lunes, 31 de marzo de 2008

EL LOCKOUT CONTRA EL PUEBLO Y LA SEGUNDA EDAD DE ORO DEL CAPITALISMO TRANSNACIONAL

La cuerda

Por Alfredo Zaiat

Tienen la virtud de estar siempre en segundo plano. Se deslizan a través de la historia con una discreción increíble pese al lugar central que ocupan en la cadena de comercialización. Se encuentran en el nudo principal del sistema alimentario del planeta. Son unas pocas compañías, poderosas e influyentes. Fieles a la estrategia de pasar desapercibidas, han estado ausentes en debates, gritos y protestas en el piquete verde. Las multinacionales exportadoras de granos y subproductos son un eslabón clave de la cadena agroindustrial. Como si las recubriese un manto de santidad, los productores no apuntaron a esas compañías que se quedan con parte importante de la renta de la actividad del sector, colaborando en esa evidente política de invisibilidad. El pequeño y mediano productor agropecuario es exprimido en el recorrido flete-acopiador-exportador por esos gigantes de la intermediación entre la producción y el consumidor mundial de cereales y oleaginosas. El Estado cobra las retenciones a los exportadores, no a los productores. Y esas grandes compañías trasladan ese tributo más otros gastos, con cifras no siempre muy confiables, a la primera ficha de ese circuito. Definen de ese modo el precio neto que recibe el productor. Apenas tres gigantes mundiales concentran del 45 al 50 por ciento de los despachos al exterior de la cosecha argentina: Cargill, Bunge y Dreyfus.

En el libro Los traficantes de Granos. La historia secreta del pulpo mundial de los cereales: Cargill, Bunge, André, Continental y Louis Dreyfus, publicado en 1979, un periodista del Washington Post, graduado en Harvard, Dan Morgan, investigó las prácticas y las facetas ocultas de los grandes trusts cerealeros. En la introducción explica que el comercio de granos “es comparable al del petróleo y al de armas, por su volumen y su influencia sobre las relaciones internacionales y sobre el bienestar de la humanidad”. Son apasionantes las historias familiares de esas compañías, los vínculos con el poder político y la relación con el productor de la materia prima de su actividad que describe Morgan en su obra. En uno de los capítulos resulta ilustrativa la descripción que presenta de la relación de Bunge con el agricultor a comienzos del siglo pasado. Aunque la situación actual ha cambiado apenas un poco, en lugar de trigo es soja y existen otros agentes en el negocio, Morgan hace referencia a que Bunge “vinculaba a la Argentina con la economía triguera mundial; y cuando había ganancias, los agricultores eran por lo general los últimos en recibirlas”. Apunta que en el país se decía que “Bunge da el crédito al agricultor, le vende la semilla y le compra el grano. Y cuando las cosechas se han levantado, Bunge le vende al agricultor la cuerda para que se ahorque”. Morgan concluye que “este comentario exagera muy poco el poder de los exportadores de granos”.

Con retenciones a las exportaciones o sin ese impuesto, hoy una de las claves de cómo se distribuye la extraordinaria renta del complejo agrícola se encuentra en las inadvertidas multinacionales de la exportación de granos. Al respecto, un documento del Grupo de Reflexión Rural es esclarecedor al señalar que “es paradójico que, cuando los representantes del campo protestan, lo hacen contra el Estado que aplica las retenciones y no contra las corporaciones que, en nombre del Estado y abusando de su rol en la cadena de comercialización, las socializan con ellos”. Luego resaltan que “abrevando en obsoletos criterios antiestatistas de entraña liberal, hacen causa común con los mismos finales de la cadena que los abusan e invisibilizan, o sea con ADM (Archer Daniels Midland), con Bunge, con Dreyfus, con Cargill”. Como a comienzos del siglo pasado, “la dependencia que sienten hacia las corporaciones es tan grande que siendo sus víctimas, prefieren operar como cómplices y acusar al Estado”, explica el Grupo de Reflexión Rural.

En el actual conflicto con el campo, los grandes exportadores no fueron los únicos que quedaron fuera del foco de la protesta. Por esas raras alquimias políticas o mediáticas, o por complicidad de los líderes del lockout patronal, otros importantes actores que también concentran gran parte de la renta agropecuaria han quedado ocultos detrás del piquete de pequeños y medianos productores. Esos integrantes del negocio agrario pasaron a ser parte de la actividad con la nueva organización productiva a partir de los transgénicos y la siembra directa. Son las transnacionales proveedoras de insumos de base científica y sus centros de servicio (Monsanto, Syngenta, Bayer, Hoesch), la red de semilleros locales (por ejemplo, Don Mario), los fabricantes de fertilizantes (Profertil y Petrobras), los grupos empresarios locales (por caso, Los Grobo, El Tejar) y los contratistas, que son proveedores de servicios que se mueven a lo largo de todo el territorio. Todos ellos integran el sistema de la explotación de la tierra y su posterior distribución de la renta, con lógicas productivas diferentes a las que tradicionalmente se hacían en el campo. Actualmente, se puede encarar el negocio como una inversión inmobiliaria con la compra de campos para su alquiler posterior. También como una inversión financiera en la que participan los denominados pools de siembra o como reserva de valor al destinar una porción del capital para la compra de un campo como un ahorro. Esos esquemas de negocios son ajenos a los conocidos por el campo tradicional, que terminan descolocando y luego desplazando a los pequeños y medianos productores.

Con los ánimos no tan inflamados, el Gobierno tiene que dar cuenta de esa realidad, abandonando la cómoda posición de tratar sólo con los poderosos con la falsa idea –como se probó en estos días– de que así puede controlar mercados sensibles. A la vez, este conflicto puede servir al pequeño y mediano productor para tomar conciencia de sus propios intereses e identificar con más claridad quiénes son, en realidad, los agentes del propio sector que los están exprimiendo. También para poder romper la cuerda.

"Nosotros no nos vamos a dejar aplastar jamás por la bosta oligárquica y traidora de los vendepatria que han explotado a la clase trabajadora; porque nosotros no nos vamos a dejar explotar jamás por los que, vendidos por cuatro monedas, sirven a sus amos de las metrópolis extranjeras y entregan al pueblo de su patria con la misma tranquilidad con que han vendido el país y sus conciencias". Eva Perón


Los 400 afortunados y el desafío de la segunda edad de oro


Chuck Collins
Sin Permiso


Hace un siglo, vivíamos en un momento de extrema desigualdad. Lo llamaban la Edad Dorada cuando las casas solariegas embellecidas con pan de oro crecieron sobre Newport, Rhode Island.

El principal evento social de cada año de aquel momento fue una fiesta de gala ofrecida por la patricia Carolina Astor, conocida como "la 400", por su lista exclusiva de invitados. Ricas familias pedían a gritos ser invitadas a la propiedad de Astor, y caerse de la lista de invitados equivalía al exilio.

Estamos ahora profundamente inmersos en nuestra Segunda Edad de Oro con nuestra propia lista de los 400 exclusivos. Es la publicación anual de los 400 de la revista Forbes, una clasificación de riqueza individual. Actualmente la lista es exclusivamente de mil millonarios que juntos suman un valor de 1,54 billones de dólares.

Ahora tenemos los 400 afortunados, un análisis del departamento del Tesoro de EEUU de los 400 más ricos del país. Este informe —que no da nombres— revela que esto 400 hogares suman conjuntamente 85,6 mil millones en el 2005, un promedio de renta de 231,9 millones cada uno (véase www.inequality.org).

En perspectiva, cuando en 1982 Forbes publicó su primera lista de 400, solamente incluía 91 millones de riqueza, no de renta. Los 400 afortunados se llevaron a casa un impresionante 1,15 por ciento de toda la renta ganada en EEUU en el 2005.



Chuck Collins es un experto en desigualdades económicas de los Estados Unidos y autor de distintos libros. Trabaja en el Instituto de Estudios Políticos (Institute for Policy Studies)

"Si un Pueblo quiere liberarse para siempre (de las amenazas de las políticas de la burguesía, las aristocracias o las plutocracias) no tiene más remedio que mantenerse orgánicamente poderoso. Porque el hombre cede más al poder que a la razón; por eso hay que tener la razón, y apoyarla con el poder". Juan Domingo Perón

El tiempo de la política


La pelea no es por las retenciones móviles, sino que empiezan a estar en consideración las reglas de juego democráticas.

Por Claudio Scaletta

Cuando solamente se habla de economía, cuando se explica cómo funcionan determinados mecanismos de política económica y sus efectos estructurales y sectoriales, no se ponen los pies en el barro de la política. Pero, como enseña el Eclesiastés, hay un tiempo para cada cosa. Tiempo para la teoría y tiempo para la praxis. Los lectores de Cash no necesitan a esta altura que se les cuente cómo funcionan las retenciones móviles y cuál es su razón de ser en el contexto de la actual política macroeconómica. Los acontecimientos de esta semana superaron estas cuestiones. Buena parte de la sociedad asistió atónita al resurgir de lo peor de la Argentina. Muchos cayeron en la cuenta de que el monstruo nunca dejó de estar en casa. Sigue allí, agazapado. Por eso éste es el tiempo de la política. Un tiempo en el que es más urgente explicar la democracia que las retenciones.

Quizá la definición más acabada de democracia es la que dice que se trata del gobierno de las mayorías sobre las minorías. Mayorías y minorías son integradas también por clases, las propietarias y las no propietarias, las hegemónicas, las subordinadas y las auxiliares de las hegemónicas.

Esta semana se observó cómo las clases hegemónicas del campo vieron, por una televisión particularmente activa, cómo sus clases auxiliares hacían el trabajo sucio en pos de sus reivindicaciones. También se vio la capacidad de coordinación de la clase con más conciencia de clase de la sociedad argentina; cómo los sectores más acomodados de la sociedad se apropiaron sin ruborizarse de dos instrumentos de protesta emblemáticos de la historia reciente, el piquete y el cacerolazo, y los vaciaron de legitimidad.

¿Hace falta recordar que esos propietarios rurales que cortaron las rutas en las provincias litoraleñas y en la zona núcleo no son desesperados, que sus ingresos no se redujeron con las nuevas medidas, que su verba encendida era para pedir ganar todavía más de lo mucho que ya ganan? Resultó indignante ver por los medios de comunicación a supuestos expertos explicando de manera amañada las retenciones móviles, concentrándose en la parte que se queda el Estado a partir de determinado precio, dejando en el oyente no iniciado la sensación mentirosa de que el Estado se lleva todo. ¿Hace falta recordar que a quienes cortan las rutas, a quienes actúan como fuerza de choque de los dos mil grandes productores sojeros de la Argentina, no les importa el efecto que algunos dólares extra en sus bolsillos pueden provocar para el conjunto de la sociedad? ¿Qué habrá sentido ese antiguo militante del PC, hoy dirigente de una de las entidades del agro supuestamente progresistas, cuando vio la plaza fashion con los mismos integrantes que la plaza del sí convocada por un periodista de triste memoria, con los mismos integrantes de la plaza de la mano dura de Blumberg? Algo le debe haber hecho ruido. No hizo más que repetir en cada micrófono que no era “ni gorila ni golpista”.

Por todo esto hoy es necesario hablar de democracia, de gobierno de las mayorías respecto de las minorías. Decirles a las minorías que no ganaron elecciones que no tienen el derecho institucional de imponer por la fuerza la política económica. Decirles a las minorías acomodadas que no tienen el derecho moral de hacer un lockout contra la sociedad para asegurar un diferencial de ganancia. Si quieren otra política económica, el camino democrático es presentarse a elecciones y ganarlas.

"No puede haber amor donde hay explotadores y explotados, donde las oligarquías dominantes llenas de privilegios y pueblos desposeídos y miserables, porque nunca los explotadores pudieron ser ni sentirse hermanos de sus explotados y ninguna oligarquía pudo darse con ningún pueblo el abrazo sincero de la fraternidad". Eva Perón

Días de déjà vu


Fueron cuatro paros entre marzo y noviembre de ese año. El cuarto marcó el record de 18 días, que hoy empata el actual lockout. El quinto estaba previsto para el 27 de marzo de 1976. No hizo falta: tres días antes los militares tomaron el poder.

Por Fernando Krakowiak

La protesta rural cumple mañana diecinueve días, con lo que supera al lockout agropecuario más largo de nuestra historia, que fue del 24 de octubre al 10 de noviembre de 1975. Ese año, el conflicto fue creciendo con el paso de los días. El 3 de marzo las entidades realizaron un primer bloqueo por veinticuatro horas. El segundo fue el 19 y 20 de mayo. El tercero comenzó el 19 de septiembre y se extendió por once días. El cuarto marcó el record de dieciocho jornadas. La situación económica y social de entonces era muy diferente a la actual, pero algunos hechos parecen calcados. Por esos días hubo fuertes críticas a la intervención del Estado en la economía, amenazas y violencia por parte de los chacareros, acusaciones de golpismo y medidas oficiales para intentar garantizar el abastecimiento, incluyendo el envío de ganado por parte del Ejército.

Al igual que ahora, Confederaciones Rurales Argentinas y Federación Agraria fueron la punta de lanza de los productores. Esas dos entidades presentaron el 19 de septiembre de 1975, al iniciar su tercer lockout del año, un documento con 14 puntos donde se le comenzaba exigiendo al gobierno de Isabel Martínez de Perón “derecho de participación de las entidades gremiales representativas del agro en el estudio y la elaboración de la política económica nacional” (sic). Por entonces, el problema no eran las retenciones a las exportaciones sino las juntas nacionales, a través de las cuales el Estado fijaba precios máximos para las producciones. Esa intervención estatal era vista como una herejía por los chacareros, los cuales al mismo tiempo reclamaban, paradójicamente, desgravaciones impositivas para estimular la retención de vientres y el aumento de la producción, créditos a tasas blandas y la “aplicación de medidas cambiarias que posibiliten la exportación fluida de la producción agropecuaria en general y ganadera en particular”, entre otros puntos. Esa última exigencia es relevante porque, ahora que hay un tipo de cambio alto, los productores desestiman la importancia que viene teniendo la herramienta cambiaria como incentivo para la exportación.

Desde el oficialismo se acusó a las entidades del campo de expresar los intereses de la oligarquía terrateniente. Sin embargo, los dirigentes rurales aseguraron que “la protesta no surge de ningún pequeño o privilegiado sector de grandes ganaderos sino que se nutre de la decidida voluntad de millares de productores que nada tienen de oligarquía vacuna” (comunicado de Carbap, 22 de septiembre de 1975). También se los tildó de desestabilizadores y la respuesta llegó desde la tribuna televisiva que ofrecían Bernardo Neustadt y Mariano Grondona en el programa Tiempo Nuevo. “No es un paro golpista”, sostuvo entonces Jorge Aguado, titular de Carbap. “Hay enemigos del país que se niegan a reconocer que el campo es su columna vertebral”, agregó.

Los diputados peronistas Julio Bárbaro y Alberto Stecco reafirmaron la posición oficial con opiniones muy similares a las que hoy en día se escuchan en Casa Rosada. “El lockout ganadero, decretado por las organizaciones que agrupan a los elementos más reaccionarios de los sectores tradicionales del privilegio y sus socios menores, constituye una provocación política que apunta a perturbar el accionar del gobierno justicialista”, expresaron en un documento difundido el 26 de septiembre, donde también se reafirmaba la facultad del gobierno para definir la política económica: “El sentido político reaccionario del paro ganadero no puede ser disimulado con supuestas reivindicaciones sectoriales donde medidas que hacen a la política económica, que no pueden ser resignadas por el Poder Ejecutivo, se confunden con legítimas aspiraciones de auténticos productores”.

Por ese entonces, la cotización internacional de los principales productos que exporta el campo estaba lejos del record actual porque Estados Unidos y la Comunidad Económica Europea se encontraban en plena guerra de subsidios. Además, China no era la aspiradora de granos que es ahora. Ese escenario les daba a los productores más argumentos para protestar, pero el gobierno negaba que los chacareros perdieran plata y aseguraba que varias exigencias habían sido satisfechas antes del inicio de ese tercer lockout, poniendo como ejemplo la liberación del precio de la hacienda en pie, el reajuste de la cotización de los cereales, el pago total de los saldos adeudados por la Junta Nacional de Granos y la homologación de los precios propuestos por los tamberos. Sin embargo, el lockout se extendió por once días, tal como estaba previsto inicialmente, y una vez concluido se empezó a organizar un paro más extenso, que comenzó el 24 de octubre.

El entonces ministro de Economía Antonio Cafiero primero intentó restarle importancia a esta última protesta al declarar que “si no hay carne, comeremos pollo”, pero cuando el bloqueo comenzó a provocar los primeros faltantes les solicitó a las Fuerzas Armadas el envío de hacienda, como se hizo el miércoles pasado. En ese momento se volvió a remarcar que el campo no estaba atravesando una situación crítica y se puso como ejemplo el aumento de la producción. La respuesta llegó entonces desde la Sociedad Rural que, igual que ahora, apoyaba la protesta desde un estratégico segundo plano. “Es probable que el área de siembra haya aumentado, pero ello no es debido al estímulo de buenos precios de cereales, sino a los desastrosos precios ganaderos que han obligado a los productores de tierras aptas a sembrar como única alternativa”, expresaron.

Con el paso de los días el bloqueo comercial fue creciendo en intensidad. Varios productores afines al gobierno denunciaron a hacendados huelguistas por la quema de sembrados, el corte de alambrados y la dispersión de hacienda lista para ser enviada a los mercados. Además se difundieron solicitadas intimidatorias como la publicada en el diario La Nación el 5 de noviembre: “La Asociación Rural de Carlos Tejedor informa a la opinión pública que han cargado hacienda para faena, intentando sabotear el movimiento de fuerza declarado por CRA y FAA, los siguientes ganaderos: Gatti Hnos.; Julia G. de Alvarez y José Catuzzi”.

Por esos días el gobierno amenazó con decretar en estado de emergencia económica la comercialización de ganado. La medida autorizaba a la Junta Nacional de Carnes a proponer procedimientos tendientes a mantener el normal abastecimiento de la población, incluso contemplando la posibilidad de expropiar ganado. La respuesta por parte de los huelguistas no se hizo esperar. “Van a ocurrir hechos de violencia que nosotros no podemos controlar”, aseguró en respuesta el titular de Federación Agraria, Humberto Volando. El cuarto lockout del año llegó a su fin el 10 de noviembre, pero el enfrentamiento siguió su curso. El 16 de febrero de 1976 la gran mayoría de los productores adhirió al paro empresario propuesto por Apege y el 27 de marzo tenían previsto iniciar otro lockout sectorial. Sin embargo, las Fuerzas Armadas derrocaron a Isabel Perón antes de esa fecha. Los principales dirigentes del campo celebraron la llegada de la dictadura militar, a punto tal que Jorge Aguado, titular de Carbap, terminó siendo secretario de Agricultura de Roberto Viola y gobernador de la provincia de Buenos Aires con Leopoldo Galtieri.

Ahora la situación es diferente. Los militares están fuera de la escena política, pero varios referentes rurales están cuestionando al Gobierno con una virulencia propia de los ’70. El viernes, justo el día en que se reanudaban las negociaciones, Carbap publicó en La Nación una solicitada dirigida a la Presidenta con términos provocativos y rupturistas. “Hubiera sido mejor que nos decepcionara el contenido de sus propuestas, en vez de herirnos con sus expresiones. La incapacidad de preservar la altura y dignidad de su investidura hizo descender el discurso al desprecio y la falacia. Peor aún, alentó rencores y enfrentamientos entre argentinos, que se concretaron apenas unas horas después en manos de grupos irregulares y violentos al servicio del poder (...) Que Dios la perdone y nos dé a todos la templanza para conservar la calma y preservar la paz”, señala el texto de la entidad que preside Pedro Apaolaza y que apareció firmada por decenas de sociedades rurales de la pampa húmeda. Un verdadero déjà vu.

"La economía nunca ha sido libre: o la controla el Estado en beneficio del Pueblo o lo hacen los grandes consorcios en perjuicio de éste". Juan Domingo Perón

Contra el bloqueo de las ciudades, el desabastecimiento y los aumentos de precios generados por el

lockout patronal del campo


Mas allá de como empezó el conflicto que desencadenó el lockout patronal del campo, éste se ha transformado en un ataque frontal contra los trabajadores y el pueblo en la forma de desabastecimiento, creando subas de precios vertiginosas, desempleo entre obreros de diversas industrias como los frigoríficos, transporte y supermercados y en pérdidas importantísimas entre los pequeños comerciantes urbanos como carniceros, panaderos y otros rubros relacionados con la distribución de comida.

Mientras el lockout patronal no ha impedido que continúen las exportaciones de los grandes grupos y los pools de siembra, los grandes ganaderos y los exportadores de las transnacionales y la oligarquía mantienen sus stocks en silos y en cámaras frigoríficas, los pequeños productores que están siendo utilizados como carne de cañon, no pueden distribuir sus productos, ni transportarlos ni almacenarlos sin recurrir a la gran burguesía agraria.

Cualquier política debe comenzar por la exigencia del levantamiento de este verdadero sitio a las ciudades, este cerco reaccionario contra los trabajadores y el pueblo, particularmente los pobres, que no han podido, como los habitantes de Palermo, Belgrano y otros barrios ricos aprovisionarse en los supermercados para aguantar el bloqueo.

Los pequeños productores

Cuando hablamos de pequeños productores, lo hacemos de los aproximadamente 50.000 que poseen menos de 75 hectáreas y que tienen esencialmente una producción familiar. También lo hacemos de los pequeños campesinos misérrimos del norte, entre otros, que explotan tierras exiguas y poco productivas y están fuera del circuito exportador, así como a los cientos de miles de peones rurales que ganan miserias, mayormente en negro, no tienen beneficios y se los aloja en dormitorios insalubres y destartalados. Ellos no están en los bloqueos y deberían ser los aliados más firmes de los trabajadores y del pueblo. Los pequeños productores de pollos y porcinos, los que tienen pocas hectáreas sembradas no están en los bloqueos y están siendo patoteados por los chacareros ricos que, además, controlan la política pueblerina, para que se sumen al lockout.

No nos referimos para nada a los grandes terratenientes de la Sociedad Rural, cuyos 1.000 socios en la parte superior de la pirámide son propietarios de 36 millones de hectáreas ni a los chacareros ricos de la Pampa Húmeda, por ejemplo, que ganan millones y comparten con la oligarquía y las transnacionales la explotación sin límite de los peones rurales y los trabajadores de los pueblos.

La oligarquía, las transnacionales y los chacareros ricos han visto, desde la convertibilidad valorizar sus tierras en un mínimo del 300% y sus ingresos que se han multiplicado geométricamente con el aumento de los precios internacionales. Una masa de inversión de sus ganancias en pueblos del interior, particularmente en la compra de tierras urbanas y la construcción ha encarecido la pequeña propiedad urbana y provocado un alza de los alquileres que afecta esencialmente a los trabajadores rurales y de servicios del campo. Un propietario de 100 hectáreas que no las trabaje en una zona rural de producción media en la Pcia. de Buenos Aires recibe una renta de $150.000 anuales sin mover un dedo. Aquellos que la explotan con soja o productos exportables ven sus ingresos triplicarse.

"CACEROLAZOS"

El Macrismo, el Carriorismo y hasta grupos de neonazis, por razones ideológicas y de ligazón con los grandes capitales del campo movilizaron unos pocos miles en manifestaciones de protesta. Menos de 3.000 concurrieron a la Plaza de Mayo y cientos más a la Residencia de Olivos o en el centro de los barrios pudientes de Belgrano, Palermo y en la esquina de Callao y Santa Fe en los dos primeros días de protesta. Algunos miles más se movilizaron en el interior del país. La prensa burguesa aprovechó la oportunidad para hablar de “cacerolazos”, mintiendo descaradamente al igualar estas protestas con el levantamiento popular contra el gobierno de De la Rua del 2001.