Una detallada observación del desarrollo de la campaña nos permite reforzar esas teorías, ya que tanto Obama (por razones obvias de distanciamiento ideológico), como McCain (tal vez por estrategia electoral) han manifestado su disposición ha terminar con el reinado de esa nebulosa ideológica formada hace bastantes años.
La historia más reciente de la materialización de la ideología neoconservadora (neocon) abarca un período de más de cuatro décadas. Desde los años sesenta del pasado siglo, esta maquinaria ha ido avanzando en una única dirección, hacerse con el control del poder en Estados Unidos. Las decepciones de los sesenta dieron paso a un surgimiento clave en torno a la época presidencial de Ronald Reegan, que aunque su actuación gubernamental en la práctica no supuso la materialización de la ideas neocon, sí dio un importante impulso retórico a las mismas.
La desaparición del espacio soviético, el fin de la Guerra Fría y la llegada al poder de Clinton supusieron un serio revés para los neocon, y algunos, como lo hacen ahora, anticiparon su “muerte política”. Una afirmación que pronto se demostraría errónea, ya que en esa misma década (los años noventa) asistiremos a lo que algunos han definido como “la resurrección del movimiento neocon”. La elección de George W. Bush, como presidente será la oportunidad para llevar a cabo el asalto definitivo por parte del neoconservadurismo.
Finalmente, el 11-s supuso un punto de inflexión, ya que en esa época muchos de los ideólogos e impulsores del neoconservadurismo ocupaban puestos clave en la Administración norteamericana, lo que les permitió hacerse con la maquinaria militar de EEUU, una pieza clave para poner en marcha su ideología.
Poco tiempo antes, el movimiento neocon había sido capaz de hacerse con el control de todo un abanico de ideologías dispares en al ámbito del conservadurismo estadounidense. Así, pudo situarse al frente de tendencias tan dispares como los libertarios, evangélicos, nacionalistas radicales, sectores económicos o las bolsas de trabajadores tradicionalistas.
Esta corriente ideológica se presenta como una realidad diversa y compleja. Más que un representante o dirigente de la misma, los neoconservadores han sabido tejer toda una red ideológica más que la formación de un movimiento de corte clásico. Así, en lugar de grandes mítines o convenciones, prefieren aunar sus esfuerzos en la creación y agrupamiento de personas o instituciones que les permitan una “homogeneización de las ideas de la derecha norteamericana”, buscando nexos entre las diferentes familias ideológicas y acuerdos sobre unas bases mínimas. Toda un aserie de editores y escritores, periodistas, think tanks, fundaciones… se pondrán al servicio de esta nueva causa.
El llamado “síndrome DMA” refleja uno de los pilares de esa ideología neocon. Dualista, al presentar el mundo dividido entre EEUU y los otros, sin espacio para posiciones neutrales; Maniquea, el bando de Estados Unidos es el de os, mientras que los “otros” son el del diablo, el eje del mal; Armageddon, sólo hay una opción, la batalla final.
Junto a ello, la llamada “superioridad de América”, enraizada en la “excepcionalidad” de la misma, la importancia de mantener la seguridad doméstica, sobre todo tras los ataques del 11-s, impulsar la hegemonía estadounidense ante una nueva realidad unipolar en el mundo, el indiscutible liderazgo de EEUU en esta nueva fase histórica, anulando o minusvalorando organizaciones como Naciones Unidas y otras alianzas del pasado, impulsando si fuera necesario la unilateralidad en algunas ocasiones (Iraq).
Desde los años sesenta hasta la actualidad el movimiento neocon ha sabido evolucionar, y ha culminado su andadura con la instrumentalización de la política exterior para lograr afianzar sus intereses.
Probablemente tras las elecciones del próximo martes, se abra un nuevo ciclo que a corto plazo no despejará el devenir de la experiencia neoconservadora. Algunas voces ya se han alzado dentro del Partido Republicano, solicitando un nuevo giro ideológico que signifique el abandono de la actual política dirigente del mismo. En el pasado, en noviembre del 2006, tras la derrota republicana ante los demócratas en algunas elecciones, algunos quisieron anticipar el final del ciclo neocon, además los reveses de las ocupaciones en Iraq y Afganistán, columnas del intervencionismo estadounidense, también han ahondado esa percepción.
Pero más allá de certificar la defunción o no del neoconservadurismo, lo cierto es que podemos asistir en los próximos meses a una pugna dentro de la derecha de aquel país para hacerse con las riendas de algún nuevo proyecto. La derecha cristiana, los conservadores internacionalistas (la línea defendida por Colin Powell, y que ha pedido el apoyo para Obama), los propios neocon, los libertarios, los militaristas, la nueva derecha, los paleoconservadores…están afilando sus armas para ocupar el puesto de los defenestrados.
Y sin olvidarnos tampoco de las maniobras en torno al llamado movimiento patriota (las milicias) que aunque minoritarias en algunos lugares tiene un peso cualitativo importante, y sobre todo de la pugna entre los corporativistas (cuya línea central gira en torno a la economía), los triunfalistas (en torno al neoconservadurismo) o los fundamentalistas (la derecha religiosas y la red de predicadores). Todo ello anticipa un invierno muy caliente dentro de las filas conservadoras de EEUU y las maniobras de unos y otros se sucederán independientemente del resultado electoral.