ALIVIO DE
Documento de
Llamamiento a la corresponsabilidad,
La grave crisis económica por la que atraviesa la mayoría de nuestros países que tienen en la deuda externa un factor determinante, hace de sumo interés un pronunciamiento que procede de la Iglesia Católica de uno de los países con mayores responsabilidades éticas en el tema de la Deuda Externa.
La Iglesia Católica de Estados Unidos hace en este documento un “llamamiento a la corresponsabilidad, la justicia y la solidaridad”, con aseveraciones tan lúcidas como la siguiente:
“Creemos que el problema de la deuda, con sus consecuencias humanas es económicamente insostenible, políticamente peligroso y éticamente inaceptable”.
Este documento de Septiembre de 1989, tiene plena vigencia en nuestros días.
Declaración del Papa Juan Pablo II. (Lusaka, Zambia, 3 de mayo de 1989)
"El problema de la deuda internacional es un claro ejemplo de la interdependencia que caracteriza las relaciones entre los países y los continentes.
Es un problema que no puede resolverse sin una comprensión y acuerdo mutuos entre los países deudores y acreedores, sin sensibilidad hacia las circunstancias reales de los países endeudados por parte de las agencias acreedoras y sin una política sabia y comprometida de crecimiento por parte de los propios países en desarrollo.
¿Es meramente una cuestión retórica preguntar cuántos lactantes y niños mueren cada día en África debido a que los recursos están siendo acaparados por el reembolso de la deuda?.
Ahora no es el momento oportuno para lamentar la política del pasado ni los elementos en el cuadro financiero y económico internacional que han conducido a la situación actual. Ahora es el momento para una nueva y valerosa solidaridad, una solidaridad no fundamentada en el egoísmo sino inspirada y guiada por una verdadera preocupación por los seres humanos.
INTRODUCCIÓN
1. Hace tres años comenzamos nuestra carta pastoral, “Justicia Económica para Todos”, exponiendo tres criterios fundamentales por los que creemos que debería medirse una economía:
“Cualquier perspectiva humana, moral y cristiana sobre la vida económica necesariamente se configura a partir de tres preguntas: ¿Qué hace la economía por el pueblo? ¿Cómo afecta la economía al pueblo? Y ¿Cómo participa el pueblo en ella?
Entre las cuestiones de política pública que examinamos a la luz de estas tres preguntas figuró la de qué hacer acerca de la deuda de los países en desarrollo del Tercer Mundo, de la cual más de treinta por ciento se debe a bancos comerciales estadounidenses y al Gobierno de los Estados Unidos.
2. Esas palabras del Papa en Zambia presentan un reto especial para la Iglesia en los Estados Unidos. Nos retan a comprender mejor y a actuar sobre las consecuencias externas de la enorme deuda externa de los países pobres.
El Santo Padre nos pide que examinemos los aspectos morales y humanos de esta crisis y que exploremos cómo las instituciones y políticas de nuestro país han con- tribuido a la situación. Se nos reta a que consideremos lo que podemos hacer ahora para paliar el sufrimiento y promover la justicia al hacer frente a una cuestión central de preocupación mundial.
3. Como miembros de la Iglesia universal unidos por vínculos de fe y de humanidad común, hemos de responder al claro reto del Santo Padre y a los encarecidos y elocuentes llamamientos pastorales de nuestros obispos hermanos en los países pobres a medida que tratamos de abordar las dimensiones éticas y humanas de la crisis de la deuda.
Debido a que una cantidad tan grande del dinero es adeudada a los bancos estadounidenses, tenemos una responsabilidad especial de servir a la Iglesia universal haciendo oír nuestra palabra. Creernos que estos aspectos son ignorados con harta frecuencia en el debate público de la deuda, dominado como lo está por cuestiones económicas, políticas o ideológicas.
4. Como obispos de los Estados Unidos, aceptamos este reto difícil. Comprendemos tanto la complejidad como la urgencia de la crisis de la deuda y el papel central de nuestro país como líder de la economía mundial. Hemos escuchado los llamamientos de nuestros obispos hermanos, nuestros hermanos misioneros católicos y los operarios de la Iglesia en los países pobres.
Durante el pasado año, al preparar esta declaración hemos consultado sobre esta cuestión a ejecutivos jefes de los bancos estadounidenses, a financieras internacionales o líderes de los países en desarrollo, a teólogos y a otros expertos y responsables de la formulación de la política.
5. En estas breves reflexiones, tratamos de aplicar los principios morales católicos a este problema con la esperanza de hacer una contribución constructiva al debate más amplio de la cuestión de la deuda.
Utilizamos en particular las enseñanzas de nuestro Santo Padre y la exposición de 1987 de la Comisión Pontificia Justitia et Pax, “Al Servicio de la Comunidad Humana”: Un Enfoque ético para la Cuestión de la Deuda Internacional.
Además, nos guía la experiencia y conocimiento de la Iglesia en muchas partes del mundo. Tratamos de fomentar un sentido de verdadera "corresponsabilidad" y solidaridad, que traspasa las fronteras, la geografía y la economía a medida que confrontamos esta crisis en todas sus dimensiones fiscales, humanas y éticas.
El hecho trágico es el de que, al tratar de pagar sus deudas, los países más necesitados están sacrificando su futuro y la vida de millones de sus ciudadanos para contribuir capital a los países más ricos mediante el ser- vicio de la deuda y el pago de la deuda.
LA CARA HUMANA DE LA DEUDA DEL TERCER MUNDO
6. Desde que adoptamos nuestra carta pastoral, sobre justicia económica en Noviembre de 1986, la deuda total del Tercer Mundo ha aumentado en más de un 30 por ciento, de algo menos de $1 billón a más de $1,3 billones, y la suerte de los pobres en los países deudores, de acuerdo con cualquier medida que se evalúe, ha empeorado.
La deuda está creciendo ahora, mucho más lentamente, debido principalmente a que los bancos comerciales se muestran reacios a hacer empréstitos, pero también debido a que muchos deudores han dejado de obtener préstamos a fin de pagar los intereses. Sin embargo, la mayoría de estos países no han podido revigorizar sus economías o verse libre de la carga de la deuda que han de soportar.
7. Aún cuando se ha prestado mucha atención, tanto pública como privada, a este problema crónico y creciente, el hincapié principal sigue haciéndose en la situación de los acreedores y el futuro del sistema financiero internacional, no en la suerte de los deudores.
Lo que los obispos latinoamericanos nos describieron como "un aro de hierro al- rededor del cuello de nuestro pueblo".
La miseria cada vez más profunda de las victimas es oscurecida por una avalancha de datos estadísticos y por la complejidad de las soluciones pro- puestas. Un fin de nuestra reflexión es dar una faz humana de la realidad y denunciar la injusticia que encubren las cifras, los informes y las propuestas:
Cuando hablamos acerca de estas consecuencias humanas de la deuda, nos estamos refiriendo las políticas y prácticas que adoptan los acreedores, los gobiernos y las agencias multilaterales para pagar la deuda; estas políticas, y prácticas resultan a menudo en el desastre para los seres humanos.
8. Aunque existe un debate considerable sobre la forma en que la deuda del Tercer Mundo aumentó hasta llegar a alcanzar proporciones tan enormes, los hechos - y algunas de las causas - son cada vez más claros. La crisis llegó inicialmente a la atención pública en agosto de 1982 con las posibilidades de un incumplimiento por México.
Pero el problema comenzó antes y surgió de factores externos a la mayoría de los países en desarrollo: por ejemplo, el aumento espectacular en los precios del petróleo a partir de 1973, precedido por la decisión unilateral del Gobierno de los Estados Unidos en 1971 de suspender la redención de dólares en oro.
Hubo también préstamos poco juiciosos de "dinero del petróleo" por los mercados de capitales, occidentales para proyectos a menudo mal concebidos así como una mala administración económica y mal enjuiciamiento conceptual por parte de muchos países deudores.
9. La deuda total ha aumentado en la última década de poco más de $400.000 millones a $1,3 billones. Durante el mismo período, el oneroso servicio de la deuda, que agota los ingresos por exportaciones de los países deudores e impide su desarrollo, fue agravado por pagos de intereses considerablemente elevados, sin un crecimiento económico o reducción significativa del principal.
Además, los prestamistas comerciales que, en la década de 1970, fomentaron préstamos cada vez mayores a prestatarios del Tercer Mundo deseosos de obtenerlos, no están otorgando ahora préstamos suficientes para mantener al día los pagos. Como resultado están quedando a la zaga en el servicio de su deuda.
10. Muchos economistas, banqueros y funcionarios gubernamentales, instituciones multilaterales, tales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) y, agencias e individuos en la comunidad de desarrollo fuera del gobierno, han propuesto decenas de sugerencias sobre cómo resolver esta difícil situación. La mayoría de esas propuestas están encaminadas a mejorar el sistema financiero actual pidiendo a los principales agentes que actúen de forma más responsable en dicho sistema. Muchas de las propuestas entrañarían nuevas instituciones de gestión de la deuda multilateral relacionadas de alguna forma con el Banco Mundial y el FMI.
Aunque sigue habiendo cierto debate de una amenaza para la estabilidad financiera internacional, la mayoría de los observadores están de acuerdo ahora en que los bancos, al establecer reservas, han adoptado medidas adecuadas para absorber las pérdidas para sí mismos que pudieran resultar de la falta de pago por el deudor grande en particular.
11. Sin embargo, pocos de los remedios propuestos resuelven las inquietudes fundamentales de justicia social:
Quienes la están pagando, con pobreza, desempleo, miseria, enfermedad y muerte, no la deben y no han recibido ayuda de ella. La "austeridad" simplemente impone una carga sobre los pobres.
Esta es la, tragedia el escándalo al que nos referimos en Justicia Económica para Todos. Muchas personas ricas en los países deudores, que a menudo reinvirtieron el capital prestado en el banco acreedor, se ven mínimamente afectadas por las medidas de austeridad adoptadas para reembolsar la deuda.
12. El reciente Informe Anual del UNICEF, El Estado de los Niños del Mundo 1989, hace las mismas puntualizaciones, en relación con la responsabilidad para el pago, que explícitamente hizo el Papa en su discurso de Zambia: "...son los niños quienes están soportando la carga más pesada de la deuda y la recesión en la década de 1980...En la mayoría de los países, el costo real de dichas reducciones (de los servicios públicos) lo están pagando, de forma desproporcionada, los pobres y sus niños... ".
¿Por qué han de soportar los pobres en los países deudores, que no tuvieron ninguna parte en la decisión de acumular la deuda y que han recibido tan poco o ningún beneficio de ella, el peso mayor de su reembolso?.
En ese mismo mes, el obispo de Kumasi, Ghana, nos escribió que "el reembolso de la deuda ha afectado casi a todo el mundo... No sé lo que han sacado del préstamo. El sufrimiento de las personas se han intensificado y parece que no tiene fin...”
13. Los medios de noticias han divulgado recuentos dramáticos de disturbios por alimentos en Argelia resultantes de los acuerdos de reestructuración de la deuda; de muertes producidas en los disturbios ocurridos en el Sur de Jordania ocasionados por los aumentos de los precios debidos a una reprogramación de la deuda con el FMI; de disturbios en la República Dominicana, en Egipto, en Zambia, todo ello debido a los aumentos de los precios de los alimentos; del estado de asedio en la Argentina para reducir la violencia provocada por las medidas de austeridad; y de más de 300 muertes en Venezuela durante una semana de violencia que siguió a la imposición de medidas de austeridad similares por el nuevo presidente a fin de ayudar a atender el servicio de la deuda.
14. Los comentarios de nuestros obispos hermanos en los países en desarrollo ayudan a poner de relieve el problema: La Conferencia de obispos chilenos nos dijo en abril de1.989: "El pago de la deuda externa surte un efecto más grave en la población chilena. Sólo en los tres últimos años, ha ocasionado un incremento en el desempleo que, en algunos sectores supera al 50 por ciento...La deuda chilena ha llegado a ser una de las más elevadas en términos por persona (casi $2.000), pero los sacrificios graves impuestos sobre el país se han debido fundamentalmente a los altos tipos de interés... ".Nuestra moneda local he sido desvalorizada al menos en un 10.000 por ciento... y, sin embargo, los precios de los productos básicos se están disparando cada vez...".
En una carta al Presidente Bush, con fecha 7 de julio de 1989, nos unimos a los obispos mexicanos diciendo: "como pastores, nos sentimos profundamente angustiados por los efectos destructivos de la deuda sobre la población real, especialmente sobre los pobres del mundo, que no tuvieron voz en crear la deuda y que recibieron un beneficio mínimo de ella....
México ha adoptado de forma muy responsable las medidas necesarias para ordenar su economía. Pero al hacerlo, el nivel de vida del pueblo ha sufrido grandemente...aún así, México... no ha podido reducir su deuda; por el contrario, la deuda ha aumentado. Además, este esfuerzo está estrangulando la economía... "
Un obispo en el Caribe nos escribió en julio de 1989: "La enseñanza social católica insiste en que existe una obligación de que los hombres y mujeres tengan un nivel de vida decoroso como prioridad antes de que otros obtengan beneficios grandes...
Lo más triste acerca de quienes están sufriendo como resultado de la deuda es el hecho de que se ven afectadas aquellas personas que no son responsables de la deuda..." Hace dos años, uno de sus obispos hermanos escribía:
"Ninguna interpretación de las Escrituras obligaría a los hambrientos a morir de hambre y hacer morir de hambre a sus niños simplemente para a cumplir obligaciones contractuales a fin de reembolsar a los ricos y sus instituciones.
LA DEUDA Y EL DESARROLLO
15. El hallar una solución a la deuda del Tercer Mundo es un requisito necesario para un progreso importante hacia el desarrollo en las regiones pobres del mundo. El Banco Mundial estimó que en 1988 los países del Tercer Mundo hicieron una transferencia neta de más de $43.000 millones a sus acreedores en el mundo industrializado para atender el servicio de su masiva deuda: el quinto año consecutivo de dichas transferencias.
El desempleo en los países deudores ha aumentado notablemente en la década de 1980. El ingreso por persona ha descendido al nivel de hace 25 años en el África al Sur del Sahara. Los costos sociales y ambientales son incalculables.
Los niveles de vida han descendido en más de 25 por ciento en el África al Sur del Sahara y en 15 por ciento en la América Latina, y ambas regiones están más endeudadas que nunca.
En estas circunstancias, no es posible el desarrollo.
16. En “Justicia Económica para Todos” advertimos la ironía de que el endeudamiento intensivo que tanto ha perjudicado a estos países en desarrollo fue un importante factor contribuyente al continuo crecimiento económico experimentado en los países industrializados durante la década de 1970.
En efecto, nos ayudaron a mantener nuestra prosperidad después del "primer choque" del petróleo cuando la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) cuadruplicó los precios en 1973. Pero cuando la OPEP, en 1979, duplicó los precios del petróleo de nuevo, los países industrializados respondieron apretando sus economías, disuadiendo el crecimiento de la producción, amortiguando la demanda y erigiendo muchas barreras proteccionistas para disuadir las importaciones.
17. Como resultado, el valor de las exportaciones de los países en desarrollo descendió pronunciadamente justo cuando los tipos de interés sobre los préstamos tanto antiguos como nuevos, así como los precios de los bienes manufacturados e importados, aumentaron aún más pronunciadamente.
Sin embargo, únicamente en los cinco años entre 1982 y 1987, sólo los países latinoamericanos transfirieron $150.000 millones por concepto de intereses al mundo industrializado - el equivalente a dos Planes Marshall - mientras que su deuda aumentó en más de la mitad de esa cantidad pasando de $330.000 a $410.000 millones. Si no hubieran continuado endeudándose, nuestra propia recesión en Estados Unidos a principios de la década de 1980 pudiera haber durado aún más.
18. Los siete años desde la crisis de México han estado marcados principalmente por el control de la crisis y por una creciente variedad de estrategias propuestas para hacer frente al problema.
Pero ninguna de estas medidas ha reducido notablemente hasta ahora la carga de la deuda; en realidad, esa carga ha aumentado ligeramente. Todas las personas con quienes hemos hablado, entre ellos los banqueros, nos han llevado a creer que existe un reconocimiento creciente entre los acreedores de la relación del problema de la deuda con las cuestiones más amplias del desarrollo y la justicia en la economía global y de una creciente disposición a considerar nuevos enfoques tales como la reducción de la deuda. Necesitamos aprovechar lo que puede ser un momento nuevo y promover este creciente sentimiento.
VARIEDADES DE DEUDA
19. Los problemas de la deuda de las distintas regiones del mundo en desarrollo difieren grandemente. La porción de los países africanos al Sur del Sahara es sólo una décima parte del total; pero los países deudores, muchos de los cuales heredaron una agricultura dependiente de exportaciones del período colonial como su principal base económica y, luego, la descuidaron, figuran entre los más pobres del mundo.
Más del 80 por ciento de su deuda se la deben a gobiernos del mundo industrializado o al Banco Mundial, el FMI y las instituciones crediticias regionales. A estas Instituciones les prohíbe su carta perdonar préstamos pero no existe dicha prohibición sobre los gobiernos acreedores. Estos podrían cancelar su porción de la deuda africana como lo han hecho algunos y como Estados Unidos parece ahora estar considerando hacerlo.
20. Sin embargo, la mayor parte de la deuda latinoamericana y asiática se debe a bancos comerciales del mundo industrializado. Los países asiáticos, con la notable excepción de Las Filipinas, no están teniendo grave dificultad en pagar su deuda. Pero los países latinoamericanos que deben más de la mitad de un billón de dólares a bancos comerciales, aproximadamente un tercio de esta deuda a bancos de los Estados Unidos, están teniendo graves dificultades en cumplir esas enormes obligaciones.
Generalmente hablando, estos países deudores han sido incapaces de crecer económicamente. Han tenido que exportar sus productos básicos primarios a precios cada vez más bajos en tanto reducen las importaciones y han experimentado una disminución creciente en sus ingresos por persona.
Ya en 1987, tal como el Secretario General de las Naciones Unidas declaró a la Asamblea General en septiembre de ese año, "después de media década de ajustes difíciles en sus economías, muchos países en desarrollo están presentando ahora señales inequívocas de fatiga de la deuda.” (Asamblea General de las Naciones Unidas. A/42/523).
21. Naturalmente, la responsabilidad para la deuda no recae sólo sobre los acreedores. Algunos líderes políticos y económicos, gobiernos y elites en los países deudores se han endeudado en exceso, no han adoptado buenas políticas económicas y sociales, han ignorado la necesidad real de sus pueblos, han dilapidado fondos en proyectos mal concebidos y corrupta o inepta- mente administrados y han enviado miles de millones de dólares al mundo industrializado como capital fugado.
En algunos casos, las políticas económicas de los países deudores no han experimentado aún una mejora suficiente; esto también exacerba la carga sobre los pobres.
22. Estados Unidos, debido a sus políticas fiscales y al papel central que sigue desempeñando, aunque en menor grado, en la economía mundial, ha ejercido un efecto casi decisivo en este proceso: El persistente déficit del presupuesto estadounidense de más de $100.000 millones exige que los Estados Unidos se endeuden fuertemente para atender el servicio de su propia deuda de $2,7 billones.
Esto surte efecto en los tipos de interés y los países acreedores o los bancos que prestan a los Estados Unidos han tenido menos dinero disponible para prestarlo a los países del Tercer Mundo. El déficit comercial estadounidense de casi 150.000 millones también es financiado por los inversionistas y prestamistas extranjeros y no es probable que se reduzca notablemente hasta que los países deudores empobrecidos puedan reducir sus pagos del servicio de la deuda que les impiden comprar exportaciones estadounidenses.
23. Hasta este momento, las propuestas estadounidenses sobre la deuda no han respondido en forma adecuada a la urgencia o magnitud del problema. Han estado concebidas más en interés del sistema financiero internacional que en el interés de los pobres; y tampoco se han tomado en cuenta los intereses más amplios de los Estados Unidos.
Sin embargo, la más reciente de estas propuestas, introducida por el Secretario de Hacienda de los Estados Unidos Nicholas Brady en l989, puede en realidad reducir la deuda ya que subraya la reducción de la deuda así como el otorgamiento de nuevos préstamos y hace aceptable el debate abierto de la reducción de la deuda en los círculos financieros. Pero, al propio tiempo, rechaza firmemente la creación de cualquier nueva facilidad de control de la deuda: la solución favorecida por muchos legisladores y otras personas.
NUESTRA EVALUACIÓN DE LA SITUACIÓN DE LA DEUDA
24. Es contra el fondo de esta breve historia que nosotros tratamos de examinar el problema de la deuda y recomendar algunas posibilidades para acción de remedio o, al menos, algunos principios éticos que orienten la búsqueda de una solución. Creemos que el problema de la deuda, con sus consecuencias humanas, es económicamente insostenible, políticamente peligroso y éticamente inaceptable.
25. Los numerosos intentos por encontrar soluciones económicas para el problema de la deuda comercial no han producido un alivio significativo en muchos países deudores ni han puesto fin a la crisis. Estas propuestas han sido de corto plazo, concebidas principalmente para proteger a los acreedores y al sistema financiero. Incluyen aumentar las reservas contra pasibles incumplimientos, crear nuevas instituciones multilaterales y garantizar o asegurar los programas y persuadir a los acreedores a que reduzcan una inversión en el país deudor.
Incluso este último procedimiento, recomendado a menudo, sólo ha convertido $30.000 millones de deuda desde que comenzó hace algunos años. Durante el mismo período, la deuda agregada del Tercer Mundo aumentó diez veces.
26. La falta de solución de este problema de la deuda también presenta una amenaza política para los gobiernos democráticos nuevos o revividos que, a menudo, han heredado obligaciones masivas de regímenes no democráticos u opresivos previos tales como los de Las Filipinas y varios países latinoamericanos.
La, proporción de la población que vive en pobreza en el Hemisferio Sur se está incrementando, la desnutrición está aumentando, el desempleo crece, la distribución del ingreso está empeorando, los programas sociales (especialmente la educación, atención de salud y transporte) se están reduciendo, y enfermedades que se habían considerado erradicadas han vuelto a aparecer.
27. Aun cuando una parte notable de la acumulación de la deuda ha resultado decisiones financieras y económicas poco sólidas por los gobiernos deudores. Algunos de estos gobiernos están emprendiendo ahora serios esfuerzos correctivos. Están reduciendo los déficit presupuestarios, cobrando impuestos, mejorando o recortando empresas estatales caracterizadas por el derroche o por la corrupción y están intentando volver a atraer el capital fugado.
Sin embargo, en muchos casos la producción nacional ha descendido, los precios de los productos de exportación han bajado y el ingreso por persona se ha visto reducido al nivel de la década de 1970. Y no parece perfilarse alivio alguno en el horizonte.
Todo esto indica recesión, lleva a los latinoamericanos en particular a poner en tela de juicio la estrategia económica de sus líderes y su compromiso al bien común y promueve conmoción política y social. Puesto que gran parte de la razón para la reducción de la deuda gira en torno a sus beneficios para la política pública estadounidense (por ejemplo, requiere mejores relaciones con la América Latina, mayor democracia y respeto de los derechos humanos en el hemisferio), el gobierno debería estar dispuesto a pagar estos beneficios.
28. Muchos defensores, especialmente en la comunidad religiosa, aducen argumentos éticos para considerar la deuda, en agregado, como injusta:
Aun cuando puede haber habido un contrato en el principio, la deuda ha aumentado y se ha hecho más onerosa en el curso del tiempo de formas que no se previeron cuando se firmó el contrato. Ni los acreedores ni los deudores previeron el grado en que los términos del comercio con los países en desarrollo se verían debilitados, la gravedad de la recesión mundial a principios de la década de 1980 ni el aumento sin precedentes en los tipos de interés en los países industriales que ocurrió al mismo tiempo.
Retrospectivamente, no fue realista esperar que los países endeudados pudieran atender el servicio de sus deudas mayores independientemente de lo que ocurriera en la economía global pero eso es lo que los contratos originales les exigían.
La deuda se acumuló sin participación o beneficio para quienes (los pobres) sufren más de las medidas de austeridad impuestas para atender el servicio de la deuda. Se ha pagado ya muchas veces a través de tipos de interés inusitadamente elevados.
La mayoría de los préstamos renovados, más allá de los préstamos iniciales, se han consumido casi por completo para el servicio de la deuda en vez de utilizarse para un desarrollo genuino.
Una porción considerable de los fondos prestados se empleó en armamentos peligrosos o que representaban un derroche o en proyectos y programas que beneficiaban a las elites. En algunos casos, estos fondos se devolvieron simplemente al mundo industrializado en forma de inversión exterior: que se ha venido a llamar fuga de capitales.
Sin embargo, no necesitamos aceptar el argumento de que la deuda es ilegítima para instar a que haya alivio de pago o incluso que se perdone la deuda en todo en parte a fin de reducir el sufrimiento de quienes son más vulnerables a los efectos de la carga de la deuda.
LA ENSEÑANZA SOCIAL CATÓLICA Y LA DEUDA
29. Arraigada en la revelación de las Escrituras, la reflexión racional sobre la naturaleza humana y la experiencia histórica, la enseñanza social católica ofrece una perspectiva única para examinar este problema.
Desde el Papa Juan XXIII hasta el Papa Juan Pablo II, un tema importante de esa enseñanza ha sido el significado de las repercusiones de la creciente interdependencia mundial. El hecho de la interdependencia es claro para toda persona consciente de las fuerzas económicas, sociales y políticas que actúan en nuestro mundo.
Sin embargo, nuestra preocupación ha sido la calidad moral de la interdependencia, como las normas y relaciones de los países y los pueblos se configuran y cómo afectan a la dignidad de las personas. De acuerdo con las palabras del Papa Juan Pablo II, "cuando la interdependencia se separa de sus requisitos éticos, tiene consecuencias desastrosas para los más débiles”.
30. El problema de la deuda del Tercer Mundo ilustra no sólo el significado general de la interdependencia sino la verdad del enjuiciamiento por el Papa Juan Pablo acerca de la dinámica de una interdependencia desprovista de dirección moral.
Tal como han observado el Santo Padre y otros, los costos humanos de la deuda del Tercer Mundo están siendo pagados más directamente por los niños. Una ética fundamental de la comunidad hebrea antigua fue el justo tratamiento de las viudas y huérfanos. El carácter moral de una sociedad había de medirse por la forma en que cuidaba de sus miembros.
31. ¿Cómo debería configurarse el hecho de la interdependencia para hacer frente a las exigencias de dignidad humana y derechos humanos?.
El desarrollo de la enseñanza social católica en los últimos treinta años se ha orientado constantemente hacia la ampliación de las normas de justicia y caridad tradicionalmente aplicadas a las sociedades nacionales de forma que también se apliquen a las relaciones entre los estados y los pueblos a través de las fronteras nacionales. Se reconoce que el apartamiento de las responsabilidades nacionales hacia las internacionales entraña nuevos elementos y que las responsabilidades morales para justicia social no se limitan a la sociedad dentro de los países.
32. La base para esta aseveración está en la común creación, humanidad y destino de la raza humana que exploramos con cierto detenimiento en “ Justicia Económica para Todos”. Allí hablamos de este triple vínculo humano de creación, convenio y comunidad que establece un marco moral para la enseñanza social católica. (No. 30). Dentro de este marco se afirma la dignidad de la persona, se articula una doctrina de derechos humanos, se reafirman las responsabilidades de justicia y solidaridad y se esboza un orden moral para la sociedad local, nacional e internacionalmente.
33. Tres conceptos básicos son pertinentes para nuestra reflexión moral sobre la deuda del Tercer Mundo.
Primero: La noción del Papa Juan XXIII acerca del bien común internacional en “Mater et Magistra”, mantiene que la política de un país ha de someterse ahora a prueba mediante su impacto no sólo en sus propios ciudadanos sino en el bienestar de otros. Por ejemplo, los tipos de interés "nacionales" en un país como Estados Unidos afectan directamente a la calidad de la vida en otras sociedades.
Segundo: El Sínodo Mundial de Obispos en Roma en 1971 habló de la necesidad de evaluar la economía mundial en el contexto de la justicia social internacional.
Este fue precisamente el criterio que utilizó el Papa Pablo VI en “Populorum Progressio” cuando midió los patrones de las relaciones comerciales contra las normas de justicia.
Tercero: El Papa Juan Pablo II argumentó en “ Solicitudo Rei Socialis” (1988), que la solidaridad es la virtud requerida para definir debidamente nuestras relaciones en una economía mundial interdependiente.
34. Todos estos criterios requieren que el problema de la deuda del Tercer Mundo sea visto desde una perspectiva moral. El hecho de la deuda erosiona el bien común internacional.
Las consecuencias para los pobres en los países deudores de reembolsar la deuda violan las normas mínimas de justicia social ya que sus necesidades básicas quedan sin cumplir. Si no se encuentra un método justo y eficaz para resolver la crisis de la deuda, esto representa no sólo un error técnico o político sino una falta de solidaridad.
35. En las Escrituras, la forma en que uno trata con los deudores es un caso de prueba de rectitud moral y sensibilidad espiritual. De acuerdo con la tradición judea, la institución del año de jubileo, en el que se perdonaban las deudas y se restablecía la propiedad de la tierra, era un medio de corregir lo que hoy pudiéramos llamar "injusticia estructural" en el régimen de propiedad.
En el Nuevo Testamento, Jesús utiliza historias de cómo los deudores son tratados como medio de ayudar a las personas a comprender la benevolencia divina y la obligación de reflexionar sobre esa benevolencia en nuestros tratos con otros; y en la oración diaria de los cristianos, pedimos a Dios que trate nuestras deudas a la luz de la forma en que nosotros tratamos las deudas de otros para con nosotros.
36. Estas imágenes bíblicas no proporcionan una fórmula para resolver la complejidad de las deudas internacionales ni incluso principios claros para adjudicar una resolución; justa a esta importante cuestión institucional.
Sin embargo, las imágenes bíblicas proporcionan un punto de partida, una forma de comprender las relaciones entre acreedores y deudores, que una evaluación puramente empírica del problema de la deuda nunca ofrecerá. Las lecciones bíblicas rechazan una interpretación de estas cuestiones puramente en términos de beneficios económicos o poder sobre otros.
Quienes están endeudados mantienen su dignidad así corno sus derechos humanos básicos, que imponen demandas a los acreedores; los deudores no pueden ser reducidos a una situación de pobreza extrema para pagar sus deudas.
37. Estos temas necesitan desarrollarse en términos institucionales a fin de dar solución al problema de la deuda del Tercer Mundo. Las relaciones no ocurren entre individuos sino entre gobiernos o entre gobiernos y los bancos comerciales e instituciones multilaterales.
La Iglesia ha utilizado los conceptos de la justicia y la solidaridad para traducir los temas bíblicos a categorías estructurales de análisis moral. Estas categorías van más allá de las actitudes que deberían prevalecer entre deudores y acreedores; examinan la justicia de la propia relación así como la justicia de los mecanismos a través de los cuales se contrae y ha de reembolsarse la deuda.
38. Muchas voces en la iglesia, utilizando categorías tanto bíblicas como filosóficas, impugnan la legitimidad de la deuda en su totalidad. Utilizando argumentos patrísticos acerca del objetivo de la creación y argumentos medievales acerca de la usura, muchos afirman que, debido a que es claro que los pobres del mundo en desarrollo no tuvieron voz en decidir sobre la acumulación de la deuda y recogieron poco o ningún beneficio del dinero prestado, su interés debería predominar y el servicio de la deuda no debería atenderse en absoluto.
El argumento no es simplemente un caso político/económico/real de que la deuda no puede pagarse; es una afirmación moral de que la deuda no debería pagarse. Un Obispo del Tercer Mundo nos escribió en Julio de 1989 que "el reembolso de esa deuda es ahora una cuestión totalmente hipotética".
39. Convenimos en que, en términos de justicia social, puede ser posible aducir que la deuda total no debería aceptarse simplemente como legítima. Al mismo tiempo, creemos que existe una presunción moral, en relaciones personales y sociales, de que las deudas deberían pagarse.
Pero en el caso de la deuda del Tercer Mundo, esta presunción ha de someterse a prueba contra una serie adicional de cuestiones. Como la crítica por el Papa León XIII del contrato salarial y la crítica por el Papa Pablo VI de las relaciones comerciales, nuestro análisis pone en tela de juicio la justicia de los arreglos contractuales entre los gobiernos del Tercer Mundo y sus acreedores.
A menudo, no es una relación de poder negociador igual; y en algunos casos (particularmente en los de la América Latina), los representantes del Tercer Mundo apenas si representaban los intereses de sus poblaciones. En muchos casos, los gobiernos tenían una legitimidad dudosa, ya que llegaron al poder a través de golpes militares o elecciones fraudulentas. El poder desigual no invalida de por si los contratos, pero estas relaciones si templan los enjuiciamientos sobre cómo debe cumplirse el contrato.
40. No sólo un contrato original sino un registro de lo que se ha pagado debido a tipos de interés muy elevados también ha de incluirse en la evaluación de la cantidad que queda pendiente de pago, si es que alguna, desde un punto de vista moral. Muchos gobiernos del Tercer Mundo han estado atendiendo al servicio de sus deudas a un costo social interno importante. Los gobiernos autoritarios, como los de Chile y Rumania, pueden reembolsar la deuda debido a que la resistencia democrática difícilmente es posible en esas sociedades.
Otros países, tales como Argelia, Argentina, Brasil, México y Venezuela. han reembolsado la deuda a un costo social grande y con perturbaciones y resistencias sociales considerables.
41. Tanto la naturaleza de los convenios originales como los intentos de algunos deudores de reembolsar la deuda nos llevan al convencimiento de que ningún principio individual dado puede regir todas las situaciones diferentes de endeudamiento. Creemos que en muchos casos la obligación presuntiva de reembolsar la deuda debería ser superada o modificada debido a los costos sociales impuestos sobre los pobres.
Cuando los costos sociales minan la dignidad personal, ocasionando hambre, falta de vivienda, enfermedad y muerte, los principios de la justicia apuntan no hacia el reembolso por los deudores sino hacia la remisión de la deuda, aunque sea parcial, por los acreedores. La remisión en los casos complejos como éste no significa "perdón' para todos los estados.
Es posible y necesaria una gama de remedios; se necesita una escala de soluciones del problema para juzgar las diferentes situaciones. A veces, un perdón parcial será una respuesta justa tal como se advierte en “ Justicia Económica para Todos”, o en otros momentos puede ser procedente la renegociación o reprogramación parcial.
42. Creemos que, en el caso de algunos estados africanos, por ejemplo, estas deudas de gobierno a gobierno deberían perdonarse, tal como el Presidente Bush parece estar ahora dispuesto a considerar. Los casos latinoamericanos son más complejos debido a los prestamistas comerciales involucrados.
Pero al menos en algunos casos, el simple reembolso no es ni posible ni, en nuestra opinión, exigido necesariamente por la justicia. En todos los casos, el récord interno del desempeño del gobierno deudor, la solidez de su planificación económica y en particular, sus esfuerzos en pro de los pobres deberían ser los criterios fundamentales para la forma en que se adjudica la deuda externa.
43. La declaración en 1987 de la Comisión Pontificia "Justitia et Pax" pidió "corresponsabilidad" por todos los agentes principales en la resolución del problema de la deuda. Estos agentes son: los gobiernos de los países acreedores, los gobiernos de los países deudores, las instituciones crediticias comerciales y las agencias multilaterales (el Fondo Monetario Internacional, la familia del Banco Mundial y los bancos de desarrollo regional).
Claramente, todos comparten la responsabilidad y cada uno tiene un papel que desempeñar.
PAUTAS Y RECOMENDACIONES:
44. Ofrecemos los criterios siguientes sobre cómo pueden utilizarse los principios de la justicia, la solidaridad y el bien común para contribuir a la resolución de la deuda del Tercer Mundo:
• El objetivo primordial debería ser ayudar a revitalizar las economías de los países endeudados y ayudar a los pobres a participar en su economía y mejorar la calidad de sus vidas; en general, la mayor cantidad de ayudas debería proporcionarse a los más necesitados.
• Toda solución de deuda debería preservar los derechos humanos básicos de las personas y la autonomía e independencia del país deudor.
• La responsabilidad para la solución de la deuda debería ser compartida equitativamente por los países acreedores y deudores, especialmente por los segmentos más adinerados de esas sociedades; los pobres no deberían seguir soportando la carga desproporcionada de la deuda.
• La solución no debería aumentar la deuda; generalmente, es mejor que salga menos dinero del país que el que entre más dinero.
• El país deudor, especialmente para los pobres, debería obtener algún beneficio inmediato.
• Los criterios establecidos para ajustar la deuda deberían tomar en cuenta el grado en que los responsables responden ante su pueblo y la forma en que se promueven y protegen los derechos humanos en el país deudor, los fines para los que se obtuvieron los préstamos, cómo se utilizaron, qué clases de esfuerzos ha hecho o está haciendo el país para promover el desarrollo así como para reembolsar los préstamos y cómo propone el país deudor reformar su economía incluyendo la forma en que se pueda hacer frente al problema de la fuga de capitales.
• Toda solución aceptable debería reconocer y tratar de aliviar los factores externos fuera del control del país deudor que tienden a agravar o perpetuar la carga por productos básicos, barreras al comercio, déficit presupuestarios y consideraciones geopolíticas.
• La economía mundial debería gestionarse en el interés de la equidad y la justicia; la participación de los pobres debería ser la prueba central de la moralidad del sistema.
45. A nuestro juicio, el problema de la deuda está íntimamente relacionado con todos los demás otros problemas económicos e internacionales, de cuya solución depende el bien común mundial. La situación de la deuda puede verse más como un síntoma que como una enfermedad y debiera tratarse como una manifestación de un sistema económico internacional que se está haciendo cada vez más inviable e injusto.
El reto, por tanto, es no sólo corregir el desequilibrio actual sino abordar la necesidad de un cambio fundamental en el propio sistema económico mundial. Es igualmente necesario preguntar cuánto alivio de la deuda se proporciona en realidad, quién paga qué porción de su costo y cuáles son las condiciones para este alivio de la carga de la deuda. El país deudor no debe verse obligado a seleccionar el servicio de la deuda frente a un desarrollo autodependiente.
46. La acción de remedio ha de considerarse desde el punto de vista de la estructura del sistema y la forma en que los distintos actores funcionan en él. Dudamos que baste sugerir que sólo sea necesario cambiar la forma en que las personas operan la maquinaría económica mundial o solamente proponer que se realinee la estructura de ese sistema.
Aun cuando el comportamiento humano construyó la estructura, el comportamiento humano está ahora, a menudo, decisivamente condicionado o limitado por ella. Por tanto, en nuestra opinión, ha de cambiarse tanto la estructura como el comportamiento. El mundo necesita analizar más profundamente las relaciones de poder cada vez más complejas en el sistema financiero internacional a medida que tratamos de resolver estos problemas inmediatos:
Cada banquero al que hemos consultado subrayó que la solución última para el problema de la deuda tendrá que ser política, no simplemente técnica o económica. Las políticas de los Estados Unidos y otros gobiernos son centrales para una acción eficaz hacia una solución.
47. Creemos que se necesitan cambios en el sistema económico internacional para aumentar las posibilidades de justicia social y evitar crisis tales como el problema de la deuda en el futuro.
Pero; para comenzar a cambiar el sistema, probablemente se necesitarán negociaciones tan sustantivas y prolongadas como las que condujeron al acuerdo hace casi medio siglo en Bretton Woods.
También se requerirá ampliar la participación en dichas negociaciones, incluir a los países del Tercer Mundo, que no estuvieron representados en Bretton Woods. Además, también se necesitará probablemente una nueva clase de colaboración práctica y eficaz y solidaridad en el Tercer Mundo para equilibrar el "cartel" de facto de los acreedores y asegurar la participación de los pobres en sus decisiones.
48. Se necesitarán acciones constructivas y valerosas por corporaciones, bancos, sindicatos, gobiernos, agencias multilaterales y otros importantes actores en la economía internacional, si se desea hacer un progreso real hacia la reducción de la pobreza y la promoción de la justicia social.
Nuestra carta pastoral sobre justicia económica, repitiendo nuestra carta anterior sobre guerra y paz, indicó que "las relaciones económicas internacionales principales de la ayuda, el comercio, las finanzas y las inversiones son interdependientes entre sí e ilustran la gama de cuestiones de interdependencia que afrontan la política de Estados Unidos....
Cada relación nos ofrece la oportunidad de un avance positivo y sustancial hacia incrementar la justicia social en el mundo en desarrollo; en cada acción, desgraciadamente, tenemos deficiencia" (No. 264).
CONCLUSIÓN
49. Aunque reconocemos que las instituciones multilaterales, otros países industrializados y los gobiernos de los países deudores han de participar, naturalmente, en cualquier esfuerzo corresponsable tendiente a reducir la deuda del Tercer Mundo, dirigimos nuestras observaciones en esta sección a nuestro propio gobierno y al pueblo norteamericano.
Los Estados Unidos siguen siendo una fuerza central en cualquier respuesta eficaz a este problema. También sabemos que la deuda del Tercer Mundo está relacionada con nuestros propios déficit presupuestarios y comerciales.
Solidaridad real significa que no podemos aceptar que se exija a los pobres del mundo sacrificarse a fin de mantener el estilo de vida de la gente más adinerada del mundo.
50. Deseamos promover la justicia social y la estabilidad económica en el mundo, nos perturba la creciente violencia y deshumanización que la injusticia provoca tanto en el Tercer Mundo como en nuestros propios centros metropolitanos y tenemos muy presente el llamamiento del Evangelio de buscar la justicia para los pobres.
Nos preocupa cómo la miseria ocasionada por la crisis de la deuda incide en la dignidad humana, rebaja a las personas creadas e la imagen de Dios y, por tanto, afrenta al Creador que concedió esa dignidad humana a todos los pueblo.
51. Encarecemos a, nuestro gobierno que adopte políticas que ayuden a aliviar la carga de la deuda de los países del Tercer Mundo debida tanto a los bancos comerciales como al propio gobierno. Lo hacemos principalmente por las razones morales que hemos descrito, aunque también por nuestra preocupación por los propios intereses de los Estados Unidos.
En los Estados Unidos, se están perdiendo puesto de trabajo y están ocurriendo disminuciones en los ingresos por concepto de las exportaciones agrícolas a medida que descienden nuestras exportaciones a países de deudores empobrecidos. Las carteras de los bancos pierden valor a medida que se adjudican reservas mayores. Los programas destinados a ayudar a nuestras propias personas desventajadas sufren por reducción de fondos a fin de continuar los altos desembolsos en la defensa.
52. Específicamente, pedimos el Presidente que lleve a cabo valerosamente su decisión de ejercer su autoridad estatutaria para perdonar la deuda de los países africanos al Sur del Sahara en ciertas condiciones y pedimos al Congreso que facilite fondos, si se requieren, para permitir seguir adelante con esta iniciativa.
53. También pedimos al Presidente y al Congreso que adopten las medidas apropiadas, tal como ha sugerido el Secretario de Hacienda Brady, para modificar disposiciones bancarias que puedan disuadir a los bancos comerciales de aplicar reducciones de la deuda que redundan claramente en el interés de todas las partes.
54. Además, pedimos a nuestros gobiernos que ejerzan liderazgo en el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional pare ayudar a aproximar esas instituciones hacía políticas crediticias más a tono con un desarrollo equitativo en el Tercer Mundo. Favorecemos políticas menos vinculadas con el modelo de desarrollo altamente cuestionable del ajuste estructural que, a menudo, exacerba en realidad la situación de las personas pobres y vulnerables.
Esos programas han profundizado aún más la miseria de los pobres subrayando los ingresos por exportaciones para pagar la deuda, manteniendo bajos los salarios y reduciendo los servicios públicos que son utilizados principalmente por los pobres. Creemos que debería haber una verdadera flexibilidad y un enfoque caso por caso con los diferentes países que tienen circunstancias muy diferentes en vez de una condicionalidad rígida y uniforme a la cual el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional parecen estar en realidad comprometidos.
55. Si las restricciones en las cartas del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y los bancos regionales constituyen un obstáculo a su participación en planes eficaces de reducción de la deuda, los representantes de los Estados Unidos en las juntas rectoras de estas instituciones deberían recibir instrucciones para que inicien acción a fin de renunciarlas o modificarlas.
56. Instamos a nuestros banqueros comerciales, incluidos muchos que son católicos, a que comprendan y acepten la corresponsabilidad para la solución de este urgente y crucial problema. Esta no es una cuestión de lo que, a menudo, aunque de forma imprecisa, se denomina "caridad", sino de justicia.
La justicia no es ni sentimental ni optativa; es realista y es obligatoria: La corresponsabilidad tampoco es optativa; y si se interpreta bien, entraña un alivio eficaz de la carga de la deuda que puede incluir al menos perdón parcial de la deuda. La decisión del alivio de la carga de la deuda para los países en desarrollo es necesariamente una cuestión compleja y técnica pero no necesita ser prolongada y ardua como ha ocurrido en el pasado.
Instamos a los banqueros estadounidenses a que den más prioridad a las consideraciones de la justicia y la corresponsabilidad que a la pérdida o ganancia financiera mundial para forjar soluciones justas y duraderas a la crisis de la deuda en cada uno de los países más afectados.
57. La exhortación del Papa Juan Pablo II en una audiencia privada con los - miembros de la junta del Banco Chase Manhattan el 19 de junio de 1989, es especialmente pertinente y útil:
"La posición de ustedes como líderes comerciales y miembros de la junta de un banco internacional prestigioso les permite comprender e influir en la vida económica compleja e interdependiente del mundo actual... Estoy pensando en particular en la cuestión de la deuda internacional, que sigue siendo una amenaza grave para la paz y el progreso de la familia humana.
La Santa Sede ha instado a que haya una mayor solidaridad humana y respeto mutuo basado en la humanidad común y el bien común de todos los seres humanos...Estoy convencido de que las actitudes y decisiones de los líderes como ustedes surten una influencia profunda para el bien o para el mal en la configuración del futuro de la humanidad. Tengo la confianza de que ustedes...no dejarán de ser guardianes compasivos así como responsables de los bienes materiales que se les han encomendado". L'Osservatore Romano, 19/20 de junio de 1989).
58. Encarecemos que los líderes del gobierno y la industria, así como los de la banca -ciertamente todos aquellos que pueden de alguna forma ayudar a aliviar la trágica carga de la deuda externa de los países más pobres- presten atención y cumplan las exhortaciones del Papa. En pocas palabras, pedimos que los cuatro "corresponsables" identificados arriba (párrafo 43) ejerzan la solidaridad descrita por el Papa en Madagascar el 1 de mayo de 1989:
“Cuando uno habla de solidaridad, vemos inmediatamente que la cooperación internacional tiene por mira primordial el bien de todos los países, la utilización apropiada de sus recursos humanos, el desarrollo de sus capacidades, el uso óptimo de su territorio, la aceptación de su contribución particular a la riqueza de la comunidad humana en su conjunto, incluso si esta riqueza no puede medirse en términos económico.”
59. En “Justicia Económica para Todos” reformulamos los principios clásicos de la justicia: “Justicia conmutativa exige justicia fundamental en todos los acuerdos e intercambios entre los individuos o grupos sociales... La justicia distributiva requiere la asignación del ingreso o la riqueza y el poder en la sociedad evaluados a la luz de sus efectos sobre las personas cuyas necesidades materiales básicas están sin satisfacer.
... Justicia social significa que las personas tienen una obligación de ser participantes activos y productivos en la vida de la sociedad y que la sociedad tiene el deber de permitirles participar de esta forma"(páginas 69-7 1). En nuestra opinión, la crisis de la deuda del Tercer Mundo viola todas estas tres formas de justicia y los enfoques adoptados hasta la fecha o propuestos para hacerles frente no brindan los remedios adecuados.
60. Creemos que la interdependencia es un hecho de la vida económica, cierta- mente de toda la vida. Solidaridad, de acuerdo con las palabras del Papa, es "la res- puesta correlativa como una actitud moral y social, como una virtud" (Sollicitudo, No. 38). Corresponsabilidad es la expresión de esa virtud, entre otras cosas, en relación con el problema de la deuda del Tercer Mundo. Al igual que el Santo Padre, no estamos interesados en echar las culpas a nadie ni en asignar culpabilidad; éstas son descripciones del pasado y hay mucho de ambas cosas que compartir. Más bien, deseamos subrayar la responsabilidad, que mira hacia el futuro.
61. Estamos conscientes de que, incluso el perdón total de la deuda, no resolvería el problema porque dejaría intactas las causas sistemáticas subyacentes de la crisis actual, tanto estructurales como de comportamiento. Por tanto, creemos que los préstamos futuros a los países del Tercer Mundo deberán concebirse de forma que beneficien a todos los habitantes equitativamente.
62. Deseamos y rogamos urgentemente que las consideraciones de la justicia, la dignidad humana y los derechos humanos formen una parte central de las decisiones que se adopten acerca de esta cuestión y otras cuestiones de justicia social. La resolución de la deuda del Tercer Mundo llevará tiempo -pero no tanto, esperamos, como el propio problema ha tardado en formarse y ser reconocido. Pero, mientras que se persigue el cambio sistemático a plazo más largo, también existe la necesidad de emprender una acción inmediata para ayudar a las víctimas.
Nuestros obispos hermanos nos recuerdan una y otra vez que muchas personas, seres humanos creados a imagen de Dios, especialmente los más vulnerables, las mujeres y los niños, están muriendo literalmente debido a las consecuencias de la deuda y esto es intolerable.
Septiembre 1989