viernes, 22 de febrero de 2008

ORÍGENES DE LA FEDERACIÓN UNIVERSITARIA DE LA REVOLUCIÓN NACIONAL


CUANDO DESDE EL

M.U.R.

FUE

F.U.R.N.

FEDERACIÓN UNIVERSITARIA

DE LA

REVOLUCIÓN NACIONAL


EL SIGUIENTE TRABAJO ES UN BORRADOR EN PROCESO DE INVESTIGACIÓN Y REDACCIÓN.

SI SE DIFUNDIERA. NECESARIAMENTE, DEBE CONTENER ESTA ACLARACIÓN.

ANTONIO CORIA.

Instituto de

Estudios Políticos,

Económicos y

Sociales del Sur

(I.E.P.E.S.S.)




Orígenes: cuando desde

el M.U.R. fue F.U.R.N.

Federación Universitaria de la Revolución Nacional

Colección: lecturas políticas

© 2003, Antonio Angel Coria

antonioacoria@yahoo.com.ar

© 2003, I.E.P.E.S.S.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

ISBN 11041941

Correo electrónico:

iepess@yahoo..com.ar

Instituto de Estudios Políticos, Económicos

y Sociales del Sur

(Personería Jurídica e.t.)

Comisión Promotora

Juan Carlos Vila (PUNTA ALTA)

Hugo Giorno (PUNTA ALTA)

Carlos Horacio Coria (PUNTA ALTA)

Gerardo Matarazzo (+) (PUERTO DESEADO)

Jorge Alonso Molina (BAHÍA BLANCA)

Eriberto De Pablo (VIEDMA)

Everardo Facchini (CAPITAL FEDERAL)

Antonio Angel Coria (NEUQUÉN)

“Si no se acompaña a los jóvenes, seremos

los viudos tristes de la Revolución…”

ARTURO JAURETCHE

Abril de 1974, un mes antes de morir


Desde 1976 a la fecha, pocos, muy pocos, han sabido o han mostrado interés en recordar o conocer acerca de la existencia de agrupaciones estudiantiles que funcionaron en las aulas de la universidad argentina o los colegios de estudios secundarios, como expresiones políticas de las fuerzas existentes al advenimiento de la tiranía instaurada el 24 de marzo de 1976. De la referencia a semejante olvido, claro está, quedan exceptuados algunos autores que han dedicado (aún con equivocaciones u omisiones) valiosos esfuerzos al estudio del período. Traducido en un importante trabajo de la historia política estudiantil, es, en avanzado proceso de elaboración, el de José Echenique(h) cuyo eje está en el ámbito de la Universidad Nacional del Comahue; Miguel Bonasso, en “El Presidente que no fue”, introduce menciones sobre el tema que dan pie a una futura investigación y en Roberto Baschetti, cuya minuciosidad ha permitido la más seria compilación de documentos de la lucha popular del último medio siglo, a quienes pretendan bucear en la cuestión, entrega folios originales de singular peso y contundencia a la hora de apegarnos a la verdad histórica.

Queda exceptuada también, la ruindad de los pusilánimes. La de quienes se mostraron en la última campaña electoral, que con banderas mackartistas buscaron espantar votantes de candidatos – contra Rodríguez Saá la emprendieron primero, pero la acentuaron, hasta la actualidad, con Kirchner – en cuyas listas de seguidores se anotaron no pocos de quienes como el actual Presidente y su esposa Cristina, militaron en aquellas agrupaciones caratuladas genéricamente como “la tendencia” o de los “zurdos”, en el lenguaje canero. Con algunas de aquellas agrupaciones, las del Peronismo, ocurrió lo que está pasando con los detenidos-desaparecidos: proporcionalmente se acentúa el retaceo de su identidad por quienes hablan del asunto, en todo cuanto pudiera significar peronismo o construcción de historia peronista para transformación de las estructuras injustas cuyas consecuencias se nos muestran como espejo en la actualidad. En apreciaciones del análisis de “por dónde irá” (referido al nuevo Presidente) formuladas por el diario Río Negro el pasado 26 de mayo, creo recordar que por “mi raza hablará su espíritu”, según cantó el poeta Netzahualcoyotl. Acerca así, que la de aquellos militantes “no fue una generación que no pasó en puntas de pies por la vida”. Vayamos entonces, a los primeros apuntes de un inventario que espero sirvan al hacer el balance. Para el caso, llevan la modesta pretensión de un ejercicio de la memoria que aporte a la construcción de la Historia en la cual estamos empeñados los argentinos.

SOBRE ORÍGENES MILITANTES

1962, había sido el año que inspiró “Bronca” a Edmundo Rivero y Mario Battistella y a la Clase 1941 de ciudadanos argentinos, le “obsequió” el espanto de integrar la Xª Brigada Especial, con que el emperador detrás del trono Juan Carlos Onganía, encolumnaba tropas del ejército argentino, que nunca partieron, para sumarse a la nueva agresión imperial que Cuba ya había derrotado en Bahía de los Cochinos. Ocurría también que, con libreto justificante de Mariano Grondona (hoy filósofo dominguero) los militares asaltaran nuevamente el poder ante el peligro peronista, que había triunfado arrolladoramente en la mayor parte de las provincias en los comicios del 18 de marzo.

Para militantes de pueblos chicos, no era poca cosa que un líder les enviara fotos y encima les escribiera en manuscrito, en octubre de ese mismo 1962. Es que quien les respondía, desde Navalmanzano 16, en Torremolinos, España, era nada menos que el jefe exiliado. De los muchachos que habían firmado la carta que provocó el intercambio, Juan Perón eligió para contestarles a quien ostentaba el cargo de “Secretario General” de la Juventud Peronista. Había sido dirigente de la Unión de Estudiantes Secundarios (U.E.S.) hasta la caída en 1955, tenía dificultades (como todo hijo de hogar humilde) para “ir a estudiar a La Plata” y por eso trabajaba en una fábrica de caños de cemento en Grünbein. Doña Elena, su mamá viuda desde hacía unos años (simulando ser terrible, quería esconder, igual que los padres de todos nosotros, el miedo que nos cayera la represión) “lo traía a rayas” lo mismo que a Cacho, su hermano mayor y a los cuatro o cinco que recalábamos por su casa en Punta Alta, “la casa de los Facchini” agredida a balazos en atentados cuyo origen por las cercanías con la base naval, nadie podía ignorar. Pero la carta de Perón, no sólo atemperó broncas domésticas, sino que a la alegría y el honor de recibir directivas del Líder, se sumó el derecho para que en Everardo, nuestro Secretario General de la Juventud Peronista en el distrito, recayera la designación como congresal provincial de nuestro proscripto Partido.

Con este galardón a cuestas y unos pocos pesos que Doña Elena exprimía de su pensión, arribó Facchini a la capital provincial. La Facultad de Derecho, en 7 entre 38 y 39 permitió en pocos días el encuentro con otros peronistas. Pocas semanas atrás, el 7 de julio, Arturo Umberto Íllia había resultado electo Presidente de la Nación (1963). La “apertura democrática” que entusiasmaba a sectores de izquierda en la misma intensidad que al peronismo proscripto enervaba, abría un campo hasta entonces desconocido para la militancia política. La contradicción “peronismo-antiperonismo” en que se debatía el cuerpo social argentino, estaba por ingresar a la Universidad. Atrás iba quedando la antinomia “laica-libre” y las cuestiones eternas de lucha por el presupuesto en el estado burgués desentendido de la educación, iniciaba su relegamiento por la cuestión de fondo en un país colonial: la cuestión nacional comenzaba a tener formas y voces y el país real, se acercaba a los umbrales del nuevo protagonismo estudiantil universitario.

Trabajadores no docentes del que hasta hacía poco tiempo había sido Instituto Universitario del Sur para convertirse en Universidad Nacional del Sur, asociados con obreros de la construcción, algunos empleados de comercio y otros metalúrgicos, ferroviarios y telefónicos (todos, peronistas fogueados en la Resistencia) denunciaban desde Bahía Blanca “un subsidio de la Ford” para sostener la actividad académica de la casa de estudios superiores local y alertaban sobre la posible designación de un cipayo (por hindú) como rector de la misma. Aziz U Rahaman fue su nombre. De las tareas agitativas por ese asunto, que encabezaba el entonces estudiante y no docente peronista Mario Usabiaga, participaban jóvenes en los cuales comenzaba a producirse el fenómeno de nacionalización de su conciencia y así se desprendían del Partido Socialista Argentino, más también se sumaban discípulos de Angel Bengochea formados en las lecturas de “Palabra Obrera”. Además del común denominador de bahienses, los animaban ideales de patria y pueblo. Utopía, estaba a la mano. De la cercana Punta Alta, coetáneos, pero peronistas (aún sin ser universitarios) les arrimaban su propia experiencia militante como originarios de un pueblo con fuerte presencia obrera y antecedentes de activismo anarquista en los años ’30 y a su vez, recibían de esta otra, la estudiantil universitaria, en proceso dialéctico, nuevas armas para el debate que venían sosteniendo desde panfletos, paredones y dos periódicos locales. De éstos – Resistencia y Tribuna Libre vale un paréntesis, para anotar su muerte por clausura en 1959 el primero y por asfixia económica en 1962, el otro; aunque ideológicamente circularon por los mismos andariveles y el estilo los diferenció, la prédica que desplegaron en sus páginas, a ambos les significó la condena del olvido; tan desconocidos permanecen, que ni en la Biblioteca del lugar saben que existieran. La revancha oligárquica, entendida en materia de arrancar las raíces de lo nacional y popular, aquí también actuó con ferocidad. La poca memoria sobre ellos se mantiene, sin embargo, atada en el hilado de unos pocos piolines que no pocas veces estamparon sus nombres como actores en las historias a las cuales se dedican estos aportes.

El compromiso social ya muy presente en aquellos muchachos, que aparecía con sólidas soldaduras, los presentaba con casi un promedio de veinte años. Y no podía ser de otro modo, puesto que estos militantes habían nacido a la lucha política hacía casi una década. La Patria, ¡los había convocado púberes! y púberes, la antipatria les hizo conocer sus calabozos. Lo recuerda una crónica del Diario “El Atlántico”. Se esperaba el arribo de marinos ingleses al puerto castrense local y coincidente con el aniversario del Día de la Lealtad Popular, estaba decidido reivindicar los civiles y militares que un año atrás comandara el general Valle, alzados en armas para “poner en vigencia la Constitución Nacional y permitir el regreso de Perón al País”. Los ciudadanos (andaban por los 18 y 19 años) que reclamaban soberanía sobre nuestras Malvinas y homenajeaban los Mártires de Junio, bajo el título “Cinco detenidos en Punta Alta por infringir el Decreto 4161”, figuraron así: “En la comisaría de policía de Punta Alta, se encuentran detenidos Osvaldo Juan Rigoni, Heriberto De Pablo, Eberardo Fachini y Juan Carlos Vila, por infracción al decreto ley 4161 que reprime la propaganda del régimen derrocado. Los nombrados se hallan a disposición de la justicia en lo penal de turno en tanto que un menor de edad que igualmente fue apresado por idénticos motivos quedó a la orden del titular del Tribunal de Menores, Dr. Joaquín López Jáuregui”. (Bahía Blanca 17 de Octubre de 1957, reproducción textual)

SOBRE ORÍGENES PADENTRANOS

Con semejante carga genética en su cuerpo militante, más la que rápidamente permeaba por sus poros el aire cultural platense, ubicó a Everardo y a varios de sus nuevos amigos que entre sí no se conocían pero lo eran desde ese instante por el hecho de su condición peronista, como si fuesen escena en “El hombre de la esquina rosada”. ¡Y a qué enfrentamiento se decidían! estos que para colmo de males eran “pajueranos”, de tierra adentro (padentranos, corregiría Norberto Galasso apoyado por Jauretche) de pueblitos chicos o pobres, como Trenque Lauquen o Torquinst o Junín o la capital sanjuanina o los pueblos montaraces de Misiones o Catamarca, entre los que sobresalían por industriosos Campana, Chivilcoy, la mendocina San Rafael o la bonaerense Tandil, cabalgando todos sobre la esperanza de un título de abogado. En aluvión (como pudiera haberlos calificado Victoria Ocampo) del refresco sumándose al “Movimiento Universitario Reformista”, M.U.R., llegaban Héctor Moreda, peronista de “hueso colorado”; Roberto “El Tano” Korompay, cuyo orgullo de clase pudo más que la tradición del saco y la corbata en Derecho; Tito Moullerón, monotemático cantor que nada pudo sacarlo de su jingle “vote, vote… vote al Frente…”: ni cuando la prepotencia militar lo proscribió en 1963, ni cuando veinte años después fue diputado con Macaya, su par tandilense; Cacho Uriarte, trenzado en más de una tenida con “El Turco” Raúl Rayes por los cereales que mal les pagaba el puerto a los chacareros; “El Potro” De Vito, cargado con olores de talleres de rectificación con que alguna vez perfumó las veladas con melodías de cámara que organizaba “Musicólogo” Castrillo y espantaban los sapucay del “Oso” Iturrieta, del “Mencho” Duloszetky y el “Negro” Leguizamón (con Alicia, padres de María Laura, que ahora ocupará la vacante dejada por Béliz) componían la tropa vernácula. La seriedad, que parecía arrastrada desde la quebrada catamarqueña la imponía Ramón Torres Molina, a quien Julio “Moncada” Ríos no le iba en zaga (por lo mismo, quizás haya confiado en éste y Everardo Facchini la atención de su estudio, en Berisso, cuando se recibió y tuvo que “viajar a la Isla”). El activismo agitador contó la prestigiante suma de Carlitos Negri (que destacó siendo diputado provincial “jotapeísta” más que por sus distancias con Montoneros, por su inteligencia y productividad política y parlamentaria).

De todo aquel grupo de precursores estudiantes de Derecho, el dolor se nota por Rodolfo Achem, que con el rector Agoglia en 1973 asume como secretario administrativo de la Universidad Nacional de La Plata y en 1974 es vilmente acribillado por las bandas paramilitares de la “triple a” comandadas por José López Rega. La única mujer que los acompañara, es la ausencia que deben los criminales tiranos del ’76: Diana Alac, dirigente nacional de la Agrupación Montonera Evita, integra la lista de 30.000 detenidos-desaparecidos por los que no habrá leyes de punto final ni de olvidos que puedan frenar su reclamo.

SOBRE ORÍGENES DE LA NUEVA LUCHA

Con todo y la pesada carga que para Arturo Íllia significaba acceder al gobierno asentado en la proscripción al Peronismo, en las promesas de revisar los contratos petroleros firmados por Frondizi y Frigerio y en las cargas que heredaba de José María Guido (de ellas los secuestros y asesinatos de Maximiliano Mendoza y Felipe Vallese, que investigarían dos talentosos jóvenes abogados del gremialismo peronista, no dejaron de repicar en sus oídos, del mismo modo que lo asaltaban los ruidos cuarteleros del año anterior y del 2 de abril de ese año) más la que entendía de mayor pesaje, pues trataba de la convocatoria a elecciones generales enteramente libres y sin chantajes de ninguna naturaleza, 1963 se presentaba apacible. Por ahora, las contradicciones crujían a “ritmo Neo” en el Movimiento Peronista. Augusto Timoteo Vandor, en cuyo entorno de asesores oficiaban los abogados Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, se frotaba satisfactoriamente las manos con la presencia significativa del neo peronismo en varias provincias.

La concepción “vandorista” del poder llevó al “Lobo” de la Unión Obrera Metalúrgica, a acentuar sus tácticas independentistas respecto de la conducción de Perón desde España. Una de ellas, fueron planes de lucha que si bien en poco tiempo escaparían de su control, igual que de su control escaparían sus dos hombres de leyes e historiadores, sirvieron para complicarle la vida al nuevo gobierno. Generalizadas movilizaciones obreras con planes de lucha que impusieron la modalidad de tomas de fábricas y otros lugares de trabajo, repercutieron en los claustros estudiantiles, incorporando a sus discusiones políticas la cuestión social, que por origen tenía como vocero al incipiente activismo universitario peronista. A las fuerzas de izquierda también empezaba a escapárseles de su ejercicio de interpretación el contexto internacional. Cuba, Argelia, el Congo, China, ya no eran patrimonio exclusivo de pro chinos o pro soviéticos y el trostkismo, sobre todo el que descubría la existencia de “clase obrera peronista”, no resultaba tan insoportablemente gorila. A todos estos izquierdistas, desconcertaba que desde el peronismo se escucharan análisis más serios y profundos, aunque no masivos, en torno a la revolución cubana y los procesos de liberación que se daban en el Tercer Mundo. Mientras que para ellos Perón empezaba a ser objeto de otra visión, Ernesto Giúdice provocaba una primera seria escisión del P.C.A. y los que entrevistaban a Mao volvían descolocados por sus conceptos elogiosos sobre Perón y el peronismo. A todo esto, desde el otro vértice, el del nacionalismo, se observaban “corrimientos” de aproximación al proceso de peronización de la juventud estudiosa. Era el triunfo de la prédica de Scalabrini Ortiz, Hernández Arregui, Arturo Jauretche, Abelardo Ramos, José María Rosa, Rodolfo Puigrós, pero también obraba sobre el campo de la intelectualidad joven el descubrimiento de Leopoldo Marechal, Manuel Ugarte, Homero Manzi y los caudillos nacionales como Hipólito Yrigoyen, Rosas, Felipe Varela, Manuel Dorrego, Mariano Moreno; aparecía el inventario de infamias como la llamada guerra de la “triple alianza” contra Paraguay y la influencia británica en el desmembramiento de lo que aún sigue siendo, constitucionalmente, nombre oficial de nuestro país – Provincias Unidas del Río de la Plata – exhibía impúdicamente su existencia. De esos tiempos, quedó grabada en el Aula Magna de la Universidad Nacional de La Plata la primera vez que un obrero disertara en el lugar. Do Santos, dirigente local de la Asociación Obrera Textil; Roberto García del gremio del caucho; John William Cooke, que fuera delegado personal de Perón y combatiente en Bahía de los Cochinos, deslumbraban allí con sus exposiciones sobre historia peronista y compromiso revolucionario.

La juventud universitaria, casi sin darse cuenta ni proponérselo, desarmaba la trampa que la enclaustraba e iniciaba el reencuentro con sus iguales que había dejado en sus barrios y en sus pueblos al momento de iniciar estudios superiores por los que con seguridad no transitarían otros jóvenes como ellos, pero que a su misma edad o tal vez – y sin tales veces también – a menor que la de ellos, se incorporarían como mano de obra de los dueños de la riqueza, muchos, tal vez, profesionales a los que ellos aspiraban emular. La descripción de este cuadro, se hace como antecedente para facilitar la comprensión de la otra pintura, la que se ejecutaba intramuros en la política estudiantil universitaria, particularmente en la Universidad Nacional de La Plata y dentro de ésta en la Facultad de Derecho, porque es el caso decidido para tratar.

SOBRE ORÍGENES Y CONFORMACIÓN DE AGRUPACIONES

Si bien la mayoría numérica legitimaba el predominio de las fuerzas conservadoras en la universidad platense, la habilidad política de los activistas radicales y seguramente el beneficioso reflejo que para ellos era contar con un gobierno nacional “del palo”, les permitió en esa época estar al frente de la Federación Universitaria de La Plata (F.U.L.P.). Las agrupaciones existentes(*) y en orden de importancia por los votos que sumaban, hacia 1965, fueron:

Línea Independiente: respondía a la Unión Conservadora, partido político del cual Julio César Cueto Rúa era su ideólogo y máximo jefe. Sus dirigentes estudiantiles eran Manolo Futel y ([1])Pedrota;

Unión: agrupación inspirada en la Unión Cívica Radical; sus dirigentes más destacados, eran Sergio Karakachof y Raúl Kraiselburg;

Desarrollistas: seguidores de Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio, respondían al Movimiento de Integración y Desarrollo; Carlos Zafore y su hermano([2]), de Pigüé y el santacruceño Pedro Paradelo (hijo de quien fue gobernador de esa Provincia) fueron sus dirigentes;

Movimiento Universitario Reformista (M.U.R.): agrupaba estudiantes de izquierda en todas sus vertientes; pocas semanas antes que fuera derrocado el Presidente Íllia y por el desarrollo alcanzado, sus miembros, ya decididamente integrantes del Movimiento Peronista, lo rebautizaron (1966) Movimiento Universitario de la Revolución Nacional (M.U.R.N.); los nombres de sus dirigentes y militantes destacados, aparecen más adelante;

Agrupación Reformista de Avanzada, A.R.A.: respondía, como otras existentes en las distintas facultades, al Partido Comunista argentino. En la Facultad de Derecho descollaban Jorge Rocha y Carlos Massolo; al poco tiempo se les suman Oscar Klaiman y Jaime Lipovesky, quien, en este caso y por desavenencias con la línea política que desde la conducción proponía Ernesto Giúdice, decide su incorporación al Partido Comunista Revolucionario (P.C.R.); Lipovesky, en la actualidad es dirigente del P.T.P.

Por las relaciones que habían con estudiantes de derecho, vale mencionar a dos dirigentes de la Facultad de Arquitectura, cuya trayectoria en poco tiempo estaría muy vinculada a las luchas gremiales y políticas del peronismo combativo, tras sus respectivas rupturas con el P.C.A.; se trata de Carlos “Cacho” Vázquez y Alberto Durante, destacados militantes platenses que tuvieron la responsabilidad de figurar entre los fundadores de las Fuerzas Armadas de Liberación (F.A.L.)

En sexto lugar de representatividad electoral en el claustro estudiantil, se encontraban las fuerzas trotskistas. Como al momento de realizarse el presente trabajo en las fuentes consultadas no se lo pudo recordar, se omite provisoriamente el nombre de la agrupación que los identificaba. El partido al que respondían, fue el Partido Socialista de los Trabajadores, P.S.T., cuyo dirigente nacional era Nahuel Moreno. Entre los estudiantes que por entonces fueron sus referentes, figuraron Chino Moya, Angel Concetti y el Zambo Lombardi. En el proceso de mutación que hubo en este sector, Lombardi, cuya contradicción con el P.S.T. se basaba en sus concepciones peronistas para tratar las cuestiones obreras y se recibía de abogado en los alrededores de 1967, se incorporó al cuerpo letrado de la C.G.T. de los Argentinos, en marzo de 1968. Otros jóvenes, disconformes también con el “rupturismo permanente” de Nahuel Moreno, en cambio dieron vida al P.S.T. – que a poco andar fue P.R.T. – “El Combatiente”.

Existieron otros grupos de izquierda, Praxis y Mira fueron dos de ellos, que si bien contaron en sus filas con prestigiados hombres de la política y la intelectualidad argentina, no nos detendremos en el detalle de los mismos por escapar al objeto principal de estos aportes.

SOBRE EL ORIGEN DE LA PRIMERA ETAPA

La Plata – o Ciudad Eva Perón, como recuperaban tímidamente algunos cánticos políticos juveniles – para entonces era algo más que un polo nacional del activismo transformador. Los peruanos que en sus aulas recibían formación profesional que nos les permitía su patria, eran polea de transmisión de las actividades de Hugo Blanco en las sierras del altiplano peruano-boliviano, que según se afirmaba en la época (1966/67) había llegado a los altos del Tucumán, en nuestro país. La generación que sucedía en la posta a la combatiente de la Resistencia iniciada el 16 de septiembre de 1955 (Framini, Borro, De Pascuale, Ongaro, Jonch, Romano, De Luca, Eyeralde, Tolosa, Olmos, Quito Burgos, Carlitos Caride, estos últimos que seguían presos, nosotros mismos) tenía ahora la posibilidad de otro inexplorado espacio para la Juventud Peronista en cuyas venas circulaba la vehemencia revolucionaria. Y la universidad fue su territorio. A pulso, se ganaron un derecho del que no se tienen mayores noticias que hubieran ejercitado en los diez años de peronismo en el poder y por supuesto, mucho menos, en los años que se iniciaron con la tiranía liberticida de Aramburu y Rojas el 16 de septiembre de 1955.

Ávidos de cambios, aspirando profundo, los nuevos protagonistas, recordando que “en la provincia de los estancieros triunfamos con un obrero” (por Andrés Framini, electo gobernador en las anuladas elecciones del 18 de marzo de 1962) hacían sonar desde sus roncos pechos, que el lugar sólo era de “¡patria sí, colonia no!”. No pocos se asustaban, quizás asentados en un prejuicio de clase, porque “la patria dejará de ser colonia o la bandera flameará sobre sus ruinas” o por lo que, encima, a algunos se les ocurría recordar de la Proclama del General San Martín a las tropas de la independencia en Plumerillo: si fuera necesario, por la liberación, “andar en pelotas, como nuestros paisanos los indios” (27/VII/1819). Pero a las mayorías, que claramente ansiaban que fuésemos “libres y lo demás no importa nada”, causábanle cimbronazos que empujaban a la participación. Las “tomas de la universidad” asistían a la transformación de sus consignas, que dejarían de ser vacías de contenido nacional, social, antimperialista. En tiempos que los obreros avanzaban “hacia el cambio de estructuras” (C.G.T., marzo de 1965) y “nuestro índice de alfabetización no es de los más bajos del mundo y que se encuentra en el primer lugar de América Latina”, el imperialismo clavaba su zarpazo en el caribe dominicano.

En las aulas, pasillos y salones ahora se discutían los planes de lucha de la C.G.T. (conducía José Alonso) en tal intensidad, que cuando se deciden las ocupaciones de los lugares de trabajo, los estudiantes en asamblea deciden apoyar esa línea política de acción... sólo que al aplicarla a su casa de estudios, son ocho peronistas y cinco trotskos - ¡13 estudiantes en total! – los que en el segundo trimestre de 1964 ocupan el rectorado y quienes a las pocas horas, ven desalojadas con sus cuerpos dando tumbos por escalinatas y calles empujados por la policía provincial, la esperanza de “alianza obrero estudiantil”. Arriba quedaba flameando un cartel de adhesión de la Línea Independiente (los conservadores) que disciplinadamente, a pesar de haber perdido (le faltaron tres votos) respetaban “la decisión de la mayoría” del movimiento estudiantil y adherían a la resolución obrera de las tomas, que en las fábricas y frigoríficos de Berisso y Ensenada se plasmaban masivamente. ¡Hasta en esto el país estaba cambiando! El entusiasmo del Negro Leguizamón, para entonces firme conductor del Movimiento Universitario Reformista (M.U.R.), Moreda, Korompay, Facchini, Ríos y Moullerón, era inmenso (estaban reuniéndose “las condiciones objetivas”); vibraban al unísono con otros jóvenes que fuera del claustro universitario alentaban el retorno de Perón. Los miles que, desafiantes, rodearon las horas que Charles de Gaulle transitó Buenos Aires (octubre de 1964), hizo que se pensara en la proximidad del “fin del sistema en Argentina”. La realidad se mostraría cruda, contundente, demoledora, el 2 de diciembre al abortar en El Galeao, aeropuerto internacional brasileño, el intento retornista de Perón que llegaba para romper su exilio en España. Él había puesto a Perón... los dirigentes habían traicionado.

El rector Bianchi, “un demócrata y muy buen profesor”, en ejercicio de sus funciones había decidido acompañar el reclamo estudiantil por mayor presupuesto encabezando una multitudinaria marcha, cuando promediaba 1965; ocurrió que al pasar frente a la legislatura provincial uno “arrancó con la marchita, como pasaba en las canchas de fútbol y se pudrió todo”. Pese a la desbandada de los manifestantes, seguían conformándose “las condiciones objetivas”. Unas semanas antes, el agresivo intervencionismo de Estados Unidos tomó como víctima la República Dominicana. Para destituir al Presidente nacionalista Juan Bosch invadió la Isla, a sangre y fuego (como hoy se ve en Irak) doblegando las fuerzas constitucionalistas del Coronel Francisco Caamaño Deno y sus hombres (entre ellos el dirigente estudiantil universitario de Santo Domingo, Gonzalo Pérez Cuevas, que habría de sucederlo en la conducción de la resistencia al agresor y años después se destacara como asesor de los presidentes Salvador Allende, en Chile y Juan Velazco Alvarado, en Perú). Con la carga de lo nacional y popular, los estudiantes ganan las calles argentinas para manifestar su solidaridad con nuestros hermanos caribeños. En La Plata, el puntaltense Facchini (M.U.R.) y el pampeano Massolo (A.R.A.) como portadores de la voluntad de una breve asamblea en la Facultad de Derecho, encabezan la toma de la universidad cuyo símbolo era el Rectorado ubicado físicamente en el mismo edificio de la Calle 7.

SOBRE ORÍGENES DE LA J.P.

Imperceptiblemente, al ritmo de las manifestaciones de reclamo presupuestario, de movilización solidaria con las medidas cegetistas y de repudio antimperialista, por supuesto siempre bien “adobado” con la infaltable represión policial con palos, gases, perros, caballería, heridos y presos, fueron allegándose grupos no universitarios. Eran jóvenes, en gran parte obreros, atraídos por aquella presencia universitaria nueva que desde hacía poco se notaba en sus barrios y lugares de trabajo, que encima a la hora de las garrotizas era igual de pareja para unos y otros, lo que movía a estos últimos a dar un “voto de confianza” a aquellos que vistos desde afuera de la universidad aparecían tan distintos y distantes. Y además, cantaban la marchita. La Marcha Peronista tan vilipendiada por los burgueses, entre la juventud tenía nuevos intérpretes. ¿Qué había ocurrido con estos “improvisados” aportantes? ¿De dónde salían? ¿Alguien los enviaba? ¿Quién los conducía?.

“Gente”, musitaba entre halos de misterio Torres Molina – hacía igual a como cuando quería impresionar ignorancia sobre algo que se le preguntara de hechos con apariencia inexplicable como estas apariciones o sobre “libelos de peligrosa factura” como eran entonces los escritos propagandísticos de la Revolución Cubana – que, reuniéndose en congresos por distintos lugares de la Provincia de Buenos Aires, habían tomado contacto con los más individualizados como peronistas en el M.U.R. (Moreda, Facchini) y militantes no universitarios de Bahía Blanca con experiencia exitosa en los sucesos que motivaron en poco tiempo la renuncia de aquel rector hindú.

Los platenses eran encabezados por un pibe morocho con cara de insignificante (o de cabecita negra, diría alguna tilinga) y otro que hacía poco había salido de la cárcel. Los bahienses eran todos obreros de la construcción y los acaudillaba un mastodonte. Tramaban la organización de la Juventud Peronista. Los congresos se habían sucedido en Rauch, Tandil, Ayacucho, Mar del Plata, Olavarría, Capital Federal, Azul. Gonzalo Chávez, Diego Miranda liberado por decreto de Íllia y Roberto Tomás Bustos, empezaban a ser los artífices de esta segunda época de luchas de jóvenes peronistas. Al congresal provincial partidario Everardo Facchini, ahora lo designaban Secretario General de la Juventud bonaerense hasta tanto quedara resuelta la organización definitiva que ordenaba Perón.

Naturalmente se había dado un proceso “peronizador” de la universidad y la cándida esperanza de sumar voluntades. La agrupación crecía y todos estos hechos, les mostraban a los militantes del M.U.R. que resultaba imposible desconocer la calidad peronista de sus integrantes. El siguiente paso imponía una mayor ocupación territorial. Desde Derecho, el M.U.R. avanzó en el fortalecimiento de la Agrupación. La construcción comenzó por Bellas Artes y Humanidades. Era lo que necesitaban para dar a luz la respectiva federación. Tuvieron algunos pocos adherentes en medicina y nada en el resto. La euforia por los logros que a esta altura podían mostrar en Derecho y la consolidación de sus posiciones en Humanidades establecidas por Duby Mutchinick (que vuelta a vuelta aparecía con Rodolfo Puigrós), Yoco Méndez, el “Chango” Luis Díaz (por entonces vinculado a los Saadi) y Julio Godio; en Agronomía, donde la siembra de “El Inglés”([3]) rindió buena cosecha y en Bellas Artes cuyo responsable fue Sergio Labourdette, dio paso al Movimiento Universitario de la Revolución Nacional (M.U.R.N.)

El ritmo fragoroso que tomó la historia sobre finales de la década del ’60, a poco más una década de la caída del Peronismo, había empezado a escribir otras páginas. Otra generación llegaba a las aulas que habían diezmado los bastonazos del onganiato. Fue la que se encargó de inscribir su propia acta de nacimiento para llamarse Federación Universitaria de la Revolución Nacional (F.U.R.N.) El fenómeno de una nueva conciencia política en la universidad, se correspondía con el nacimiento de una nueva historia de las luchas estudiantiles, de la cual, sus nuevos dirigentes, destacaban por la habilidad para el “meloneo” que tenía el Negro Leguizamón; la fuerza agitativa de Carlitos Negri; su capacidad teórica y oratoria el Negro Facchini; la santa pachorra y siempre proclive a la reflexión en Julio Ríos;

A todos unía, como en logia, la lealtad, según el decir de un hermano mayor de ellos que solo unos muy pocos de allí conocieron dado que siempre estaba en Punta Alta, su pueblo. Se llamó José Segundo Valessi y tuvo especial influencia sobre Facchini. Maestro herrero en Puerto Belgrano, a él, autodidacta y amante de la Revolución, que “buscaba unir el yunque y la pluma”(1959) pese a que “ganaba cinco centavos la hora”(1934), se le deben algunos aportes en el proceso doctrinario nacional y peronista operado en muchachos universitarios de La Plata, Bahía Blanca, Rosario, Tucumán, Buenos Aires o del Comahue. Antes de morir, pisando los 80, su biblioteca se había desparramado en militantes del F.E.N., de la CENaP, del Integralismo, la U.N.E. y la F.U.R.N., muchos de los cuales en sus oficinas hoy cuelgan títulos profesionales.

Y DEL ORIGEN DE LA QUE LLEGÓ DESPUÉS

Sobre los otros, los que llegaron después y hoy están en las crónicas del amarillismo que los ataca porque “ahora Kirchner es Presidente”, es de todos conocidos su origen. No manchará su historia pasada la prensa venal. Esto es así, porque, como desde el diario “Río Negro” bien apunta el periodista, “el recuerdo de aquel tiempo, en que esa generación, criada en el prejuicio y la falta de explicaciones honestas sobre grandes tramos de historia del país, descubriéndolos desde la emoción fuerte e ignorando matices, seguirá por siempre”, en parangón y dándole razón a Netzahualcoyotl, alimentando nuestros espíritus.

NEUQUÉN - 4 de junio de 2003

Lo anterior será la 1ª parte del texto del CUADERNO Nº 6 DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS POLÍTICOS, ECONÓMICOS Y SOCIALES DEL SUR – PARA CONTACTO O TU OPINIÓN, ESCRIBE A:

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(*) sobre esto consultar en R. N. al colorado T y al Tilo



[1] - De este no se consignan su nombre o apodo, por no recordárselos al momento de realizarse el presente trabajo

[2] - íd. ant.

[3] - íd. ant.