jueves, 3 de abril de 2008

LA JUNTA DE LA RESERVA FEDERAL DE LOS EE.UU. - SUS FUNCIONES Y OBJETIVOS ACTUALES, BAJO EL CAPITALISMO DEPREDADOR



Es importante recordar que por estos tiempos se acuñó un pseudo concepto bajo las palabras "Capitalismo Salvaje", que no se sabe bien a qué significados refiere cuando se lo utiliza.

Bien este pseudo concepto es resultado de tratar de amañar, diluir, disimular, "transparentar y hacer dulces", los conceptos e ideas que desarrolla Noam Chomsky al nombrar y pensar como "CAPITALISMO DEPREDADOR", al capitalismo actual.



Chomsky, Noam.

Lucha de clases.

Crítica, 2da. Ed., Barcelona, 2004.

Pp. 104-120.

David Barsamian es el entrevistador

La Junta de la Reserva Federal

31 de mayo de 1995

Hablemos de algunos temas económicos. Querría empezar hablando de la Reserva Federal. ¿Cuál es su función?

La Reserva Federal básicamente controla cosas como los tipos de interés. Ha tenido diversos cometidos y directrices a lo largo de los años. Originalmente, los objetivos oficiales eran, al menos, reducir la inflación e incrementar el empleo; así pues, uno de los propósitos era contribuir a conseguir el objetivo de un empleo pleno y eficaz, no en un 100 por 100, pero sí cerca.

Este objetivo se ha ido quedando atrás. En este momento, su obligación principal es prevenir la inflación, un reflejo de los acontecimientos que han tenido lugar en los mercados financieros internacionales. El total de capital financiero no regulado del mundo ha aumentado de manera astronómica en los últimos veinticinco años y se mueve a gran velocidad, gracias a las telecomunicaciones. Puede que se mueva, pongamos, un billón de dólares al día en los mercados financieros. En su mayoría se trata de capital especulativo y no de moneda. Este capital se desplaza a lugares en los que parece que la moneda vaya a estabilizarse, con una tasa de desempleo elevada y un crecimiento económico bajo, por lo que es probable que no vayan a producirse presiones inflacionarias.

La Reserva Federal es contraria, básicamente, a la inflación. Si inviertes en bonos, por ejemplo, tu peor enemigo es la inflación potencial, es decir, el crecimiento potencial. Por esta razón, deberás alejarte de aquellos lugares en los que se vaya a estimular la economía. Los tipos de interés de la Reserva Federal tenderán a subir para evitar que se incentive la economía y la posibilidad de inflación; ambos aspectos suelen ir juntos. Por ello, poseen un efecto de reducción del crecimiento económico y del empleo. Se pretende, básicamente, que el desempleo aumente puesto que, cuando así sucede, los costes laborales disminuyen. Existe una presión menor para el incremento salarial. Por lo tanto, el objetivo de conseguir un empleo pleno, que era al menos originalmente parte de sus cometidos formales, ha desaparecido.

Paul Volcker hizo un comentario interesante en 1979, año en el que era el jefe de la Reserva. Afirmó que el nivel de vida medio de los norteamericanos tenía que bajar. Esta es la única política que efectivamente ha dado resultados.

Pero no se trata sólo de la Reserva Federal. Esta política forma parte de los procesos generales que tienen lugar en la economía nacional e internacional y también en el seno de una política social muy específica. No se debe reaccionar a ellas de esta manera. Por ejemplo, existen procedimientos para frenar el movimiento del capital financiero, para proteger la moneda y para mantener la política estimuladora del gobierno. Hay procedimientos y se conocen desde hace mucho tiempo. La razón por la que no se adoptan se debe a la existencia de un compromiso con cierta política social, que trata, básicamente, de acabar con el estado de bienestar. Hay un artículo muy bueno al respecto, si estás interesado en ello, escrito por un excelente economista internacional, David Felix, en el último número de la revista Challenge, un semanario de economía muy bueno. En este artículo habla de lo que se denomina el impuesto Tobin. Es una propuesta que lanzó James Tobin, economista de Yale y ganador del premio Nobel, en una conferencia muy interesante en 1978. En aquel momento, Tobin era el presidente de la American Economic Association y la conferencia fue su discurso presidencial. Se estaba en las primeras etapas del proceso, sin embargo Tobin señaló que la circulación y el incremento de capital financiero iban a conducir a la reducción del ritmo de crecimiento y de los salarios, y además tendría un efecto adicional en el aumento de la desigualdad al concentrarse la riqueza en sectores aún más reducidos de la población. Propuso, en aquél momento, un impuesto en el ámbito internacional, para penalizar el movimiento de fondos financieros sólo para especular frente a la moneda. Es lo que se conoce como el impuesto Tobin. Se le ha dado vueltas durante años en la ONU, pero nunca ha sido puesto en práctica. Lo que apunta David Felix en este artículo es que, a pesar de que nadie tiene la certeza, este impuesto podría funcionar muy bien, ya que podría desviar el capital de objetivos económicamente inútiles, en realidad, objetivos especulativos económicamente destructivos, y dirigirlo hacia una inversión más productiva. Podría tener perfectamente este efecto. Sin embargo, incluso los sectores de capital privado que se beneficiarían de ese impuesto no lo han apoyado. Felix argumenta que la razón de esta negativa se encuentra en el hecho de que su interés de clase supera su escaso interés de ganancia. El interés de la clase predominante es aprovecharse de la crisis fiscal de los estados para minar el contrato social: hacer retroceder las ventajas conseguidas en materia de bienestar, los derechos sindicales, los derechos laborales, etc. Este interés es considerable hasta el punto de estar dispuestos a ver cómo este instrumento es utilizado para reducir el crecimiento de la inversión, incluso en aquellos sectores que se beneficiarían de él. Creo que se trata de una razón bastante plausible. Y la Reserva Federal es simplemente un elemento de él.

En cierto modo, la Reserva Federal es, de facto, el Banco central de los Estados Unidos. Pero es privado, ¿no?

No, no lo es. Es independiente de las órdenes específicas del gobierno. El presidente no puede ordenarle que haga nada. Pero sus miembros y su director han sido nombrados por el gobierno.

¿De modo que se trata de nombramientos presidenciales?

En efecto. Pero en el fondo son independientes.

Parece que la Reserva Federal y otros bancos centrales no pueden estabilizar y controlar el precio de la moneda tal como podían hacer antes.

Esa posibilidad ha desaparecido porque el sistema fue desmantelado. Hasta principios de los años setenta existía ese sistema.

Bretton Woods.

Sí.

Sin embargo, acaba de producirse una caída reciente y precipitada del dólar frente al yen y el marco, por ejemplo. Los bancos intentaron estabilizar el dólar...

No está tan claro que lo intentaran. Quizá sí que lo hicieran los bancos europeos. Pero no está tan claro que lo hicieran el gobierno norteamericano o sus bancos. No resulta del todo evidente que fuera éste su propósito. Probablemente, estuvieran satisfechos de la caída del dólar.

¿Pero tu opinión es que, hoy en día, los comerciantes y los especuladores disponen de más capital que los bancos?

No creo que sea mi opinión. Creo que es la de todo el mundo.

David Peterson llamó mi atención sobre un pasaje de la obra clásica de los años treinta de John Maynard Keynes, Teoría general del empleo, del interés y la moneda. En él, Keynes afirma: «Al mismo tiempo que mejora la organización de los mercados de inversión, aumentan, sin embargo, los riesgos del predominio de la especulación. Los especuladores podrían no resultar perjudiciales, si fueran como burbujas dentro de una corriente empresarial estable; sin embargo, lo grave se produce cuando es la empresa la que se convierte en una burbuja en medio del desorden especulativo». J

Esto ocurrió. Es por ello que el sistema de Bretton Woods, que Keynes contribuyó a desarrollar, poseía mecanismos para la regulación de la moneda. La idea básica del sistema se apoyaba en que el dólar era la divisa internacional gracias al imparable poder industrial y económico de los Estados Unidos. Por este motivo, el dólar se convirtió en la divisa internacional. Se fijó su precio en relación al patrón oro y las otras monedas fijaron el suyo respecto al dólar. Había diversos procedimientos que permitían cierto grado de flexibilidad, dependiendo del crecimiento económico, la recesión, etc. Este era el sistema económico fundamental y fue desmantelado unilateralmente por los Estados Unidos a principios de los años setenta, momento en el que decidieron que no querían ser durante más tiempo el banco internacional. Esta reacción tenía que ver con muchas cosas: con el crecimiento del, más o menos, sistema económico trilateral (junto al crecimiento del sistema japonés y el crecimiento del sistema germano-europeo), así como con el coste de la guerra de Vietnam y los consiguientes beneficios económicos para los rivales de los Estados Unidos. Todas estas cuestiones llevaron a que la administración Nixon tomara estas decisiones.

Justo cuando se tomaron estas decisiones, la especulación financiera era una burbuja. Se estima que aproximadamente un 10 por 100 del capital en el intercambio internacional de la época se destinaba a la especulación, y aproximadamente un 90 por 100 estaba relacionado con la economía real, la in-versión y el comercio. En 1990 estas cifras se habían invertido. Un 90 por 100 del capital estaba destinado a la especulación y un 10 por 100 a la inversión y el comercio. David Felix hizo un estudio recientemente para la UNCTAD, la Conferencia de Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas, en que estima que en 1994 existía aproximadamente un 95 por 100 de capital destinado a la especulación y aproximadamente un 5 por 100 relacionado con la economía real. Esto era lo que preocupaba a Keynes.

Sigamos hablando de Keynes. Él afirmó: «Cuando el desarrollo del capital de un país se convierte en un subproducto de las actividades de un casino, es probable que el trabajo se haya hecho mal».

Durante los años ochenta, la economía internacional recibió el nombre de «economía de casino». Existe un libro con este título escrito por una conocida economista internacional británica, Susan Strange, The Casino Economy. Y se usa la misma frase en otras obras. Indica que la economía se ha convertido en una esclava de la especulación, lo que ya advertía James Tobin en 1978, cuando el proceso estaba aún en sus fases iniciales.

¿Crees que el sistema económico actual puede seguir dentro de este ciclo de subidas y bajadas, o bien tenderá a colapsarse? ¿Se han creado suficientes salvavidas para protegerse de otro crac como el de 1929?

Nadie tiene la menor idea. A principios de los años ochenta, cuando tuvo lugar la crisis de la deuda, los bancos estaban muy preocupados porque no se vieron capaces de contenerla. Fue la población quien los sacó del atolladero. La enorme deuda del Tercer Mundo, que se había incrementado con rapidez, se convirtió en un problema prioritario cuando se dispararon los tipos de interés norteamericanos, puesto que la mayor parte de la deuda dependía del dólar. Cuando los tipos de interés se dispararon, por algún motivo, empezó a llegar una gran cantidad de dinero procedente de lugares como América Latina. No de Asia oriental, porque allí existían maneras de controlar el capital, razón por la cual los coreanos ricos no pudieron enviar su capital a los Estados Unidos. Sin embargo, la riqueza de América Latina, más abierta a los mercados internacionales por diversas razones históricas, simplemente fluyó a los bancos norteamericanos, lo que provocó un colapso total de América Latina. De hecho, la deuda adquirida por América Latina no es en absoluto distinta del total de capital que salió de ella. Al mismo tiempo, los tipos de interés sobre la deuda se incrementaron porque estaban ligados a los norteamericanos.

En ese momento tuvo lugar esta enorme crisis de la deuda. Parecía como si los países más importantes, Brasil, México y otros, fueran a faltar a sus compromisos, lo que preocupó a los grandes bancos. Se salvó el impasse gracias, sobre todo, al cable que les echaron los contribuyentes, y que recogió el Banco Mundial. De una manera u otra, casi la totalidad de la deuda fue transferida al dominio público y los bancos se salvaron.

En 1987 se produjo otra crisis. Acabamos de asistir a otra en 1994. Nadie sabía si el efecto dominó podía ser una de las consecuencias del colapso mexicano, si éste empezaría a derribar a otros mercados financieros del Tercer Mundo, basados excesivamente en la especulación, al igual que el mercado mexicano. El cable que les tendió Clinton no fue tanto pagar a aquellos que invirtieron mediante especulación en México, puesto que éstos ya habían retirado su dinero o lo habían perdido, sino apoyar la exportación de capital a países como Argentina y otros, y comprometerse a responder de sus pérdidas allí. De manera que el rescate financiero del contribuyente es lo que promueve una inversión relativamente libre de riesgos mediante fondos públicos pero no para los inversores mexicanos. Esta crisis también ha sido contenida. Pero qué va a ocurrir la próxima vez es algo que creo que nadie sabe. Las predicciones al respecto no tienen apenas sentido. Simplemente, observa las predicciones de los economistas internacionales y del Banco Mundial sobre el caso de México, y esto te dirá hasta qué punto pueden ser de fiar. Hasta que se produjo el colapso, se sentían eufóricos por las posibilidades mexicanas, por este gran milagro económico. Después del colapso dijeron que siempre habían sabido que iba a ocurrir. Pero no intentes encontrar afirmaciones semejantes antes de la crisis.

Volvamos al tema del empleo. En los Estados Unidos se tenía la idea de que el empleo pleno era un objetivo político deseable. Esta opinión ha cambiado de manera escandalosa.

Ya ni siquiera existe un compromiso teórico para la consecución de un empleo pleno, como existía a finales de los años cuarenta. Durante esos años existía un compromiso, a menos teórico, que en ocasiones fue efectivo, pero que hoy ha desaparecido. Ahora hay un compromiso con algo distinto, con lo que se denomina «porcentaje natural de desempleo». Se supone que existe algún porcentaje natural. Cuando el desempleo cae por debajo de un porcentaje natural de desempleo, se supone que aumenta la inflación, y lo que se pretende es asegurar que el desempleo esté en el lugar natural que le corresponde. Todavía no se han puesto de acuerdo respecto a este porcentaje, pero es bastante elevado, aproximadamente del 6 por 100.

Es una cifra bastante ficticia.

No lo es. Tiene cierto sentido. Significa que se pretende que los salarios se mantengan suficientemente bajos para que no exista el riesgo de una inflación potencial.

He dicho «ficticia» ya que muchas personas, sencillamente, no están incluidas en ella.

Pero esto siempre ha sido así. La cifra oficial del desempleo es bastante inferior al número real de parados. Siempre ha sido así. Hay personas fuera del mercado laboral o que han renunciado a él, que están fuera de la economía visible. He ahí la razón de estas cifras. También era así cuando se aspiraba al 3 por 100.

Incluso si trabajas una hora a la semana, por ejemplo, se te considera ocupado.

Yo no diría «ficticia», puesto que todo el mundo sabe cómo se hacen los cálculos. Las cifras contabilizan alguna cosa. En este caso, ciertamente no se contabiliza el número de personas que buscan un trabajo fijo.

¿Parece que el poder empresarial considera como una ventaja evidente el hecho de que exista un ejército permanente de parados.

Aunque deberíamos tener en cuenta que en este momento existe un ejército internacional de parados. Durante la ultima recesión, la recuperación de Clinton y el período de crecimiento de estos dos últimos años, no se ha producido, a pesar del crecimiento del empleo, un aumento correspondiente de los salarios, que es lo que se esperaría dentro de un mercado laboral normal. Cuando el empleo crece y el ejército de reserva de parados disminuye, sería de esperar que la presión sobre los salarios aumentara. Pero esto no ha ocurrido. Nadie lo sabe con certeza, pero es probable que, principalmente, el motivo de este hecho sea, simplemente, la amenaza constante del traslado de la producción a otro país. Ni siquiera hay que hacer efectiva esta amenaza. El hecho de que exista es suficiente.

No hay nada abstracto en esta estrategia. Consideremos, por ejemplo, las huelgas actuales en Decatur, que constituyen un momento crucial de la historia laboral. Tres importantes empresas, de las que sólo una es de base norteamericana (una es japonesa y la otra británica) están implicadas en el intento de destruir, básicamente, algunos de los últimos vestigios de los sindicatos industriales estadounidenses de esta antigua población trabajadora. En uno de los casos nos encontramos ante un estricto cierre patronal. En las otras dos, se trata, técnicamente, de huelgas; «se trataba», debería decir, puesto que la huelga convocada por la United Auto Workers ha fracasado, de manera que sólo se mantienen dos movimientos huelguistas. Son huelgas, pero deseadas por las empresas, cuyo objetivo es destruir los sindicatos.

Han explicado cómo pueden conseguirlo. En primer lugar, a Caterpillar, la única empresa de base norteamericana, le salen los beneficios por las orejas. Está obteniendo unos beneficios enormes, al igual que otras grandes empresas, lo que implica la posesión de un gran capital. En este sentido, no existe ningún problema. Pero, a su vez, se han utilizado los beneficios obtenidos durante los últimos años para llevar a cabo una expansión en otros países. Por ejemplo, tienen plantas en Brasil donde pueden conseguir una mano de obra más barata al mismo tiempo que pueden seguir satisfaciendo sus pedidos internacionales. Advierte que la razón de esta operación no tiene nada que ver con el rendimiento económico, sino, todo lo contrario, con razones de poder. No se acumula en función del rendimiento económico, sino en función del poder, como forma de amenaza contra la mano de obra nacional. Y esto es cierto en todos los casos.

Tomemos otro ejemplo actual que nos indicará que no se trata de nada abstracto sino de algo muy real. Se trata de la guerra comercial con Japón. Analízalo atentamente. Los Estados Unidos están intentando que Japón abra sus mercados a las piezas automovilísticas fabricadas en los Estados Unidos. Este es el gran objetivo. Sin embargo, cuando el Wall Street Journal entrevistó a los dirigentes de las empresas que fabrican estas piezas, éstos dijeron que, naturalmente, estarían encantados de que se abrieran los mercados japoneses, pero afirmaron también que no se suministrarían dichas piezas de las fábricas norteamericanas, sino mayoritariamente de las asiáticas, ya que han creado una red de productores en otros países en los que, de nuevo, consiguen trabajadores más baratos y, por supuesto, más próximos al mercado japonés. De manera que si Japón se rinde en este conflicto, no es muy probable (según el análisis del Wall Street Journal, al menos) que crezca el número de empleos en Norteamérica, aunque sí que aumentarán los beneficios norteamericanos.

¿Por qué motivo está presionando Clinton a los japoneses ahora?

Le gustaría que los fabricantes de automóviles norteamericanos y sus inversores obtuvieran mayores beneficios.

¿Qué ocurriría si la Organización Mundial de Comercio supiera de este caso y se pusiera en contra de los Estados Unidos?

El GATT, predecesor de la Organización Mundial de Comercio, se ha opuesto a los Estados Unidos en varias ocasiones. Nadie ha prestado atención. Nadie va a presionar a los Estados Unidos, es un país demasiado importante, sencillamente. Es cierto que existen mecanismos al respecto en las organizaciones del comercio internacional. El GATT y la Organización Mundial de Comercio poseen procedimientos para penalizar a aquellos países que no cumplen con las reglas. Pero ¿cuáles son esos métodos? Por ejemplo, si Nicaragua se opusiera a las violaciones norteamericanas de las normas del GATT, como hizo, y si el GATT concluye que Nicaragua tiene razón, como así fue, Nicaragua tiene todo el derecho de penalizar a los Estados Unidos aumentando los aranceles de las importaciones norteamericanas, por ejemplo. No es ninguna broma. Por otra parte, si los Estados Unidos quieren responder a Nicaragua pueden acabar con ella según las mismas reglas. Sin embargo, ¿quién va a cerrar sus mercados a las exportaciones de los Estados Unidos?


Hace un par de meses estuvimos hablando sobre el juicio del Tribunal Internacional sobre el petróleo de Timor Oriental en el que están implicados Portugal y Australia. ¿Se ha puesto al día este asunto?

No lo estará durante unos cuantos meses. El litigio terminó aproximadamente a principios de febrero. Después, el tribunal se toma unos meses para decidir al respecto. Se cree que la sentencia se hará pública probablemente en otoño. No será muy fácil mantenerse informado. Por lo que yo sé – aún no lo he comprobado en la base de datos –, no he visto ninguna referencia al juicio del Tribunal Internacional en los Estados Unidos.

¿Y tú, cómo te enteraste?

Por otras fuentes. Toda la prensa australiana, portuguesa y europea habla de ello.

En una conferencia que diste en el MIT el 9 de mayo sobre la huelga de los trabajadores y el cierre patronal en Decatur, hiciste un par de comentarios interesantes que me gustaría que ampliases. Dijiste que el actual clima político de los Estados Unidos «es una especie de sueño para cualquier organizador.... Se trata de una situación en la que las oportunidades para organizar y reconstruir una cultura democrática son muy, muy grandes». ¿Cuál es la base de tu optimismo?

En realidad, para ser justos, tomé prestada la frase de mi amigo Mike Albert, que fue quien hizo ese comentario. Creo que es un comentario certero. Existe una disposición general al temor, a la ansiedad, a la desilusión, al cinismo y al reconocimiento de que las cosas no se están dirigiendo de la manera correcta, y tiene una base real. El nivel de vida de, tal vez, un 80 por 100 de la población o bien se ha estancado o bien ha disminuido en los últimos quince años, más o menos. Y no tienen esperanzas de que vaya a mejorar. Su descontento se concentra en el gobierno, no en los 500 de Fortune. Sin embargo, esta reacción es el fruto de una propaganda muy eficaz a lo largo de años, y que en cierta manera mantiene en la sombra al responsable de la toma de las decisiones. Pero las preocupaciones siguen ahí. Si la población pudiera ser movilizada podría producirse una respuesta muy constructiva. Pongamos de nuevo un ejemplo concreto. Veamos ese grupo de personas que se denomina a sí mismo «milicias». Naturalmente, no son milicias en sentido estricto; las milicias son cosas creadas por los estados. Sin embargo, estas organizaciones paramilitares llamadas milicias – los Timothy McVeigh de turno, si la historia del gobierno es acertada –, ¿por quién están formadas? En su mayoría se trata de hombres blancos, de la clase trabajadora, con estudios a nivel de bachillerato. Son bastante parecidos al tipo de personas que formaron el CIO (Congress of Industrial Organizations) hace sesenta años. ¿Por qué no hacen hoy algo parecido? Este es el sueño de todo organizador, con la diferencia de que hoy esas personas no están siendo organizadas.

Correcto.

De hecho, ¿recuerdas, en la reunión, a aquel trabajador de la Staley?

Lo recuerdo muy bien.

Creo que su discurso fue muy elocuente. No sé si lo tienes grabado, pero si es así deberías escucharlo. En él describe la visión de lo que le gustaría que fuera su vida, y de lo que cree que ésta debería ser. Te apuesto lo que quieras que si eligieras a una persona al azar de entre esos grupos paramilitares, te hablaría de la misma visión o de una muy parecida. Si las personas como ese hombre son dirigidas –si se les arrebata esa visión de la vida y las posibilidades de tener una existencia plena, un trabajo serio, una vida familiar y el resto de cosas de las que hablaba– no existiría nada irracional en su demanda, nada en absoluto. De hecho, el suyo fue un discurso loable. Sin embargo, si se les arrebatan esas posibilidades, seguirán una de las dos direcciones posibles. O bien se unirán a esos grupos paramilitares o a cualquier otra organización destructiva (existen diversas posibilidades), o bien reconstruirán la sociedad civil que está siendo destruida y restaurarán algo parecido a un sistema democrático. Las diferencias entre ese hombre y las personas de los grupos paramilitares creo que son diferencias de compromiso y de comprensión, y no necesariamente de contexto social o, incluso, de objetivos.

He advertido especialmente que después de tu regreso de Australia a finales de enero estabas muy animado y lleno de energía. Este estado parece haberse mantenido durante toda esta primavera. ¿Es así?

No lo sé. Ese viaje fue como una inyección de vitalidad en muchos sentidos, una especie de tónico. Pero dudo que hubiera sido de otra manera. Existe una especie de ciclo natural de períodos activos, de ganas por hacer cosas y con energía, y otro de decaimiento en cuanto las cosas se tranquilizan.

Tu año académico casi ha acabado.

Pero no sólo el año académico. El ritmo de actividad en los Estados Unidos, es decir, de actividades organizadas, de reuniones, de conferencias, etc., está bastante relacionado con el año académico. Todo se aquieta a partir de junio.

¿Estás esperando con ilusión pasar el verano en Wellfleet, en el Cabo?

Sí. Hay mucho que hacer. Estará bien alejarse un poco de todo, tengo muchas cosas que hacer.

¿Lo aprovecharás para navegar y nadar?

Eso espero. Ya veremos.

Entonces, nos vemos dentro de unas semanas en el Z Media Institute de Woods Hole. Cuídate.