martes, 8 de abril de 2008

- Entendemos como AGROCOMBUSTIBLES, a todos los combustibles obtenidos de productos de cultivo,

- Entendemos aquí como AGROCOMBUSTIBLES, a todos los combustibles obtenidos de productos de cultivo, sea etanol o biodisel con la finalidad de complementar o sustituir los combustibles fósiles para motores de combustión interna -



Por la Lic. Silvana Buján

ONG BIOS.


Los agrocombustibles han sido promocionados como una fuente de energía “limpia”. Un análisis de su eficiencia y de su ciclo de vida, desde la producción hasta el uso y las emisiones, demuestra lo contrario.

La producción de agrocombustibles a escala industrial dependerá de los combustibles de origen fósil para el funcionamiento de sus plantas de procesamiento y de la flota de transporte, tanto camiones como buques cisterna.

A Brasil, primer productor mundial de agrocombustibles, ya le advirtió el comisario europeo de Comercio, Peter Mandelson, durante la conferencia sobre el tema celebrada en Bruselas en julio: "Los europeos no pagarán más para adquirir biocombustible si el etanol que mueve sus coches proviene de la quema de campos y cultivos, ni tampoco si se elabora a costa de la selva amazónica"[1].

El World Land Trust , en su artículo de agosto en la revista Science, protestó porque el objetivo de la UE de asegurar un 10% de sustitución de combustibles fósiles por agrocombustibles para el 2020 no es una forma efectiva de reducir las emisiones de carbono.[2]

Poco antes, el Forum Internacional del Transporte alertó acerca de que los agrocombustibles son una manera demasiado cara de afrontar los problemas de seguridad climática y energética. [3]

En algunos casos los agrocombustibles exacerbarán el calentamiento global. De acuerdo a George Monbiot (2007), cada tonelada de aceite de palma que es convertido en agrocombustible emite en todo su ciclo de vida 33 toneladas de CO2, 10 veces más que las emisiones generadas por los combustibles fósiles.

David Pimentel y Tadius Patzek, de las universidades de Cornell y Berkeley, respectivamente, sostienen, según el balance de energía, que se gasta más energía fósil para producir agrocombustible que su equivalente energético.[4]

Por cada unidad de energía gastada en energía fósil el retorno es: 0.778 de energía de metanol de maíz, 0.636 unidades de etanol de madera y, en el peor de los casos, 0.534 unidades de biodisel de soya. En síntesis, el retorno por unidad es siempre menor.

El Premio Nóbel de Química 1988, Hartmut Michel, critica el desarrollo y uso de los agrocombustibles , aseverando que no ahorran emisiones de CO2 y promueven la deforestación. Ejemplifica hablando del etanol, donde hace falta invertir tanta energía fósil en fertilizante, transporte, destilado de alcohol, como la que hay en ese agrocombustible, que acaba emitiendo más CO2 que el que emitiría la nafta común.[5]

El agrocombustible de colza y el etanol del maíz llegan a provocar 70 y 50 por ciento más de emisiones, respectivamente, que los combustibles fósiles, según el trabajo publicado en septiembre por otro Nóbel de Química, Paul Crutzen, de la Universidad de Edimburgo, junto con su colega Keith Smith.

Esos investigadores determinaron que la destilación de esos vegetales libera más del doble de lo que se suponía hasta el momento de óxido nitroso, un potente gas invernadero, a causa del empleo de fertilizantes que contienen nitrógeno.[6]

El impactante estudio publicado por Renton Righelato y Dominick Spracklen de la Universidad de Leeds en la revista Science de agosto/07 demuestra que los bosques arrasados para la producción de combustibles naturales absorben más carbono que el ahorrado por el etanol y el biodisel. La preservación de áreas verdes y la reforestación son maneras más eficientes de combatir el calentamiento global que el uso de agrocombustibles.[7]

El World Lands Trust de Gran Bretaña demostró que los bosques pueden absorber de dos a nueve veces más emisiones de carbono en 30 años que las supuestamente evitadas por el uso de los agrocombustibles.[8]

Un tema conexo al anterior es el de las subvenciones, ya que no hay agrocombustibles sin subvención.

Estados Unidos, según el Banco Mundial, aporta 7.000 millones de dólares en subvenciones cada año.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha pedido que la Agencia Internacional de la Energía, Naciones Unidas, la FAO y el Banco Mundial estudien estos problemas en común, para evaluar mejor las consecuencias de las tecnologías actuales y futuras de producción de agrocombustibles.[9]

El Instituto de Investigación de Políticas Alimentarias, con sede en Washington destacó que producir combustible a partir del maíz, la soja o la caña de azúcar es increíblemente caro. [10]

Analizaron el apoyo gubernamental en 2006 de 11.000 millones de dólares al año para los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), con un 90 por ciento del total a Estados Unidos y la Unión Europea, estimando que en 2007 llegarán a 15.000 millones de dólares.

Se tendrían que gastar, dicen, más de 100.000 millones de dólares anuales para alcanzar una proporción de producción de agrocombustibles equivalente a 25 ó 30 por ciento de las necesidades del transporte, debiendo mantenerse permanente ese monto en subsidios.

Seguridad alimentaria.

Los agrocombustibles se producen principalmente a partir de soja, maíz y maní, mandioca, caña de azúcar, palma aceitera y colza. La competencia entre el agrocombustible y el suministro de alimentos es esperable en disponibilidad y precio. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), teme que sea, como titula en su informe de agosto 2007, "peor remedio que la enfermedad". "la capacidad de los agrocombustibles para cubrir una parte de las necesidades energéticas del transporte sin hacer que aumenten los precios de los alimentos o castigar el medioambiente es muy limitada".[11]

Al menos un tercio de todas las tierras agrícolas deberían convertirse a la producción de agrocombustible para alcanzar un aumento del 10% en el consumo de combustibles para transporte.

En la competencia entre alimentos y combustibles, los pobres, que tienen acceso limitado al control sobre la tierra y que deben luchar por el agua en muchos casos, llevan todas las de perder. El aumento del precio de los cereales puede significar una amenaza para la subsistencia.

Jacques Diouf, director de la FAO, señaló al diario francés Liberation: "el auge de los biocarburantes supondrá un aumento del 9 por ciento del gasto global de importación alimentaria de los países en desarrollo".[12]


Problemas ambientales

Dice la OCDE que la tentación será de "reemplazar ecosistemas protegidos, bosques y zonas húmedas por cultivos destinados a producir biocombustibles".[13]

Para satisfacer la demanda mundial, analizando solo Brasil, tendría que talarse allí sesenta millones de hectáreas más de bosques, con consecuencias que abarcan desde inundaciones hasta sequías y erosión.

La producción de agrocombustibles a escala comercial y la expansión de zonas agrícolas incrementan sustancialmente la demanda de agua, La producción de un litro de etanol requiere tres a cinco litros de agua de riego y genera hasta 13 litros de aguas de desecho.

Exige altas cantidades de fertilizantes de nitrógeno químico y del herbicida atrazina. La soja requiere también enormes cantidades del herbicida no selectivo Roundup, que altera la ecología del suelo y produce “supermalezas”.

La Universidad Nacional de Rosario advirtió hace poco sobre la existencia de estudios toxicológicos recientes que indican que el glifosato, el herbicida utilizado de manera masiva e intensiva durante muchos años, fue "erróneamente catalogado como toxicológicamente benigno, tanto a nivel sanitario como ambiental”, agregando que los herbicidas en base a glifosato pueden ser altamente tóxicos para animales y humanos. [14]

El empleo adicional de fertilizantes contribuirá a la expansión de plantas acuáticas que producen "zonas muertas" como las ya existentes en el Golfo de México.[15]

Los agrocombustibles industriales requieren amplias aplicaciones de fertilizantes petroquímicos, lo que contribuye intensamente a la emisión de óxido nitroso, gas de efecto invernadero 300 veces más potente que el dióxido de carbono.

En los trópicos los fertilizantes químicos tienen 10 a 100 veces más impacto en el calentamiento global en comparación con las aplicaciones en suelos de climas templados.

Dice el INTA que los niveles de fósforo han disminuido en zonas de la región pampeana, siendo la soja que, debido a su contenido de proteínas, es uno de los más extractivos de Fósforo, Potasio, Azufre, Magnesio, y Nitrógeno. Nunca, agrega el INTA, se alcanza a reponer vía fertilización la extracción de nutrientes producida por las cosechas.[16]

INTA PARANA señala que el análisis económico sin considerar los recursos naturales como el suelo, no refleja el verdadero valor del producto en el mercado.[17]

Los monocultivos de soja han dañado más de treinta y siete millones de hectáreas de bosques y pasturas en Argentina, Brasil, Bolivia y Paraguay.

La deforestación sigue amenazando la supervivencia de pueblos cuyo sustento e identidad cultural dependen de los bosques.

El Primer Inventario Nacional de Bosques Nativos acaba de señalar que Argentina perdió el 69% de bosques en 100 años con una reducción del techo forestal a 11%. Ello implicó la ruptura de procesos vitales como la desprotección de cuencas hídricas, la disminución en la economía del agua, erosión y desertificación, pérdida de biodiversidad teniendo como motivo fundamental el avance de los commoditis, especialmente la soja y el maíz BT [18].

La expansión de zonas agrícolas incrementarán sustancialmente la demanda de agua. Su uso agropecuario insume ya hoy el noventa y tres por ciento del agua dulce disponible en el planeta.

SE MULTIPLICAN LAS LUCES DE ALERTA

La ONU advirtió en abril que la transición hacia los agrocombustibles podría se especialmente dolorosa para los países en desarrollo y para los agricultores no propietarios de tierra. [19]

La Academia Real de Ciencias del Reino Unido - Royal Society - alerta que las metas para el uso del etanol en Europa no ayudarán a frenar las emisiones de dióxido de carbono. Por otra parte, la Unión Europea anunció públicamente que solo aceptará biocombustibles sostenibles.

Sin un cambio del paradigma, la producción intensiva de agrocombustibles agravará la inequidad entre ricos y pobres sin resolver el problema para el que supuestamente fue ideado (evitar el calentamiento global) repitiendo la experiencia mundial sobre la energía fósil, e incrementando la contaminación.

Estamos ante la posibilidad de tomar una decisión histórica para atender las necesidades básicas de energía de los pueblos, estudiando todas sus fuentes nacionales de energía limpia, como el viento, el sol, el agua y el biogás, a escala, que puedan responder las básicas preguntas del desarrollo sustentable, que el modelo del agrocombustible no puede responder.