Corea tienen participaciones en la industria automóvil, en la forma de acuerdos de licencia con fabricantes iraníes de autos.

ENI Oil, de Italia, está involucrada en el desarrollo de las fases 4 y 5 del campo petrolífero South Pars, que asciende a 3.800 millones de dólares. (Vea Organización Iraní de Privatización, informe 2008). Total y el conglomerado anglo-holandés Shell están involucrados en el gas natural.

Aunque el proceso de privatización no incluye la desinversión de la compañía petrolera estatal de Irán, crea un ambiente que favorece la inversión extranjera en la refinería de petróleo, la industria petroquímica, la economía de servicios para el petróleo, así de la infraestructura para el petróleo y el gas, incluyendo la exploración, oleo y gasoductos de una serie de países que incluyen a China, Rusia, Italia, Malasia, etc.,

A pesar de que varias corporaciones estadounidenses realizan (extraoficialmente) negocios en Irán, el régimen de sanciones comerciales de EE.UU. (renovado bajo el gobierno de Bush) declara ilegal que ciudadanos y compañías estadounidenses tengan negocios con Irán. En otras palabras, no se permitiría que corporaciones de EE.UU. adquieran activos del Estado iraní bajo el programa de privatización a menos que se levante el régimen de sanciones comerciales de EE.UU.

Además, todas las firmas extranjeras son tratadas en condiciones de igualdad. No hay tratamiento preferencial para las compañías de EE.UU., no hay un corrupto arreglo al estilo colonial como en Iraq desgarrado por la guerra, que favorece la transferencia directa de la propiedad y el control de sectores enteros de la economía nacional a un puñado de corporaciones de EE.UU.

En otras palabras, el programa de privatización de Teherán no sirve los intereses económicos y estratégicos de EE.UU. Tiende a favorecer a países que tienen relaciones y comerciales y de inversión con la República Islámica desde hace mucho tiempo.

Favorece a inversionistas chinos, rusos, europeos y japoneses a costas de EE.UU.

Socava y debilita la hegemonía estadounidense. Va contra el plan de Washington de auspiciar un Nuevo Orden Mundial “unipolar” a través de medios económicos y militares.

Es el motivo por el cual Washington quiere paralizar este programa mediante un régimen mundial de sanciones económicas que, si fuera implementado, paralizaría el comercio, la inversión y los flujos monetarios con Irán.

El régimen de sanciones económicas propuesto bajo H. CON 362 tiene el propósito de aislar a Irán y de impedir la transferencia de activos iraníes a manos de potencias económicas competidoras como China, Rusia, la Unión Europea y Japón. Es equivalente a una declaración de guerra.

Como amarga ironía, H CON 362 sirve para debilitar los intereses económicos de varios aliados de EE.UU. La Resolución les impediría posicionarse en Oriente Próximo, a pesar de que esos aliados (por ejemplo Francia y Alemania) también participan a través de la OTAN en la planificación de la guerra contra Irán.

Guerra y manipulación financiera

El gobierno de Bush ha optado por una guerra total contra Irán en alianza con Israel, a fin de establecer una esfera de influencia exclusiva de EE.UU. en Oriente Próximo.

Una operación militar contra Irán patrocinada por EE.UU. e Israel, tendría una considerable y violenta repercusión contra los intereses económicos y financieros de varios de los aliados de EE.UU., incluyendo a Alemania, Italia, Francia, y Japón.

De un modo más general, una guerra contra Irán afectaría a intereses corporativos involucrados en la economía civil, a diferencia de los que están vinculados más directamente al complejo militar-industrial y a la economía de guerra. Debilitaría economías locales y regionales, la economía de manufactura para el consumo y los servicios, a la industria automóvil, las líneas aéreas, a la economía del turismo y el ocio, etc.

Además, una guerra total alimentaría la agenda impulsada por los beneficios de la banca global, incluyendo a los especuladores institucionales en el mercado energético, los poderosos gigantes del petróleo anglo-estadounidenses y los productores de armas de EE.UU., los cinco grandes contratistas de la defensa, más British Aerospace Systems Corporation, que tienen un papel importante en la formulación de la política exterior de EE.UU. y la agenda militar del Pentágono, para no mencionar la gama de compañías de mercenarios y contratistas militares.

Una pequeña cantidad de corporaciones e instituciones financieras globales se ceban de la guerra y la destrucción en detrimento de importantes sectores de actividad económica. En líneas generales, la parte principal de la economía civil está amenazada.

Ante nosotros tenemos conflictos y rivalidades entre los niveles superiores del sistema capitalista global, que opone en gran parte a los protagonistas corporativos que tienen interés en la guerra a la economía capitalista en general que depende en última instancia del continuo desarrollo de la demanda de consumo civil y de inversiones.

Estos intereses creados en una guerra motivada por los beneficios también se alimentan de la recesión económica y de los trastornos financieros. El proceso de colapso económico resultante, por ejemplo, de los aumentos especulativos de los precios del petróleo y los alimentos, provoca bancarrotas en gran escala, que terminan por posibilitar que un puñado de corporaciones e instituciones financieras globales “saquen las castañas del fuego” y consoliden su control global sobre la economía real así como sobre el sistema monetario internacional.

La manipulación financiera está íntimamente relacionada con el proceso de toma de decisiones militares. Los grandes bancos e instituciones financieras tienen vínculos con los aparatos militares y de inteligencia. El conocimiento anticipado o la información confidencial por parte de esos especuladores institucionales respecto a ataques terroristas específicos “de bandera falsa”, u operaciones militares en Oriente Próximo es la fuente de tremendas ganancias especulativas.

Tanto la agenda belicista como el propuesto régimen de sanciones económicas provocan, de un modo bastante deliberado, una atmósfera global de inseguridad y de caos económico.

Por su parte, los especuladores institucionales en Londres, Chicago y Nueva York no sólo viven del caos económico y de la inseguridad, sus acciones manipuladoras en los mercados de la energía y de las materias primas contribuyen a llevar a la bancarrota a amplios sectores de la economía civil.

Los trastornos económicos y financieros que resultan de los aumentos en los precios del petróleo crudo y de los alimentos básicos son la fuente de beneficios financieros de un puñado de protagonistas globales. A los especuladores no les preocupan las consecuencias de gran alcance de una guerra más amplia en Oriente Próximo, que podría llevar a un escenario de una Tercera Guerra Mundial.

El lobby pro-israelí en EE.UU. sirve indirectamente a esos poderosos intereses financieros. En el contexto actual, Israel es un aliado con importantes capacidades militares que sirve el objetivo general de EE.UU. en Oriente Próximo. Washington, sin embargo, se preocupa poco por la seguridad de Israel, que en el caso de una guerra contra Irán sería el primer objetivo de una acción de represalia de Teherán.

El objetivo general de EE.UU. consiste en el establecimiento, a través de medios militares y económicos, de una esfera exclusiva de influencia de EE.UU. en todo Oriente Próximo.

Michel Chossudovsky es autor del éxito de ventas internacional: “America’s ‘War on Terrorism’” Global Research, 2005.

http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=9501



65 horas semanales y móviles explosivos

Rebelión


Mientras los ministros de Trabajo de la Unión Europea aprobaban la ampliación de la jornada laboral a 65 horas semanales, en la localidad donde vivo los vecinos distribuyen folletos advirtiendo del peligro de recoger teléfonos móviles abandonados porque pueden ocultar una bomba de ETA “con dinamita”.

Creo que esta escena ilustra mejor que ninguna otra la victoria del proyecto político y mediático que tenía como objetivo grabar en las mentes ciudadanas la psicosis terrorista y evitar cualquier crítica, reivindicación o ni siquiera el intento de comprender la realidad. Se desplazan de la mentalidad del individuo necesidades o deficiencias no resueltas, se aceptan limitaciones a la libertad en aras de la anhelada seguridad y se convierte al individuo en más conformista en la medida en que adopta la psicología de animal amenazado y atemorizado.

Somos muchos los que llevábamos tiempo advirtiendo que, independientemente de quien estuviera detrás de atentados terroristas o acciones armadas, el poder había encontrado el patrón psicológico perfecto que terminaría con ciudadanos pidiendo policías, guardias civiles, militares, vigilantes jurados, controles de carretera, de aeropuerto, en la recepción de los hoteles, en las grandes autopistas, en la carreteras comarcales, cámaras de vigilancia –sólo en el Reino Unido hay 4’2 millones de cámaras de circuito cerrado de televisión-, control de los correos electrónicos…

Hemos llegado a una sociedad que, obsesionada con asedios yihadistas, mafias procedentes de Europa del Este y nacionalismos desesperados, ve con tranquilidad tres guardias jurados en el control de equipajes de una estación de tren aunque no haya ningún operario que ayude a una anciana a subir al vagón. En el supermercado no nos importa que falten cajeras –o cajeros- mientras comprobemos que existan vigilantes a la salida que garanticen nuestra seguridad.

El pasado mes participé el día de San Isidro en una especie de romería popular de un pueblo de Castilla donde todos los vecinos de una localidad de mil habitantes pasaban el día en el campo. La ambulancia de la Cruz Roja estuvo presente para atender cualquier necesidad apenas unas horas, pero durante toda la jornada hubo tres vehículos de la Guardia Civil. La ambulancia, además, debe ser pagada por el Ayuntamiento y se nutre de profesionales voluntarios mientras que la Guardia Civil, como todos sabemos, forma parte de la plantilla del ministerio de Defensa. La sensación de terror creada, paradójicamente, por las políticas antiterroristas ha provocado que la ciudadanía pida y pida presencia de fuerzas de seguridad sin pensar si sus necesidades son otras. Los poderes públicos lo saben y optan por aparentar políticas eficaces con medidas y agentes del orden innecesarios. De ahí que con toda seguridad los vecinos protestarían más por el cierre de un cuartel de la Guardia Civil que por un ambulatorio. La humillación de la incautación de mi espuma de afeitar o una pequeña botella de agua mineral antes de subir a un avión no solamente no indigna, sino que crea la sensación de que nos están protegiendo nada menos que del viajero que se sienta al lado. El prójimo se ha convertido en un peligro que los cuerpos de seguridad neutralizan mediante la incautación de su botella de agua mineral. Sería una locura pretender unirme a él para protestar contra el aumento de la jornada laboral si hasta pido que lo “desarmen” para que me acompañe en el avión.

Si la psicosis terrorista permitió en Estados Unidos que el resultado de las elecciones presidenciales de 2001 fuese un tema menor comparado con la cruzada contra el terror en la que estaban inmersos, ¿cómo no va dejar a un lado en Europa algo tan irrelevante como el número de horas a trabajar cada semana, para centrarnos en la vigilancia de teléfonos móviles itinerantes que se emboscan a la espera de incautos a los que explotarles mediante la carga de dinamita que portan? Atrás queda la regulación de la Conferencia General de la OIT en Washington de octubre de 1919 que estableció el convenio por el que se limitaban las horas de trabajo a ocho diarias y cuarenta y ocho semanales. Hay que modernizarse.

Naomi Klein en su magnífico libro La doctrina del shock, ya explica cómo ha llegado a la conclusión de que la paz ha dejado de ser pretendida por los gobernantes y los grandes grupos empresariales. La situación de que no podía haber prosperidad económica en medio de la violencia y la inestabilidad ha quedado atrás. El psicópata modelo económico al que nos hemos abocado ha desarrollado toda una infraestructura de negocio en torno al terror y la inseguridad. No sólo se trata del tradicional beneficio de los fabricantes de armas, hablamos de enormes ganancias para el sector de seguridad de alta tecnología, aseguradoras que se lucran del miedo, servicios de vigilancia hasta el infinito.

Si el índice Dow Jones bajó en 2001 tras los atentados del 11-S, el Nasdaq subió siete puntos tras las bombas en el metro de Londres. Además el terror paraliza reivindicaciones laborales, desplaza los controles sobre los gobiernos y multinacionales e inhibe propuestas ciudadanas de regeneración democrática. En este momento el fin de la amenaza terrorista y la estabilidad mundial sería un desastre económico y político para gran parte de consorcios y gobiernos.

La expresión reaccionaria de que no es bueno cambiar de caballo cuando se está cruzando el río se ha vuelto más eficaz que nunca en la actual situación de psicosis mundial. Cómo vamos a movilizarnos contra el aumento de la jornada laboral si estamos a punto de morir por la onda expansiva de un móvil que han dejado Bin Laden y la guerrilla colombiana de Tirofijo con el asesoramiento de ETA.

Pascual Serrano es periodista. Acaba de publicar Medios violentos. Palabras e imágenes para el odio y la guerra. Mayo 2008. El Viejo Topo.

G-8: el conejo del sombrero




Organizaciones sociales y ambientalistas de talla mundial están preocupadas por el impacto negativo de la crisis económica sobre la agenda social y ambiental. Se piensa que con la crisis, por ejemplo, el tema del cambio climático será relegado a segundo plano. Tienen razón de preocuparse.

En política, para desaparecer un tema de la lista de prioridades, lo primero que hay que hacer es hablar mucho de él. Por eso, en los documentos de la reunión del G-8 en Hokkaido, África y el cambio climático se anuncian como temas centrales. No hay que engañarse: es una cortina de humo.

Esta retórica le funciona bien a los centros de poder económico y financiero. El mensaje subliminal es que todo marcha bien en los países ricos y que la “globalización sigue su marcha” como factor positivo. Lo único que hay que resolver para que ya todo esté perfecto, es el pequeño problema de la pobreza en África y la cuestión del cambio climático. Y para eso, los líderes del Grupo de los Ocho, en su generosidad y extraordinaria visión de estadistas, se reúnen en Hokkaido.

Lo que sí pasa a segundo plano con este acto de magia es la crisis económica mundial. Por eso el documento sobre economía no contiene referencias a la peligrosa situación de estancamiento con inflación que amenaza con desencadenar una muy fuerte recesión a escala mundial. Claro, como los orígenes de esta crisis están en 30 años de liberalización financiera y apertura comercial, tantas veces promovida por el G-8, lo que menos se quiere es llamar la atención sobre este gigantesco fracaso.

Había una vez una cosa que se llamaba “armonización de políticas macroeconómicas” y eso era el platillo central de las reuniones de líderes de los países más poderosos. Hoy todo eso se acabó.

En la hechicería del G-8 se ignora el espinoso problema de la inconsistencia de políticas macroeconómicas que hoy existe entre Estados Unidos, la Unión Europea y China, por ejemplo. Mientras Washington deja caer el dólar y exige a China revaluar el renminbi, el Banco Central Europeo (BCE) mantiene altas tasas de interés y sigue apostando a la apreciación del euro. Si esta tendencia continúa, la depreciación de los activos denominados en dólares va a intensificarse brutalmente y el pánico no tardará en desatarse. Comparada con la estampida que le acompañará, la corrida de la San Fermín en Pamplona parecerá un plácido paseo en el parque.

El número de prestidigitación del G-8 permite evadir el gran problema de estos tiempos neoliberales: ¿cuánto más va a durar un sistema basado en el colosal déficit en cuenta corriente de Estados Unidos y en la acumulación de reservas de China, los países exportadores de crudo y de las llamadas economías emergentes?

Hoy que la principal potencia militar del mundo es también el deudor más grande, todos se hacen la misma pregunta. Para nadie es un secreto que el desequilibrio que sostiene este sistema implica un riesgo creciente de que la transición a otro esquema se realice de manera explosiva.

El déficit estadunidense es insostenible, lo mismo que su posición de endeudamiento porque cada vez más ese déficit está siendo financiado con reservas de bancos centrales de otros países. Por eso el influjo de capital hacia Estados Unidos ya no consiste en inversión directa o de cartera. El sector privado se niega a financiar el déficit estadunidense y en 2007 casi todo el financiamiento provino de los bancos centrales de las naciones con excedentes. Esto conlleva un crecimiento insostenible de la deuda externa y hace más necesario el ajuste mediante la depreciación del dólar. ¿Qué tan brusco será el ajuste de cuentas?

En los años 70 se sentaron las bases de la megacrisis de la deuda que estalló en 1982 y de la cual, en más de un sentido, el mundo todavía no se ha recuperado. Hoy los paralelismos con aquellos años son sorprendentes. Pero la crisis que se está cocinando tiene ingredientes nuevos que la harán mucho más violenta y duradera.

Pero, ¿por qué preocuparse de todas estas cuestiones si se puede gozar de un rico banquete a orillas del lago Toya? Parece que los jefes del G-8 se han dejado convencer por las tesis de Washington de que lo peor de la crisis ya pasó y ahora viene la recuperación. Sólo hay que sacar el conejo del sombrero: África y el cambio climático, importantes prioridades. Cómo no.