sábado, 24 de mayo de 2008

El dominio mundial de EEUU.- Hegemonía o Supervivencia.- ¿Una pesadilla pasajera?.-

El dominio mundial de EEUU.

Hegemonía o Supervivencia.

¿Una pesadilla pasajera?

Esperanzas, si vamos a su encuentro

Este Texto de Noam Chomsky, -libro de cabecera de Presidente Bolivariano Chavez- nos brinda elementos para ubicar la situación mundial ante la cual estamos expuestos.

Chomsky, Noam

Hegemonía o Supervivencia.

El dominio mundial de EEUU.

Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2004.

Capítulo 9, pp. 307-336.

"Es posible otro mundo", en las palabras que animan al Foro Social Mundial, desafiando el sistema ideológico imperante y buscando alternativas constructivas de pensamiento, acción e instituciones.

Lo que importa es que logremos despertarnos de la pesadilla antes de que lo consuma todo y podamos traer un poco de paz, justicia y esperanza a un mundo que está, ahora mismo, al alcance de nuestras posibilidades y nuestra voluntad.

9 ¿Una pesadilla pasajera?

DESPUÉS DE S-11, EL PAÍS "se asomó al precipicio del futuro"1. La sobrecogedora amenaza del terror. aunque bastante clara desde el atentado de 1993 contra el World Trade Center, era ya muy tangible como para desdeñarla.

Para ser más precisos, la población era el que se asomaba al precipicio. Los que ocupan el centro del poder promueven de modo inexorable sus propias agendas, a sabiendas de que pueden explotar los miedos y la angustia del momento. Hasta pueden promulgar mediadas que ahonden el precipicio y marchar con paso firme hacia él, si con eso se favorecen las metas del privilegio y el poder. Declaran que cuestionar los manejos de la autoridad es antipatriótico y pernicioso, pero que es patriótico instaurar políticas duras y regresivas que benefician a los ricos, quebrantan los programas que atienden las necesidades de la gran mayoría y subyugan cada vez más a una población temerosa bajo el control del Estado. "Literalmente antes de que el polvo se asentara" sobre las ruinas del World Trade Center, escribió el economista Paul Krugman, algunos republicanos influyentes indicaron que estaban "decididos a utilizar el terrorismo como excusa para impulsar una agenda de extrema derecha"2. Krugman y otros han documentado la ineluctable ejecución de dicha agenda. La reacción natural de concentrar el poder ante una crisis en este caso fue excepcionalmente fea.

Otros Estados vieron la misma oportunidad. Rusia corrió a unirse a la "coalición contra el terror", con la expectativa de obtener aquiescencia para sus atrocidades en Chechenia, y no se la decepcionó. China se unió alegremente, por motivos semejantes. Israel reconoció que estaba en condiciones de aplastar a los palestinos todavía con más brutalidad, aun con mayor apoyo de Estados Unidos. Y así sucesivamente, por casi todo el mundo.

La amenaza del terrorismo internacional es ciertamente grave. Los horrendos sucesos de S-11 quizás produjeron el saldo mortal inmediato más alto de que haya historia, por fuera de la guerra. La palabra ‘inmediato' no se debe pasar por alto; sin esa condición, es un crimen común en los anales de la violencia que no llega a ser guerra, como saben muy bien las víctimas tradicionales.

La amenaza terrorista no es, con todo, el único precipicio al que nos asomamos. Un peligro mucho más grave contra el único experimento de la biología con la inteligencia superior late en las armas de destrucción masiva.

En un importante documento de 1995, el Comando Estratégico de Estados Unidos (STRATCOM) calificaba a las armas nucleares corno las más valiosas del arsenal, ya que "a diferencia de las armas químicas o biológicas, la destrucción extrema de una explosión nuclear es inmediata, con muy pocos o ningún paliativo que reduzcan su efecto". Además, "las armas nucleares proyectan siempre su sombra sobre cualquier crisis o conflicto", así que tienen que ser visibles, estar en ristre. El estudio recomienda a los consejeros y estrategas que no se muestren "como completamente racionales y serenos (...) Que Estados Unidos pueda tornarse irracional y vengativo si se atacan sus intereses vitales debe ser parte del personaje nacional que proyectemos". Para nuestra postura estratégica es "benéfico" que "algunos elementos parezcan como si pudieran ‘descontrolarse’". El STRATCOM de Clinton proponía una versión de la famosa "teoría del loco" de Nixon, que él y Kissinger pusieron en práctica para sembrar una alarma nuclear en octubre de 1969, alarma que creían libre de riesgos pero que pudo haberse salido de sus manos debido a factores críticos que ellos ignoraban: otro ejemplo de las impredecibles consecuencias de la amenaza o el uso de la fuerza, que en los tiempos corrientes pueden ser verdaderamente serias.

Estados Unidos debe guardarse el derecho a ser el primero en lanzar armas nucleares, aconsejaba igualmente STRATCOM, incluso contra potencias no nucleares que hayan firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear, y debe mantener su postura de lanzamiento sobre aviso (launch-on-warning) de misiles nucleares estratégicos, en alerta de reacción inmediata. Todo indica que la administración Clinton adoptó estas sugerencias3.

Estados Unidos es un caso excepcional, tal vez único, por el acceso que permite a los documentos estratégicos de alto nivel, un importante logro de su democracia. Este del cual hablamos y otros han estado disponibles desde hace años, pero son poco conocidos; y ya en eso no hay un triunfo democrático.

Las amenazas graves no se limitan a las armas de destrucción masiva en manos de los poderosos. Es posible introducir clandestinamente armas nucleares pequeñas en cualquier país con relativa facilidad, junto con otras variedades de ADM potencialmente muy nocivas4. La amenaza más inminente, advirtió un grupo de trabajo del Departamento de Energía, estriba en que "puede haber unas 40.000 armas nucleares (...) en la antigua Unión Soviética, mal vigiladas y mal almacenadas". Uno de los primeros actos de la administración Bush fue recortar un pequeño programa de ayuda a Rusia para proteger y desmontar esas armas y ofrecer opciones de trabajo a los científicos nucleares, decisión que aumenta el riesgo de un lanzamiento accidental así como la filtración de "bombas sueltas", quizás seguidas de científicos atómicos sin otra opción de emplear sus aptitudes5.

Se espera que los programas de defensa antimisiles incrementen estos riesgos. La inteligencia estadounidense predice que un despliegue por parte del país impulsaría a China a desarrollar nuevos misiles nucleares, y multiplicar diez veces su arsenal, tal vez con cabezas nucleares múltiples (MIRV), provocando las respectivas respuestas armamentistas de India y Pakistán”, con probables repercusiones en el Medio Oriente. Funcionarios de inteligencia también predicen que "Rusia y China aumentarían ambas la proliferación, incluyendo seguramente la ‘venta de medidas preventivas‘ a países como Corea del Norte, Irán, Iraq y Siria". Este y otros análisis concluyen además que la única respuesta racional de Rusia (al Sistema de Defensa Nacional Antimisiles) "sería conservar y reforzar la fuerza nuclear rusa ya existente"6.

El gobierno de Bush anunció que "no objeta los planes [de China] de incrementar su flotilla de misiles nucleares"; así cambió de política con la esperanza de obtener el beneplácito chino a su proyectado desmantelamiento de los acuerdos centrales de control de armamentos. Por motivos similares los negociadores de Clinton alentaron a los rusos a montar una estrategia de lanzamiento sobre aviso, sugerencia que los expertos nucleares juzgaron "bastante extraña", pues sabemos que los sistemas de alarma rusos están "llenos de huecos" y son propensos a dar alertas falsas, lo que aumenta el riesgo de "lanzamientos rusos no autorizados, accidentales y erróneos". Hubo noticia de que la reanudación de pruebas nucleares por parte de China también recibió un discreto visto bueno por parte de Estados Unidos. Los analistas estratégicos señalan que este cambio de política animará a los chinos a dirigir más misiles nucleares hacia Estados Unidos y Japón, con el consabido efecto en los respectivos programas de Taiwan y Japón. Al mismo tiempo, informó la prensa, Estados Unidos impondría sanciones a China por permitir el traslado a Pakistán de "partes y tecnología de misiles esenciales para la construcción de armas capaces de portar cabezas nucleares"7.

Todo eso es "bastante extraño", si para el gobierno la seguridad es una preocupación importante.

Como señalan John Steinbruner y Jeffrey Lewis, el de defensa antimisiles y otros programas militares de la administración Bush son "provocadores por naturaleza" para Rusia y China. Corno otros analistas estratégicos, dicen que el Tratado sobre Reducción de Ofensivas Estratégicas que Bush y Putin firmaron en mayo de 2002 fue más que todo por aparentar: "no disminuirá significativamente el potencial mortífero de la fuerza nuclear de ninguna de las dos naciones". Ni tampoco establecerá un equilibrio estratégico estable: "el deteriorado arsenal ruso será cada vez más vulnerable a un ataque preventivo, más aún cuando Estados Unidos emprenda la planeada modernización de sus fuerzas nucleares y el despliegue de las defensas antimisiles", lo que probablemente empujará a Rusia a reaccionar a su turno, como señalan informes posteriores. También China es consciente de que los programas norteamericanos son una amenaza directa contra su fuerza mínima de disuasión y es probable que reajuste sus prioridades, del desarrollo económico a la defensa. Steinbruner y Lewis escriben que China se alarmó en particular por un documento de planificación a largo plazo del Comando Espacial de Estados Unidos publicado en 1998, donde se esboza un nuevo concepto de "acción global" que incluye una "capacidad de ataque desde el espacio" que le permitiría al país lanzar un ataque contra cualquier otro y "negar esa misma capacidad a otras naciones", en lo que es otro antecedente de la Estrategia de Seguridad Nacional de septiembre de 2002 en la era Clinton. La Conferencia de Naciones Unidas sobre el Desarme está paralizada desde 1998 por la insistencia china en que se conserve el uso del espacio para fines pacíficos y la negativa de Washington, que le ha ganado la antipatía de muchos aliados y creado las condiciones para un enfrentamiento8.

Un estudio de la Rand Corporation de mayo de 2003 concluye que "las posibilidades del lanzamiento accidental o no autorizado de un misil nuclear en Rusia o Estados Unidos han crecido en la última década a pesar de la mejoría en la relaciones entre los dos países". Descuidar estos riesgos "podría producir el mayor desastre de la historia moderna y tal vez de la historia del mundo", decía el senador Sam Nunn, copatrocinador de la Iniciativa contra la Amenaza Nuclear que financió el informe. El mayor peligro reside en los miles de cabezas nucleares que cada lado conserva, con Estados Unidos aumentando su capacidad nuclear, lo que pondrá a Rusia en estado de alerta superior y en plan de implementar un enfoque de guerra de lanzamiento sobre aviso basado en la reacción rápida" para el lanzamiento de unas 3000 cabezas nucleares, lo que agudizará considerablemente el peligro de destrucción nuclear por accidente. Nunn también considera que el tratado Bush-Putin de 2002 carece de sentido. Como Estados Unidos, Rusia respondió al pacto aumentando rápidamente la escala y complejidad de sus sistemas nuclear y militar en general, movida en parte por la inquietud ante los planes de Estados Unidos9.

Otro estudio, producido por un consorcio de influyentes centros de investigación, permite ver cuán grandes son los "serios riesgos de proliferación" de arsenales nucleares, biológicos y químicos. Se encontró allí que "prácticamente nada" del plutonio ruso y "menos de una séptima parte" de su uranio altamente enriquecido han sido declarados inutilizables para la elaboración de armas nucleares, y que "lo mismo es válido para Estados Unidos". Más aún, "‘Miles de científicos y trabajadores expertos en armamentos [en Rusia] siguen desempleados o subempleados’, dice el informe, y son vulnerables a ofertas de trabajo lucrativas hechas por países que podrían tener programas bacteriológicos secretos". Algo se ha avanzado con el Programa Cooperativo de Reducción de la Amenaza de Nunn y Lugar, pero las tareas por hacer son poco menos que desalentadoras10.

Como ya señalamos, la Estrategia de Seguridad Nacional de 2002 desconoce prácticamente cualquier medida para reducir los riesgos de un conflicto militar. No perturba menos su invitación a los adversarios potenciales a "seguir buscando la disuasión mediante sus propias armas de bajas masivas y novedosos sistemas para hacerlas llegar", lo que multiplicará la proliferación y todo lo que esta conlleva. Los planes presupuestarios de Bush reflejaron las mismas prioridades. La sola defensa antimisiles recibió más financiación que todo el Departamento de Estado y cuatro veces más que los "programas para guardar sobre seguro armas y materiales peligrosos en la antigua Unión Soviética". El mantenimiento del arsenal estadounidense y los preparativos para la reanudación de las pruebas nucleares recibieron casi cinco veces más fondos que las iniciativas para controlar las "bombas sueltas" y los materiales fisibles11.

Ya desde antes de proclamar la Estrategia de Seguridad Nacional, Bush había defendido programas para el empleo ofensivo de armas nucleares. Sus estrategas del Pentágono hablaban de las armas nucleares y convencionales como "sistemas de ataque ofensivo" que serían "pilar clave de una 'nueva tríada’ de recursos ofensivos, defensivos y militares-industriales", enfocada a "vencer decisivamente a los oponentes". La política tradicional "ha sido volteada al revés", observó Ivo Daalder del [instituto] Brookings, ahora que las armas nucleares se convierten en "una herramienta de guerra activa y no de disuasión", con lo que se borra también la distinción entre armas convencionales y ADM. Bush procedió luego a “bajar el umbral nuclear y derribar el cortafuego que separaba las armas nucleares de todo lo demás" cuando Estados Unidos se disponía a invadir a Iraq, haciendo al mundo "infinitamente más peligroso que hace dos años, cuando George W. Bush prestó su juramento presidencial", escribió el analista militar William Arkin12.

En mayo de 2003 el Congreso aprobó los programas de la administración Bush y abrió la puerta a "una nueva generación de armas nucleares, lo que dio el posible inicio a una carrera armamentista a medida que otros países traten de igualar la capacidad americana"13. El Comité del Senado para las Fuerzas Armadas revocó una prohibición de 1993 contra la investigación y desarrollo de armas nucleares de bajo potencial. Aunque la sofisticación de la tecnología hace improbable que otros hagan lo mismo pronto, el cambio de política es sin embargo una "buena noticia" para los Estados nucleares de Asia, como comenta con desazón desde la India un experto en desarme, pues les permite "alegar que ellos también pueden refinar el armamento y la investigación". Otro añade que "la política de Estados Unidos hacia lraq y Corea del Norte no hace más que incentivar a los países a conseguir armas nucleares (...) Si Estados Unidos prueba sus armas, entonces China las probará [y] en la India habrá presiones interiores para que también realice pruebas", y luego en Pakistán: "Están abriendo una lata de gusanos"14. El experto en defensa Harlan Ullman advirtió que un país amenazado específicamente, como Irán, "podría acelerar su programa de armas nucleares después de ver a Estados Unidos conducir un asalto contra Iraq", lo que daría un pretexto para ser invadido y cumplir así su propia profecía. Otros esperan que Pakistán, "creyéndose acorralado por la India y su significativa superioridad de fuerzas convencionales, se sienta en mayor libertad para lanzar un primer ataque con armas nucleares"15.

La extensión de la carrera armamentista al espacio ha sido un programa central desde hace años. El término 'carrera' es engañoso, pues Estados Unidos compite solo, por ahora. La militarización del espacio con programas como el de defensa antimisiles balísticos (DAB) aumenta el riesgo de destrucción tanto para el país como para los demás. Pero eso no es nada nuevo: la historia trae muchos ejemplos de elección de políticas que conscientemente aumentan los riesgos de seguridad. Más siniestro es el hecho de que estas elecciones tienen cierto sentido dentro de los sistemas de valores reinantes. Vale la pena reflexionar sobre ambos temas.

Miremos algunos momentos cruciales de la carrera armamentista de la Guerra Fría. A mediados del siglo XX, para Estados Unidos el principal riesgo de seguridad (en ese entonces un riesgo potencial) eran los misiles balísticos intercontinentales (MBI). Rusia pudo haber firmado un tratado que prohibiera los sistemas de lanzamiento, pues sabía que estaba muy rezagada. En su autorizada historia de la carrera armamentista, McGeorge Bundy declara que no encontró constancia de interés alguno en explorar esta posibilidad16.

Los archivos rusos abiertos hace poco arrojan nuevas luces sobre estos temas, aunque dejan "misterios no aclarados". como anota el académico soviético y anticomunista acérrimo Adam Ulam. Uno de ellos es si era seria la propuesta que hizo Stalin en marzo de 1952, que ofrecía asentir a la unificación de Alemania con la condición de que ese país no se uniera a una alianza militar contra la Unión Soviética; condición para nada exagerada, teniendo en cuenta que hacía pocos años Alemania casi había destruido, una vez más, a Rusia. Washington "no se tomó mucho trabajo para rechazar de plano la iniciativa de Moscú", comenta Ulam, con argumentos "embarazosos y poco convincentes", dejando abierta "la pregunta básica" de si "Stalin estaba realmente dispuesto a sacrificar la recién creada República Democrática Alemana (RDA) en aras de la verdadera democracia", con posibles consecuencias de enorme repercusión para la paz mundial. Melvyn Leffler escribe que las recientes investigaciones de archivos sorprendieron a muchos estudiosos al revelar que tras la muerte de Stalin, "[Lavrenti] Beria –el siniestro y brutal director de la policía secreta– [propuso] que el Kremlin ofreciera a Occidente un trato para unificar y neutralizar a Alemania", tal parece que aceptando "sacrificar el régimen comunista de Alemania Oriental para aliviar las tensiones Este-Oeste" y mejorar las condiciones políticas y económicas de Rusia. El destacado analista político James Warburg sostuvo firmemente, y justo en ese momento, que tales oportunidades existieron y se desperdiciaron por asegurar la participación de Alemania en la OTAN; pero su alegato fue objeto de la indiferencia, cuando no del ridículo17.

Con todo, los archivos sí esclarecen otras propuestas soviéticas que fueron rechazadas rápidamente a cambio de una escalada militar llena de riesgos. Revelan que tras la muerte de Stalin, Kruschev pidió una reducción mutua de fuerzas militares ofensivas, y que cuando la administración Eisenhower desatendió la iniciativa, las implementó unilateralmente por encima de las objeciones de sus propios mandos militares, con el fin de concentrarse en el desarrollo económico. Él creía que Estados Unidos utilizaba la carrera armamentista para destruir la más endeble economía soviética, "para lograr así sus objetivos, incluso por fuera de la guerra". Los estrategas de Kennedy estaban al tanto de los pasos unilaterales de Kruschev encaminados a recortar radicalmente las fuerzas ofensivas soviéticas y sabían muy bien que Estados Unidos llevaba la ventaja desde todo punto de vista. No obstante, optaron por rechazar el llamamiento a la reciprocidad y prefirieron llevar a cabo una enorme escalada convencional y nuclear, con lo cual terminaron de clavar el ataúd de "la agenda de contención militar de Kruschev", según concluye Matthew Evangelista en un examen de los documentos mencionados18.

Kenneth Waltz observa que Estados Unidos "a comienzos de los años sesenta emprendió la mayor escalada militar estratégica y convencional en tiempos de paz que el mundo haya visto (...) aun cuando Kruschev por su parte trataba de obtener una importante reducción de las fuerzas convencionales y seguir una estrategia de disuasión mínima, e hicimos eso a pesar de que el equilibrio de armas estratégicas favorecía enormemente a Estados Unidos", lo que suscitó, como era de esperarse, la reacción soviética. A conclusiones parecidas llegan los destacados analistas estratégicos Raymond Garthoff y William Kaufmann, que presenciaron estos procesos desde el seno del servicio de inteligencia estadounidense y del Pentágono19.

La reacción de los militares rusos a la escalada norteamericana, en la que también incidió la demostración de debilidad soviética en la crisis de los misiles de Cuba, acabó de hecho con el proyecto reformista de Kruschev. Si este se hubiera dado, pudo haber impedido el estancamiento social y económico que aquejó a Rusia a partir de la década de 1960, y acelerado los apremiantes cambios internos que Gorbachov trató de poner en práctica, ya demasiado tarde. También pudo haber evitado la catástrofe humana de los años noventa, así como la destrucción de Afganistán y muchos otros horrores, para no hablar del grave riesgo de un desastre atómico al cobrar la carrera armamentista dimensiones cada vez más amenazantes.

A través de la historia las medidas agresivas y provocadoras se han justificado como una defensa contra enemigos implacables; en el caso de Kennedy, contra lo que él denominaba una "confabulación monolítica y despiadada" empeñada en conquistar el mundo. Es otra de esas acusaciones que contienen poca o ninguna información: por lo previsible que es, en cualquier circunstancia, en boca de cualquiera. Para entender la lógica que la sustenta conviene recordar una manida verdad doctrinaria: ante iniciativas polémicas, más si son peligrosas, lo convencional es llamarlas "defensa". Los programas actuales no son la excepción.

La defensa antimisiles es apenas un pequeño componente de programas mucho más ambiciosos para la militarización del espacio, con miras a sellar el monopolio de su uso con fines militares ofensivos. Estos planes se pueden consultar desde hace varios años en los documentos públicos del Comando Espacial de Estados Unidos y otras agencias gubernamentales20. Los proyectos que hemos resumido se han venido desarrollando con intensidad variable desde que la administración Reagan propuso sus programas de "guerra de las galaxias" (Iniciativa para la Defensa Estratégica). La IDE parece haber sido en gran parte un intento por "desarmar a los opositores de la DAB" – para entonces un enorme movimiento popular antinuclear de corte internacional– "robándoles el lenguaje y la causa", e invocando los términos paz y desarme mientras se procedía a construir un sistema militar ofensivo más avanzado21. El programa de la IDE violaba abiertamente el Tratado Anti Misiles Balísticos (AMB) firmado en 1972, según Raymond Garthoff y otros. El gobierno de Reagan intentó acallar estas objeciones. El juez Abraham Sofaer, asesor jurídico del Departamento de Estado, amenazó incluso con emprender acciones legales para impedir que Garthoff publicara un libro sobre el tema, el cual, según Garthoff, refuta los flagrantes esfuerzos de Paul Nitze y otros reaganistas devotos de la IDE "para distorsionar la historia y socavar el compromiso legal de Estados Unidos". Estos alegarían después que la IDE contribuyó a la finalización de la Guerra Fría por haber obligado a la URSS a incurrir en descomunales gastos de defensa, afirmación que tiene muy poca credibilidad, según la muy bien documentada relación de Garthoff22. Se podría sostener, sin embargo, que el rechazo de la administración Kennedy a las oportunidades para una reducción mutua de armamentos, más su agresividad general y su escalada armamentista, pueden haber producido dicho efecto, a un inmenso precio y corriendo riesgos todavía peores.

La iniciativa de defensa antimisiles y otras de su género se expandieron en los primeros meses de la administración Bush. Hacia S-11 el gasto militar de Estados Unidos ya sobrepasaba el total de los quince países que lo seguían, pero la oportunidad de explotar el miedo y el horror engendrados por los atentados terroristas era una tentación irresistible, y los programas militares de todo tipo se inflaron abruptamente, aunque poco o nada tuvieran que ver con el terrorismo.

Muchos aceptan que la Defensa Antimisiles Balísticos es "el caballo de Troya del verdadero y próximo objetivo: armar el espacio", con armas de ataque altamente destructivas emplazadas o dirigidas desde allí23. La DAB es en sí un arma ofensiva. Así lo entienden tanto los aliados más cercanos como los potenciales adversarios. Los estrategas militares de Canadá indicaron a su gobierno que se podría argumentar que el objetivo de la DAB "va más dirigido a preservar la libertad de acción de Estados Unidos/OTAN que a responder al temor de Estados Unidos [a una] amenaza norcoreana o iraní"24. El principal funcionario chino para asuntos de control de armas no dijo nada nuevo al observar que "cuando Estados Unidos crea poseer una lanza fuerte y un escudo fuerte, podría concluir que nadie puede hacerle daño y que ellos pueden hacer daño a quien quieran en cualquier parte del mundo". China sabe bien que está en la mira de los nacionalistas radicales que trazan las políticas en Washington y que se supone que es la principal destinataria del mensaje de la Estrategia de Seguridad Nacional de que no se tolerará ningún reto a la hegemonía estadounidense. Las autoridades chinas sin duda son conscientes también de que Estados Unidos se guarda el derecho de lanzar un primer ataque con armas nucleares. Y saben tanto como nuestros analistas militares que los "vuelos de aviones EP-3 de Estados Unidos en las vecindades de China", como el que terminó en un derribamiento a principios de 2001 y generó una minicrisis, "no son sólo para la vigilancia pasiva; la aeronaves también recopilan información usada para trazar planes de guerra nuclear"25.

Algunos analistas estratégicos estadounidenses comparten la interpretación china de la DAB, casi con las mismas palabras: la DAB "no sólo sirve de escudo sino que también posibilita la acción de Estados Unidos", indicó un estudio de la Rand Corporation. Otros están de acuerdo. La DAB "facilitará una aplicación más eficaz del poder militar de Estados Unidos en el exterior", escribe Andrew Bacevich en la publicación conservadora National Interest: "al escudar a la patria contra retaliaciones –así sea en forma limitada–, la defensa antimisiles suscribirá la capacidad y voluntad de Estados Unidos para ‘moldear’ el ambiente en otros lugares". Bacevich aprueba la conclusión de Lawrence Kaplan en la publicación liberal New Repubhc: "La finalidad de la defensa antimisiles no es realmente la protección de América. Es una herramienta de dominación mundial". En palabras de Kaplan, la defensa antimisiles "no es cuestión de defensa. Es cuestión de ofensa. Y es por eso precisamente que la necesitarnos"26. La DAB dará al país "absoluta libertad para emplear o amenazar con emplear la fuerza en las relaciones internacionales" (Kaplan cita con agrado esta queja de China). "Consolidará la hegemonía de Estados Unidos y volverá a los americanos 'amos del mundo'".

El supuesto de fondo es una versión contemporánea del idealismo wilsoniano, doctrina que se considera "tan autorizada, que es prácticamente inmune a todo reto": América es la "vanguardia histórica" y por lo tanto debe conservar por siempre y sin desafío el predominio mundial y la supremacía militar, para el bien de todos27. De ahí también se desprende que "la absoluta libertad para emplear o amenazar con emplear la fuerza" que la DAB le conferirá a Estados Unidos es un don preciado que le obsequiamos a la humanidad. ¿Quién no capta esta lógica impecable?

Es bien sabido que la DAB, así fuera técnicamente viable, se tendría que apoyar en la comunicación satelital; y que destruir satélites es mucho más fácil que derribar misiles. Las armas antisatélites, prohibidas por tratados que la administración Bush está desbaratando, son de fácil acceso hasta para las potencias menores. La paradoja del programa de DAB se ha debatido acaloradamente. Pero hay una posible solución, al menos en un mundo imaginario. Los abogados de la DAB depositan su fe en la "dominación de espectro total", un control tan rotundo del espacio (y del mundo en general), que ni las armas del pobre le serían de utilidad al adversario. Para esa dominación se precisan capacidades ofensivas estacionadas en el espacio, incluyendo armas inmensamente destructivas, "estrellas de la muerte", como algunos las llaman, accionadas probablemente con energía nuclear, listas a ser lanzadas en una reacción activada por computador. Tales sistemas de armas aumentan grandemente el riesgo de una gran mortandad y devastación, así sea únicamente por los que en ese campo llaman "accidentes normales": los accidentes impredecibles a los que están sujetos los sistemas complejos28.

Planes que datan de unas pocas semanas después de proclamada la Estrategia de Seguridad Nacional asumen que los sistemas espaciales son "claves para la eficacia militar de nuestra nación". Estados Unidos debe pasar del "control" del espacio a la "propiedad" del mismo, que será permanente, según la Estrategia de Seguridad Nacional. La propiedad del espacio permitirá una "participación inmediata en cualquier parte del mundo", de manera que los "ataques desde el espacio" se puedan integrar a los planes de combate. "Una capacidad de ataque viable, pronta y global, ya sea nuclear o no nuclear, permitirá a Estados Unidos golpear rápidamente contra objetivos de alta retribución, difíciles de vencer, desde distancias seguras" y "dar a los comandantes en guerra la habilidad veloz para negar, retrasar, engañar, trastornar, destruir, explotar o neutralizar objetivos en horas o minutos, en vez de semanas o días, incluso cuando las fuerzas de Estados Unidos y sus aliados tengan una escasa presencia avanzada"29.

Estos planes ya se esbozaban en un documento de planificación del Pentágono de mayo de 2002, clasificado pero filtrado en parte, que propone una estrategia de "prevención avanzada" en la que unos misiles hipersónicos lanzados desde plataformas espaciales podrían efectuar "ataques sin previo aviso y casi de inmediato". El analista militar William Arkin comenta que "no habría objetivo en el planeta o el espacio inmune a un ataque estadounidense. Estados Unidos podría atacar sin previo aviso cuando y donde percibiera una amenaza, y estaría protegido por defensas antimisiles" y medidas de seguridad internas. Aviones no tripulados hipersónicos se encargarían de vigilar y crear trastornos a los objetivos. Los nuevos armamentos permitirían que el país bombardee de manera inmediata al enemigo de su elección desde bases estadounidenses, apoyado en una multitud de sistemas de inteligencia, entre ellos sistemas de vigilancia capaces de "rastrear, grabar y analizar el movimiento de cada vehículo en una ciudad del extranjero", con lo que el mundo quedaría a merced de un ataque a discreción de Estados Unidos, sin previo aviso ni pretexto creíble: ese es el significado operacional de la expresión "amenaza percibida"30. Semejantes planes no tienen ni el más remoto antecedente histórico.

Ideas todavía más extravagantes son las que explora la Agencia de Investigación Avanzada del Pentágono (DARPA, por su sigla en inglés) como las de hacer una conexión de interfaz entre cerebro y máquina que conduzca con el tiempo, se espera, a una comunicación cerebro a cerebro. Ese sería "el futuro de la guerra", sostienen los expertos; pero en el entretanto se cumple el cometido tradicional de DARPA de adelantar la investigación y el desarrollo en las fronteras del entendimiento con el fin de crear las bases para la economía del futuro, bajo la cubierta de la defensa31.

Las metas de la militarización del espacio son ambiciosas. Un folleto del Comando Espacial de la época de Clinton, Visión para el 2020, destaca en la cubierta el objetivo primordial: "dominar la dimensión espacial de las operaciones militares para proteger los intereses e inversiones de Estados Unidos". Esto se presenta como la siguiente fase de la tarea histórica de las fuerzas armadas. Se precisaron ejércitos "durante la expansión hacia el Oeste en la parte continental de Estados Unidos"... en defensa propia. Las naciones también construyeron armadas, prosigue el Comando Espacial, "para proteger y fomentar sus intereses comerciales". El siguiente paso lógico son las fuerzas espaciales para proteger "los intereses nacionales [militares y comerciales] y las inversiones de Estados Unidos", fuerzas que incluyen la defensa antimisiles y "armas de ataque emplazadas en el espacio" que permitan "la aplicación de fuerza de precisión desde, hacia y a través del espacio".

Pero las fuerzas espaciales de Estados Unidos no serán como las marinas de guerra de antaño. Esta vez habrá un único poder hegemónico. Alemania puede contestar a la Armada Británica. con consecuencias que sobra mencionar, Pero la Unión Americana será invulnerable, excepto al desarrollo de ADM por parte de elementos villanos y a la muy restringida categoría del “terrorismo" que tiene ingreso al canon doctrinal: el terrorismo de ellos contra nosotros y nuestros satélites.

La necesidad de una dominación de espectro total se incrementará como resultado de la "globalización de la economía mundial", explica el Comando Espacial. Esto, porque se espera que la "globalización" produzca un "mayor distanciamiento entre ‘los que tienen’ y ‘los que no tienen’". Al igual que el Consejo Nacional de Inteligencia32, los estrategas militares reconocen que "la creciente brecha económica" que ellos también prevén, con su "estancamiento económico, inestabilidad política y alienación cultural cada vez más profundos", producirá disturbios y violencia entre "los que no tienen", dirigidos en gran parte contra Estados Unidos. Eso da pie a otra justificación de la expansión hasta el espacio de las capacidades militares ofensivas. Al detentar un monopolio en este campo de la guerra, el país debe estar preparado para controlar los desórdenes "usando los sistemas y planificación espaciales para asestar golpes de precisión desde el espacio [como] respuesta a la proliferación mundial de ADM" en manos de elementos indóciles, consecuencia probable de los programas recomendados, tal como la "creciente brecha" es una consecuencia predecible del tipo de "globalización" preferido.

El Comando Espacial pudo haber extendido útilmente la analogía con las fuerzas militares de otros días. Estas cumplieron un papel importante en el desarrollo tecnológico e industrial en toda la edad moderna. Caben allí los grandes progresos en la metalurgia, la electrónica, las herramientas eléctricas y los procesos manufactureros, incluyendo el sistema de producción en serie norteamericano que asombró a sus rivales del siglo XIX y preparó el terreno para la industria automotriz y otros logros fabriles, basados en muchos años de inversión, investigación, desarrollo y experiencia en fabricación de armas en los arsenales del ejército de Estados Unidos. Se dio un salto cualitativo después de la Segunda Guerra Mundial, esta vez en Estados Unidos primordialmente, cuando los militares dieron amparo a la creación del núcleo de la economía moderna de alta tecnología: los computadores y la electrónica en general, las comunicaciones e internet. la automatización, los láser, la industria de la aviación comercial y muchas otras, que ahora se extienden a la nanotecnología, la biotecnología, la neuroingeniería y otras nuevas fronteras. Los historiadores económicos han señalado que los problemas técnicos del armamento naval de hace un siglo equivalen aproximadamente a la fabricación de vehículos espaciales, y que además el futuro impacto sobre la economía civil podría redoblarse, aumentado por los proyectos de militarización del espacio.

Un resultado de incorporar las exenciones de seguridad nacional a los mal llamados "acuerdos de libre comercio" consiste en que les permite a las principales sociedades industriales y sobre todo a Estados Unidos preservar el sector estatal del cual depende la economía para socializar los costos y los riesgos, en tanto se privatizan las ganancias.

Otros piensan igual. Al retractarse de su anterior posición crítica respecto de la DAB, el canciller alemán Gerhard Schroeder observó que Alemania tiene un "interés económico vital" en el desarrollo de tecnología de defensa antimisiles y debe asegurarse de "no quedar excluida" del trabajo científico y tecnológico en ese campo. Se espera que la participación en los programas de la DAB fortalezca la base industrial interna a través de toda Europa. De modo similar, en 1995 la Organización para la DAB de Estados Unidos advertía a los funcionarios japoneses que el proyecto de Defensa Antimisiles sobre el Teatro de Operaciones era "la última oportunidad para negocios militares de este siglo". Se involucra al Japón no sólo para aprovechar su pericia industrial, sino para ahondar la dedicación del mundo industrializado a la militarización del espacio y "sellar los programas", para tomar prestada una expresión de uso corriente entre estrategas y analistas33.

La historia enseña lo peligrosos que son ese tipo de pasos. Hoy en día el peligro ha alcanzado el nivel de una amenaza contra la supervivencia humana. Pero, como ya anotamos, continuar pese a todo es racional desde los supuestos del sistema de valores reinante, hondamente arraigado en las instituciones existentes. La premisa básica es que la hegemonía importa más que la supervivencia. Nada novedosa, esta premisa ha quedado suficientemente ilustrada en los últimos cincuenta años.

Por tales razones, Estados Unidos se ha rehusado a unirse al resto del mundo para reafirmar y fortalecer el Tratado del Espacio Exterior de 1967, que preserva el espacio para fines pacíficos. La inquietud detrás de esta acción, planteada en las resoluciones de la ONU por la "Prevención de una Carrera Armamentista en el Espacio Exterior", surge de la difundida percepción de que Washington busca romper esa barrera, hasta ahora respetada. A la abstención americana se unieron Israel en 1999 y Micronesia en 2000. Como señalamos antes, acabábamos de enterarnos de que el mundo se había salvado por un pelo de una guerra que pudo "haber destruido el Hemisferio Norte", y ya la administración Bush vetaba de hecho un nuevo esfuerzo internacional para impedir la militarización del espacio. Por iguales motivos, Estados Unidos bloqueó las negociaciones de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Desarme, en las sesiones inauguradas en enero de 2001, y rechazó así el llamamiento del secretario general Kofi Annan a los Estados miembro para que superaran la "falta de voluntad política" y trabajaran en favor de buscar un acuerdo amplio para prohibir la militarización del espacio. "Estados Unidos sigue siendo el único de los 66 Estados miembros que se opone a la iniciación de negociaciones formales sobre el espacio exterior", informó en febrero la agencia Reuters. En junio China volvió a insistir en la prohibición de las armas en el espacio exterior, pero Estados Unidos volvió a bloquear las negociaciones34.

Nuevamente, esto tiene sentido si la hegemonía, con sus beneficios de corto plazo para los intereses de las élites, figura por encima de la supervivencia en el escalafón de los valores operativos, de acuerdo con el modelo histórico de los Estados dominantes y otros sistemas propios del poder concentrado.

Algo muy parecido puede decirse del fracaso de los intentos por prohibir las armas químicas y biológicas. Nadie duda seriamente que suponen una amenaza mayor, pero más altas prioridades se atraviesan en el camino de su prohibición. En abril de 2001 los expertos en control de armamentos informaron que habría que reducir drásticamente la verificación internacional sobre la prohibición de las armas químicas "porque Estados Unidos y otras importantes partes signatarias del tratado [mencionando a Rusia] no han pagado sus cuotas". Un experto del Centro Henry Stimson en Washington comentaba que la administración Clinton había convertido el tratado "en una farsa", al establecer "un conjunto de reglas aparte para Estados Unidos", con exenciones unilaterales. Estados Unidos fue el único país que insistió en la exención de ciertas inspecciones y pruebas cuando el Senado ratificó la Convención de Armas Químicas de 1997. El gobierno de Bush decidió retirarse de las negociaciones para instituir procedimientos de verificación de la Convención de Armas Biológicas y Tóxicas de 1972, dándolas por terminadas de hecho. Antes, el país había "trabajado para limitar el ámbito de las visitas de los inspectores extranjeros con el fin de proteger a las compañías farmacéuticas y de biotecnología americanas, que dominan la industria mundial y tienen interés en proteger los secretos de sus especialidades".

La administración Bush procedió a rechazar cualquier clase de verificación con el argumento de que los mecanismos eran ineficaces y "simplemente elevarían el riesgo para las actividades legítimas de Estados Unidos", posición condenada como "completamente inaceptable" por un alto diplomático europeo. Poco después aparecieron otros motivos plausibles, fuera de proteger los intereses de las grandes empresas norteamericanas, cuando salió a la luz que el país "tiene tres proyectos de defensa clandestinos que imitan un programa cabal de armas biológicas", y que violan el espíritu y quizás la letra de los protocolos de verificación que después rechazaría oficialmente. Ya desde antes Washington había sostenido que el "acceso a las instalaciones de defensa biológica" podría revelar secretos militares: justamente el propósito de los mecanismos de aplicación de convenios35.

Algunos expertos en armas biológicas temen que Estados Unidos "haya rechazado el protocolo de las armas biológicas por estar comprometido en la continuación y expansión de sus programas secretos", violando los tratados, e indican que "Washington no parece haber estado interesado en desarrollar un protocolo aceptable para la industria farmacéutica". Entre los planes que se sospechan está la creación por manipulación genética de un ántrax resistente a las vacunas, que los rusos ya pueden haber desarrollado. Estados Unidos "parece haberse embarcado en un estudio, en gran parte secreto y entre varias agencias, de aplicaciones de la biotecnología en el desarrollo de nuevas armas", al parecer desconociendo los tratados. Por lo tanto "el resto del mundo se verá obligado a hacer lo mismo", dando inicio tal vez a "una carrera mundial de armamentos biológicos". La proliferación de este tipo de tecnologías también "incrementaría drásticamente las probabilidades de que los terroristas puedan lanzar ataques de alta mortandad empleando armas químicas o biológicas", peligro que se examina también en el informe Hart-Rudman de 2002 sobre amenazas terroristas contra Estados Unidos36.

La administración Bush anunció asimismo que "ya no apoya algunas conclusiones del Artículo VI" del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNPN) de 1970, el principal acuerdo internacional sobre control de armas nucleares, que ha tenido algún éxito aunque dista de ser completo: en particular, las cinco principales potencias nucleares han dejado de cumplir sus compromisos. El Artículo VI es el elemento del TNPN que se aplica propiamente a las potencias nucleares: las compromete a "negociar de buena fe sobre medidas efectivas tendientes a detener la carrera armamentista nuclear en una fecha temprana y a lograr el desarme nuclear". Acto seguido, el gobierno de Bush declaró su oposición al Tratado Antimisiles Balísticos (que fue revocado después) y al Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares. También torpedeó la primera conferencia de la ONU para acabar con el mercado negro internacional de armas ligeras, al tiempo que el vocero de Bush, John Bolton, informó a la conferencia que Estados Unidos se oponía a la "promoción de actividades de apoyo internacional por parte de organizaciones internacionales o no gubernamentales"37. No cuesta detectar la lógica de fondo ni imaginarse las posibles consecuencias.

Apenas proclamó su gran estrategia imperial en septiembre de 2002, la administración Bush entró en acción para boicotear los intentos persistentes por agregar mecanismos para el cumplimiento de la Convención de Armas Biológicas en contra de la guerra bacteriológica, vedando ulteriores discusiones durante los siguientes cuatro años; y poco después bloqueó efectivamente la ratificación del Protocolo de Ginebra de 1925, que prohíbe el uso de gases tóxicos y las tácticas de guerra bacteriológica38.

En otro terreno, la administración Bush ha sido ampliamente criticada por torpedear el Protocolo de Kyoto, con el argumento de que aceptarlo atenta contra la economía de Estados Unidos. En cierto sentido las críticas son extrañas, ya que la decisión no es irracional en el marco de la ideología existente. Día tras día se nos enseña a creer firmemente en los mercados neoclásicos, donde el individuo aislado maximiza racionalmente la riqueza. Si se eliminan las distorsiones, el mercado debería responder perfectamente a su "votación", expresada en dólares o su equivalente. EI valor de los intereses de una persona se mide de la misma forma. En particular, los intereses de quienes no "votan" se tasan en cero: las generaciones del futuro, por ejemplo. Por lo tanto, es racional destruir la posibilidad de una supervivencia digna para nuestros nietos, si con eso maximizamos nuestra propia "riqueza", es decir, una percepción particular del interés propio construida por grandes industrias dedicadas a imponerla y reforzarla. Las amenazas a la supervivencia crecen hoy con los dedicados esfuerzos tanto por debilitar las estructuras institucionales que se desarrollaron para paliar las duras consecuencias del fundamentalismo de mercado, como para minar la cultura de conmiseración y solidaridad que sostiene a estas instituciones.

Todo esto es otra fórmula para el desastre, tal vez en un futuro no muy lejano. Pero hay que repetirlo: tiene cierta racionalidad dentro del sistema doctrinal y las instituciones imperantes.

Sería un gran error concluir que las perspectivas son todas sombrías. Lejos de ser así. Muy promisorio es el lento desarrollo de una cultura de los derechos humanos entre la población en general, tendencia que se aceleró a partir de los años sesenta, cuando el activismo popular produjo un notable efecto civilizador en muchos campos, el cual se propagó significativamente en los años siguientes. Un rasgo alentador es la muy marcada preocupación por los derechos civiles y humanos, entre ellos los derechos de las minorías, las mujeres y las generaciones futuras, siendo estas últimas la preocupación motriz del movimiento ambiental, que ha cobrado gran fuerza. Por primera vez en la historia de Estados Unidos ha habido alguna disposición a mirar con sinceridad la conquista del territorio nacional y la suerte de sus pobladores. Los movimientos solidarios que surgieron por dentro del sistema estadounidense en la década de 1980, especialmente en relación con Centroamérica, abrieron nuevos horizontes en la historia del imperialismo. Nunca antes un número tan considerable de personas salidas de la sociedad imperial fue a convivir con las víctimas de un ataque feroz para brindarles ayuda y algún grado de protección. Las organizaciones solidarias internacionales que brotaron de estas raíces funcionan hoy muy eficazmente en muchas partes del mundo, y despiertan el temor y la ira de los Estados represivos; más aún, en ocasiones exponen a sus integrantes a graves peligros, incluyendo la muerte35. Los movimientos por la justicia mundial que desde entonces se han conformado y que se reúnen anualmente en el Foro Social Mundial son un fenómeno totalmente nuevo y sin precedentes, tanto por su carácter como por su envergadura. La "segunda superpotencia" del planeta, que desde comienzos de 2003 ya no puede seguir siendo ignorada, tiene hondas raíces en estos desarrollos y tiene un futuro muy promisorio.

En el transcurso de la historia moderna ha habido logros significativos en los derechos humanos y el control democrático de algunos sectores de la vida. Estos rara vez han sido obsequio de líderes ilustrados. Por lo común han sido impuestos a los Estados y otros centros de poder a través de la lucha popular. Un optimista podría sostener, tal vez con razón, que la historia deja ver una apreciación cada vez más profunda de los derechos humanos así como una ampliación de su repertorio; no sin bruscos reveses, pero la tendencia general parece cierta. Estos temas siguen muy vivos hoy en día. Los efectos nocivos del proyecto de globalización de las grandes multinacionales han causado protestas populares masivas y activismo en el Sur, a las que últimamente se han unido importantes sectores de las ricas sociedades industriales, con lo que se han hecho más difíciles de ignorar. Por primera vez han ido cobrando forma alianzas concretas en las bases. Se trata se sucesos impresionantes, plenos de oportunidades. Y han producido efectos, cambios de retórica y aun de políticas. Al menos se ha ejercido una influencia de moderación de la violencia estatal, aunque sin llegar a ser esa "revolución de los derechos humanos" en las prácticas del Estado que la opinión intelectual de Occidente ha proclamado.

Estos distintos desarrollos podrían ser muy importantes si se logra conservar el impulso de manera que estrechen los emergentes lazos mundiales de conmiseración y solidaridad. Sería justo decir, creo yo, que el futuro de nuestra amenazada especie estará determinado en gran medida por la manera como evolucionen esas fuerzas.

Se pueden discernir dos trayectorias de la historia actual,

· una que apunta a la hegemonía y que actúa racionalmente dentro de un demencial marco doctrinario, a la vez que pone en riesgo la supervivencia;

· la otra, consagrada a la creencia de que "es posible otro mundo", en las palabras que animan al Foro Social Mundial, desafiando el sistema ideológico imperante y buscando alternativas constructivas de pensamiento, acción e instituciones.

· Nadie puede anticipar cuál de estas trayectorias va a prevalecer, La dicotomía ha sido corriente a lo largo de la historia; la diferencia crucial es que hoy hay mucho más en juego.

Bertrand Russell expresó alguna vez pensamientos sombríos sobre la paz mundial:

Al cabo de milenios en los que la Tierra produjo trilobites y mariposas inofensivas, la evolución progresó hasta el punto en que ha generado nerones, gengis kanes y hítleres. No obstante, esto es, creo yo, una pesadilla pasajera; con el tiempo la Tierra volverá a ser incapaz de sustentar la vida y otra vez habrá paz40.

Esta proyección es sin duda acertada, en una dimensión que sobrepasa nuestra visión realista. Lo que importa es que logremos despertarnos de la pesadilla antes de que lo consuma todo y podamos traer un poco de paz, justicia y esperanza a un mundo que está, ahora mismo, al alcance de nuestras posibilidades y nuestra voluntad.

NOTAS

1 Titutar del New York Times, 23 de septiembre de 2001.

2 Paul Krugman, en New York Times, 21 de diciernbre de 2001.

3 STRATCOM, Essentials of Post-Cold Was Deterrence. 1995. Para citas más extensas. véase mi New Military Humanism, cap. 6. Sobre directivas presidenciales posteriores, véase Center for Defense Information, Defense Monitor 29, núm. 3, 2000. Véase Morton Mintz, en American Prospecr, 26 de febrero de 2001, sobre la objeción legislativa al desmonte del sistema de alarma. Sobre la alerta de 1969, que pretendía "hacer una señal" a Moscú sobre las intenciones estadounidenses en Vietnam, véase Scott Sagan y Jeremi Suri, en International Security 27, núm. 4, primavera de 2003. El suceso crucial que se ignoró fue un serio conflicto en la frontera entre Rusia y China, lo que pudo haber conducido a que Rusia interpretara mal la "señal", con deplorables consecuencias.

4 Véase cap. 5. nota 29

5 Scott Peterson, en Christian Science Moniror, 9 de mayo de 2001; Walter Pincus, en Washington Post, 18 de marzo de 2001. Después de S-11 hubo un breve anuncio indicando una posible revocación de esta política; Elisabeth Bumiller, en New York Times, 28 de diciembre de 2001. Sobre los éxitos de la cooperación en la reducción de la amenaza por iniciativa de los senadores Sam Nunn y Richard Lugar, véase Michael Krepon, en Boletin de los Científicos Atómicos, enero-febrero, 2003.

6 Steven Lee Myers, en New York Times, 10 de agosto de 2000; Bob Drogin y Tyler Marshall, en Los Angeles Times, 19 de mayo de 2000; Michael Byers, en London Review of Books, 22 de junio de 2000. Véase también Michael Gordon y Steven Lee Myers, en New York Times, 18 de mayo de 2000, y Glaser y Fetter, en International Security 26, núm. 1, verano de 2001.

7 David Sanger, en New York Times, 2 y 5 de septiembre de 2001. Jane Perlez, en New York Times, 2 de septiembre de 2001. Clinton, véase William Broad, en New York Times, 1 de mayo de 2000.

8 John Steinbruner y Jeffrey Lewis, en Daedalus. otoño de 2002.

9 David Ruppe, en Global Security Newswire, 22 de mayo de 2003. Rand Corporation, Beyond the Nuclear Shadow, mayo de 2003. Paul Webster, en Boletín de los Científicos Atómicos, julio-agosto de 2003.

10 Judith Miller, en New York Times, 20 de enero de 2003. Sobre la iniciativa de Nunn y Lugar, véase la nota 5.

11 Krepon, en Boletín de los Científicos Atómicos, enero-febrero de 2003.

12 Michael Gordon, Eric Schmitt, en New York Times. 11 de marzo de 2002. William Arkin, en Los Angeles Times, 26 de enero de 2003.

13 Carl Hulse y James Dao, en New York Times, 29 de mayo de 2003.

14 Scott Baldauf, en Christian Science Monitor, 15 de mayo de 2003.

15 Peter Slevin, en Washingron Post, 22 de septiembre de 2002.

16 McGeorge Bundy, Danger and Survival, Random House, 1988, pág. 326. Bundy es escéptico sobre el futuro, pero su opinión subjetiva no afecta el argumento presente.

17 Adam Ulam, en Journal of Cold War Studies 1, núm. 1, invierno de 1999. Melvyn Leffler, en Foreign Affairs, julio-agosto de 1996. James Warburg, Germany: Key to Peace, Harvard, 1953, págs. 189 y sigs.

18 Véase cap. 4, nota 3.

19 Kenneth Waltz, en PS: Political Science & Politics, diciembre de 1991. Garthoff y Kaufman, citados en mi Deterring Democracy, pág. 26.

20 Véase, en particular, Comando Espacial de Estados Unidos, Vision for 2020, febrero de 1997.

21 High Frontier (Heritage Foundation), citado por Gordon Mitchell en "National Missile Defense", disertación ante el Instituto Real de Defensa, Bruselas, Bélgica, 30 de enero de 2001. Véase, del misrno Mitchell, Strategic Deception, Michigan State, 2000.

22 Garthoff, A Journey through the Cold War, págs. 357-58.

23 Jack Hitt, en New York Times Magazine, 5 de agosto de 2001, citando al asesor de inteligencia George Friedman.

24 David Pugliese, en National Post, Toronto, 24 de mayo de 2000.

25 Sha Zukang, citado por Míchael Cordon en New York Times, 29 de abril de 2001. La cita sobre los EP-3 es de William Arkin, en Boletín de los Científicos Atómicos, mayo-junio de 2001.

26 Andrew Bacevich, en National Interest, verano de 2001; Lawrence Kaplan, en New Republic, 12 de marzo de 2001. El estudio de la Rand es citado por Kaplan.

27 Véase págs. 65-66.

28 Michael Krepon, en Foreign Affairs, mayo-junio de 2001; véanse también sus comentarios en Hitt, New York Times Magazine, 5 de agosto de 2001. Gordon Mitchell, en Fletcher Forum 25, núm. 1, invierno de 2001, citando a Charles Perrow. Véase también, Karl Grossman, Weapons in Space, Seven Stories, 2001.

29 Comando Espacial de la Fuerza Aérea. Plan Maestro Estratégico para el año 2004 y más allá, 5 de noviembre de 2002.

30 William Arkin, en Los Angeles Times. 14 de julio de 2002. Michael Sniffen, AP, 1 de julio de 2003.

31 Hanna Hoag, en Nature 423, 19 de junio de 2003.

32 Véase. cap. 7, nota 10.

33 Tómas Vatsek. en CDI Defense Monitor 30, núm. 3, marzo de 2001. Mitchell, en Fletcher Forum, invierno de 2001.

34 Véanse, pág. 176 Agencia France-Presse, 23 de enero de 2001. Reuters, 15 de febrero de 2001; publicado en Deseret (Utah) News, prácticamente el único cubrimiento en los medios de Estados Unidos sobre las reuniones de la conferencia de 2001. Frances Williams, en Financial Times, 8 de junio de 2001.

35 Judith Miller, en New York Times, 27 de abril de 2001; Marlise Sirnons, en New York Times, 5 de octubre de 2001; Michael Gordon y Judith Miller, en New York Times, 20 de mayo de 2001; Richard Waddington, Reuters, en Boston Globe, 8 de diciembre de 2001. Oliver Meier. en Boletín de los Científicos Atómicos, noviembre-diciembre de 2001. Michael Gordon, en New York Times, 24 de julio de 2001. Véase también Williarn Broad y Judith Miller, en New York Times, 13 de diciembre de 2001.

36 Mark Wheelis, Malcolm Dando y Catherine Auer, en Boletín de los Científicos Atómicos, enero-febrero de 2003. Sobre los programas soviéticos y la crasa violación de las obligaciones de los tratados, véase William Broad, Judith Miller y Stephen Engelberg, Germs: Biological Weapons and America's Secret War, Simon & Schuster, 2001.

37 Boletín de los Científicos Atómicos, julio-agosto de 2002, reseñando esta y otras iniciativas similares de la administración; George Perkovich, en Foreign Affairs, marzo-abril de 2003.

38 Véase pág. 176.

39 Las fuerzas de Israel mataron a Rachel Corrie en marzo de 2003 con un buldózer (suministrado por Estados Unidos), una de las armas más destructivas de Israel; véase la págs. 258-259. 'Asesinaron’ sería un término más correcto, a juzgar por los testimonios de los allí presentes. La muerte de una ciudadana estadounidense a manos de aliados de Estados Unidos no se consideró digna de una pesquisa, ni de nada mejor que el más escueto informe.

40 Citado por Judy Toth, en Bertrand Russell Society Quarterly, febrero de 2003.