martes, 8 de abril de 2008

La sustitución de combustibles fósiles por biocombustibles obedece a la exigencia de las sociedades más industrializadas

DEMANDA DEL PARQUE AUTOMOTOR.

La sustitución de combustibles fósiles por biocombustibles obedece a la exigencia de las sociedades más industrializadas por no alterar su modo de vida.



Hoy en día existen más de 1 000 millones de automóviles

a nivel global, todos ellos consumen más

del 50% de la energía fósil producida en el mundo,

lo que hace del automóvil individual, el primer causante

del cambio climático.

Dadas las circunstancias actuales, es poco probable que la gente decida

abandonar su transporte personal, más aún si es

bien sabido que el número de autos aumenta cada

año en todo el mundo. Para enfrentar el calentamiento

global, se buscan soluciones técnicas a un

problema relacionado, sobre todo, con un estilo de

vida consumista, promocionado por quienes se benefician

con el uso masivo del carro individual y

de los combustibles que los hacen funcionar. En

tal contexto, en los últimos años se promociona el

uso de agrocombustibles o biocombustibles como

una alternativa a los combustibles fósiles, para así

enfrentar los problemas generados por el calentamiento

global.


Cambiar para que todo siga igual


Analicemos desde una visión práctica si

los agrocombustibles son una alternativa válida y

totalmente limpia, a la luz del contexto geopolítico

de la región, donde actualmente se producen

diversas tensiones por la comercialización energética

entre exportadores e importadores, especialmente

de gas natural. Los casos más destacados

son las controversias entre Bolivia y Brasil

por el precio, control y propiedad sobre las explotaciones

y comercialización del gas boliviano hacia

Brasil, su principal comprador; asimismo, hay

crisis de suministro en Argentina, que ha obligado

a este país a suspender sus exportaciones

hacia Chile y Uruguay; Bolivia no comercializa

gas natural con Chile; y Perú ha comprometido

casi toda su producción hacia destinos fuera del

continente.

Aunque en el problema del cambio climático,

todos tenemos algo de responsabilidad, esta

debe ser diferenciada, porque los niveles de consumo

de energía son también diferenciados. Algunos

países en el afán por cumplir con sus obligaciones

de reducir los gases de efecto invernadero (GEI),

están empeñados en cambiar sus sistemas energéticos

por agrocombustibles; pero la producción

propia no les da abasto, aunque hayan visto en

este cambio la posibilidad de seguir manteniendo

su estilo de vida, sin incrementar sus emisiones de

GEI. Como no existen tierras suficientes para la

producción de la cantidad de agrocombustibles que

se necesita, se han planteado como alternativa la

importación de los mismos. ¿De dónde van a venir

estos agrocombustibles? La repuesta no es difícil

de imaginar: de regiones como la nuestra... ¡Encendamos

el debate!


¿Quiénes son los beneficiarios?


Acaso no son suficientes los estragos que

producen en América Latina las emisiones mundiales

de CO2 y el consiguiente cambio climático. En

este sentido, nos preguntamos: ¿Quiénes serán los

principales beneficiarios de este negocio? ¿Los pequeños

productores tienen oportunidades?


INDUSTRIA QUE SE EXPANDE.


La producción de agrocombustibles está vinculada sobre todo a las grandes empresas, en detrimento de los pequeños agricultores.

Porque de acuerdo con lo visto en otros

países, la producción de agrocombustibles demanda

una alta inversión y cultivos a gran escala para

ser rentable, así como el uso intensivo de plaguicidas

y fertilizantes químicos en las plantaciones,

sumando a que en algunos países latinoamericanos

escasean las áreas de cultivo y se encarecen los alimentos.

Un punto importante y de riesgo en la producción

de agrocombustibles es el cambio de uso

de los terrenos agrícolas, así como la corrupción y

la burocracia en la autorización de operatividad para

las empresas, incluyendo incentivos y subsidios que

beneficiarán a unos pocos, además de la falta de

títulos de propiedad de terrenos agrícolas, la posible

deforestación de bosques nativos para monocultivos

y el mal uso de recursos escasos en zonas de

producción, como puede ser el agua.

Un estudio publicado en la revista británica

Science, en agosto del 2006, aseguraba que el

incremento de la producción de agrocombustibles

podría despedir nueve veces más dióxido de carbono

(CO2) durante las próximas tres décadas que

los combustibles fósiles. Demuestra asimismo que

la preservación de áreas verdes y la reforestación

son maneras más eficientes de combatir el calentamiento

global que el uso de agrocombustibles.

Mientras el CO2 afecta sobre todo a la atmósfera,

la producción de agrocombustibles puede degradar

suelos, agua, diezmar la biodiversidad. Es en este

sentido que debemos reflexionar sobre lo que verdaderamente

nos conviene, sobre lo que verdaderamente

queremos.


INSUMOS MÚLTIPLES.

Los biocombustibles se hacen de frutos diversos de acuerdo con cada región. Abundan el maíz, la caña de azúcar, la canola y otros sembríos que deben cultivarse intensa y extensivamente.


Nuestras naciones


Esa visión debe ser analizada cuidadosamente.

La obtención, el procesamiento y el uso de

agrocombustibles no son inocuos, y arrojan diversos

impactos ambientales, sociales y económicos

que deben ser considerados desde la perspectiva

del desarrollo sostenible. La presión sobre ambientes

tropicales se repite en otros países. En Perú se

intenta promover el cultivo de caña de azúcar en la

región amazónica, y en Colombia esto tiene lugar

tanto en las laderas y valles andinos, como en la

región del Caribe. En Ecuador la palma aceitera se

ha expandido sobre todo en los ecosistemas del

Chocó, afectando los últimos bosques tropicales

costeros.

En la región, Brasil es líder en el uso de

etanol en el transporte, promovido desde la década

del setenta, y el gobierno de Brasil ha anunciado

que va a convertir a su país en una potencia en el

campo de agrocombustibles, especialmente por la

producción de biodiésel: los cultivos destinados a

la producción de agrocombustibles en este país ya

ocupan una superficie similar a la extensión conjunta

de los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo y

Gran Bretaña. Los cultivos preferidos son la caña

de azúcar y la soya. Se calcula que para alcanzar

el objetivo trazado, Brasil necesitará 60 millones de

hectáreas de deforestación en la Amazonía y otros

millones menos adicionales, en otras zonas. La

soya también ha causado la destrucción de 21 millones

de hectáreas en el ecosistema del cerrado,

bosques tropicales y mata atlántica, pantanal, caatinga

en Brasil, afectando a más de 14 millones

de hectáreas de pampa húmeda, yunga y chaco en

Argentina; 1 750 000 de hectáreas de pantanal,

mata atlántica y chaco en Paraguay, y 600 000 en

bosques tropicales en Bolivia.

Países como Argentina, Chile, Colombia,

Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Honduras, Méxi-

co, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay

y Venezuela han establecido o están estableciendo

regímenes de regulación y promoción para los

agrocombustibles desde mediados de 2006.


¿Estas propuestas verdaderamente contribuirán a

aliviar la pobreza de los países en la región?, o ¿sólo

benefician a pequeños grupos económicos con normas

creadas para favorecerlos?


En el Perú, por ejemplo, la Legislación relacionada

con la promoción de esta actividad - Ley

28054, señala como uno de sus objetivos “disminuir

la contaminación ambiental”, lo que es previsible con

la incorporación de etanol a la gasolina que ayudaría

a mitigar muy levemente el daño ambiental; y en la

doble reglamentación estableciendo que los proyectos

de inversión de agrocombustibles deben cumplir

con la Ley del Sistema Nacional de Evaluación

del Impacto Ambiental (aún sin reglamentar desde

2001) y que podrán optar por el incentivo económico

del Mecanismo de Desarrollo Limpio. Pero ¿qué

ocurre si el íntegro de la producción se dedica a la

exportación?


Se trata del modelo de desarrollo


No siempre las normas son necesariamente

ideales, más aún cuando las autoridades son las

primeras en incumplirlas. Por tanto, debe plantearse

desde un inicio que si dichos proyectos van a contribuir

con el desarrollo rural debe incluirse a los pequeños

agricultores desde su diseño, y se debe diseñar

cadenas productivas nacionales adecuadas bajo distintos

enfoques: social, ambiental, técnico y económico,

y no perder de rumbo que dichas proyectos

son para beneficiarnos a todos, para su contribución

al desarrollo sostenible y la posible sustitución de importaciones

de combustibles fósiles. Es decir, sobre

todo producción para beneficiar a los productores de

la región y para los mercados locales.

Una cuestión fundamental es que los países

deben definir políticas públicas integrales que

abarquen el enfoque energético y agrícola para

el desarrollo de los agrocombustibles de manera

sostenible. Asimismo, debe tenerse en cuenta los

esfuerzos necesarios para comprender el potencial

global de la producción de agrocombustibles, así

como evaluar los costos e impactos ambientales

derivados de esta alternativa energética.

Debemos señalar que a menos que cambiemos

el modelo de desarrollo e iniciemos la transición

hacia una sociedad post-petrolera, donde se

cambien los patrones de consumo en general, y de

energía en particular, los agrocombustibles no serán

una solución para frenar el cambio climático, porque

los agrocombustibles no son mejores ni peores que

otros combustibles. Pues depende de la planta a

partir de las que serán producidos, del modo de producción,

del lugar de producción, del procesamiento

y distribución, entre otros varios factores.

El énfasis de la política para mitigar y adecuarnos

a los efectos del calentamiento global, debería

ser colocado en el aumento de la eficiencia del uso de

combustibles fósiles combinado con la inversión en otras

fuentes de energía renovable, libres de carbono, además

de la reforestación de las tierras cultivables que no

están siendo usadas para la producción de alimentos.

Según el especialista de GTZ, Ulrich Röttger,

se viene impulsando plantaciones para pequeños

agricultores de piñón (Jatropha curcas), higuerilla

y girasol dentro del concepto de desarrollo rural

sostenible, que ofrece una opción interesante para

la reducción de la pobreza, en zonas deforestadas

de San Martín, Cajamarca y en Piura.


INDUSTRIA QUE CRECE.

Plantones que crecen en función de una mayor demanda de biocombustibles sobre todo en los países más industrializados.

Jatropha curcas

Conocido en el Perú como Piñón, árbol

originario de Mesoamérica, de la familia Euphorbiaceae.

Produce semillas con alto contenido de

aceite (30 - 40%) y tiene el segundo lugar en

rendimiento de aceite por hectárea, después de la

palma aceitera.

En América Latina se produce agrocombustibles

en por lo menos diez países: Argentina,

Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guatemala,

Honduras, México, Paraguay y Perú. Cuatro exportan

agrocombustibles a partir de sus propios

cultivos (Brasil es el mayor exportador; hay ventas

menores desde Bolivia y Guatemala, Argentina acaba

de iniciar esa comercialización y Perú tiene proyectos

que van en ese sentido). En realidad, existen

programas en marcha en casi todos los países y la

lista de productores se encuentra en permanente

aumento.


“El incremento de

la producción

de agrocombustibles

podría despedir

nueve veces más

dióxido de

carbono (CO2)

durante las próximas

tres décadas

que los combustibles

fósiles”.

DEMANDA DEL PARQUE AUTOMOTOR.

La sustitución de combustibles fósiles por biocombustibles obedece a la exigencia de las sociedades más industrializadas por no alterar su modo de vida.